ACTO I: INFANCIA
Escena 3: Quien engañó al destino
- Es la cuarta vez en dos semanas- dijo Benn frunciendo el ceño, mientras miraba a la niña jugar con sus manos y balancear sus piernas como si estuviese incomoda.
- Perdón- pronunció bajito porque podía hablar mejor, porque podía expresarse mejor, pero no sabía como explicar lo que le pasaba.
Ler tenía un océano furioso dentro de su cabeza, del cual se sentía incapaz de salir.
- ¿Estas deprimida, Ler?- preguntó el médico con seriedad y con los brazos cruzados.
- No- Ler frunció el ceño tambien, porque eso si que podía aclararlo- solo no se...nun..ca soy con..con..sciente de que pasa hasta que ya...ya pasó- Shanks, que se había mantenido en silencio observandola con seriedad, se reclino sobre su silla y le dio un golpe a la pequeña en la cabeza, como incitandola a hablar más- ¿Qué?
- ¿Es solo eso? Aunque no seas consiente de lo que haces, ¿Hay algo en tu mente en ese momento? ¿Son las pesadillas?
Ella ni siquiera lo pensó, solo se le fue el color del rostro y la respiración se le cortó. Los hombres lo supieron, si eran las pesadillas.
Pero es que para Ler, era un nivel mas alto que eso.
- Bien...- el Capitan, luego de un rato, se volteó hacia el médico- ¿Puedes recetarle algo para que duerma mas tranquila?
- Es muy pequeña, por lo que cualquier medicamento conocido no es recomendable, Capitán... ¿Porqué no intenta cerrarle la puerta en las noches?
- Lo hizo- apuntó Benn y luego miro a Ler, que enrojecio y evadió su mirada mientras se volteaba hacia la ventana, ignorandolo- pero la primera noche se orinó en la cama. La segunda noche destrozó la puerta. A la tercera Shanks amaneció de un humor terrible porque ella no lo dejó dormir ya que no había puerta que la detuviera.
- Nadie me pidió autorización para ponerla en el anexo de mi cuarto- se quejó el pelirrojo con los brazos cruzados.
- Pues nadie mas tiene tiempo de cuidarla- regañó el vicecapitan, prendiendo su cigarrillo. Luego miró al Ler otra vez, que parecía aun mas apenada y algo triste- sin ofender, pequeña. No tenemos experiencia con niñas.
- Yo tampoco- el médico soltó un gran suspiro y se toco las sienes- por lo que no se como ayudarles para prevenir otro incidente. Trataré de crear alguna infusión adecuada para que duerma tranquila, pero no prometo nada. Si no funciona no quedará otra que atarla para dormir.
- No estoy de...- Ler fue rotundamente ignorada mientras los mayores evaluaban la decisión del médico de forma positiva, sin tomar en cuenta cuan horrible sonaba ello. Sin embargo, ella no podía culparlos. No cuando era un milagro que no la hubiesen echado por causar tantos problemas.
Ler quería quejarse aunque de todos modos aceptaría. Debía aceptar todo lo que le dijesen o diesen, todo lo que impusiesen sobre ella porque ella no tenía a nadie mas. Porque no había persona o lugar en el mundo en el que pudiese poner a reposar su corazón temeroso y su cuerpo continuamente herido y cansado.
Estaba sola.
O eso pensaba, pero la mano del Capitán acariciando su cabeza distraidamente mientras hablaba con sus nakamas le hacía sentir como si aquello no fuese del todo cierto. Tal vez había alguien, tal vez ese alguien le quería y prestaría el hombro pada descansar, sin dudar si quiera por la sangre que corría en sus venas o los tornillos que le faltaban en la cabeza.
Tal vez podía repararla, tal vez podía salvarla cada vez que ella misma intentase acabar consigo.
Aunque a veces...solo a veces cuando reaccionaba, se ponía a llorar. La tripulación y el Capitán pensaban que era por el susto, pero lo cierto es que ella lloraba por no haberlo logrado.
Porque para Ler habría sido mejor morir.
-Dawn...- devolvió su vista al mapa que Benn le había dado, para luego mirar nuevamente hacia adelante- Isla Dawn.
-Exacto. Nos encontramos en sus alrededores, en el puerto de Villa Foosha- apuntó el hombre hacia un pequeño punto en el mapa que la niña sostenía.
Algunos tripulantes habían comenzando a bajar desde temprano, alegres, riendo por la emoción y corriendo en busca de alcohol. El Capitan era parte de ellos, pero había sido detenido por Lucky Roo para detallar la lista de alimentos que conseguirían para el Red Force.
Aunque quisera o lo intentara, no podía evadir de sus responsabilidades como Capitán.
- Eso es todo...-dijo Shanks con alegría al librarse de su cocinero, decidido a irse lo mas rápido posible de allí antes de que alguno de sus oficiales lo requiriese para algo más. Pasó al apar de los dos que estabas revisando la locación actual y aunque se escondió de ambos, la pequeña lo miró con curiosidad...Ler a veces era aterradora pero ya ni le sorprendía. Echó un vistazo al barco. Casi no quedaba nadie, sólo ellos tres y algunos que harían guardia, por lo que tomó a su mano derecha de un brazo y se echó a la niña al hombro- ¡vamos a beber!
Antes de que el pelinegro pudiese decir algo, el otro se echó a correr a una velocidad inhumana con Ler sobre el, hasta que frente a el apareció un lugar con las palabras "Party" y "Bar" en grande, así que sin dudarlo entró.
Ler quería vomitar, pero guardo silencio mientras las puertas se abrían a su paso y el Capitán la bajaba al suelo donde se tambaleó, sus rodillas fallaron y se dio de bruces contra el piso. Mientras, un niño de su edad entraba en el lugar, tropezando con el cuerpo tirado y cayendo sobre ella.
Así las risas comenzaron cuando el corazón de la niña se detuvo, gracias al deseo de un corazón que se extendió hasta ese momento.
Finalmente. No tienes idea de cuanto te extrañé...
- No quiero casarme contigo- dijo el joven, moviendo su cabeza hacia los lados como negación clara a la propuesta que le había sido hecha.
- Yo tampoco- respondió ella, sin verse mínimamente ofendida por lo que el otro había dicho. No lo tomaba como un rechazo, si no, como una posibilidad para librarse de aquello que ninguno deseaba.
El tercero de ellos los miró silenciosamente desde atrás, sin muchos ánimos de intervenir en la conversación en la que no estaba invitado, ni siquiera involucrado. O al menos, no debía estarlo, pero siendo un rebelde como era, ya estaba más que enredado no solo en el problema, si no en la joven de vestido blanco que expresaba sus sentimientos a su compañero. Suspiró.
Se preguntó que habría hecho de estar en el lugar del otro, si ella habría querido pasar el resto de su vida junto a él o si el habría querido hacerlo con ella, pero cuando ella volteó y le miró de la forma tan única que le caracterizaba, se encontró sonriendo medianamente, dirigiendo sus pies hasta estar frente a ella como si fuese la luz de un faro que iluminaba su naufragio en la oscuridad. Se dió cuenta que estaba totalmente perdido y que ni siquiera debía preguntarse si la querria siempre en esa vida, cuando su interior estaba más que dispuesto a llegar gritando su nombre en la siguiente.
Lamentablemente, ellos no eran los protagonistas.
Al menos no juntos.
Era ella y...
- Tu y yo no fuimos hechos de esa forma, ¿Sabes?- continuó el otro joven, con su hablar franco y liso. Ese tono jovial que a personas cansadas y amargadas por su deber, como ellos, les encantaba y les hacia adorarlo- estamos hechos de lo mismo, pero no para estar juntos de esa manera.
- Vaya, Príncipe. No pensé que viese las cosas asi- se rió el mayor, despegando su vista de la joven y clavandola en su compañero- ¿En verdad estas dispuesto a romper las reglas para mantener su relación intacta?
El no lo dudó ni un instante y respondió. - Haría cualquier cosa porque nos quedemos de esta forma para siempre.
Juntos.
- Intentaré hablar con Poseidón- aceptó ella, viendo la decisión del joven guardián del cielo. Dejando caer sus brazos a un lado de su cuerpo, se acercó hasta rodearlo con los mismos en un cálido abrazo- pero no importa lo que pase, tu debes ser libre si es lo quieres.
- Yo quiero estar con ustedes- sentenció el, extendiendo su brazo para tomar al último de ellos y volverle parte del abrazo. Pese a que el mayor se resistió, no pudo contra el deseo de los menores- siempre.
Y aquel deseo, desde entonces presente, lo llevaría muchísimo más lejos.
Shanks, que ya se había metido cual rata en cocina dentro del bar para pedir su alcohol, sintió los vellos de su cuerpo de punta al escuchar el grito agudo de Ler -que ya reconocía a la perfección- junto a otro igual de agudo que no conocía. Frunció las cejas al escuchar la risa de la tripulación en lugar de la preocupación habitual que tenían por la niña al ser experta en estar en situaciones aún mas preocupantes.
Ler se alarmó. No quería que el Capitán interviniese...una vez más.
La paciencia que el hombre pelirrojo tenía con ella era algo que su mente dañada y desconfiada no podía entender. Casi lo había envenenado, le hizo saltar al mar por ella por lo menos cinco veces y muchas veces corría a buscarlo al lugar en donde se encontrará, sin importar la situación, el ambiente o el peligro que podría considerarse su presencia, sólo para esconderse en los cálidos brazos del pirata.
¿Porqué alguien que debía ser malo, era tan bueno con ella?
No podía negar que a lo largo de su viaje, a sus oídos llegaron distintos comentarios nocivos acerca de la credibilidad de la imagen que ella tenía de Shanks, cada uno peor que el anterior. Eso era siempre que el llegaba a un lugar donde su presencia hasta el arrivo de la Red Force en los puertos, había sido absoluta y exclusivamente mediante carteles con recompensas, maldiciones llenas de odio y resentimiento de marines y piratas novatos que por distintas razones se toparon con el pelirrojo en el Nuevo Mundo, y probablemente le hicieron enojar.
Pero a Ler también la hizo enojar y aun así, ella no podía evitar adorarlo con todo el alma. No cuando se preocupaba por ella como lo hacía, cuando le dejaba dormir con el cuando peor se sentía, cuando sabía lo que pensaba aunque ella no lo dijese.
Aun asi, sabía que se trataba de algo infantil y efímero, que con el tiempo y las personas iría disminuyendo considerablemente hasta que un día podría mirarlo directamente a la cara sin que sus mejillas se pusieran rojas por la vergüenza o la incontenible emoción de ser libre y poder disfrutar de su libertad junto a él - o sin rodarle los ojos y molestarse, porque tenía apego evitativo y no sabía que hacer con lo que sentía por el-.
Asi que no quería molestarlo, no más.
No cuando el la desató de la cama porqué los remedios para tranquilizarla fallaron, y le permitió dormir con el sin importar sus gritos y golpes, sin impotar la pérdida de su sueño. No cuándo lo apuñalaron en batalla porque ella se metió llorando para que no siguiesen peleando. No cuando saltó detras de ella cuando ella se lanzó de un campanario en uno de sus ataques.
No.
Ella quería dejarle en paz, no seguir siendo la maldita carga que era ahora -y siempre sería- para él.
Y es que Shanks ni siquiera le reprochaba. No después de tantas veces en que lo hizo y ella no pudo explicarle. No la presionaba aunque le exigían hacerlo porque el no queria asustarla ni herirla de una manera en la que ni el mejor médico podia curarle. Y eso que al hombre le rompía el corazón pensar en que tenía en la cabeza o con que cargaba alguien tan joven y pequeña para haberle visto incluso apuñalandose con rabia.
Ler prefería volver a apuñalarse que molestar a su querido Capitán -sin saber que seria ella misma quien lo apuñalaria un dia-.
Asi que ella se negó a su intervención cuando sus miradas se encontraron. Todos reían, todos eran ajenos a la preocupación de el y a la decisión de ella. Y aunque el dió unos cuantos pasos hacia la niña para ayudarle a levantarse, la mirada que le dió le hizo detenerse.
Shanks suspiró con derrota. No es que disfrutase de andar tras de ella, pero tampoco lo odiaba. El solo no quería que ella se acostumbrase a su presencia porque no podrían estar juntos siempre.
No cuando su verdadero destino, aún sin saberlo, ya la había encontrado.
No cuando el niño de amplía sonrisa al fin la tenía en sus brazos otra vez.
"En el mar, el sonido de los buques de guerra surcando el horizonte, que a estas alturas, no se encontraba tan lejano, comenzó a tomar fuerza en el templo sagrado en donde ella se encontraba. Alzó su cabeza y fijó su vista hacia el punto en donde se juntaba el rugir de los cañones con el de las olas, al mismo tiempo, el busto de quien un día fuera conocido como la forma humana del dios de los océanos, Poseidón, cayó frente a ella, estrellándose estrepitosamente contra el frío piso en donde se encontraba arrodillada y rompiéndose de manera instantánea en cientos de pedazos.
Su cuerpo entero se tenso, mientras una lágrima solitaria y silenciosa recorría con lentitud sus mejillas sonrojadas por la furia y desesperación que guardaba dentro de su ser.
¿A donde estaba Poseidón ahora?
Una guerrera como ella no podía quedarse en aquella posición, dejando que los enemigos con su grito de guerra aplastaran su historia y la tierra en la que las personas a quienes amaba vivían. Y aún así, cuando una larga flota de barcos de guerra aparecieron frente a sus ojos en la lejanía, ella se inclinó y rezó a los dioses por perdón y auxilio, pues sabía que aquello no era una invasión o simplemente un ataque.
Era un exterminio.
Sin dudar ningún instante, las balas y los cañones apuntaron sin mesura alguna a todo aquello que encontraron delante durante su camino, aunque estos sólo fueran puestos de vigilancia que desde hace algún tiempo, nadie ocupaba.
Pero al aproximarse al templo la perspectiva no cambió y los ataques tomaron mayor agresividad, revelando la decisión de acabar con todo aquello que significará algo o demostrará la existencia de su Reino.
Cobardes, se dijo en su interior, sin dejar de rezar, pero sabía con todo su corazón que nada ni nadie vendría por ella a salvarla, a impedir la destrucción total de la tierra a la que había jugado proteger, a la que había sido entregada como una Guardiana desde su nacimiento, hasta su muerte. Se rió por lo bajo sarcasticamente, casi con temor de que alguien pudiese escucharla, pero con ganas de gozar lo irónica que se había tornado la situación, pues nunca había estado tan cerca de terminar su misión de vida como ahora, cuando su corazón se encontraba seguro únicamente de que iba a dejar de latir pronto.Y que no tendría el tiempo o las fuerzas suficientes para que su sacrificio fuese considerado un éxito.
Sus enemigos hicieron sonar nuevamente el odio y la envidia que les había embarcado hacia la necesaria destrucción de lo que consideraban un problema potencial, por lo que con las rodillas rojas y los puños apretados, se irguio en toda su altura, encaminandose hacia el frente del lugar, encarando directamente a los ataques y el humo que venía en su dirección.
Tomó uno de los pedazos rotos del bello rostro esculpido en mármol de Julián -como solían llamarle los mortales- y respiró profundamente. Calculo la distancia de la flota, había por lo menos 100 embarcaciones distintas, acercándose para rodear todos los alrededores del Reino, que , pasando el templo marino, se encontraba a menos de una hora".
