Estaba nevando.

Coruscant se envolvía de esa hermosa capa blanca que cubría las calles de nieve fresca. Era mágico, me encantaba eso de la ciudad. Sé que en su tiempo me gustó mucho el clima soleado, porque me crie en un pueblo caluroso, pero, cuando me mudé acá, y contemplé el cambio de estación, no fue difícil el hacerme cambiar de opinión, terminando por enamorarme de sus bellos inviernos y cálidos veranos. Era lo máximo. No obstante, mi tiempo feliz, y el privilegio de estar admirando las hermosas calles de la capital, se vieron interrumpidas por el repentino quebrajar del asfalto bajo mis pies, haciendo que me hundiera en un oscuro abismo.

-Rey, despierta-

-¿Ah?- dije con voz ronca, aún estaba media dormida. Fue todo un sueño.

-Rey, tu alarma lleva veinte minutos sonando. – me susurro dulce el piloto cerca de mi oído, acariciando mi mejilla. Aún no entendía cómo es que estuve tantos años sin momentos así.

-¡¿Veinte minutos?!- perdí el encanto de la caricia escandalizándome, cortándole toda la inspiración al pobre piloto cuando me levanté tan rápido para dar inicio de mi ritual de limpieza matutina - ¿Por qué no me despertaste cuando pasaron los cinco? -

-Quería saber cuánto esta vez tardarías en darte cuenta de que tu celular te pide a gritos a que te despiertes – me comenta entre risas.- Aún me sorprendo cuán pesado es tu sueño. -

-Sabes que es por las fechas. – le respondí desconforme, mientras tanto se calentaba el agua, y me quitaba el pijama sin vergüenza por no cerrar la puerta.

-Cierto... aunque tu mejor marca fue hace unos meses, así que, no se lo atribuyo tanto a diciembre. - me responde animado apoyándose en el umbral, contemplando todo el espectáculo mientras bebía de su inconfundible café.

- ¿Y qué haces tú con tu uniforme puesto? Pensé que solo trabajarías en la tarde-noche. hoy – trataba de mantener la conversación con el pelinegro. Se me estaba haciendo difícil refregar mi cuerpo a una alucinante velocidad para llegar a tiempo.

-Me llamaron para un reemplazo. Será sólo un viaje, y estaré en casa a medio día, luego volveré al aeropuerto hacer mis vuelos programados. -

-A veces pienso que abusan de ti. – comenté un poco molesta, increíblemente ya saliendo de la ducha.

Ben era uno de los pilotos que poseía la menor cantidad de vuelos durante el día ¿por qué? Porque simplemente él lo quiso así. Pero, que lamentablemente, le ha jugado bastante en contra estos últimos meses. Sus superiores se dieron a entender erróneamente que, cómo el joven Solo tenía menos horas de vuelo que el resto, significaba tener mas tiempo "libre" a disposición a comparación de sus colegas. También, como sabían que no estaba casado ni tenía hijos, aquello les daba una razón más que suficiente para aprovechar el chance de estar siempre molestándolo cuando necesitaran cubrir a un faltante. Como si no tuviera una vida que disfrutar.

-Igual lo pienso, pero es dinero extra. – el moreno se acercó a mí para darme un beso en la frente al instante que mi cabeza cruzó el agujero de mi sweater. - Vamos, desayunemos, no te preocupes por el tiempo, que yo te pasaré a dejar. -

Después de aquel año nuevo, no pasaron muchas semanas para tomar la arriesgada decisión de comenzar a vivir juntos con el muchacho, que, por suerte, cambió en absoluto nada nuestra relación. La convivencia siguió exactamente igual al empezar cuando se mudó Ben a mi departamento. Prácticamente de los siete días de la semana, seis se los pasaba conmigo. Era lo mismo. Incluso, tenía toda su ropa acá, y hasta empezó a pagar la mitad de las cuentas cuando notamos que subieron un poco por su estancia.

-¿Qué hay para desayunar? -

-Huevos, tostadas y café. – me recita mientras nos dirigíamos a la mesa.

-Genial. Café, justo lo que necesito. – me dejo caer en el asiento buscando mi taza para beberla, ya con los nervios más calmos. - ¿Dónde tienes volar Ben? –

-Corellia-

-Cerca. -

-Si. Volveré a medio día, o quizás antes. Aprovecharé de dejar la cena lista, para que cuando vuelvas, sólo llegues a comer. -

-Gracias, aunque no es necesario. Puedo llegar y prepararme algo. -

-Lo sé, pero de todas maneras tengo que preparar algo para el almuerzo. Ahí aprovecharé de dejar un plato extra para ti. –

El joven Ben Solo, desde el primer segundo que empezamos a salir, se mostró atento conmigo. Generalmente atinaba con lo que me gustaba y lo que no, enseñándome de apoco cuan perceptivo era el muchacho con todo. Además, cuando se dio comienzo a nuestra convivencia bajo el mismo techo, demostró que podía ser aún más cariñoso cuando se lo proponía, con todos esos detalles que hacía. Es más, a veces me asustaba. Sinceramente en un momento pensé que podría ser vidente o algo por él estilo, pues en su mayoría me leía la mente cuando se trataba de las cosas que me agradaban.

-¿Estás lista? - Ben ya estaba acechando la puerta, con chaqueta puesta, y las llaves en su mano para salir.

-Lista. – respondí, dejando lista la comida de BB, mientras de camino agarraba mis llaves.

-Vamos. -

El viaje no fue muy extenso, cómo todavía vivía a a siete cuadras del local, en casi cinco minutos ya estaba a las afueras milagrosamente puntual a dar comienzo a una nueva jornada laboral.

-Esperemos que no te toque una tan agitada mañana. – me comenta Ben en el transcurso que me quitaba el cinturón de seguridad.

-Espero… Aunque es principio de diciembre, todavía no es tiempo para que comience el caos. - dije despreocupada. - Gracias Ben por traerme, despertarme y darme desayuno. -

-De nada. Por mí, siempre te pasaría a dejar. - se acercó a mi rostro, para regalarme un beso de despedida. –. Que tengas un buen día. -

-Tú también volando… –traté de que no sonaran tristes mis palabras.

No voy a mentir, pero inconscientemente me ponía nerviosa el trabajo de Ben. Sé que sonaba algo estúpido, si ya llevábamos tanto tiempo como pareja, y el piloto todos los días tenía que volar por los bellos cielos del país, pero era inevitable. Algunas heridas jamás cicatrizarían del todo.

En su tiempo, traté de que pasara lo más desapercibido posible, porque era injusto para el moreno el que supiera, y se preocupara el que a mí no me diera una crisis nerviosa por eso. Sobre todo, porque era su fuente de ingresos, y la profesión que ejercía. Pero, como el pelinegro era muy perceptivo con todo, fue imposible que no se diera cuenta al instante que me ponía algo inquieta el que estuviera en los cielos. No obstante, amorosamente, sin decirme directamente, tomó la decisión de avísame por mensaje cada vez que pisaba el territorio de otras ciudades, para que estuviera tranquila durante el día.

- Cuídate… por favor. – terminé mi frase con un susurro.

-Siempre. –me levanta la comisura de su labio mostrándome su expresión de consuelo- Te escribo cuando llegue a Corellia. ¿Bueno? -

-Bueno. Aunque… - me interrumpe uniendo de nuevo sus labios con los míos. Amaba y odiaba a la vez que hiciera eso.

-No me cuesta nada. –

-Está bien. - contesté resignada. - ¡Nos vemos! –

Me bajé de la camioneta, y por una última vez nos despedimos con un gesto con la mano, a través de la ventanilla del asiento del copiloto con el joven Solo. Esperé que avanzara un poco en su camioneta, me di media vuelta, y a los pocos pasos que anduve, me encontré con la puerta del local.

-Buenos días. - saludé mientras entraba.

-¿Qué tal Rey? - me contesta alegre la pelinegra. Se le veía radiante hoy. -Llegas temprano. -

-Sí. Ben me pasó a dejar. - respondí natural. - Sólo por eso. Y tú, ¿qué tal estás? – pregunté con gran interés.

-Que no te escuche Maz. - bromeó. - Estoy bien. –

Mi querida Rose. Hacía ya algunas semanas la pobre había terminado su relación con Fin. Jamás la vi tan triste como aquel día en todo el tiempo que he llevado trabajando acá. Desde que la conozco siempre ha sido una mujer alegre, que nunca veía lo negativo a la vida, porque todo lo transforma en positivismo cuando su camino iba en picada. Pero, esa vez, realmente me fue impactante verla llegar con una cara de mil muertes, relatándonos su horrible noche de insomnio producto de su interminable llanto.

Cuando le preguntamos porqué con la jefa, no se pudo aguantar mi compañera, y su derrame de lágrimas que le había quedado la noche anterior con desconsuelo, se manifestaron al segundo, mientras nos contaba que el chico le había terminado con ella por la simple razón de ya no era lo mismo, y además que tendría que mudarse a otro país por temas laborales.

Todavía le duele, se le nota demasiado en algunas jornadas. Aunque hay días que se le ve como si nunca hubiera pasado algo, y existen otros como si estuviera sucediendo esa misma tarde que el muchacho decidió terminar su relación. Es por eso le pregunto cada vez que llego en la mañana cómo está. De verdad a esa mujer no merece sufrir.

-¿Dónde está la jefa? -

-Con Don Chewie. Llegó mercadería hoy. -

-Claro. - caminé hacia la bodega. - Me iré alistar, y empezamos a atender. -

Después de arreglarme con mis clásicos tres bollos, y anotar mi hora de llegada, pasaron solo unos minutos el que regresara la señora Maz con nosotras. Cómo aún no había mucha gente por el tema de la navidad, y era bastante temprano, siendo algo innecesario el que estuviéramos dos atendiendo, solicitó que alguna de nosotras la ayudara a organizar, y revisar el inventario de la mercaría que nos había traído Don Chewie. Rose terminó ofreciéndose.

En el transcurso de la mañana, mientras tanto atendía sola a los clientes, me llegó ese mensaje apaciguador de nervios del joven Solo, dándome el aviso el que ya estaba en los suelos de Corellia, y que prontamente iniciaría su vuelo de retorno.

Luego de unas horas, la pelinegra junto con la jefa terminaron, dejando todo listo, y en su lugar. Antes de irse, la señora Maz dejó un par de instrucciones, nos deseó un buen día, y se retiró. Pasamos el resto de la mañana tranquilas con la morena, atendiendo un par de clientes que llegaron a la tienda por la nueva mercadería, comentando de por medio nuestras anécdotas del finde semana, mientras estuvimos esperando el horario de almuerzo.

-¿Trajiste comida? - me preguntó mi compañera. El reloj había marcado la hora de colación, y ya habíamos cerrado para darnos el tiempo para comer.

-Si…- pero una fugaz imagen vino a mi mente, recordándome que el almuerzo había quedado en el departamento.- ¡No! Demonios, lo olvidé en casa. – Increíblemente, aún con el tiempo de sobra, de igual manera se me quedó en la nevera la comida que había sobrado ayer de la cena.

-No todo podía ser perfecto. – me comentó con una risilla la pelinegra.

-Parece. - resoplé para mi misma ¿cómo tan olvidadiza? – Iré rápido a comprar algo. - me dirigí a la bodega en busca de mi chaqueta, junto con mis cosas. - Vuelvo enseguida Rose, no tardo. -

Ya lista, salí por la puerta del local, y tomé el rumbo en dirección a mi lugar favorito de tacos. Avancé un par de pasos después que mi reflejo en los ventanales de la tienda ya no siguió mi marcha, regañando entre dientes como era posible el que se me haya olvidado mi almuerzo. Sin embargo, en el momento que me regañaba a mi misma, un conocido tono de voz que hace casi un año estaba acompañándome en mi día a día, hizo que me detuviera cuando me llamó por mi nombre.

-¡Rey!-

Era la voz de Ben gritándome a mis espaldas. Estaba en Coruscant, en tierra firme, sano y salvo.

-¡Ben! - me di media vuelta para verlo, aproximándome alegre a él, hasta estar tan cerca para entregarle un ligero beso de saludo. - ¿Qué haces aquí? -

-Llegué al departamento y vi que dejaste tu almuerzo olvidado en la nevera. - me regaña de broma. En todo este tiempo ya viviendo juntos, sabía de sobra que era sólo circunstancial el que me comportara así de descuidada en diciembre. – Así que vine a traerlo. –

-Tú siempre salvándome, Ben Solo. - mencioné agradecida. - Aunque no tenías por qué hacerlo…-

-¿Por qué no?, vivimos cerca de acá. No me tomaba casi nada de tiempo llegar a tu trabajo. - me responde animado. - Además encontré que era una buena forma de avisar que ya estaba en Coruscant, ya que no te comenté que había llegado. - me volvió a besar. - Y siendo sincero, también quería verte. Quedé con gusto a poco en la mañana, y no te volvería ver hasta la madrugada. -

Cuando el moreno quería ser dulce, siempre me impresionaba con alguna forma de demostrarme su amor mediante gestos tan simple y bonitos como este.

-¿Comes conmigo y con Rose? Estamos en horario de almuerzo. -

-Claro, vamos. -

Estuvimos los tres compartiendo, aunque lamentablemente el pobre piloto sólo nos miró comer, pues nos comentó que había llegado hace poco y que lo primero que hizo cuando arribo en el departamento fue cambiarse para traerme el almuerzo, y que luego que terminara de acompañarnos volvería a casa y prepararía algo para él. Traté de compartir mi comida con el joven Solo, pero el muy testarudo no me recibió ningún bocado, y eso que para mí era un gran acto de amor compartir mi comida.

-Gracias Ben. - le agradecí con un abrazo, ya afuera del local para despedirnos. - Siempre sabes cómo sorprenderme. -

-¿Sorprenderte? - unió sus labios con mi helada frente. - Es lo mínimo que te mereces. - me derretía este hombre.

-Te amo Ben. - lo acerqué a mí con más con más fuerza, con mi oído clavado en su pecho, alcanzando incluso a escuchar sus bellos latidos.

-También te amo Rey.-


Hola bellxs, que tal?, aquí les dejo el primer capítulo de la secuela de "Una navidad feliz para Rey".

Espero le haya gustado, y que ojalá se queden conmigo para saber lo que se viene para esta hermosa parejita.

También, sería genial que me comentaran que les pareció, o me retroalimentaran si ven algún fallo por ahí.

Eso ps:3, nos estamos leyendo, y muchas gracias por pasar!

Los personajes no me pertenecen.