Descargo de responsabilidad: ni los personajes ni el argumento original me pertenecen. Esta historia está ligeramente basada en el webtoon Positively Yours, así que si hay algo que os resulte familiar, ahí tenéis la razón.
Advertencia: no sé cuándo volveré a actualizar, sólo sé que llevaba meses intentando escribir, y es la primera vez que me siento bien y satisfecha con algo que hago.
◉○ Punto y aparte ○◉
«Akane Tendo tiene el corazón roto: el hombre que ama va a casarse con su hermana. No obstante, no es nada que una noche de fiesta y tal vez un apuesto desconocido no puedan solucionar. Pero lo que en un principio iba a ser una aventura de una noche tiene consecuencias, y el destino parece empeñado en unirla a Ranma para siempre»
V
And the moon and the stars were the gifts you gave to the dark and the endless skies
Todo marchaba bien.
Hasta que las cosas empezaron a ir mal.
El viernes por la noche, con la campaña de medios de pago en marcha y luz verde del cliente sobre el plan de acción de la próxima semana, Akane decidió que podía tomarse una copita (o taza) de vino extra mientras cenaba. Ya se había tomado dos, pero ¿de verdad hacía falta llevar la cuenta?
Las chicas se habían arreglado en su apartamento antes de dar buena cuenta de las pizzas congeladas (y dos botellas de vino barato) que habían comprado de camino a casa en una tienda de conveniencia y sólo tenían que preocuparse de lavarse los dientes y pintarse los labios antes de salir, dos acciones que no requerían tanta destreza como, por ejemplo, hacerse la delicada línea de los ojos.
Yuka había optado por unos simples vaqueros ajustados y una blusa colorida a juego con sus tacones, mientras que Sayuri se había propuesto desafiar, por un lado, las bajas temperaturas con un mono diminuto y, por otro lado, la flexibilidad de sus tobillos con unas botas altas de tacón de infarto. Akari, en cambio, se había puesto un vestido de cóctel un poquito más elegante de lo necesario, pero que casaba a la perfección con su estilo en particular, y Akane había aprovechado la ocasión para estrenarse el modelito que le habían regalado sus amigas hacía dos cumpleaños, y que nunca se había atrevido a disfrutar: un conjunto de pantalones cortos de cuero sintético y blusa de manga larga traslúcida que, con el sujetador de encaje adecuado, enseñaba y cubría al mismo tiempo lo justo y necesario, y nada más.
(…hacía dos cumpleaños, Akane todavía iba a la universidad por las mañanas y entrenaba religiosamente todas las tardes con su padre en el dojo familiar. Hacía dos cumpleaños, unos pantalones de su talla habitual no le apretaban el abdomen y las camisetas no se estiraban de forma obscena sobre sus pechos. Hacía dos cumpleaños, Akane todavía estaba enamorada hasta los huesos de un hombre que jamás podría amarla…)
Satisfecha, por una vez, con su aspecto, Akane le envió a su madre una foto del resultado final justo antes de salir, y no sólo se tomó una copa más, sino dos. Aunque empezaba a perder el hilo de sus pensamientos, aún quedaba un rato para que tuvieran que salir y para ahorrarse un poco de dinero, habían decidido coger un taxi sólo a la vuelta, por lo que irían andando al club que les había recomendado el amigo de Sayuri, que estaba a una media hora de su piso. Para entonces, se les había pasado gran parte de los efectos del alcohol…
—¡Necesitamos tequila! —exclamó Sayuri una hora después, claramente de acuerdo.
—Dios mío, no —rezongó Yuka por lo bajini.
Akane suprimió una risa, pues recordaba a la perfección la última vez que su compañera de piso había sucumbido al encanto del tequila. Recordaba incluso mejor los tres días de resaca tras aquel fatídico encuentro.
—¿Por qué no seguimos con el vino? —propuso con tranquilidad.
Por supuesto, Sayuri no quería ni planteárselo. Una cosa era tomar vino malo y barato en casa y otra muy distinta pagar por lo mismo en una discoteca. Los clubes como el Nekohanten estaban hechos para tomar cócteles más o menos sofisticados, y nada la convencerían de lo contrario.
—Pues yo me quedo con mi vino malo y barato —insistió, porque Akane conocía sus límites y las consecuencias de mezclar alcohol, y en su definición de «pasar un buen rato» no cabía «vomitar hasta la primera papilla», a decir verdad.
Tras pensárselo unos instantes mientras dejaban los bolsos en el guardarropa (un servicio tan esencial que debería incluirse en el precio de la entrada, en su opinión), Akari le dio la razón. Yuka y Sayuri se pidieron sendos daiquiris de fresa que subían los niveles de azúcar sólo con mirarlos, y Akari y Akane se dejaron convencer por la adorable camarera que las atendió de comprarse una copa de vino blanco y vino rosado respectivamente.
—Que sepas que este vino ni es malo ni es barato —no pudo resistirse a señalar tras dar los primeros sorbos. Sayuri, quien ya empezaba a contonear las caderas al ritmo de la canción que sonaba a todo volumen en el local, tampoco pudo resistirse y se rió tan alto que más de una persona se giró en su dirección, sorprendida.
En cualquier otro ser humano, una risa tan entusiasmada habría resultado falsa e incluso exagerada, pero en Sayuri, que era toda risas y pasión, era el sonido más natural del universo. Akane sacudió la cabeza, contagiada de su ilusión, y bailó primero con Sayuri, que tenía la flexibilidad de un palo y un sentido del ridículo más bien inexistente, y luego con Akari, quien conocía los bailes de salón mucho mejor que los espasmódicos movimientos más apropiados para un sitio como aquel, pero compensaba su ignorancia con su entusiasmo.
Fue tres canciones después que lo sintió: un roce sobre su cintura que quiso pensar era accidental. Pero el roce se repitió una, dos y tres veces más, y con la suficiente intencionalidad que era imposible ignorar por más tiempo. Aunque su plan original había incluido conocer a alguien que la ayudara a olvidar a Tofu al menos un rato, Akane tenía que admitir que en ningún momento había contemplado hacerlo realidad. Había sido más bien el sueño imposible de su corazón roto, el resultado de varias copas de vino que habían caído sobre un estómago vacío. En cambio, sí tenía intenciones de pasar un buen rato con sus amigas, y el tipejo extraño que se inclinaba sobre ella a menos de medio metro de distancia no era, sin lugar a dudas, una de sus amigas.
—¿Le importaría no pegarse tanto? —le pidió con bastante más educación de la que se creía capaz (y se merecía).
Como no podía ser de otra manera, el hombre interpretó sus palabras como permiso para acercarse todavía más. Akane retrocedió un paso de forma involuntaria y casi chocó con una pareja que bailaba acaramelada.
Con las mejillas ardiendo de la humillación, se coló en el espacio que acababa de dejar una chica libre al lado de Sayuri y se obligó a ignorar el hormigueo desagradable que se extendió sobre su piel.
Podía sentirlo estudiarla, pero Akane se cercioró de nunca mirar en su dirección para comprobarlo.
—¡¿Estás bien?! —se interesó Sayuri, al ver su rostro desencajado.
Akane sacudió la cabeza. Sayuri, pese a su preocupación evidente, no había dejado de sonreír ni de bailar en ningún momento. Unos metros más allá, Yuka demostraba su pasado como bailarina semi profesional en la pista de baile y Akari…
—¡Akari seguro que sí está bien! —respondió, gesticulando con la barbilla en dirección a su diminuta amiga.
Akari parecía más diminuta aún envuelta en los brazos de un apuesto muchacho con el que había intercambiando miradas prácticamente desde que habían entrado.
—Pero bueno, ¡vaya con nuestra Akari! —se sorprendió Sayuri, pero eso no evitó que estallara en carcajadas que Akane imitó…
Hasta que lo sintió de nuevo, esta vez agarrándola del hombro. No tenía que girarse para saber que era el mismo pesado de antes. El muy imbécil había tenido el atrevimiento de inclinarse sobre ella para pedirle que bailaran juntos y reconocía su voz. Era más que evidente, a juzgar por la forma en que juntaba las palabras y no pronunciaba bien del todo algunas consonantes, que estaba bebido, y el hedor de su aliento sólo se lo había confirmado.
—No —contestó, apretando los dientes.
—¡Pero si no estás con nadie! —insistió.
Por primera vez, Akane se dignó a mirarlo directamente a la cara. Era un hombre joven más alto que ella (nada particularmente difícil, si se tenía en cuenta que ella no superaba el metro sesenta) al que las luces de la discoteca no favorecían de ningún modo. Entre el tono enfermizo de su piel, las profundas ojeras que se marcaban bajo sus ojos y la mirada enloquecida, Akane guardaba serias dudas de que solo se encontrara bajo los efectos del alcohol.
El asco que empezaba a sentir solo se incrementó.
—He dicho —siseó, notando que se le aceleraba el pulso del enfado—, ¡que no!
Akane se zafó de un empujón y marchó hacia la barra, donde dejó su copa de vino rosado. La camarera le sonrió y una milésima de segundo después, tras mirar un instante por encima de su hombro, arqueó las cejas en su dirección en una pregunta silenciosa.
—Te invito a lo que quieras —dijo el tipo detrás de ella.
Akane puso los ojos en blanco y se estremeció, un gesto que la camarera respondió con una mueca compasiva. Acto seguido, giró sobre sus talones y no dudó en empujar con el hombro al desconocido.
Por supuesto, porque el universo, claramente, la odiaba, el tipo la siguió. ¡Incluso parecía más entusiasmado! Lo cual, si se paraba a pensarlo, sólo le provocaba más escalofríos.
—¡Salgo un rato a tomar el aire! —le dijo a Sayuri, quien, por suerte, se limitó a asentir y confirmar que se lo diría a las demás—. Me llevo el móvil, por si necesitáis cualquier cosa.
Escogió la salida de atrás, porque si su humillación continuaba, lo último que quería y necesitaba eran testigos. El guardia de seguridad la miró con una ceja arqueada, le puso el cuño de rigor en la muñeca para que volviera a entrar cuando quisiera, y Akane estuvo a punto de darle las gracias cuando lo escuchó decir antes de que se cerrase la puerta:
—No deberías dejar que tu novia pase frío, tío, tú ya me entiendes…
Le costó todo su autocontrol no girarse y sacar al segurata de su error. De un guantazo, preferentemente. Pero ¡¿cómo se le ocurría semejante barbaridad?!
El desconocido inaguantable, porque, por supuesto que hasta allí también la había seguido, sí encontró graciosas sus palabras y emitió lo que a Akane le pareció un rebuzno, pero que posiblemente era una carcajada.
—Hasta ese señor piensa que haríamos buena pareja —señaló casi eufórico. Su desagradable voz resonó por el callejón, que se encontraba vacío y apenas iluminado por una farola de la calle principal.
Akane se estremeció de nuevo, y no por el frío.
—Ni en sueños —respondió, dirigiéndose a la fuente de luz.
Tal y como esperaba, los pasos pesados y torpes del desconocido empezaron a oírse detrás de ella.
(…Akane, por un segundo, se preguntó si realmente era buena idea provocarlo de ese modo. El hombre le sacaba por lo menos una cabeza de altura, y pese a que era flaco como un palo, había distinguido músculos debajo de la ropa oscura que llevaba…)
Y tal y como esperaba, el desconocido la abordó de nuevo unos instantes después.
—Venga, chica guapa —dijo el imbécil, cogiéndola por un brazo y obligándola a girarse. Akane se detuvo y tomó una profunda respiración—. ¿No me vas a decir tu nombre?
—Por supuesto —murmuró—, es Para Nada Interesada, de apellido Déjame en Paz..
El desconocido tardó varios segundos en comprender sus palabras. Cuando lo hizo, frunció el ceño y escupió:
—¡¿Acaso no sabes quien soy!?
—Suéltame —dijo Akane.
—Deberías estar agradecida de que me fijara en ti…
—Suéltame —insistió Akane.
—No sabes lo que te estás perdiendo. Dame una oportunidad para…
—¡Que me sueltes! —exclamó, al fin.
Su grito pareció descolocarlo. El desconocido se tambaleó una, dos veces, aunque pareció volver en sí poco después.
—Venga, preciosa —balbuceó el tipo—. Vamos a mi casa.
—Suéltame —respondió con fuerza. Frunció el ceño cuando intentó alejarse un paso y el tipo la agarró por la muñeca—. ¡No te conozco de nada!
Akane se estaba quedando sin paciencia, a decir verdad. Su plan había sido atraerlo hacia el exterior para que no sólo la dejara en paz a ella, sino a cualquier desgraciada que tuviera la mala fortuna de encontrárselo aquella noche. Hacía un frío de los mil demonios y estaba casi segura de que el choque térmico le habría quitado las ganas de acosar a nadie, pero parecía que había subestimado su interés en ella y su espíritu criminal.
A la mierda la sutileza, decidió en ese mismo instante. De un empujón mucho más fuerte y contundente que los anteriores, apartó al desconocido, cuyo precario equilibrio lo mandó derechito al suelo…
O lo habría hecho, de no haber sido por una pared que había convenientemente cerca que el desconocido utilizó para apoyarse y no caer redondo. Akane no tuvo tiempo de verlo, sin embargo, pues ya se había puesto en marcha para regresar con sus amigas y decirles que quería volverse a casa.
Fue entonces cuando lo vio: otro desconocido que caminaba hacia ella y que por un segundo la llenó de miedo. Se sentía capaz de lidiar con el tipo borracho, pero el espécimen de la variante masculina que tenía frente a ella no parecía bebido. Todo lo contrario, parecía en plena posesión de sus capacidades físicas y mentales, lo cual, a sus ojos, lo hacía todavía más peligroso.
Fue entonces cuando sucedieron dos cosas al mismo tiempo. El tipo borracho se había recuperado antes de lo esperado y volvía a tomarla por un hombro y el nuevo desconocido, de repente bastante menos amenazante que unos segundos atrás, exclamó:
—¡Cuidado!
Y Akane reaccionó por instinto y pura memoria muscular.
«Inmoviliza primero el brazo de tu atacante», le había dicho su padre por primera vez cuando tenía dieciséis años, cuando decidió que saber librarse de los agarres de competición oficiales no era ni suficiente, ni práctico. «Luego, aprovecha la sorpresa y no dudes en darle un puñetazo en los genitales con tu mano libre, dos, si eres rápida y te da tiempo», había instruido después. «Y para terminar, si aún no has conseguido zafarte, tienes que propinarle un golpe seco en la garganta, que lo deje sin respiración».
Akane sólo había tenido que recurrir a ese movimiento en particular en otra ocasión.
(…todavía recordaba el sabor amargo del miedo, los sollozos desesperados de Yuka, la bofetada que le había propinado su compinche, y lo peor: la risa mal disimulada del policía que les tomó declaración horas después…)
—¡Hay cámaras en la esquina! —gritó el hombre recién llegado.
Akane se detuvo en seco, apenas a unos centímetros de distancia de su objetivo. Parpadeó para alejar los malos recuerdos y se obligó a respirar cuando el desconocido más decente, sin moverse ni un sólo milímetro de su posición, le preguntó si estaba bien.
(…las piernas le temblaban y el corazón latía desbocado en su pecho. De repente, tenía frío hasta en el alma y maldijo el momento en que decidió salir aquella noche, porque si se hubiera quedado a salvo, en su cama, envuelta en sus propias mantas, nada de esto habría ocurrido…)
Akane, sin girarse, se fijó por primera vez en las lágrimas que había derramado el pervertido y por un instante se sintió cruel.
Luego, recordó que ese tipo claramente no entendía la palabra «no», y cualquier sentimiento de culpa se esfumó.
—Estupendamente —respondió sin que le temblara la voz, y empujó al desgraciado que la había acosado al suelo de un firme empujón.
A/N: mi ig es _mago97
Hello! Mis disculpas por no contestar los reviews delos últimos capítulos, pero es que FF ni me había avisado (a alguien más le funcionan mal las notificaciones? las tengo activadas, no sé qué pasa).
Por otro lado, sé que el capítulo tampoco avanza mucho la trama, pero es la primera vez que me atrevo a escribir POVs alternos y no sé, como que el fic pedía este capítulo según lo que tengo programado. ¿Qué creéis?
