Le despertó una musiquilla. Algo extraño, agudo y repititivo. Se frotó los ojos y se incorporó sobre los codos. Constató que ese sonido tan molesto no venía de ningún punto de su habitación, y que el otro lado del lecho estaba frío y vacío.
Intrigado, salió de la cama y se puso la bata antes de seguir el sonido. Sin duda no era algo mágico, no se parecía a nada que hubiera escuchado antes, pero si había algo no mágico en su casa solo podía tener un origen. Con un suspiro, abrió la puerta de la habitación de Sirius.
En unos segundos constató que:
1- Había un aparato desconocido, muggle para más señas, sobre una cómoda francesa del siglo XVIII.
2- Del aparato salía esa cosa horrible.
3- Sirius estaba repantingado en el sofá, aún desnudo y comiendo cereales de un bol con la vista fija en figuras que ¿se movían?
— ¿Pero qué? ¿No tienes una bata, Black? ¿Y qué demonios es esa cosa? —Señaló con un largo y pálido índice.
Sirius dejó el cuenco sobre la mesa y se acercó a él, con su paso chulesco. Sin abandonar su sonrisa provocadora, desató la bata y metió los brazos dentro para abrazarle por la cintura y pegarlo a él.
— Buenos días a ti también —respondió, dándole un beso pegajoso.
— No trates de distraerme —comentó con un intento de seriedad, tratando de evitar que las manos de Sirius se colaran en su ropa interior— ¿Has metido un artefacto muggle en mi casa?
— ¿Artefacto? Vente al siglo veinte, Lucius. Es una televisión.
— ¿Y tiene que hacer ese ruido tan desagradable?
— Se trata de un programa para niños. Dibujos animados. Se supone que es alegre y pegadizo —respondió divertido, volviendo a sentarse y recuperando el bol.
Lucius se dejó caer con elegancia junto a él, sus caderas pegadas, tenía una necesidad incurable de estar tocándole siempre que estaban en la misma habitación.
— No parece muy atractivo —comentó.
— Es divertido. A Draco y a Harry les encantará.
— Oh, ¿vas a poner a los niños como excusa? Muy maduro, Black.
— Ellos lo pidieron, Andrómeda tiene una.
Claro, Andrómeda y su marido muggle, eso tenía sentido. Y también que Sirius fuera incapaz de negarle nada a sus respectivos hijos.
— De cualquier modo, no tienes seis años.
Sirius volvió a dejar el bol sobre la mesa y se movió hasta sentarse a horcajadas sobre sus muslos.
— ¿Tú tuviste cosas de niño de seis años a esa edad? Porque yo no, así que podría ser que me apetezca ser un poco infantil, sobre todo si los niños no están. Y eso incluye andar desnudo y comer cereales en mi habitación.
Lucius fijó los ojos azules en los suyos y sonrió, una sonrisa cálida y cariñosa poco habitual, y lo sujetó por la cintura.
— Parece que quieres ser mi niño malo, Sirius Black.
— Haces que suene taaaaaan sucio —respondió, inclinándose para besarle.
— También puedo hacerlo soñar cariñoso si quieres, amor —murmuró, subiendo y bajando las manos despacio por sus costados, acariciando las costillas con la punta de los dedos.
— Eso estaría bien.
Y se dejó caer del todo contra él, la cara apoyada en su hombro, mientras Lucius pasaba despacio las manos por la espalda desnuda, olvidada ya la desagradable musiquilla del artefacto muggle.
