Escrito originalmente por Katrina S. Forest y RaptorRowan. Portada dibujada por onichan-xd. Traducción por SpainDragonWriter.
—Por aquí, señor —dijo el soldado que había detrás de Brock, introduciéndolo en la habitación—. ¿Ya ha decidido qué merger le gustaría hoy?
Brock contuvo una risa. Lo retenían con amenazas, le obligaban a entrar en un laboratorio de los suyos, ¿y ahora el Team Rocket se tomaba la molestia de preguntar que ADN de Pokémon le gustaría tener combinado con el suyo en contra de su voluntad? Había cierto humor en la situación.
—¿Acaso tengo elección? —preguntó.
—Naturalmente, señor —respondió el soldado con una reverencia.
Brock miró alrededor de la sala. Dos siluetas con batas blancas y máscaras cubriéndoles los rostros esperaban junto a una bandeja con agujas y jeringas. No vio ninguna Pokéball, pero tenían que estar en alguna parte.
—No quiero apresurarle —dijo el soldado—, pero… ¿su elección, por favor?
Brock se centró en una diminuta ventana en la habitación con barras de hierro que aseguraban que nadie pudiera escapar por ahí. Nadie, de ninguna manera. Pero él no sería completamente humano por mucho más tiempo. Si ellos iban a forzar esta transformación en él, necesitaba un Pokémon con la fuerza de su parte, uno con la capacidad de vencer a esos asquerosos y conseguir escapar por fin. Algo tan duro como el hierro o… el acero.
—Elijo a… Steelix —dijo al final.
El soldado parecía aliviado.
—Ah, excelente elección. Túmbese, sin no le importa.
Brock tomó asiento en la cama y se recostó en esta. No se había olvidado de las pesadas correas que colgaban de los lados cuando entró y no se sorprendió cuando los soldados lo ataron por los pies, brazos y pecho.
Voy a salir de aquí, se prometió. Huiré y me llevaré a Misty y Ash también. Incluso aunque no seamos enteramente humanos después…
Una de las figuras dio un paso adelante e introdujo una aguja en su piel. Se sentía como hielo líquido metido a la fuerza en sus venas. Frío como el hierro.
Brock no comprendía el proceso en su totalidad, pero sabía que todos los mergers empezaban de esa manera, con algún tipo de suero que dejaba su cuerpo vulnerable a una alteración del ADN. Básicamente, Giovanni había desarrollado la tecnología que permitía a los humanos evolucionar igual que los Pokémon. O, mejor dicho, evolucionar enPokémon. Todo lo que se necesitaba una vez el suero estaba en su cuerpo era exponerlo a la piedra adecuada…
Brock no pudo ver qué hacía la otra figura, pero podía escucharla coger algo que rallaba al entrar en contacto con la bandeja de instrumentos. Casi había llegado la hora. El Team Rocket había sobreestimado enormemente sus habilidades con este. Los Onix eran notoriamente complicados de capturar, y los Steelix, incluso peor. Estaba seguro de que resistiría si le tiraban hasta una Ultraball después de su transformación.
Presionaron el suave borde de la piedra en su cuello. Brock respiró hondo. Sintió su cuerpo temblar con energía; los músculos de sus piernas se petrificaron primero y luego la sensación se repartió en su pecho y brazos. Esperaba que se detuviera ahí. Esto era un merger, no una absoluta metamorfosis. Pero la sensación no cedió. Brock notó como el calor en sus manos, dedos y cuello desaparecía y la sangre se convertía en hierro y piedra. El miedo controló su mente. ¿Qué cantidad del suero le habían inyectado? Se revolvió en contra de sus restricciones y, a pesar de su largo e inorgánico cuerpo, percibió como las correas se rendían ante su recién hallada fuerza.
Brock logró estirar el cuello lo suficiente para confirmar lo que ya se temía: sus piernas se habían unido en una revoltosa cola del Pokémon serpiente de hierro. Los miembros del Team Rocket se apartaron con tal de evitar ser apuñalados por las rocosas puntas de la cola de hierro. Entonces, al fin, las correas que retenían a Brock se rompieron. El científico que sostenía la Steelixita la dejó caer mientras Brock balanceaba su masiva cola y lo estampaba contra el muro más cercano. El soldado Rocket, el que lo había llevado hasta aquí, neciamente intentó agarrar su brazo; Brock se deshizo de él fácilmente. Demasiado fácilmente. Bajó la cabeza y miró sus manos; parecían manos de una estatua mal cortada. ¿Qué porcentaje de humano le quedaba? ¿Treinta por ciento? ¿Veinte? Brock se giró hacia la última científica en pie, la cual apretó un sujetapapeles aterrada, y abrió la boca para gritarle, para preguntarle cómo habían podido hacerle esto. Sin embargo, cuando pretendió vocalizar, solo emergió un débil gruñido de su garganta.
Brock entendió lo que había dicho. Cualquier Pokémon lo habría entendido con bastante claridad. Pero en los oídos de la científica, sus palabras se perdieron. Brock apoyó su cabeza entre sus frías manos de hierro. No era así como debía suceder. No se suponía que ellos dejaran que el suero fuera tan lejos. Mientras procuraba recomponerse y continuar con su plan de escape, Brock vio un destello de luz roja y notó algo tirando de él.
Brock se dio la vuelta y vio que la Pokéball que le habían lanzado no era negra y amarilla como el creía, sino morada. Tienen Masterballs, descubrió. Casi se rio de lo estúpido que había sido. No había huida posible de esto. Nunca la hubo.
Brock bajó la cabeza y permitió que la luz roja tirara de él hacia la Pokéball. El pensamiento de convertirse en uno de los Pokémon de Giovanni le ponía enfermo. Pero quizá, con paciencia y tiempo, aún encontraría una manera de salvar a sus amigos.
Por ahora, eso era lo mejor que podía esperar.
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Seis semanas antes…
Giovanni fue alertado por primera vez a la sala de vigilancia por Pierce, el cual había empezado la tarea de liberar algo de espacio en los viejos discos duros. El oficial de élite había encontrado una gran cantidad de datos de los que no tenía idea. Giovanni se molestó al principio, listo para regañar a Pierce por ser incapaz de tratar un problema tan básico… hasta que vio los datos.
La mayor parte eran imágenes de vigilancia. Comenzó hace años con un chico que aparentaba unos diez años de edad en ese momento, probablemente abandonando su hogar para emprender su viaje como entrenador Pokémon. Le acompañaba un Pikachu, una elección de lo más inusual para un primer Pokémon. De hecho, gran parte de los datos parecían centrarse en el Pikachu. Quienquiera que hubiera tomado esas imágenes, había guardado cientos de horas acerca de la pequeña rata eléctrica.
Giovanni apuntó los nombres de los miembros que habían registrado todas esas tonterías y cuánto tiempo había pasado. Jessie y James. Y su última grabación conocida estaba fechada… ¿hace unos días?
Giovanni parpadeó de incredulidad. Sus dos subordinados, dios bendiga sus pobres almas tontas, habían estado acechando al chico y su Pokémon durante los último cinco años.
—¿Quién es este chico? —murmuró Giovanni aún sin creerse lo que veía—. ¿Y por qué tenemos… —miró la parte inferior de la pantalla del ordenador— más de cuatrocientas horas de grabaciones de él?
Como mucho, Giovani admitía que el joven le resultaba familiar. Debía haberse inmiscuido en los asuntos del Team Rocket en algún punto del pasado.
—Ah, sí, yo… em… estoy buscándolo ahora mismo, señor —respondió Pierce.
Giovanni alzó una ceja. Era muy extraño que su subordinado lo llamara por una cuestión antes de agotar todas las investigaciones posibles sobre la susodicha. Por suerte, Pierce no estaba alejado de la respuesta. Con unas cuantas pulsaciones en el teclado, extrajo la identificación de entrenador del niño (bueno, del adolescente).
—Su nombre es Ash Ketchum —dijo Pierce—, hijo de Delia Ketchum y…
Giovanni frunció el ceño.
—¿Delia Ketchum? Eso es imposible. —Se restregó la cabeza. Viejos recuerdos regresaron. Algunos muy, muy antiguos.
El Persian de Giovanni parecía sentir su estrés y frotó su cabeza en su pierna.
—Pon a Jessie y James al teléfono —gruñó Giovanni—. Tengo un trabajo para vosotros tres.
—Ahora mismo, señor —contestó Pierce y apagó el monitor estando de pie. Sin embargo, no alcanzó el teléfono de inmediato y se quedó mirando a lo lejos de una manera poco profesional.
Giovanni lo miró sutilmente.
—Pareces… distraído, oficial —comentó Giovanni—. ¿Va todo bien?
Pierce se recuperó rápidamente y asintió.
—Todo va bien, señor. Mis disculpas. Realizaré esa llamada ahora mismo.
Es la primera vez que traduzco una historia, de modo que confío en que se pueda seguir la trama sin muchos problemas, sobre todo cuando también he adaptado la escritura inglesa de diálogos entre comillas a los que son entre guiones, los cuales estoy acostumbrado a ver, y algunas expresiones lo más neutras posibles para que todos lo entiendan. Confío en que haya quedado una escritura amena y no tan sacada literalmente de un traductor.
En cualquier caso, advierto que la traducción será bastante lenta por las otras historias que escribo (ya sea en esta página como fuera de esta) y porque estoy practicando, lo que significa que me cuesta mucho traducir, adaptar y revisar cada capítulo antes de subirlo. Espero que seais pacientes.
Y si no lo sois y queréis leer más, tenéis la versión original en inglés de este fic con el mismo nombre (su autor está al principio de este capítulo), el cual estará siempre más adelantado que la traducción.
Sin más que decir, hasta el próximo capítulo.
