Sentado, en esta incomoda silla escuchó sus bobos chistes y sonrió. Me has invitado a sentarme a tu lado varias veces; las mismas que me he rehusado, te burlas de mi agonía en el intenso calor debajo de esta carpa, mientras descansas sobre la fresca hierba a la sombra de ese gran árbol. En cuyas ramas suelo subir a despejar mi mente. ¿Debería empezar a hablar en pasado?. Un chiste más y una farsa se dibuja en mis labios, me he vuelto muy bueno fingiendo. Que vas a entender tú, con esa cara de idiota que se anida en tu rostro cuando tu mirada está pérdida en ella, mientras yo, yo… niego en silencio. Debo alejar este sentimiento, me recrimino de nuevo. Me irrita reconocer esa mueca estúpida, la misma que Hyoga guardó en su rostro al hablar de aquella chica, la cual ni intentaré recordar el nombre. ¿Será que, algo me distrajo?. Suspiro con pesadez, creo que he empezado a mentirme yo mismo, ¡alguien, fue alguien!, me reprochó. Y como suelo hacer contigo, fingí y sonreí, ante sus ojos ansiosos de ánimo o quizás aprobación, incluso de complicidad. Que puedo saber yo.
No podrás decirme que no se reconocer esa cara, pues Shiryu la tenía todo el tiempo, antes de marcharse, cuando venía de visita Sunrei. Sé identificarla a la perfección. Tengo que ser muy cuidadoso, impedir crearla en mí, no puedo, no debo o alguien podría descubrirlo. ¿Sabes?, te preguntó silenciosamente con un tono dulce, como el que uso en mis conversaciones fantasmas, me facilitas las cosas cuando estas cerca, así puedo bajar la guardia y dejar de aparentar. Es la única forma en la que puedo contemplarle sin levantar sospechas, sonreír auténticamente, sin que mis sentimientos sean expuestos. Un sádico placer me invade al verlos juntos.
Sigues siendo un niño –me dices, entrecierro mis ojos molesto –soy yo el que cumplirá 17 años. Deberías comenzarme a tratar con respeto, en algo tienes razón, Ikki puede influenciarme. He tenido suficiente de este insano placer, me levantó rumbo a la mansión mientras sus labios se comienzan a acercar, es más de lo que quiero recordar, más de lo que mis celos pueden soportar.
Debí quedarme dormido, envuelto en el bochorno de la habitación o atontado por el clima exterior, con frecuencia olvido en encender el aire acondicionado. Oigo a la distancia los suaves golpes que dan en la puerta, después tu hermoso rostro se deja ver por en el espacio que comparte la puerta y la jamba. Entras en mi cuarto con tu encantador andar, y sonríes al pie de mi cama, me miras con desaprobación antes de encender el clima. Mis ojos no se despegan de ese hipnótico caminar, instintivamente me hago a un lado en la cama, dejándote espacio para que te sientes en ella, te sientas apoyada en tus brazos estirados al igual que tus torneadas piernas. Esa falda permite ver una tersa piel, tan suave que es más de lo que mi cordura puede resistir, dejo que todas la sensaciones se apoderen de mí Imaginando, deseando, anhelando…soñando.
Me miras intensamente, desvío la mirada en un intento vano de poner atención a tu diálogo y dejar de observar las redondeces de tu cuerpo. Grave error mis ojos encuentran los cálidos y seductores labios, con los que he soñado tantas noches en esta cama, donde al fin estás –. ¿Dónde crees encontrarlo? –. Preguntas con interés verdadero –. No lo sé –. Miento, rápidamente, hilando la respuesta con el eco de algunas de tus palabras.
Ikki me importa un sorbete. Es un pretexto para borrar de mi pecho este pecado. –Parece que al final también dejarás este lugar –. Mencionas tras un suspiro. Debes estar cansada, te recuestas en mi cama, observó con detenimiento el subir y bajar de tu pecho. ¿En qué momento decidiste mostrar más de ti?, me pregunto al observar los bordes de toda tu vestimenta.
En un vano intento de distraer mi cuerpo de su naturaleza, trató de recordar cuando te descubrí tan delicada y hermosa. Tal vez fue consecuencia de los meses solitarios sumidos entre las sombras en esta gran mansión. No, me niego a mí mismo, fue cuando me nombraste Shunny, como sueles llamarme estando a solas. Es imposible no forzar mi entendimiento, buscando un torcido indicio revelador por el cual sientas algo diferente a la amistad y he dejado de afligirme por ello. Tuviste que pasar muchas tardes en brazos de Seiya para entenderlo, me gustas. Y no hay nada que pueda hacer, sus corazones están destinados a estar juntos. Nadie sabe cuándo empezó su amor; ¿fue al retarte mientras éramos niños? o ¿en las constantes peleas, o tal vez después de regresar de Grecia?. Prefiero pensar que fue después de que sintiéramos la firme convicción de protegerte como la Diosa que eres. Nos esforzábamos por mantenerte a salvo, sin embargo, para Seiya fue siempre diferente. En él habitaba un amor diferente; estoy perdiendo la cabeza no dices nada, sigues recostada con los ojos cerrados. Tus labios pintados hoy de carmín están tan quietos. Es una tentación. Eres lo que Hyoga define como un ángel, yo solo puedo decir que eres la perfección. Tengo que reconocer que a menudo, para mi deleite personal, buscó el recuerdo onírico de esa noche, donde nada cubría nuestra inocencia. Creí que la sensación al verte esa mañana, era mí remordimiento mezclado con ansiedad aunado a mi falta de vida sentimental.
Me urjo a cambiar de posición o notarás algo en mí cuando al abras los ojos. Pienso en la utilidad de una almohada, mientras recorro con la mirada la cabecera de la cama en busca de ella –. Creo que te estoy incomodando –dices al fin, no puedo responder. Mentira, sería cualquier cosa proveniente de mi boca.
Tomas mi mano como aquella vez, la diferencia es que ni remotamente me sentí así, tu piel es tan suave que muero por acariciarla y besar cada rincón de ella –.Te voy a extrañar –me dices. Parece haber tristeza asomándose por tus ojos, no deberías verme así por más tiempo, podrías evaporar todo mi valor o peor, mi autocontrol –. Eres la mejor compañía que alguien pueda anhelar –dices mientras me regalas una sonrisa no vista antes, te pones en pie y haces algo que jamás imagine, besas mi mejilla tan incidentalmente cerca de mis labios. No resisto más, tomó tu estrecha cintura y pongo mis labios sobre los tuyos, imitando como hace él contigo, quizás sea la sorpresa, no haces nada por rechazarme. Me permito aventurarme en la tibieza de tu boca, no creí que fuera tan fácil, se ve tan complejo en las películas. Me preguntaba como hacían para respirar pero es tan simple ni siquiera debo preocuparme por ello, podría continuar así por horas. Debo dejarte pues quiero averiguar contigo todo lo visto en esa clase de filmes. Cortas el beso y bajas la vista, soy yo el que debería estar avergonzado pero, mi corazón parece salir de mi pecho y una euforia me recorre cada centímetro del cuerpo –ahora lo sabes, por esto me voy –. Sigues aquí, sin pronunciar palabras, sin actuar. Es como si ahora no fueras ahora la Diosa de la sabiduría –. No digas nada, no hace falta –mencione retirando al fin mis ojos de ti. La verdad, no quiero oírlo. Siempre lo he sabido, con mis últimas fuerzas te estrechó entre mis brazos, en un último abrazo. Te abandonas a mi voluntad, supongo que lo sabes. Aunque me envuelva tu aroma y sienta tus redondos senos sobre mi pecho, creando en mi otra vez esas sensaciones agradables. Te suelto, no sé si lo pensé o alcance a decirlo, "vete". Saliste de mi habitación sin más. Hoy no tendré que esforzarme para que dentro de mis sueños me hagas tener una de esas noches.
