07 - Demuéstralo
SANTUARIO
El sol quemaba con fuerza iluminando el coliseo, lugar donde el guardián de Sagitario se encontraba supervisando el entrenamiento de los aspirantes a caballero, los cuales tenían dificultades para soportar aquel bochorno, en verdad los veranos en Grecia podían ser algo extremos, en especial en el Santuario. Sin embargo, esto no los detendría, no si querían ser guerreros de Athena. Un ejemplo de esto eran los Santos de Oro, quienes sin importar las inclemencias del clima continuaban con su entrenamiento, entre ellos Milo y Kanon quienes disputaban una batalla de entrenamiento sin utilizar sus técnicas especiales. Por un lado, podía observarse al menor de los gemelos esquivar los golpes del Escorpión, cuya velocidad jugaba en contra del mayor pero esto no le daría la victoria, no cuando el peliazul lanzaba furiosos golpes, los cuales Milo trataba a toda costa de esquivar, sabía que no podría equiparar su fuerza si lograba darle un golpe. Era evidente que el peliazul estaba de mal humor, en especial por la llegada de la tropa del Wyvern, quien se encontraba al otro extremo del coliseo.
— Mi amado señor Radamanthys. —
Esbozó la arpía posando sus labios sobre los de su amante en un profundo contacto, aduciendo que habían sellado varias aberturas en el inframundo, sólo restaban tres, las cuales se encontraban en el mundo terrenal. Al oír esto, el Wyvern los felicita, reconociendo su buen trabajo, en especial el de la arpía, quien los dirigió en aquella ardua labor.
— Rompan filas — ordenó haciendo que los espectros se marchen al espacio que les fue asignado. Sin embargo, la arpía es el único que se queda.
— Mi señor... — susurró atrayendo la atención del Wyvern, quién lo observa interrogante, parecía tener algo importante que decirle.
— ¿Qué ocurre, Valentine?
Un fuerte rubor se instaló en los pómulos del espectro, quien procede a extenderle su collar, acción sorprendió notablemente al juez.
— Quiero que tenga mi collar, mi Lord. — sentenció fijando sus profundos orbes sobre él.— Le doy mi eternidad.
El Wyvern quiso negarse, no se creía digno de llevar el colgante de la arpía. Además él no tenía su collar, deseaba que aquello fuera en la misma medida, pero quizás nunca igualaría la devoción que le profesaba Valentine. Ya se había equivocado con Kanon, quizás era tiempo de confesarle la verdad.
— Valentine, la razón por la que no puedo darte mí collar... — fue silenciado por la pálida mano de la arpía, quien posó sus delgados dedos sobre sus labios
— No importa si por ahora no puede otorgarme su collar, mi señor — continuó — Mi eternidad le pertenece.
El juez lo observó con aparente afecto, si había alguien que merecía su collar, sin duda era Valentine. Por lo que no dudó en aceptar aquel símbolo de unión entre los espectros, lo cual hizo profundamente feliz a la arpía, quien no dudó en rodear su cuerpo en un abrazo, hundiendo su cabeza en el pecho del mayor, esta acción logró que el Wyvern se percatara de la presencia del peliazul, quien no le quitaba la mirada de encima.
« Kanon...»
Le bastó verlo para recordar aquella íntima escena con el escorpión. No pudo evitar mostrarse iracundo, no caería nuevamente en los juegos del peliazul. Valentine merecía su eternidad, por ello procedió a tomar entre sus manos el pálido rostro de la arpía para sellar sus labios en un demandante contacto.
— Sólo aguarda un poco. — susurró lujurioso entre sus labios, atrayéndolo con mayor fuerza a su cuerpo.
— Esperé milenios para esto, puedo esperar un poco más, mi lord.
El Wyvern lo besó con deseo, aduciendo que lo quería en sus aposentos, esto desconcentró a peliazul, quien no podía procesar lo que veía, el Wyvern no sólo había aceptado el presente de la arpía, había besado a Valentine sosteniéndole la mirada, esta acción logró desconcertarlo lo suficiente para que el escorpión pudiera atacarlo.
— Kanon! — exclamó preocupado Milo, al ver a un herido peliazul en el suelo.
— Estoy bien. — espetó limpiando con amargura la sangre que brotaba de sus labios.
— Debes descansar — sugirió el menor ayudándolo a ponerse de pie, siendo observado a lo lejos por los coléricos orbes del Wyvern, quien procede a marcharse del lugar junto a la arpía.
Pasaban del medio día cuando el guardián del templo de la urna comenzó a despertar, sentía el cuerpo pesado, quizás producto del exceso de alcohol en su organismo. Ignoraba cómo había llegado a su habitación, lo único que tenía claro es que no estaba solo, podía escuchar el sonido de su ducha.
Alguien estaba en su baño.
Al intentar ponerse de pie, grande fue su sorpresa al recabar que se hallaba semidesnudo sobre su cama, la única prenda que portaba eran sus bóxer, tenía ligeras marcas en las muñecas, dando la impresión que alguien lo había sujetado con fuerza, esto lo sorprendió bastante. Sin embargo, no pudo evitar palidecer al sentir pequeños rastros de humedad sobre su cama.
« Fluidos?...»
El sonido de la puerta lo sacó de sus pensamientos, frente a él se encontraba el de Garuda saliendo con una toalla amarrada en la cadera. Al verlo, el peliaqua no pudo evitar mostrarse asombrado. Acaso había pasado la noche con el segundo juez? Antes que el peliaqua pudiera decir algo, es interrumpido por el espectro, aduciendo que no pasó nada entre ambos, lo respetaba demasiado, quizás en otras circunstancias no habría tenido problemas en fundirse contra el acuariano. Sin embargo, no era el caso.
— No negaré que me dejaste excitado. — bromeó el juez rememorando lo ocurrido la noche anterior.
❴Flash back❵
Entre forcejeos el de Garuda había logrado quitarle los zapatos y la polera, la cual tenía rastros de agua. En su intento de librarse del aguador, la jarra que tenía en el buró cayó sobre ellos empapándolos, por lo que tuvo que desvestir al peliaqua, dejándolo en bóxer, lo cual le daba una imagen muy erótica del francés, quien se removía entre sus brazos.
— Milo — clamó sellando nuevamente los labios del de Garuda en un demandante beso, el cual fue correspondido con voracidad por el juez, quien aprovechó un fuerte jadeo del peliaqua para reducirlo en la cama.
— Lamento esto — esbozó atrapando en un fuerte agarre las muñecas del aguador para proceder someterlo con su cosmos, necesitaba que dejara de moverse, con suerte esta acción lo adormecerá lo suficiente para que dejara de luchar, había sido muy difícil para él no ceder ante el erotismo del aguador, quien entre demandante besos y jadeos, había logrado endurecer su miembro.
Una vez que el peliaqua estuvo inconsciente, el de Garuda se separó agitado, sin duda hasta ebrio el Santo de hielo daba pelea.
— Es casi media noche.— meditó, recordando que tenía que marcharse al espacio que le habían asignado. Sin embargo, tras una breve mirada hacia el peliaqua, deja escapar un pesado suspiro, debía asegurarse que el galo no cometiera una insensatez, por esa razón decidió custodiarlo, pasando la noche en el sofá.
— Fuiste tú el que me besó. — aclaró posando sus profundos orbes violetas sobre el peliaqua, quien lucía notablemente avergonzado
— Te pido una disculpa. — expresó cubriendo su rostro tratando de ocultar aquel prominente rubor que adornaba sus pómulos.
— Dime qué ocurrió. — esbozó tomando asiento frente a él. — alcoholizarse no es propio de ti.
El peliaqua dejó escapar un pesado suspiro, ciertamente no deseaba tocar el tema. Sin embargo, una explicación era lo mínimo que le debía. Por lo que decide narrarle lo sucedido al de Garuda, quien se limitó a escuchar tranquilamente su problema, por momentos no pudo ocultar su sorpresa al saber que el Wyvern le había informado sobre aquella relación, el rubio generalmente no intervenía en asuntos ajenos. Sin embargo, parecía que todo lo relacionado al menor de los gemelos nunca sería algo ajeno para él. Para el Garuda era evidente que los sentimientos del acuariano eran correspondidos, estaba seguro que aquella escena debía estar sacada de contexto, no era ciego, podía asegurar que Kanon y Radamanthys aún tenían fuertes sentimientos el uno por el otro, el actuar del Wyvern era una prueba latente de sus fuertes sentimientos por el peliazul.
— Dudo que hayan retomado aquella relación. — aseguró, entendía el dolor que albergaba el peliaqua. Sin embargo, la profundidad de estos sentimientos lo hacían pasar por alto un hecho muy importante y era que en ese entonces no tenían una relación. — Técnicamente no estaban juntos.
El peliaqua lo miró fulminante, recibiendo una sonrisa socarrona por parte del espectro.
— Soy un juez, en un juicio saldría exento. — defendió provocando un pesado suspiro por parte del galo — Habla con él. — continuó poniéndose de pie — No busques olvidarlo entre mis sábanas.
Dicho esto, el de Garuda se marchó para cambiarse de ropa, dejando atrás a un muy ruborizado aguador, quien no podía evitar que las palabras del juez resonaran en su mente.
En la Cámara del patriarca, Saga se encontraba leyendo unos antiguos pergaminos, debía culminar con aquella labor encomendada por Shion, antes que el lemuriano regresara, por esa razón había solicitado a su hermano que buscara a los jueces, debía informarles que partirían al bosque por los Kerkorian restantes. Esa era la orden de Athena. Sin embargo, el menor de los gemelos no parecía estar muy de acuerdo con aquella petición.
— ¿No puedes enviar a otra persona? — cuestionó con notable enfado, era claro que se encontraba incómodo con la situación.
— Eres el único caballero disponible. — añadió con pesadez el mayor
— Bien! — aceptó a regañadientes, era consciente que pese al tratado de paz, ningún sirviente se atrevía a desplazarse a la zona de los espectros.
[•••]
Una vez que abandonó la cámara patriarcal, procedió a dirigirse a los aposentos de los jueces. Sin embargo, por mucho que había tocado la puerta del de Garuda, el juez nunca salió. Al parecer no se encontraba en su habitación, por dentro esperaba que ocurriera lo mismo con el Wyvern, cuya puerta se encontraba tocando con desgano. Lo último que quería era encontrarlo con la arpía y corroborar su entrega.
Primer golpe
Segundo golpe
« ¡Me largo!» pensó
Cuando estaba a punto de marcharse, la puerta se abrió dejando ver al Wyvern, quien vestía únicamente un pantalón de mezclilla, tenía el torso desnudo y el cabello húmedo, dando a entrever que había estado en la ducha. Al percatarse de la presencia del otro, ambos no pudieron evitar observarse con ira contenida.
— Debemos partir al bosque. Es una orden de Athena. — informó malhumorado — Dícelo a Aiacos
— No está en sus aposentos? — cuestionó con aparente confusión, recibiendo una negativa por parte del mayor.
— Dile a tu arpía que lo busque — espetó ácido
— Valentine se encuentra con mi tropa.
— Debe estar con Aiacos — meditó el peliazul, quien procedió a girarse — Me marcho. Debes estar muy ocupado — se mofó, recibiendo una iracunda mirada por parte del juez, quien se percató de los leves rojeces en su torso, los cuales habían sido producidos por la arpía durante su última entrega.
— No más que tú con el escorpión. — espetó lanzando venenosos comentarios sobre su relación con el guardián del octavo templo, lo cual dejó muy desconcertado al peliazul, quien durante todo ese tiempo no había mantenido ningún tipo de intimidad con el Santo de Escorpio — Tu cuerpo es lo único que tienes para ofrecer.
Al oír aquello, automáticamente dirigió un fuerte golpe hacía el rubio, haciéndolo caer violentamente contra el suelo
— No caeré en tus juegos, Kanon. — espetó limpiando con amargura la sangre que brotaba de sus labios. — Diviértete con Escorpio.
Por alguna razón, decir aquello le hacía sentir al Wyvern una horrible sensación en el pecho.
— No tengo nada con Milo. — aclaró, recibiendo una burlesca sonrisa del Wyvern
— ¿Te dejó otra vez? — cuestionó con una sonrisa ladina, provocando que el menor de los gemelos se abalanzara sobre él dispuesto a golpearlo — TE VI CON ÉL! — acusó logrando detener uno de sus puños, por lo que no dudó en reprocharle lo visto el día anterior entre él y el escorpión.
El peliazul podía percatarse de la iracunda mirada del primer juez. Ahora entendía a qué se refería. Sin embargo, aquellos reproches sólo podían confirmarle una cosa, una que en el fondo lo alegraba.
El Wyvern estaba celoso.
— Tú me rechazaste! — se defendió el peliazul
— Y tú volviste a buscar a Escorpio!
— ¿Ocurre algo juez del inframundo? — se burló sosteniendo uno de sus puños — Acaso son celos? — se jactó recibiendo un fuerte golpe del juez, quien no dudó en quedar encima de él, ambos guerreros rodaron por varios minutos sobre el suelo manteniendo un fuerte enfrentamiento.
— Ya no me importas, Kanon. — espetó quedando sobre el cuerpo del peliazul, respirando agitados, por momentos su respiración chocaba contra la del mayor, quien lo observaba agitado.
— Demuestramelo. — demandó pasando una de sus manos por la nuca del Wyvern para atraerlo hacía él en un apasionado beso. Uno que en un inicio el rubio se negó a corresponder. Sin embargo, fue cediendo ante la embriagante sensación de la boca del peliazul, quien había logrado aprovechar uno de sus quejidos para introducir su lengua en la cavidad del juez, habían pasado dos años desde que podían volver a sentir los labios del otro, el Wyvern no pudo evitar perderse en aquella lujuriosa sensación, pasando sus manos por la cintura del peliazul, quien sujetaba con firmeza su nuca, enredando sus dedos en sus doradas hebras, ambos manteniendo lujuriosas caricias, por momentos ambos podían sentir perderse entre la fricción de sus miembro, logrando incrementar aquellas embestidas contra el cuerpo del otro en busca de un mayor contacto. Sin embargo, cuando el Wyvern estuvo a punto de deshacerse de sus prendas, un recuerdo vino con fuerza a su mente.
Uno de Minos.
"Al igual que mis marionetas, para él solo fuiste un juguete, querido hermano."
Aquello lo hizo reaccionar, separándose bruscamente del peliazul quien se encontraba observándolo agitado y confundido desde el suelo.
— No vuelvas a hacerlo o no dudaré en romper los acuerdos — amenazó limpiando sus labios, para posteriormente tomar una de sus camisas y abandonar la habitación, necesitaba marcharse, estaba frustrado por haber cedido ante Kanon. Pero no tenía tiempo de pensar en ello, debían partir.
Continuará...
