Nota: Primero tengo que decir que tuve muchas dudas al adaptar esta historia, desde hace un par de años, que leí el libro de Rojo, Blanco y Sangre azul, tuve el deseo de leer una adaptación al Drarry (por obvias razones), nunca tuve la posibilidad. Cuando fue anunciada la adaptación a película, volvieron a mí esas ganas de leerlo y nuevamente intenté encontrar algo, la única posibilidad fue borrada del mapa, entonces alguien que estimo mucho me hizo la pregunta «¿Por qué no haces una adaptación?», no me convenció de inmediato, pero me quedó la inquietud y, un poco después de ser estrenada la película, al fin me decidí.
Tuve muchas contrariedades al momento de comenzar a planear esta adaptación porque obviamente estoy escribiendo lo que a mí me gustaría leer, por lo que desde el inicio he querido que la historia esté desarrollada en el mundo mágico de Harry Potter (si Casey McQuiston leyera esto no sé qué me haría), por tanto, los personajes deben desarrollarse en su entorno, pero sin perder la esencia de lo que es la obra original, lo cual me llevó a escribir, borrar, reescribir, borrar, así sucesivamente, hasta que quedé «satisfecha». Dicho esto, tengo que hacer unas cuantas aclaraciones:
1) En este universo la supremacía de sangre está más marcada por lo que una persona mestiza o con padres muggles ocupando cargos importantes en la sociedad mágica es difícil de ver.
2) Hay una combinación entre magia, tecnología muggle y tal vez una que otra cosa que espero no resulte inverosímil.
3) Es un universo alterno donde los padres de Harry no murieron, tampoco existió Voldemort y Abraxas Malfoy está vivo (si, esto es completamente a conveniencia de la trama).
4) Ante los cambios realizados es lógico que las personalidades de los personajes cambien ligeramente, si esto resulta incómodo e imposible de leer les pido simplemente lo dejen, no se obliguen a consumir contenido que no es de su gusto (es por su propio bien).
5) Esta adaptación está más apegada a la novela, aunque también hay un poco de la película.
6) Esta historia tiene fanart el cual fue realizado por Yayayin3, les invito a visitar sus cuentas de redes sociales para que lo vean, está muy bonito.
Ahora sí, les deseo una feliz y reconfortante lectura...
Uno
Encerrado en una de las habitaciones de La Noble y Ancestral Casa de los Potter, Harry reflexiona sobre lo propio o impropio que fue, en su momento, elegir la carrera de auror como la base del futuro de su vida.
No es que tenga algo en contra de los aurores, es simplemente, que entre más avanza en sus estudios, más alejado de sus cualidades se hace.
Esos pensamientos tienen mucho que ver con el hecho de que Harry desea hacer algo más por el mundo que dedicarse únicamente a atrapar a los malos. No está demeritando la labor del Departamento de Aurores, pero desea con fervor contribuir significativamente a la sociedad. Y no, no tiene que ver con que, actualmente, su madre, una bruja nacida de muggles, es la ministra de magia, algo impensable en el mundo mágico hace unos cuantos años.
No, eso tiene que ver más con su propio deseo, algo dentro de sí que le impulsa a ansiar algo más.
Si, tal vez si tiene que ver con su madre.
Sucede a menudo, que recuerda su antigua vida. Cuando sus padres simplemente eran empleados comunes en el ministerio y Harry un niño pequeño que no podía ni imaginar que algún día su madre ocuparía un cargo tan importante.
De todos modos, hay otra cosa que lo inquieta.
De algún tiempo para acá, se convirtió en una figura pública. Lo cual, aunque le incomoda, intenta sobre llevarlo. Algunas personas lo tacharán de hipócrita, pero la verdad es que él nunca lo buscó, simplemente ocurrió que durante sus años escolares en Hogwarts hizo cosas que nadie considerará ordinarias en cualquier niño, lo que lo llevó a ganar gran fama entre sus compañeros y, cuando ganó el torneo de los tres magos, en el resto del Reino Unido, lo que fue peor cuando Lily Evans fue electa como ministra. Ahora, la imagen de chico valiente, excepcional y rompe corazones, lo sigue a donde quiera que vaya, aun cuando sus relaciones románticas son contadas. Así fue como tuvo que replantearse algunas cosas y, al mismo tiempo, hacerse consciente de otras, como el hecho de que ser el hijo de la ministra de magia conlleva la responsabilidad de aprovechar tal oportunidad para aportar algo significativo a la causa.
Harry para con esos pensamientos antes de que termine deprimido. Piensa en el pasado ─eso siempre lo ayuda─ cuando sus padres eran jóvenes inexpertos y él un bebé; entonces vivían en una pequeña casa, linda y acogedora, en el Valle de Godric. En el momento en que su madre fue electa, tuvieron que mudarse a la casa ancestral de los Potter, no tan ostentosa como las mansiones de los sangre puras, pero si lo suficientemente grande como para cubrir media manzana del centro de Londres (los muggles todavía creen que cada que pasan por allí se encuentran simplemente con una cuadra llena de condominios, eso solo es una fachada).
Escuchando el sonido del llamado y después de la puerta de su habitación abriéndose, hizo a un lado sus pergaminos y libros y se puso de pie, sabía quién era y no tenía muchas ganas de intentar concentrarse en su presencia —no iba a lograrlo—, Ginny era muy parlanchina cuando se lo proponía.
— Y entonces... —se recostó sobre un diván que se encontraba no muy lejos del escritorio y esperó a que su amiga hablara.
— No puedo creer que siendo vacaciones estés estudiando. Digo, en Hogwarts nunca demostraste ser ese tipo de persona. Hermione siempre fue esa persona.
Harry sonrió un poco.
— Estoy comenzando el último semestre —dice justificando que, de hecho, estaba siendo un poco como Hermione últimamente.
Ginny decide entrar entonces. Cerrando la puerta con el pie fue directamente hasta el diván para sentarse también allí, justo donde termina Harry e inicia el único hueco libre.
—¿Qué te trae por aquí? —le pregunta Harry mientras observa las cosas que trae la pelirroja bajo el brazo.
— Un ejemplar de Corazón de Bruja y algunos aperitivos —divaga Ginny mientras le muestra una caja de pastelillos.
Ginny, a pesar de no ser su familiar, es como una hermana y, además, vive con ellos. Le resulta más cómodo, pues es una de las jugadoras principales de Las Arpías de Holyhead y la ubicación en Londres le mejora el horario. Lo propusieron los padres de Harry el año pasado, y ella no dudó en aceptar. Para Harry también fue satisfactorio, vivir con alguien de su generación cercana a su edad en una casa tan enorme logra que sus días fuera de la academia se hagan más llevaderos.
Ginny también es muy bonita, suele salir en revistas como Corazón de bruja muy a menudo, siempre con sus atuendos modernos y que poco tienen que ver con las túnicas. Para la sociedad mágica joven, la única chica Weasley, es un modelo de tendencia popular.
Esta vez, va vestida con una falda amplia de color azul rey, ligeramente por arriba de la rodilla, y un suéter de tres cuartos de manga azul marino, se ve muy cálido, a Harry no le extrañará si en los próximos días aparece en la portada de la revista Moda Mágica con un enorme titular sobre lo bien que le asienta y una sutil leyenda de patrocinio a la tienda que le proporciona todas las prendas ─la tienda de diseño de ropa de Pansy Parkinson, últimamente una gran competencia para la tienda de túnicas de Madame Malkin.
Harry no tiene mucho tiempo para pensar en lo que está planeado Ginny en esta ocasión cuando ya está colocando la revista frente a él. Le ofrece un pastelito y Harry lo toma enseguida, después, Ginny revela el motivo por el que está allí.
—¿Qué vas a ponerte?
—¿Para qué? ─pregunta Harry frunciendo el ceño.
—Para la fiesta.
—¿Qué fiesta?
—¡LA FIESTA! —replica Ginny algo exasperada—. La fiesta de cumpleaños de Abraxas Malfoy que en realidad es una gala benéfica. Por favor, es la fiesta del año ¿me vas a mentir diciendo que no sabes de qué hablo?
Entonces levanta el ejemplar de Corazón de Bruja y agita la portada, donde precisamente se habla de la celebración del mayor de los Malfoy, la que se llevará a cabo el próximo fin de semana y a la que ninguna figura pública se dignaría a faltar.
Cualquiera se emocionaría al recordar que en unos cuantos días sería la fiesta del año en el mundo mágico, sin embargo, Harry muerde su pastelito, mastica y traga antes de soltar un suspiro profundo lleno de consternación.
—Eso… ─Hace un gesto con la mano hacia la revista─. ¿Es este fin de semana?
—Es lo único de lo que se ha hablado en las últimas semanas, Harry —le responde Ginny—. ¿Siquiera tienes preparado el atuendo que usarás? No me puedo creer que Cedric no te lo haya recordado.
—Cedric es el asistente de mi madre, no el mío —refuta—. En fin, de todos modos, no es importante.
─ ¿Qué tontería acabas de decir?
—No estoy diciendo tonterías y, tengo cosas más importantes en que concentrar mi mente, como mi proyecto final para graduarme como auror —replica mientras señala con gesto teatral todos los pergaminos y libros apilados en el escritorio—. No es que sea un amante del estudio, pero esto es importante, solo cuento con medio año y no estoy ni a la mitad de la idea que quiero desarrollar.
—Sabes… sé que todos lo dicen, porque bueno, eres el hijo del actual Jefe de Aurores, pero no creo que el ser auror vaya mucho con tu persona —dice Ginny, Harry piensa responderle, pero ella sigue hablando—. Y sospecho que lo haces a propósito. El hecho de olvidar el evento del mundo mágico más importante del año. Me imagino que tiene que ver con tu rival, ese que tienes desde qué… ¿los 11 años?
—Ginny, por favor, soy Harry Potter. Y Malfoy es… una figura insigne de la supremacía mágica. Es exagerado considerarlo mi rival─ replica Harry mientras toma otro pastelito de la caja─. Para considerarle así, tendría que ser igual a mí. Pero Malfoy lo único que tiene a su favor es la sangre y las bóvedas en Gringotts repletas de oro. Eso solo lo convierte en un idiota que seguramente se pajea todos los días mirando fotos de sí mismo.
—Interesante ─exclama Ginny.
—Solo digo. ─Harry se encoge de hombros para quitarle importancia.
—Sé que Malfoy no fue el mejor compañero, pero esto… definitivamente está a otro nivel. ─Al ver la expresión insatisfecha de su amigo agrega─. Oye, ya somos adultos y no es obligatorio que te agrade, solo tienes que poner una expresión de felicidad, aunque no sea sincera, y evitar cualquier incidente que ponga en cuestión los acuerdos entre los sangre puras y tu madre, ¿bien?
—Algo sencillo de hacer, claro, si Malfoy no me provoca—protesta Harry.
Ginny mira hacia el techo exasperada.
Los trasladores que llevaban a la gran mansión de los Malfoy definitivamente son cosa de otro mundo.
Harry resopla mientras mira el anillo de oro en la palma de su mano y piensa en los lujos que jamás creyó tener la oportunidad de apreciar en persona.
Quien se lo hubiera imaginado hace tan solo unos cuantos años atrás, cuando su madre se postuló para ser candidata al ministerio de magia.
Muchos se burlaron de ella.
Una sangre sucia, en palabras de muchos, con una insignificante experiencia, se estaba postulando para un cargo que algunos ni siquiera se dignarían siquiera a soñar. ¿Entonces por qué esa mujer lo hizo?
Bueno, Lily Evans aspiraba a un mundo mejor. Un lugar donde los magos y brujas nacidos de muggles no fueran llamados sangre sucias y el conocimiento muggle pudiera ser aprovechado. Y él era el hijo de esa mujer que siendo discriminada luchó fervientemente por sus ideales.
Del otro lado tampoco era sencillo. Su padre era considerado un traidor a la sangre y su apellido fue expulsado de la lista de los verdaderos sangre puras, lo que hacía que muchos de los pertenecientes a esas familias le cerraran la puerta.
Por eso es que, de alguna manera, a Harry todavía le parecía surrealista que se encuentre con un anillo de oro en la palma de su mano a punto de ser activado y que este le llevará al santuario de los Malfoy, la familia más conservadora y snob de todo el mundo mágico.
El traslador se activa y Harry aparece ante las puertas de la mansión Malfoy abiertas de par en par.
Harry, escucha su nombre y aparece Ginny y Hermione, sus mejores amigas tomadas de los brazos.
─ Ya están aquí. ─Señala lo obvio solo para saludar.
Hermione con una gran sonrisa asiente.
─ Si, y no sabes, Ginny ha venido hablando de todo lo referente a la fiesta.
─ ¿Cómo qué?
─ Como que gastaron 75 000 galeones en un pastel, ¡un pastel, Harry!
—Tengo mucho que expresar al respecto ─responde mientras dirige una sonrisa cómplice a Hermione, quien debe ser la más indignada de los tres.
—Y, escucha esto, Malfoy asiste sin pareja. Lo cual es raro. Leí el mes pasado que estuvo saliendo con la heredera de una importante empresa rusa, ¿qué habrá sucedido?
— Bueno, tal vez se dio cuenta de lo despreciable que es Malfoy —dice Harry.
Hermione solo niega con la cabeza. Claro, la gente sangre purista no es su favorita, pero con respecto a Malfoy ha cambiado mucho de opinión.
—Deberías invitarlo a bailar ─sugiere Ginny a modo de broma.
Harry la mira con falso enojo, pero de pronto siente un revuelco en el estómago, porque se está imaginando a él y a Malfoy dando vueltas por un salón de baile, Malfoy le murmura al oído, solo tonterías, pero es tan vivido que hace una mueca.
—No sería tan afortunado ─responde para quitarse la imagen de la cabeza.
—¡Harry! —exclama Hermione sorprendida—, ¿estás sonrojándote?
—¡NO! Por supuesto que no. —Niega Harry, porque obvio no se está sonrojando─. Saben, olvídenlo, esto es una tontería, las fiestas de gala de los sangre puras y lo demás, todo lo que ellos hacen. Son unos repugnantes genocidas, discriminadores y prejuiciosos. Odian a los muggles y a los squib y…
—Tranquilo. —Interrumpe Ginny—. No todos han sido una mierda con los muggles y squibs. Por ejemplo, Sirius. —Sí, Ginny tiene razón, pero no va a decirlo en voz alta.
─ Dejémoslo así, ¿han visto a mamá y papá? —Mira a su alrededor, solo entonces se dan cuenta que muchos magos y brujas invitados ya están entrando.
─ ¿No estabas con ellos? ─pregunta Ginny confundida.
─ Dijeron que vendrían desde el Ministerio.
─ Podemos buscarlos adentro ─sugiere Hermione.
El interior de la mansión Malfoy es un verdadero espectáculo, un gran número de personas influyentes charlan y andan de aquí para allá a lo largo el gran salón de baile donde el abuelo de Malfoy celebrará su septuagésimo quinto cumpleaños.
Pero la atención de Harry no se centra en aquellas personas, sino en la elegancia ostentosa que adorna cada rincón del lugar. Aunque no le dan mucho tiempo para observar, pues de inmediato, él, junto con Ginny y Hermione son dirigidos al área de fotografía.
Su madre ya debió haber pasado por «la alfombra roja», piensa mientras es posicionado frente una pared tapizada de verde y las cámaras empiezan a disparar en su dirección.
Apenas si le da tiempo de sonreír y fingir que está feliz, como sugirió Ginny.
Una eternidad después, por fin llega hasta su asiento, afortunadamente Ginny y Hermione también fueron asignadas a esa misma mesa, porque no estaba preparado para lidiar con personas desconocidas, que solo querían preguntar sobre los planes de su madre y hablar sobre lo sorprendente que es ver al mago más joven de la historia ganando la copa del Torneo de los Tres Magos.
Hermione le pasa un vaso con agua y le dice con la mirada que beba un poco, que eso le ayudará a relajarse. Como el amigo obediente que es, hace caso omiso y en su lugar toma una copa con champán traído desde quien sabe qué parte del mundo.
Merlín, ahora sabe que es evidente su irritación. Por supuesto, eso se debe a lo asquerosamente derrochante que es la fiesta que irónicamente tiene un objetivo benéfico y no al hecho de que no ha visto a Malfoy por ningún lado a pesar de que está girando la cabeza cada tanto para captar su insoportable cabellera rubia.
— Ya he asistido a otros pocos eventos de este tipo, pero siempre me sorprenden las nuevas cosas que aprendo. Sabían que... —Ginny está a punto de revelar algún dato curioso sobre la vida de los sangre puras cuando Hermione interrumpe para hablar sobre los elfos doméstico vestidos con un elegante traje negro. Todavía está luchando por los derechos de los elfos, pero como apenas es una pasante en el Departamento de Aplicación de la Ley Mágica, tiene mucho camino por recorrer antes de lograr todos sus objetivos. Afortunadamente, los elfos de la mansión Malfoy ya no están usando andrajos, como solían hacer, pero todavía no reciben un salario digno. Algo en lo que ya está trabajando.
— Señorita Weasley…
Ginny hace una expresión de «oh», seguramente al recordar las contadas ocasiones en que han cruzado palabra. En cambio, a Harry se le eriza toda la piel de la espalda.
Ahí está Draco Malfoy, en carne y hueso, con su belleza clásica y usando una elegante túnica verde botella, el cabello platinado perfectamente peinado, pómulos marcados y una expresión rígida y amable en la boca. Se sostiene en una postura impecable e innata en él, como si un día hubiera surgido ya completamente formado y erguido de algún jardín de flores de la mansión Malfoy.
Es a Ginny a quien debe mirar primero, pero dirige la primera mirada a Harry, quien siente una ligera opresión en el pecho, es una sensación de adrenalina, tal vez por lo irritado que se siente al verlo. Lleva aproximadamente medio año sin tener una conversación con Malfoy. Su rostro, para exasperación suya, sigue siendo igual de simétrico.
En esta ocasión, Malfoy se digna a saludarlo con una breve inclinación de cabeza, como si se tratara de un invitado más y no el mago al que se la ha pasado haciéndole la vida imposible desde que se conocieron. Eso causa que Harry parpadee desconcertado. Y ya que se lo prometió a Ginny, se contiene de iniciar una discusión, y se limita a observar cómo Draco acerca su estúpido mentón, tan bien perfilado, hacia la pelirroja.
—Hola, Ginevra—saluda Malfoy, y a continuación le tiende caballerosamente la mano. Ginny nunca es fácil de cautivar, pero en esta ocasión se ruboriza. Hermione arquea las cejas en dirección a Harry—. ¿Me concedes este baile?
— Yo... —se queda con las palabras atoradas en la boca.
— Estaría encantada —completa Hermione y la alienta a asentir.
Si Ginny queda bien con Malfoy podría lograr recomendarla para hacer que su iniciativa de ley por un salario digno para los elfos sea considerada por Malfoy y tal vez le hable a Abraxas de ello, quien a regañadientes apenas se ha sometido a que los elfos vistan de manera digna.
— Si, por supuesto —responde Ginny con una encantadora sonrisa mientras se pone de pie. Toma la mano de Draco con cautela, como si pensara que él no es real o pudiera desmoronarse con un toque, así de efímera es la existencia del más joven de los Malfoy.
Entonces, como todo un príncipe salido de los cuentos de hadas, la conduce hacia el grupo de brujas y magos que hacen evoluciones en la pista.
—Bueno, ¿qué estará planeando? —exclama Harry mirando hacia otro lado que no sea Malfoy y Ginny, afortunadamente su vista se cruza con sus padres, su madre con una sonrisa abierta le saluda con la mano derecha, él, que ama tanto a su madre, le devuelve el saludo—. ¿Ahora piensa cortejar a Ginny?
—Ay, Harry —exclama Hermione. Alarga el brazo y le da una palmadita en la mano—. No creo que ese sea el caso.
—¿Por qué no? ¿Por qué ese repentino interés en Ginny?
—Mmm. Tal vez solo quiere su amistad.
Harry, sin querer, dirige la mirada hacia el grupo de bailarines, en el que se encuentra Ginny dando vueltas en brazos de Malfoy. Lo que le resulta molesto, aunque no sabe la razón.
Permanece observando un poco más. Ginny muestra una sonrisa neutra, pero cortés, y Malfoy mantiene la mirada fija al frente, lo cual hace que Harry se irritante más. Y se pregunta por qué razón Malfoy la invitó a bailar si no iba a prestarle ni un mínimo de atención.
—Bueno, no creo que a Ginny le resulte atractivo.
Hermione se encoge de hombros.
—Ginny en sí misma es una caja de sorpresas. En cuanto a Malfoy... tal vez es una mera formalidad. Tiene que bailar con una bruja, Ginny resulta ser la más bella y popular del momento, no sé, los sangre puras son muy raros.
Y mientras Hermione habla, ven a un fotógrafo de Corazón de Bruja acercándose para tomarles una foto. Lo secunda un corresponsal de El Profeta.
— Bueno, no puedes negar que se ven bien juntos —dice Hermione.
Y Harry continúa irritado, no se puede tranquilizar, por ello pide una botella de champaña. Hubiera preferido whisky de fuego, pero en este tipo de reuniones son muy selectivos con las bebidas que ofrecen a sus invitados.
Suspira profundamente antes de echarse la bebida de un solo trago.
Inevitablemente, recuerda la primera vez que vio a Malfoy. Tenían tan solo 10 años. Son pocas ocasiones en las que se emborracha, pero cuando lo hace no falta en su mente el recuerdo de la expresión infantil y dulce. Tiene el vago recuerdo de haber visto su rostro en el periódico mucho antes, pero esa fue la primera vez que se hizo consciente de él.
Fue un año antes de ingresar a Hogwarts. Malfoy junto con su padre y madre posaban para ser retratados. Los tres destilaban gran elegancia aún a través de una simple foto.
Harry no pudo apartar la mirada del pequeño rubio. Sonreía dulcemente y sus grandes ojos grises brillaban con emoción. Era de esperarse, Malfoy había montado por primera vez una escoba con total perfección. Usaba un traje de quiddich oscuro y con la mano derecha sostenía firmemente su Saeta de Fuego. Lo mejor de lo mejor en escobas. Tal vez fue por eso que lo notó. Draco parecía genuinamente amable y no el tipo idiota, hueco y sin emociones que conoció después. Al pie de la foto se podía leer una pequeña leyenda: Lucius y Narcissa Malfoy junto con su hijo Draco durante la celebración de su décimo cumpleaños.
Si Malfoy jamás le hubiera dirigido la palabra, no habría sufrido tan grande decepción.
El verdadero Draco era un niño frío, agrio, egoísta y muy desagradable. Cuando vio aquella foto, Harry se imaginó que aparte de su belleza, Draco era amable, comprensivo y cariñoso. Nada que ver con la realidad.
No se ha dado cuenta, pero Hermione ya no está sentada a su lado, tampoco sabe qué sucedió con Ginny.
La primera botella de champaña se ha convertido en una segunda y él ya está muy borracho.
Da igual.
Se pone de pie decidido a comenzar a deambular por el gran salón, y así lo hace, anda de aquí para allá, buscando en qué entretenerse, pasa un elfo levitando varias copas de champaña y toma una de ellas, bebe todo de un trago y se queda con la copa vacía, mira a su alrededor. Su madre y su padre están conversando con el señor Abraxas y algunos miembros importantes del ministerio. Ginny está conversando con unas jóvenes brujas de lo más alegre y no puede ver a Hermione por ningún lado.
Ante lo aburrido que se encuentra, comienza a repasar su dedo por el borde de la copa, formando círculos cerrados unos tras otros. De pronto vislumbra una figura familiar situada cerca del gran pastel que fue horneado y decorado exclusivamente para el señor Abraxas.
Es Malfoy, quien con copa en mano observa a los invitados. No hay expresión alguna en su rostro, pero Harry se imagina que en el interior está insultando a más de media mitad de los asistentes. Es tan odioso. El desprecio que seguro siente en su interior impulsa a Harry a acercarse y provocarlo un poco.
Pasa otro elfo doméstico, oportunamente, toma otra copa llena y la vacía desaparece, se abre paso entre la multitud hasta llegar al lado del rubio.
Esta vez es más prudente, solo bebe la mitad de su copa, tal vez necesite el resto para hacer un brindis con Malfoy. ¿En qué está pensando? Se reprende a sí mismo mentalmente.
—Que encantadora celebración —dice situándose al lado de Malfoy—, música clásica, fuentes de champaña, un enorme pastel de cumpleaños...
—Potter —dice Draco con su clásico tono siseante. De cerca, parece que su cabello brilla mucho más—. Me preguntaba si ibas a dignarte a saludarme. ─Es obvio que está hablando con sarcasmo.
—Hoy es tu día de suerte —responde Harry con una sonrisa muy fingida.
—¡Oh! Tu sentido del humor no cambia—dice Draco. Su sonrisa es inmaculada y suave, el maniquí perfecto.
Harry ya sabe que Draco también lo odia. Es muy obvio. Harry representa todo lo que Draco desprecia; es mestizo, su padre es un traidor a la sangre y su madre una sangre sucia, una de sus mejores amigas también lo es y la familia de la otra últimamente también han sido considerados unos traidores. No conforme con eso, Harry suele aparecer en los artículos de revista practicando actividades muggles.
Es muy consciente de que la política implica mostrar amabilidad incluso a los que uno odia, pero desearía que, por una vez, solo una vez, Malfoy no lo provocara tan descaradamente y saliera ileso de todo daño.
Y luego la gente se pone a compararlo con Malfoy todo el tiempo, como si tuviera un poco de sus buenas costumbres o al menos un poco de mente abierta. Para el colmo, Malfoy tiene muchos admiradores, porque ahora, solamente está montando una escena, él no es cortés ni empático, si el pudiera ya hubiera sacado a todos aquellos que le desagradan de la mansión, incluido Harry.
Por eso desea revelar su verdadera identidad, que conozcan al idiota que él conoció en la tienda de túnicas, al imbécil que se atrevió a insultar a su mejor amigo en el Expreso de Hogwarts, a ese bastardo que se dedicó cinco años completos de colegio a hacerle la vida imposible.
— Dime una cosa ¿Nunca te cansas —le pregunta— de fingir que te agrada todo esto?
Draco se vuelve hacia él y lo mira fijamente.
—No sé a qué te refieres.
Harry suelta un bufido exasperado.
—Me refiero —replica Harry imitando su tono siseante— a que estás aquí, apartado de todos, porque es obvio que la mitad de los invitados te provocan nauseas. Al mismo tiempo, usas eso a tu favor para parecer indiferente, fingiendo que detestas llamar la atención, cuando es evidente que es todo lo contrario. Porque si en realidad lo odiaras no habrías bailado con Ginny.
—Me temo, Potter, que soy... un poco más complicado que eso.
Harry vuelve a bufar.
—Potter, ¿estás borracho?
—Lo único que digo —replica Harry ignorando la pregunta— es que podrías intentar por un momento de tu vida ser más sincero.
Draco niega con la cabeza, no parece molesto, más bien un poco triste.
—Potter, lo tuyo no es la champaña, tal vez un poco de agua te ayude a aclarar la mente.
—¿Tú crees? —replica Harry enfadado. ¿Quién se cree Malfoy para decirle qué debe o no debe hacer? —. ¿Algo de lo que he dicho te ha molestado? Porque solo dije la verdad, como es. Seguramente el hecho de que yo no me deje engañar por tu evidente actuación te resulta desconcertante.
—¿Sabes qué? —le dice Draco—. De hecho, ahora sí me creo lo que dice la prensa sobre ti y la rara obsesión que sientes por mí.
Harry casi se ahoga con su propia saliva. Lo que se convierte en un trago amargo cuando ve la ligera sonrisa de satisfacción en la estúpida cara de Malfoy.
—Estaba bromeando —dice Draco en tono cortés—. ¿Por qué pones esa expresión? Lo decía porque últimamente eres tú quien viene a mí con claras intenciones de provocarme, cuando yo no he hecho otra cosa que saludarte cortésmente y he sido tan educado como lo sería con cualquiera.
Por supuesto que no, Harry sabe que desde el primer momento ha sido un mierdecilla, pero al mismo tiempo no puede hacer nada porque El Profeta siempre lo anda culpando de todo lo malo que pasa a su alrededor
—¿Qué? Dices que no, pero... —balbucea Harry—. Tú fuiste...
—Que tengas una velada encantadora, Potter —dice Draco en tono tajante, y acto seguido empieza a andar con intención de alejarse.
Harry no va a permitir que lo humille de esa forma, por lo que, sin detenerse a pensar, alarga el brazo y se aferra al hombro de Draco.
El rubio se vuelve, parece confundido, se nota la intención de querer apartarlo de sí, pero se contiene y durante una fracción de segundo Harry se queda impresionado al ver un relampagueo en sus ojos grises, la clara muestra de que Malfoy puede sorprenderse por algo.
Azorado, tropieza consigo mismo, y retrocede tambaleándose en dirección a la mesa que tiene más cerca. Demasiado tarde se da cuenta en que esa mesa, para horror suyo, es la que sostiene el enorme pastel de ocho pisos hecho exclusivamente para celebrar el septuagésimo quinto cumpleaños de Abraxas Malfoy. Harry busca algo de que agarrarse, lo más cercano es el brazo de Draco. Tomar al rubio desprevenido hace que también pierda el equilibrio y se estrellen juntos contra el soporte del pastel.
Ambos contemplan, como si ocurriera a cámara lenta, al pastel tambaleando y después inclinándose hacia ellos. No hay vuelta atrás, la gran torre de pan decorado se estampa contra el suelo provocando una gran avalancha de nata blanca. Una dulce pesadilla con valor de —¿Qué dijo Ginny? — 75 000 galeones.
El salón completo queda en silencio, contemplando a los dos magos que aterrizan sobre el suelo y empiezan a nadar entre toda la nata esparcida.
La sobriedad ha vuelto a Harry, quien al fin logra recuperar el equilibro, se limpia con los dedos los lentes que están manchados con pan y nata, mira a Malfoy y apenas si alcanza a notar que tiene un corte en la mejilla, a propósito, ignora la expresión que le dice quiero asesinarte.
Piensa en su madre y rápidamente la busca entre la multitud, ella parece seria, no sabe cómo interpretar eso, pero conociéndola, seguramente lo va a asesinar a sangre fría.
A su lado oye la voz de Malfoy que murmura en voz baja:
— ¡Mierda!
Un segundo después se dispara el flash de una cámara.
