RECORDATORIO: LOS SIGUIENTES PERSONAJES PERTENECEN EXCLUSIVAMENTE AL UNIVERSO DE ENTRE TUS GARRAS. PARA CONOCER A VARIOS DE ELLOS A PROFUNDIDAD, RECOMENDAMOS LEER "ENTRE TUS GARRAS" Y "ENTRE TUS BRAZOS".


CAPITULO 1

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Los días en la escuela siempre son tediosos; se vuelven largos y aburridos, sobre todo durante las clases de matemáticas. Hay algunos que estarían en desacuerdo con eso pero cada salón se destaca por la diversidad de sus estudiantes.

Estaban comenzando el otoño, hay mucha lluvia durante esa época y hace bastante frío, un par de estudiantes tienen que usar abrigos gruesos por el frío pero es soportable.

Las personas pueden ser muy parecidas entre sí, por ejemplo: Siempre está el perfecto presidente de la clase siempre recto y correcto, Claude, el introvertido con su total opuesto; esos serían los gemelos Alphonse y Lea; normalmente también hay un nerd que se la pasa metido en los laboratorios, Vladimir Volsk; por supuesto el grupo revoltoso, esos estudiantes que molestan a otros más pequeños, los insultan y tratan mal, los bullies, Zachary Wilson y Narcisse Boucher.

Y de entre tantos estudiantes, habían unos cuantos a los que se enfrascaban y gozaban en molestar, uno era Michelle Wolfhart. Había llegado nuevo al colegio, aunque conocía a varios allí. Narcisse fue uno de los que se acercó a él, sin embargo, oyendo los rumores entorno al chico, Michelle se había intentado alejar de él. Mal plan, ya que aparentemente había ofendido al joven y ahora la tenía con él.

Michelle intentaba permanecer cerca de otros; en los laboratorios con los chicos de química, en la biblioteca, en las salas de computación, pero Narcisse y su cómplice siempre lograban dar con él en un conveniente momento en el que estaba solo. En un peor y conveniente momento.

Zachary era el más alto de los dos. Normalmente nunca se metía con Michelle si estaba sólo, pero en compañía del chico Boucher lo insultaba, alguna vez llegaron a los golpes, nada grave como para ser expulsados, aun así, cada vez era una nueva herida psicológica para Michelle. El rubio Wilson siempre atacaba donde más le dolía: su falta tamaño, su piel suave, labios rosados y hermosos ojos castaños eran motivo de burla porque lo hacían parecer muy femenino.

Más de una vez Michelle había deseado faltar a las clases, pero su madre insistía en llevarlo. Michelle no deseaba decirle lo que ocurría por temor a represalias, en especial de parte de Narcisse y Zachary después.

Durante el descanso entre clases, buscó un sitio adecuado donde sentarse a comer su almuerzo, rezando para que ese día fuera uno libre de molestias. Sentía que empezaba a actuar paranoicamente, asustándose ante cualquier chico que pasaba por su lado y, días anteriores, causando que no tuviera apetito.

Por supuesto, no todo podía ser paz.

—¡HORA DE ALMUERZO! ¡HORA DE ALMUERZO! —canturreaba Lea caminando al lado de su hermano, llamando toda la atención a su paso.

—¡Léa, cállate! Estás provocando que nos miren —protestó Alphonse mirando a los lados nervioso.

—Esa es la idea hermanito. —Dio una pirueta al caminar, provocando que su falda revoloteara—. ¡Estoy libre muchachos!

Para horror de Michelle, los gemelos se sentaron con él. Con Léa era imposible pasar desapercibido. Ambos gemelos tenían una apariencia particular; sus ojos heterocrómaticos resaltaban mucho más que la cabellera castaña de ambos. Los ojos de los gemelos tenían diferente color, mientras el derecho era de un bonito color café, el izquierdo tenía una tonalidad más similar al ladrillo.

—Hola, gatito —saludó la castaña al sentarse en la mesa con Michelle.

—¿Qué...? —Michelle calló. No deseaba correrlos, al menos agradecía poder contar con ellos, pero en esos momentos lo que menos deseaba era llamar la atención de los demás, y más aún, de Narcisse y su compinche—. ¿Podrías...dejar el escándalo? —susurró. Desde que empezaron los abusos, su actitud era más retraída y solía hablar en voz baja, todo para pasar desapercibido. Todo para ser invisible ante los demás.

—¿Por qué? —preguntó comenzando a destapar su almuerzo. A su lado Alphonse comía tranquilamente—. ¡Oh! Es porque no quieres que Wilson y Boucher te encuentren! Es eso, ¿no? —dijo sin ningún tipo de filtro haciendo que Michelle se encogiera.

—Léa... —regañó su hermano—. No seas imprudente.

—Mmh. Yo... no. —Michelle comenzó a jugar con su comida, de la que apenas había tocado—. Es solo..., bueno..., mejor no llamar la atención.

—Pero... ¡Deja de pellizcarme! —se interrumpió porque su hermano no dejaba de pellizcarle el muslo bajo la mesa para que se callara—. Michelle, si sigues así, ¿cómo encontraras el amor escolar?

—Justo ahora solo me interesa sobrevivir, Léa —susurró, mirando la ensalada que removía con el tenedor—. Se supone que la escuela es para... estudiar... —Se sobresaltó cuando le pareció ver a Narcisse y Zachary caminar a lo lejos pero resultó ser una pareja distinta.

—Completamente de acuerdo. —Se unió Alphonse a la conversación—. Deberías hacer caso a Michelle dado que no le haces caso a nuestro padre.

—Pff —desestimó sacando la lengua—. Tengo buenas notas.

—Sólo en las materias de humanidades. Estás a punto de reprobar química.

—¿Qué hay de ti, cerebrito? —preguntó arqueando una fina ceja—. Te van a reprobar artística. ¿Y te haces llamar hijo de un pintor? —le preguntó indignada.

—No soy un pintor, Léa —contestó frustrado.

La discusión sacó una ligera sonrisa a Michelle, como pocas veces sucede. Puede que Léa resultara un tanto extrovertida para su gusto, y Alphonse lo opuesto, pero supuso que debía admitir lo refrescante que resultaba tenerlos cerca.

—Estoy seguro de que podrán lograrlo.

Pasaron el resto del almuerzo charlando, por lo menos hasta que Léa vio a un chico guapo de un curso mayor. Fue a perseguirlo para prácticamente gritarle si quería ser su noviO. Alphonse y Michelle se quedaron charlando. Cuando casi faltaban 10 minutos para que el receso de mediodía terminara, el de ojos heterocromáticos se disculpó para ir en busca de su gemela.

Michelle se quedó sólo.

Michelle le siguió con la mirada hasta verle desaparecer. Le agradaba estar con ellos, y tal vez...hasta se hubiera atrevido a unirse a Léa si no...

Estiró la mano para coger su vaso de agua pero alguien más se le adelantó.

—Ah, muchas gracias, moría de sed. —Con terror Michelle se volteó para ver cómo Narcisse se llevaba su vaso a la boca y bebía el resto de agua de un sorbo. Al terminar, aplastó contra su cabeza el vaso de plástico—. ¿Cómo estás el día de hoy, Mi-chelle?

El aludido no respondió.

La palma de Zachary impactó contra la mesa con fuerza, asustando a Michelle. —¿Qué pasa nena? El gato te comió la lengua.

—N-no. —Michelle intentó levantarse y alejarse, pero Narcisse le agarró por el cuello de la camisa y le obligó a sentarse.

—Mich, Mich, Mich. Tú eres a quien yo buscaba. —Se sentó a su lado—. Está noche habrá una fiesta y me hace falta un poco de dinero. ¿Verdad que tú puedes dármelo?

Michelle negó. Solo tenía lo suficiente para regresar a casa. Sin embargo, esa respuesta no le gustó a Narcisse.

—¡Zach, nuestro querido amigo y compañero es tan egoísta! Creo que va a necesitar unas clases para que aprenda a compartir, ¿no te parece?

Rodando los ojos, Zachary golpeó la parte de atrás de la cabeza del castaño con fuerza. —Todo sería mucho más fácil si tan sólo hicieras las cosas sin tener que repetirlas.

Por la impotencia, Michelle sintió los ojos aguarse. Metió la mano en el bolsillo de su pantalón, dispuesto a sacar el dinero cuando una persona se colocó delante del grupo.

—Michelle, el profesor Henry está buscándote.

Al alzar la mirada, Michelle se topó con la figura de Dominik, un joven de su edad; cabello oscuro y ojos claros de color azul pálido. Dominik tenía unos rasgos un poco suaves como los de Michelle, en especial los ojos rasgados señal de alguna herencia asiática. Su bonita apariencia lo hacía popular entre las chicas aunque Michelle llegó a oír rumores de la estrecha relación que tenía Dominik con Claude. Aparentemente eran vecinos desde la infancia de Dominik cuando se mudó a ese lado de la ciudad.

—Puedes decirle al profesor que mi querido amigo Michelle irá enseguida...

—Quiere verlo ahora —insistió Dominik, aunque Michelle podía ver el temor que sentía en sus ojos.

Narcisse torció el gesto pero se dirigió a Michelle.

—Ibas a darme algo, ¿verdad, Mich? —Sutilmente colocó las manos en los hombros de Michelle, apretando con más fuerza de lo necesario.

—Em, sí..., sí... —Con manos temblorosas, extrajo el dinero de su bolsillo y se lo tendió.

Narcisse lo tomó enseguida.

—Muchas gracias. Vamos, Zach, dejemos al querido Mich ir a ver al profesor.

—Hasta pronto, lindura —terminó de decir en son de burla. Antes de irse junto a su amigo Yu, el rubio le dio un golpecito en el lóbulo de la oreja, un lugar muy sensible.

Michelle esperó un momento antes de levantarse y guardar su almuerzo.

—¿Qué... quiere el pro...?

—Olvídalo. Tenemos que hacer algo para que esto pare —declaró Dominik, frunciendo el ceño—. Si los profesores no hacen nada, haremos presión. —En cuanto estuvo listo, Dominik tomó la mano de Michelle y comenzó a jalarlo—. Y sé con quién lo lograremos...

—¿Qu-qué? Do-Dominik.

El aludido no le hizo gran caso, llevándose a Michelle por los pasillos del colegio, revisando salón en salón, hasta finalmente detenerse al encontrar a la persona que buscaba, rodeado de otros alumnos más.

—¿Con él?

—Es presidente de la clase, ¿no? Puede influenciar en los directores.

Dominik avanzó con Michelle tras de él. El castaño podía ver que Dominik titubeaba antes de hablar, casi como si el asunto le inspirara timidez, hasta que tomó una resolución y habló.

—Claude —llamó.

El joven alto de lentes y de espalda recta apartó la mirada de las carpetas que estaba organizando. Claude tenía una apariencia helada en comparación con Dominik, representaban un contraste notable. Además, tras sus lentes, los ojos de Claude eran de un tono ámbar como la miel que solamente parecía destilar dulzura cuando se dirigían hacia Dominik.

—Señor Heidrich —saludó el alumno, luego vio a Michelle prácticamente escondido tras Dominik—. Y señor Wolfhart. Les recuerdo que tienen exactamente... —Miró su reloj de muñeca—. 3 minutos para llegar a sus clases, les recomiendo que sean rápidos.

—Ahora iremos, pero necesitamos tu ayuda. —Dominik no se movió de su sitio—. Entre los alumnos han ocurrido abusos y no hay nadie que se imponga para pararlos. Michelle ha sido una víctima recurrente. —Dominik sintió el pinchazo de Michelle a su espalda pero continuó—. Quizá si tú insistieras con los directores...

—Los pleitos entre estudiantes son recurrentes y de mal gusto —interrumpió Claude—. Si están metidos en pleitos, tengo que reportar a los involucrados.

—No se trata de una simple pelea, Claude. —Dominik avanzó un paso—. Humillan a los alumnos, los maltratan, los insultan. Les hacen bullying. Podrías hablar con los directores para que aprueben una regla o una sanción a quien haga ese tipo de cosas. Desde hace tiempo que vienen haciéndolo y nadie hace nada.

Claude tenía una seria debilidad con Dominik, le era imposible negarle nada, no a ese bonito niño que con sólo una sonrisa le hacía flaquear. Acomodándose los lentes que se deslizaron por su nariz, buscó un papel. —Hagan un reclamo formal. Tengo que tener pruebas para plantear a la junta directiva.

El rostro decidido de Dominik cambió por una agradecida sonrisa. Estiró la mano, sus dedos rozando los de Claude cuando tomó el papel apropósito.

—Lo haremos. Gracias. —se giró a Michelle—. Vamos, podemos escribirlo rápido antes de que termine el descanso.

—No creo que esto... funcione.

—Por supuesto que sí —le rebatió Dom al castaño—. No digas eso. Ya verás cómo va a cambiar todo.

—Pero...

—¿Pero?

Michelle entonces calló, permitiéndose tener una pizca de esperanza. Negó.

—No... Nada.

Dominik esperó solo un segundo antes de asentir, y enfocarse en hacer el reclamo correspondiente como le indicó Claude. Justo cuando lo terminaban, escucharon la campana anunciando la finalización del descanso. Dom le dijo a Michelle que se adelantara mientras él le entregaba el papel a Claude.

—Prométeme que les convencerás —le dijo a Claude—. Michelle no es el único que es agredido.

Eso alertó al estudiante de curso superior. Como presidente de clase no podía haber favoritismos entre sus compañeros, pero Dominik era un caso diferente. —¿A ti también te han agredido? —preguntó con los dientes apretados.

Dominik hizo un gesto despectivo.

—Yo puedo defenderme, pero la mayoría no. —Al notar su expresión, su mano automáticamente tomó la de Claude—. No me han hecho nada malo —murmuró, aunque de inmediato apartó la mano, azorado. Puede que Claude prefiriera que no les vieran de esa forma—. Debo irme ya.

Claude asintió no muy convencido. —Las clases ya se reanudaron, déjame llevarte a tu aula. —Tomando varios libros y carpetas en sus brazos, llevó a Dominik a su clase—. Profesor. Disculpe, el señor Heidrich me estaba ayudando con unos documentos. No volverá a pasar —le prometió el estudiante modelo. El profesor no tuvo problema en dejar pasar a Dominik—. Estudia —le recomendó como despedida, dedicándole una pequeña sonrisa. Viniendo de Claude, ese pequeño gesto significaba mucho.

Todavía con las mejillas sonrosadas, Dominik le devolvió el gesto y asintió, caminando a un asiento vacío. De reojo buscó a Michelle, encontrándolo en su típico asiento cerca de los gemelos Alphonse y Léa. El calorcito en su pecho se enfrió al captar la mirada interesada de Narcisse hacia él, y frunció el entrecejo. Lamentaba enormemente que Narcisse estuviera en su clase.

Claude fue a su propia clase después de media hora, cuando tenía laboratorio de química. Como siempre, llegó temprano. En el laboratorio aparte de él estaba el único joven que realmente adoraba esa clase, Vladimir Volsk, un estudiante realmente destacado en las materias de biología y química. Los profesores confiaban en él la mayoría del tiempo para hacer uso de los respectivos laboratorios en vista de que era tan dedicado a sus estudios.

—Volsk —saludó Claude al sentarse en una mesa cercana a la que trabajaba el joven alto, de ojos azules y poca musculatura.

—Presidente —respondió brevemente mientras mezclaba químicos.

Poco a poco empezaron a ir llegando el resto; Yuki y Shin Shirayama –el primero le regañaba por andar coqueteando con chicas tan descaradamente–, minutos después entró Jim Alhassan completamente nervioso por haber llegado tarde –a su parecer– y cuando el profesor a cargo estaba a nada de entrar y empezar la clase, de improvisto irrumpió Kenshi Ottori, entrando despreocupadamente al aula.

—Buenos días, señores —saludó, ocupando un lugar vacío.

—Ottori —dijo el profesor entrando justo detrás de él—. Es una sorpresa que nos honre con su presencia —dijo sarcástico, le dio un amable saludo a Vladimir, su alumno favorito—. Esta es la cuarta falta, Ottori. Si sigue así, aplazará la materia.

Kenshi movió la mano despectivamente.

—Tranquilícese, profesor. Sabe que si llega a suceder, me tendrá otra vez en el mismo curso.

—Que catástrofe. —Shin se rió, pero Yuki le dio un codazo en el costado.

—Irresponsable —siseó Vladimir desde la parte delantera de la clase.

El muchacho ruso era lo que podían llamar un nerd, había otros dos chicos parecidos; Jonathan que estaba en una clase diferente, se destacaba en el área de física y matemática, y Christopher Hayes, un As en relación a la informática, que por cierto también llegaba tarde.

Además de su talento con la computadora, ameritaba añadir que resaltaba por su cabello pintado de un rojo intenso.

—Señor Hayes. Ya hemos hablado sobre llegar tarde a clases —reprendió el profesor.

—Lo que importa es que llegué a la clase —dijo el peli-teñido, dejando su chaqueta encima del mesón de trabajo.

—Eh, ¿nunca has probado otro color? —le murmuró Kenshi al recién llegado.

Un chito de parte de Jim le mandó a callar, aunque Kenshi le remedó.

—El rojo me gusta —murmuró igualmente, no le interesaba mucho la clase.

—Debe costar un billete mantener eso.

Shin pasó tras ellos con la excusa de buscar un instrumento en otra mesa.

—Yo que ustedes hablaría después si no quisiera ser sacado a patadas —susurró.

—Bah, es un viejo amargado, y el del frente otro alcahueta. —Kenshi señaló tanto al profesor como a Volsk.

—Pero es el mejor de la clase —dijo Chris—. Yo llego tarde a las clases, pero tú tienes tantas faltas que vas a perder el año. Te convendría tener un tipo como él a tu lado.

Alguien tocó la puerta y un joven con el cabello recogido en una coleta asomó la cabeza. —Disculpe, profesor. ¿Puedo hablar con Vladimir un momento?

—Que sea rápido. —Todos en la clase sabían que si no fuera porque era Volsk, no lo dejaría interrumpir su clase.

—¿Qué quieres, Klaus? —preguntó el ruso cuando llegó al final de la clase donde estaba la puerta.

—Creo que te llevaste por accidente uno de mis estuches de arte. Lo puse encima de tus libros mientras desayunábamos.

—Eres muy descuidado. —Volviendo a su puesto, rebuscó en su bolso hasta dar con el estuche. Se lo entregó al pelinegro—. No me vuelvas a interrumpir en clases.

—Eres el mejor hermano —le dijo al guiñarle un ojo dejando el salón. Vladimir, con un bufido, volvió a su puesto.

—Pf, ¿yo tenerlo a él? ¿Pero por quién me tomas? ¡Es un nerd flacucho! —exclamó Kenshi en voz baja al pelirrojo—. Míralo. Solo le faltan los anteojos y aparatos dentales. Primero muerto antes de que me vean con él.

—No está tan mal. —Se encogió de hombros el pelirrojo, jugando con un bolígrafo—. Sólo digo… "El fin justifica los medios". ¿no?

Kenshi torció el gesto y volvió a mirar a Vladimir desde su posición. El chico estaría de infarto si fuera más al gimnasio e hiciera ejercicio, además de que intentase mejorar su aspecto un poco.

Apoyó el codo en la mesa y comenzó a cavilar. Sería un pasatiempo interesante darle un nuevo enfoque al nerd. Una sonrisa traviesa comenzó a aparecer en su cara. Una expresión total que no inspiraba nada bueno.

—Sabes..., creo que tienes razón. —Miró de reojo a Hayes—. Creo que ya encontré una razón para venir todos los días y sin falta.

—¿Y qué milagro podría ser ese que lo mantuviera en clases? —interrumpió el profesor que se acercó al mesón de Hayes y Ottori—. Dado que su conversación es más importante que mi clase, a todos nos da curiosidad por saber el resto.

A Kenshi le agradó ser el centro de atención del resto, parándose erguido en su asiento.

—Bueno. Dado que por culpa de mis faltas he estado un poco perdido en relación al contenido informativo que ha dado, estimado profesor, se me ha ocurrido que quizás pueda tener tutorías con uno de los alumnos más aplicados, como una ayuda. Alguien responsable y que entienda perfectamente la materia... —Asintió Kenshi, bastante serio y concentrado—, alguien como...Volsk. —Y ladeó la cabeza, para mirar al aludido—. ¿No lo cree usted, profesor? Así no tendría que repetir la materia y usted no tendría que soportarme el próximo curso de nuevo. —sonrió inocentemente.

El profesor no pudo objetar esa lógica y en realidad era bastante conveniente. —Suena bien. ¿No lo crees? —preguntó a Vladimir. El joven quería protestar y desdeñar en contra de Kenshi, no quería perder su tiempo con un idiota vanidoso como ese—. Será una buena oportunidad para ti, Volsk. Los repasos nunca están demás... —Eso lo desinfló por completo. No podía contradecir al profesor.

Con una mueca, cedió. —De acuerdo.

—Excelente. Esto será reflejado en tu archivo académico. Serás grande, Volsk. Te lo digo yo —continuó diciendo el profeso bastante complacido.

En cuanto el profesor le dio la espalda, Kenshi hizo un silencioso gesto triunfal, adoptando enseguida una postura calmada. Miró a Hayes, sonriendo travieso y luego a Volsk. Se iba a divertir a lo grande con el nerd.