6.-Compatible


En el jardín de las sombras

"In the garden of shadows"

De Alexandra_Emerson

Alfa-Bet-eado


Pasó una semana sin más asesinatos. El domingo, Draco casi se desmaya cuando entró a la cocina y vio a Lyra cortando un nuevo conjunto de vestidos para sus muñecas de papel.

Se quedó congelado en la puerta, paralizado por el brillo de las hojas y de las tijeras, dirigidas por sus delicadas manitas. Casi podía sentirlas cortando su propia piel, como lo habían hecho con Rowle, dejándolo en pequeños trozos de carne en medio de su celda; al menos, así es como Draco imaginó la escena.

Sacó esos pensamientos de su mente y caminó hacia la cocina. Después de sentarse junto a Lyra, Draco empujó hacia abajo la mano que sostenía las tijeras.

Ella lo miró con los ojos muy abiertos.

—Puedo cortar; estas son las tijeras mágicas. Tú me dijiste. ¡Tú me diste los vestidos!

Draco se mordió el labio mientras su estómago daba un vuelco al verla agitando las tijeras en el aire.

—Lo sé, petite lyre, recuerdo haber encantado las hojas para que no te lastimaran. —Una cortesía que Rowle no había recibido. Él tragó y le quitó las tijeras—. Puedes jugar con estas más tarde. Primero, ayúdame a encontrar a tu madre.

Lyra miró el lugar habitual de Hermione en el mostrador y frunció el ceño, claramente esperando que ella estuviera allí. Su boca se abrió, pero antes de que pudiera decir algo, Hermione entró con un puñado de flores.

—¿Guisantes dulces? —preguntó Lyra.

—Sí. Buen ojo —sonrió Hermione. Draco estaba examinando su apariencia, como siempre lo hacía estos días, buscando los signos habituales de enfermedad: palidez en sus mejillas, bolsas azules bajo sus ojos, una postura incómoda. Pero ella se veía bien. No estaba en su mejor momento porque estaba demasiado delgada y su sonrisa no iluminaba todo su rostro como solía hacerlo, pero supuso que era de esperarse. Su oficina había explotado con las investigaciones recientes, y la mitad del equipo estaba siendo trasladado a la división de delitos dejando al resto, como Hermione, retomar su trabajo.

—Buenos días —saludó cuando los ojos de Draco volvieron a su rostro.

—¿Te sientes bien?

—Estoy bien. —Dejó las flores en un jarrón y se volvió hacia la hielera—. Voy a hacer huevos —anunció por encima del hombro.

—¡No me gustan los huevos! —gritó Lyra, con un tono trágico digno del teatro.

—Les cambiaré los colores —ofreció Hermione mientras sacaba cosas de la hielera y las colocaba en el mostrador.

—¡Rosa! ¡Quiero huevos rosados!

Draco asintió mientras sus labios se curvaban.

—Podemos hacerlo.

Una vez resuelto el asunto del desayuno, Lyra regresó a la mesa, lista para retomar su tarea de cortar.

—¿Por qué no juegas conmigo mientras tu madre prepara el desayuno? —preguntó Draco, moviendo con cuidado los papeles y las tijeras a un lado de la mesa.

—¡Genial! —Lyra se levantó de un salto y corrió hacia la sala de estar, lanzándose ya a una explicación de un complicado juego sobre dragones, hadas y trolls que quería jugar con él.

—¿De dónde sacó esto? —Draco le siseó a Hermione una vez que Lyra estuvo fuera de la habitación.

—¡No sé! —susurró ella en respuesta—. Los encerré con un hechizo, pero ella estaba jugando con ellos cuando desperté. —Se acercó y tomó el montón de la mesa—. Lo lamento. Los esconderé mejor esta vez.

Draco asintió brevemente y luego se tomó un momento para recuperar la compostura antes de ir a ver a Lyra.

Inhala... Uno, dos, tres... Cuatro... Exhala... Uno, dos, tres... Cuatro.

Hubo una mano en su espalda, luego una presión de labios contra su mejilla.

—¿Estás bien?

Draco se obligó a asentir.

—Estoy bien. Probablemente debería irme antes de que me haga hacer de troll.

El juego de Lyra era agotador. Después de un largo rato persiguiéndola por la habitación como si fuera un troll que le hiciera cosquillas, se declaró Rey del reino y se sentó en su «trono» (el sofá) observando a sus súbditos pasar sus días. Esto le dio unos dos minutos de respiro antes de que Lyra se subiera a su regazo.

—¡Soy la princesa! —exclamó mientras cruzaba los brazos detrás de su cuello—. ¡Y quiero que el rey me lea un cuento!

—El rey está cansado, ma lyre. ¿Por qué la princesita no le canta?

—¡Sí!

Draco ni siquiera había estado despierto una hora y ya estaba exhausto. Ser acusado falsamente de un delito era extrañamente agotador. Pensó que le consolaría saber que no era él. Que había alguien más ahí fuera que eventualmente sería atrapado.

La verdad de su inocencia no parecía algo plasmado en blanco y negro. Algo que cualquier persona encontraría y consideraría como un hecho innegable. Era como una de las historias de Lyra, muy real para ella, pero incomprensible para cualquiera que viviera fuera del mundo imaginario que ella había creado. ¿Fue lo mismo para Draco? ¿Había creado un mundo en el que no era culpable, se había convencido de que era real y había ocultado la verdad?

Estaba siendo ridículo. Ésta era la desventaja de tener una mente creativa. A veces tendía a huir de él.

Draco se concentró en el encantador sonido de la voz de Lyra. Sobre su sólido peso en su regazo, el calor de sus brazos alrededor de su cuello. Era encantadora cuando cantaba; la forma en que se iluminaba, los ojos brillantes, la piel suave casi resplandeciente.

Por supuesto su elemento principal era el fuego. ¿Cómo se le había escapado eso? ¿De qué otra manera parecería irradiar desde dentro? Ella era como una llama con energía infinita. Merlín, deseaba que ella pudiera pasarle algo.

Cerró los ojos e imaginó esa energía, fingiendo que flotaba a su alrededor, como un aura amarilla. Luego se imaginó tomando un poco, sólo un poco, para ayudarle a despertarse un poco. Después de todo, tenía un suministro interminable.

Sabía que era sólo un ejercicio estúpido, probablemente nacido de pasar demasiadas horas jugando juegos imaginarios con Lyra, pero cuando Hermione anunció que el desayuno estaba listo, la mayor parte de la fatiga de antes había desaparecido.

—Tú eres la cura para mi cansancio, ma petite lyre —le dijo Draco mientras caminaban hacia la cocina.

—Está bien —dijo, con la mente en otra parte.


El martes siguiente, Draco estaba agotado.

Su túnica de Inefable estaba arrugada, un hecho que acababa de notar. Mientras alisaba las arrugas, vio que una gran franja de tela negra estaba cubierta de pelo de gato gris. Se desplomó en su silla y renunció a arreglar su apariencia antes de detectar una tercera infracción.

Draco apoyó los codos en el escritorio y presionó los dedos, observando cómo sus yemas se ponían aún más pálidas. Había agotado los recursos del Departamento de Misterios en magia de diagnóstico y todavía no podía encontrar lo que había estado aquejando a Hermione durante los últimos meses.

Y ahora la misteriosa aflicción se había extendido a Lyra. Su pequeña niña, radiante y con una energía desbordante, había pasado el día anterior apática y confinada en su cama. Al menos hoy se había sentido lo suficientemente bien como para regresar a la escuela esta mañana, pero todavía estaba deprimida; una sombra de sí misma.

Hermione dijo que Draco estaba exagerando. Que estaba cansada del trabajo y Lyra estaba luchando contra un pequeño resfriado. Tal vez fue toda la investigación reciente sobre la Ley del Caos de Oswald y el determinismo, pero Draco no podía aceptar el hecho de que casualmente habían caído con una fatiga que lo consumía todo sin causa aparente, al mismo tiempo.

¿Por qué no podría haber una causa? Si hubiera una causa, podría abordarla. Encontrar la poción que lo contrarrestara o, si no existiera, desenredar la magia e inventar él mismo la maldita cura.

Bajó la cabeza para que descansara sobre sus dedos y dejó escapar un suspiro entrecortado. Había recorrido este camino cientos de veces. El camino hasta cada punto de preocupación en su mente estaba tan desgastado que podía encontrar el camino incluso cuando no estaba prestando atención.

Mientras visitaba esos parches de preocupación, los levantó, eliminándolos como solía hacer con sus pensamientos oscuros. Pero no había lugar para ponerlos. El jardín de las sombras estaba cerrado para él, sellado detrás de un muro impenetrable de magia oscura. Así que amontonó las preocupaciones en los bordes de su conciencia. Aunque mientras trabajaba, podía sentir las plantas arrastrándose hacia el centro. Consideró brevemente dividir su mente nuevamente, pero dudaba en tomar una acción tan drástica por segunda vez.

Su preocupación por su esposa y su hija era una parte sustancial de su amor por ellas. Si lo encerraba bajo llave, no quería saber cómo sería el mago resultante. Además, la magia que había usado para encerrar su oscuridad no funcionaría con pensamientos de amor. Al menos no para él.

Draco estaba caminando por su mente, buscando áreas restantes de angustia, cuando encontró un parche de flores escondido en un rincón oscuro.

Un recuerdo pasó por su mente: estaba caminando por los jardines fuera de la cabaña con Lyra y topándose con un grupo de lirios de color rosa brillante, ocultos a la vista por un gran arbusto. Escuchó el grito de alegría de Lyra, y recordó que los había plantado para ella el otoño pasado y se había olvidado por completo de que estaban allí.

En ese momento, muchos caminos en su mente se iluminaron a la vez.

Recordó la sensación que había tenido los últimos días de que la respuesta estaba en su mente, pero escondida; que la clave para ayudar a Hermione y Lyra era resolver los asesinatos; cosa que ya había resuelto, pero si tan solo pudiera recordarlo...

Lo siguiente que le vino a la cabeza fue el recuerdo de Lyra agitándose el fin de semana pasado y casi prendiendo fuego al estante. Recordó haber congelado su magia en el aire, usando un hechizo del trabajo que revelaba los componentes de la magia en cuestión. Había estudiado los resultados y visto la abundancia de fuego en su fundición, luego se preguntó por su poder.

Luego echó un vistazo a los otros componentes: aire, agua, tierra y esa parte superflua, la parte inherentemente personal que estaba acostumbrado a descartar en su línea de trabajo, ya que era diferente para cada persona y no proporcionaba información utilizable.

—Eso es todo.

Draco se sobresaltó por la sorpresa ante la voz y se puso de pie. Le tomó un momento comprender que estaba de regreso en el presente y que la voz le pertenecía. Caminó por la habitación y se frotó las sienes mientras pensaba.

La magia de cada uno era diferente, eso era bien sabido. Pero nadie había creado nunca una manera de caracterizar lo que lo hacía distinto, ni una manera de hacer coincidir esa caracterización con el lanzador. El hechizo que los Inefables usaban para dividir la magia en sus componentes era complicado de realizar y requería un intrincado conjunto de fórmulas de Aritmancia para comprenderlo, razón por la cual se usaba con fines de investigación, y poco más.

Además, no había ninguna demanda para tal hechizo. Los Aurores ya podían comprobar los hechizos con una varita, lo que normalmente era suficiente para atrapar a un sospechoso. Pero ya habían revisado todas las varitas de los Inefables, además de cualquier persona en el Ministerio que creían que tenía la habilidad de lanzar los hechizos de Draco. Esa búsqueda no había arrojado nada. Entonces, o el asesino no era parte de la población que habían controlado, o estaban usando otra varita.

Algo le dijo a Draco que era lo último. Que si podía encontrar una manera de hacer coincidir un hechizo con el mago que lo había lanzado, podrían resolver este caso. Salió de su oficina y caminó hasta el final del pasillo, la certeza de su suposición se hacía más fuerte con cada paso.

—Forestier.

Forestier solía ser un hombre delgado y elegante, con una barba bien recortada, cabello oscuro cuidadosamente despeinado y trajes impecablemente confeccionados. Muy francés. Pero el hombre que estaba frente a Draco era una versión desaliñada de sí mismo. Draco pensó en su propia túnica arrugada cubierta de pelo de gato. Era difícil estar en lo más alto de la lista de sospechosos de dos asesinatos espantosos.

—¿Qué quiegues, Malfoy? —preguntó Forestier con su fuerte acento, sus penetrantes ojos azules mirando a Draco con desaprobación.

—Lánzame un hechizo.

—No —dijo toscamente, aunque Draco vio su varita caer de la funda de su brazo a su mano. Draco levantó su propia varita para estar listo para el hechizo de Forestier, si llegaba.

El hombre continuó mirando a Draco con el ceño fruncido. Como Draco no se fue, escupió.

—¿Poq qué debeguía ayudagte? Mira dónde me llevó mi asistencia anteguiog.

Draco sabía que todos en el departamento pensaban que él era el asesino, y que la única razón por la que no estaba en la cárcel era porque estaba casado con la Chica Dorada. Esta última acusación, admitió a regañadientes, probablemente era correcta.

—Por favor —le dijo al francés, y la palabra se enganchó ligeramente al salir. Draco se aclaró la garganta antes de agregar—. Estoy tratando de ayudar a resolver esto. —No mencionó su necesidad de ayudar a Hermione y Lyra, ya que no estaba seguro de poder explicar esa parte él mismo. Sólo sabía que, si atrapaban al asesino, mejorarían, aunque no podía decir el por qué.

Forestier se quedó impasible. Justo cuando Draco decidió renunciar a él y buscar otro ayudante, vio la varita de Forestier moverse. El hechizo de Draco se encontró con un rayo de luz en el aire, congelando la magia del otro hombre en su lugar.

Sus ojos se abrieron sutilmente, probablemente por la velocidad con la que Draco lo había contrarrestado. Al reconocer el hechizo que Draco había lanzado, resopló.

—¿Qué es eso? ¿Me daguías un segmón sobgue teoguía de hechizos? Estaba lanzando el hechizo antes de que llegagas a Hogwagts.

Draco contuvo su respuesta acerca de que Forestier estaba simplemente amargado por haberlo superado y se concentró en las fórmulas que flotaban en el aire. Inmediatamente quedó claro qué hechizo había lanzado Forestier. Mitad aire, mitad tierra y poco más. Un hechizo desarmante.

Draco usó su varita para empujar las salidas elementales a un lado y concentrarse en el componente de su propia magia que Forestier había contribuido al hechizo. Resaltó esas fórmulas para que brillaran en amarillo.

—¿Qué es eso? Nadie pguesta atención a esa pagte de la magia. Es inútil. Necesitas desenguedagla del hechizo, a su vez, además del lanzante, no sigve de mucho.

—Lo sé. Pero... ¿Y si le prestáramos atención?

—¿Para qué? Por... Merde. Para la investigación. Quiegues usar esto paga identificag al asesino.

Draco asintió.

—Cualquiera puede tomar otra varita, pero cambiando esta parte... —señaló las fórmulas brillantes.

—¡Imposible! —Forestier remató por él.

—Exactamente. Ahora, ¿me ayudarás a hacer un hechizo para esto? ¿Algo que los Aurores podrían usar? Me llevará demasiado tiempo hacerlo solo.

Forestier estaba en silencio, frotándose la barba mientras miraba el resultado del hechizo de Draco, las fórmulas amarillas se reflejaban en sus iris.

—¿Pog qué estás haciendo esto? ¿Y pog qué vienes a mí?

—Porque sé que yo no lo hice y sé que tú tampoco; revisé el registro y regresaste en el tiempo durante el primer asesinato. Quiero atrapar al bastardo que está usando mis hechizos y puedo hacerlo más rápido con tu ayuda.

Pego el DALM no cgueyó convincente el encantamiento...

—No saben cómo funcionan las cosas aquí abajo. ¿Me ayudarás?

La mirada de Forestier volvió a Draco, sus ojos eran agudos y evaluativos.

—Es peliggoso; podguía seg el asesino. Altegar el guegistgo; aguinag el esfuerzo. O, todo lo contrario, una manera de parecer inocente mientras ideas una forma de ocultar tu propia firma.

—Sí. Todas esas son posibilidades, pero estoy dispuesto a correr el riesgo. —Draco extendió su mano—. ¿Y tú?

Forestier miró la mano de Draco durante mucho tiempo antes de finalmente tomarla.

—Hagámoslo.


Harry llamó a la puerta abierta de la oficina de Hermione, pero ella no se movió. Él se aclaró la garganta y ella seguía absorta en el pergamino que estaba marcando.

—Hermione.

—Hola, Harry —dijo distraídamente, manteniendo los ojos en su trabajo.

Entró y se sentó en la silla frente a su escritorio mientras esperaba que ella terminara. Parecía apagada: más delgada, con la tez ceniza y profundas bolsas bajo los ojos. Probablemente se veían igual; todos en el departamento estaban destrozados por estos asesinatos.

Hermione parecía estar sufriendo más que nadie, lo cual era desconcertante, porque ni siquiera estaba trabajando en los casos. Pero ella estaba asumiendo gran parte del trabajo de sus compañeros de equipo que habían sido asignados para ayudar a los Aurores. Y tal vez el hecho de que el asesino pareciera estar usando los hechizos de Draco estaba aumentando su estrés.

—Oye —dijo, finalmente mirándolo. Ella puso una sonrisa en su rostro, pero era débil.

—¿Estás bien? —preguntó Harry, acercándose instintivamente a ella.

—Estoy bien. —Ella agitó la mano con desdén—. ¿Necesitas algo? Porque necesito terminar esto antes del almuerzo.

—Sí. Eh... Esperaba que pudieras ayudar con esto. —Pasó un trozo de pergamino por encima del escritorio—. Necesito los permisos adecuados para solicitar los registros Flu del Ministerio para esas fechas, pero no tengo idea de por dónde empezar.

Ella miró el pergamino y luego volvió a mirarlo a él.

—¿Crees que el asesino usó la red Flu? Eso parece muy improbable.

—Lo sé, pero no tenemos otras pistas. Así que Robards pensó que no estaría de más comprobarlo. Sabemos que no habrían utilizado la red Flu directamente hasta Las Tres Escobas, pero ¿quizás en algún lugar cercano?

—¿Y Azkaban? ¿Usaron la red Flu allí?

—Lo sé —suspiró—. Es una posibilidad remota.

—Sí. —Tomó el pergamino y lo guardó en una carpeta cercana—. Quién sabe, tal vez detectes algo sospechoso. Conseguiré los permisos para ti antes de irme hoy.

—No tienes que ser tú. Puedes indicarme a alguien más, o darme un ejemplo que pueda copiar, o...

—Está bien —lo interrumpió ella—. Puedo hacerlo mucho más rápido que nadie. Si quieres ayudar, dame algo de tiempo a solas para trabajar en esto. —Bostezó y estiró los brazos sobre su cabeza, mostrando su figura más delgada de lo habitual.

—Hermione, dime honestamente, ¿estás bien? Lo digo de la mejor manera posible, pero te ves terrible.

Ella soltó una carcajada. La debilidad hizo que él se acercara aún más a ella, como si una parte de él quisiera estar lo suficientemente cerca para atraparla, en caso de que se cayera de la silla.

—Estoy bien. El trabajo ha sido una locura y estoy cansada. Draco está estresado, por razones obvias, y Lyra está pasando por una fase de mal humor, por lo que todo se ve afectado a la vez. Muy pronto todo volverá a la normalidad. Aprecio tu preocupación, pero te prometo que no la necesito. De todos modos, sé que tienes que lidiar con tu propio estrés.

—Está bien, bueno, si piensas en algo que pueda hacer para ayudar, cualquier cosa, házmelo saber.

—Gracias, Harry.

Cogió su pluma y volvió a su pergamino. Harry se levantó y salió de la oficina, cerrando la puerta para que no la molestaran. Estaba pensando en ella mientras caminaba de regreso al otro lado del piso, razón por la cual casi se topa con Bethany, una de las asistentes del Departamento de Aurores.

—Lo siento —dijo, colocando sus manos sobre sus brazos para mantenerla erguida. Ella se sonrojó y Harry tuvo que resistir el impulso de poner los ojos en blanco.

—Lo estaba buscando, señor Potter —dijo Bethany rápidamente.

—Puedes decirme Harry, Bethany. Tú no...

—¡Ha habido otro! —Ella le entregó una nota.

—¿Qué?

—Otro asesinato —añadió en un susurro—. Acaba de llegar una llamada y todo el mundo parece estar fuera. No pude encontrar...

—Está bien. Lo tengo. —Miró la nota y vio que la llamada que ella había atendido era de uno de sus contactos con la policía muggle. Mierda, eso añadiría toda una capa de burocracia al caso. Regresó a su oficina, Bethany corrió detrás para seguirle el ritmo—. ¿Dijiste que soy el primero al que le cuentas sobre esto? —preguntó por encima del hombro.

—¡Sí, señor!

—Eso es bueno. Si encuentras a Woden, díselo, o a Robards. Pero nadie más necesita saberlo ahora, ¿vale? Manejar a la policía muggle puede ser... delicado.

Sus ojos oscuros se abrieron con asombro.

—Por supuesto, señor. No puedo ni empezar a imaginar lo difícil que sería tratar con muggles en medio de una... —bajó la voz y siseó—. Una investigación de asesinato.

Harry asintió, leyendo la nota nuevamente y apenas escuchando.

—Sí, entonces, debería salir.

Entró en su oficina y cerró la puerta antes de que Bethany pudiera decir algo más, dejando escapar un largo suspiro una vez que estuvo solo.

Esto es todo, pensó, pasando el pulgar por la nota. Probablemente era malo alegrarse por otro asesinato, pero con el nuevo hechizo que Draco y su compañero de trabajo le habían dado al equipo, podrían finalmente obtener algunos detalles sobre su asesino. Una firma mágica, como la habían llamado los Inefables.

Harry practicó el hechizo unas cuantas veces, luego rápidamente transfiguró su ropa y se fue hacia la dirección que figuraba en el papel.


Aproximadamente una hora después, Robards llegó a la escena del asesinato con un leve ¡pop! Harry estaba agachado al lado del cuerpo de un hombre muggle de aproximadamente su edad, de acuerdo con los hechizos de diagnóstico. Era imposible saber la edad con solo mirarlo, ya que el cuerpo estaba extrañamente distorsionado, inquietantemente pálido e hinchado, como nada que Harry hubiera visto antes.

La mayoría de las víctimas de asesinato que había encontrado durante su época como Auror habían sido asesinadas limpiamente con la Maldición Asesina. O, si el asesino se sentía cruel, un encantamiento cortante o una maldición Cruciatus demasiado poderosa. Esta persona, quienquiera que fuera, parecía disfrutar de lo espantoso del acto. O tal vez intentaban sorprender a todos. Si ese fuera el caso, estaba funcionando.

—¿Cómo fue asesinado? —preguntó Robards mientras cruzaba la habitación.

—No tengo ni idea —contestó Harry, manteniendo su mirada en el cuerpo hinchado del hombre en el suelo.

—Parece como si se hubiera ahogado —divagó Robards, arrodillándose al lado de Harry.

—Excepto que no está mojado —respondió Harry—. Y no hay agua.

—Hay un poco allí... —Robards señaló un punto húmedo detrás de la cabeza del hombre.

—Sí, eso se le escapó de los ojos y la nariz, pero se detuvo hace un rato.

—¿Él estaba llorando? —Robards frunció el ceño—. Los cadáveres no lloran.

—Este no es un cadáver normal —dijo Harry, todavía mirando al hombre. Había una pista ahí, estaba seguro. Sólo necesitaba encontrarla.

Robards se puso de pie y empezó a pasear por la habitación.

—Está bien, Potter. Dime, ¿qué más has aprendido?

—No mucho —suspiró Harry, inclinándose hacia atrás sobre sus talones mientras presionaba sus dedos en sus sienes—. Los muggles están tan perplejos como yo sobre la causa de la muerte. Por eso nos llamaron. Su inspector principal se dio cuenta de que las circunstancias eran extrañas y sospechaba que había magia involucrada.

—¿Hubo magia involucrada? —Robards se detuvo y casi pareció olfatear en el aire.

—Sí —contestó Harry rápidamente—. Lo sentí tan pronto como entré.

—Acaso tú...

—¿Extraer una firma mágica? Sí, señor. —Harry sacó un frasco lleno de hebras azules y brillantes de su túnica.

—Excelente; podrás compararlo con las muestras que hemos recolectado cuando regreses.

—Sí, ese era el plan, señor. —Harry volvió a concentrarse en el cuerpo.

—Bueno, ¿qué más has aprendido?

—El inspector me dijo que ya revisaron su registro y él no está.

Robards dejó de caminar.

—¡¿Sin conexión?!

—No.

—¿Ni siquiera un primo lejano?

Harry negó con la cabeza.

—Sin parientes mágicos, sin enfrentamientos con las autoridades, mágicas o muggles, y él no está en su base de datos de Obliviados. Puedo comprobar el nuestro cuando volvamos, pero creo que es sólo un muggle cualquiera.

—¿Por qué matar a un muggle al azar?

Harry se encogió de hombros.

—¿Por qué matar a una amada camarera? ¿O un prisionero al borde de la locura?

Robards tarareó con brusquedad y reanudó su paseo.

—Los crímenes podrían no estar relacionados.

—Podría ser... —Estuvo de acuerdo Harry—. Pero todo se siente igual, aunque no puedo explicar por qué.

—Yo sé lo que quieres decir. —Robards miró fijamente el cuerpo mientras hablaba—. Tres víctimas aparentemente aleatorias, lo único que las une es el hecho de que fueron asesinadas por hechizos avanzados creados por un Inefable que solía ser un Mortífago. Sí... Deben estar relacionados —su voz se apagó por un momento, luego sus ojos se centraron en Harry—. Lo que nos lleva de nuevo a la pregunta de cómo murió y qué hechizo se utilizó. ¿Qué has probado?

—Todo —suspiró Harry—. Lo típico: diagnóstico general y control de venenos, que tuvo un resultado extraño. Ten, mira esto.

Harry agitó su varita y lanzó el hechizo que le habían enseñado para comprobar la presencia de veneno en la sangre de una víctima. Una larga línea plateada se desplegó desde la punta de su varita, luego flotó sobre el cuerpo mientras se curvaba en una forma esférica.

—Está vacío —frunció el ceño Robards.

—Lo sé.

—Eso significa que no hay sangre.

—¿Qué? —Harry miró el cuerpo. Parecía terriblemente pálido. Pero nada como la víctima de un vampiro, que era la única otra vez que había visto un cuerpo sin sangre—. Revisé si había mordeduras —proporcionó Harry—. Yo no...

—No, un vampiro no hizo esto —dijo Robards—. Está todo mal. —Estaba inclinado hacia adelante con su varita encendida, inspeccionando el cuerpo. Se detuvo cuando llegó a un corte en el antebrazo del hombre.

—Vi eso —dijo Harry—. Parece que fue hecho recientemente, quizá por el asesino, pero no tengo idea de por qué. —Esto fue increíblemente frustrante. Había estado sentado aquí estudiando el cuerpo durante casi una hora y sentía que sabía menos que cuando llegó.

Robards hundió los dedos en el corte y lo abrió de par en par, recordándole a Harry un grueso trozo de pollo crudo, aunque nada apetecible, de color gris. Tragó con dificultad y apretó los dientes mientras su estómago se revolvía.

—Accio sangre.

No pasó nada.

—No esperaba que eso hiciera nada —le dijo a Harry por encima del hombro. Harry solo asintió, manteniendo su mandíbula apretada mientras esperaba que terminara la inspección de la herida.

—Accio agua pronunció Robards a continuación. Un chorro de agua que salió disparado de la herida se dirigió directamente a la cabeza de Robards.

—¡Protego! —gritó Harry, actuando por instinto. El agua chocó con su escudo justo a tiempo y salpicó el cuerpo.

—Gracias —dijo Robards, soltando el cuerpo y golpeándose las manos con algunos hechizos de limpieza mientras se levantaba—. Interesante.

Harry se levantó para unirse a él.

—¿Qué es interesante, señor? ¿El agua? ¿No están todos los cuerpos llenos de agua? —Recordaba a medias que uno de los niños le dijo que los humanos estaban formados por un 70% de agua. ¿O era esa la tierra?

—Así no, no inundando las venas. Creo que su sangre se transformó en agua. Por eso parece que se ahogó.

—¿Ahogado desde adentro, señor?

—Es difícil decir exactamente cómo murió. Estoy seguro de que una vez que su sangre se convirtió en agua, su cuerpo falló de cien maneras diferentes a la vez. De todos modos, no estoy seguro de que importe —terminó con gravedad.

Harry miró fijamente el rostro del hombre mientras le daba la información: las mejillas estaban hinchadas, los labios cenicientos y los ojos en blanco que todavía permanecían húmedos por haber estado goteando antes. ¿Quién era este hombre? ¿Cómo lo había encontrado el asesino? ¿Y por qué matarlo de una forma tan grotesca? ¿Por qué matarlo?

Harry se aclaró la garganta cuando notó que Robards lo miraba.

—¿Conclusiones, Potter?

Harry se encogió de hombros.

—No muchos, señor. Estoy perplejo. Además, no sé cómo el mago que hizo esto modificó algo que no podía ver.

—Me preguntaba lo mismo —asintió Robards—. Quizá de eso se trataba el corte. ¿Para que pudiera ver la sangre?

—Entonces, ¿no sería capaz de cambiar la sangre que se muestra a través de la herida?

—Esta no sería la primera vez que vemos nueva magia en este caso. Parece ser lo único que une a las víctimas. Me interesaría saber si el señor Malfoy ha inventado algún tipo de hechizo de transformación avanzado que podría manejar esto.

Harry mantuvo su rostro impasible mientras por dentro, sus entrañas se revolvieron.

—Sí —se obligó a decir—. Nos aseguraremos de que lo interroguen nuevamente. Y volveré y comprobaré esta firma mágica con las muestras que recolectamos la semana pasada.

Robards se pasó una mano por la barba y volvió a mirar el cuerpo.

—Sí, regresa. Me quedaré aquí y me ocuparé de la policía.

—Sí, señor —dijo Harry, ya retrocediendo. Estaba ansioso por poner la mayor distancia posible entre él y la extraña escena del crimen.

Una vez de regreso al Ministerio, se dirigió directamente al pequeño laboratorio al final de las Oficinas de los Aurores. Acababa de empezar a comparar la firma de la escena del crimen con la primera muestra: Yves Forestier, cuando la voz de Woden sonó detrás de él.

—Potter, acabo de escuchar la noticia. ¿Fuiste el primero en llegar a la escena?

Harry dejó el frasco que contenía la firma mágica de Forestier y se dio la vuelta. Informó a Woden sobre lo que había encontrado. Los policías confundidos, el cuerpo extraño y la suposición de Robards sobre cómo habían asesinado al muggle desconocido.

—Me pregunto si Malfoy conoce un hechizo de transformación como ese —fue su respuesta cuando Harry dejó de hablar.

La mandíbula de Harry se apretó mientras asentía.

—Robards nos pidió que lo interroguemos. Iba a hacer eso cuando terminara aquí.

—Me haré cargo de ello. Y probablemente debería ver qué tipo de ayuda necesita Robards en la escena. Envía un Patronus una vez que encuentres una coincidencia aquí, ¿de acuerdo?

—Sí, jefa —respondió. Pero ella se fue antes de que las palabras salieran de su boca.

Harry se concentró nuevamente en su tarea, lanzando el hechizo que Forestier y Draco les habían enseñado a los Aurores que comparaba dos firmas mágicas. Al principio, el equipo desconfiaba del método, especialmente porque fue inventado por dos magos de la lista de sospechosos.

Pero Robards había pedido a Alemania un experto que estudiaba en el departamento de Fortgeschrittene Magie de su Ministerio. El hombre no había encontrado ningún defecto en el hechizo. De hecho, quedó impresionado y le preguntó si podía compartirlo con los equipos policiales alemanes.

Después de que Harry lanzó el hechizo al vial con el nombre de Forestier, el vaso brilló en rojo durante varios segundos. Sin coincidencia.

Harry pasó a la muestra de Westmoore, el Jefe Inefable. De nuevo, no hubo coincidencia.

El hechizo no tardó mucho en lanzarse, pero había muchos viales que revisar. Habían tomado muestras de todos los Inefables, de todos los empleados del Ministerio con acceso al Departamento de Misterios y de cualquier bruja o mago que hubiera cometido un delito de clase «C» o superior en los últimos cinco años.

Con cada nueva prueba, el trabajo se volvió más y más aburrido, y la esperanza que Harry había sentido cuando tomó la muestra por primera vez se desvaneció hasta casi desaparecer. Cuando llegó al final de la hilera de cristales, ya había desaparecido por completo.

—Supongo que eso es todo —murmuró en voz baja.

Suspiró y se giró para mirar todas las muestras que había analizado cuando vio la que había dejado a un lado al principio. Harry llevó la firma mágica de la escena del crimen al frente de la larga mesa y comenzó a revisar el último frasco.

Mientras manipulaba su varita, aferrándose a su muñeca dolorida, se preguntó si el movimiento brusco al final de la varita era necesario, o si Draco simplemente lo había agregado para molestarlos. Luego se preguntó hacia dónde irían a continuación con su investigación. Se suponía que éste sería su gran avance, pero no les había aportado nada.

¿Era posible que no hubiera sido diseñado para funcionar? Pero, ¿por qué molestarse en hacerlo en primer lugar? No es como si a Draco y Forestier se les hubiera ordenado hacer el hechizo. Lo presentarían. Y el experto de Robards de Alemania dijo que lo había comprobado. Quizás Forestier había...

El cristal brilló de color verde.

Harry se puso rígido y su boca se secó.

—Tienes una coincidencia. —Harry saltó, luego se giró y vio a Woden parada en la puerta—. ¿Quién es? —preguntó mientras entraba al laboratorio.

Harry no pudo decir el nombre. Cuando Woden se detuvo a su lado, todavía era incapaz de hablar y las palabras se le atascaron en algún lugar de la garganta.

Extendió la mano y giró el vial para poder ver la etiqueta, luego asintió solemnemente, como si lo hubiera sabido desde el principio.

—Supongo que esa visita que planeaba hacerle esta noche será un arresto.

—¿Por qué haría el hechizo? —Harry preguntó con un suspiro—. Tiene que haber...

—El exceso de confianza es siempre la perdición de estos magos —respondió ella con calma—. Tal vez pensó que podría ocultar su firma, sacarnos del camino, tal vez incluso incriminar a uno de sus colegas. Entonces algo no salió según lo planeado.

—Pero...

—Es él, Potter. Si no estuvieras personalmente involucrado, verías qué tan bien encajan las piezas.

Harry sacudió la cabeza, luchando por darle sentido a todo. Ella tenía razón. Las pistas apuntaban a Draco. Los hechizos eran suyos, sus coartadas eran débiles y ahora su firma mágica había sido encontrada en la escena del crimen.

Pero otras piezas... Como hacía unas semanas, cuando pasó una tarde entera volando con James, corrigiendo pacientemente su vuelo. O el domingo pasado, cuando Harry lo encontró acostado en un fuerte de almohadas con Albus y Lyra, escuchando atentamente sus confusas historias y prestando su voz a algunos de sus personajes.

¿Cómo encajaron esas piezas?

—Potter.

Harry arrastró sus ojos hacia Woden. Ella se colocó un mechón de cabello detrás de la oreja mientras sus ojos azul hielo lo taladraban.

—Estás fuera del caso.

Harry simplemente asintió y se volvió hacia el frasco con la etiqueta «Draco Malfoy», que todavía brillaba en un tenue tono verde. Otro recuerdo le vino a la mente, uno hacía años, en el exterior de la cabaña de Hermione y Draco. Fue a visitarlos y los encontró en un banco del jardín.

Hermione estaba acostada con los ojos cerrados y la cabeza en su regazo. Sus manos estaban entrelazadas sobre su vientre ligeramente redondeado y Draco le estaba leyendo. La tranquilidad de la escena era tan irreal que Harry recordó haberse pellizcado, seguro de que estaba viendo una pintura y no a su mejor amiga y a su rival de la infancia.

Draco había estado tan enamorado de Hermione. Por eso Harry lo había perdonado por sus temeridades pasadas. Luego apareció Lyra y él estaba igual de enamorado de ella. Luego, cinco años más tarde, asesinaría brutalmente a tres personas.

Harry se aclaró la garganta y miró a Woden, que estaba garabateando en el pequeño cuaderno que usaba para comunicarse con Robards.

—Jefa, ¿puedo... puedo ir con ustedes? ¿Para el arresto?

—Potter, acabo de decir...

—Lo sé; estoy fuera del caso. Esa es la decisión correcta. Y no me interpondré en su camino. Me quedaré afuera si quieres. Solo quiero estar allí después para... ¿Para su familia?

Woden suspiró y volvió a guardar su cuaderno en su túnica. Puso una mano sobre el hombro de Harry y apretó firmemente.

—Muy bien.

—Gracias —dijo Harry, aunque una parte de él deseaba que ella hubiera dicho que no. Hermione. Ella iba a quedar devastada. Y Lyra...

Inhaló profundamente y empujó los pensamientos a un lado.

—¿Listo? —preguntó Woden, dándole otro apretón en el hombro.

Harry asintió.

—Vamos por él.


¿Crees que haya sido Draco? Parece que sí...