Herpo el Loco

Cinco horas después de haber llegado a las ruinas de Troya VII seguían sin encontrar nada.

Draco podría jurar que había mirado cada centímetro cuadrado de cada pedazo de piedra, antigua o no, que había en el trozo que Hermione le había asignado y allí no había absolutamente nada que se pareciera a ese símbolo que ella juraba que estaría.

—Creo que tus pálpitos son igual de poco fiables que tus dones con la t remirandoesomancia…

—No seas impertinente. Sé que no me equivoco, tiene que estar, por la época en la que estuvo aquí… las notas de Argenis. Es el momento exacto, tuvo que ocurrir aquí, algo que alteró a este hombre lo suficiente como para emprender ese viaje ¿No lo ves? Sé que fue aquí ¿Por qué si no se marchó a Chipre? ¿Por qué se fue allí buscando llegar a Egipto?

Siguió revisando cada centímetro y, con un suspiro, Draco continuó mirando y volviendo a mirar sus propias ruinas, ignorando al resto de turistas que apenas sí reparaban en ellos.

—¡Aquí está! —el chillido estridente de Hermione le hizo dar un respingo —¡Míralo! ¡Draco, mira!

Fue hacia ella y la vio acariciar casi con reverencia el pequeño símbolo idéntico al del papiro y al del libro que les había dejado Zervas.

—Sí —respondió sin poder evitar el ligero deje de incredulidad que tiñó su voz —está ahí… tenías razón.

—¿Acaso no has aprendido ya a no dudar de mi? —preguntó alzando una ceja al más puro estilo Malfoy —a Harry y a Ron les costó menos tiempo.

—Mentirosa —murmuró con diversión —puede que no fuéramos amigos, pero fuimos juntos al colegio, Granger.

—Eso de que no fuimos amigos es un eufemismo, hurón. Podría decirse que fuimos enemigos.

Él se levantó encogiéndose de hombros con elegancia.

—Puede ser, pero la madurez nos ha ayudado a ver las cosas en perspectiva y a valorarlas… —sonrió haciendo que el corazón de Hermione se saltara un latido.

—¿Nos ayudó? ¿En plural?

Draco se acercó a ella, la sujetó de la cintura y la atrajo hasta que sus bocas impactaron la una contra la otra.

—Sabes que si —musitó contra sus labios antes de ahondar en ellos buscando su lengua en un beso lento y sensual que la tuvo jadeando en segundos.

—No es el momento —suspiró ella abriéndose más a sus húmedos besos.

—No lo es —concordó Draco volviendo a hundirse en esa cavidad suave y aterciopelada que respondía a él con ansia mal disimulada.

—Tenemos que seguir con la investigación —gimió cuando la lengua atrevida y lujuriosa del hombre se enredó en la suya una vez más.

—Cierto —lamió su labio y la incitó a hacer lo mismo —es que verte toda la mañana hablando de historia y levantando el trasero para rebuscar entre las piedras me ha puesto irremediablemente cachondo —susurró dejando un reguero de besos hasta su oreja.

—Eres muy raro —replicó ella con una risita baja —pero vamos a tener que esperar —se apartó de él con mucha dificultad y miró de soslayo a un grupo familiar que se alejaba mirándoles con clara molestia —creo que es mejor que dejemos esto para ehmmm la intimidad

Draco se colocó la chaqueta muggle en que había transfigurado su túnica y miró a la familia con desdén, molesto porque les hubieran interrumpido lo que estaba siendo, sin duda, un interludio francamente reconfortante.

Chasqueando la lengua con fastidio, señaló el símbolo.

—¿Y ahora qué?

—Ahora tenemos que comprobar si hay algo enterrado aquí —susurró.

Draco la miró con franco horror.

—¿Quieres que nos pongamos a excavar en un yacimiento, Granger? ¿Qué parte de que tenemos que pasar lo más desapercibidos posible es la que no entendiste?

—No seas obtuso, Malfoy —ella le fulminó con la mirada —no quiero excavar, no exactamente al menos.

—Oh sí, eso suena fantástico, mucho mejor sin lugar a dudas.

—Creo que es posible que haya algo aquí, como la pirámide de Imhotep.

Draco se dio una palmada en la frente y suspiró, cerrando los ojos. Empezaba a visualizar como había sido la vida del trío de oro y se estremeció pensando en el peligro que encerraban los tres juntos. No entendía como habían tardado tanto en mandar a Voldemort al infierno.

—Granger… odio ser la voz de la conciencia, pero ¿No crees que si aquí debajo hay una excavación secreta del Ministerio de Magia Turco van a darse cuenta de que hay alguien intentando entrar dentro?

—¿Y si no lo saben? ¿Y si nadie sabe que está aquí? ¿Imaginas qué repercusiones podría tener?

—Obviamente ninguna —dijo de forma tajante —porque escúchame bien. Si es verdad que hay algo y suponiendo siquiera que intentemos buscarlo y lo halláramos, lo último que podrías hacer sería decir a nadie que lo has encontrado.

—Pero sería un hallazgo increíble para la historia…

—Y nos meterían en la cárcel a los dos —cortó con brutalidad —¿Crees que a alguien le importará el por qué lo has encontrado? No puedes meterte en un país ajeno que no te ha pedido que estés aquí y escavar entre sus ruinas sin un permiso, seas o no Hermione Granger. Esto no es Inglaterra.

Ella sopló por la nariz pero asintió con rigidez.

—Está bien… habría que encontrar la forma de que ellos lo encontraran entonces.

—Merlín me libre de los Gryffindor —susurró él en un ruego estrangulado —¿Y cómo quieres excavar por aquí sin que nos pillen?

—No necesito excavar.

Se alejó de las ruinas y se acercó a uno de los árboles que había en el perímetro. Sacó la varita discretamente y lanzó varios hechizos no verbales para ocultarlos de muggles y magos por igual.

—Intenta no moverte mucho —dijo señalando un círculo a su alrededor de no más de cuatro metros —no puedo hechizar un espacio mayor, es un lugar público que, pese a no tener demasiados turistas hoy, no deja de ser concurrido y no quiero que nadie tropiece con nosotros sin querer… puedo repeler a los muggles pero no a los magos y brujos que estén por la zona.

—Bien. Paso uno no moverse, lo pillo ¿Cuál es el paso dos?

—Verificar si la casa de Herpo está ahí abajo y, si lo está, aparecernos en ella.

—¿Cómo? ¿Te has vuelto loca? No podemos aparecernos en un lugar que ni siquiera sabemos a ciencia cierta si está ahí ¿Has olvidados las tres D de la aparición?

—Obviamente no —ella le mostró el dedo pulgar—destino —enseñó el índice —decisión —estiró el corazón —desenvoltura.

—Perfecto —replicó Draco, burlón —volvamos a la primera de las D, el Destino. Ambos sabemos que no necesitas haberlo visualizado antes para llegar pero ¿Qué pasa si piensas en la casa de Herpo y te encuentras con que está enterrada pero de verdad? Te aparecerías en una jodida tumba, literamente.

—Por eso voy a verificar si está ahí —respondió ella tranquilamente —tuve una conversación muy productiva con Enola y me explicó como encontraron ellos la pirámide de Imhotep.

—Excavando —contestó él —con palas, Granger. Yo también leí la historia que tenían en el museo mágico.

—Sí, pero en la excavación apenas vieron la punta de la pirámide, no la desenterraron —sacó del bolso infinito que llevaba siempre encima un aparato muggle lleno de números y un papel y una pluma.

—¿Qué es eso? —preguntó Draco distraído.

—Una calculadora

—¿Hace cálculos?

—Exacto

—¿Qué vas a calcular?

—Necesito llevar a cabo este cálculo aritmético primero y después, dependiendo del resultado del hechizo, calcularé también la profundidad a la que está. No parece muy difícil, tú vigila que nadie se acerque demasiado.

….

Cuando Harry llegó al Caldero Chorreante todo allí era un caos absoluto.

Los magos y brujas que se alojaban en las habitaciones de arriba estaban confinados en la planta alta y todos aquellos que habían estado en la zona del bar continuaban sin poder salir.

Había un mago aporreando la puerta que daba al Callejón Diagon gritando indignado que tenía que llegar al trabajo antes de que su jefe le despidiera por ausentarse, una bruja secundaba su ira amenazando al pobre camarero con arrancarle cada pelo del cuerpo si no quitaba el bloqueo de la puerta que daba acceso al Londres muggle antes de que se le agotara la paciencia.

—¡Silencio! —gritó Harry con un sonorus

Ni un solo mago ni bruja más se atrevió a rechistar al ver al conocido señor Potter.

—Nadie va a salir de aquí hasta que mi equipo revise cada centímetro cuadrado del local ¿Ha quedado claro? —se giró a mirar a Harvey que iba con él —quiero que interroguéis a todas y cada una de las personas que están en el bar. Sienna —llamó a la mujer que se había puesto ante la puerta con los brazos cruzados y cara de malas pulgas —ve arriba con algunos chicos y revisad las habitaciones, tanto libres como ocupadas, quiero ver quién está hospedado aquí. Nadie se moverá hasta que no pasen —miró el reloj —tres horas. Si alguien ha tomado multijugos dejará de hacer efecto. Harvey, revisad las posesiones de todos los clientes.

Se acercó a la mesa en la que estaban Hannah y Blaise y se sentó frente a ellos.

—Contadme exactamente qué ha ocurrido ¿Blaise?

El moreno parpadeó y enfocó la vista en el auror. Comenzaba a salir del estupor pero no se sentía del todo él mismo. Se pasó las temblorosas manos por la cara y trató de inspirar profundamente.

La ira empezaba a abrirse paso en él de forma impenitente y brutal.

—Llegué al Caldero y encontré a Ginny aquí tomando un café —empezó a decir con voz ronca —estaba leyendo el periódico —señaló el número de El Profeta que seguía sobre la mesa donde ella lo había dejado —Hannah llegó para preguntarme si quería tomar algo y le pedí un desayuno… creo —sacudió la cabeza tratando de centrarse —desayuné y, cuando terminé llegaron Theo y Luna. Él tenía que volver al Ministerio así que se fue y ella se quedó con nosotros, pidió un té y cuando Hannah volvía con él… —tragó saliva, tratando de lidiar con el recuerdo que le hacía un daño físico y le llenaba de ira a la vez —en menos de lo que dura un parpadeo, Adrian Pucey y Viktor Krum aparecieron a ambos lados. Krum sujetó a Ginny y Adrian a Luna y antes de poder siquiera comprender lo que ocurría, los cuatro se habían marchado.

—Yo también lo vi, Harry —apostilló Hannah —fue en menos de un segundo, tan rápido que ni siquiera pude asimilarlo en un primer momento.

Blaise vio como el puño de Potter se cerraba con tanta fuerza que sus nudillos empalidecieron, escuchó su brusca inspiración y el crujir de su mandíbula antes de que se pusiera en pie.

—Hay más —dijo antes de que se fuera.

—¿Si?

—Sus ojos…

—¿Qué quieres decir?

—Había algo raro en sus ojos. Todo fue muy rápido y apenas pude fijarme pero estaba mirando a Krum y sus ojos eran vidriosos, con una especie de película blanquecina que los opacaba.

—Sí —dijo Hannah —yo también les vi los ojos…

—Bien —Harry pasó la vista por los dos y asintió —gracias chicos. No podéis marcharos aún, lo siento, no necesito interrogaros a vosotros pero preferiría que os quedarais aquí para no lidiar también con una insurrección.

—Está bien —dijo Blaise recostándose en el respaldo de la silla —estaré por aquí.

—Yo iré a ver si alguien necesita algo —murmuró Hannah acercándose a la barra —tal vez un poco de té ayude a aplacar los ánimos.

….

Lo habían conseguido.

Draco aún no podía creerlo pero ella había tenido razón. Estaban en la jodida casa de Herpo el Loco debajo de las ruinas de Troya, en un lugar en el que nadie había estado antes desde que aquel mago tenebroso y demente se había marchado siglos atrás.

—Eres increíble —murmuró antes siquiera de pensar en lo que estaba diciendo.

Hermione se sonrojó deliciosamente y se pasó un mechón de pelo tras la oreja.

Draco, maldita fuera su alma, encontró demasiado tierno el que ella pudiera avergonzarse por un cumplido después de todo lo que habían compartido en la intimidad en las últimas semanas.

—Yo… bueno.. gracias —sonrió y se alejó mirando a su alrededor —es una clásica casa griega, una oikos. En la parte más exterior —señaló las habitaciones cercanas a la puerta están el andronitidos, una sala en la que se celebraban fiestas solo para hombres donde comían, jugaban y se divertían sin sus esposas.

—Buena forma de pensar la de estos griegos —concordó Draco con una risita.

—No seas imbécil. En el interior —caminó hacia dentro de la casa —estaban las zonas de las mujeres y los niños, donde las esposas criaban a los hijos y realizaban labores domésticas. Se ve que no vivían mujeres aquí —señaló las habitaciones del fondo —quizás algún esclavo, pero nada de mujeres —volvió a la parte exterior —su dormitorio —señaló un arco por el que podía verse un futón —este debió ser el taller de pociones. Mira ¡Es un grimorio! —fue a entrar pero Draco se lo impidió tirando de ella hacia atrás

—No. Fue conocido por ser un mago tenebroso, no creo que le gustaran demasiado los hijos de muggles, Granger. Deja que eche un vistazo ¿De acuerdo? Dejó su hogar enterrado y en perfecto estado de conservación. Fue mucho más poderoso de lo que ha llegado a nuestros oídos.

Ella asintió y se quedó quieta mordiéndose el labio inferior y regañándose a sí misma por no haber pensado en ello.

Vio a Draco mover la varita y murmurar entre dientes mientras lanzaba hechizos de detección y desarmaba varias trampas activas más de dos mil años atrás.

—Era un buen mago, no lo dudo —dijo limpiándose el sudor de la frente quince minutos después —pero supongo que en la antiguedad no estaban preparados para una agencia de espías —sonrió con humor —es seguro.

Entró en el taller y le tendió la mano. Cuando Hermione la tomó sin dudar, algo dentro de Draco se rompió y la última capa de hielo con la que recubría su corazón, se resquebrajó calentándose con el contacto de aquellos dedos suaves y confiados.

No era capaz de comprender en qué momento aquella mujer que había sido torturada por su propia tía, que había sido perseguida, casi asesinada y denigrada por él y sus estúpidos amigos durante su infancia y su juventud, había encontrado, no solo la fuerza y las ganas para perdonarle sino que además se había entregado a él por completo confiándole la vida y sí, también su corazón. Porque Draco distaba mucho de ser un idiota y, pese a que no comprendía bien las complejidades de las emociones, sabía, sin género de duda, que ella sentía algo por él.

Ambos estaban jodidos. Igual de metidos en ese "Algo" al que no querían poner nombre y llevaban días rodeando ese sentimiento que no debía ser nombrado, pasando de puntillas sobre él, tratando de evitarlo, tratando de fingir que no sabían que estaba ahí.

Pero lo sabían y Draco acababa de darse cuenta de que le gustaba ese "algo".

Esa confianza estaba bien. Estaba más que bien. Ella le buscaba con la vista cuando había gente alrededor, le rozaba cuando estaba nerviosa, como si el contacto con él pudiera calmarla, se daba a él con una sensualidad y una entrega absolutas que hacían de sus encuentros el sexo más asombroso que él había tenido jamás.

Nadie le había "necesitado" no así. Había encontrado gente que necesitaba de su protección, de su dinero, de su cuerpo… pero nunca había conocido a una mujer que le necesitara a él, a Draco. Una que, además, tenía todos los motivos para odiarle por el resto de la eternidad.

—Dios mío este lugar es asombroso.

La neblina emocional en la que Draco había caído se disipó y volvió a encontrarse en la casa Herpo quien, posiblemente fuera el mago tenebroso más temido de la Antigua Grecia.

—Mira todo esto —susurró dando vueltas sobre sí misma para observar todo a su alrededor —¿Imaginas todo lo que podríamos aprender sobre ese mago?

—Nada bueno, seguro—replicó Draco —teniendo en cuenta que era un completo cabrón por lo que sabemos.

—Sí, lo fue, al menos se convirtió en uno pero ¿Cómo era mientras estaba aquí? ¿Qué le llevó a convertirse en lo que fue? —se secó las manos repentinamente sudadas y expiró con fuerza — vamos a revisarlo todo, tal vez haya algún diario o algo que pueda servirnos para comprenderlo un poco más y, con suerte, saber por qué quiso construir ese báculo.

….

Blaise observó a Potter y al resto de los aurores interrogar a la gente que había estado en el Caldero, uno tras otro.
Sabía que había más de ellos arriba aunque no entendía muy bien la necesidad. Había algo que era más que obvio, Krum y Adrian no seguían allí ¿Por qué los aurores sí? ¿Por qué no estaban buscándolos? ¿Por qué no habían salido ya todos a revisar cada puto metro cuadrado de Londres o de Inglaterra?

La falta de actividad iba a volverle loco ¿De qué le servía todo el dinero que tenía en las cámaras de Gringotts si no podía usarlo para hacer algo útil?

Miró el reloj una vez más y se preguntó cuanto tiempo debería seguir ahí sentado sjn hacer nada más que mirar la puta pared.

Hizo una lista mental de la gente de dudosa reputación que conocía en Italia, porque no creía que fuera prudente buscar a alguien el Gran Bretaña, y se preguntó cuál de ellos sería capaz de conseguirle la información que necesitaba. El oro no era un problema así que en cuanto aquellos aurores incompetentes le dejaran poner el culo fuera de aquel lugar iba a buscar la forma de encontrar a la pelirroja fuera como fuese, ilegalidades incluidas.

No dudaba de Potter, en realidad le tenía por un auror muy bueno y creía que la Oficina de Seguridad había ganado desde que formaba parte de ellos, pero en ese momento sólo sentía ganas de patearle su heroico trasero y mandarle a hacer su trabajo mejor de lo que lo estaba haciendo.

—Esto es una mierda —dijo de pronto el protagonista de sus pensamientos sentándose a su lado y masajeando sus sienes —han borrado el rastro mágico, maldita sea. No hay nada útil aquí.

Eso ya podía habérselo dicho el mismo Blaise sin necesidad de pasar por la formación de la Academia.

Pero pensando que la mano izquierda era lo mejor en según que casos, decidió callarse y asentir en acuerdo, esperando que de esa forma su tiempo en el Caldero Chorreante no se incrementase.

—Seguramente piensas que ha sido una pérdida de tiempo —dijo con tanta seguridad que Blaise se puso en guardia preguntándose si aquel cabrón, además de ser casi inmortal era un legeremante —es el protocolo, no puedo actuar de otra forma, aun así tengo a gente ahí fuera buscándolas —le miró con tanta intensidad que Blaise comenzó a sudar, preguntándose qué tanto sabía Potter de todo, aunque ese todo no fuera nada en realidad —de hecho —continuó Harry —uno de los equipos está detrás de una buena pista.

No le dijo que en realidad ese equipo era Anthony Goldstein quien, en calidad de miembro del SISA era el más indicado para el rastreo en aquellos momentos.

—Las vamos a encontrar

Blaise vio como Potter se agarraba la túnica por debajo de la mesa y se dio cuenta de que estaba tan afectado como él.

—Conozco gente que quizás pudiera hacerme un favor o dos si la recompensa ofrecida es buena —dijo con voz ronca decidiendo que, auror o no, Harry era antes que nada amigo de sus amigos.

Para su sorpresa, él sonrió.

—Está bien saberlo —murmuró en voz baja —porque si el equipo del que te he hablado falla, tal vez sea una buena opción —golpeó la mensa con la palma un par de veces y se levantó —he mandado un patronus a Theo y viene de camino.

—Creí que nadie entraba ni salía.

—Bueno, él es un Inefable del Ministerio, a nadie le extrañará que esté por aquí.

—¿Viene en calidad de Inefable?

—No, viene el calidad de amigo.

….

—Podría quedarme aquí días hasta revisar cada estante, cada libro y cada poción —dijo Hermione cerrando uno de los libros que había estado leyendo.

Gracias a Merlin por los hechizos de traducción que les permitían comprender cualquier idioma al momento.

—Dado que estás llevándote copias de cada uno de los manuscritos ¿No crees que es innecesario leerlos? Cópialos y ya.

—Pueden tener información necesaria

Draco le mostró su montón.

—He mirado por encima todos esos, los he copiado y los hemos guardado en el agujero negro que tienes por bolso —luego miró el montón de Granger que tenía apenas tres libros perfectamente apilados —tú llevas tres y ninguno es el diario.

Ella se sonrojó deliciosamente.

—Sí, es posible que me haya… distraído un poco —dijo mordiéndose el labio y realizando una copia del libro que acababa de cerrar —es que todo es tan interesante…

—Entiendo que para ti es como vivir en un orgasmo eterno eso de estar entre libros llenos de conocimientos que absorber, pero el tiempo se nos echa encima.

Ella suspiró y siguió revisando con más rapidez.

—Creo que tengo algo —dijo de pronto con la voz entrecortada —Oh Dios… es.. es algo así como un diario —lo tocó con reverencia y pasó las páginas con rapidez —termina antes del viaje a Aetokremnos, no hay más hojas así que supongo que comenzó otro diario después de este —ojeó hacia atrás un poco por encima —escucha esto —añadió leyendo en voz alta.

Falco y yo hemos arribado a Ilión, nos han prestado la casa de un pariente lejano de Falco que murió antes de nuestra llegada, algo que agradezco porque sin intimidad no podríamos seguir llevando a cabo nuestras investigaciones.

Hemos seguido el rastro de Despina hasta aquí, pero nadie la ha visto desde la última luna llena. Llegamos tarde, otra vez.

Creo que vamos a ir a Aetokremnos, desde allí nos será más fácil seguir el camino hasta las pirámides donde el mago Imhotep dejó sus escritos. Tengo que encontrarlos. La maldición continúa abriéndose camino y ya no puedo usar la varita, sin Falco no habría podido llegar hasta aquí, necesito saber si lo que dijo Melania es cierto y en esos papiros está el remedio para la maldición.

Además creemos que Agathon está yendo hacia el sur y cada día estoy más preocupado por Despina…

—¿Quién es Despina? —preguntó Draco, contrariado.

—No lo sé —Hermione pasó más hojas hacia atrás —¿Te das cuenta de por qué es importante leer desde el principio?

Draco resopló.

—Por Salazar, Granger, es un diario tan gordo como la palma de mi mano ¿Quieres leer la vida de este hombre desde que le salieron sus primeros granos?

Ella rodó los ojos y decidió que no merecía la pena responderle.

La familia de Despina aceptó la oferta de mi padre y nos comprometieron en matrimonio. He ido a visitarla en la noche para asegurarme de que está feliz con el enlace y me aseguró que no querría a otro por esposo.

Yo tampoco podría pedir una esposa mejor y la unión de nuestras familias solo puede traer buena fortuna y una descendencia pura con buena sangre mágica.

Falco dice que no hay otra mujer más perfecta para mi en la ciudad aunque habría deseado que me enamorara de Melania. El sentido del humor de mi amigo es terrible y aunque él lo encuentra hilarante para mi no es divertido. El padre de Melania es de una de las familias mágicas más antiguas, pero su madre era una esclava no mágica y ella tiene la sangre mezclada. No niego que es hermosa y con buenas capacidades mágicas pero nunca podría haberme enamorado de ella, me han educado demasiado bien como para caer en las tentaciones carnales por encima de las obligaciones para con mi estirpe.

—Que triste que tantos siglos después nada haya cambiado demasiado y siga existiendo este mismo pensamiento en buena parte de la sociedad.

—Algunas personas han cambiado —dijo él con voz ronca —puede que siga existiendo esta creencia pero quiero pensar que cada vez es menor y que cuantas más personas vayan cambiando de parecer y criando a sus hijos en la tolerancia… más posibilidades hay de que vaya siendo mayor el respeto.

Ella le miró de soslayo y sonrió, una sonrisa pequeña pero sincera que calentó un poco a Draco resquebrajando más lo que quedaba de esa, cada vez más inexistente, coraza de hielo. Pasó más hojas y continuó leyendo más adelante.

El ataque ha sido inesperado y completamente brutal.

Agathon, el hermano de Melania, ha asesinado a su padre, a la esposa de su padre, a los esclavos y a sus medio hermanas pequeñas. Quemó las casas de todas las familias de sangre pura e intentó terminar con la vida de seis personas más.

Ha sido un infierno.

Asedió mi hogar y asesinó a mi padre, por suerte no llegó a las estancias interiores y el resto de la familia sobrevivió.

Falco y yo luchamos contra él pero no estaba solo, una maldición desconocida de uno de sus compañeros me alcanzó e inutilizó mi varita.

No pude salvar al padre de Despina, ni evitar el secuestro de mi prometida.

Agathon se marchó con ella seguido por al menos otros diez magos de sangre mezclada.

Melania no se fue con él y, aunque ella dice que nada tuvo que ver, yo no acabo de confiar en ella, al fin y al cabo tienen la misma sangre.

Vamos a ir en su busca, Falco y yo. Mi madre está bien proveída y mis hermanos pueden hacerse cargo de la familia mientras busco justicia y venganza.

Hermione pasó más hojas buscando nueva información.

—Habla de los preparativos del viaje, de cómo no es capaz de utilizar una varita ni la suya ni las de los demás, cree que la maldición le impide proyectar la magia fuera de su cuerpo y ha buscado ayuda en uno de los oráculos de la ciudad que es quien le ha hablado del gran mago Imhotep y de la Morada del Espíritu de Ptah.

—Sigue leyendo —instó Draco.

Y ella lo hizo.