Towa no podía creer que quien la estuviera sosteniendo en ese momento en sus brazos, era su amigo de la infancia Riku. Sin embargo, no tenía la apariencia que usualmente mostraba, al tratarse de un chico estudioso y tímido.
Ahora, en lugar de usar el uniforme de su escuela o ropas más relajadas que lo caracterizaban como fan de lo sobrenatural, vestía una larga camisa de rayas azules, en tonos claros y oscuros. Pantalones grises. Medias blancas y sandalias de bambú. Sobre la camisa azul, portaba un largo chaleco gris con franjas rojas en las orillas, el cual, era sujetado por una cuerda roja que se hallaba, a la altura de su abdomen.
Ya encontrándose en el suelo grisáceo del silencioso cuarto, rodeados de miles de flores diferentes, el muchacho se arrodilló frente a ella, asombrándola más.
-Voy a presentarme de nuevo. – dijo con una sonrisa. – Mi nombre es Riku y formo parte de una familia de demonios vagabundos que, por generaciones, se han dedicado a forjar armas y a viajar por el mundo de los humanos, buscando a los dueños indicados para ellas. – del interior de su chaleco, sacó una flauta de madera, decorada con flores rosas, pintadas a mano. – En cuanto supe que era una de los pocos afortunados, tuve que modificar sus recuerdos para hacerle creer a usted y a sus conocidos, que crecimos juntos. – la miró con tristeza y colocó la flauta en las palmas de sus manos. - Espero pueda perdonarme por ello y, aceptar de mi parte y de mi familia, a zanseiken, el arma que ha sido forjada especialmente para usted.
-Riku... - con sus ojos llenos de lágrimas, la joven se acercó a él y lo abrazó, ruborizándolo de golpe. - ¡Tenía tanto miedo...! – sollozó. - ¡Aunque seas un demonio, me da mucho gusto verte!
Riku sonrió. Y poniendo la flauta en su mano izquierda, la consoló con unas palmadas en su espada, dadas por su mano derecha. Una vez que se tranquilizó, Towa se apartó y le preguntó:
-¿Cómo me encontraste?
-Con mis aretes. – respondió, enseñándole sus orejas. - Todos los miembros de mi familia, portan un accesorio que les da un poder especial. El mío, por ejemplo, es traspasar las dimensiones creadas por seres sobrenaturales.
-¡¿Entonces puedes ayudarme a encontrar a Hisui, a Moroha y a los otros niños?! – preguntó, entre decidida y preocupada.
-No se preocupe por ellos. – comentó, ayudándola a ponerse de pie. - Al detectar más presencias dentro de este mundo, les pedí a mi padre, a mi tía y a mi hermana menor que los buscaran y los pusieran a salvo.
La peliplateada sonrió y asintió agradecida... hasta que, un pequeño temblor bajo sus pies llamó la atención de ambos. Tragó saliva, teniendo un mal presentimiento. Entonces, al girar hacia atrás, se toparon con la niña de ojos carmesí y alas de murciélago.
-¡Toque la flauta! – pidió Riku, invocando una espada curva y abalanzándose hacia la menor, quien lo recibió con una esfera de energía maligna.
La joven, sabiendo que no tenía mucho tiempo, decidió obedecerlo, tocando una canción que escuchó en su infancia. Un segundo después, con el dulce sonido permaneciendo en el ambiente, apareció ante ella una espada de filo delgado y empuñadura dorada, con una joya azul en medio de esta. Sin dudarlo, la tomó con sus manos y se unió a la batalla.
PPPPP
Reborn and lost.
La familia de Riku.
SSSSS
-Me pregunto quién será la más apta para vivir. ¿La niña que puede sanar cualquier herida o la niña que tiene consigo una maldición?
SSSSS
Sarada abrió los ojos, jadeando asustada. No podía evitarlo. Cada vez que dormía o se quedaba inconsciente, veía a Tsubaki.
A la mujer que la obligó a renacer en ese mundo.
De pronto, escuchó un quejido a su izquierda, volteando intranquila. Boruto dormía con una gran sonrisa, hablando dormido sobre una hamburguesa o algo parecido. No podía entenderle con precisión.
Respiró profundo, admirando su cabello rubio. Entonces, al bajar sus ojos hacia sus rodillas, vio atónita como una de ellas sangraba.
Por ello, se esforzó en inclinarse hacia adelante y en acercarse a las piernas del chico. Una vez que se arrodilló mejor, se hizo una herida en el pulgar con sus dientes, y, la sangre que salió de él, se la puso en su rodilla lastimada.
Unos segundos después, la herida se desvaneció. Tal y como las que Sasuke tenía, al momento de ser sorprendido por su "otra yo", la noche anterior.
-Boruto... - lo llamó en voz baja, tomándolo de su hombro derecho. - ...por favor, despierta...
El chico, tomando aire, se inclinó hacia adelante y bostezó, antes de girarse hacia ella y sonreír.
-¿Cómo te sientes? ¿Te duele algo?
-Estoy bien, en serio. – confirmó, volteando de un lado a otro con curiosidad. - ¿Dónde estamos?
-Es un mundo que ella hizo con sus poderes. – respondió, poniéndose de pie y extendiendo su mano derecha para ayudarlo.
-¿Ella? ¿Te refieres a la niña con alas de murciélago?
Sarada asintió.
-¿Por qué nos trajo aquí? ¿Y por qué las dos se parecen tanto?
-A mí también me gustaría saberlo. – se sinceró, recordando por unos breves segundos la figura distorsionada de Tsubaki.
De repente, el rubio acercó su mano hacia ella, pidiéndole, con su sonrisa, que la tomara. Sonrojada y atónita, la niña acató su petición, por lo que comenzaron a caminar por los alrededores del sitio.
Era oscuro, húmedo y silencioso. Las paredes eran hechas de rocas y el piso de un material que nunca antes habían visto en sus vidas. Como si se tratara de algo que no residía en el mundo.
Al pensar en ello, Sarada se detuvo y, con sus ojos abiertos como platos, agachó la mirada. Varios ojos de monstruos se movían sin parar. No brillaban tanto por la escasez de luz.
Parpadeó, activando el sharingan en sus pupilas. Si no tenían cuidado en donde caminaban, corrían el riesgo de que uno de esos demonios fuese liberado.
-¿Sarada? – la llamó Boruto, haciéndola levantar la cabeza. - ¡WHOA! ¡Tus ojos también son rojos! – exclamó entusiasmado. - ¡Cuando te vi en la clínica del tío Sasuke pensé que no los tenías, en serio!
Ella sonrió nerviosa. Y, acercándose un paso hacia él, volvió a examinar el piso.
-Hay que ir hacia la izquierda. – comentó. – También hay que evitar las raíces.
En realidad, se trataban de las arterias de los monstruos encerrados, pero era algo que prefería no decir en voz alta.
-¡Bueno, si tú lo dices, está bien!
Sin dejar de tomarse de las manos, dieron pasos pequeños hacia la izquierda, llegando sin inconvenientes a la pared de rocas. De ahí en adelante, solo se concentraron en evitar las pocas "raíces" que llegaban a esa parte del pasaje. No obstante, cuando un fuerte temblor apareció bajo sus pies, girando el espacio, se soltaron por error.
-¡Boruto! – gritó Sarada, viendo preocupada como caía.
En eso, una sombra pasó sobre él, atrapándolo de su brazo derecho. Al darse cuenta de que era la "Sarada malvada", el rubio se quejó y puso una mueca.
-Yo me quedaré con él. – dijo con una sonrisa, haciendo que su gemela entrara en pánico. – Tú, mientras tanto... - moviendo su mano libre en el aire, hizo que un agujero negro apareciera de pronto en la pared de rocas. - ...puedes morir.
-¡Sarada! – exclamó Boruto, tratando de alcanzarla, al mismo tiempo que ella desaparecía en la oscuridad.
PPPPP
-¡Towa-sama!
Perdido en un lugar lleno de neblina, junto con Hisui y Kirara; transformada en pantera, Koryu volaba con sus pequeñas alas, gritando a todo pulmón el nombre de su nueva ama y señora.
-¡Towa-sama! ¡Si está aquí, responda por favor!
-Rayos... - pensó el muchacho, recordando el momento en el que no pudo alcanzar a la peliplateada, dejándola volar a su suerte en medio de un espacio desconocido. - ¿Cómo pude descuidarme así?
De repente, sintió junto al mononoke, un fuerte temblor en sus pies, por lo que comenzó a buscar la causa en los alrededores. A los pocos segundos, una presencia hostil los alcanzó, deslizándose en el suelo con filosos cuchillos en su espalda.
Kirara tomó a Hisui del cuello de sus ropas para alzarlo, mientras que él alcanzaba a Koryu, refugiándolo en sus brazos. Desde el aire, se percataron que aquella criatura no venía sola.
Eran alrededor de 5 y todos se movían a gran velocidad.
Desde la posición en la que se hallaba, Hisui no podía lanzar su enorme boomerang. El único que podía moverse era Koryu. Pero, siendo un Youkai de un tamaño minúsculo, ¿Qué podía hacer por ellos?
En eso, escucharon como 2 de las 5 criaturas lanzaban alaridos antes de morir, por lo que centraron su atención de nuevo en el suelo.
Un conjunto de escamas seguía y perseguía a los que quedaban. Y una vez que los alcanzaban, los envolvían, absorbiendo su piel y sus órganos hasta dejarlos sin aire.
El dragoncito quedó estupefacto, mientras el joven tragaba saliva grueso. Ojalá que el dueño de aquella habilidad mortífera no se tratara de un enemigo.
Entonces, cuando el último monstruo cayó, apareció de un torbellino hecho con las escamas, una pálida mujer vestida con kimonos de colores negro y aguamarina, atados por un gran listón azul oscuro, terminando con un gran moño a la altura de su vientre.
Por su cabello plateado, con un gran moño por delante y suelto por detrás, llevando adornos dorados, Koryu supo de inmediato de quién se trataba.
-¡H-Hay qué bajar! ¡De prisa! – exclamó, reaccionando.
Hisui asintió y, dándole una indicación a Kirara con su mano derecha, le pidió volver al suelo. Cuando sus patas lo tocaron, soltó el cuello del chico y este, a su vez, dejó volar con más libertad al Youkai rojo.
-¡Zero-sama!
-¿Koryu? – al girarse con una sonrisa, atrapó al dragoncito en sus manos. - Hace mucho que no nos veíamos.
-¡¿Pero qué hace aquí?! – la interrogó anonadado. - ¡¿No me diga que esa niña diabólica también la atrapó?!
-Mi sobrino quería rescatar a una chica que es importante para él. – explicó. – Y como sintió que no era la única que estaba atrapada en este espacio, nos pidió de favor que buscáramos a los otros y encontráramos una forma de salir.
De pronto, otro temblor se hizo presente.
-No vendrán más de esas cosas, ¿O sí? – cuestionó Hisui, volteando de un lado a otro.
En eso, Zero se movió rápidamente hacia él, protegiéndolo de una esfera de energía maligna. Voltearon hacia arriba. Flotando a unos metros sobre ellos, se encontraba la otra Sarada, mirándolos desafiante mientras creaba otra esfera negra en sus manos.
PPPPP
FFFFF
-¡Sesshomaru! – al responder su celular, escuchó la voz alterada de Rin. - ¡Un demonio ha secuestrado a Towa, a Hisui, a Moroha y a Boruto, el hijo de Naruto y Sakura! ¡Percibo muy poco de su energía espiritual, pero estoy segura de que siguen en el distrito de Suginami!
-¿Cómo? ¿Estás en Suginami? – cuestionó confundido. - ¿Qué pasó con InuYasha?
-¡Te lo explicaré todo cuando nos veamos! ¡Por favor, avísales a Kohaku y a Itachi! ¡Necesitaremos toda la ayuda posible!
FFFFF
Recordando con un mal sabor de boca, la última llamada que tuvo con su esposa, Sesshomaru estacionó el vehículo frente a un edificio de departamentos, ubicado al lado norte del distrito de Suginami.
La sacerdotisa lo esperaba en silencio, parada junto a un poste de luz y un bote de basura. Sus muñecas y su cuello estaban vendados, algo que llamó su atención, antes de que corriera hacia él; al verlo bajar de la patrulla, y lo abrazara con fuerza.
-Rin...
-Aunque estuve al lado de Towa... - dijo con culpa, derramando un par de lágrimas de sus ojos castaños. - ...no fui capaz de protegerla.
Itachi y Kohaku también bajaron del coche, percatándose de las nubes violetas sobre uno de los edificios más grandes de la zona.
Con los truenos iluminando gran parte de las calles, se escuchó la risa de una niña. Voltearon hacia atrás al mismo tiempo, quedando más que sorprendidos con su apariencia.
En sus ojos, portaba la maldición del sharingan. Y de su espalda, salían un par de alas de murciélago. Era idéntica a Sasuke, pero tenía las habilidades que Hinata tuvo que llevar por años, gracias a los conjuros malintencionados de Tsubaki.
Rin, reaccionando, la atacó con una flecha. Al verla, la niña sonrió, deteniéndola con el campo de fuerza que la rodeaba, a tan solo unos centímetros de su nariz... antes de devolvérsela. Por ello, Itachi sacó su arma y disparó, partiéndola en dos.
-Juguemos. – habló la menor, sonriendo y aplaudiendo.
Bajo los pies de los adultos, aparecieron varios agujeros negros que los absorbieron, haciéndolos caer en la oscuridad. Tirados en un suelo duro y suave al mismo tiempo, se levantaron como pudieron, quedando perplejos con las paredes y el techo.
Patas, ojos y bocas de diferentes demonios se movían o los observaban con resentimiento. Rin fue la primera en atacar, lanzando un par de flechas de luz anaranjada hacia los ojos.
Cuando las puntas metálicas dieron en el blanco, las bocas gritaron, obligándolos a cubrir sus oídos y a arrodillarse.
Gracias a eso, no se percataron de las filosas agujas negras que se dirigían a su dirección... hasta que vieron como una pequeña y brillante silueta las bloqueó, destazándolas de golpe.
-¿Nadie está herido? – cuestionó con gentileza una niña de ojos verdes.
-¡¿Eh?! – Rin se exaltó. - ¡¿Qué haces aquí, Rion?!
-¿La conoces? – preguntó Itachi.
-¡Claro! – respondió, volteando un segundo hacia él. - ¡Es la hermanita menor de Riku, el amigo de Towa!
-Encantada. – habló de nuevo la niña de piel blanca y cabello rojo cereza, flotando hacia ellos y haciendo una reverencia.
Dos orejas de animales descansaban sobre su cabeza. Y un par de mechones que sobresalían de su cabello, estaban atados con un par de moños blancos. Vestía ropas del Japón feudal color blanco, con un gran moño rosado, atado a la altura de su cintura.
-Me llamo Rion, soy la hermana menor de Riku.
De pronto, el piso comenzó a temblar, seguido por los rugidos de los demonios que aún quedaban vivos en las paredes.
-Parece que solo estamos comenzando. – comentó Sesshomaru, sacando su arma de su cintura y cargándola, para luego disparar hacia su izquierda, acompañado por Itachi y Kohaku.
Mientras tanto, Rin y Rion se ocuparían del lado contrario, complementando sus energías; espiritual y sobrenatural, para acabar con los demonios.
PPPPP
-Pequeña. Oye.
Una voz desconocida la hizo despertar. Topándose con el cráneo de un Youkai, Sarada saltó asustada y se arrastró por el piso, arrinconándose a sí misma en la pared y en la oscuridad.
-No te asustes. – dijo el hombre de rizado y largo cabello carmesí, quitándose el cráneo que portaba en la cabeza, para mostrarle su rostro. – He venido a ayudarte.
-¿Quién eres? – se atrevió a cuestionar, tragando saliva.
-Me llamo Kirinmaru. – respondió seriamente, fijando sus pequeños ojos dorados en ella.
Vestía una camisa de mangas largas color morado, pantalones holgados de color café oscuro, brazaletes y botas negras, decorados con detalles dorados. Encima de sus ropas, llevaba una armadura gris, con una cuerda roja atada alrededor de su cintura. En su hombro izquierdo, portaba otro adorno dorado.
-Mi hijo me envió a ayudarte a ti y a todos los que fueron atrapados por la niña con alas de murciélago.
Sarada asintió. Se levantó, apartándose de la oscuridad, y permitió que la tomara en sus brazos, dando un gran salto cerca del techo del túnel de carne donde estaban, volando en línea recta... hasta que un conjunto de filosas hojas de espadas se clavaron en ambos.
La segunda Sarada los había encontrado, sonriendo por ver los hilos de sangre correr de sus torsos y brazos.
Fin del capítulo.
