Capítulo 10: Hilos que se entrelazan.
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La distancia no es el problema; el problema somos los humanos, que no sabemos amar sin tocar, sin ver o escuchar. El amor se siente con el corazón, no con el cuerpo _ Gabriel García Márquez.
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Jamás lo olvidó.
Pasaron las horas, los meses, las semanas, los días, los minutos, los años; no existió ni un solo segundo en donde Anko dejara de pensar en él, no abandonó su cabeza ni una sola vez.
Los recuerdos colgaban en las paredes, un hogar repleto de los momentos más hermosos de su vida; podía mirarlo en cada esquina, las huellas que dejó grabadas en su alma, reclamandola como suya. El collar que compartían adornaba su cuello, una muestra de que no estaba completa, la otro mitad de su corazón aún tenía que regresar a casa.
Un corazón que espera, un corazón que late, un corazón que ama.
Naruto se marchó junto a Jiraiya, pero no se fue solo, también se llevó una parte de ella. Le regaló un pedacito de su espíritu para que nunca la olvidara.
Son dos piezas a parte, dos engranajes sueltos. Está inscrito en su ADN, son una sola estructura, un solo ser, una misma energía; separados, en busca de unirse una vez más.
Regrésame la vida, devuélveme la sonrisa que secuestraste, dame el aliento que te robaste, déjame respirar. Te necesito aquí conmigo.
Una casa vacía, fue complicado asimilarlo; él no estaba allí. Abandonar las instalaciones de TI, salir del trabajo, regresar al departamento, solo para recordar que su hogar brillaba con la ausencia, la ausencia de su persona favorita.
Naruto no estaba allí para recibirla como siempre lo hacía, su calor ya no la abrazaba cuando dormía, tampoco le sonreía por las mañanas. Acostumbrarse fue demasiado difícil, las primeras dos o tres noches lloró silenciosamente en su almohada.
Hasta ahora se dio cuenta de la dependencia emocional que había desarrollado.
Su único consuelo en la pesadumbrosa oscuridad del cuarto, era saber que él regresaría. El único motivo por el que no se derrumbó en miles de pedazos, era que algún día lo volvería a ver.
Volverían a estar juntos.
Ella iba a abrazarlo mucho cuando volviera, lo asfixiaría hasta la muerte, se lo debía después de haberse ido por tanto tiempo.
Así que se forzó a si misma a ser valiente, no podía permitir que Naruto la encontrara en un estado tan deplorable cuando regresara. Era más fácil decirlo que hacerlo, abandonar las sábanas fue un caso complejo, fue solo gracias a Kurenai que logró hacerlo.
Se encontró teniendo mucho tiempo libre, tiempo que invirtió para entrenar, para perfeccionar nuevas habilidades, conocer nuevos pasatiempos. Sorprendentemente también aprendió a cocinar, era eso o morir de hambre; aún no entendía como Akairy no la mato en el proceso de enseñarle.
Hizo nuevos amigos, una chica del clan Inuzuka llamada Hana que conoció durante una misión de rastreo, una mujer miembro de Anbu llamada Yugao a la cual conoció después de una misión de infiltración. También se volvió bastante cercana a la quinta Hokage, Tsunade.
Últimamente visitaba bastante a menudo la oficina de la mujer para hacerle algo de compañía durante su tedioso trabajo. Nunca se olvidó de llevar algunas cajas de dango consigo; eso sumado a una charla amena, siempre ponía de buen humor a ambas.
De la misma manera, se encontró compartiendo algunas sesiones de entrenamiento y horarios de almuerzo con los compañeros de Naruto. A pesar de que eran bastante jóvenes, descubrió rápidamente que eran chicos muy listos con los cuales podías discutir sobre temas interesantes.
La habladora del grupo era Sakura, esa chica parecía nunca callarse, Sasuke por otro lado, era mucho más reservado. Era un dúo extraño pero agradable; ese pensamiento la hizo sonreír, le trajo recuerdos de su pareja, ellos eran los menos indicados para definir que era normal y que no.
Lo que sea que la hiciera sentirse un poco más cerca de él, siempre le venía bien.
Naruto cumplió con su promesa de enviarle cartas seguido, cuando recibió la primera casi estaba temblando de la expectativa mientras sostenía el papel en sus manos. No supo cuánto tiempo estuvo viendo el objeto de forma hipnotizada hasta que finalmente tomó la decisión de abrir el pergamino.
Aún no regresaba, no podía sentirlo aquí, pero al menos leer sus palabras escritas en la tinta de un papel le trajo algo de consuelo.
Casi muere de risa cuando leyó una línea que decía, 'El sabio pervertido está siendo perseguido por una turba de mujeres enfadadas mientras escribo esto' Ese maldito viejo nunca aprendería.
Se sintió feliz al conocer todas las historias y aventuras que Naruto vivía día con día, también le brindó detalles sobre el entrenamiento y en qué estaba trabajando. Cuando le dijo que estaba aprendiendo Fūinjutsu, ella supo inmediatamente cuales eran las intenciones del rubio.
El sello de maldición.
La llenaba de alegría que incluso estando a kilómetros él seguía pensando en ella; en una forma para ayudarla. Aunque remover la marca de maldición sonaba como algo totalmente imposible, aprendió que cuándo algo se le metía en la cabeza al rubio no descansaría hasta lograrlo.
Que todo ese esfuerzo, dedicación sangre y sudor, estuvo orientado con la intención de salvarla de sus ataduras, solo hizo que su corazón se calentara. Era obvio que él intentaría actuar como su caballero con armadura.
A ella le encantaba eso.
El tiempo siguió transcurriendo hasta convertirse en años y lejos de olvidarlo, ella se encontró extrañandolo cada vez más; contó las horas, los minutos, los días. Se imaginó todas las cosas que harían juntos una vez que regresara, se preguntó qué tan cambiado volvería él.
El aspecto de ella no cambió mucho durante los últimos años, ¿Él si lo habría hecho? ¿Qué tan guapo sería? Tendría diecisiete cuando se encontraran, eso lo hacía bastante abusable ¿No?
Seguía siendo mayor, pero la diferencia de edad ya no sería tan remarcada, él sería casi un adulto ahora. ¿Cuánto tiempo transcurrió con exactitud? Ella tenía veintitrés años, si no se equivocaba.
Se encogio de hombros, eso no era relevante, lo único importante en este momento era que su paciencia se estaba acabando, la espectativa la mataba día tras día. Ya no podía soportar la soledad en su cama, abrazar todos los osos de peluche que el rubio le consiguió en aquel festival ya no era suficiente.
Ella deseaba que la espera terminara, ¿Cuánto tiempo más tendría que aguantar? Era un tormento estar lejos de su toque, era horrible vivir sin su calor.
Quería ver su sonrisa, acariciar su cabello, sentir sus brazos envolviendola, probar su comida, actuar como una niña berrinchuda solo para que él la consintiera.
¿Cuántos días más? ¿Cuántas noches más? Deseaba con toda la fuerza de su alma verlo entrar por la puerta del departamento, despertar y que él apareciera en su cama por arte de magia.
No pedía mucho, ¡Demonios! Se conformaba con una charla de unos minutos, pero lo único que anhelaba era poder verlo una vez más; quizás así tendría las fuerzas para seguir aguantando.
Pero sabía que eso era imposible, no existía una lámpara de los deseos que le trajera a su rubio de vuelta a casa. Aún así, eso no limitó que le pidiera a todas las estrellas fugaces que vió pasar por su ventana que su otro mitad por favor volviera a ella.
Se sentía incompleta, como si un pedazo de su alma fuera arrancado; necesitaba que él regresara y la despertara de esta pesadilla que era vivir lejos de su cariño.
Su tolerancia alcanzaba sus límites, a punto de romperse. Juraba que si tenía que esperar un maldito año más ella cruzaría los montes, los ríos, las ciudades, y lo arrastraría de regreso.
¿Cuánto? ¿Cuánto? ¿Cuánto? ¿Cuánto tiempo más?
"Te ves terrible, ¿Otra vez estás pensando en Naruto?" La voz de Tsunade la sacó de su depresión.
Levantó la cabeza para toparse con la mirada de la mujer Sanin, la cual portaba un palillo de dango en la mano. Su tristeza anterior debió verse grabada en su rostro ya que Tsunade lucía una expresión compasiva.
Ella se rasco la mejilla mientras reía nerviosamente. "¿Es tan obvio?"
Originalmente ella tuvo la idea de venir a la torre Hokage con la intención de entregarle algunos archivos de TI a Tsunade, y al final terminó quedándose para disfrutar un pequeño descansó del trabajo que incluía palitos de dango y constantes quejas sobre el papeleo.
El problema es que en algún momento de la conversación, ella terminó perdiendose en sus cavilaciones.
Tsunade dejó escapar un suspiro de fatiga, sin embargo, ese cansancio fue sustituido rápidamente por una sonrisa burlona. "Pareces un gatito extraviado"
Anko estaba a punto de protestar que eso le parecía insultante, pero fue interrumpida cuando Shizune entró a la oficina luciendo alterada. "¡Lady Tsunade!" Vió como la mujer se acercaba a la Sanin para susurrarle algo en el oído.
Dado la reacción de ojos abiertos de parte de la babosa, lo que sea que le hayan dicho debía ser muy importante. La pelimorada sintió que la incertidumbre la carcomía cuando las dos mujeres empezaron a cotillear entre ellas, dejándola completamente de lado.
Sin embargó, su incertidumbre se transformó rápidamente en incomodidad cuando las dos mujeres dejaron atrás su conversación solo para comenzar a mirarla con sonrisas de complicidad.
Anko se revolvió en su asiento, ¿Por qué la miraban de esa forma? Era como si supieran un secreto súper importante que ella no. Su frustración creció aún más cuando presenció que las dos mujeres no pretendían decirle nada hasta que ella pregunta.
Bien podía terminar con esto de una vez.
"Bien, ¿Por qué me ven de esa forma? ¿De qué me estoy perdiendo?" Se cruzó de brazos a la vez que fruncia el ceño.
"¡Bueeeno!" Shizune habló con un tono de misticismo que solo hizo que su tolerancia se agotara rápidamente.
Esto no funcionaba, así que decidió cambiar de estratégia. Esta vez se dirigió únicamente a Tsunade. "¡Escupelo abuela! ¡¿Qué esconden ustedes dos?!"
Contuvo el impulso de sonreír cuando vió que una vena crecía en la frente de la babosa, aunque su alegría le duró muy poco cuando un brillo extrañó cruzó los ojos de la mujer. "Resulta que cierta persona está de regreso en el pueblo"
La pelimorada parpadeó un par de veces para procesar la información. Inicialmente no comprendió lo que significaba, gente iba y venía siempre por el pueblo, era algo normal.
No obstante, cuando la imagen de cierto rubio se apoderó de su mente, ella finalmente entendió todo.
Sus ojos se abrieron como platos, buscó a tientas en el rostro de la Hokage una especie de confirmación. Cuando ella asintió en respuesta, su corazón se detuvo.
La sangre dejó de circular por su cuerpo, su cerebro se quedó en blanco.
Eso tardo solo algunos segundos ya que todos sus nervios fueron forzados a regresar a la vida cuando sintió que el fuego consumía cada fibra de su ser. Todo su sistema fue obligado a resucitar cuando su pecho fue bombardeado por un centenar de emociones, miles de recuerdos pasaron por delante de sus ojos.
¿Cómo debería reaccionar? ¿Gritar? ¿Llorar? ¿Saltar de alegría? ¿Correr hacia sus brazos? ¿Todos a la vez? No estaba segura, pero si era conciente de una única cosa.
Él ha regresado, su otra mitad está cerca; sus pies se movieron inconcientemente.
"Naruto está de re..." Tsunade no fue capaz de terminar su oración ya que la pelimorada salió disparada de su oficina con tanta rudeza que casi arranca la puertas de sus bisagras.
Lejos de parecer enojada, la Sanin compartió una sonrisa juntó a su aprendiz. Shizune respondió negando con la cabeza mientras reía levemente, ciertamente las cosas serían muy interesantes de ahora en adelante.
Anko corrió por las calles del pueblo como si su vida dependiera de eso. No estaba muy lejos de la realidad, su vida dependía de esto, al menos así lo sentía ella.
Fue tan surrealista, después de años de espera finalmente el día había llegado; estaba tan emocionada que podría desmayarse en cualquier momento. Pero eso no sería conveniente, tenía que encontrarlo primero, después tendría tiempo para desmayarse.
¿Por qué Naruto no le dijo nada sobre esto? ¿Quería tomarla por sorpresa? Si ese era el punto, ciertamente funcionó a la perfección.
¿Cómo se vería él? ¿Lo reconocería al instante? ¿Qué pensaría de ella? ¿Seguiría pareciendole atractiva? Tenía tantas preguntas carcomiendole la cabeza, solo existía una forma de solucionarlo. Tenía que hayarlo.
Quizás debió preguntarle a Shizune por el paradero del chico, eso hubiera hecho las cosas mucho más fáciles, pero su mente estuvo tan nublada en ese instante como para pensar de manera lógica.
Se abrió paso a través de las multitudes sin molestarse en disculparse cuando chocaba con alguien. Jadeos escaparon de sus labios por el esfuerzo que estaba realizando, sudor se deslizó por su frente; pero ella no detectó el cansancio, el dolor de sus piernas no existía, era solo una ilusión.
Las personas no estaban allí, no podía ver ningún rostro. El mundo que la rodeaba era totalmente irrelevante, su mente se guiaba por un único comando.
Se estaba acercando, podía sentirlo, con cada paso que daba se encontraba un poco más cerca del rubio; no tenía ni idea de a dónde se dirigía, no necesitaba saberlo. Llámalo intuición, pero su corazón le indicó el camino a seguir, el camino que la guiaría de regreso a él.
Sus ojos brillaron cuando observó a Sakura y a Sasuke en la distancia, ellos no estaban solos, Jiriaya los acompañaba. Si el Sanin estaba allí eso solo significaba que Naruto no debía estar muy lejos.
Corrió en esa dirección y no se detuvo hasta estar enfrente del sabio sapo; no prestó atención a las variadas reacciones, ni siquiera se molestó en dar los buenos días. La cortesía no le interesaba, solo existía un pensamiento coherente en su cabeza. "¡¿Dónde está?!"
Los tres sonrieron al mismo tiempo que señalaban uno de los tejados de la ciudad, su mirada se desvío en esa dirección.
Contuvo la respiración; casi no podía creerlo, pero sus ojos no le mentían, su corazón no le mintió. Finalmente lo encontró.
Estaba parado sobre un pilar, su cabello brillo con la misma intensidad que poseían los rayos del sol. Ya no llevaba su Shozoko, su atuendo fue reemplazado por el uniforme Jōnin estándar, la banda ninja a un costado de su brazo. Sus facciones ya no se parecían en lo más mínimo a las de un niño, se veía como un adulto; uno muy alto, ¿Un metro con ochenta centímetros quizás?
Los latidos de su corazón aumentaron en intensidad cuando él volteó para mirarla, el alma casi se le escapa del cuerpo cuando lo vió sonreír. Había extrañado tanto esa sonrisa.
¿Esto de verdad era real? ¿Él estaba aquí? Soñó durante innumerables noches por éste reencuentro, ¿No estaba soñando de nuevo verdad? Si era un sueño no quería despertar nunca.
Se dio cuenta de que aún tenía que decir algo, ¿Pero que podía decir? ¿Un saludo? Su cuerpo ni siquiera se movía, sus músculos estaban paralizados, quería hacer tantas cosas que no se decidía por cuál empezar. Eso no importaba, fue él quien hizo el primer movimiento.
Sucedió en un instante, fue tan rápido que casi no pudo verlo. En algún momento un kunai voló por el aire, al momento siguiente ella tenía un corte en la mejilla y a Naruto posicionado justo enfrente; la distancia fue marcada por centímetros.
Sus entrañas explotaron en llamas cuando el rubio se acercó para lamer la sangre que se filtraba de su mejilla, todo su cuerpo se estremeció como si múltiples descargas de electricidad bombardearan su cerebro.
Esa era la confirmación que necesitaba; no estaba soñando. No tenía nada que envidiarle, esto superaba por mucho todos sus sueños.
Sintió que la voz del rubio susurraba en su oído, regresandola a la vida. "¿Me extrañaste?"
No tenía la más mínima idea. Como una ocurrencia tardía, se dio cuenta de que su tono era más profundo, también era mucho más alto, casi una cabeza por encima de ella.
Estaba caliente, extremadamente atractivo. Dejó de comerlo con la vista para hacer lo que debió hacer desde un principio; ella saltó sobre él, provocando que ambos cayeran al suelo por el movimiento tan brusco.
Lo abrazó con todas las fuerzas que pudo reunir, se aferró a su cuerpo como si pudiera desaparecer en cualquier momento; era real, estaban juntos de nuevo.
Los brazos del rubio se envolvieron alrededor de sus hombros, encajaban perfectamente el uno con el otro.
Se sintió completa otra vez, algunas lágrimas se acumularon en sus párpados. No le importaba que los demás la estuvieran mirando, solo tenía ojos para el rubio, solo existían ellos dos; su amado regresó a casa.
Tantas noches de soledad, tantos días de incertidumbre. El lento pasar de los meses, la tortuosa espera, la tortura de una casa vacía, todas las celebraciones que se perdieron.
De repente todo ese sufrimiento valío la pena mientras el calor del rubio la envolvía una vez más; extrañaba la sensación de esos brazos quemandole la piel, fundiendo su espíritu, derritiéndola.
Podía arder por siempre en sus manos.
Ese mismo calor que supo cómo cautivarle el corazón, que supo cómo robarle el aliento, que hizo que ella se enamorara perdidamente de él.
"¿Eso es todo? ¿No hay kunais ni cuchillos intentando cortarme? ¿Solo un abrazo?" Las burlas de Naruto hicieron que ella riera.
¿Cómo se atrevía a hacerla reír? Se suponía que este era un momento conmovedor. A pesar de todo, no pudo evitar alegrarse al escuchar que él seguía siendo el mismo idiota.
Anko se apartó levemente, sentándose a horcajadas sobre el rubio y dejando espacio para que él también pudiera sentarse.
Ambos se miraron a los ojos, perdiendose en la mirada del otro.
Naruto sonrió estúpidamente mientras observaba esos ojos marrones que tanto le gustaban; Anko no cambió nada, seguía igual de hermosa que la última vez que la vió.
Sus pestañas, sus uñas, sus manos, su cuerpo, su cabello morado y finalmente sus ojos; todo en ella era perfecto, era como ver un ángel. Su ángel.
El toqué de la mujer lo estaba volviendo loco, no podía comprender cómo es que fue capaz de soportar tres años lejos de ella. En realidad si lo sabía; fue una tortura total, un infierno que parecía no tener final.
Las noches fueron extremadamente largas, los días tan monótonos y desprovistos de color. Al principio pensó que no sería tan difícil, pero solo hizo falta una noche para darse cuenta de lo terriblemente equivocado que estaba; no pudo conciliar el sueño en meses, se le hizo imposible dormir sin las caricias de Anko. El cabello morado ya no se mezclaba con su rostro cuando se acostaba.
Perdió la cuenta de las veces que abrió los ojos en la mañana deseando que ella estuviera allí, sonriendole como siempre. Pero nunca sucedió, le quitó las ganas de levantarse de la cama, si no fuera por Jiraiya muy probablemente se hubiera quedado allí hundiéndose en su depresión.
Vagaron de pueblo en pueblo, de sitio en sitio; ninguno era su hogar. Hotel tras hotel; Anko no estuvo en ninguno de ellos, no pudo percibir su presencia en ninguna parte. Lo hizo sentir vacío, como si una parte muy importante de él se hubiera perdido.
Sabía dónde estaba su casa, se encontraba en Konoha, junto a la mujer que amaba; ninguna de estas alamedas era su hogar, nunca lo serían. Su corazón ya tenía un sitio, ya tenía una dueña y ella se encontraba tan lejos de su alcance.
Fue desgarrador no poder tocarla, no percibirla cerca. Era como si su alma se desgastara con cada día que pasaba, como si sus pulmones fueran privados del oxígeno; hogarse en las profundidades de un océano.
Las sesiones de entrenamiento ayudaron; se partió la espalda, se rompió los huesos, entrenó hasta que el sudor se transformó en sangre. La promesa que le hizo a la pelimorada se repetía una tras otra vez en su mente, dándole la fortaleza necesaria para ir más allá de sus límites.
Aún así, eso no fue suficiente para aliviar el dolor, Anko seguía brillando por su ausencia. La soledad seguía allí.
Necesitaba tanto escuchar su voz, añoraba oírla reír, quería abrazarla vigorosamente mientras le rogaba que no lo dejara marcharse. No quería irse de nuevo, cada día que transcurría se arrepentía de su decisión, cada día lejos de ella era como dar una caminata por el desierto.
Necesitó solo algunos meses de distancia para darse cuenta que era un adicto, no le importaba admitirlo. Anko era su droga, necesitaba intoxicarse con sus caricias, con sus besos, con sus suspiros.
Se sintió tan desesperado que fue tan lejos como para suplicarle al sabio pervertido que regresaran a la aldea seis meses antes; era poco tiempo, no debía hacer mucha diferencia. Sin embargo, su petición fue brutalmente rechazada.
Recordó que en aquel momento comenzó a considerar la alternativa de matar al hombre mientras dormía.
Para la suerte del pervertido, aún no había perdido del todo la cordura.
Su mano se movió inconcientemente para acariciar la mejilla de Anko, vió como ella se inclinaba más cerca de su toque. Era tan malditamente linda que deseaba besarla allí mismo.
¿Sería demasiado si la besaba ahora? Sabía que si, aún no era el momento. No debía dejar que su emoción por verla de nuevo lo cegara.
Sintió que ella golpeaba suavemente su pecho. "Estuviste practicando esa entrada por semanas ¿Cierto?" La pelimorada le sonrió burlonamente.
Contuvo el impulso de maldecir, no esperaba que Anko lo descubriera tan rápido, le tomó un año entero de práctica perfeccionar su reencuentro soñado en donde él actuaba de manera genial frente a ella. Todo su esfuerzo dio frutos al inicio, pero ahora parecía un niño que fue atrapado con el frasco de galletas.
Rio nerviosamente mientras se rascaba la nuca, no tenía sentido mentir. "¿Atrapado?" Anko rio en respuesta.
Su pecho se hinchó de alegría cuando escuchó el sonido melodioso de su risa; la extrañó tanto, era bueno estar en casa.
Sin embargo, su momento de alegría fue arruinado abruptamente cuando Anko comenzó a sonreír de una forma que él conocía bastante bien.
"(Oh no)" Esa era su sonrisa diabólica, la utilizaba cada vez que estaba a punto de matar a alguien. Sudó frío, trago un nudo en su garganta, eso significaba que...
"Ahora bien" Anko habló en tono dulce mientras se tronaba los nudillos. No tenías que ser un genio para saberlo, el rubio estaba triplemente muerto.
Antes de que Naruto pudiera intentar escapar, la pelimorada se abalanzó sobre él atrapando su cabeza en una llave de lucha al mismo tiempo que gritaba enfurecida. "¡Tienes alguna idea de lo que tuve que sufrir todo éste tiempo! ¡Me dejaste sola por tres años! ¡Tres años! ¡Voy a matarte por esto!"
El rubio hizo todo lo posible por escapar, pero fue imposible, el agarre era tan fuerte como el hierro. "¡L-Lo siento!" Sus disculpas solo hicieron que Anko aumentara la presión que ejercía sobre su cabeza.
Los espectadores, quienes habían estado conmovidos en un inicio, ahora observaban horrorizados como la pelimorada estrangulaba al rubio casi hasta la muerte.
Jiraiya sintió un escalofrío recorrer su espalda cuando la imagen de cierta kunoichi de cabello rojo se interpuso sobre la imagen de una Anko muy enojada, las similitudes eran demasiado grandes para ser una coincidencia. "(Así que el niño heredó eso de su padre, pobre diablo)"
Su idea inicial era informar a Tsunade sobre su regreso junto al rubio, pero no era tan estupido como para intentar salvarlo y provocar que la ira de la pelimorada cayera sobre él, su ahijado tendría que salir de ésta por si mismo.
Sería su venganza por todas la veces que el chico lo dejó solo mientras una turba enloquecida de mujeres lo perseguía. Asintiendo para si mismo, el Sanin se alejó del lugar.
"¿Deberíamos ayudarlo?" Sakura preguntó luciendo algo preocupada por la brutal paliza que estaba recibiendo su compañero de equipo, no podia creer que una escena tan linda se terminó convirtiendo en un espectáculo tan sangriento.
Sasuke sonrió en respuesta a la vez que negaba con la cabeza. "¿Por qué? Yo solo veo un feliz reencuentro"
Sakura juraría que su mandíbula tocaba el suelo después de que escuchó las palabras del Uchiha, ¿Sasuke acaba de hacer una broma? Ciertamente era algo muy inusual, por no decir, impensable.
"Vámonos, dales privacidad" Sasuke la atrapó por el cuello de su camisa mientras la arrastraba lejos del lugar.
La pelirosa quería protestar, quería ayudar a su compañero rubio, pero estaba siendo arrastrada por el chico que le gustaba; su enamorado la estaba raptando. Se reprendió a si misma por ser tan egoísta, pero sus prioridades eran claras, jamás desperdiciaría una oportunidad como ésta. Rogó en silencio por el perdón de Naruto.
"¡Anko, te lo compensare! ¡Pero por favor déjame ir!"
"¡Cállate! ¡Te soltaré cuando yo lo decida!"
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Akairy no se considera una mujer muy sentimental.
Estuvo casada hace algunos años; fue de un shinobi. La vida útil de los ninjas no era muy prospera, su trabajo siempre convivió con la muerte muy de cerca, ella sabía esto cuando aceptó la propuesta de matrimonio.
Sin embargo, nada te prepara para la muerte de tu prometido.
Una parte de ella fue sepultada en aquella tumba donde yacía la persona que una vez amó.
Desde ese entonces, se volvió muy difícil volver a conoctar con sus sentimientos, se volvió una tarea difícil comprender y manejar sus emociones.
El dolor de la perdida hizo que su corazón se enfriara. Por esa razón, es que Akairy nunca fue tan expresiva con lo que sentía, no era una persona que lloraría muy fácilmente, tampoco se emocionaría de sobremanera.
Sin embargo, este día era una excepción a la regla. Existían dos clientes que se convirtieron en su punto débil, eran como dos hijos para ella.
Por ese motivo es que; cuando un rubio entró por las puertas de su restaurante luego de tres largos años separados, luciendo ya no como un niño, sino como un hombre hecho y derecho.
Ella no pudo contener las lágrimas de orgullo que brotaron de su pecho. "¿En qué momento creciste tanto mi muchacho? ¡Mírate, ahora eres demasiado alto!"
Naruto sintió que sus mejillas ardían cuando Akairy comenzó a pellizcar sus bigotes como solo una anciana podría hacerlo; las lágrimas de anime que derramaba la mujer era un testimonio de lo emocionada que estaba de verlo. Él también se sentía feliz de ver a su figura de abuela otra vez, pero era algo difícil demostrarlo cuando tus mejillas eran brutalmente asesinadas.
"Y-yo también me alegro de verte abuela"
Anko ocultó sus labios entre sus palmas para evitar que sus carcajadas escaparan, ciertamente era una escena memorable ver como el rubio era asaltado sin compasión por una Akairy muy emocional.
Sabía que la anciana iba a terminar totalmente anonadada cuando viera el cambio radical que sufrió Naruto, pero esta reacción superaba por mucho sus espectativas. Sin embargo, su momento de felicidad duró poco cuando la anciana esta vez tomó la decisión de dirigirse a ella.
"¡Ves a lo que me refería, Anko! ¡Te dije que cuándo él creciera la edad sería lo último por lo que tendrías que preocuparte! ¡Más vale que tengas cuidado o este semental va a terminar embaraz...!"
"¡Akairy!" Anko chilló con todas las fuerzas que pudo reunir, no dispuesta a permitir que la anciana terminara esa oración. ¿Cómo se atrevía a hacer una insinuación como esa? ¡Se volvió loca!
Sintió que su cara ardía con la intensidad de un volcán al borde de estallar, se puso tan roja que juraría que su apariencia podía ser confundida con la de un chile habanero.
Para empeorar la situación, su imaginación comenzó a volar de manera involuntaria, provocando que a su mente llegaran pensamientos para nada puros que la involucraban a ella y al rubio en ciertas situaciones... Sugerentes.
El vapor salió de sus orejas como si fuera un géiser.
"¿Eh? ¿Eso qué significa?" Para su suerte, Naruto parecía igual de inconciente que de costumbre; ella se apresuró a intervenir antes de que Akairy pudiera arruinar más la situación.
"¡Nada! ¡No significa nada!" Atrapó a Naruto por el cuello de su chaleco, apartandolo del agarre de la otra mujer. Le envío una mirada llena de dagas a Akairy, la cual respondió con una sonrisa astuta.
El rubio observó el intercambio silencioso entre las dos sin comprender qué sucedía exactamente, a veces le molestaba que ellas pelearan y que él no supiera el motivo de dicha discusión, al menos podrían decirle que pasaba.
Como una nota tardía, se percató de que el rostro de Anko parecía una remolacha. "Anko, estás muy roja, ¿Tienes algo?"
Intentó acercar su frente con la de ella para comprobar que no estuviera enferma, pero la pelimorada se giró para mirarlo con una expresión salvaje que lo detuvo abruptamente. "¡Estoy perfectamente bien! ¡No seas idiota!"
Retrocedió algunos pasos cuando ella le gritó en el rostro, ¿Por qué Anko estaba actuando de esa manera? Con un simple 'no' habría entendido perfectamente, tampoco existía la necesidad de ser tan agresiva.
Luciendo satisfecha por el desenvolvimiento de los hechos, Akairy decidió que ya había molestado a la pareja lo suficiente; lo mejor sería invitarlos a pasar, cocinar algo delicioso y dejar que los dos tortolos se pusieran al día.
Tendría la oportunidad para burlarse de ellos en otra ocasión.
"Parecen hambrientos, tomen asiento, les prepararé algo de comer" El efecto fue inmediato, tanto Naruto como Anko olvidaron por completo lo que estaban discutiendo cuando recibieron la noticia; no perdieron ni un solo segundo, los dos se movieron para sentarse en los taburetes mientras sus ojos brillaban ante la idea de una buena comida.
Akairy sonrió al mismo tiempo que desaparecía por la puerta de la cocina. Nunca cambiarían.
Una vez que la anciana desapareció. Anko se tomó un momento para enviar una mirada discreta al rubio. A pesar de que Akairy era una vieja chiflada, tenía que admitir que ella tenía razón en algo. Naruto cambió mucho físicamente hablando.
Ahora que se tomaba el tiempo para examinarlo más detenidamente, se dio cuenta de que él no solo era más alto, sus músculos también eran más robustos, sus marcas de bigote y colmillos eran más pronunciados, dándole un aspecto salvaje. Se alegró al ver que él obedeció su orden de mantener sus mechones rubios recortados; ahora que su rostro era mucho más maduro y cincelado, su cabello optuvo una apariencia rebelde que enjacaba perfectamente con sus facciones.
Sonrió al mirar la ropa de red metálica que se filtraba por las mangas de su uniforme Jōnin, le gustó ver que su influencia seguía allí.
"Sabes..." Ella lo golpeó en el hombro para llamar su atención. "Los años te han sentado bien, te ves bastante guapo"
Observó que él se sonrojaba levemente después de su cumplido a la vez que utilizaba una mano para rascarse la nuca; era lindo verlo tan avergonzado.
Aunque, tuvo que abandonar ese tren de pensamiento cuando una nueva pregunta surgió en su mente. "¿Qué hay de mi? ¿Crees que he cambiado mucho?" Intentó que su voz no sonara tan emocionada, pero fue imposible. Se sentía muy interesada por la opinión que tendría el rubio en cuanto a su aspecto.
Naruto sonrió cariñosamente. "Claro que no, sigues igual de preciosa que siempre... " Hizo una pausa. "Eso nunca cambiará"
Ahora era el turno de la pelimorada para sonrojarse; sintió que su interior burbujeaba de felicidad cuando él la llamo preciosa. No solo eso, también le dijo indiscretamente que entre los dos nada había cambiado, que para él, ella siempre luciría hermosa.
Sin importar la distancia que los separe, sin importar los años que transcurran; bajo los ojos del rubio, ella nunca dejaría de ser la chica más hermosa del mundo.
Intentó esconder su sonrojo debajo de sus manos, pero se le hizo imposible ya que Naruto la atrapó por las muñecas, evitando que pudiera cumplir su plan original. "No hagas eso, no te ocultes. Me gusta cuando te sonrojas, te ves bonita cuando estás avergonzada"
Esas palabras combinadas con esa cálida sonrisa que tanto amaba, provocaron que su corazón diera un vuelco. Era oficial, Naruto quería matarla de ternura, al parecer el paso de los año hizo que se convirtiera en alguien más audaz.
Esperaba que él no comenzara a hacer este tipo de comentarios muy seguidos o ella terminaría muriendo de un ataque al corazón. Aunque, ¿A quién quería engañar? Le encantó ser tratada de esta manera, podría morir ahora mismo y moriría como la mujer más feliz del planeta.
"N-no estoy a-avergonzada" Le tomó toda su fuerza de voluntad no buscar un lugar en dónde esconderse. Quería que la tierra se la tragara, pero Naruto dijo que le gustaba esta parte de ella, así que haría un esfuerzo por él.
Naruto ignoró la declaración; no tenías que ser un genio para saber que era mentira, ella solo estaba siendo terca. En su lugar, se alegró al contemplar que Anko ya no intentaba esconderse.
Debajo de todas esas capas que cubrían su personalidad, la pelimorada solo era una niña; infantil, curiosa, energética, alegré y bribante al igual que una niña.
No le gustó que lo ocultara. Bajo su propia opinión, ella podía actuar de esta manera todas las veces que quisiera; amaba tener a la verdadera Anko frente a sus ojos, libre para que él pudiera mirarla.
Ni siquiera la luz de las estrellas podría equipararse al brillo de su sonrisa.
Siempre le fascinó verla de esa forma, ya que era un parte destinada a solo ser vista por él...
Y tal vez también por la chismosa de Akairy, quien estaba asomando la cabeza a través de la cocina pensando que él no sabía sobre eso.
Se percató de que en algún momento de la conversación, la anciana depósito dos platos repletos de dango frente al mostrador y se marchó sin hacer ningún tipo de ruido. Eso en verdad fue sorprendente, casi tan bueno como un ninja.
Tomó un palillo de dango, colocándolo frente a Anko para que pudiera mirarlo; el efecto fue instantáneo, los ojos de la pelimorada brillaron cuando se dio cuenta de que la comida fue servida. La timidez de la chica quedó completamente olvidada cuando ella se abalanzó sobre el palillo de dango, arrebantandolo de sus manos y comiendo su contenido de un mordisco.
"Nunca me canso de ese sabor" Anko sonrió cuando la textura suave del dango fue presionada contra su paladar, enviando un espectáculo de sabores en sus pupilas gustativas.
Naruto dejó escapar un bufido de burla al mismo tiempo que tomaba otro palillo de dango, está vez para él. "Así que..." Masticó la comida en su boca a la vez que traía un tema de conversación a la mesa. "Supongo que tenemos muchas cosas que platicar"
Anko se animó al recordar el motivó principal por el que recurrieron al restaurante de Akairy en primer lugar. Tres años era tiempo suficiente para que sucedieran muchas cosas, tenía mucho que contarle al rubio, al igual que él con ella.
Se sintió emocionada al pensar en todas las historias que Naruto tenía que narrarle; siempre encontró la manera de meterse en problemas, así que muy probablemente tenía muchas anécdotas divertidas para compartir.
"¡Si! ¡Tienes que contame todo acerca de tu viaje! conociendote muy seguramente explotaste más de un asentamiento" Se inclinó hacia adelante en una muestra de anticipación.
Naruto dejó de comer cuando un puchero se apoderó de sus labios. "¿De verdad tienes esa imagen de mi?"
Lo miró inexpresivamente. "¿En serio quieres que responda esa pregunta?"
"..." Naruto abrió su boca para replicar, solo para cerrarla inmediatamente cuando se dio cuenta de que no poseía ningún argumento sólido para debatir; se cruzó de brazos mientras fruncía el ceño con fingida molestia.
La pelimorada contuvo el impulso de celebrar su victoria bulliciosamente. En cambió, decidió retomar la atención en el tema principal. "¡Vamos! Escupelo" lo empujó ligeramente para enfatizar su punto.
El rubio dejó escapar un suspiro en señal de derrota. "Ok..."
Durante las siguientes horas, Naruto se encargó de relatarle a Anko todos los acontecimientos que ocurrieron durante su viaje de entrenamiento.
Habló sobre las ciudades, los pueblos que visitó, las misiones que realizó; cómo obtuvo su ascenso a Jōnin después de completar una misión bastante complicada. Las sesiones de entrenamiento, las palizas por parte de Jiraiya, los días de descansó; las veces que tuvo que cargar al viejo sapo ya que estaba demasiado borracho para volver al departamento por su propia cuenta.
Las aventuras que vivió, los diferentes ninjas que conoció, los combates en los que se vió envuelto, los problemas que tuvo que experimentar por culpa de las locuras de su sensei. Tuvieron que escapar en más de una ocasión del pueblo en el que se hospedaban ya que una multitud enfurecida de mujeres quería matar a Jiraiya.
También le narró sobre su nuevo nivel de fuerza, las habilidades y los jutsus nuevos que aprendió; cómo dominó su Kekkei Genkai a la perfección, las invocaciones que ahora podía realizar, su nuevo estilo de Taijutsu, lo difícil que fue dominar el Fūinjutsu. Que Jiraiya estuviera más interesado en mirar muchachas en lugar de enseñarle solo hizo las cosas más complicadas.
Para cuando terminó su historia, el mostrador del restaurante ya estaba totalmente repleto por una variedad de platos y tazones sucios.
Ambos comieron sin contemplación todo lo que Akairy les trajo.
Anko se mostró totalmente interesada durante toda la charla; escuchó el relato con sus ojos brillando con diferentes emociones. Se sintió emocionada al oír sobre las misiones, orgullosa al saber lo mucho que el rubio había crecido como ninja, triste porque no pudo estar allí para acompañarlo en sus aventuras, conmovida cuando él se encargó de dejarle en claro lo mucho que la extrañó durante todo el proceso y finalmente, enojada...
Se sintió realmente furiosa cuando se enteró de todos los problemas que tuvo que sufrir Naruto por culpa de ese depravado Sanin de segunda. Se aseguraría de darle una buena paliza cuando volviera a encontrarselo; tenía suerte de que en este instante solo tenía ojos y tiempo para el rubio, sino fuera así, ella iría a buscarlo justo ahora con la intención de utilizarlo como comida para sus serpientes.
Viendo que el temperamento de Anko se estaba volviendo salvaje, el rubio se apresuró a tomar una de las manos de la pelimorada al mismo tiempo que intentaba desviar la atención. "¿Qué hay de ti? Cuéntame qué has hecho en estos tres años"
Anko se sonrojó levemente cuando la tomaron de la mano con tanta delicadeza como si fuera una reina. No se alejó del contacto, es más, ella se movió para entrelazar sus dedos con los de él.
Se sintió bien. Era como si sus manos encajaran perfectamente; hechas una para el otro.
"Bueno..." Lo pensó durante algunos segundos, ¿Por dónde debía empezar? Un sonrisa se dibujo en su rostro cuando obtuvo la respuesta. "Resulta que en TI ya no existen dos líderes, ahora hay tres"
Los ojos de Naruto se abrieron cuando entendió que era lo que ella quería decir. "No puede ser, ¿Hablas en serio?" No pudo contener la emoción que salió de su voz, Anko realmente era una chica increíble.
"Si..." La pelimorada hinchó el pecho con orgullo. "Ibiki me ofreció un puesto junto a él y a Inoichi, ahora tengo tanto control en las instalaciones como ellos dos"
El rubio no podía creer lo que escuchaba; la chica había logrado llegar hasta la cima del departamento de tortura e interrogatorio, logró alcanzar un puesto juntó a los dos cabecillas más importantes de la aldea cuando de información se trataba, todo eso a una edad tan corta y iniciando desde abajo.
"¡Anko eso es increíble! ¡De verdad eres asombrosa!"
La pelimorada sintió que su pecho se calentaba cuando el rubio la elogió con tanta emoción, él se veía realmente feliz al saber lo que ella consiguió. "No es para tanto" Trató de restarle importancia mientras reía nerviosamente.
"¡Claro que lo es!" El rubio al parecer tenía otros planes. "Te convertiste en líder de TI estando al lado de dos monstruos como lo son Ibiki y Inoichi. Uno de ellos incluso es un Yamanaka ¡Ese clan literalmente vive de recolectar información! Tú en cambio subiste hasta la cima sin tener ningún tipo de ayuda ¡Eso es extraordinario!"
Cuando él lo ponía de esa manera de verdad sonaba como algo único. Escuchar que Naruto la defendía con tanta vehemencia y orgullo provocó que una sensación hermosa se arremolinara en su estómago.
¿Se estaba sonrojando de nuevo verdad? La respuesta fue evidente. "¡Deja de hacerme sonrojar! ¡Lo estás haciendo a propósito!"
A pesar de que sus palabras decían una cosa, la sonrisa en su rostro decía otra totalmente distinta.
Naruto sonrió de forma inocente. "No era mi intención... Creo"
En realidad si tenía un poco de culpa, quería dejarle en claro a Anko lo importante que era su éxito tanto como quería verla avergonzada. Fue un poco de las dos, matar a dos pájaros de un tiro.
Anko negó ligeramente con la cabeza. El chico era un tonto; uno muy lindo, pero eso no le quitaba lo tonto.
Estaba a punto de seguir narrandole al rubio como fue su vida durante estos últimos tres años, pero se detuvo abruptamente cuando algo llamó su atención.
Más específicamente, algo en el cuello de Naruto llamó su atención, ¿Cómo es que no lo notó antes? "Ese es el collar"
Al igual que ella, Naruto llevaba puesto el collar de serpiente que le regaló hace tres años atrás. El dije se encontraba escondido debajo de su uniforme pero el brillo metálico alrededor de su cuello lo delataba.
"¿Eh? ¿Te refieres a esto?" Naruto metió una mano debajo de su camiseta para sacar el collar y dejarlo a simple vista. "Siempre lo llevo conmigo, veo que tú también"
Ambos sonrieron al percatarse que ninguno de los dos se separó del artefacto incluso después de tres largos años. Fue un detalle minúsculo, pero de igual forma significó mucho para ellos.
Fue un testimonio de que sus sentimientos no disminuyeron en lo más mínimo. La distancia solo hizo que se amaran aún más, los hizo ver lo mucho que necesitaban del otro, los hizo desear estar juntos, los terminó de convencer. No existía otro, no existía otra.
Solo él.
Solo ella.
"Eso es lindo..." Akairy se acercó al mostrador para tomar algunos platos sucios, una sonrisa partía su rostros. "¿Puedo verlo?
Naruto y Anko compartieron una mirada, sabían a qué se refería la anciana, no sonaba como una mala idea. Ambos se acercaron con la intención de unir sus collares en uno solo; Naruto tenía la cola, Anko la cabeza.
La distancia dejó de existir, las dos piezas encajaron perfectamente en su otra mitad.
Debido a que la cadena de ambos collares no era muy extensa, el rostro tanto de le pelimorada como el del rubio quedó separado solo por centímetros.
Naruto sintió el aliento de la mujer chocando contra sus labios, una sensación electrizante recorrió toda su espalda; ella estaba tan cerca. Después de tantos años de sufrimiento, tantos años de lejanía, volvieron a estar unidos, volvieron a encontrarse.
No quería apartarse, no quería irse de aquí nunca. Esos preciosos ojos marrones cortaron su respiración, le robaron la vida; su corazón ya no era suyo, le pertenecía a ella.
Anko observó de cerca al rubio, le cautivó la mirada que le estaba dando; era un relato, un poema de lo mucho que la amaba, la hizo estremecer.
No comprendía cómo logro sobrevivir tres años lejos de él. Eso daba igual, lo único importante en este momento era que su Naruto había regresado a casa, ahora podía dedicarse a amarlo, demostrarle día con día lo mucho que le encantaba; que su alma ya no era suya, le pertenecía a él.
Estaban juntos. Dos mitades que se encuentran, encajando perfectamente, completos otra vez.
XXXXX
El resto del día fue una montaña rusa de emociones, no recordaba haber divertido tanto en años
Luego de visitar el restaurante de Akairy, realizó muchas actividades junto a la pelimorada. Destruyeron algunos locales a base de bromas, visitaron el nido, tuvieron un sparring, acudieron a la torre Hokage para hablar con Tsunade. La vieja babosa se mostró muy complacida al volver a verlo.
Volvió a ver a muchos de sus amigos, Lee, Tenten, sus compañeros de equipo; quedó con Kakashi para una enfrentamiento amistoso el día de mañana.
Le alegró saber que Gaara se convirtió en Kazekage, la paliza que le propinó en aquellos exámenes Chūnin lo hicieron cambiar para bien.
Era extraño, pero siempre tuvo una cualidad para cambiar a la gente a base de puñetazos. También se animó al escuchar que la hermana del pelirrojo (Temari) parecía tener alguna especie de conexión con ese peresozo de Shikamaru, eran una bonita pareja.
Hablando de romance, Anko no se separó de él en todo el resto del día. Tampoco era que le molestara o como si tuviera algo de que quejarse, después de todo, tampoco quería separarse de ella.
Quizás fue un poco exagerado... ¿A quién engañaba? Sabía que ambos solo eran un par de dramáticos demasiado sentimentales, con una necesidad de afecto algo desmesurada producto de todos sus traumas, ¿Pero a quién le importaba? Tenía tres años de no ver a su persona especial, actuaría tan empalagoso como quisiera.
Observaron el atardecer en la cima del monte Hokage. Allí Anko terminó de contarle el resto de aventuras en las que se vió envuelta mientras él estaba fuera. Se sorprendió en sobremanera cuando escuchó que ella aprendió a cocinar, eso sin dudas fue algo que no esperaba; se preguntó cómo rayos Akairy logró obtener la paciencia suficiente para enseñarle y no matarla en el proceso. Misterios que nunca resolvería.
Se sintió feliz cuando ella le dijo que consiguió nuevas amigas. Anko siempre fue una mujer demasiado reservada consigo misma, las personas en las que confiaba podían contarse con los dedos de la mano; fue uno de sus principales miedos cuando se marchó de la aldea.
La pelimorada pasaba la mayoría de su tiempo libre con él y Kurenai, aparte de eso, no convivía mucho con nadie más. Le atemorizó que Anko no pudiera adaptarse al cambió cuando se fuera, sin embargo, volvió a demostrarle lo resiliente que era.
Era bueno saber que ella logró abrirse a más gente, Anko ahora tenía más personas por las cuales se preocupaba, eso lo puso contento.
Cuando el sol se puso, regresaron a casa, devuelta en su hogar.
El departamento no había cambiado mucho, todo seguía igual a como lo recordaba; el aire hogareño casi lo hizo soltar algunas lágrimas, Dios sabía lo mucho que extrañaba su sofá, su cocina y su terraza. Como una nota tardía, se percató que tendría que llenar su armario con ropa nueva, la anterior ya no le quedaba
Lo primero que hizo al llegar al departamento, fue preparar la cena, echaba de menos cocinar para Anko. Dicha chica casi se pone llorar cuando probó su comida después de tanto tiempo; su reacción lo conmovió, así que él terminó regalandole también su plato, todo para que ella fuera feliz.
Observaron una película juntos. Fue hermoso volverla a verla con el cabello suelto; vestida en pijama, una muestra tan pura de ella.
No presto mucha atención a la cinta, estuvo más concentrado en los delgados brazos que se envolvieron alrededor de su cintura. Él no la soltó, ella no lo dejo ir, disfrutaron del contacto físico tanto como lo desearon.
Como si de una estrella fugaz se tratase, el día llegó a su fin, la noche se volvió añeja. Llegó el tiempo de descanso pero Naruto se encontró afrontando un tema bastante serio, uno que lo puso nervioso.
Se paró en el centro de su habitación con una mano en la barbilla, su vestimenta consistía simplemente en unos pantalones pijama color gris.
Su crisis existencial aumentaba, ¿Qué era lo que tanto le molestaba? Sencillo, dormiría con Anko. Uno pensaría en primera instancia que eso era algo totalmente normal, siempre durmieron juntos después de todo.
Ese era el inconveniente, se acostumbraron a dormir uno al lado del otro cuando solo eran niños; ella tenía catorce en aquél entonces, él tenía ocho. En ese instante no hubo problema, eran solo dos almas rotas, dos inocentes que deseaban el cariño de alguien más.
La razón por la que decidieron compartir la cama fue meramente porque encontraron un refugio en los brazos del otro, un lugar en donde permanecer seguros, un sitio en donde verdaderamente podrían descansar.
Pero las épocas cambian, ya no eran unos niños, ambos crecieron, se volvieron mayores. Él casi era un adulto, ella era una adulta, los dos se desarrollaron por completo, allí estaba el problema.
Se encontró experimentado, 'sensaciones'. Era conciente de que esas sensaciones fueron causadas por deseos carnales impropios, sentimientos que fueron despertados por la atracción que sentía por el cuerpo de la pelimorada.
Esa era la razón de su incomodidad, sus cuerpos estarían demasiado cerca si dormían juntos; no era que no quisiera dormir con ella, sencillamente no deseaba que Anko pensara que era un pervertido si por casualidad del destino se despertaba con uno que otro accidente por la mañana. Sería demasiado vergonzoso para seguir viviendo.
¿Qué hacer? ¿Qué hacer? El mayor inconveniente que afrontaba era que no existía ninguna solución a la vista. No le quedaba de otra más que soportar sus emociones, tragarse su calentura adolescente y rezar a todas las entidades del mundo para que esto no terminara en una situación embarazosa.
"¡Estoy lista!" Escuchó que la voz de Anko se aproximaba a la habitación así que volteó para mirarla.
Sintió que se quedaba sin aliento cuando la vió entrar por la puerta, su corazón comenzó a latir a mil por hora.
Ella seguía vistiendo de una forma que revelaba muchas partes de su piel; su shorts fue corto, contempló el contorno de sus muslos, la blusa de tirantes le quedó apretada, trazó las líneas en sus caderas, una tira se deslizó por su hombro, no pudo dejar de admirar su suave y delicioso cuello. Era como si su cuerpo lo estuviese llamando.
El cuarto estaba oscuro, agradeció silenciosamente por ese hecho; las sombras lo ayudaron a ocultar su profundo sonrojo.
Su timidez fue olvidada momentáneamente cuando se percató de un dato confuso; Anko también se estaba sonrojando. ¿Por qué se sonrojaba ella? Su mente trabajó horas extra en busca de una respuesta.
No tardó mucho en encontrarla.
Su torso aún se escontraba desnudo, no llevaba ninguna prenda encima. Se reprendió internamente, estaba tan sumido en sus pensamientos que olvidó por completo que aún tenía que ponerse una camiseta.
"Je, je..." Rio nerviosamente mientras se rascaba la nuca. "I-ire por una p-playera"
Se movió en la dirección del armario pero fue detenido abruptamente cuando de manera inesperada, Anko se acercó y envolvió sus brazos alrededor de su cuerpo, evitando que se moviera de la posición.
Naruto no tuvo ni idea de cómo reaccionar, su cerebro se quedó en blanco; Anko movió las manos a través de su espalda, las yemas de sus dedos enviaron escalofríos por su columna. El contacto de la mujer chocando contra su piel desnuda lo hizo estremecer hasta la médula; espamos esporádicos por todo su cuerpo.
Contuvo el impulso de jadear cuando ella hundió la nariz en su pecho, inhalando su aroma. Se quedó paralizado, fueron demasiados estímulos para procesar. "No hace falta" No encontró forma de negarse, el tono de la pelimorada no dejó espacio para las dudas. No fue una petición, era una orden.
Anko por otra parte; no supo que fue lo que provocó que ella actuara de esta manera, sucedido casi de forma inconciente, como si un instinto primitivo en su cabeza la obligara a moverse.
El calor se arremolinó alrededor de su vientre cuando el rubio finalmente se decidió a envolver sus brazos alrededor de ella, fue un estímulo casi intoxicante. Los brazos que la sostenían eran fuertes, la ocultaron del mundo, no solo fue protector, también posesivo; casi como un animal salvaje reclamando lo que era suyo.
Nunca pensó que Naruto sería ese tipo de hombre cuando creciera; tan celoso. Tampoco se imaginó que los músculos en su cuerpo lucirían tan desgarrados y definidos, hizo que se diera cuenta de una realidad innegable.
El tiempo transcurrió, las cosas cambiaron, el rubio ya no era ese mismo niño que encontró en el bosque de la muerte hace unos años. Creció, ahora era un hombre.
Tenía un aroma que la estaba volviendo loca, sus sentidos se sintieron emborrachados. ¿Qué estaba esperando? ¿Por qué no saltaba sobre él y terminaba con este jueguito de los enamorados silenciosos de una vez por todas? ¿Qué fue lo que le impidió profesar su amor a los cuatro vientos mientras abusaba de él como una leona en celo?
Desgraciadamente algo le dijo que aún no era el momento, fue malditamente frustrante.
Percibió que Naruto los guiaba en la dirección de la cama; no opuso resistencia, ambos se acostaron, envolviendo las sábanas y acurrucadose entre ellos. Era reconfortante tenerlo de vuelta, estaba harta de los malditos peluches, su almohada rubia era mucho mejor.
Sus piernas se entrelazaron, sus cuerpos encajaron como uno solo. Ambos se miraron a los ojos, la luz de la luna se filtró por la ventana.
Los corazones latieron jocosamente, dos almas rebosantes de felicidad, dos espíritus siendo consumidos por las llamas, piel chocando contra piel en un espectáculo de chispas; fue hermoso arder juntos.
No era fuego, solo amor.
"Buena noches" Anko recordó la primera vez que durmieron así, fue cuando lo rescató de las pesadillas, cuando ahuyentó los demonios que querían comerlo. Aquella vez prometió estar a su lado siempre y hasta la fecha su promesa seguía vigente; se aseguraría de cumplirla, nunca lo dejaría ir de nuevo.
"Buenas noches" Naruto no entendía cómo tuvo la estúpida idea de marcharse en primer lugar, no podía vivir sin su luz, la necesitaba tanto como el aire que respiraba. Su reina, su vida, su salvadora, su primer y único amor, la primera y última; jamás volvería a irse.
Los párpados del rubio se cerraron, la pelimorada lo siguió poco después. El sueño se encargó de reclamarlos, llevándolos a un mundo de inconciencia; un camino que los guiaría al mañana, un mañana en donde ambos estarían allí, esperando a que el otro despertara.
Ni en siete vidas podría enamorarme de alguien que no fueras tú, mi alma te buscaría entre miles de personas, entre millones de sonrisas siempre escogería la tuya; la llama de mi amor nunca se extinguirá, ni en esta vida ni en la otra.
Incluso cuando muera y viva de nuevo, eres tú el lugar en donde quiero nacer.
