Si tenéis suerte, esta va a ser la única vez que aclare que un drabble en este recopilatorio está relacionado con otro del pasado. Y lo voy a hacer porque he intentado que esto tuviera sentido en sí mismo y no solo no lo he conseguido sino que lo he escrito tres veces, aquí finalmente os van dos de esas historias unidas, por eso se ha pasado de longitud. Estos dos son los protagonistas de una minihistoria que podéis encontrar en Fictober 2021 y que se llama "En el bosque" (los días 3, 4 y 5). El texto entrecomillado que encontrareís a continuación es el último párrafo del 4. Gracias por la paciencia :)

Postdata: no son los únicos que han venido de otra historias, pero en los demás casos os voy a ahorrar el paseo a otros fic. De nada.


"— ¿He tenido opción en algún momento? —le respondió, con un intento de sonrisa.

Le acarició la cara y cerró los ojos, aspirando su olor, antes de besarle en la frente.

— Siempre hay una opción, pero ¿por qué renunciar a la persona que es perfecta para ti?"

Cuando Lucius le explicó cómo funcionaban las parejas destinadas, Remus tuvo dudas. A pesar de ser él mismo una criatura mítica, su racionalidad natural le decía que las relaciones no funcionaban así. Que no era posible la perfección, el encontrar a alguien que encajara con él de tal manera que se instalara en su vida para siempre.

Fue durante meses un escéptico, mientras su instinto animal tiraba en dirección contraria; aunque siguió en la prensa el final del compromiso de Lucius, se resistió con uñas y dientes a ir a buscarlo.

Después de eso, Lucius simplemente se había evaporado. Y para él no sería difícil encontrarlo, si le dejaba su lobo sabría hacerlo como había hecho en el pasado, pero tenía miedo.

A eso se reducía la decisión de Remus en realidad, al miedo a que algo que se anunciaba como perfecto no lo fuera. A no estar a la altura de alguien como Lucius. A no ser lo que se esperaba de él.

Los meses pasaron y llegó el invierno. Cada luna llena había sido un sufrimiento, una rebelión por parte del lobo, tanto que había tenido que pedir ayuda a sus amigos para que le impidieran ir a buscarlo. Hasta que se plantaron.

— Se acabó, Remus — le dijo Peter, con los brazos cruzados sobre el pecho, tratando de parecer fuerte e intimidante.

— Por mucho que me joda, tienes que ir a buscarlo —le apoyó Sirius. — ¿No ves lo que te estás haciendo?

— Las veelas mueren cuando son rechazadas, Rem —apostilló James con gravedad.

— ¿Qué? — Lo miró espantado.

— Todo lo mal que tú te sientes, Lucius estará peor. Y tiene razón Sirius, no me cae bien el tipo, pero no quiero su muerte sobre tu conciencia.

Así que finalmente salió a buscarlo. No fue muy difícil, porque en cuanto le dio rienda suelta al instinto, supo que lo encontraría exactamente donde lo había hecho la primera vez. Aún así, aún sabiendo que podía encontrarse a alguien en mal estado, no estaba preparado para ver a Lucius en el claro del bosque, tirado sobre la nieve como si se estuviera dejando morir.

Se acercó, quitándose el abrigo, y se lo puso por encima. Ese gesto, la repentina calidez y seguramente el olor de Remus, hizo que Lucius parpadeara e intentara fijar la vista en él.

— Lucius… hace demasiado frío para estar aquí.

Nada más decirlo se sintió imbécil, hablando de vaguedades cuando él parecía estar más allá que acá.

— Hola, lobo —susurró por fin, con un intento de sonrisa.

— Tenemos que hacerte entrar en calor —respondió, intentando levantarlo.

Era demasiado ligero, todo huesos y piel, resultaba increíble que fuera capaz de coger en brazos al hombre que había conocido en la escuela.

— Voy a desaparecernos a los dos a mi alojamiento, ¿de acuerdo?

Lucius se limitó a enredar los brazos contra su cuello y esconder la cara contra su hombro a modo de asentimiento, así que Remus se concentró para aparecerse en la antigua casa de sus padres.

Sin dudarlo, lo llevó al dormitorio para meterlo en la cama y ponerle encima todas las mantas que pudo encontrar. A continuación se sentó al borde del colchón para mirarlo, parecía más joven, un niño rubio y muy delgado acurrucado bajo media docena de mantas. Con cuidado le apartó el largo pelo de la cara, sintiendo un hormigueo en el pecho cuando Lucius se movió hacia su mano, buscando alargar la caricia.

— Ven —le pidió con los ojos cerrados— Métete aquí en la cama conmigo, abrázame. Por favor.

Incapaz de resistirse a su súplica, se descalzó, se quitó el grueso jersey de lana y se metió bajo las mantas. Con timidez, lo abrazó por la cintura desde atrás y se pegó a él, con la nariz enterrada en su pelo.

— Frío era lo que sentía estos meses, un frío atroz dentro. Sé que todo esto es muy irracional para ti, Remus, pero es como funciona, porque somos criaturas.

A pesar de su incredulidad, podía sentir el efecto de la cercanía, del abrazo. El también había sentido ese frío conforme pasaban los meses, pero lo había ignorado, decidido a dejar que prevaleciera el humano sobre el lobo. Y allí, abrazado al compañero al que casi había perdido se dio cuenta que el calor no era por las mantas ni por la cercanía, irradiaba desde dentro y se sentía bien.

— ¿Crees que aún podemos intentarlo? —preguntó al fin al cabo de un rato.

— ¿Crees tú que voy a dejarte escapar otra vez, lobo? —respondió Lucius, apretándose más contra él.

2 años después

Cuando llegó aquel día de invierno de trabajar, lo último que esperaba era encontrar a su compañero sentado en un banco del jardín. Entre la nieve, Lucius destacaba como una estatua de mármol, alto y pálido, sus anchos hombros tirando de la camisa gris que llevaba, los pantalones de vestir azul oscuro sin una arruga a pesar de las horas que hacía que le había visto subírselos por las caderas.

— ¿Qué haces aquí, así? —le renegó, quitándose su propio abrigo para ponérselo sobre los hombros— Hace demasiado frío.

Lucius intentó dejar salir una sonrisa por la familiar frase, pero solo le salió una mueca mientras le tendía la carta que tenía en la mano.

— Mi padre ha muerto —apuntó con voz serena.

— Oh, cariño —respondió, abrazándolo por el hombro y acercándolo a él.

— Es… absurdo —prosiguió con su voz grave, la sien apoyada contra él—, yo le odiaba, pero no puedo evitar pensar que no le veré más. ¿Tiene algún sentido?

— Lo tiene, no deja de ser tu padre, le odiaste de adulto, pero de niño le querías.

— La carta es suya. Me ordena que vuelva y me haga cargo de todo.

Remus se estremeció y lo apretó un poco más contra su costado, pero aún así preguntó.

— ¿Y vas a volver?

Lucius se apartó lo suficiente como para mirarle, los ojos rojos en lugar de azules y los colmillos asomando.

— No puedo creer que me preguntes eso.

— Perdóname —suplicó, apoyando la mejilla en la coronilla rubia.

— Solo volvería si fuera contigo. Y ahora no podemos —comentó, volviendo a su tono tranquilo y apoyando otra vez la cabeza en su hombro.

Frunció el ceño, sin entender, pero decidió dejarlo hablar.

— ¿No vas a preguntarme por qué no podemos? —cuestionó Lucius después de un silencio, con un toque de inseguridad en su voz.

— ¿Por qué no podemos?.

Por respuesta, Lucius se apretó más contra él y dejó salir sus alas, que crearon ese capullo perfecto en el que Remus siempre se sentía a salvo. Así, encerrados en ese cálido espacio, su imperfecta nariz humana pudo percibirlo.

— Tu olor ha cambiado —murmuró, hociqueando en su cuello.

— Muy bien, lobo. ¿Sabes por qué?

Después de que su ignorancia sobre las veelas casi acabara en muerte, se había lanzado a aprender todo lo posible sobre la criatura a la que estaba unido. SABÍA lo que significaba.

Lo abrazó fuerte a él, con la nariz aún pegada a su cuello.

— No puedo creerlo.

— Bueno, tarde o temprano iba a pasar, no hemos hecho nada por evitarlo —hizo una pausa y su tono dejó de ser ligero para ser de nuevo inseguro—. Tú… nunca hemos hablado de ser padres. Si ahora decides que no es para ti…

Remus se separó y lo cogió de los hombros para que le mirara.

— Soy un imbécil, pero no voy a repetir mis errores. Nada me alejará voluntariamente de ti… de vosotros. —Puso una mano sobre su ombligo— Y el día que decidas volver, te seguiré sin dudarlo.

Lucius recompensó su alegato con un beso, uno largo e intenso que le dejó con ganas de más y consciente de que seguían sentados entre la nieve.

— Vamos adentro —le pidió, aún con sus manos tras su cuello, enterradas en el largo pelo— Realmente hace un frío espantoso.

Lucius replegó las alas y se inclinó para recoger la ropa y la carta que había dejado caer. Al ponerse de pie, Remus no pudo evitar abrazarse fuerte a su torso.

— Vamos a ser padres, Luc. ¿No estás un poco asustado? —le interrogó mientras frotaba la cara contra el frente de su camisa.

— Será perfecto. Y será nuestro. Nada de miedo. —Le cogió de la mano para tirar de él hacia la casa— ¿Qué opinas de Draco? siempre me han gustado los nombres de constelaciones…