La Antigua ciudad de Troya

Esa mañana, después de remolonear en la cama unos minutos, Draco consiguió arrastrar a Granger a una sesión matutina de ejercicio físico muy placentero antes de ducharse, en aquella ocasión y para su desgracia de forma individual y desayunar unos manjares tanto o más maravillosos que la noche anterior.

La elfina, que había demostrado ser una cocinera espectacular, les deleitó con una cena consistente en Lahmacun, una especie de pizza sin queso hecha a base de carne picada y especias y manti, pasta rellena de carne de cordero en una deliciosa salsa de yogur. Todo ello aderezado con un delicioso ayran, un batido de yogur que, pese al recelo de Draco, había resultado ser refrescante y ligero.

Y aquella mañana se había decantado, como les explicó, por un menemen, que era su interpretación de unos huevos revueltos con multitud de hortalizas y börek, una empanada redonda y alargada de queso feta y espinacas.

—Si seguimos viajando y comiendo tanto creo que tendré que empezar a replantearme mis ejercicios diarios —murmuró Draco

—¿Haces ejercicios diarios? —preguntó ella con curiosidad

—¿Crees que este cuerpo se mantiene así solo porque sí?

Hermione no pudo evitar reír con sus payasadas.

—Creo que deberíamos ir hasta la colina de Hisarlik. Me gustaría visitar el emplazamiento de la antigua ciudad de Troya a primera hora.

—¿Sabes? Empiezo a pensar que hemos venido para alimentar tus necesidades de conocimiento —ella le tiró una servilleta a la cabeza que él esquivó con facilidad.

—Realmente Herpo vivió aquí un tiempo antes de emprender su viaje a Egipto. De hecho, según las anotaciones de los libros de Argenis, vino con su amigo Falco Aesalon.

—El primer animago del que tenemos registros escritos —apuntó Draco.

—Exacto. Al parecer fueron amigos, al menos durante el tiempo en que vivieron en Troya y antes de que Herpo se marchara a Aetokremnos.

—¿Ese va a ser nuestro próximo destino? —preguntó Draco, divertido —es una suerte que el Ministerio pague casi todos los gastos de los viajes.

—Tienes más dinero del que jamás veré en dos vidas ¿En serio te preocupa eso?

Él se encogió de hombros.

—Siempre es mejor si pagan otros.

Ella rodó los ojos, se despidió de los elfos y salió de la casa con Draco siguiéndole los talones.

—No creo que tengamos que ir a Chipre —dijo sin mucha convicción —espero encontrar lo que sea aquí la verdad.

—¿En las ruinas de Troya?

—Dame la mano, anda, y cállate un rato.

Cuando el rubio la tocó, ambos se aparecieron.

Una vez más, Theo se preguntó cómo había terminado desayunando con Luna Lovegood en Florence Fortescue.

La noche anterior, tras recibir una lechuza de la bruja solicitando con mucha candidez que se reuniera con ella en su tiempo libre del Ministerio, se vio incapaz de rechazar la tierna propuesta y le envió una respuesta afirmativa para verse en la heladería a las diez en punto.

Así que allí estaba, tomando un té con una magdalena rellena de helado de arcoíris mientras la pequeña bruja le hablaba de como su búsqueda del snorkack de cuerno arrugado en Suecia no había dado ningún resultado y cómo había decidido finalmente acompañar a Rolf, que era un reputado magizoólogo a África para ayudarle en calidad de naturalista. La pareja había descubierto y clasificado varias especies desconocidas, incluido el Sputler espumoso y se había comprometido poco después.

—Creo que voy a continuar con la labor de Rolf ¿Sabes? —estaba diciendo la rubia mientras jugueteaba con su copa de helado —intento reconciliarme con el hecho de que muriese pensando que no le quise lo suficiente, pero lo hice. Yo sé que lo hice y eso tiene que contar para algo ¿Verdad? —se encogió delicadamente de hombros —él sería feliz si supiera que alguien continuaría su legado —susurró dejando finalmente la cucharilla a un lado.

—¿Vas a regresar a África?

—África, Suecia, Escandinavia… hay muchos sitios en la lista, sitios a los que aún no nos había dado tiempo a llegar y que están esperando. Supongo que empezaré a organizar la primera misión una vez decida el destino cuando mi padre regrese.

—¿Irás con él?

—No lo creo. Papá vino a África porque tenía un especial interés por el país, pero querrá venir a un lugar frío —rió bajito — no le gusta demasiado.

—¿Piensas ir tú sola?

—Preferiría encontrar un equipo —frunció el ceño, pensativa —supongo que es más seguro, aunque el abuelo de Rolf, Newt, viajaba solo así que supongo que es posible.

—No irás sola a recorrer el mundo buscando especies desconocidas que pueden ser potencialmente peligrosas —espetó Theo, contrariado.

—¿No lo haré? —ella alzó las cejas con curiosidad ante el exabrupto.

—Obviamente no ¿Es que acaso estás loca?

Aquella risa cristalina y musical resonó en el callejón.

—Bueno, si tenemos en cuenta los rumores, llevan años refiriéndose a mi como Lunática Lovegood, ya lo sabes.

Él resopló.

—Nunca he creído que estés loca en el término exacto de la palabra —replicó él, molesto —eres peculiar, sería absurdo no negar lo evidente, pero eso no significa que estés loca, eres… refrescante, en cierto modo.

—Oh —la sonrisa de Luna iluminó su rostro — me gusta eso, suena a cumplido, creo.

—Lo es.

—Que bonito —susurró volviendo a coger su cuchara —tal vez podrías venir conmigo alguna vez —añadió como si estuviera hablando de ir a tomar el té a Hogsmeade y no a irse a Groenlandia a buscar osos de cinco patas o pinguinos voladores.

—Tal vez —se encontró respondiendo Theo sin saber muy bien por qué.

—Ah, hola Harry

Theo levantó la vista al escuchar a Luna y vio al auror caminando hacia ellos.

—Hola chicos —miró alrededor, como si estuviera escaneando la zona y finalmente les observó.

—¿Qué pasa? —preguntó Theo que había aprendido a reconocer las distintas expresiones del moreno.

—Ha habido un ataque

—¿Otro? —preguntó Luna con preocupación.

—En Hogsmeade, aunque ha sido poca cosa, nada que ver con lo que ocurrió aquí. Aún así los testigos han dicho que vieron a Viktor Krum y a Adrian Pucey en Dervish y Banges.

—¿La tienda de reparaciones mágicas? —preguntó Nott. Harry asintió —¿Por qué? No tiene sentido.

—A no ser que quisieran arreglar algo —dijo Luna con candidez —tal vez necesitaban arreglar un artefacto ¿No?

Theo y Harry se miraron un instante.

—¿Qué ha pasado, exactamente?

—Se llevaron a Banges —murmuró Harry.

—Mierda —masculló Theo entre dientes.

—Tengo que irme—dijo Harry con un ademán —¿Podríais hacerme un favor?

—Claro —replicó Luna al instante.

—Vine a buscar a Regina, está en el Boticario de Slug & Jigger. ¿Podríais llevarla a Grinmauld Place y decirle que no salga de allí hasta que yo regrese?

—¿Está viviendo contigo? —preguntó Luna que parecía algo confundida —¿Qué le parece a Ginny? Sé que ya no estáis juntos pero…

—Un momento ¿Qué? —Theo miró a los dos sin disimular su sorpresa —¿No estáis juntos? ¿Y la boda?

Harry chasqueó la lengua.

—Tengo algo de prisa ¿De acuerdo? No esta viviendo conmigo, Luna —se frotó la sien —bueno sí, pero no de esa forma. Es por una misión, de hecho ella no puede entrar en mi casa sin que alguien que conozca su ubicación la lleve.

—Entiendo —Luna asintió, más tranquila y se levantó —iremos a por ella y la dejaremos allí, Harry.

—Gracias chicos.

Cuando el auror se fue Theo dejó también su silla para acercarse a la rubia.

—¿Qué ha pasado con Potter y Weasley?

—No sé si yo debería ser quien te lo contara, Theo.

—Oh sí, definitivamente sí lo eres.

….

Cuando Draco y Hermione llegaron al yacimiento arqueológico de la colina de Hisarlik. lo primero que les recibió fue un gran caballo de madera

—El caballo lo pusieron aquí hace apenas veintinueve años —dijo ella —en honor del famoso caballo por el que los griegos y espartanos conquistaron la ciudad.

—Supongo que vas a contarme la historia —murmuró Draco con humor.

—Supones bien.

—Pues si no te importa me pondré cómodo. Se sentó en un cuidado césped que había cerca de la enorme figura de madera y Hermione, que parecía ser una enciclopedia con bonitas piernas, se sentó a su lado.

— Se habla de la legendaria guerra de Troya en la Ilíada de Homero.

—Sé cual es el libro —dijo Draco ya que todas las historias de la mitología tenían una base mágica —aunque obviamente no los recuerdo tan exhaustivamente como tú —añadió con una burla teñida con algo que podría haber sido cariño.

—Paris era el príncipe de Troya, pero mucho tiempo atrás, antes de saber quien era su padre, fue simplemente un pastor enamorado de Enone, una ninfa del río que sabía de curación y adivinación. Se querían y vivían en paz hasta que Zeus le eligió para ser juez entre Hera, Afrodita y Atenea que tenían una disputa sobre cuál era la más hermosa.

—Las mujeres siempre desmontando la vida de los hombres.

—Draco eso es abiertamente sexista —masculló ella.

—Sí pero ¿Eso hicieron no? El pobre Paris estaba muy feliz en su monte con sus cabras hasta que llegaron a tocarle los huevos.

—Eran ovejas.

—Eso no es importante…

—Cállate —le miró con el ceño fruncido y siguió arrancando briznas de césped del sueño mientras hablaba —Paris se marchó jurando a Enone que regresaría y ella, que tenía el don de la adivinación supo que no sería cierto y le dijo que, si algún día necesitaba que le curase, volviera a ella.

Draco resopló.

—Si sabía que no iba a volver ¿Por qué querría curarle? Habría sido mejor pegarle una patada en el trasero por idiota.

—Bueno, teniendo en cuenta lo que ocurrió… En fin, Paris eligió a Afrodita, que le había prometido que, si la elegía, estaría en deuda con él y le daría el amor de la mujer más hermosa del mundo.

—Que obviamente no era la pobre y abandonada ninfa.

Hermione le tiró la hierba pero no reprimió la sonrisa.

—Eres un idiota

—¿Lo era?

La sonrisa de la bruja se amplió.

—No, eligió a Helena, la más hermosa de las mortales que era esposa de Menelao, rey de Esparta. Afrodita, que recordaba su promesa, le dio el amor de Helena y huyeron juntos a Troya.

—Que historia tan melodramática.

—Se complica —continuó ella — Menelao era hermano de Agamenón de Micenas y los espartanos se unieron a ellos y a otras ciudades griegas en una liga con el fin de atacar Troya y recuperar a Helena. Sitiaron la ciudad durante diez años sin conseguir derrotar a los troyanos hasta que finalmente Ulises, que era rey de Ítaca, tuvo una ingeniosa idea que les permitió tomar la ciudad ¿Sabes quien era Ulises? —preguntó. Draco asintió y casi suspiró aliviado al ver que no iba a recibir más información sobre el buen hombre —Construyó un enorme caballo de madera y un grupo de los mejores guerreros se escondieron en su interior. Hicieron creer a los habitantes de Troya que la larga guerra había terminado, que los griegos se habían marchado cansados del conflicto y que habían dejado como regalo para los dioses un enorme caballo de madera —Hermione sonrió con incredulidad —aunque el sacerdote Laocoonte les advirtió, los troyanos, no entiendo bien por qué, decidieron meter en la ciudad al caballo y por la noche, mientras los habitantes de Troya celebraban con bebida y música el fin de la guerra, los soldados escondidos salieron de su escondite dentro del caballo, abrieron las puertas de la ciudad y dejaron pasar al ejército.

—¿Y Paris?

—Paris murió durante la guerra atravesado por las flechas de Filoctetes y fue entonces cuando él recordó a Enone y mandó a buscarla.

—Ah que bonito… te dejo abandonada por otra más guapa y cuando voy a morir me acuerdo de que puedes curarme.

—Algo así —rió Hermione —la ninfa le dijo que pidiera ayuda a Helena… pero se arrepintió y corrió a Troya.

—Enone era una Gryffindor, no hay duda. Si hubiera sido Slytherin le habría dado la patada sin arrepentimientos.

—Como sea —dijo Hermione ignorando su comentario —cuando llegó Paris estaba muerto así que, como aun le amaba, se suicidó.

—Que gran muestra de amor —masculló el rubio entre dientes —¿Y Helena?

—Volvió a Esparta con su esposo.

—¿Que la perdonó después de todo? —soltó una carcajada seca —ese era un Hufflepuff.

—No te rías —ella le empujó con el hombro y miró al cielo — la historia en realidad no importa. Eso sucedió mucho antes de Herpo, si hacemos caso a los historiadores mágicos que son bastante más concisos y creíbles que los muggles.

—Obviamente.

Ella puso los ojos en blanco

—No es porque sean mágicos, Draco —le riñó —si no porque desde que el Estatuto del Secreto entró en vigor, se extrajeron muchos archivos y documentos muggles. Han perdido ese conocimiento en pro del secreto y de la protección de nuestro mundo.

—Bueno, entonces, después de esta magistral clase de historia ¿Qué buscamos?

—Me encantaría haber podido venir aquí como hicimos en El Cairo… con ayuda del Ministerio habría sido mucho más fácil.

—Y más seguro —murmuró él —si no teneos cuidado y metemos la mano donde no debemos, podemos terminar en manos de los aurores de este país y, recuerda, la SISA no existe y nadie nos va a sacar del lío en que podamos meternos.

Ella frunció el ceño.

—Kingsley sabe que estamos aquí.

—Da igual, sin los cauces legales habituales ¿Cómo crees que el Ministro de Magia Británico puede explicar la presencia de dos agentes en otro país sin previo acuerdo de entrada?

—Un agente —puntualizó ella.

—Lo que sea, hemos entrado de forma inapropiada con un traslador no registrado…

—Vale, está bien, tienes razón. No podemos ser detectados, lo pillo

Se levantó y le tendió la mano para ayudarle a hacer lo mismo. Draco no necesitaba ayuda pero se había dado cuenta en los últimos tiempos que cualquier excusa para tocarla era más que bienvenida así que la aceptó y, una vez de pie, en lugar de soltarla simplemente entrelazó los dedos con los suyos de forma natural y comenzó a caminar con ella.

—Tenemos que encontrar las ruinas de Troya VIII, creo.

—¿Cómo dices?

—He leído que hay distintas… partes o etapas en las ruinas. Por ejemplo, Troya I es la parte que corresponde a la Edad del Bronce y Troya IX a la época romana. Sabiendo que en Troya VII se situaría el asedio de los espartanos… Herpo debió vivir aquí entre Troya VII y Troya VIII

—Por los huevos de Salazar, Granger, me estallará la cabeza. No solo no sabemos que narices estamos buscando si no que tampoco sabemos dónde exactamente buscarlo.

—Mira esto —Hermione se soltó de su agarre para disgusto del rubio y rebuscó en ese pequeño bolso que parecía ser capaz de llevar dentro al mismísimo puto caballo de los griegos y sacó un pequeño libro de tapas negras —este es uno de los manuscritos que me dejó Artemis —pasó algunas hojas —después de revisar todos los duplicados de Imhotep y poner en orden cronológico toda la información que conozco, me di cuenta de algo, un detalle que se me había pasado por alto —rió alzando las cejas —no sé cómo pude no verlo antes ¿Sabes? por un detalle tan insignificante y a la vez tan obvio pudimos establecer la conexión entre las reliquias de la muerte y Voldemort… mira —señaló con la punta de su dedo índice un pequeño dibujo que no era más que una línea con una especie de ese doble cruzándola de arriba abajo —este símbolo se repite en más de una escrito y mira aquí —rebuscó de nuevo sacando un dossier con jeroglíficos y le indicó una de las esquinas —esto no tiene traducción, es un símbolo.

—El mismo símbolo.

—Exacto. Creo que Herpo utilizó el símbolo de Imothep y lo tomó como propio. Por eso el báculo de Asclepio es un bastón con una serpiente… una línea que es el báculo cruzada por una doble ese, la serpiente.

Draco asintió, concentrado.

—¿Y esperas encontrar este símbolo en las ruinas?

Ella sonrió lentamente.

—Exacto. Del mismo modo que lo encontré en una tumba del Valle de Godric.

—Hay una enorme diferencia temporal entre una tumba allí y una ruina troyana, lo sabes ¿No?

—Sí, pero también he leído que hay muchas cosas desconocidas entre estas piedras… ¿Quién iba a darse cuenta de este detalle? Quiero decir ¿Sabes cuántos historiadores mágicos lo han pasado por alto? Ni siquiera Enola que es una reputada egiptóloga se dio cuenta de esto y aun así ¿No ves que nadie antes ha observado la relación entre Imhotep y Herpo el Loco? Estoy segura de que hay algo… él vivió aquí…

—Y en Chipre —replicó Draco —y en Atenas… ah, espera, en Egipto también.

Ella entrecerró los ojos y le fulminó con aquellos orbes ambarinos.

—Bueno, pues tengo un pálpito ¿Vale? Así que ¿Vas a ayudarme?

—Busquemos el símbolo —murmuró él finalmente —o mejor aun, busquemos primero la parte de piedras y ruinas de Troya X para que podamos saber dónde mirar.

—Troya VIII —corrigió ella

Él le restó importancia con un gesto

—Sí sí, lo que sea.

….

Blaise finalmente no se había marchado a Italia, principalmente porque no quería hacerlo hasta poder hablar con la pelirroja en privado y preguntarle abiertamente qué había querido decir cuando vomitó sobre él toda clase de improperios y acusaciones.

Le había llamado, entre otras cosas, cobarde y, aunque puede que Blaise no fuera un valiente Gryffindor, hacía mucho que había madurado y enfrentaba las cosas sino con valentía, sí con bastantes huevos.

Así que, aunque Italia fuera una posibilidad para salvaguardar su orgullo y su salud mental, no sería un hecho hasta que se asegurase de qué quería aquella bruja que había convertido las últimas semanas de su vida en un infierno.

Y después… bueno, se preocuparía por las posibilidades de que Potter le arrancara la piel a tiras más adelante.

Fue a buscarlaa la Madriguera por la mañana sólo para encontrar la casa completamente vacía, lo intentó en la mansión de Potter y en Sortilegios Weasley pero la pelirroja no estaba en ningún lado.

¿Dónde demonios podía haberse metido si no eran ni las diez y media? Blaise, que odiaba madrugar, no entendía la necesidad que podía tener alguien de hacerlo estando de vacaciones.

Decidió mandarle una lechuza e irse a desayunar algo al Caldero Chorreante mientras esperaba respuesta y fue allí donde la encontró, sentada con una copia de El Profeta mientras usaba la varita para darle vueltas al té.

—Llevo media hora buscándote —fue su saludo cuando se dejó caer en frente de ella con el ceño fruncido.

—Hola Blaise —Hannah se acercó con una sonrisa que no se debilitó ni siquiera al ver la cara furibunda del moreno —¿Qué quieres?

—Cafe y comida —dijo con suavidad pese al brillo belicoso de sus ojos oscuros.

—Marchando

La bruja se alejó y delante de Zabini apareció un café con leche, una magdalena, un croissant, una pieza de fruta y un plato con huevos revueltos, beans y bacon.

—Perfecto —el rostro de Blaise se relajó al oler el delicioso desayuno y se frotó las manos con alegría mal disimulada.

—¿Se te ha pasado el mosqueo solo por los huevos? —preguntó Ginny dejando a un lado la prensa.

—Y por el croissant y el café —puntualizó con una sonrisa.

—Empiezas a parecerte a Ronald.

—Ni siquiera tus comentarios maliciosos van a agriarme el humor que acabo de recuperar, pelirroja —se comió medio croissant de un mordisco y gimió con deleite.

Ginny cogió de nuevo el periódico y le dejó disfrutar del desayuno mientras le escuchaba alabar a quien quiera que hubiese cocinado aquellos maravillosos huevos.

—Ahora sí —dijo el hombre casi quince minutos después —es el momento de poner algunos puntos sobre algunas íes.

Dejó la servilleta que se había colocado previamente sobre las rodillas encima de la mesa y la miró.

—Me llamaste cobarde a la cara, pelirroja, no lo he olvidado —sonrió de forma ladina y peligrosa — pero tengo una noticia para ti, tengo más pelotas de las que imaginas así que, contéstame a algo —se cruzó de brazos y se inclinó hacia ella —¿Fue una mala interpretación mía o dijiste realmente que te sientes atraída por mi?

La cara de pasmo de Ginny Weasley pasaría a ser uno de los diez recuerdos más divertidos en el top ten de Blaise para el resto de su vida y pensaba guardar en recuerdo para poder disfrutar de él en el pensadero más adelante.

—¿Qué? —preguntó con voz aflautada y temblorosa.

—Vamos, tú eres la Gryffindor ¿no? Así que dime ¿Es verdad?

—¡Buenos días chicos!

Luna Lovegood entró en su campo de visión seguida de Theo y les miró con una alegre sonrisa, con aquellas centelleantes hortalizas brillando en sus orejas.

—Al final la mando a ella a Italia —masculló Blaise pasándose las manos por el cabello en un evidente gesto de frustración.

—Qué bien que estéis aquí. Theo tiene que volver al Ministerio y no quiero quedarme sola —se sentó al lado de Ginny —Hasta luego Theo —le saludó con la mano en un gesto feliz y pidió a Hannah un té con miel.

Blaise se dio cuenta de que su acompañante en el suplicio parecía igual de ofuscada que él mismo y aquello alivió un poco su turbación.
Suponía que decirle a Luna que se marchara justo después de todo por lo que había pasado sería algo desagradable por su parte, así que pidió otro café y comenzó a buscar alguna buena excusa para irse a ver a los Weasley y concretar el tema de los tefolonos muggles. Había recibido una carta de George la noche anterior pidiéndole que se vieran para firmar algunos documentos ese mismo día y, cuando estuvo antes de llegar al Caldero únicamente había visto a Ron.

—Y he tenido que contarle a Theo que Harry y tú ya no estáis juntos… fue culpa mía ¿Sabes? Pero cuando Harry habló de Regina se me escapó y como él estaba conmigo en la heladería yo…

La bruja continuó hablando pero el cerebro de Blaise había colapsado en el momento en que la frase Harry y tú ya no estáis juntos salió de los labios de Lovegood.

No estáis juntos.

No estáis juntos.

Miró a Ginny intentando con todas sus fuerzas eliminar cualquier rastro de estupefacción de su cara y vio que la mujer contemplaba a su amiga con las mejillas arreboladas y el cuerpo completamente tenso.

—¿Potter y tú habéis roto? —preguntó en voz baja y algo enronquecida.

—Yo… bueno… quiero decir nosotros… esto… sí.

—Oh —Luna se llevó las manos a la boca con consternación —lo he vuelto a hacer —miró de uno a otro con aquellos enormes ojos claros llenos de pesar —pensé que Blaise lo sabía, sois tan amigos que… en fin, lo siento mucho Ginny.

—No no —la pelirroja se apresuró a consolarla —no te preocupes, no pasa nada. Es que ha sido muy reciente, ni siquiera se lo hemos contado aún a Ronald…

—¿En serio? —Luna reprimió una sonrisa —creo que no quiero estar allí para verlo.

—Yo tampoco —masculló Ginny arrugando la nariz —pero él me tocó a mi, así que no tengo más remedio.

—¿Te tocó? —Luna rió —¿Os habéis repartido a la gente o algo así?

—Algo así.

—¿Por qué? —volvió a preguntar Blaise con la misma voz tranquila y ronca.

—Bueno —ella rehuía su mirada —cosas personales —se cruzó de brazos en un claro ejemplo defensivo.

—¿Por qué, pelirroja? —Blaise, que no apartaba la vista de ella, sentía su corazón golpeando en su pecho con fuerza, como un metrónomo que hubiera acelerado repentinamente el ritmo.

Ginny le miró y tragó saliva al darse cuenta del error que había cometido al buscar sus ojos. Allí, en medio del Caldero Chorreante se encontró anclada a esos oscuros y pecaminosos orbes que la contemplaban con atención.

—Yo…

Pero no pudo terminar la frase porque antes de que pudiera responder, Viktor Krum y Adrian Pucey se aparecieron a ambos lados de la mesa y, sujetando cada uno a una mujer, se volvieron a marchar tan rápido como habían llegado dejando a Blaise absolutamente congelado en la silla con unas repentinas ganas de vomitar.

—¿Qué… —Hannah, que se encontraba tomando nota en la mesa de al lado, estaba igual de horrorizada que él — qué ha sido eso?

Blaise sacudió la cabeza incapaz de hablar, incapaz siquiera de pensar.

—Merlín ¿Qué ha pasado? —La bruja, que parecía tener mayor capacidad de reacción que Blaise, mandó un aviso a Harry mientras lanzaba hechizos para sellar el Caldero y evitar que nadie más pudiera entrar o salir del local hasta que llegaran los aurores —¿Eran Krum y Adrian Pucey? —preguntó a Blaise cuando terminó —¿Los viste? ¿Viste sus ojos?

Pero Blaise Zabini era incapaz de responder, no era capaz de imaginar lo que podía ocurrirle a Ginny y allí, viendo como se la arrebataban delante de sus narices sin que le hubiera dado tiempo a hacer nada para evitarlo, se dio cuenta de que no solamente sentía una terrible atracción sexual por ella, si no que, sin haberlo visto venir, aquella pequeña pelirroja se le había metido debajo de la piel y, el miedo atroz a haberla perdido incluso antes de haberse dado cuenta de lo mucho que quería tenerla.