Disclaimer: los personajes de Twilight son propiedad de Stephenie Meyer. La autora de esta historia es RMacaroni, yo solo traduzco con su permiso.


Disclaimer: The following story is not mine, it belongs to RMacaroni. I'm only translating with her permission. ¡Ronnie, te adoro!


Capítulo 40

El viaje es brutal. Tedioso. Con ninguna otra cosa más que mis pensamientos para mantenerme despierto, conduzco toda la noche, y mi mamá me mantiene compañía al teléfono durante la mañana hasta que llego a Forks alrededor del mediodía.

Forks, Washington es un pequeño pueblo con menos de cuatro mil personas, así que encuentro la estación de policía con facilidad.

Está lloviendo torrencialmente cuando me bajo del Jeep, y un oficial de policía justo está bajando los escalones a la cabaña de madera.

—Estoy buscando a Charlie Swan —le digo al tipo, quien se detiene frente a mí. Tiene una chaqueta sobre su cabeza. Yo me estoy empapando. Solo entonces me doy cuenta del nombre cosido en su uniforme.

C. Swan.

Duele un poco.

—¿Quién pregunta? —Sonríe bajo su bigote.

—Soy Edward Cullen, señor. —Le ofrezco mi mano—. Soy un amigo de Bella. ¿Tiene un minuto para hablar?

—¿Bella está bien? —Su expresión se llena de preocupación, mientras toma mi mano de manera automática.

—Ella está bien, sí. —No quiero preocuparlo. Aún no.

—Oh… —Estrecha mi mano—. ¡Uf! Pensé que eras un recaudador o algo. —Se ríe fuertemente, llevando una mano a mi hombro—. O que estabas a punto de entregarme unos documentos.

—¿Qué? —pregunto con confusión.

—Es un chiste, hijo. —Me empuja en dirección del patrullero junto al que estacioné—. Relájate. —Me da unas palmadas en la espalda, abriendo la puerta para mí—. Salgamos de la lluvia, ¿sí?

Me subo al coche y él cierra la puerta detrás de mí, dando la vuelta por el frente apresuradamente y subiéndose al asiento del conductor en los siguientes segundos.

Entonces, estoy en un patrullero. Con Charlie Swan.

—¡Luces como una rata ahogada! —Se ríe, estirándose hacia el asiento trasero, y tendiéndome una camiseta.

—Lo siento, sí. —Me seco lo mejor que puedo con esta, esperando no mojar su asiento.

—Entonces, ¿eres amigo de Bella?

—Sí, señor. —O, al menos, solía serlo.

—Por favor, llámame Charlie, hijo. —Enciende el coche, volteando a mirarme—. ¿Eres un chico animador?

—Eh… sí, supongo.

—Te diré algo, acabo de terminar mi turno, y estoy hambriento. He estado despierto toda la noche. Debo tener el mejor pescado frito esperándome en casa. Así que, ¿qué tal si hablamos allí?

—De acuerdo, sí. Gracias. —Noto sus ojos entonces. Son marrones, cálidos, y amigables como los de Bella—. Puedo seguirte a casa si está bien.

—Por supuesto. Fíjate si puedes seguirme. —Me da unas palmadas en el hombro mientras tengo mi mano en la manija. Otro chiste, creo. Cuando se carcajea de nuevo, sonrío.

Entonces, estoy siguiendo al patrullero de Charlie Swan hasta su casa.

Solo nos lleva unos minutos llegar a la casa de dos pisos con paneles blancos y persianas azules. Ambos bajamos de los coches rápidamente e ingresamos.

No sé cómo esperaba que fuera su casa, pero casi me hace caer de rodillas.

Hay fotografías de Bella en todas partes.

En las paredes. En portarretratos en cada superficie. Reconozco varios de sus dibujos también. Algunos están pegados en las paredes, otros enmarcados.

Su presencia se encuentra en cada milímetro de la casa.

La casa de Charlie Swan es un santuario para su hija.

Hace que me sea difícil respirar.

Él cuelga su chaqueta y camisa del uniforme en el perchero junto a la puerta, su cinturón para pistola, con pistola y todo, le siguen, lo cual lo dejan en una simple camiseta blanca y los pantalones de su uniforme. Lo sigo al interior y hacia la cocina.

—¿Quieres una cerveza? —Asoma su cabeza en el refrigerador, una fría en su mano ya.

—No, señor. No bebo —digo mientras él cierra el refrigerador, volteando hacia mí—. No soy lo suficientemente grande.

—Esa fue una pregunta engañosa. —Sonríe antes de beber un sorbo.

Me río incómodamente, rascando mi cuello, mientras él saca comida de una bolsa de papel que se encontraba sobre la encimera, la grasa oscureciendo el material.

—¿Qué tal un poco de pescado frito?

—No, señor, estoy bien.

—¿Entonces solo vas a mirarme comer como un raro?

—De acuerdo, sí, comeré un poco. —Me río mientras él coloca dos platos de comida en la mesa y un vaso de agua del grifo para mí.

Él prueba un bocado, exhalando fuertemente mientras sus ojos ruedan hacia atrás.

—El mejor pescado frito de la costa oeste. Probablemente de la nación también.

Pruebo un bocado yo mismo. No está equivocado. Crocante por fuera. Jugoso por dentro. Y aún caliente.

—Entonces, ¿qué pasa? —pregunta después de tragar.

—¿Has sabido algo de Bella recientemente? —Solo necesito saber cuánto puede saber ya.

—Hablamos una vez por semana más o menos —dice, y entonces mastica otro bocado de pescado—. Me envía cartas y dibujos también. —Señala al refrigerador detrás de mí—. Ese es el último que recibí.

En una pintura en acuarela. Reconozco la vista de inmediato. Son las montañas detrás del campus. Nuestro banco. Varios pájaros volando sobre este.

—¿Asumo que eres su Chico de Colorado? —pregunta Charlie, trayendo mi atención de vuelta a él.

—¿Te ha contado de mí? —Casi me ahogo, y él se ríe.

—Eres mencionado… mucho.

Bajo mi vergüenza con un poco de agua antes de mirarlo de nuevo.

—Lo último que supe, ambos estaban a punto de ir a Florida para una competencia. —Toma un trago de su cerveza, mirándome—. Y luego a una especie de tour nacional de universidades o algo por el verano…

Supongo que no debería sorprenderme que Bella nunca haya tenido intención de salirse del tour como dijo que iba a hacerlo. Me pregunto sobre qué más me ha mentido. Presiono mis dedos sobre mi pecho, esperando que el dolor allí disminuya.

—Me puso triste saber que ella no pasará su verano conmigo como siempre, pero… —Se detiene, encogiéndose de hombros y tomando un sorbo de su cerveza—. Sabía que sucedería tarde o temprano. Los niños crecen y todo eso.

Trato de encontrar las palabras correctas para decirle, y él suspira, perdido en sus pensamientos. Lo he conocido por menos de una hora y ya puedo ver lo mucho que le importa Bella.

Me llena de esperanza. Me pone furioso. ¿Por qué él no ha estado más presente?

—No he visto su presentación aún. Mi esposa preparó el televisor para grabarlo para mí, pero he estado trabajando todo el fin de semana… —Su sonrisa es apologética, antes de continuar—. No estoy exactamente al tanto con todas las cosas de la animación. Intento permanecer fuera de ello, en su gran parte, ya que eso es algo de Phil.

Hay un evidente disgusto en el tono de Charlie. Casi sonrío. Quizás Charlie estará de mi lado en esto.

—Bella me cuenta las cosas importantes —Charlie continúa con orgullo—. Cómo está loca por ti. —Mastica el pescado mientras me mira—. Que la haces feliz.

Sus palabras se sienten como un golpe bajo. Bajo la mirada e intento respirar a pesar del dolor.

—¿Vas a decirme qué está pasando, o tengo que pescártelo? —Mece un trozo de pescado en su tenedor, sonriendo. Un juego de palabras de padre.

—Bella no está bien —comienzo. Mi tono es serio, mi corazón late rápidamente en mi pecho—. Está estable por ahora, pero se encuentra en el hospital.

—¿A qué te refieres que está en el hospital? ¿Qué pasó? —Charlie baja el tenedor y el cuchillo en su plato, el humor ha desaparecido de su rostro.

—Ella colapsó después de nuestra rutina el sábado, y ni siquiera pudimos competir el domingo. Ella está muy malnutrida. Exhausta.

—¡Siempre les he dicho que la ponen a hacer mucho! —Charlie impacta un puño sobre la mesa, su odio por ellos es palpable.

—Ella tiene mucho entre manos —continuo—. No se toma descansos. Está bajo una enorme cantidad de presión. Y ha afectado su relación con la comida. Se ha estado obligando a pasar hambre.

Charlie baja la mirada a su plato.

—Ese hijo de puta —susurra. No creo que fue su intención que lo escuche.

—La van a llevar a una clínica en Boca Ratón. Es un centro especializado. En trastornos alimenticios.

—Santo cielo. —Charlie se reclina en su silla, mirando por detrás de mí, a qué, no lo sé. Presiona una mano en su pecho, y entonces traga un poco de cerveza.

—Ella está agotada. Y temo que el centro no ayudará. No cuando tienen completo poder sobre ella. No cuando ella volverá a lo mismo ni bien salga. Phil no le permitirá renunciar.

—Por supuesto que no lo hará. Ella es su gallina de los huevos de oro, carajo.

—Temo que ella no sobreviva a esto. Que el fuego en su interior se apagará. Que ella se lastimará más. Todo lo que ella quiere es ser libre —susurro la última parte.

—Como esas aves que ella dibuja.

—Sí.

—¿Por qué no estás allí con ella? —Estudia mi rostro.

—Confíe en mí, señor. No hay ningún otro lugar donde preferiría estar más que a su lado. Pero ella no me quiere allí. —Trago el nudo en mi garganta—. Ella ya no quiere saber nada más conmigo.

—No puedo creer eso. —Arquea una ceja—. ¿Qué hiciste?

—No creo que haya hecho algo. Comenté mis preocupaciones. La alenté a que se tomara tiempo para sí misma. Me puse en el camino de Phil. Y ahora ella me ha apartado. Es por eso que estoy aquí para hablar con usted. Es mi último recurso. Creo que es el único que puede ayudar. Es su padre, después de todo.

—Ese hijo de puta de Phil. —Charlie se pone de pie, las patas de su silla raspando el suelo—. Le dije a Renée que él era jodidamente turbio. Pero ella no tiene carácter. Le permite hacer lo que quiera, mientras que ella pueda seguir teniendo su vida y sus cosas. —Charlie camina hacia la sala y se mueve de un lado a otro casi como si estuviera hablando consigo mismo—. Siempre me he mantenido lejos de eso porque creí que eso era lo que Bella quería. Porque ella me ha dicho que es lo que quiere. Esa vida. Con la fama, los seguidores, y los tics tocs. Solamente he querido que sea feliz.

—Eso también es todo lo que quiero, señor. —Lo sigo silenciosamente—. Puede que ya no pueda ayudarla, no si no me quiere cerca, pero simplemente necesito que esté bien.

—Pero involucrarse podría ser peor para ella. —Charlie se rasca la mandíbula, casi puedo ver su cabeza trabajar—. Phil podría tomar represalias contra ella.

Él da unas vueltas más alrededor de la mesa ratona, sacando su teléfono del bolsillo y marcando frenéticamente un número. Gruñe con una mano en su pecho, su dedo deslizándose entre sus contactos y presionando un número diferente.

—El maldito ni siquiera contesta mi llamada.

Exhalo y bajo la mirada, jalando de mi cuello. Estoy perdido. No sé qué más hacer. Siento el peso del mundo en mis hombros, aplastándome.

—¿Dijiste que está estable? —Charlie arquea una ceja en mi dirección, mientras vuelve a marcar.

—Sí, lo está. No sé exactamente cuándo iban a viajar a Boca Ratón. Quizás ya se encuentren allí.

Estoy comenzando a perder toda la fe, mientras Charlie vuelve a marcar, hasta que su expresión se ilumina, mirándome fijamente.

—Renée —casi escupe al teléfono—. Pon Bella al teléfono.

No me doy cuenta que estoy conteniendo mi aliento hasta que respiro temblorosamente.

—Ponla al teléfono —Charlie demanda firmemente—. Ahora mismo.

Pasa un segundo. Dos.

—Bells. —La respiración de Charlie sale en un suspiro así como el mío—. ¿Estás bien?

Charlie camina alrededor del sofá, y me inclino contra la mesa que se encuentra detrás de este, mis manos aferrándose a la superficie de madera, rodeada de fotos de Bella. La graduación del jardín de infantes. Toga y gorro de graduación blancos. Otra Navidad, sentada en el regazo de Santa. Me encojo de dolor.

—De acuerdo —dice Charlie varias veces seguidas—. ¿Estás segura? —Está negando con la cabeza mientras camina hacia la ventana una y otra vez sin propósito—. Está bien… —Camina de un lado a otro un poco más y da vueltas unos papeles en el escritorio—. Está bien, llámame cuando llegues allí. —Asiente con la cabeza varias veces más—. Te amo, pequeña —dice, espera un segundo, y entonces cuelga.

Mierda.

Estoy comenzando a creer que él le creyó —lo que sea que le dijo— que ella lo convenció de que realmente está bien. Como lo ha hecho al parecer por años. Como lo hizo conmigo.

Mis hombros caen.

Charlie voltea hacia mí, levantando la mirada de su teléfono.

—Entonces, parece que iré a Florida —Es lo que dice, y el alivio me invade, llevándose con él la energía que me quedaba.

—¿De verdad? —Uso todo lo que tengo para mantenerme de pie. Los últimos días me han pasado factura. Decir que estoy exhausto sería quedarse corto.

—Como la mierda que está bien —susurra Charlie, casi como si estuviera hablando consigo mismo, pero cuando levanto la mirada, sus ojos encuentran los míos, su teléfono en mano mientras marca otro número—. ¿Puedes llevarme al aeropuerto?

Intento enderezarme, asintiéndole de inmediato. Lo llevaría a Florida. Lo que sea que necesite.

—Hola, cariño, ¿sigues en el trabajo? —pregunta al teléfono—. Tengo que ir a Florida. Bella no está bien. —Pone al tanto a la persona del otro lado de la línea sobre los eventos que le relaté, y termina con un—: Y el Chico de Colorado está aquí.

Transcurren unos segundos. Charlie espera. Observo con impaciencia.

—¿Esta noche? —pregunta a la otra persona en la línea, mirando al reloj en la pared—. De acuerdo, sí. Gracias. Sí, parece que él también necesita una siesta. —Charlie me mira de arriba abajo con una risita—. Está bien, te veo cuando estés aquí. Te amo. —Entonces, cuelga de nuevo.

—Bien… —Suspira, volviendo a llevar su teléfono a su bolsillo, y se pasa una mano por el rostro—. Conseguí un vuelo de Seattle para esta noche.

Exhalo en alivio, usando una mano sobre la mesa para mantenerme de pie.

—Gracias por hacérmelo saber —dice, su mirada honesta.

—Puedo llevarte al aeropuerto esta noche. —Asiento e intento mantenerme derecho.

—No es necesario —dice, acercándose—. Mi esposa estará en casa en unas horas. Ella puede llevarme.

—De acuerdo —digo con un bufido, rascando mi cuello. Supongo que me iré entonces.

—Yo me encargo desde ahora. —Entonces posa una mano en mi hombro y siento que podría colapsar del alivio—. ¿Condujiste hasta aquí desde Utah? —pregunta Charlie, su mano aún en mi hombro—. ¿Toda la noche?

—Sí, señor.

Sus cejas se alzan en su frente.

—¿Cuándo regresas?

—Ahora mismo, supongo.

—Nah, parece que necesitas dormir. —Suavemente me da unas palmadas en el hombro y camina por mi lado.

—Dormiré en el coche si necesito —digo mientras camino hacia la puerta.

—No mientras yo esté aquí.

Suspiro porque un pequeño descanso suena bien justo ahora.

—Tengo un sofá. —Señala con la mano.

Miro al desgastado sofá de cuero en la sala y las fotos enmarcadas de Bella mirándome fijamente. Hago una mueca de dolor.

—Vamos, solo unas horas. —Me guía lejos de la puerta—. Voy a dormir también, hasta que sea hora de ir al aeropuerto. Sue me despertará cuando regrese a casa. Eres más que bienvenido a pasar la noche también.

—Eso es muy generoso. Gracias. —Estudio el sofá y luego a él—. Quizás pueda dormir un par de horas.

—Me parece bien. —Permanece en la sala mientras yo me acerco al sofá. Nos miramos incómodamente por un segundo o dos antes de que él se acerque y se ubique frente a mí—. ¿Edward?

Él parece tener problemas para encontrar las palabras, abriendo y cerrando la boca.

—Gracias por cuidar de mi hija cuando yo no pude. —Le da un apretón a mi hombro, sus ojos llorosos. Siento que podría llorar también.

—Estaré allí para ella e intentaré ayudar —continua—. Pero si Phil te la tiene jurada, será mejor que te mantengas alejado. No solo por ti, sino también por Bella. Él te usará en contra de ella.

—Cierto. —Ya sabía eso. No vine aquí para tratar de recuperar a Bella. Ni siquiera creo que eso sea posible. Al menos, ahora no. No por un tiempo.

Con un suspiro profundo, Charlie se retira y camina hacia las escaleras, echándome un vistazo, asintiendo antes de subir.

Resoplo y me dejo caer en el sofá, reclinándome y mirando al techo, el cansancio pasándome factura. Miro de reojo a la foto de Bella en la mesilla, cerca de mi cabeza, como si estuviera observándome.

Entonces, cierro los ojos fuertemente y permito que la oscuridad me lleve, esperando que Charlie pueda hacer lo que yo no pude. Mejorar las cosas. Salvarla.