Disclaimer: los personajes de Twilight son propiedad de Stephenie Meyer. La autora de esta historia es RMacaroni, yo solo traduzco con su permiso.


Disclaimer: The following story is not mine, it belongs to RMacaroni. I'm only translating with her permission. ¡Ronnie, te adoro!


Capítulo 38

El viaje en Uber al hospital no se registra en mi mente en absoluto, y de repente estamos en la sala de emergencias y la entrenadora está preguntando en recepción por Bella. Phil y Renée llegan minutos después. Renée llora cuando me abraza. Phil simplemente camina de un lado a otro mientras habla en voz muy baja por teléfono.

Pasan un par de horas, o más, no estoy seguro, hasta que un doctor nos da un parte. Phil se asegura que el parte solo sea dado a él y a Renée, pero escucho a escondidas de todos modos.

Desnutrición.

Anemia.

Severo cansancio.

Ritmo cardíaco anormal.

Sueltan términos mientras mi mente da vueltas.

Ella necesita ser ingresada.

Pueden verla.

—Solo la familia —dice Phil, a mí… y a la entrenadora, pidiéndole las cosas de Bella.

Me hundo en la silla de la sala de espera. No me moveré. No me iré. No hasta que pueda verla. No hasta que sepa que está bien. La entrenadora se sienta a mi lado. Está al teléfono con su marido, creo. Entonces llama a Jasper. Le cuenta sobre la situación. Le pide que meta a Jessica y a Newton y practiquen la rutina con el equipo.

—Pon a McCarty al teléfono también —le dice a Jasper, y entonces dejo de escuchar.

Para distraerme y evitar que me de un ataque de pánico gigante, miro las fotos de Bella en mi teléfono. Videos de nosotros del último verano. Al comienzo del semestre. No puedo evitar compararlos con los más recientes. La foto que ella publicó de nosotros frente al escenario ayer.

Cómo sus pómulos sobresalen. Cómo hay sombras oscuras bajo sus ojos, notables incluso con el maquillaje. Cómo los huesos de sus hombros sobresalen en su uniforme. Cómo su antebrazo es increíblemente delgado junto al mío.

Sus costillas, por Dios Santo, expuestas en su uniforme. Sus costillas.

Todo estuvo allí en frente de mí. Lentamente cambiando en los meses que hemos estado juntos. Y aunque ella parecía estar mejor en las últimas semanas, evidentemente no era suficiente.

Suelto mi teléfono en mi regazo y me inclino hacia adelante, escondiendo mi rostro en mis manos.

La entrenadora apoya una mano en mi espalda, dándome unas suaves palmadas, diciendo que todo va a estar bien.

¿Qué diablos sabe ella?

Debería haber hecho más para ayudar a Bella. Debería haber sido más cuidadoso, más observador. ¿Cómo esto siguió sucediendo justo frente a mis ojos?

Cada vez que la he mirado, tocado, que me he sentido obviamente atraído por ella… ¿Eso ha reforzado alguna retorcida expectativa de cómo ella cree que su cuerpo debe lucir?

—¿Yo le hice esto? —Las palabras se escapan de mi boca, ahogadas entre mis manos.

—Por supuesto que no —dice la entrenadora de inmediato, su mano, aún en mi hombro, dando un apretón con propósito.

—Ella ha estado comiendo. —Levanto la cabeza y miro a la entrenadora—. Conmigo. Casi todas las comidas. La he visto comer. Pensé que le estaba yendo mejor.

—Creo que ella pudo haber recurrido a otros métodos. —Su mirada está fija en la mía mientras mi mente comienza a dar vueltas.

Mi mundo se detiene.

—¿Cómo qué? ¿Vomitar?

—Quizás… —La entrenadora suspira—. Podrían ser laxantes. Nos volvemos creativas.

Revivo cada vez que Bella se ha disculpado para ir al baño después de comer.

No me despertó ninguna alarma.

Me siento como un completo idiota.

—Ella dijo que estaba mejor. —Mis palabras salen en un susurro desesperado—. Que lo tenía bajo control. —Las lágrimas se acumulan en mi rostro mientras escondo el rostro en mis manos.

—Es una enfermedad compleja, Edward. No desaparece de la noche a la mañana.

No. No se fue de la noche a la mañana.

Sino que empeoró y empeoró.

Justo bajo mis narices.

Mis sentimientos se enredan. Preocupación. Tristeza. Furia.

Intento respirar profundamente, pero no hace nada para calmarme.

Volteo hacia la entrenadora.

—¡¿Por qué no la detuviste?! —No es mi intención levantarle la voz, pero mis palabras resuenan en la sala de espera, la frustración pesada en mi corazón y acumulándose en mis ojos.

—Oye —advierte la entrenadora, tomando mi mano—. También me siento culpable, ¿de acuerdo? —Sus ojos se llenan de lágrimas y me suelta, apartando la mirada mientras pasa sus dedos bajo sus ojos.

—No puedes simplemente hacer que se detenga —dice en un susurro, esquivando mis ojos—. Tienen que querer la ayuda. Nosotros solo necesitamos ayudarlos a ver eso.

—Son mentiras —digo, sin importarme si estoy siendo irrespetuoso—. Deberíamos haber hecho más.

La entrenadora se pone de pie sin otra palabra y camina de un lado a otro mientras pasan los minutos.

Me reclino en la silla y observo el techo blanco, brillando con las luces fluorescentes. Me siento y pienso en cada posible cosa que podría salir mal.

~F~

Unas horas después, Renée viene a vernos; la entrenadora y yo nos apresuramos a ella. Sus ojos están rojos e hinchados. Veo arrepentimiento allí, culpa también—pero hay una insensibilidad, un velo de frialdad, cubriéndolo todo.

—Ella está estable —comienza—. La van a pasar a un cuarto privado en el tercer piso. Está durmiendo ahora, así que probablemente deberían regresar al hotel. —Ella comienza a alejarse de nosotros, sin dejar lugar para discutir, pero ya estoy harto. Estiro una mano hacia su brazo, mis dedos rodeando su muñeca, deteniendo su paso.

—Sra. Dwyer —ruego—. Renée, por favor. Déjame verla.

—Temo que eso no va a ser posible, cielo. —Suavemente zafa su brazo mientras las lágrimas se acumulan en sus ojos—. Lo siento —apenas susurra, antes de darse la vuelta y alejarse de mí.

Volteo hacia la entrenadora con desesperación, mis manos en mi cabello. Ella ya está tomando su cartera, caminando hacia mí, y señalando con la mano hacia la puerta.

—No me iré. —Permanezco en mi lugar.

—No nos iremos —explica, jalando de mi brazo.

—Entonces, ¿a dónde vamos? —pregunto con un bufido. No es mi intención ser maleducado con la entrenadora, pero mierda… Estoy cansado, perdido, jodidamente preocupado, y no puedo pensar con claridad. Mi cabeza está martillando y está volviéndose cada vez peor mientras más tiempo estoy lejos de Bella.

—Al tercer piso—dice la entrenadora, sin vacilar, y siento una pequeña sensación de alivio, sabiendo que al menos uno de nosotros parece tener un verdadero plan.

~F~

Más horas pasan.

No tengo idea de qué hora es cuando Emmett llega con Jasper. La entrenadora se pone de pie de la silla a mi lado y camina hacia Jasper mientras que Emmett se dirige a la silla a mi lado.

—Se supone que debo decirte que vuelvas con nosotros al hotel —comienza, sentándose con un bufido.

—No me iré. —Lo he dicho tantas veces, tanto en voz alta como en mi cabeza, que las palabras salen de mi boca de manera automática, sin emoción.

—Eso es lo que les dije.

—Entonces, ¿qué?

—No lo sé, bebé. Solo te traje algunas cosas. —Baja la mochila que ha estado cargando a mis pies—. Algo de ropa, tu cepillo de dientes. Tu cargador. No lo sé, varias cosas.

—Gracias —digo con honestidad, mirándolo.

—¿Swan está bien? —Sus ojos muestran preocupación mientras lleva una mano a mi hombro.

—Se encuentra estable.

—¿Estás bien?

Me encojo de hombros. No tengo una respuesta para eso.

—Estoy aquí.

—Conseguimos un 99.3 hoy. La calificación más alta del día. —Es una distracción.

—Genial.

—Mañana es la final —me recuerda.

—Deberías ir a descansar un poco entonces. —Es lo que le digo.

—Trabajaste duro todo el año para esto. —La mano de Emmett, aún en mi hombro, me sacude ligeramente hasta que lo miro.

—¿Y?

—Y Bella va a estar bien.

Resoplo. Eso no lo sabe. Nadie lo sabe.

—¿Realmente crees que podría competir mañana mientras Bella está hospitalizada? —Es una pregunta retórica. No necesito una respuesta.

—Simplemente no quiero que te arrepientas —dice, retirando la mano de mi hombro—. Eso es todo.

—Tengo mucho de qué arrepentirme. No competir mañana no será una de ellas.

—De acuerdo, entonces. —Golpea sus manos contra sus muslos antes de pararse—. Te haremos sentir orgulloso.

—Buena suerte mañana. —Me pongo de pie e intento estrechar su mano, pero él me jala hacia un abrazo.

—¿Quieres que me quede? —susurra, abrazándome fuerte.

—Nah, está bien.

—¿Estás seguro?

Asiento, zafándome de sus brazos. Él sonríe y me da unas palmadas en el hombro antes de regresar hacia Jasper, y entonces los dos me saludan con la mano.

Tomo la mochila que Emmett trajo y rápidamente me dirijo al baño, me cambio de ropa —aún tenía puesto mi uniforme, por Dios santo— y me lavo la cara.

Cuando regreso, estoy sorprendido de encontrar a la entrenadora Hale aún allí.

—Solo necesitamos esperar a que Phil se vaya —dice la entrenadora mientras me acerco a ella—. No pueden quedarse los dos con ella, ¿cierto?

—Puedes irte, entrenadora. Está bien. —La sigo mientras ella camina hacia la zona de los asientos. Quiero decirle que lamento culparla por la condición de Bella, por desquitarme con ella, pero mi cerebro no está cooperando en estos momentos.

—Me quedaré contigo. —Sonríe, sentándose, y dando unas palmadas al asiento junto a ella.

—El equipo te necesita mañana. —Me dejo caer en la silla con un bufido e intento estirar mi cuello y mi hombro para aliviar un poco la tensión allí.

—Estaré allí para ellos en la mañana —dice con facilidad, sus ojos en los míos mientras me codea suavemente el brazo.

Respiro profundo, asintiendo en su dirección.

Solo esperemos a que Phil se vaya.

Entonces, me escabulliré para ver a Bella.

El tiempo se arrastra. Desde nuestro lugar en la sala de espera, tenemos una buena vista del pasillo que lleva a los cuartos de los pacientes. Phil sale un par de veces, hablando en voz baja por teléfono, y entonces vuelve a entrar.

Le envío varios mensajes vergonzosos a Bella, solo para pasar el tiempo. Incluso si su mamá tiene su teléfono, espero que Bella los vea cuando despierte y se sienta mejor.

Solo quería decirte que te amo. ~E

Y que estoy aquí. Esperando a que te sientas mejor así puedo verte. ~E

No puedo esperar a verte, Swan. ~E

Te amo. ~E

Por favor, escríbeme cuando despiertes. ~E

Cuando sea que puedas. Estaré allí. ~E

Es pasada la medianoche cuando la entrenadora regresa con dos pequeñas tazas de café de la cafetería.

—¿Vendrás al hotel después de verla?

Niego con la cabeza, eso ni siquiera está abierto a discusión.

—No me iré sin ella.

Me tiende un café y entonces se sienta a mi lado.

—Lo hicieron bien hoy —dice después de beber un sorbo—. Me llenaron de orgullo.

Intento sonreír y respirar por la nariz, pero no digo nada. Honestamente, deseo que no lo hayamos hecho tan bien. No si eso implica que Bella se obligue a seguir más allá de lo posible.

La entrenadora Hale eventualmente se queda dormida a mi lado mientras mis ojos están fijos en el pasillo, esperando a que Phil finalmente se vaya. Cuando lo hace, me enderezo. Estoy sorprendido de que él ni siquiera levanta la cabeza y se sube al ascensor sin echar un vistazo en nuestra dirección.

La sala de espera está en silencio. Las dos enfermeras en la recepción parecen estar ocupadas en sus computadoras. Me escabullo por su lado y hacia el pasillo del que Phil acaba de salir.

Está vacío.

Exhalo en alivio cuando atravieso el pasillo, hacia el cuarto de Bella, habiéndome memorizado la puerta por la que salió Phil.

Mi mano empuja la manija tan cuidadosamente como es posible, y esta cede bajo mi palma con un pequeño clic. El cuarto está oscuro y silencioso aparte de una máquina pitando con los latidos de Bella. Cierro la puerta detrás de mí tan silenciosamente como puedo, conteniendo la respiración sin darme cuenta.

Me adentro, pasando por el baño, y hacia el cuarto. El monitor junto a la cama de Bella emana una luz azul. Renée se encuentra en el sofá bajo la ventana, roncando suavemente, un frasco de píldoras medio abierto y una taza de poliestireno en la mesa junto a ella.

Entonces, mi mirada se enfoca en Bella.

Quizás solo sea en mi cabeza, pero ella parece más pequeña de alguna forma en esta cama. Nadando en una bata de hospital. Cubierta en mantas hasta el pecho. Su brazo derecho sobre las mantas, unida a una intravenosa, el pequeño tatuaje en su brazo apenas visible bajo la cinta. El brazalete de paloma que le regalé por su cumpleaños, ya no se encuentra en su muñeca.

Una precaución, probablemente. O quizás Phil se lo quitó por rencor. O quizás simplemente se cayó… Se había vuelto muy grande y fácilmente podría salirse de su mano. No puedo creer que no pensé mucho en eso.

El nudo en mi garganta es realmente doloroso, mientras mis ojos inspeccionan el resto de ella.

Hay otra vía, con un solo tubo, que desaparece en su nariz.

Mierda, ¿eso es una sonda gastronasal?

Quiero dejarme caer de rodillas y rogarle que me perdone. Por no darme cuenta que ella aún tenía problemas. Por no hacer más. Por no ayudarla.

Camino con piernas temblorosas hacia ella y cubro su mano con la mía. Sus dedos están helados.

—Lo siento mucho —susurro, cerniéndome sobre ella, plantando mis labios en su frente mientras mis ojos se llenan de lágrimas—. Te amo tanto, Swan.

—¡Oye! —La advertencia susurrante viene detrás de mí, y volteo, sobresaltado, secando las lágrimas de mi rostro para encontrar a una enfermera mirándome como si esperaba encontrarme—. No puedes estar aquí.

—Lo siento. —Me enderezo y doy un paso atrás, tratando de tranquilizarme—. Solo quería verla.

—Lo sé —dice la enfermera, señalando a la puerta—. Su papá me dijo que llamara a seguridad si intentabas algo.

—Por favor, no lo haga. No los llame. —Echo un vistazo a Bella y entonces camino hacia la puerta—. Me iré.

La enfermera me da unas palmadas en la espalda mientras salimos.

—Ella está bien —me susurra—. Necesita descansar.

Exhalo en alivio mientras ella cierra la puerta detrás nuestro.

—Parece que tú también lo necesitas. —Coloca una mano en mi espalda, sacándome del pasillo.

La entrenadora está de pie, preocupada, cuando la enfermera y yo salimos hacia la sala de espera.

—Phil sospecha de nosotros —le digo a la entrenadora, y ella resopla, mientras nos sentamos—. Me voy a quedar hasta que Bella se despierte. Ella hablará con ellos, ¿cierto?

La entrenadora me observa con cara de póker, probablemente sintiendo lástima por mí.

—Ella les dirá que quiere verme —añado, decisivamente—. Quiero estar aquí cuando eso suceda.

—De acuerdo… —Ella suspira, reclinándose en la silla.

—Prometo que está bien. Puedes irte. No haré nada estúpido. Odio mantenerte lejos del equipo, y sé que Bella también odiaría eso. Necesitas estar allí para ellos mañana.

La entrenadora estudia mi rostro, al parecer finalmente considerándolo. Entonces, asiente con la cabeza y junta sus cosas, deteniéndose frente a mí con una evidente advertencia en sus ojos.

—Cuando Phil regrese —comienza—. No interactúes con él. Lo que sea que le digas, lo usará en contra de los dos.

Phil no puede tocarme. No me importa lo que intente conmigo.

—¿Puede mantener a Bella lejos del equipo? ¿O de la universidad? —pregunto aún así.

—No creo que Bella deba estar en algún equipo ahora mismo, Edward. —La entrenadora suspira, colgando su bolso de su hombro—. Ella necesita tener esto bajo control primero.

—Cierto…

—Le llevará un tiempo.

—Cierto. Sí. Lo sé. —Cierro los ojos, frotando una mano por mi rostro. Todo lo que veo es Bella.

Escucho a la entrenadora suspirar, y cuando abro los ojos, ella está sentándose de nuevo a mi lado.

—Pero Phil tiene conexiones. Con la Asociación Nacional de Animadores y varias universidades. Sabes que la animación no está bajo el control de la Asociación Nacional de Atletas Universitarios, por lo que las regulaciones son dudosas en el mejor de los casos, y gran parte de ellas son controladas por viejos blancos con dinero.

—¿Como Phil? —Quiero vomitar.

—Como Phil.

—¿Qué puedo hacer? —pregunto, a pesar que sé la respuesta a mi pregunta.

—Desafortunadamente, no hay mucho que podamos hacer sobre eso. Por ahora, la única cosa que importa es que Bella mejore. Y con suerte, esto será una llamada de atención suficiente para que ella se de cuenta que necesita ayuda profesional.

Asiento en acuerdo, apoyando mis codos sobre mis rodillas.

—Entonces, lo veremos. En todo caso, creo que será mejor que no ofendas a Phil.

—Creo que podría ser demasiado tarde para eso. —Simplemente miro al pasillo que lleva a Bella con un suspiro.

—¿Estás seguro que no quieres regresar conmigo? —pregunta la entrenadora mientras se pone de pie.

—Seguro —digo, la despido con una mano.

Ella me mira con lástima, antes de darse la vuelta y salir de la sala de espera.

Todo queda en silencio entonces.

Lucho contra el sueño y espero.

Espero que Bella me escriba. Que me llame. Que me diga que vaya a buscarla. Que salga corriendo de ese cuarto y hacia mí.

Parte de mí quiere llevársela lejos. Muy lejos.

Lejos de este lugar. Lejos de sus padres. Donde nadie pueda lastimarla.

Entonces, me hundo en mi silla. Porque sé que no puedo alejarla de sí misma. Y sé que no puedo darle la ayuda que necesita.

Así que, entonces, solo espero.