Año I

Capítulo II

Un mundo lleno de oportunidades


—DIALOGO NORMAL—

(PENSAMIENTO)

—"PARSEL"—


McGonagall suspiró con pesadez al intentar serenarse de todas las emociones que había vivido en tan poco tiempo; intentó que su típica forma de ser volviese, pero le estaba resultando muy duro.

— ¿Sabe cómo ir hasta Londres desde acá? —preguntó Minerva mirando a Harry con una pequeña sonrisa.

—Sí, hay que tomar el tren que nos lleva hasta allá. —respondió Harry con simpleza.

—Bien. ¿Qué le parece si usamos un método más rápido? Tome mi mano y relajase, la primera vez siempre es un poco molesto. —dijo McGonagall emocionada.

Harry agarró la mano de Minerva; en ese momento sintió como todo su cuerpo era comprimido y luego devuelto a su estado original. Con un poco de agitación y de dificultad para respirar soltó la mano de la profesora y se agarró de lo primero que encontró. Cuando estuvo más relajado miro a la profesora McGonagall con una sincera molestia.

—Podría haberme avisado que iba a ser tan violento. —dijo Harry un tanto fastidiado.

McGonagall se rio ligeramente.

—Ve ese lugar —comentó ella apuntando con el dedo a un local en la esquina de la calle.

— ¿El Caldero Chorreante? —preguntó Harry leyendo la inscripción del lugar con cara interrogante.

—Sí, ese es el lugar a donde tenemos que ir —confirmó Minerva —, ahí se encuentra la entrada al Callejón Diagon, ahí vamos a encontrar todas las cosas que va a necesitar en Hogwarts. —hizo una pausa y continuó —. Vamos, el tiempo apremia. —dijo caminando con dirección al pub. Harry la siguió en silencio memorizando todos y cada uno de los aspectos que rodeaban al local.

Minerva abrió la puerta y entró primero, Harry la siguió detrás. Un hombre de aspecto rechoncho con un grueso bigote en la cara, que estaba detrás de la barra, vio a los recién llegados y con una sonrisa alegre saludó.

—Buenos días, profesora McGonagall, ¿va a tomar algo?

—Buenos días a ti también, Tom, —contestó Minerva con amabilidad— gracias, pero no; hoy vengo para acompañar al señor Potter en su primer día en el Callejón Diagon.

En cuanto el apellido de Harry se nombró, todo el pub se quedó en completo silencio. Nadie dijo una palabra, solo miraron con fascinación al muchacho que estaba detrás de la mujer de verde túnica. Para Harry este no era un momento cómodo y con rapidez un profundo nerviosismo comenzaba a apoderarse de él.

—Es un verdadero placer tenerlo en mi bar, señor Potter..., un verdadero placer. —dijo Tom estrechándole la mano.

—El placer es mío. —respondió Harry, aceptando el saludo, y después poniendo toda su atención en la mujer que lo había traído.

—Señor Potter, continuemos. —dijo McGonagall rápidamente al notar el nerviosismo creciente del muchacho.

—Esta atención, ¿es debido a lo que me dijo de Voldemort, no es así? —preguntó Harry en voz baja.

—Sí, ese suceso lo hizo famoso en el mundo mágico. —respondió Minerva.

Minerva comenzó a caminar y Harry la siguió detrás hasta que se detuvo enfrente alguien, se colocó a su lado y la mujer habló.

—Señor Potter, quiero presentarle a alguien, él —dijo haciendo una seña con la mano —, es el profesor Quirrell, va a ser tu profesor de defensa contra las artes oscuras. —comentó esperando la respuesta del joven Potter.

Harry lo miro un momento y su cicatriz comenzó a doler ligeramente, sin embargo prefirió no darle importancia, al menos por ahora, y estiró la mano hacia el Profesor.

—Mucho gusto, profesor. —dijo Harry con respeto.

Quirrell no hizo ningún movimiento y Harry bajo la mano.

—U-un p-p-placer, Po-Potter. —contestó Quirrell con nerviosismo.

McGonagall miró hacia otro lado y su vista divisó a un sami gigante muy reconocible.

—Señor Potter, venga quiero presentarle a alguien. —dijo ella mirando a Quirrell y este hizo una señal de asentimiento.

—A-a-adiós, señor Po-Potter.

—Adiós, profesor.

Minerva se encamino hasta una mesa, Harry la siguió y cuando llegaron dijo.

—Hola Hagrid... ¿Cómo estás?

—Oh. Hola, profesora McGonagall, muy bien. ¿Cómo se encuentra el día de hoy? —respondió el gigante con alegría y sinceridad.

—Muy bien, Hagrid, te quiero presentar a alguien —comentó ella señalando con la mano a Harry —. Este es Harry Potter. Harry —dijo mirándolo. —, Rubeus Hagrid, guardián de las llaves y terrenos de Hogwarts.

—Un placer señor, Hagrid. —saludó Harry mirando fijamente al sami gigante y recordándolo del relato de Minerva.

—El placer es mío, Harry, hace mucho tiempo que no te veía. La última vez, eras solo un bebe. —respondió Hagrid con una enorme y sincera sonrisa.

Harry asintió con la cabeza y dio una pequeña sonrisa, casi imperceptible y con leve incomodidad.

— ¿Hagrid, qué estás haciendo fuera de Hogwarts? —preguntó McGonagall con interés.

—Oh, el Director me pidió que viniese a buscar él ya sabe que en la cámara 713 en Gringotts. —respondió Hagrid con cautela.

—Entendido, buena suerte en tu trabajo. Me despido, tengo que llevar al señor Potter a comprar sus útiles para este año. —dijo Minerva mirando a Harry.

—Entiendo, Profesora, cuídese, adiós y suerte a ambos. —se despidió Hagrid con una sonrisa.

—Adiós, Hagrid. —dijo Minerva dándose la vuelta y comenzando a caminar a la parte trasera del local

—Adiós. —saludó Harry para después seguir a la mujer.

Ambos fueron hasta la parte de trasera del local. Delante de ellos se había una gran pared de ladrillos, Minerva tuvo una idea y miró a Harry con una ligera sonrisa.

—Tengo una prueba para usted Señor Potter. Esta pared es mágica y tiene una combinación única. ¿Puede sentir la magia que tiene la pared como con el hechizo y descifrar la combinación? —preguntó Minerva con interés.

Harry miro por un momento a Minerva y dio un paso hacia adelante acercándose mas a los ladrillos. McGonagall lo miró expectante. Harry cerro los ojos y se concentró un momento y toco un ladrillo con el dedo índice y siguió 2 más hacia arriba y 2 al costado. Minerva sonrió y miro a Harry.

—Perfecto, señor Potter. —dijo Minerva mientras veía como la pared se iba desarmando ladrillo por ladrillo para luego, cuando todos los ladrillos desaparecieron formando un umbral, mostrar en todo su esplendor al Callejón Diagon— Bienvenido al Callejón Diagon, señor Potter.

Harry, con la boca ligeramente abierta miraba con los ojos completamente abiertos hacia todos lados, absorbiendo la mayor cantidad de información posible. Sus ojos solo expresaban asombro, un mundo de posibilidades infinitas se le acababa de revelar. Un mundo al cual poder pertenecer. Un mundo al cual, en un futuro, poder llamar hogar.

Su mente era un mar de preguntas, un mundo se había abierto a sus pies, podía sentir la magia brotar por todos lados, era embriagante y hasta sofocante para sus sentidos, pero tenía que acostumbrase rápidamente, no podía permitir ni dejar que las emociones lo controlaran.

Por ahora lo mejor que podía hacer era observar todo y aprender lo mayor posible si este iba a ser su mundo de ahora en adelante, tenía que trabajar de forma acelerada para poder entender las nuevas costumbres y formas que iba a tener que usar, pero lo mejor en este momento era focalizarse en las cosas inmediatas, ya iba a tener tiempo para poder entender mejor todo lo nuevo en profundidad.

—No tengo dinero, ¿cómo vamos a pagar lo materiales para Hogwarts? —preguntó Harry todavía mirando a todos lados.

—No se preocupe por eso, sus padres le dejaron una buena cantidad para poder gastar para sus estudios. —respondió Minerva con una sonrisa.

—Entonces…, ¿a dónde tenemos que ir primero? —volvió a preguntar Harry con curiosidad.

—A Gringotts, el banco de los magos, es ese edificio blanco y grande que se ve a lo lejos. —dijo ella señalando el edificio blanco y con la gran inscripción de Gringotts Bank.

Harry solo asintió.

Ambos se encaminaron entre el mar de gente que estaban haciendo sus compras, hasta que llegaron al banco. En las grandes puertas Harry pudo leer la inscripción,

"Entre, extraño, pero tenga cuidado

Con lo que le espera al pecado de la codicia
Porque aquellos que agarran, pero no se lo han ganado
Deberán pagar en cambio mucho más
Así que si busca bajo nuestros suelos
Un tesoro que nunca fue suyo,
Ladrón, está advertido, tenga cuidado
De encontrar algo más que un tesoro allí."

Pasando por las grandes puertas, los dos entraron al gigantesco lugar y Harry pudo observar la magnificencia del recibidor; vio a unas pequeñas criaturas detrás del mostrador y, mientras caminaban, preguntó.

— ¿Qué clase de seres son?

—Goblins, señor Potter, son unas criaturas muy inteligentes, se encargan de las finanzas y la economía del mundo mágico, le recomiendo que tenga cuidado con ellos y siempre los trate con respeto. —respondió Minerva seria.

—Entendido. No se puede jugar con aquellos que tienen tu dinero. —dijo Harry.

—Exactamente.

Ambos siguieron caminando hasta que llegaron al final del corredor y Minerva con voz dura habló.

—Bueno días, el señor Harry Potter viene a hacer un retiro.

El goblin la miro por un momento, después se concentró en Harry para luego retomar la mirada a la mujer y con desgana respondió.

—Buenos días a usted —saludó el malhumorado goblin mirándola, luego concentrándose en Harry —, ¿supongo que el Señor Potter tiene su llave no es así? —preguntó.

—Así es, aquí esta. —dijo Minerva mostrando la llave.

—Bien, ¿van a hacer un retiro directamente o prefieren llevar una bolsa conectada directamente a la bóveda? —volvió a preguntar el ser, secamente.

Minerva miró a al goblin un momento de forma pensativa.

—Vamos a llevar la bolsa, tenemos que comprar varias cosas extras. —dijo Minerva mirando a Harry, que este solo asintió.

—Bien. —volvió a hablar el goblin de forma seca.

El goblin se fue un momento y a los 5 minutos volvió con una bolsa de seda negra y se la entregó a Harry.

—Gracias. —dijo Harry, haciendo una ligera reverencia.

El goblin lo miro intrigado un momento.

—De nada, señor Potter. —respondió él con un poco más de amabilidad que antes.

— ¿Podría tener un resumen de mi cuenta? —preguntó Harry ante la atenta mirada de McGonagall.

—Claro, ¿de la bóveda escolar o de las bóvedas principales?

— ¿Bóvedas principales? —pregunto McGonagall.

—Exacto. Lord Potter, antes de morir, dejó una bóveda escolar accesible en todo momento para el señor Potter y otra para cuando sea mágicamente mayor de edad. —respondió el goblin de forma sencilla.

—De ambas si es posible. —dijo Harry mirando fijamente al goblin.

—Muy bien. —respondió el ser, se volvió a ir y después regreso con una serie de papeles y se los entregó a Harry.

Él se los guardo en el bolsillo y dijo.

—Gracias nuevamente. Una última pregunta, ¿Alguien que no sea yo puede acceder a las bóvedas?

Minerva se dio cuenta de inmediato lo que quería decir Harry y replicó. —No se preocupe, señor Potter, nadie que no sea usted puede tener acceso a su bóveda. —Harry la miro asintiendo y luego volvió a mirar al goblin.

El goblin asintió y preguntó:

— ¿Algo más? —Harry miró a Minerva y ella lo miró a él y después se volvió al goblin.

—No, eso es todo. Muchas Gracias.

Ambos salieron del banco y todavía parados en la entrada, Harry preguntó. — ¿Cómo es el sistema monetario en el mundo mágico?

—Señor Potter, 1 Galeón equivale a 17 Sickle de plata, y 1 Sickle de plata equivale a 29 Knuts de bronce, téngalo siempre presente. —respondió Minerva mirando al joven mago.

—Entonces 1 Galeon equivale a 493 Knuts —comentó Harry con sencillez.

—Exacto.

(mmm un sistema monetario incómodo) —dijo él pensativo —, ¿Dónde deberíamos ir primero? —peguntó mirando a la bruja.

—Oculi Perfectus —respondió Minerva —, vamos a revisar la graduación de sus lentes, no sería raro si sus tíos hayan cometido… negligencias. —comentó con un deje de molestia.

Harry entendió y sin protestar siguió a McGonagall caminando al lado de ella, hasta que llegaron a una tienda que decía en grande sobre una fachada verde "Oculi Perfectus — Oculista"

—Buenos días. Soy Madame Hawkins, ¿en qué los puedo ayudar? —preguntó alegremente una esbelta y rizada mujer.

—Buenos días Madame, el señor Potter necesita una revisión y un par nuevo de lentes, mejores que los del mundo muggle. —contestó Minerva con simpleza.

Sorpresa fue lo único que apareció en la cara de aquella risada mujer; el mismísimo niño que vivo estaba en su tienda y pidiendo sus servicios. Rápidamente señalo con la mano una silla que tenia para atender.

—Po-por supuesto. Por favor joven, tome asiento, así lo puedo revisar. —dijo la vendedora con nerviosismo.

Harry sin protestar se sentó y se sacó sus viejos anteojos. Ella se puso delante de él, sacó su varita, con algunos hechizos tuvo todos los datos de su graduación ocular, miro los anteojos muggles con algo de desagrado y después lo miro de nuevo y dijo.

—Tienes unos ojos muy lindos. —Harry, sonrojado, bajó la cabeza ligeramente y una pequeña sonrisa se formó en sus labios. Esto para McGonagall no pasó desapercibido y mordió su labio inferior con una mirada triste. Harry estaba roto, muy roto, la mínima muestra de afecto era algo completamente nuevo para él, ella rogo que con toda la fuerza de voluntad que tenía el muchacho pudiera, con tiempo, salir adelante —. Creo que puedo conseguirte algo mejor que estos barbáricos anteojos muggles.

Se levantó, fue a la trastienda y al rato volvió.

—Estos, creo que son los que mejor irían para tus necesidades, —dijo dándole a Harry unos anteojos muy parecidos a los que tenía —. Son de auto-graduación, irrompibles y no se ensucian, ideal para ir a Hogwarts.

—Son perfectos. —intervino McGonagall— ¿Cuánto costarían?

—10 Galeones.

Harry saco 10 galeones de la bolsa y se los entregó a la mujer, ella sonrientemente los tomó y dijo.

—Muchas gracias, es un placer que estés en mi tienda.

—El placer es mío, Madame Hawkins. —respondió Harry.

—Vamos Señor Potter, tenemos mucho que comprar. Muchas Gracias —dijo McGonagall mirando a la oculista, ella le asintió y ambos partieron.

— ¿Y ahora a dónde? —preguntó Harry mirando a McGonagall y esperando una respuesta.

—Vamos a Madame Malkins, hay que vestirte para el mundo mágico y hacerte un guardarropa nuevo.

Harry asintió y con una pequeña sonrisa siguió a su acompañante. No tardaron mucho, ambos llegaron, entraron y una regordeta y sonriente mujer los recibió.

—Buenos días, Minerva, ¿de compras? —saludó Malkins con una sonrisa en el rostro

—Buenos días, sí, pero para el Señor Potter. —respondió Minerva poniéndolo delante de Harry y descansando sus manos en los hombros del niño.

—Oh ya veo, ¿un equipo estándar para primer año no es así?

—Sí, y un guardarropa nuevo si pudiera ser.

La rechoncha mujer sonrió y asintió. Agarró del hombro a Harry y se lo llevó a un lugar más apartado, sacó un metro y comenzó a tomar medidas ante la atenta mirada de la bruja. 1 hora tardaron mientras tenían a Harry como maniquí, que solo miraba cansinamente como las telas y combinación de colores pasaban, hasta que finalmente terminaron y con una sonrisa Madame Malkins dijo.

—La ropa va a tardar un poco en terminarse, así que mientras tanto pueden comprar las demás cosas.

Minerva asintió y ambos salieron.

— ¿A dónde deberíamos ir mientras la ropa se termina de hacer? —preguntó Harry

—mmm, creo que deberíamos ir a Flourish y Blotts que está al lado, ahí vamos a poder comprar todos tus libros.

Harry asintió y la siguió. Ambos llegaron al local lleno de libros hasta el techo y pidieron un juego de libros para Hogwarts para primer año, también compraron copias de libros necesarios, tanto para entender la cultura mágica como su historia, libros sobre Hogwarts. Harry por su parte se puso a buscar libros que parecieran interesante hasta que encontró dos que le llamo la atención. El primero "El Arte del Control Mágico" y el segundo, en un lugar recóndito, oscuro y algo polvoriento de la tienda, llamado "Parsel — La Magia de las Palabras".

Harry fue con ambos libros hacia McGonagall, ella los miró un momento con algo duda, asintió, pagaron todos los libros, los redujeron y una vez afuera miro las demás tiendas y dijo.

—Creo que lo mejor sería ir por un baúl para guardar todas sus cosas.

Fueron a la tienda más cercana y compraron un baúl de madera con terminaciones en cuero extensible para poder guardar todos los libros tanto mágicos como no mágicos.

Salieron de esta y volvieron a Madame Malkins, cuando entraron los miró con una sonrisa y les entrego los paquetes ya reducidos, pagaron y volvieron a estar afuera.

Harry miró la lista y dijo.

—Faltan los útiles que se mencionan en la carta.

—Todos los útiles se encuentran en la misma tienda excepto la varita que vamos a ir a Ollivander's, pero lo vamos a dejar para lo último.

Salieron de la tienda de útiles achicados todos dentro del baúl y fueron directo a Ollivander's.

En la puerta en letras doradas estaba la inscripción "Ollivander: fabricantes de excelentes varitas desde el 382 a.C.".

Cuando entraron, resonó una campanita que tenía la puerta, no había nadie o al menos eso parecía, McGonagall tosió un momento intentando llamar la atención de quien sea que puede estar en la tienda y de la trastienda salió un hombre de grandes ojos grises, más bien plateados como la luna.

—Buenos días —dijo amablemente —. Oh, Profesora McGonagall; abeto y fibra de corazón de dragón, 24 centímetros, rígida, supongo que su varita se encuentra en perfecto estado, ¿no es así? —dijo mirando a Minerva para luego posar su vista en Harry

—Por supuesto que sí, señor Ollivander, pero esta vez venimos para una varita para el Señor Potter.

—Oh, por supuesto... Claro, lo estaba esperando, señor Potter, parece como si hubiese sido ayer que sus padres venían a comprar sus varitas. —comento Ollivander.

Ollivander miró fijamente a Harry mientras que él también hacia lo mismo sin soltarle en ningún momento la mirada, de un rápido movimiento se fue a la trastienda y comenzó a sacar cajas con varitas adentro. Una a una se la fue pasando a Harry y una a una fueron descartadas. Hasta que llego a una varita muy especial.

—Pruebe esta, señor Potter —le dijo Ollivander pasándole una varita negra —. Acebo, pluma de fénix, 28cm.

En el momento que Harry tomo la varita sintió como si su mano se calentase y le comenzara a quemar. Soltó rápidamente el objeto como si fuese hierro al rojo vivo y esta cayó al suelo. McGonagall lo miró con preocupación mientras él veía su mano ligeramente roja en donde había tocado la varita. Rápidamente Minerva miró con una mirada inquisitiva a Ollivander buscando respuesta mientras sami abrazaba a Harry.

—Interesante, muy interesante. —dijo pensativo Ollivander levantando la varita caída.

— ¿Qué es lo que le resulta interesante? —replicó Minerva de forma irritada

—La magia del Señor Potter es la que no acepta las varitas que le ofrezco, por lo general es la varita quien elige al mago, pero en este caso, parece ser diferente, es la magia del mago la que va a elegir la varita.

— ¿Puede o no venderle una varita a Harry? —preguntó Minerva aún más irritada que antes.

—No, no puedo venderle ninguna de mis varitas…

— ¿Cómo que no puede? ¿Cómo va a ir a Hogwarts sin una varita? —preguntó McGonagall ahora un poco más alterada.

—No puede venderle ninguna de las que tengo hechas, pero, puede hacerle una, para ser más preciso, el señor Potter va a construirla. —respondió Ollivander mirando a Harry con entusiasmo.

McGonagall miró con incredulidad a Ollivander y después miro a Harry que se agarraba la mano, pero que estaba analizando la situación. Todo, para McGonagall se estaba poniendo cada vez más raro, sin lugar a duda este día, es, e iba a ser, el más agotador de su vida, sus emociones estaban desechas, su cabeza funcionaba a toda máquina en todo momento, observando y analizando todas las actitudes de su futuro alumno. Si, se volvió a afirmar mentalmente, este día iba a ser el más raro de su vida

—Acompáñenme —dijo Ollivander mientras iba a la parte más recóndita de su tienda. Ambos los siguieron hasta que llegaron a su laboratorio personal —. Señor Potter, parece en el círculo con runas, cierre sus ojos y deje que su magia guié el proceso. —dijo mirando a Harry.

Harry camino hasta un círculo lleno de runas, parándose en el centro sin dejar de mirar a ambos adultos; su mano todavía dolía, vio como Ollivander abría muchos compartimientos, dio un vistazo a donde estaba McGonagall, ella asintió y le sonrió. Cerró sus ojos y dejo que su magia lo guiara, sintió ese sentimiento de una calidez moviéndose por todo su cuerpo. Las runas del circulo comenzaron a brillar en un color verdusco igual que su magia, la presión ejercida por su magia se sintió por todo el laboratorio, McGonagall y Ollivander sintieron una fuerza que les estaba comprimiendo el cuerpo, era cálida, pero sumamente poderosa.

Ollivander miraba con asombro todo el espectáculo, hasta que vio algo que le llamo profundamente la atención, cabello de unicornio se elevó y se puso enfrente de Harry, eso no tenía sentido, ya le había ofrecido varitas con pelo de unicornio y no habían servido, hasta que vio que pelo de cola de Thestral también se elevó.

Ambos núcleos se entren mezclaron trenzándose hasta formar un solo núcleo; esto era algo que nunca se había visto, ambos núcleos en forma de uno solo. Siguió observando el proceso sin perderse ningún detalle hasta que vio como un fragmento de madera que se elevó.

(Quebracho colorado, increíblemente dura y muy difícil de moldear) —pensó.

El pedazo de madera con forma cilíndrica se movió hasta alinear la punta de la madera de forma horizontal con la parte trasera del núcleo recién formado. La madera como si estuviera siendo destrenzada desde la punta, se abrió y dejo entrar el núcleo, en el momento que entro completamente esta se cerró, como si la estuviera retrenzando nuevamente, hasta que quedo un principio de varita.

La madrea de la varita recién formada se estiro haciéndola esbelta y se formó una empuñadura en la parte trasera. La magia se calmó, el ambiente entero se relajó, la varita aun flotaba, Ollivander la tomó y la observó atentamente, sacó una regla y la midió. Harry abrió los ojos con algo de cansancio y vio a McGonagall que tenía cara asombrada y pensativa, luego miró a Ollivander que observaba, escuchaba y sentía la varita recién formada.

—Simplemente una obra de arte, señor Potter..., sencillamente sorprendente. —dijo Ollivander con gusto.

— ¿Qué cosa? —preguntó Harry con simpleza y algo agotado

—Usted, señor Potter, acaba de combinar dos núcleos mágicos diferentes, el poder del pelo de cola de thestral y la estabilidad y fidelidad del pelo de unicornio, todo eso combinado en una madera extremadamente dura y muy difícil de trabajar —respondió Ollivander con gusto —. Sin lugar a dudas se esperan grandes cosas de usted, señor Potter, una gran varita para un gran mago. Quebracho, 39 centímetros, pelo de cola de thestral y pelo de unicornio entrelazados.

Ollivander le dio la varita a Harry y volvieron a parte delantera de la tienda en silencio

— ¿Cuánto seria? —preguntó Harry.

—Nada, señor Potter, el espectáculo que acaba de hacer es suficiente como para que le regale la varita. Solo le pido que venga antes de ir a Hogwarts cada año para saber cómo evoluciona la varita y que me cuente sus experiencias con ella. —dijo mirando todavía fascinado la inusual la varita.

—Está bien, se lo prometo. —dijo Harry asintiendo con una sonrisa.

McGonagall y Harry salieron de la tienda, el joven mago se quedó mirando a su futura profesora y dijo:

— ¿Quiere descansar un poco Profesora McGonagall? —preguntó Harry con simpleza y un poco de preocupación ante la mirada cansina que daba la mujer al cielo.

—Sí, creo que sería lo mejor, pero después de ir por una mascota y con eso tendríamos finalizada los compras.

—Entendido, ¿a dónde deberíamos ir? —volvió a preguntar Harry.

—Al emporio de las mascotas, hay algo que me gustaría comprobar. —dijo ella con una cansada sonrisa.

Ambos se encaminaron a la tienda de mascotas, cuando llegaron comenzaron a ver los distintos animales, hasta que llegaron a la sala de los reptiles, cuando llegaron más específicamente a la zona de las serpientes, toda la atención se colocó sobre Harry, él se fue acercando lentamente ante todas las voces seseantes que escuchaban, se aproximó lentamente, todas cesaron cuando lo vieron y se enfocaron en él, mirándolo al igual que McGonagall.

Harry cerró los ojos ante la vista de McGonagall y comenzó a caminar con los ojos cerrados hasta que llego a una vitrina en donde se encontraba una pequeña krait de cabeza roja y azulado cuerpo de 30 cm con la cola igualmente roja, los abrió y comenzó a hablar pársel ante la asombrada y maravillada mirada de McGonagall.

— "Hola, soy Harry." —dijo Harry con suavidad.

— "Hola hablante, mi nombre es Gaya, es un placer estar ante tu presencia." —respondió la serpiente de forma seseante.

— "Un gusto Gaya, tu nombre es como el de la madre tierra en griego antiguo." —dijo Harry con una sonrisa —. "¿Por qué es un honor estar ante mi presencia?" —preguntó intrigado.

— "La cantidad de hablantes humanos es muy reducida, es un gran honor estar ante usted." —respondió Gaya con una sonrisa en su trapezoidal cabeza.

— "No te preocupes por las formalidades, el placer es mío."

Harry miró a McGonagall y dijo.

—Su nombre es Gaya…, —hasta que algo que había olvidado, volvió a su mente— pero Hogwarts no acepta serpientes. —agregó decepcionado.

Con una mirada vio a Harry y luego con otra a la pequeña serpiente, suspiró y volvió a mirar al muchacho delante de ella.

—Si un Jefe de Casa lo acepta, un alumno puede llevar una mascota exótica en circunstancias especiales, y, para tu suerte, tiene una Jefa de Casa delate suyo. —dijo Minerva algo cansada.

Harry abrió grande los ojos.

— ¿Y-yo pu-puedo tenerla? —preguntó él con algo de nerviosismo.

— ¿Promete que no matará a nadie? —preguntó Minerva divertida, pero sería.

—Sí. —respondió Harry rápidamente.

Minerva llamó al encargado de la tienda y le pidió esa serpiente. Él la saco y ella agarró su varita y le lanzo algunos hechizos de protección. El encargado se la dio a Harry y la serpiente se enrollo en su muñeca, un leve destello verdusco rodeo a la serpiente y el miró asombrado cuando esto ceso, preguntó.

— ¿Qué es lo que acaba de pasar?

—Te acaba de aceptar como tu familiar. Un familiar es el vínculo que une a un animal con un mago y esto hace que ambos sean leales hasta la muerte.

— "Gracias por aceptarme Gaya…, nunca nadie lo había hecho". —dijo Harry con una sonrisa.

— "El placer es mío, maestro." —respondió la serpiente.

— "Solo Harry, por favor." —dijo Harry serio.

— "Entendido."

Compraron, además de la serpiente, un libro para su cuidado, comida para varios meses para poder alimentarla, pagó y salieron de la tienda. Y con un suspiro McGonagall dijo:

—Creo que lo mejor sería comer algo, descansar y volver a su casa.

El mediodía terminó y la tarde llamó a su entrada, ambos comían en silencio, principalmente pensando en lo que había sido el día de hoy, Minerva era literalmente un caos, las cosas habían sido, por decirlo de una forma simple, completamente alocadas, hoy en la cena de Hogwarts iba a ser un verdadera guerra de preguntas, tanto para ella como para Albus, el viejo Director tenía de forma intencional o no, la culpa, pero poco importaba porque, mañana se acababa, las cosas no podían seguir así y sabía que solo amenazando a los desagradables e inhumanos tutores del joven Potter no iba a ser suficiente.

La tarde paso rápidamente y la noche entró en escena, Minerva y Harry caminaban con dirección al Número 4 de Privet Drive. Habían decidido no aparecerse después de la negativa de Harry y las risas de McGonagall ante la molesta cara que puso su futuro alumno. Ambos caminaban en silencio, no un silencio incómodo, no era necesario hablar para poder reflejar la tranquilidad que ambos tenían en ese momento, pero el silencio tuvo que ser interrumpido por la vieja bruja.

—Señor Potter, aunque su varita no está marcada por el Ministerio de Magia, no significa que puede hacer magia a diestra y siniestra, ¿está claro?

—Sí, no se tiene que preocupar. —respondió Harry con una sonrisa sincera.

McGonagall sonrió también.

—Bien, creo que es momento de hablar con sus tíos —dijo Minerva. Ambos habían llegado a la puerta, cuando estaba por tocar Harry agarro su muñeca —. ¿Sucede algo Señor Potter?

—Alto, —dijo haciendo una señal de silencio con el dedo índice— escuche. —volvió en tono de advertencia.

—Están por llegar, Vernon, ¿estás seguro? —dijo Petunia con voz algo distorsionada por la puerta.

—Por supuesto querida, solo necesito que entren y ¡BOOM! —dijo él divertido — Con un disparo matamos dos pájaros de un tiro. Solo tenemos que decir que entro una persona desconocida a la propiedad y que el muchacho se interpuso, el plan es sencillo. —volvió a hablar con seguridad.

—No sé, quizá deberíamos… —comentó de forma dudosa.

—Profesora McGonagall, acompáñeme, entremos por atrás, podemos sorprenderlos. —dijo Harry. Minerva asintió, ambos sacaron sus varitas, rodearon la casa y entraron por la puerta del patio en silencio.

Harry liderando la infiltración, abrió la puerta de vidrio que daba al patio y entró sigilosamente, McGonagall detrás de él tenía la varita lista. Harry se asomó por la cocina y vio que su tío tenía su escopeta apuntando la puerta. Harry carraspeó intentando llamar la atención de su tío y cuando se dio vuelta de un movimiento de varita convirtió el arma en un salmón que comenzó a moverse y cayó al suelo.

—Desmaius, Desmaius, Desmaius. —dijo rápidamente la bruja y todos los Dursley cayeron en el lugar— Excelente transformación, señor Potter, y muy buen oído. —comentó mirando el salmón que todavía estaba moviéndose y con un movimiento de su propia varita lo hizo desaparecer.

—Gracias, esta varita es genial, casi no necesito concentrarme para hacer lo mismo que lo de esta mañana, sigue el mismo principio que la lámpara y la ropa, —dijo Harry entusiasmado— ¿Y ahora qué hacemos con ellos? No creo que vayamos a dejarlos acá tirados, ¿no? —preguntó con interés.

—No se preocupe, van a estar dormidos hasta mañana por el mediodía. Pero no los podemos dejarlos tirados en la sala, voy a llevarlos a sus habitaciones. Quiero que vayas a la habitación que le tiene que haber acondicionado su tía. —respondió Minerva con una dulce sonrisa.

Harry asintió y fue a la habitación, mientras veía que todo estaba ordenado y ahora no había nada tirado, la cama estaba tendida y ordenada, sin lugar a dudas era una habitación, su habitación.

—Harry, —dijo Minerva en la entrada de la habitación, llamando la atención del muchacho— tengo que volver a Hogwarts, pero te prometo que voy a volver mañana con una solución para todo esto, no te voy a volver a fallar. Prométeme que ahora vas a ir a dormir y no vas a salir de la habitación. Mañana a primera hora voy a estar acá.

—Te lo prometo. —respondió Harry corriendo hacia ella y abrazándola— Gracias por todo, este fue el mejor día y el mejor cumpleaños de mi vida. —siguió mientras escondida su cabeza en el estómago de Minerva. McGonagall devolvió el abrazo y cuando el muchacho la soltó le sonrió.

—Adiós Harry, y feliz cumpleaños. —dijo Minerva con una gran sonrisa.

—Adiós Minnie.

...

La imagen del antiguo castillo era imponente, tan majestuosa y grandiosa. Su sola presencia hacia que los sentimientos de sorpresa y calidez afloraran en las personas.

Una bruja de por lo general serio semblante, pero ahora, visiblemente cansada por tantas emociones en un solo día, vio el imponente castillo, todos los recuerdos vividos en el lugar volvieron e hizo que sus fuerzas recobraran, las cosas tenían que cambiar, no, las cosas iban a cambiar, el destino de las cosas ya no era el mismo.

Era el horario de la cena ya en Hogwarts. Entró rápidamente al castillo; su paso era ligero y su mirada era decidida, todo lo que tenía pensado hacer, lo iba a hacer y nadie la iba a detener. No más errores. Abrió rápidamente las puertas para el asombro de todos en el Gran Salón y con cara decidida y ojos rapases fue hacia su objetivo. Albus Dumbledore.

—Minerva, volviste, ¿Cómo te fue? ¿Cómo esta Harry? —preguntó el Director Dumbledore captando la atención de todos los Profesores del salón.

—¿De verdad quieres que lo diga? —preguntó Minerva molesta.

—Por supuesto. —respondió Albus con simpleza.

—Fue un verdadero desastre. Todo está mal.

—Parece ser que Potter salió igual que su padre. Una lástima. —dijo Severus Snape con sarcasmo, Profesor de Pociones.

— ¡Silencio, Severus! —dijo Minerva con molestia sorprendiendo a todos —. Albus, es todo un desastre, el muchacho fue torturado, tanto física como psicológicamente, fue tratado peor que un elfo doméstico, las condiciones en las que vivía eran deplorables, era obligado a trabajar para sobrevivir, si cometía una falta era brutalmente castigado.

—Eso es imposible, el muchacho estaba bien, las defensas me lo hubieran informado. —dijo Dumbledore rápidamente.

—Albus, lo vi con mis propios ojos, Harry tiene parte de la espalda y parte de los brazos llenos de cicatrices, si no fuese por su propia fuerza de voluntad, no sería raro que se hubiese suicidado o tuviésemos un Señor Oscuro en potencia delante de nuestras narices.

—¿Tan mal estaba? —preguntó Filius Flitwick, Profesor de Encantamientos.

—Sí. —respondió Minerva con sequedad.

— ¿Cómo era? —preguntó ahora Pomona Sprout, Profesora de Herbología.

—Extremadamente desconfiado, al punto de esconder sus emociones con el simple objetivo de cuidarse de los otros; cuando lo conocí fue muy difícil hacerlo hablar, decía lo justo y necesario, pero le saqué una que otra sonrisa. —contestó Minerva sonriendo levemente ante este último comentario.

— ¿Mostro algún talento especial? —preguntó Snape serio.

Minerva lo miró con una cara de fastidio y respondió.

—Sí, Potter es extremadamente talentoso con la magia, puede sentir como se mueve la magia cuando alguien hace un hechizo o está su alrededor y luego replicarlo. Tiene un control extremadamente alto debido a sus "castigos", que eran a causa de magia accidental y para poder evitarlos, tuvo que aprender a reprimirla su propia magia y controlarla para que no saliera de control, además de que su magia es bastante singular.

— ¿A qué te refieres? —preguntó Flitwick interesado.

—Aparte de que su magia está en su mayoría, si es que no toda bajo su control, esta rechazo todas las varitas de Ollivander cuando fuimos a buscar una. Tuvo que hacer una propia y ciertamente diferente.

— ¿Por qué? —volvió a preguntar Snape.

—Tiene dos núcleos mágicos fusionados o al menos eso dijo Ollivander. Pelo de unicornio y pelo de cola de thestral.

Todos se quedaron en silencio pensando en las cosas que había dicho, muchas interrogantes demasiadas hasta que Snape volvió a romper el silencio.

— ¿Por qué tengo la sensación que te estás guardando algo? —preguntó Snape con una ceja levantada.

—Potter es un hablante pársel y demostró un especial interese por esta lengua y sus aplicaciones mágicas —Snape y los demás profesores abrieron grandes los ojos —, le di permiso para tener una mascota exótica. —dijo en un suspiro.

— ¿Q-q-qué mascota? —preguntó Pomona prácticamente deduciendo lo que iba a decir.

—Una krait de cabeza roja. —respondió Minerva dudosa.

Todos se quedaron en silencio pensativos, esto era realmente significativo. Aparte de la habilidad latente de Harry, era un hablante, igual que aquel que venció.

— ¿Cómo puede ser que sea un hablante?, ni James ni Lily eran hablantes. —preguntó Filius.

—Cuando Voldemort trato de matar a Harry puede ser que le haya pasado algunas de sus habilidades, esa es una posibilidad… Otra es que sea hablante pero que sus genes estuvieran dormidos…, cualquiera de ambas posibilidades es posible. —contestó Dumbledore.

Nadie pronunció ninguna otra palabra por un buen rato, todos sumidos en sus pensamientos. El silencio seguía reinando en todo el salón, hasta que Minerva lo rompió:

—Voy a tomar la custodia de Harry, él ya no puede estar más en la casa de sus tíos. —dijo de forma cortante.

—Eso es imposible, Minerva, Harry no puede irse de la casa de sus familiares; las protecciones únicas que le otorga estar cerca de la sangre de su madre, lo protegen de cualquier cosa. —contradijo Dumbledore rápidamente.

— ¡Albus! —dijo Minerva casi en un grito— ¡Intentaron matarnos y deshacerse de nosotros, no puedo dejarlo ahí! Se lo debemos a James y Lily. —termino de forma suplicante.

—Lo entiendo, pero es el lugar más seguro en el que puede estar. —volvió a hablar el viejo mago.

—¡No! ¡No lo acepto! —contestó Minerva enfurecida —, lo estamos dejando a su suerte si lo dejamos ahí y terminaría sucumbiendo a la locura o matándose.

—Creo que puede haber una solución a todo este problema, hacer que el señor Potter no abandone su casa y que sus familiares dejen de tratarlo como basura. —comentó Snape fríamente.

— ¿Qué solución? —inquirió rápidamente McGonagall ante la atenta vista de todos.

— "Insitum Rationis". —pronuncio Snape.

Albus solo asintió, en tono de confirmación.

Minerva sonrió de forma irónica ante la ironía de todo lo que iba a hacer; una persona tan recta como ella iba a tener que romper algunas reglas ya preestablecidas y hacer cosas que eran éticamente dudosas. A veces hay que romper el orden natural de las cosas para poder hacer lo correcto.