Capítulo beteado por Yani, muchísimas gracias por tu ayuda.


Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.

Capítulo 19

Edward

Dios bendito.

No podía creer que tuviera entre mis brazos otra hija mía y de Bella, era simplemente indescriptible. Tan irreal ver esos pequeños iris verdes mirándome con tanta sorpresa.

La abracé fuertemente a mi pecho mientras repartía besos en su pequeño rostro.

―¿Sabes quién soy? ―pregunté, acunando su rostro.

Mi niña me observaba con una sonrisa en sus labios rosas. Asintió muy lentamente.

―Le he hablado… ―Bella guardó silencio cerrando sus ojos fuertemente, se llevó las manos a la cabeza y se recostó en la almohada.

Alargué mi mano y froté su espalda. Sabía que estaba teniendo dolores de cabeza, me había explicado que desde el accidente tuvo que lidiar con esas fuertes molestias que le impedían convivir con la luz natural, así como también le costaba conciliar el sueño por las noches.

―Bella ―murmuré, no sabía cómo aliviar su dolor―, llamaré a un médico.

Ella se había hecho un ovillo y mantenía sus párpados cerrados y la cara cubierta.

―Hija… ―Charlie la abrazó, haciéndose presente.

―Hola, buenas tardes. Mi nombre es Nahuel ―se presentó un tipo musculoso que entró a la habitación.

Mi pequeña hija salió de mis brazos y se refugió en él con mucha confianza. El hombre la cargó y le hizo algunos cariños hablando en un idioma que no entendía.

Aprecié el cariño en su mirada cuando se acercó a mi esposa.

¿Quién era él? ¿Por qué mi hija le tenía tanta confianza y por qué Bella estaba murmurando a escasos centímetros de su rostro?

Me aclaré la garganta llamando su atención.

―¿Mi esposa te conoce? ―indagué, sintiéndome molesto por su interacción.

Los ojos negros me miraron fijo. El hombre me observaba de forma retadora y yo conocía esa mirada que me estaba dando, no podía ocultar, y parecía que no tenía intención de ocultar, que mi esposa le gustaba.

―Wenda es mi mejor amiga ―respondió entre dientes.

―¿Wenda? ―inquirí.

El hombre sonrió y sacudió la cabeza, negando.

―Así le digo de cariño ―confesó con esa estúpida sonrisa en sus labios―. Ella me ha hablado mucho de ti.

Mi mirada viajó de él a mi esposa y viceversa.

―Nahuel, bájame ―pidió mi pequeña niña para irse a refugiar con su madre.

Bella había vuelto a abrir los ojos, envolvió con sus brazos el cuerpo de Aline y la mantuvo cerca de ella.

―Ya está pasando ―susurró―, después del accidente estos dolores han sido cada vez más frecuentes.

―Eso no es normal, amor ―le dije, dejando un beso en su frente. Aún me parecía un sueño tenerla conmigo y poderla sentir como tantas veces lo anhelé―. Necesitarás más estudios para determinar lo que los provoca.

Ella meneó la cabeza. Aunque no era el momento quise sonreír por su terquedad, esa parte de ella no había cambiado.

Mi vista se quedó nuevamente perdida en ella, sacudí la cabeza y me corregí, en ellas, porque Aline era perfecta como jamás pude imaginarla. ¡Tenía otra hija!

Quería saberlo todo, quería sostenerlas en mis brazos y conversar de todo lo que ocurrió en ese lugar. Aunque era consciente y reconocía que debía ser despacio, había notado que Bella hablaba tan presurosa que los dolores de cabeza la abordaban dejándola exhausta.

―Quiero ir a casa ―sus dedos se entrelazaron entre los míos, sus ojos marrones me estaban enfocando―, quiero ver a mis Ardillas, también a mamá, ¿cómo está ella, papá?

Charlie, sin pedir permiso, me hizo a un lado para ser él quien estuviera cerca de Bella. También cargó entre sus brazos a Aline y juntos iniciaron una conversación donde fui ignorado en su totalidad. No por parte de Bella sino por mi suegro, que parecía que no me quería inmiscuido en sus conversaciones.

Su trato hacia mí, aunque seguía siendo respetuoso, se notaba que había tenido fricciones. Comprendía que yo era el responsable de su cambio hacia mí.

Froté mis dedos contra mi nuca.

Estábamos teniendo una nueva oportunidad, era un nuevo comienzo y no deseaba traer malos recuerdos a mi memoria.

Dispuesto a olvidar mis malos pensamientos, me acerqué a Jenks y Kaure. De mi emoción me había olvidado que seguían en la habitación.

―Siento que estoy soñando y temo despertar ―me sinceré.

Kaure volvió a abrazarme, su gesto de felicidad se pintaba en su cara. Ella estaba feliz por mí y por mi familia.

―Todo está listo para que vuelvan a casa ―reveló Jenks―. Hemos tenido una semana complicada, pero está todo resuelto.

―¿Una semana? ¿No me habías dicho que acababas de encontrarla? ―indagué.

Jenks frunció la frente. Arrugas profundas se marcaron en su rostro cenizo antes de cruzar miradas con Kaure y volver a centrarse en mí.

―Debe haber un problema con las líneas telefónicas, porque intentamos comunicarnos y no fue posible ―comentó―. Tu esposa también pasó por lo mismo, le fue imposible contactarse con sus familiares.

Estreché los ojos y volteé a la camilla donde Bella hablaba tranquilamente con su padre.

Tenía la necesidad de quedarme a solas con ellas, sin nadie más… solo nosotros tres, como familia.

.

Me negué a separarme de ellas.

No solté su mano la mayor parte de la noche y me conformé con ver dormir a Aline en la misma camilla que Bella.

Mis ojos se cerraban por el cansancio.

Suspiré largamente cuando Bella se sobresaltó.

―¡No, Edward! ―Hizo un aspaviento. Desorientada se sentó en la cama y llevó una mano a su pecho, miraba hacia todos lados.

Me incorporé y froté mis palmas en sus antebrazos.

―Respira, amor, respira. Estás aquí… conmigo ―le expliqué para sacarla de su letargo.

Sus brazos me rodearon con fuerza, escondiendo su rostro en mi pecho. Parecía aterrada y su respiración era irregular.

―No quiero perderte ―logró murmurar―. No quiero.

―Bella… ―Sujeté fuertemente su rostro en mis manos, necesitaba que viera mis ojos―. Mi amor, estoy aquí, no vamos a volver a separarnos. Nunca más, Bella.

Ella negó.

―Tengo una sensación extraña en mi pecho. ―Sus lágrimas empezaron a caer una a una―. Siempre odié llorar ―musitó― y desde que te vi no puedo dejar de hacerlo.

La atraje a mi pecho mientras besaba sus cabellos y frotaba suavemente mis palmas en su espalda.

―¿Quieres platicar? Quizá eso te tranquiliza.

―Acuéstate con nosotras. ―Abrió la delgada sábana y me invitó a meterme.

No lo pensé; me quité los zapatos y me tumbé junto a ellas en la incómoda camilla. Mis brazos rodearon la cintura de Bella, quedando su cabeza bajo mi mandíbula, la apreté con más fuerza. Mis manos podían abarcar con facilidad a mis dos chicas, Aline seguía profundamente dormida en el regazo de mi mujer.

―Jenks y Kaure han dicho que nunca dejaste de buscarme ―continuó en voz baja―. Ibas a Brasil cada año y llevabas a mis niños.

Perezosamente arrastré mis labios en su hombro, repartiendo besos.

―No quise rendirme, sabía que no podía dejar de buscarte.

Bella suspiró y volteó de reojo.

―¿Qué ha pasado todo este tiempo? ―Sus dedos empezaron a jugar con los míos―. ¿Alguna vez pensaste que…?

―No lo digas. Nunca me hice a la idea de que te habías marchado de este plano, siempre me aferré a la posibilidad de que estuvieras en algún lugar.

Suspiró.

―Cuéntame de mis Ardillas. ¿Cómo están Amy y Sam? Muéstrame fotos.

Saqué el celular del bolsillo de mi pantalón y le puse mi huella dactilar antes de ponerlo en sus manos.

―Puedes ver todas las fotos que quieras.

Bella abrió la galería y cientos de imágenes de nuestros hijos aparecieron. Cada fotografía era en distintas situaciones: Amy en casa leyendo, Sam haciendo limpieza, la última vez que fuimos al supermercado. En el cine, en una reunión en casa de mis padres, nosotros cocinando un pastel.

Bella empezó a sollozar cuando las imágenes iban en retroceso.

―Ellos están enormes ―susurró―, me duele tanto haberme perdido parte de su crecimiento.

―Ssh ―la traté de tranquilizar, arrullando su cuerpo de un lado a otro―, todo está bien, ellos te esperan con tantas ansias.

Giró su rostro hacia mí.

―¿Ellos saben?

Negué con la cabeza.

―No. No quise darles la noticia antes de tiempo.

―¿Por qué no los trajiste?

Besé rápidamente sus labios.

―Todo fue tan rápido, Bella. Mi mente se nubló y solo pensaba en estar aquí y verte, abrazarte y… ―Mis labios se fundieron con los suyos en otro beso lento y profundo.

Mis entrañas se removieron y mi pecho se calentó. Tenía tanto por lo que agradecer. Tenía a mi mujer conmigo y podía asegurar que mi vida estaba completa. Mis Ardillas nos esperaban en casa, tenía otra hija y mi Bella estaba de nuevo con nosotros.

Era tiempo de recuperar nuestros años perdidos.

Sus labios se separaron de los míos; estaba viéndome de esa forma pícara y sonreía.

Enarcó una ceja y dijo:

―Parece que cinco años en abstinencia te mantienen bastante caliente.

Mi sonrisa se borró inmediatamente. La envolví nuevamente en mis brazos, aferrándome a ella.

―Cuéntame de Aline ―cambié de tema y me sentí el hombre más miserable que existía sobre la tierra―. Quiero saber sobre tu embarazo y nacimiento de nuestra hija, ¿cómo fue?

Exhaló muy suave y sonrió.

―Te contaré lo que recuerdo, porque hay episodios en mi mente que están confusos.

Me acerqué de nuevo a sus labios y la besé.

―Solo lo que recuerdes, no forzaremos nada.

―Bueno, está bien…

Mi celular sonó y bajé la vista para leer el mensaje de Angela que decía:

Ed, ¿has vuelto a Seattle? Necesitamos hablar.

Mi estómago se revolvió al ver que Bella miraba la pantalla.


Hola, espero que el capítulo sea de su agrado. Intentaré actualizar pronto porque sé que estarán con dudas. Agradecida con su entusiasmo.

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