06 - Nuestros Fantasmas

SANTUARIO

El peliaqua se encontraba descendiendo los 12 templos en busca del escorpión, antes de abandonar la cámara del sumo pontífice, el tercer juez le había aconsejado hablar con el escorpión, pues si bien ambos habían perdonado al otro por sus actos del pasado, era evidente que ninguno se perdonaba así mismo.

«— No perdonarse es su forma de castigarse.

El peliaqua no pudo evitar desviar la mirada ante lo dicho por el de Garuda, si bien había perdonado el actuar de Milo en la Guerra Santa, todavía no podía perdonarse así mismo por darle la espalda en Asgard.

— No puedes perdonar lo que no puedes castigar. — esbozó con pesar el aguador

— No han sufrido lo suficiente? — rebatió el tercer juez»

En verdad debía agradecer al de Garuda por sus consejos, pese a no tener una estrecha amistad, sus palabras lo habían ayudado mucho.

— Milo... — susurró

Una vez en la entrada de Escorpión, el peliaqua respiró hondo dispuesto a ingresar al octavo templo pero fue detenido por una áspera voz.

— Buscas a Escorpio?

— Radamanthys... — esbozó con sorpresa al encontrar al Wyvern, quien al parecer iba de subida. Sin embargo, su semblante era más serio de lo usual, por lo cual únicamente se limitó a asentir.

— Buscas en el lugar equivocado.

Ante esto, el Santo de hielo lo observó con aparente confusión, era claro que no comprendía sus palabras. Por lo que el Wyvern no dudó en lanzar un comentario venenoso sobre el heleno y sus acercamientos con el peliazul.

— ¿De qué estás hablando? — cuestionó sin entender.

— Ve lo tu mismo, Acuario — espetó señalando a lo lejos al escorpión, quien yacía demasiado cerca de un provocativo Kanon, cuyo abrazo se había intensificado hasta fundirse en un demandante contacto. Uno que le dolió profundamente al peliaqua.

Al recabar en su abatida expresión, el Wyvern confesó la relación que tuvieron el peliazul y el Santo de Escorpio en su ausencia, era mejor que lo supiera, así no sería el único en abrir los ojos. Esto le dolió al peliaqua, quien decide retirarse a su templo.

«Milo y Kanon...»

Había escuchado ese rumor. Al principio no le dio veracidad pero viniendo del Wyvern era un hecho.

— Milo... — susurró tratando de contener las lágrimas.

Dolía

Imaginarlos juntos dolía.

"— Supo aprovechar tu ausencia"

Aún mantendrían aquella relación?

Las dudas lo atacaban, Milo era muy cercano a Kanon. Al principio esto no le importó, pero el saber que tuvieron algo y que aún mantenían cierta cercanía lo hacía dudar. Había arreglado sus diferencias con Milo. Sin embargo, no habían vuelto a tener la misma relación.

En el interior de una taberna en Rodorio, dos guerreros de Athena se encontraban enfrascados en una conversación.

— No se lo has dicho? — preguntó el peliazul, quería saber si el escorpión pensaba confesarle al galo sobre aquellos encuentros que tuvieron en el pasado. Si bien no era relevante, Camus podía enterarse por otra parte.

— No tenemos nada. — sentenció acabando su cuarto tarro de cerveza

— Pero quieres volver con él. — dictaminó, recibiendo un silencio por parte de su compañero, quien se limitó a fijar sus profundos orbes zafiro sobre su tarro — Qué te impide decírselo?

— Dudé de él... — lamentó recordando los sucesos de la Guerra Santa y Asgard.

— Él no te eligió y te rompió el corazón — dijo recordando la unión de Camus con Asgard, en especial con el dios guerrero. — Parece que no somos los únicos con problemas.

El peliazul señaló a lo lejos al Santo de Cáncer y Piscis, quienes estaban a cuatro mesas de distancia. No es que los sorprendiera verlos juntos, siempre tuvieron afinidad, pero tras los sucesos de Asgard, el Santo de Cáncer se encontraba afectado por la muerte de Helena, una aldeana que había amado, y cuyo recuerdo aún no soltaba. Por momentos ambos griegos podían ver al Santo de Piscis acariciar la mejilla del Siciliano, el sueco entendía que aquella mujer siempre estaría en el corazón de Deathmask. Sin embargo, no podía evitar sentir celos.

— Helena es la primera persona a la que he amado, pero aún así yo no pude hacer nada para protegerla.

— Es la primera vez que te veo derramar una lágrima por alguien. - Sonrió Afrodita acariciando su rostro.

— No pude hacer nada para salvarla...

— Pero fuiste por ella, aún sin armadura fuiste a su lado... Y eso quería.

— Quería protegerla por siempre. — tomó la mano de Afrodita, recordando que había dado su vida por Helena, sólo por él. - Nunca hubo un día en el que dejara de pensar en lo que fuiste capaz de hacer.

— Deathmask...

— Debes odiarme por no haberte ayudado. — acotó con una sonrisa dolida, recibiendo una negativa por parte del pisciano.

— No podría sentir odio hacía ti.

— Te vi morir. — espetó con severidad, eso le impedía formar una relación con Afrodita, lo amaba pero cada noche tenía el recuerdo de verlo morir por su causa. — No quiero volver a pasar por eso. — bramó rodeándolo entre sus brazos, logrando ocultar parte de su rostro en su pálido cuello.

— Te amo, Death — sentenció uniendo sus labios a los del Siciliano en un profundo beso, uno que fue correspondido por el guardián del Yomotsu.

Por fin se había deshecho de sus temores.

— Si ellos pudieron dejar atrás sus fantasmas del pasado, ustedes también — acotó Kanon, acabando lo que restaba de su tarro.

SANTUARIO

El manto de la noche había cubierto el tramo a las doce casas cuando el tercer juez había ingresado a los aposentos del Santo de hielo para regresar los pergaminos que tomó. Sin embargo, al abandonar la biblioteca del aguador algo llamó su atención.

Una silueta.

— Camus? — preguntó aproximándose al pequeño recibidor, a medida que se iba acercando podía oír pequeños quejidos provenientes del sofá.

Grande fue la sorpresa del de Garuda al divisar a un delirante Camus recostado entre el suelo y el sofá, a su lado podía observarse algunas botellas de vino, dado a su deplorable estado etílico, Aiacos decidió cargargarlo para dejarlo en su habitación, ignoraba que había desatado aquel estado, pero no era propio del Santo de Acuario, quien por momentos balbuceaba, reclamando a "Milo".

«Ahora comprendo.» pensó

Era evidente que había tenido un altercado con el escorpión.

— Nunca tuve nada con Surt — acusó golpeando el pecho de Aiacos — y tú..

«Así que lo sabe...»

A juzgar por las palabras del peliaqua, el hecho que Milo se involucrara con Kanon quería decir que ya no habría nada entre ellos otra vez. Eso le dolía, por lo que terminó rompiendo en llanto en los brazos de Aiacos, quien con dificultad lo depositó en su cama,

— No te marches — pidió el aguador pasando sus pálidos brazos por en cuello del de Garuda, acercando su rostro al de él

— Oye, espera... — acotó con un notable rubor sobre los pómulos

— Milo... — dijo antes de sellar los labios del tercer juez en un apasionado beso, tomándolo por sorpresa.

Continuará…