Capítulo 39
Aquel estaba siendo un día interminable y caluroso de más, y eso que aún era primera hora de la tarde.
La casa de los Pinkman no había tenido tanta gente dentro en muchos años, aunque no había más de 12 personas allí tras el entierro de la dueña del hogar. Habían acudido algunos vecinos del barrio y compañeros de trabajo de la difunta, los últimos allegados que había conservado tras sus años de depresión y soledad.
Sally había logrado llevar todo aquello con entereza tras haberse desahogado el día anterior, llorando hasta la extenuación. Ni siquiera había sido capaz de responder a las llamadas entrantes en su teléfono de compañeros del trabajo y Marty, habiendo tenido que atenderlos tras el entierro, dándoles las gracias por su interés.
Rust por su parte había estado al lado de la mujer, acompañándola de forma silenciosa la mayoría del tiempo, respetando su necesidad de no hablar.
Con quien sí había hablado era con Hart, quien al no ser respondido por la camarera, había optado por recurrir a él para conocer su estado antes de insistir. De la misma manera, el detective usó la oportunidad para informar de los pocos avances en la investigación; la policía había hablado con los empleados del motel de Lafayette, encontrando a alguien que había logrado ver al presunto violador.
Las buenas noticias no habían conseguido animar mucho a Sally, quien pudo recibir las novedades tras hablar finalmente con Marty. Aquel día no podía pensar en nada que no fuera su familia perdida, y en el final entre ella y su madre. Ya jamás podría ver hacer justicia por Jessica, ni intentar que la perdonara; todo quedaría en el aire, en un amargo final abierto.
La morena al menos pudo tener un respiro en el funeral en casa gracias a Rosalie, quien había asumido el mando y control de la ceremonia al verla tan callada y deprimida, arropándola en todo momento que necesitara.
Rust la observaba hablar con un hombre mayor al fondo de la estancia, a la vez que se apoyaba contra la pared de la entrada y se encendía un cigarro, pero no tuvo mucho tiempo para perderse en sus cavilaciones cuando una voz lo distrajo.
-Veo que eres de poco hablar, igual que ella.
El hombre asintió mientras exhalaba el humo, hablando a continuación, haciendo que Rosalie sonriera.
-Soy de los que piensan que, si no se tiene nada que decir, es mejor callarse.
Ambos habían sido presentados por Sally en la mañana, antes de partir al entierro. No obstante, no habían hablado más allá antes de entrar en el coche.
La anciana se apoyó en la barandilla de la escalera, hablando nuevamente.
-La habéis salvado, ¿sabes? Tú y el otro policía. La conozco desde siempre, y he notado que algo ha cambiado en ella para mejor, a pesar de las circunstancias… No me habla demasiado de su vida, pero sé que os aprecia mucho a los dos.
-Es una buena chica, y es fuerte; logrará salir adelante y acabar con todo lo que arrastra.
-Eso espero. -Susurró Rosalie, antes de cambiar de tema tras cruzar una mirada con Sally, a quien sonrió antes de dirigir su vista hacia Cohle. -También me he dado cuenta de que le gustas. Lo sabes, ¿no?
El hombre asintió nuevamente, hablando cuando terminó con la calada mientras mantenía la mirada a la mujer.
-Sí, y eso no va a ayudarla, Rosalie. Las cosas son complicadas conmigo.
-Oh, soy muy mayor ya, y me he dado cuenta de que las cosas en realidad son más simples de lo que creemos. Si también te gusta, no deberías enfrascarte en pensar, ni en tener miedo; las cosas de nuestra cabeza solo se pueden superar enfrentándolas directamente, luchando con convicción hasta que nosotros dominamos el miedo. Es mejor darse cuenta tarde que nunca para empezar a vivir. Piénsalo, hijo.
La anciana se despidió con una afable sonrisa antes de alejarse hacia una pareja de vecinos que hablaban con Sally, dejando a Rust contemplar la escena mientras terminaba aquel cigarro, pensando en sus palabras y en la morena.
Sally se llevó la mano libre a la frente, exhalando el humo del cigarro que había encendido hacía unos instantes al sentarse en el sofá del salón, a oscuras prácticamente, con la tenue iluminación que entraba desde la farola de la calle. No se percató de la presencia de Cohle hasta que habló, haciendo que diera un respingo.
-¿Va todo bien?
-Qué susto, Rust... ¿Qué haces aquí? - Ignoró su pregunta, dándole una calada al pitillo antes de pasárselo al rubio, quien se sentó a su lado.
-Lo siento, pensé que me habías oído bajar. Te escuché gritar, así que supuse que habrías tenido una pesadilla.
-Supones bien, sí... Siento haberte despertado.
-Ya sabes que no duermo mucho tampoco. ¿Estas bien? -Preguntó, a sabiendas de la respuesta, pasándole el cigarro a la mujer.
Sally se tomó con calma responder, fumando antes de hablar con aquel nudo en la garganta, abriéndose y diciendo en voz alta todo aquello que la perturbaba, sin poder mirar a Rust.
-Para nada lo estoy. No puedo dejar de pensar en las mismas cosas ni un puto segundo; ni en la culpa... Nunca tendré la oportunidad de darle algo de paz encontrando por fin a ese hijo de puta, de volver a decirle que lo siento y me arrepiento de tantas cosas... Si pudiera volver atrás y cambiarme por Jessica, por mi madre... sé que en parte yo tengo culpa de lo que ha pasado.
-No, sabes que eso no es verdad, Sally. Y si tú hubieras sido la asesinada, muy probablemente ella y Jessica habrían tenido los mismos problemas que tú y tu madre.
-No lo sé... Lo único que sé es que ya no hay oportunidad de nada, que estoy sola y acojonada por no ser capaz de salir de vivir en el pasado y en el remordimiento perpetuo. Y ya sé lo que me habéis dicho más veces, pero yo no estoy tan segura de ser tan fuerte, ni capaz de luchar con tanto ahínco el resto de mi vida.
La morena sorbió de forma discreta, limpiándose las lágrimas que habían escapado de sus ojos, escuchando la voz pausada del hombre intervenir mientras aplastaba la colilla contra el cenicero.
-Como ya lo sabes, no voy a repetirte lo mismo otra vez. Lo que sí voy a recordarte es que, a pesar de que ese sentimiento sea muy jodido de controlar, y doloroso, todo ese miedo que tienes en parte te salva y te mantiene viviendo con un propósito. Si no, estarías drogándote por ahí, o muerta. Podrás, Sally, lo sabes; igual que sabes que no estás sola, no tienes porqué; tú no.
La camarera sonrió al ver que el expolicía extendía su brazo sobre el sofá, ofreciéndole la mano. Ella entrelazó sus dedos con los de él despacio, pasando a mirarle para hablar.
-Gracias, Rust; por todo lo que estás haciendo por mí, en serio. Tenía que habértelo dicho antes, porque sin ti no habría podido ni siquiera cruzar la puerta.
-Está bien, Sally.
Tras contemplarlo de reojo unos segundos, en silencio de nuevo, la morena volvió a hablar, esta vez con duda en el tono, escudriñando el rostro de Cohle.
-¿Y tú cómo estás llevándolo? Te encontré emborrachándote, y desde entonces no has bebido ni una gota.
-Está siendo jodido, no voy a engañarte... Pero ahora me necesitas. También es por egoísmo, claro, aunque tú tienes parte de culpa en esto... Iba en serio en lo que dije, Sally, aunque se me esté dando como el culo. -Agregó mirándola fijamente, serio. -Voy a luchar para salir del puto círculo; quiero hacerlo, o intentarlo al menos.
Ella sonrió con cariño al escucharle, y tras separar sus manos, acarició su rostro para pasar a besarle con cariño y dulzura. Al volver a centrar sus ojos en los de él, habló con firmeza.
-Podrás logarlo, Rust; estoy segura de que podrás.
El rubio le dedicó un tenue amago de sonrisa, asintiendo muy levemente sin romper el silencio. Un instante después, cuando Sally le regaló otra sonrisa, la mujer apoyó su cabeza sobre el hombro del camarero, recostándose sobre él.
