Disclaimer 1: Fanfic sin ánimos de lucro. The Loud House es creación de Chris Savino, propiedad material de Nickelodeon Intl, y está bajo licencia de Viacom International Media y Jam Filled Entertainment.
Disclaimer 2: Los materiales referidos y/o parodiados son propiedad intelectual y material de sus respectivos creadores.
Necesidad de calor
VII
Una ayudita de mi amigo
Royal Woods, Michigan
5 de abril de 2039
3:47 pm
La sala de los Loud
Por regla, Maggie antepone el bienestar de ambos como pareja por encima de la mayoría de sus arrebatos. Si bien esta no es una excepción a ninguna regla, la verdad ese imprevisto beso fue una novedad poco grata.
Para empezar, Stella estaba ebria. Sabe que ella y Lincoln no se hablaban en mucho tiempo, y a juzgar por dicho beso, era una acción desesperada de alguien que tenía todo el juego perdido y quisiera intentar empatar el marcador y, si la analogía le sirve, forzar un empate que nadie quería. Venir ebria, más desesperación, pues nunca falta la persona que beba algún licor fuerte para darse ánimos cuando ya no quedaba mucho por lo que luchar. Y la ropa algo desarreglada… hacía horas, indicaba, que titubeó lo suficiente para cualquier cosa antes de recurrir al licor peleón. Si el olfato y experiencias previas le sirven, definitivamente ese era un whisky de los baratos. No demasiado bueno y posiblemente con más aditivos que enmascaran un añejamiento deficiente y un mal sabor… a veces no entiende cómo es que la FDA aprueba semejantes gazapos industriales.
Una vez que le pidieran a Luna que saliera para visitar a sus padres sin decirles absolutamente nada de lo que acabó de presenciar y entraron a la imprevista visita, Maggie y Lincoln estaban sentados de frente a Stella en cabeceras opuestas. El peliblanco sabía que esa actitud era muy impropia de su vieja amiga, y más todavía porque, cuando quiso invitarla a su boda como testigo, su madre le dijo que estaba de viaje en Seúl cuando en realidad la vieron en el aeropuerto saliendo para Seattle al día siguiente.
Maggie, por su lado, veía a esa "asaltante" como una mujer frustrada. Aunque se tomó la molestia de revisar su perfil profesional como capacitadora en una empresa de electrónica, la realidad dista muchísimo de las fotografías de esta donde se la ve como toda una profesional en su área, una mujer seria de cara amable que, no importa lo que uno quisiera con ella, suele rechazar da todo mundo de un modo que solo podía definirse como "crueldad amable". No rompía corazones por ser un imposible, los rompía por cómo lo hacía… para hacerla corta, palabras bonitas, café o una noche en el bar y una sonrisa prometiendo una noche interesante que se convertía en una bofetada antes de volver con su madre. No era tan reprobable a priori, pero esa conducta la ponía a un paso de ser una cualquiera. Y por las maravillas que le hablaron de ella, el choque fue dolorosamente obvio. Lo suficiente como para querer olvidar lo que no podrá olvidar.
-Así que… Grand Rapids -dijo Lincoln, tosiendo un poco para romper el silencio más incómodo de su vida-. ¿Idea de Ken y Judy?
-Solo mamá -respondió escueta Stella, dejando la taza de café cargado que le hicieron beber para bajarle la borrachera-. Papá murió hace un par de años.
-Lo siento.
-Fue algo rápido para lo que tenía.
-¿Cáncer?
-Un cáncer de hueso agresivo.
-Linda polera -dijo Maggie, perturbada por el grado de tensión que siente en la conversación.
-Uh… ¿gracias? -dijo Stella.
-¿Y qué te trae a Royal Woods? -cuestionó Lincoln, dejando de lado un tema que se puso escabroso.
-¿No puedo visitar a un amigo? -preguntó Stella en respuesta, tensando cada palabra al hilvanar sus ideas y dando un sorbo a su bebida.
-Usurpar un amigo, más bien -murmuró Maggie y riendo con cierta ligereza de su propia chanza.
-Nunca me… dijeron que ya estabas casado -afirmó Stella.
-Se nota… -continuó Maggie.
-Hasta te envié una invitación, pero tu madre dijo algo de tu pasantía en Whirlpool -aseguró Lincoln-. Le pregunté si tenías el día libre y alegó que estabas ocupada en titularte.
Silencios incómodos… siempre los ha odiado. Y más cuando están justificados.
-¿Algo se quema? -preguntó Maggie, olisqueando el aire y reconociendo el inconfundible aroma de masa quemada.
-¡Mis empanadas dulces! -exclamó Lincoln, saltando a la cocina.
Ahora sí, Maggie tenía todo el campo para ella sola. Debía hacer lo que debía hacer una mujer en su posición, y ese algo, hasta donde la educaron, es remarcar su posición y su territorio.
-¿No eres muy mayor para saltar sobre el primer hombre con el que tratas? -preguntó Maggie.
-¿A qué te refieres? -dijo Stella.
-Solo digo… no es que seas emocionalmente inestable -apuntó Maggie, tomando una galleta del que Lincoln había puesto y que nadie había tenido en cuenta hasta ahora, mordiendo en el acto-. Se nota que quisiste intentar algo con alguien a quien le remarcaste de entrada que lo querías solo como amigo.
-Eso fue cuando éramos niños -objetó Stella.
-Si, y es loable que lo hayas mantenido. Ahora, ¿desde cuándo te…?
-¡Las salvé! -dijo triunfante y aliviado Lincoln.
-Eso sonó tan Disney -ironizó Maggie.
-Ni que fuera el loco ese de las ardillas -replicó Lincoln, vaciando la charola en una fuente sobre ka mesa sin delicadeza antes de tomar asiento junto a Maggie-. Puede que sepa cocinar, pero no soy tan torpe y no soy tan musculoso como quisieran.
-Claro -repuso Stella mientras veía un poco decepcionada.
-No sé que piensen ustedes, pero creo que lo que necesitas es buscar pasar a Lincoln como prospecto -dijo Maggie, algo resuelta-. No tan drástico, pero necesito que lo dejes por tu bien como amigo y nada más.
-Eso va a ser un poco difícil -sonrió incómoda Stella.
-Me pregunto por qué -objetó Lincoln-, tienes mucho potencial.
Maggie recriminó con la mirada, aunque no podía culpar a nadie. No puede negar que Stella tenga un cuerpo parecido al de una modelo del sureste asiático, delgado y de formas más bien finas, pero con todo eso y sus actitudes por reservarse para el primer chico que le dio la bienvenida a su nuevo hogar no podía ser menor su opinión de ella por muy amable que sea.
Un pequeño viaje en auto bastó para que la pareja se diera cuerda de que Stella tiene bastante trabajo que hacer. Óleos, retratos, acuarelas, efigies y un busto, todo tenía una visión idealizada de Lincoln. Entre todos los cuadros, el ecuestre imitación de Napoleón Bonaparte era el que más sobresalía de todos ellos, cosa que halagó al aludido y perturbó a Maggie.
-¿No hay nadie más aquí? -preguntó Maggie.
-Mamá está en el asilo Dusk Ridge de Huntington Oaks -contestó Stella-, así que… no, no hay nadie.
-Y supongo que esto es la prueba viviente de la existencia de Dios -apuntó Lincoln al mirar una representación del Martirio de San Sebastián con los personajes y actitudes alterados, con la cara de Rusty deformada en un estertor de dolor extremo y agotamiento al ser atravesado por flechas disparadas por el peliblanco, representado con un rostro digno e impasible.
-Niña, se entiende que hayas pasado por un matrimonio desastroso -apuntó Maggie al ver el mismo cuadro que su marido-. ¿Qué pasó con ese pobre guiñapo?
-Lo demandé por infidelidad -dijo escueta Stella-. Lo descubrí con una castaña usando mi lencería favorita.
-Auch…
-A eso llamo desperdiciar a alguien -repuso Lincoln.
-Digamos que esta consulta rápida te saldrá gratis solo porque fuiste amiga de mi esposo -dijo Maggie-. Pero por una vez debo decir que, si quieres tener una vida normal, debes delimitar tus relaciones y su relación con tus expectativas. Linc, ¿puedes dejarnos un rato solas?
-Si, cariño -dijo Lincoln, un tanto complaciente al salir.
-Ok, toma asiento -instruyó Maggie, obedeciendo Stella en el acto-. Ahora, ¿desde cuándo empezó esta… obsesión con él?
La siguiente media hora Stella se la pasó admitiendo, entre otras cosas, sus celos por ver a Lincoln tan acaramelado con una tal Kari al terminar la preparatoria, su frustración por ver que ambos se iban a universidades distintas, su reencuentro con Rusty cuando fue a buscar un traje para el funeral de su padre, su boda, las pocas veces que intentó consumar su matrimonio y él terminó arruinándolo por inoportunas llamadas o cansancio, la rabia que sintió contra una tal Pam Fox al verla usar su lencería de encaje… el juicio de divorcio y el periodo que estuvo ocupada editando fotos en horas de trabajo y pagando por óleos que, a todas luces, reflejan un vacío imposible de llenar si no es por cierta enajenación.
Para cuando pasaron cuarenta minutos de iniciada la improvisada sesión, Lincoln se sobresaltó al ver volar por la ventana uno de los retratos de la pared.
Al ver por la misma, Lincoln veía como Stella se tomaba una sesión de relajante destrucción controlada de varios de los cuadros y retratos en un mar de insultos. Todos menos el ecuestre, que al parecer Maggie decidió conservar para sí.
-¿Qué rayos…? -preguntó sorprendido Lincoln.
-Es parte de una terapia rápida -respondió Maggie, sosteniendo el dicho cuadro-. Las siguientes sesiones me vas a ayudar, pero por hoy considera no acercarte a Stella. Está… canalizando su ira.
Por la noche, mientras Maggie dormía a pierna suelta, Lincoln no logra pegar el ojo. Aunque se siente cansado, la verdad en lo que a él concierne es que las cosas pudieron salir peor. Tal vez esta sea una de cuatro semanas de vacaciones que se toman a lo largo del año, pero si van a tener que dejarla de lado por darle a su vieja amiga una mano, una que por una infidelidad y se obsesionó con él, entonces el reto va a ser duro de pasar.
Con insomnio, fue a la cocina por un vaso de leche. Puede que últimamente hayan estado bebiendo leche de almendras por antojo de ella, pero lo que necesita es más de origen animal, aunque su sorpresa no es tan mala cuando encontró a Luna en la cocina con solo un camisón que, de no ser su hermana, lo estaría tentando a hacer ciertas cosas.
-¿Qué buscas? -preguntó bostezando Lincoln.
-Gloom me pidió que le preparara un sándwich de pastel de carne -respondió Luna.
-Tú no cocinas ni en defensa propia -apuntó Lincoln.
-Vivir de sándwiches es algo aburrido cuando estás sola -confesó Luna, cerrando el frasco de mostaza-. Aunque tengas el recetario de papá. ¿Pasa algo?
-Las cosas con Stella se salieron hoy de control -admitió Lincoln, sentándose a la mesa.
-Stella… ¿la larguirucha tailandesa?
-Sus padres son de Filipinas -alegó Lincoln.
-Oh, la chica nueva en tu quinto. Hermano, ella sí no te dejó opciones -dijo Luna mientras ponía el sándwich de Gloom en la sandwichera para tostarlo.
-Ella lo dijo, no yo. No quería salir con nadie en "citas" -señaló Lincoln dibujando comillas en el aire-. No sé qué le pasó para que me besara estando borracha.
-Tal vez sintió la necesidad de recordar viejos tiempos -dijo riendo Luna.
-Respeté el acuerdo con los chicos, Russell no y encima le fue infiel.
-Linc, estarás casado con una psicóloga, pero a veces eres un completo ciego.
-¿Ciego?
-Si, ciego.
-¿Lo dices por ese cuadro que trajo Maggie? -preguntó Lincoln.
-Un poco.
-Genial, ahora el principal delirio de Stella adorna la sala.
-No es su culpa -excusó Luna-. El cuadro es feo, pero si estaba contigo tan metida en su cabeza y no le dijo a nadie hasta ahora es porque necesitó mucho valor para hacerlo.
-Valor y alcohol -minimizó Lincoln.
-Eso ayudó, pero no me entiendes -reprochó Luna-. Creo que lo mejor que tiene que hacer es sacarte de su cabeza y te pongas a pensar cómo es que lo vas a arreglar antes de que Gaylord McCann quiera pedirte a Gloom.
-Uno, no metas a ese pesado, por él es que Gloom tiene prohibido entrar aquí sin que yo esté. Y dos… ¿cómo puedo hacer eso?
-Es asunto de Maggs, viejo -respondió Luna-, si te lo piden solo quédate cerca.
Lincoln se quedó pensativo mientras Luna tomaba el sándwich de donde estaba y se iba a la planta alta. Por mucho que quiera negarlo, fue parte de la vida de Stella, pero ella le tomó, en sus propias cuentas, años tras sus golpes de vida para obsesionarse.
En los siguientes días, no había día que Stella llamara a Maggie. Las llamadas que esta hacía eran directas, por lo que el peliblanco no tenía mucho acceso a las mismas. De igual modo, Maggie se llegó a sentir frustrada, lo que la llevó a tener que hacer una visita al ginecólogo.
Así pasaron tres semanas para la segunda sesión física. Para entonces, las niñas ya estaban de nuevo ocupadas en la escuela y a Maggie se le empezó a notar un abultamiento en el vientre que daba constancia de que su gestación está por buen camino. Para Lincoln, significó cinco kilos más de peso por lo antojadizo que está, mientras que ella volvió con esos estallidos hormonales que puso fin a las idas a dormir de Gloom por encontrarlos en una de esas noches que tuvo pesadillas.
Con todo, él se mostró accesible en la medida de lo posible. Aunque Stella lo agradece, en realidad el tiempo es muy poco en comparación a lo que quería, y para colmo hacían poco menos que hablar.
De tal forma, la segunda sesión llegó y fue en un sitio algo inusual… un salón de eventos usado en ese instante como una sala de citas de tres minutos.
-¿Por qué me trajeron aquí? -preguntó Stella, algo confundida.
-Es hora de que Lincoln lo sepa. La primera sesión tuviste que destruir o botar todas y cada una de tus fantasías sobre él. Lo siento, amor -dijo disculpándose Maggie-, pero tenía que sacarte algunas cosas que ella desconocía como el aliento que tienes cada mañana que terminas con crema de maní y chucrut.
-No hay cuidado -dijo Lincoln, más bien sintiéndose halagado-. Hoy venimos para que tengas que comprender que puede haber opciones mucho mejores que yo.
-¿Y cómo así? -preguntó Stella.
-Citas de medio minuto -contestó Maggie-. Cada tres minutos alguien se tiene que sentar frente a ti. Hablarán algo entre ustedes y cambiará cada tres minutos para repetir. Si hay alguna persona que te interese, aquí es donde vas a volar sola.
-¿Y si algo sale mal? -ironizó Stella.
-Estaremos por allá -contestó de nuevo Maggie, empujándola para que tome asiento.
-Nosotros nunca intentamos algo así -dijo Lincoln.
-Jamás lo necesitamos -respondió Maggie, abrazando a Lincoln por la cintura-. ¿Quieres probar?
-¿Tienes algo en mente?
-Solo no quiero caer en la rutina… además, quiero probar algo -respondió Maggie, sacando de su bolso una peluca corta pelirroja.
Las primeras tres rondas no había nada que para Stella fuese prometedor. No sabe decir qué fue peor, si ver a cuatro de los quintillizos Fox pelear por ella en la primera ronda, una chica afroamericana con un corte no binario presumiendo músculos sobre los músculos o un hombre ya mayor de franela, sombra de barba y calvo en sus cuarentas. Y la cuarta ronda, con un desaseado Dirk que conoció en secundaria, no fue mejor.
No obstante, la quinta ronda fue una sorpresa poco grata para la terapia. Apenas se sentó Lincoln, este pidió relevo, tomando su lugar un hombre de tez bronceada, cabello en casquete y lentes.
-La verdad ni yo sé que hago aquí -dijo el relevo-.
-Ya somos dos -contestó Stella-. ¿Soltero que no busca compromiso?
-De hecho, viudo -respondió el nuevo antes de presentarse-. Amir Khan, sin parentesco con los mongoles -añadió riendo nervioso.
De reojo, Lincoln se tuvo que palmear mentalmente la espalda. Mientras ignoraba disimulado a una pelirroja diez años menor que buscaba sobre todo a alguien que le diera un lujoso estilo de vida y se interese sobre todo en la alta cocina, veía con algo de celos a Maggie o mejor dicho "Carla". Nunca se percató de por qué esa afición por ellas, pero fuera de que se le pasara su afición por ciertos juegos que implican cuero y algunos instrumentos, le da mucho gusto que estén probando cosas nuevas. Y si esta es una de ellas, razona, da gracias a que se casó con una virtual loca.
Maggie, por su lado, tiene serios problemas.
-¡Basta! -gritó en cuanto tuvo suficiente de los Fox de verlos pelearse para invitarla- ¿Es que se la van a pasar peleando como los animales que son? En serio, son un montón de idiotas o un idiota de cuatro cabezas, ¡ni Jung podría definir cómo es que piensan ustedes si es que lo hacen!
Sin mediar palabra, Maggie abandonó el salón. Acto seguido, Lincoln fue tras ella y le dio alcance en el estacionamiento.
-Creí que sería buena idea -dijo lamentándose Maggie-. Creí que por ayudarla a dejarte en paz quizá saldríamos de la rutina y… -añadió sentándose en el suelo, apoyando la espalda contra un auto.
-¿Quieres estar sola? -preguntó Lincoln, algo afectado.
-No… digo… ¡agh! ¡Ni yo sé cómo se me ocurrió!
-Tú misma lo dijiste, querías probar algo nuevo -contestó Lincoln, sentándose al lado y tomando su mano-. Ok, estamos cayendo en rutina, pero ¿sabes algo? Hace años me tocó pasar algo parecido en el quinto grado. Creí que me estaba volviendo predecible y al final me dijeron que todo mundo, por más que improvise, siempre tendrá algo que en automático hará que otros digan "típico fulano". Y si eso implica que quieras, no lo sé, algo de cambio de parejas o cosa de infieles sorprendidos o que a veces me gusta que me nalguees por las mañanas o me rasguñes la espalda, por mi está bien.
-¿Seguro?
-Creo que el anillo en tu mano y el del pie lo dicen todo.
Sonriendo, Maggie suspiró aliviada. Todo este tiempo había creído que esas nalgadas que ella le daba provocaban cierta incomodidad, y resulta que todo este tiempo le gustaba eso. Ya ni qué decir de lo otro, pues era obvio que se dejaban llevar casi como animales.
Mirando primero el anillo en su pie y luego el de la mano, se dejó querer un poco. Habría pasado a mejor, de no ser porque primero Amir y luego Stella salieron del edificio.
-¡Es en serio! -maldijo Amir, adelantando a un sedán rojo- ¡Siempre termino con lesbianas o reprimidas!
-¡Reprimida! ¡Pues tú no eres quien para decir eso, niño de mami! -espetó Stella con fuerza, dándole alcance y soltando una bofetada antes de irse.
-Oye… -dijo Lincoln-… creo que tengo una idea. Tal vez sea suicida , si es cierto eso, no me deja muchas opciones aparte de esa.
.
Está cansada de haber tenido citas horrendas.
Odia admitirlo, pero desde que Lincoln se casó con Maggie lo envidia. Incluso intentó invitar a una chica en un bar de lesbianas hace una semana que, por suerte para ella, resultó ser una trampa por la falta de salidas de emergencia. La jovencita con la que se vio apenas y cumplió veintiuno y, aunque no se veía nada mal, estaba tan desorientada como ella y no tenía idea de lo que era ese sitio.
En ese sentido, siente que ha caído bajo. Había probado de todo, pero Luan no se sentía muy cómoda en realidad. Compañeros en la escuela, el conserje, el hermano mantenido del director, incluso alguien que tenía cierto parecido a Lincoln, pero lo de esa chica en el bar fue la gota que colmó el vaso. En lo que a sí misma respecta, las citas se acabaron para ella. Lo mejor sería regresar a Royal Woods, buscar empleo en la primaria y, si es posible, hacer que sus hermanos se sientan un poco miserables con su visita.
Puede que la casa en que habita sea de interés social, pero al menos es suya. Solo dos habitaciones, el baño, la cocina y la sala que hace de vestíbulo y comedor, pero es todo suyo. Y si, como Lincoln se lo reprochó, llega el viernes y siempre es alguien nuevo, el sábado o el domingo por la mañana discuten y él se va y termina desquitando con la limpieza el resto del domingo y con sus alumnos el lunes. Se sabe fiel como un perro, pero el problema es que, desde el día que Benny tuvo que cortar con ella por la distancia entre ellos (cierto intervencionismo aparte) las cosas no le fueron tan bien en ese apartado. Descargarse en su hermano de la peor forma que consideró dentro de los límites, recelar a sus hermanas, intentar buscar consuelo en muchas camas o en algún sitio que le surgiera por las ansias… no fue lo mejor, pero al menos ella sentía que hace lo que siente está bien.
Mirando al reloj, ve que son apenas las seis. Es martes, acaba de volver de la escuela tras soportar dos horas de detención con un par de chicos de cuarto grado y otros tres de quinto involucrados en una pelea y todo lo que desea es comer un simple sándwich de mortadela, ver la grabación de Bromeada y Evaluada y descansar antes de volver al infierno que considera su trabajo. Y está dispuesta a hacerlo si no fuera porque alguien acabó de llamar a su puerta.
Al abrir, todo lo que hay es una caja que entraría por su puerta y el mensajero que la entregó. Aunque es relativamente pesado, se dio el lujo de abrirlo una vez que firmó de recibido y lo ingresó a su sala, quitándole un poco de su espacio. Por su impaciencia, Luan decidió abrirlo sin ver siquiera el remitente cuya nota anexa, a diferencia de la respectiva etiqueta y sello, leyó sin dilación de ningún tipo.
Trátese con cuidado
Material delicado.
-Doble fondo -dijo suspicaz para sí-, buena esa, Marcus Higgins… donde sea una de tus bromas -añadió-, te voy a…
Tirando de un cordel que evidenció un doble fondo, ve que algo, más bien alguien, estaba dentro, algo incómoda y encogida por el espacio que creyó necesario para un viaje tan peculiar.
-¿No había una caja más grande? -preguntó Stella mientras salía de la caja.
La mera pregunta de Stella le hizo reacción. Había visto algo parecido en una película hace años, pero jamás creyó ver que eso fuera posible.
.
-Es lo más tonto que he visto, Linc -dijo Maggie a solo un mes desde el primer reencuentro con Stella.
-Era la única forma de que Stella tuviera algo de mi sin que dañara su salud mental -ironizó Lincoln, mirando la foto que esta les mandó-. Me cuesta creer que funcionó… ¡Oye!
-Eres un pesado -dijo Maggie mientras le daba un golpe con un cojín.
La resolución de Lincoln fue simple pero algo boba. Contactos de Maggie mediante, se las arregló para enviar a Stella primero a Newark, donde Luan tiene su residencia, por autobús, para que luego esta se enviara por un servicio de paquetería con las explícitas instrucciones de no dejar el sitio bajo ninguna circunstancia.
El resultado de todo aquello, hasta ahora, no salió tan bien como quisiera, puesto que pensó en matar dos pájaros de un solo tiro. Relajar a Luan, ya que gracias a Leni supo que ella intentó salir con una chica varios años menor, y sacarse a Stella de encima en el apartado sentimental y romántico. Allí fue donde falló, pues si bien se han acoplado como compañeras de casa las cosas están un poco tensas a veces. Si, esta tuvo que solicitar su transferencia a la sucursal de Nueva Jersey y se la tardaron una semana, pero ya no tiene problemas fuera de los usuales de vivir en sociedad con alguien que ya no se siente tan amargada.
-Pesado con derechos, señora -dijo Lincoln, algo burlón mientras sonaba la alarma contraincendios.
-¡Papá! -gritó Laura desde la cocina- ¡Dile a Gloria que no queme la cena!
-¡La quemaste con tus rayos de bruja, bruja! -replicó Gloom, molesta de que su hermana usara su primer nombre.
-¡Es que quieren que las mandemos a un internado! -reprochó Lincoln, dejando el sofá.
Maggie puede saberse afortunada. Quizá el ginecólogo le pidió que el último trecho de su embarazo lo pasara sin estresarse y lo más cómoda posible, Lincoln la trate casi a cuerpo de reina y sus hijas se quieran casi matar una a la otra por su amor de padres, pero como leyera y viera hace años, no es tanto el final ni un inicio sino el inicio de un nuevo capítulo en su vida.
Uno del que está impaciente y del que se siente lista para afrontar.
~Ø~
6 de octubre de 2023
Maggiecoln week
Día 7, atrasado
Tema libre
Fin del camino una vez más.
*Inserte a su servidor en traje blanco, chistera y capa a lo Kaito Kuroba, prota en Magic Kaito*
¿Saben? Esta es, de lejos, la ship week que más trabajo me costó. Entre la premura por entrar ni bien salido de una, mi impaciencia y mis inconvenientes técnicos y domésticos me fue del carajo, pero aquí estoy entero.
Aquí debo hacer un par de aclaraciones. Primero, lo confieso. Quise acabarlo un poco a lo Kingsman, y de verdad me encanta esa trilogía. Más porque acabo de ver la precuela (si, creo que Taron Egerton ya debe estar ansioso por dejar a Eggsy, pero... lamentablemente no fue así. Y segundo, creo que, de todos los cortos y capítulos escritos en este tipo de dinámicas, es el que más tiene referencias directas. Ya desde el título, conviene saber, hay cosas entre los Beatles, George de la Selva y Luna de Miel en Familia. Si metí algo más, ya fue algo inconsciente porque precisamente este fue el capítulo que más me costó por tiempo e ideas. Ojalá se dé la oportunidad de que, en algún momento, retome alguno de los universos que creé a partir de todo esto.
Una última vez, gente...
Gracias de nuevo por aguantarme, que esta vez no fue una sino dos semanas (y muchos, de verdad, muchos días de por medio) que la pasé de locos. Hasta la próxima...
Y así cae el telón
Sam the Stormbringer
