Ni Naruto, ni One Piece ni otra franquicia utilizada en esta historia son propiedad mía, todos pertenecen a sus respectivos creadores Masashi Kishimoto, Eiichirō Oda y demás autores, solo los personajes OC me pertenecen.
El Rey de los Piratas
Aclaraciones
*Primero que nada me disculpo por la tardanza a los pocos que me siguen, he tenido los días ocupados, si no es por una cosa o por otra siempre termino solo llegando a casa solo a dormir, de hecho, me sorprendió bastante haber podido finalizar en capitulo un dia antes de lo planeado.
*No me funen tan feo los pocos que me leen jaja, este capítulo será algo largo ya que está cargado de algo de información, espero que el siguiente pueda ser finalmente algo ligero.
*Sera una lectura algo pesada pero necesaria ya que quería dejar lo mas claro posible el contexto actual del mundo, espero poder traerles capítulos mas ligeros en el futuro, otra cosa quienes ya se leyeron el One-shot de Minato notaran que cambie demasiadas cosas, lamentablemente cuando ese spin-off llego cuando esta idea ya pasaba por mi cabeza pero espero mas adelante incluir referencias a ese gran capitulo.
*Los que me siguen en fanfiction les dejo mi cuenta de wattpad (" user/Joakiiin") y a dichos usuarios de fanfiction solo me gustaría aclarar una cosa, por segunda vez ya que volvió a suceder, aunque he habilitado los comentarios anónimos solo les pido respeto, si es para tirar hate la verdad me es indiferente, aquí hay libre expresión, pero lo que si no se tolerara es usar los review para difundir contenido inapropiado del tipo tan despreciable que hace hervir la sangre, hace días me vi en la penosa necesidad de borrar aquel comentario, espero en verdad no verme en la necesidad de hacerlo nuevamente.
*Como ultima aclaración yo ya se que en principio lo parece, pero para aclarar, esto no es típica historia de Konoha malvada, por lo menos no mas malvada de lo que puede ser una aldea shinobi, los uzumaki no son malvados tampoco, aunque la escena final lo insinúa esto no es del todo típica historia de Naruto vence a todos con un solo dedo, de hecho lo que se puede definir como "Power Up Divino" llegara cuando sea necesario, hasta entonces tratare de que las escalas de poder sean más o menos equilibrados, va a ser difícil sobre todo por el vice-capitan que tengo planeado pero espero poder darle la mayor coherencia posible.
Capítulo 2: Explicaciones
País de los fideos (Udon no kuni)
La noche no transcurría como Uzumaki Mana había anticipado. Cuando se ofreció voluntaria para esta misión, estaba preparada para casi cualquier eventualidad. Innumerables teorías sobre el posible destino de Kushina habían pasado por su mente. Desde un secuestro hasta la, para ella, más plausible: que Konoha hubiese decidido seguir el mismo camino que algunas otras aldeas respecto a los Jinchuriki y estuviesen intentando convertir a la Uzumaki en un arma sin sentido. En su mente, este escenario no parecía tan descabellado, aunque Kushina tercamente afirmara que era una tontería.
Decir que no existía realmente un amor perdido entre Mana y la aldea de Konoha sería quedarse corto. Haberse criado junto a Kushina desde que eran muy pequeñas hizo que el golpe fuera aún más duro cuando llegó una carta escrita personalmente por Uzumaki Mito solicitando el traslado de Kushina hacia Konoha, ya que había sido elegida para ser la próxima Jinchuriki. La solicitud fue resuelta con una rapidez inusual, y Mana apenas tuvo tiempo para llorar y despedirse. Incluso hoy en día, en secreto, guardaba un pequeño resentimiento hacia Konoha y la difunta Mito por esa decisión.
Si esa solicitud se hubiera presentado en la actualidad, ni siquiera se plantearía aceptarla. Enviar a la hija de uno de sus líderes a una aldea extranjera para ser el recipiente de un arma de destrucción masiva era algo inconcebible. Sin embargo, eran otros tiempos y las relaciones entre los Uzumaki y Konoha eran diferentes. Además, Uzumaki Mito era, y sigue siendo incluso hoy día, considerada una figura casi mítica dentro del clan, tan venerada como lo era su esposo, Senju Hashirama, por la gente de Konoha. A pesar de no tener una posición política particularmente relevante en la jerarquía del clan, su figura era tan reverenciada que, si ella solicitaba algo, el clan lo ejecutaba sin atisbo alguno de duda. Un joven Toshiue Uzumaki, recién elegido como el nuevo líder del clan, extasiado ante la idea de que una de sus hijas fuese prácticamente la sucesora de tan venerada leyenda, no dudó ni un segundo en aceptar la solicitud. Esto dejó a una pequeña Mana destrozada y a una Kushina claramente asustada ante la perspectiva de un nuevo lugar sin su clan.
Si Mana tenia alguna clase de desconfianza hacia Konoha esta no hizo mas que crecer luego del atentado contra su clan hace ya tantos años al escaso tiempo en que Kushina fue enviada a Konoha, no había pruebas pero en su mente y en la de muchos en el clan aquello no podía ser coincidencia, esta postura en particular había sido la causa de algunos roces verbales con Kushina a lo largo de los años ya que esta a pesar de todas las inseguridades que tenia había llegado a amar aquella aldea como si fuese su casa, esto por supuesto nunca le había sentado bien a Mana pero a pesar de todo no podía estar enojada con Kushina, la mujer era prácticamente mas su hermana que los que tenia por sangre y estaba segura de que el sentimiento era reciproco.
Si Mana ya tenía cierta desconfianza hacia Konoha, esta solo se intensificó tras el atentado contra su clan tantos años atrás, ocurrido poco después de que Kushina fuese enviada a Konoha. Aunque carecían de pruebas concluyentes, en sus mentes y en la de muchos en el clan, esto no podía ser simple coincidencia. Esta postura había sido causa de roces verbales con Kushina a lo largo de los años. A pesar de todas las inseguridades que tenía, Kushina había llegado a amar la aldea como si fuera su hogar. Esto, por supuesto, no sentaba bien a Mana. Sin embargo, a pesar de todo, no podía estar enojada con Kushina. La mujer era prácticamente más su hermana que aquellos unidos por la sangre, y estaba segura de que el sentimiento era mutuo.
Mirando atentamente el abultado vientre de su amiga de la infancia mientras tomaba un sorbo del té preparado por la anciana, no pudo evitar preguntarse si esta era la razón del amor que la Uzumaki de Konoha parecía profesar por dicha aldea.
— Esperaba encontrarme con muchas cosas. Esperaba, tal vez, que estuvieras secuestrada. Esperaba que incluso nos estuvieran tratando de ocultar tu posible muerte — comenzó Mana, estremeciéndose ante el mero pensamiento, ignorando el bufido de Kushina ante sus teorías. — Pero sinceramente, este escenario jamás me pasó por la cabeza. Sin importar cuánto intentemos estar un paso adelante de ti, siempre logras sorprendernos — se rió ante sus propias palabras, tratando de romper la incómoda atmósfera que se había formado.
— También me da mucho gusto verte, Mana-chan ttebane — comenzó Kushina, conmovida por los intentos de su amiga de romper la incomodidad.
Estaría mintiendo si dijera que no se alegraba de ver a una de sus pocas amigas en el clan. A pesar de sus diferencias y posturas tan contradictorias, Mana había sido una figura muy importante en su vida. En una situación normal, esta visita habría sido una grata sorpresa después de 7 largos meses de aislamiento de casi todo lo que conocía. Sin embargo, no era una situación normal, y la visita de Mana, lejos de calmarla, no era un buen augurio. Su ubicación actual había sido, hasta ahora, un secreto demasiado bien guardado. El Sandaime Hokage había restringido la información al mínimo de personas posible, y eso solo si su participación era demasiado necesaria. Si Mana, aun con todas las medidas, había sido capaz de encontrarla, significaba que el enemigo también podría hacer lo mismo. Incluso con un poco más de paranoia, podrían haberla seguido hasta aquí. De forma inconsciente, frotó su vientre con ambas manos, temerosa por la seguridad del bebé que residía ahí.
Si Mana notó este último gesto por parte de su amiga, su rostro no demostró expresión alguna ante ello.
— Pero necesito saber cómo me encontraste. No deberías estar aquí. Esta ubicación había sido mantenida en secreto por meses — cuestionó la Uzumaki de forma seria, haciendo que su amiga se encogiera un poco.
— Confieso que no fue fácil — comenzó rápidamente, sabiendo muy bien que después de años de conocer a su compañera, sabía muy bien lo impaciente que podía ponerse si no recibía respuestas rápido. — En principio intentamos obtener respuestas por la vía diplomática luego de que pasaran dos meses sin tener noticias tuyas. Tu padre envió un grupo de nuestros embajadores a Konoha solicitando al Hokage la información de tu paradero y saber si te encontrabas bien. Sin embargo, Sarutobi solo nos dijo que estabas a salvo pero que no podía darnos esa información por riesgos de seguridad nacional. Según parece, el viejo mono sospecha que hay personas en la corte de la capital que están filtrando información al enemigo — explicó Mana, apretando los puños con rabia, maldiciendo al Hokage hasta los abismos del infierno.
Kushina escuchó las quejas de su amiga con una expresión impasible, recordando que ella misma había plantado esas sospechas en la cabeza del Hokage cuando tuvieron que abordar el inesperado embarazo. En su mente, esa idea no era descabellada. Había escuchado, por boca de su marido y padre de su bebé, Namikaze Minato, que este había oído rumores en una misión del descontento de algunos nobles con la guerra actual. No eran tan sorprendentes si se analizaban con detenimiento. Después de todo, había un motivo por el cual las guerras eran impopulares entre los civiles y los nobles. Eran costosas de mantener y más aún cuando se prolongaban por años. Los nobles tenían que destinar mayores recursos de sus ciudades para ofrecer en tributo al feudo. Los civiles veían una disminución enorme en su economía, eso sin mencionar los gastos extra que los mercaderes tenían que disponer para contratar protección, no solo contra bandidos sino también contra shinobi de aldeas rivales que buscaban robarles, ya que al igual que muchos necesitaban recursos para sus aldeas. Todo lo anterior, consecuencias de seguir destinando recursos para seguir peleando contra las otras aldeas.
Para ella, no sería tan difícil de creer que, si la información de su embarazo se hubiese filtrado de los miembros de su clan que vivían en la capital hasta la corte del fuego, muchos miembros sin dudarlo habrían filtrado la información a otras aldeas. Un rumor muy oscuro entre todos los Uzumaki era que había aldeas enemigas dispuestas a pagar hasta 200,000,000 de ryu por entregar con vida a una mujer joven Uzumaki o a un bebé. Aquella suma era fuerte incluso para un noble, quienes en la situación actual del país no dudarían en venderla al mejor postor, salivando ante la idea de obtener esa cantidad. Estaba segura de que aldeas como Kumo serían las primeras en ofertar. Ya lo habían intentado antes, después de todo.
Si lo que decía Mana era verdad, entonces el Hokage se había tomado muy en serio sus preocupaciones. No podía evitar sentirse conmovida por ello. Decir que respetaba al Hokage del todo sería una gran mentira. Personalmente, consideraba que le faltaba mucha mano dura en algunas de sus políticas, especialmente cuando se trataba de controlar a sus asesores. Sin embargo, el hombre mayor, aun con todo, no la había juzgado ni a ella ni a Minato, aunque su embarazo suponía un problema para la aldea, ya que implicaba no disponer de uno de sus pocos activos militares capaces de contener a un Jinchuriki. Les había ofrecido su total apoyo, llegando tan lejos como para declarar el asunto un secreto de estado, ocultándolo de su propio clan incluso.
— Como ya te puedes imaginar, aquello despertó las alertas entre los altos mandos del clan. Nuestros miembros en otras ciudades en el país trataron de captar cualquier rumor relacionado contigo, pero nada. Incluso tratamos de obtener información de esa rana pervertida que ustedes llaman Jiraiya por medio de nuestros burdeles, pero el miserable solo nos envió a direcciones aleatorias en búsqueda de callejones sin salida. El bastardo me hizo perder valioso tiempo yendo hasta Umi no kuni para no encontrar nada — bramó lo último con verdadera ira, mientras un aura azulada rodeaba su cuerpo, prometiéndose internamente convertir en ancas de rana al autoproclamado superpervertido en cuanto tuviera la oportunidad.
Mana recordaba con claridad la frustración que le causó la inútil búsqueda por los lugares que les había indicado Jiraiya. Aquel hombre era un Sannin legendario, pero su afición por los placeres mundanos y su actitud despreocupada a menudo los metía en situaciones absurdas y sin sentido. La próxima vez que lo viera, iba a tener unas palabras muy fuertes para él. Y no precisamente poéticas.
Por su parte Kushina en un raro gesto de simpatía oro mentalmente por la seguridad de Jiraiya-sensei o Ero-sensei como a veces ella lo llamaba, sabia que el Sannin legendario sin lugar a dudas había hecho aquello con el propósito de mantener su ubicación en secreto el mayor tiempo posible, pero dicho eso aquella explicación sería inútil ante la ira de su mejor amiga, un hecho poco conocido es que Uzumaki Mana puede guardar rencor durante mucho tiempo y cuando alguien es objeto de su ira poco o nada se puede hacer al respecto, termino su oración esperando que si existía haya afuera algún dios que este no permitiera que Mana lastime demasiado al autor del Icha-Icha.
Cha no kuni
(País del Te)
¡AACHUUUUU!
Un fuerte estornudo resonó en el aire, atrayendo las miradas curiosas de aquellos que disfrutaban de la vida nocturna en los pintorescos puertos de Degarashi, el País del Té. Este lugar tenía una belleza única, con una arquitectura que recordaba al Japón feudal. Los puertos, siendo una de las principales fuentes económicas del país, estaban bajo el control de la prominente familia Wasabi, fundada por Wasabi Jirocho, un hombre amable y honesto. Para gran complacencia del Daimyo, la economía del país estaba experimentando un auge económico como no se había visto en años. Había rumores sobre otro clan, los Wagarashi, que también estaban ganando poder, pero esa es otra historia.
En un pequeño restaurante, el responsable del sonoro estornudo era nada menos que el legendario súper pervertido, Jiraiya. Una figura legendaria entre los shinobi, un hombre que, a pesar de sus tendencias cuestionables, era uno de los ninjas más peligrosos que Konoha había producido. Era parte de los Sannin, un grupo de tres poderosos ninjas que incluía a Orochimaru y Tsunade. Su hazaña más conocida fue enfrentarse al legendario Hanzo de la Salamandra en combate. Aunque no lograron derrotarlo, Hanzo reconoció su gran poder, lo que les valió el título de Sannin. A lo largo de los años, su reputación y habilidades solo crecerían.
— ¡Alguien debe estar hablando de mí! — exclamó con jovialidad el sapo sabio mientras tomaba un trozo de kaarage de su plato. — Espero que sea una nena muy sexy — comentó de repente, con una tonta sonrisa en su rostro ante ese pensamiento.
— ¡Sensei! Aquí no, por favor — suplicó con incomodidad una voz mucho más joven proveniente de la persona sentada junto al sannin.
Se trataba de un hombre joven de apenas 20 años, aunque más bajo que el sannin, tenía una estatura respetable. Sus ojos eran azules, su tez color canela, y su característica más llamativa era su cabello rubio con puntas que apuntaban en múltiples direcciones. Dos flequillos enmarcaban un rostro que la mayoría de las mujeres consideraban atractivo, aunque de forma irónica su propia esposa se burlaba de él llamándolo afeminado. Esta persona era Namikaze Minato, el esposo secreto de Uzumaki Kushina. A pesar de su juventud, era uno de los shinobi más poderosos producidos por Konoha en años recientes. Aunque la Tercera Gran Guerra Mundial Shinobi estaba en su apogeo, Minato se destacaba como uno de los puntos más prominentes. Conocido con el apodo de "Konoha no Kiiroi Senko", era considerado una de las mayores amenazas para los ejércitos enemigos. Sin embargo, para las grandes naciones, este joven se convertiría en una figura clave que pondría fin a la guerra. En unos pocos años, se convertiría en el futuro Yondaime Hokage de Konohagakure no Sato. Pero esa es una historia para mucho más adelante.
— No seas aguafiestas gaki — lloro infantilmente su maestro mientras se cruzaba de brazos como si de un niño se tratase. — No eres divertido desde que te casaste — bromeo el sapo sabio bebiendo una pequeña copa de sake.
— No es eso solo que quiero salir con vida de aquí — pensó el joven Namikaze con lagrimas saliendo de sus ojos mientras miraba de reojo como algunas camareras los miraban con ira, más específicamente a su maestro.
Inconscientemente, una sonrisa iluminó el rostro del joven ante el pensamiento de su esposa y su hijo en camino. Los últimos meses no habían sido fáciles para él. Desde que se enteró de que la mujer que amaba estaba esperando un hijo suyo, tanto la felicidad como el miedo se apoderaron de su ser.
La felicidad se desataba ante la perspectiva de tener una familia propia, algo que nunca había tenido siendo un huérfano. Pero también sentía pánico ante el hecho de que aún estaban en plena guerra. No le gustaba nada la idea de que su hijo tuviera que nacer en tiempos tan oscuros. Era plenamente consciente de que incluso cuando la guerra parecía lejos de terminar, él y Kushina habían acumulado una cantidad considerable de enemigos entre las aldeas enemigas. La posibilidad de que esos enemigos, especialmente los de Iwagakure, quienes parecían ser los más hostiles hacia su persona, quisieran tomar venganza en su hijo le aterraba mucho más de lo que mostraba.
Otro escenario que lo atormentaba incluso más era la posibilidad de que tanto él como Kushina murieran en esta guerra. La idea de que su bebé tuviera que llevar una vida dura como huérfano lo desgarraba solo de considerarlo. Él sabía lo cruel que podía ser el mundo para los niños sin padres y lo último que deseaba era que su hijo pasara por lo mismo. Sin embargo, él nunca demostraba estos temores a su esposa. Debía ser su roca, el hombro en el que ella debía apoyarse. Su joven esposa tenía bastantes preocupaciones propias como para cargar con las suyas también. Eso era algo que Namikaze Minato jamás permitiría.
Con todo esto en mente, la determinación de Namikaze Minato para poner fin a esta guerra solo se fortalecía. Había muchas cosas que estaban mal, y anhelaba crear un mundo donde su hijo pudiera crecer feliz sin tener que preocuparse por ser reclutado para una guerra siendo solo un niño. Un mundo donde niños como sus propios alumnos, de apenas 9 años, no fueran parte de un reclutamiento militar debido a la falta de mano de obra. Buscaba un mundo donde los shinobi, como el padre de Kakashi, no tuvieran que morir por culpa de las leyes de la aldea que los convertían en máquinas frías y despiadadas. Todas estas cosas eran lo que motivaban a Minato a querer convertirse en Hokage. No era un camino fácil, pero por su familia, por sus camaradas y por su hijo, no podía elegir otro camino.
— Ellos estarán bien, Minato. Nos aseguraremos de ello — Jiraiya puso su mano sobre el hombro de Minato de forma paternal mientras le sonreía.
Para el Gama-sennin, su joven alumno, prácticamente su hijo en todo menos la sangre, era como un libro abierto. No era un secreto para Jiraiya en qué estaba pensando su estudiante. Siempre ponía esa cara nostálgica cada vez que se mencionaba a su esposa o a su hijo por nacer. La ausencia de Kushina, aunque no fuese tan notoria para quienes no conocían a nivel personal al rubio, quienes sí le conocían sabían lo difícil que era la situación para él. No ayudaba en absoluto que ella se encontrara oculta en una ubicación secreta a la que, por el bien de mantener la información oculta, no podía visitarla tan seguido como él quisiera.
— Es difícil no preocuparme, sensei. Se encuentra en un país que no es nuestro aliado y sin una fuerza militar que pueda protegerla — Minato sabía que su esposa era fuerte. Por lejos, era una de las personas más fuertes que conocía, una de las tantas razones por las que la amaba. Sin embargo, era difícil para ella defenderse por su cuenta en su estado actual.
— Yo me preocuparía más porque no hay nadie que cuide a los demás de ella — pensó el sapo sabio, sintiendo un escalofrío recorrer su cuerpo.
La mujer Uzumaki era temible, de eso podía dar cuenta Jiraiya sin cuestionarlo. Él mismo había sido el receptor de su ira cuando lo descubrió espiando su luna de miel con Minato hace tan solo unos meses. Solo Tsunade misma lo había dejado al borde de la muerte una vez cuando lo descubrió espiándola. Pero Kushina se le acercaba bastante. Dudaba que incluso embarazada, el temperamento y fuerza de la legendaria "akai chishio no habanero" hubieran disminuido. Muy lejos de eso, el súper pervertido tenía plena seguridad de que el embarazo solo había triplicado los rasgos ya mencionados anteriormente.
— Y eso a la vez lo vuelve uno de los lugares más seguros en este momento. Los países considerados demasiado insignificantes son los que, irónicamente, están a salvo de la guerra en este momento — explicó Jiraiya con paciencia, consciente de que su joven estudiante había estado en contra del plan desde el principio mismo.
El Sannin legendario entendía a la perfección el porqué de las preocupaciones de su aprendiz. Una mujer embarazada con una reputación tan infame, miembro de un clan tan codiciado, poseedora de una de las 5 habilidades más raras que podían tener los miembros de dicho clan y la cereza sobre el pastel: la Jinchuriki del más poderoso de los bijuu. Una persona así fuera de la protección de su aldea era como gritarles a las otras aldeas: "¡Aquí estoy! ¡Ven a secuestrarme!" Así que, vista desde ese lente, podría sonar a una estupidez.
Sin embargo, precisamente esa "estupidez" era lo que había mantenido a salvo a Kushina durante los últimos meses. Jiraiya, quien había sugerido el plan de esconder a la Uzumaki en otro país, no le fue difícil pensar en los posibles escenarios. Konoha tenía muchos puntos fuertes, no por nada habían sido los vencedores de las dos guerras anteriores. Pero dicho eso, definitivamente la seguridad no era uno de esos puntos fuertes. La aldea era demasiado abierta hacia los forasteros, ya que muchos de estos pasaban a ser comerciantes que iban y venían, dejando sumas de dinero que en este momento la aldea necesitaba. Para el sapo sabio no era difícil imaginar que entre todas esas personas debía haber un contingente considerable de espías extranjeros.
No habría pasado más de un mes sin que las otras aldeas no tuvieran información detallada del estado de la Uzumaki. Estaba de más decir que eso sería desastroso. Sin embargo, Jiraiya no solo había estado preocupado por los enemigos externos. Había también enemigos internos en Konoha que harían hasta lo imposible por hacerse con la descendencia de Minato y Kushina. El primero en la lista, Danzo, sin lugar a dudas. Sobre el cadáver de Jiraiya, el viejo halcón de guerra pondría sus manos en su ahijado. De ahí que esconder a la esposa de su estudiante en un país tan insignificante que nadie pensaría en buscarla ya no sonaba tan ridículo.
— Si estás tan seguro de que hay espías en la aldea, ¿por qué no los hemos capturado? — cuestionó Minato claramente frustrado. Podía ver toda la lógica tras el plan de su maestro, pero era difícil no sentir preocupación cuando se trataba de su esposa y su hijo, nada menos que eso.
— A veces olvido que aún eres muy joven, Minato — suspiró cansadamente el sapo sabio ante la respuesta de su alumno. El joven era un genio entre los shinobi, uno que nacía una vez cada cientos de años, eso lo tenía muy claro Jiraiya. Era un shinobi talentoso, un monstruo en el campo de batalla y alguien extremadamente inteligente. Pero aun con todo, seguía siendo joven y estaba en proceso de entender todo lo que se movía tras bambalinas en la guerra. — Incluso si acabamos con los espías que ya sabemos que existen, no les tomará demasiado tiempo meter nuevos. Nos tomaría demasiado tiempo identificarlos y esto sin mencionar los posibles espías de los que no somos conscientes. Ni siquiera comencemos con la amenaza que representaría Danzo hacia Kushina y tu hijo — explicó calmadamente Jiraiya, observando cómo su estudiante soltaba un cansado suspiro.
Decir que había amor perdido entre Danzo y Minato era como decir que Jiraiya detestaba a las mujeres. El joven Namikaze no era un ingenuo. Era consciente de que toda aldea tenía su oscuridad y su amado hogar no era la excepción. Casi se podía decir que dicha oscuridad era necesaria. Sin embargo, el halcón de guerra llevaba todo esto al extremo. Nunca olvidaría que este había sido en gran medida responsable de toda la presión pública que enfrentó Sakumo Hatake, el padre de Kakashi, cuando este eligió la vida de sus camaradas sobre la misión. Tampoco era ajeno a los numerosos rumores de niños desaparecidos en orfanatos del país de fuego que supuestamente pasaban a formar parte de las huestes del Shimura. Las preocupaciones de Jiraiya en torno a la figura del hombre no eran tan descabelladas.
¡PAAAMMMMM!
El fuerte sonido de una bofetada sacó al Namikaze de sus reflexiones. Solo se había distraído un momento, pero dicho momento fue más que suficiente para que lo inevitable sucediese. Su expresión se tornó cansada ante la escena frente a él. Su maestro tenía una sonrisa nerviosa, su rostro con cinco dedos marcados producto de una fuerte bofetada, con una joven camarera mirándole roja de ira.
— ¡Auxilio! ¡Este degenerado me tocó el trasero! — exclamó la joven roja de rabia y vergüenza, señalando acusadoramente al superpervertido.
Todos en el bar, especialmente las mujeres, miraron de manera peligrosa al Sannin legendario. Sin embargo, dicho hombre solo sonreía nerviosamente, rascándose la parte posterior de la cabeza.
— ¡Discúlpeme, señorita! ¡No lo pude evitar! ¡Es que tiene un trasero increíble! — aquel comentario con una expresión despreocupada no hizo más que avivar la ira e incredulidad de los presentes.
El joven rubio no pudo evitar golpear su frente contra la palma de su mano ante el descaro de su maestro. Con una velocidad que pondría a muchas kunoichi veteranas en vergüenza, la joven camarera lanzó un cuchillo que solo Dios sabe de dónde salió contra el sapo sabio. Para gran terror de este mismo, dicho cuchillo se enterró peligrosamente en sus "joyas familiares". El Namikaze no estaba nada sorprendido ante esta escena; la había vivido infinidad de veces. Así que, con un gesto cansado, se preparó para tratar de salvar la vida del sannin, preguntándose internamente si entre Kushina, Jiraiya y su hijo por nacer lo harían envejecer antes de tiempo.
País de los fideos (Udon no kuni)
— ¡Qué extraño, siento como si el universo me hubiese hecho un poco de justicia! — comentó Mana de la nada con una expresión lejana, sin saber por qué la imagen de Jiraiya pasó por su mente.
— Mana-chan, te quedaste callada los últimos 10 minutos sin decir nada ttebane — dijo Kushina, mirando con extrañeza a su amiga.
— Ohhh, lo siento — comentó, sacudiendo su cabeza y tratando de dejar de lado el extraño momento. — Como te decía, tratamos de obtener información del pervertido, pero aquello fue solo un callejón sin salida. Fue solo una grata coincidencia la que nos permitió obtener la pista que necesitábamos. Resulta que uno de tus hermanos, más específicamente Kagetsu, se estuvo quedando un par de meses en la aldea Motoyoshi, que está pegada a la frontera con este país. Hasta donde entiendo, se estaba infiltrando en la aldea, ya que escuchó rumores de unas hierbas medicinales en la zona que podrían ser útiles para el clan. Como bien sabes, Kagetsu es el miembro del clan con mayores poderes sensoriales. No le tomó demasiado tiempo notar que en una de las tantas caravanas que iban y venían de Motoyoshi a Udon había un chakra peculiar oculto entre la multitud. La mayoría de los shinobi no lo habrían notado, pero Kagetsu pudo percibir que aquel chakra era de alguien altamente entrenado en moldearlo y en ocultarlo. Solo alguien con un control de chakra casi perfecto podría lograr algo como eso. Solo tuvimos que especular un poco, y el resto es historia — terminó de relatar Mana, observando algo complacida la expresión incrédula de Kushina.
La Uzumaki no le tomo mucho atar cabos, la única persona que la visitaba de esa forma era ni mas ni menos que Tsunade, siendo una de las pocas personas conscientes de su condición la rubia Senju visitaba en país de Udon de forma frecuente con el fin de monitorear la salud tanto de Kushina como del bebe, no había sido una elección al azar, Konoha tenía muchos médicos talentosos pero además de ser Tsunade alguien de toda su confianza se suponía que gracias a su control de chakra casi perfecto la legendaria perdedora en teoría debía ser la única que pudiese ir y venir entre ambos países sin que su poderoso chakra llamase la atención.
Mas sin embargo el hecho de que fueran pocas las personas que no pudiesen detectar fácilmente a Tsunade no significaba que no existiesen dichas personas.
— Kagetsu — pensó Kushina con rencor ante el mero pensamiento de que fue su hermano mayor quien la había delatado.
La historia de Uzumaki Kagetsu era fascinante si se le miraba con el lente adecuado, siendo el primogénito de jefe de clan desde niño se tenían grandes expectativas sobre este, muchos en el clan lo llamaban el heredero perfecto, en contraste con su hermana Kushina este siendo muy joven había abrazado las enseñanzas de su clan como si fuera un pez sobre el agua, sin embargo aun con esto buena parte de su niñez había sido alguien muy amable hasta cierto incidente, creciendo para convertirse en un hombre soberbio con un sentido de la superioridad algo desmedido muchos pensarían que es el típico caso de "presumes lo que careces" dicha lógica no aplicaba para Kagetsu.
Algunos lo llamaban el Uzumaki mas fuerte en nacer desde la propia Uzumaki Mito, un tema de intenso debate ya que se rumoraba había alguien mas fuerte en el clan, sin embargo la propia Kushina debía admitir a regañadientes que Kagetsu era probablemente mas fuerte que ella y tal vez incluso mas fuerte que su padre, el rumor mas verídico en torno a su persona era que poseía habilidades sensoriales a la par con las de la difunta Mito, sin embargo, aquí era donde la pelirroja solo podía especular, se decía que Kagetsu era capaz de usar otra habilidad que era considerada un mito incluso para los Uzumaki, una que algunos consideraban que solo poseían algunos que fueron elegidos por el cielo, otros sin embargo decían otra cosa, la mayoría habían enfrentado negros destinos en manos de los lideres Uzumaki que llevaban desde tiempos remotos tratando de callar este rumor, algunos decían que esa habilidad mítica era de hecho un castigo por pecados pasados cometidos por el clan.
— No seas dura con tu hermano Kushina, estoy segura de que en el fondo solo estaba preocupado — comentó Mana, tratando de calmar a su amiga. Siempre había tenido debilidad por el hermano mayor de Kushina. Incluso cuando eran niños, eran cercanos. Sin embargo, cuando Kagetsu se alejó de todo y de todos, incluyéndola a ella, algo cambió.
— Ese estirado no se preocupa por nadie, ttebane — bramó con ira la pelirroja embarazada, mientras bebía un sorbo de su té, tratando de calmarse.
— ¿Cómo va tu embarazo, Kushina? — Mana decidió que era mejor cambiar de tema rápidamente. Aquello despertaba su curiosidad desde que llegó. Una expresión de cariño surcó el rostro de Kushina, olvidando por ahora su ira contra su hermano mayor.
— Ha sido tranquilo — comenzó Kushina, acercando la mano de su amiga hacia su abultado vientre, la cual, para su sorpresa, pudo sentir al bebé patear. — Naru-chan patea mucho durante el día, pero usualmente se tranquiliza cuando como algo — explicó la pelirroja, ignorando la expresión algo desconcertada de su amiga.
— ¿Naru-chan? — cuestionó Mana, algo perpleja, preguntándose qué clase de nombre le pondría la Uzumaki de Konoha a su hijo.
— ¡Así es! — exclamó con determinación. — Ese será su nombre, Uzumaki D. Naruto ¿Qué te parece, ttebane? — cuestionó, confundiendo la expresión incrédula de su amiga con una de emoción.
— Me parece que eres la única imbécil que le daría a su hijo el nombre de un ingrediente de Ramen. Siento pena desde ahora por ese pobre niño que tendrá que soportar una vida entera de bullying por tu culpa — declaró, sin perder el ritmo, sonriendo internamente al escuchar un "crack" mientras su amiga se sujetaba el corazón con una expresión horrorizada.
— ¡Su nombre significa Remolino y es un nombre precioso, ttebane! — bramó con ira, inflando los cachetes de forma exagerada.
Luego de dar un sorbo a su té, Mana se echó a reír de buena gana. No lo admitiría, pero había extrañado mucho pasar tiempo con su mejor amiga. Aunque la situación era extraña, no podía dejar de reírse de ello. Kushina la miró con los cachetes inflados, tratando de demostrar ira, pero no pudo mantener dicha expresión mucho tiempo antes de comenzar a reír también.
— Por cierto, ¿de dónde salió esa 'D'? ¿Alguna inicial de su padre? — preguntó genuinamente curiosa, apenas se recuperó de su anterior carcajada.
— ¿Sientes curiosidad? Está bien, te lo explicaré — dijo Kushina de forma altiva, mientras Mana se acercaba expectante. — El significado de la 'D' es... — La joven de ojos azules esperó ansiosa la respuesta de Kushina. No sabía por qué, pero aquella inicial le provocaba un escalofrío en todo el cuerpo, como si algo olvidado durante mucho tiempo luchara por resurgir en su cerebro.
— La 'D' significa... — Las ansiadas respuestas estaban en la punta de su lengua. Mana solo podía frotar sus manos con ansiedad, mientras un ambiente ceremonial rodeaba la pequeña choza, como si uno de los secretos más grandes del mundo estuviera a punto de ser revelado.
— El significado tras el nombre 'D' es... —
¡PAF! ¡ZAS! ¡CRASH! ¡BOOM! ¡PAM!
— Como sea... me alegro de que te encuentres bien. Al menos el embarazo no ha mermado tu resistencia — declaró felizmente Mana, observando a una Kushina cuyo rostro lleno de moretones apenas era reconocible.
— Eres mala, ttebane — murmuró con dolor Kushina, apenas entendible por el estado en el que se encontraba.
— Por cierto, hay algo que llevo preguntándome desde que llegué: ¿quién es el padre? — cuestionó sin rodeos la Uzumaki, recuperando su seriedad anterior.
Si había algo de lo que Mana estaba segura, es que el hijo de Kushina, sin saberlo, causaría nuevamente tensiones políticas entre Konoha y los Uzumaki. De eso no tenía la menor duda. Sin embargo, la identidad del padre del niño podría definir cuán graves serían esas tensiones o cuánto podrían reducirse. La mujer no era ciega a los defectos en su clan. A pesar de su lealtad, era consciente de que nada podía ser perfecto. Sin embargo, si había algo bueno que podía decir de su clan, era que nunca dejarían desamparado a un miembro del clan, sobre todo a los más jóvenes.
Prueba de esto es que incluso en la actualidad, el clan destinaba recursos para la búsqueda de sus miembros perdidos que se habían dispersado por el continente. El caso de Kushina, sin embargo, era aún más complicado que esto. La jerarquía de los Uzumaki era complicada, por decir lo menos. El clan era gobernado por 5 familias nobles. De entre estas 5, la línea de Uzumaki Toshiue era la que elegía al jefe de clan. Sin embargo, el candidato debía tener la aprobación de los otros 4 jefes. Si en la línea principal no existía alguien adecuado, se elegía a alguien de las otras 4 familias para gobernar hasta que naciera alguien adecuado en la familia principal.
Lo anterior usualmente no sería un problema. Después de todo, Uzumaki Toshiue no tenía pocos descendientes. Contando a Kushina, tenía un total de 5 hijos. Sin embargo, en un giro irónico de los acontecimientos, casi ninguno de los hijos del patriarca de los Uzumaki tenía interés en gobernar el clan o simplemente no eran dignos de llevar a cabo dicha tarea. Kagetsu era el único que mostraba interés en reemplazar a su padre algún día. De hecho, era actualmente quien tenía el reclamo más fuerte. Sin embargo, no todos los líderes confiaban en él. Algunos consideraban que no era alguien muy estable.
La llegada de un nieto, el primero ni más ni menos, dependiendo de los acontecimientos, bien podría cambiarlo todo. Por primera vez en años, parecía que el reclamo por el liderato de Uzumaki Kagetsu podría vacilar ante el aún no nacido Uzumaki D. Naruto. En su mente, Mana no tenía dudas de que apenas Toshiue se enterara, iría personalmente a tratar de convencer a Kushina de que regresara al clan, aunque el mismo Hokage se interpusiera en su camino.
Si en un giro cruel del destino, Naruto resultara también ser el hijo de algún miembro de clan en Konoha, peor aún, uno de renombre como los Uchiha, la crisis política que se desataría sería incalculable. Tanto los Uzumaki reaccionarían ante la idea de que otro clan intentara apoderarse de sus secretos, como la aldea en la que claramente no confiaban. Tampoco Konoha ni los clanes permitirían que alguna línea de sangre suya abandonara la aldea. Los más extremistas, como Danzo, primero asesinarían al niño antes que permitir algo así.
— Su padre y mi esposo es Namikaze Minato — respondió Kushina con una expresión seria, su mente repasando los mismos escenarios que a Mana le estaban pasando por la cabeza.
Por tal vez la décima vez en la noche, Mana sintió un profundo deseo de ahorcar a su mejor amiga. Aquello, lejos de tranquilizarla, había despertado todas las alertas. No había alma viva en las naciones elementales que no hubiera escuchado del legendario "Konoha no Kiiroi Senko". Se decía entre los shinobi que, en muchas situaciones, la velocidad era el equivalente al poder. En este momento existían tres grandes shinobi que bien podrían disputarse el título del shinobi más rápido.
El primero de ellos era el Sandaime Raikage, un monstruo, era la mejor forma de describirlo. Demasiadas historias se contaban sobre este hombre, así que basta con decir que sin lugar a dudas era el shinobi más rápido que hasta ahora había nacido en Kumogakure. Compitiendo de forma muy reñida estaba ni más ni menos que el hijo del shinobi anteriormente mencionado, "A el indomable", un joven shinobi de Kumogakure que comenzaba a formar su propia reputación junto a su hermano jinchuriki, "Killer Bee", y en un futuro la persona que se convertiría en el "Yondaime Raikage". Por último, y no menos importante, estaba Namikaze Minato, cuyo título del "destello amarillo" era más literal de lo que se podía pensar. Se decía por ahí que los ejércitos enemigos tenían la orden explícita de huir apenas veían a este joven. En años venideros, todo el mundo entendería el porqué.
Para Mana, este escenario podía ser tanto muy favorable como, por otro lado, el peor de los casos. Por un lado, Namikaze, al menos hasta ahora, no era una figura política relevante en Konoha. Era, en esencia, un huérfano que había surgido de la nada y se había labrado un nombre gracias a la guerra en curso. No representaba una figura cuyos activos pudieran transformar la economía de la aldea. No tenía un puesto en el consejo de la aldea, y tampoco provenía de un linaje shinobi altamente reputado o de un clan noble. En términos sencillos, era alguien de origen civil con notables logros militares.
Esta situación planteaba una serie de posibilidades intrigantes. En primer lugar, Namikaze no estaba directamente vinculado a las complejidades políticas y rivalidades entre clanes que a menudo enturbiaban las relaciones en el mundo shinobi. Podía ser una figura que, por su origen más simple y su falta de conexiones complejas, bien podía mitigar un poco el pánico de los altos mandos del clan Uzumaki ante la posibilidad de que Konoha o algún clan de dicha aldea estuviese intentando obtener sus secretos por medios políticos a través del matrimonio. Mana estaba segura de que los líderes del clan se mostrarían menos propensos a actuar precipitadamente ante alguien sin influencia política para causarles daño, pero con los talentos que bien podrían beneficiar al clan en su totalidad si lograban convencer a Kushina y su nueva familia de volver con ellos.
Por otro lado, aquí era donde terminaban las buenas noticias. Existía la posibilidad de que la nula importancia política y social de Namikaze Minato no fuera tan permanente como se podría pensar. El clan Uzumaki no había perdido el tiempo desde que se habían visto forzados a residir en Hi no kuni. Su influencia política y económica a lo largo y ancho del país, adquirida a través de comercio y misiones para los nobles, les había permitido tener incluso un lugar entre la corte real del Daimyo. Dicho hombre durante los últimos años había valorado bastante las opiniones de los Uzumaki a la hora de tomar decisiones, casi tanto como las opiniones de la propia Konoha y las de algunos de sus asociados más importantes. Todo esto les permitía ser partícipes de conversaciones que bien podían permitirles tener una idea de cómo podían cambiar las cosas en años venideros.
Entre algunas de estas conversaciones se abordaba un tema que bien podría cambiarlo todo: el futuro Yondaime Hokage de Konohagakure no sato. Muchos dirían que aún era muy pronto para un cambio en el liderazgo de la aldea. Después de todo, Hiruzen Sarutobi, aunque ya un hombre maduro de 51 años, seguía siendo un poderoso shinobi con una reputación temible entre las otras grandes naciones. Pero dicho eso, también estaba el hecho de que la guerra no parecía que fuese a terminar por lo menos en otro par de años si eran optimistas. Muchas cosas podían suceder en tan poco tiempo y en un momento tan crítico. A los nobles cuya economía estaba sufriendo enormemente a causa de la guerra preferían tener a alguien a quien asignarle la responsabilidad para no tener paralizado el liderazgo militar durante demasiado tiempo. Esto implicaría grandes pérdidas tanto militares como económicas.
Incluso si no fuera el caso y Sarutobi sobreviviese a esta guerra, la idea de un cambio de poder ya era tomada como un hecho apenas terminase el conflicto. No era una decisión pensada al azar ni difícil de entender; era la simple lógica de un cambio para avanzar rápidamente de una era tan oscura. Además, el Sandaime Hokage ya había tenido la desgracia de tener que liderar dos grandes guerras. A ojos de muchos nobles, aquello era tan injusto como peligroso. Tener que enviar a morir a tantos soldados durante un mandato podía trastocar las ideas de una persona; preferían evitar un asunto tan complicado y jubilar al hombre de una manera honorable.
Los primeros nombres que habían salido a colación habían sido, indudablemente, los de los Sannin. Los tres poderosos shinobi tenían tanto el respeto de las fuerzas armadas como de la población civil de la aldea. Su reputación a lo largo de las grandes naciones mostraría un liderato fuerte que bien podría intimidar lo suficiente a algunas naciones. Lamentablemente, dos de los tres alumnos del Sandaime Hokage no mostraban interés alguno en la posición de Hokage. En el caso de Tsunade, la mujer cargaba con demasiados remordimientos y pérdidas. Solo a causa de la guerra actual es que se mantenía en la aldea, pero la mayoría ya daba por hecho que apenas culminase dicha guerra, la Senju trataría de alejarse de la mayoría de cosas relacionadas con la aldea. Jiraiya no hacía falta pensarlo demasiado; el hombre era un pervertido desvergonzado que primero cometería Seppuku antes de tener que pasar sus días encerrado en una oficina, renunciando así a sus amadas investigaciones.
De los tres, solo Orochimaru había mostrado interés ante la posibilidad de ser Hokage. Para ser justos, el hombre tenía características que debería tener un líder militar: era frío, calculador, despiadado y extremadamente inteligente. Además, junto con Jiraiya, tenía el inusual mérito de haber alcanzado la grandeza sin ser descendiente de algún shinobi notable o parte de algún clan. Un "líder del pueblo que vino desde abajo" siempre era popular entre las masas. Ayudaba mucho a la hora de manejar las crisis entre la población, ya que encontraban fácil empatizar con un líder que en su momento fue alguien común y corriente como ellos.
Sin embargo, todas las anteriores cualidades del Sannin serpiente eran inevitablemente ensombrecidas por su aura espeluznante, rodeada de rumores sórdidos a lo largo y ancho del país. Desapariciones y asesinatos eran las menos escandalosas. Los altos mandos del país y de Konoha no eran ignorantes de estos rumores. El viejo dicho de "cuando el río suena..." no era tan errado. Lamentablemente, ante esto también existía aquella filosofía que decía que a veces las necesidades de la mayoría importaban más que las de unos pocos. En tiempos de guerras shinobi, figuras como Orochimaru eran cruciales para la supervivencia tanto de Konoha como de Hi no kuni. Era preferible, al menos por ahora, fingir que aquello solo eran meros chismes. Pero una vez que pasase el momento de necesidad, ya no sería tan fácil eludir el tema. De ahí que el legendario Sannin de las serpientes tampoco fuera una opción.
Con los tres principales candidatos descartados, las miradas se habían posado sobre los shinobi más jóvenes, quienes aunque con escasa vida política, algunos de ellos habían empezado a labrar una gran reputación. La experiencia política se podía conseguir con el tiempo, pero la experiencia militar solo se lograba durante las grandes guerras. Konoha, haciendo honor a la reputación de ser la aldea oculta más poderosa, tenía un gran número de jóvenes shinobi notables. Namikaze Minato siendo, por lejos, el favorito de los nobles a la hora de elegir un posible candidato. El hombre tenía cualidades dignas de un líder, gozaba de apoyo popular entre sus compañeros de armas y entre la población civil de la aldea. Era inteligente además de un poderoso shinobi a pesar de aún estar en sus años jóvenes. Un plus extra sin duda era precisamente ser de origen civil. Lo dicho anteriormente, un líder que vino desde abajo siempre era útil.
De cumplirse este escenario, Mana no tenía la menor duda de que las reacciones del clan serían algo digno de una antología. Una cosa era tratar con el matrimonio de la hija del líder de los Uzumaki con un jounin sin importancia política alguna. Una cosa sería, hipotéticamente, tratar con el matrimonio con algún líder de clan o concejal de alto rango. Todo lo anterior, en la mente de Mana, podía resolverse por medio de la diplomacia o, por qué no, incluso por medio de la presión política. Pero un matrimonio con el Hokage, el comandante supremo de la mayor fuerza militar del país, el shinobi más poderoso de Konoha, no era algo que pudieran romper por ninguno de los métodos anteriores.
Incluso si en los últimos años los Uzumaki habían subido mucho en la jerarquía hasta el grado de ser gente de confianza para el Daimyo, llegado el peor de los casos, este inevitablemente se pondría del lado del Hokage. El honor de la familia real así lo exigía. La familia real de Hi no kuni incluso hoy día no podía permitirse olvidar uno de sus momentos más oscuros. Cuando las aldeas shinobi recién se habían formado, la familia real había sufrido un inesperado golpe de estado. Sin ningún aliado, incluso entre algunas familias que hoy día formaban parte de la corte real. Solo el Shodaime Hokage había brindado incondicional apoyo hacia el líder de Hi no kuni. Es incluso un tema de burla escuchar aquella historia. La mayoría de historiadores coincidían en que aquel episodio de la historia del país fue que apenas los traidores escucharon "Un ejército entero viene desde Konoha encabezado por Senju Hashirama". Cuenta la leyenda que el pánico entre los traidores fue tal que muchos prefirieron lanzarse a un despeñadero cercano que enfrentarse al dios hecho persona que era el fundador de Konoha. En ese entonces Daimyo había estado tan agradecido que, incluso hoy día, aunque no siempre estaban de acuerdo, llegado el momento los líderes del país preferían ponerse del lado del Hokage. Si verdaderamente Namikaze Minato lograba convertirse en Hokage, el destino de Konoha y los Uzumaki estaría atado irremediablemente. Algo que podía ser considerado una bendición o una tragedia según a quién se le pregunte. Solo el tiempo podía dar respuesta a esto.
— Cuando te pregunte, realmente no esperaba que tu respuesta pudiera ser la ruina de nuestra familia — soltó Mana, masajeando las sienes de su cabeza con clara frustración.
— Oye, tampoco es para tanto ttebane — gruñó la pelirroja Uzumaki, sintiéndose ofendida por aquello.
— No nos hagamos tontas, Kushina. Tú, mejor que nadie, debes saber que ese hombre es casi seguro que se convierta en Hokage apenas termine esta guerra. Si eso no es atar a nuestro clan, no sé lo que sea entonces — espetó algo frustrada Mana por la terquedad de Kushina, que claramente no entendía la gravedad del problema. — Oh, tal vez lo entiendes y no quieres verlo — el pensamiento pasó por su mente, pero nunca comentó sobre ello.
— Oye, aún estoy yo. Quién dice que no sea tal vez yo la que se convierta en Hokage — declaró con un gesto arrogante, tratando de aliviar la tensión. Aquello definitivamente no estaba funcionando.
— Puedes pensar que este pequeño secreto puede mantenerse en secreto mucho tiempo. En el mejor de los casos, tal vez incluso puedas ocultarlo hasta que termine la guerra. Pero una vez que termine la guerra y Namikaze tenga que tomar el poder, como muy seguramente sucederá, todo esto se tendrá que hacer de dominio público — gruñó verdaderamente hostil por primera vez en toda la conversación. — Tal vez tú no quieras verlo, pero yo puedo imaginarlo perfectamente. Cuando Namikaze tenga que reconocerte ante sus concejales como su esposa, Konoha tratará activamente de atarnos a su aldea — declaró prácticamente, imaginando vívidamente las reacciones de algunos de los concejales más extremistas de Konoha ante la noticia.
— No hables de lo que no sabes, Minato jamás haría algo así — bramó Kushina, ahora verdaderamente molesta con su amiga.
No tenía sentido negar aquello. La Uzumaki podía seguir gritando que ella sería la primera mujer Hokage. Era difícil evitarlo, tomando en cuenta los años que llevaba haciéndolo. Pero ella sabía muy bien que si alguien merecía aquella posición, era Minato. Llevaba años conociendo al joven y sabía muy bien que este amaba verdaderamente a la aldea y haría lo que fuera necesario para protegerla, pero siendo lo suficientemente humano para no cometer errores que habían cometido algunos de sus predecesores. Claro estaba que Namikaze tendría errores propios, pero nada que no pudieran enfrentar juntos.
Desde que empezaron a tratarse al poco tiempo que ella llegó a la aldea, luego de que este la rescatara de ser secuestrada por shinobi de Kumogakure, había sido uno de los pocos en la aldea que no le miraban de forma extraña solo por ser una extranjera. Incluso luego de algunos años, en que llegó a confiar lo suficiente en él como para ofrecerse a enseñarle el fuinjutsu de los Uzumaki, este se mostró preocupado y renuente ante la posibilidad de meterla en problemas con el clan. Solo fue hasta que utilizó un poco de persuasión positiva, que se traduce en golpearlo a una pulgada de su vida, que este aceptó de buena gana. Que Mana siquiera considerara que el hombre que amaba, padre de su hijo, fuera a tratar de subyugar a los Uzumaki, la había ofendido muchísimo.
— El hombre que conoces ahora tal vez no, pero nada te garantiza que como Hokage no lo haga — espetó Mana, su tono seco y sus ojos reflejando una frialdad inusual. — Seamos realistas, Kushina. Esa aldea lleva años deseando nuestros secretos. Nunca han sido discretos al respecto. ¿Acaso ya olvidaste que ese infeliz de Danzo incluso nos acusó de deshonrar nuestras relaciones hacia los Senju por no unirnos a Konoha? El Hokage debe hacer siempre lo necesario para que su aldea sea fuerte después de todo, y luego de esta guerra tendrán una falta de personal grave. ¿Qué mejor que unos esclavos Uzumaki, cortesía de su bella esposa, para llenar las bajas? — se burló cruelmente, dejando que por primera vez en años sus sentimientos más cuestionables salieran a la luz. — ¿Quién sabe? ¿Qué nos dice que esto no fue planeado? ¿Engendrar un bastardo con la hija de nuestro líder para presionarnos políticamente? Si ese era su plan, les ha funcionado a las mil maravillas. Un llamado de sangre es algo contra lo que no podríamos luchar, y todo será tu culpa — remató con acidez.
La vida de Uzumaki Mana no había sido nada sencilla. Haber nacido entre una de las cinco grandes familias principales de los Uzumaki ya era, por sí mismo, una presión considerable. Sin embargo, presenciar a tan temprana edad un genocidio de aquellas proporciones había dejado traumas profundos. La masacre en Uzushio había sido un verdadero infierno, una barbarie que aún protagonizaba sus pesadillas.
Los gritos de las mujeres y los niños resonaban en sus oídos, víctimas de crímenes inhumanos; los rugidos de los shinobi del clan tratando de repeler a los enemigos mientras los demás escapaban en pequeños buques; la risa de aquellos miserables asesinando sin piedad a todos los que se cruzaban en su camino. El recuerdo de su madre humillándose ante los enemigos para que no la encontraran seguía fresco en su memoria. Había sido un milagro que su padre llegara a tiempo para salvarla, pero su madre no había tenido tanta suerte.
Ella y muchos de los sobrevivientes se preguntaban lo mismo. ¿Dónde había estado Konoha? ¿Dónde estaba su supuesta nación hermana? ¿Dónde estaba la aldea fundada por el hombre que incluso se había permitido casarse con uno de sus principales miembros? ¿Dónde estaba la aldea a la que habían prestado grandes sumas de dinero? ¿Por qué no les habían ayudado? Su supuesto aliado incluso en aquellos tiempos ya tenía una gran red de información; que aquel ejército se movilizara hasta su aldea sin que nadie lo supiera era imposible. Menos aún debió haber sido posible que atravesaran las defensas naturales de la isla sin los conocimientos necesarios.
Incluso cuando Uzumaki Mito se presentó para calmar los ánimos entre el clan, afirmando que Konoha no había tenido nada que ver, en la mente de Mana y muchos otros no cabía la menor duda de que alguien dentro de Konoha los había vendido. Incluso las palabras de Mito no fueron suficientes para acabar del todo con la desconfianza una vez que se supo que básicamente el único hombre que podía haber arrojado un poco de luz sobre todo el asunto había quedado mentalmente incompetente.
Toda la frustración de no tener un culpable claro había generado inevitablemente fricciones entre Konoha y los Uzumaki. Con Mana no siendo la excepción, quien presa de sentimientos negativos, miedo y frustración, había arremetido contra Kushina antes de siquiera razonar las palabras salidas de su boca.
La Uzumaki de Konoha había sido muy paciente en toda esta conversación. Cualquier otra persona no habría sobrevivido ni a una décima parte de toda esta charla. La pelirroja siempre había tenido debilidad por Mana. La mujer era una de las pocas que podía frenar los peores impulsos de Kushina. La empatía hacia su amiga, quien había tenido que vivir lo peor de la humanidad siendo tan solo una niña, siempre había sido el freno que había impedido a la jinchuriki arremeter contra la joven. Hoy, esa pequeña voz en su cabeza que le pedía serenidad había sido silenciada cuando la palabra "bastardo" salió de los labios de la mujer.
— ¿Cómo te atreves? — su voz, tan helada como jamás la había escuchado, sacó a Mana de su momento de rabia imprudente. Se dio cuenta demasiado tarde de lo que había dicho y miró temerosa a la pelirroja embarazada.
La Uzumaki dio un sorbo a la taza de té en su mesa con una tranquilidad que solo presagiaba lo peor. Por un breve instante, temió que la pelirroja perdiera el control del bijuu dentro de ella. Aquello sería desastroso en un lugar tan poblado, sin mencionar que podía poner en peligro tanto a Kushina como al bebé. Sin embargo, para su sorpresa, a través de sus habilidades sensoriales, pudo notar que el chakra de la criatura en el interior de su amiga estaba inusualmente tranquilo. Más allá de eso, aunque tiempo después descartaría aquello como producto del pánico, solo por un momento insignificante pudo sentir claramente el temor más primigenio saliendo del bijuu más poderoso.
— Ku..ku..shina, yo...ahhhh — sin ser capaz de terminar lo que iba a decir, Mana sintió un fuerte agarre en su garganta. La responsable: Kushina, quien olvidando por un breve instante su delicado estado, se movió a una velocidad imposible hacia Mana, tomándola por el cuello contra la pared.
— Te he soportado, te he entendido, incluso te he justificado, pero nunca te permitiré que hables así de mi familia y, sobre todo, jamás permitiré que hables así de mi hijo — gritó al final, llena de ira.
Lo que sucedería a continuación, desconocido para la propia Kushina, marcaría un antes y un después en su destino. Mana trataba desesperadamente de soltarse del fuerte agarre de su amiga; sin embargo, en el momento en que miró sus ojos, vio con horror que estos ya no eran azules. En su lugar, profundos ojos azules la miraban con ira descarnada mientras observaba cómo todo a su alrededor comenzaba a desvanecerse.
Aquello ya no era la cabaña donde, hace solo un instante, había estado a punto de perder la garganta en manos de su mejor amiga. De hecho, ni siquiera era el país de Udon. Era una escena sacada de sus peores pesadillas, el mundo entero siendo consumido por el fuego. Las montañas, el suelo, incluso los cielos mismos parecían ser devorados por el fuego más ardiente que podía imaginar. Podía sentir claramente sus pies siendo calcinados por aquel calor irreal, pero los gritos eran incapaces de salir por su garganta.
Al observar su entorno, notó con creciente horror que había otros seres humanos que, como ella, estaban siendo consumidos en las llamas de este averno. Algunos eran esqueletos andantes, al rojo vivo a causa del intenso calor. A otros se les derretía la piel, cuyas gotas de carne caían en el suelo ardiente. Los detalles en algunos de los cadáveres no hicieron más que acrecentar su temor y hacerle preguntarse si acaso Kushina la había matado y estaba en el inframundo.
Había samuráis, incluso en la muerte cargaban sus armaduras, las cuales ardían al rojo vivo producto de las llamas. Otros eran guerreros de otra clase, con cascos adornados con cuernos y cargaban enormes hachas y martillos. Algunos llevaban armaduras de cuerpo completo, diferentes a las de los samuráis. Para su mayor horror, también había shinobi de distintas aldeas: Kumo, Iwa, Kiri e incluso unos pocos de Konoha.
Si todo lo anterior no fuera suficiente en el momento en que se atrevió a mirar más lejos que quedo perpleja al notar que en aquel desfile de cadáveres no todos eran humanos, había esqueletos que solo podía describir como pertenecientes a demonios, con mas de una cabeza y múltiples brazos, otros con formas monstruosas pertenecientes a criaturas desconocidas para ella, otros con un tamaño tan gigantesco que la hacían parecer insignificante.
El horror y el impacto de esa escena eran abrumadores. Mana se encontraba en un lugar que no parecía de este mundo, un lugar de sufrimiento y desesperación que ningún ser humano debería presenciar, si existía un infierno Mana no tenía la menor duda de que se encontraba en él.
¡BAM!¡BAM!¡BAM!
Si todo no había sido lo suficientemente espeluznante todo un escalofrió muy humano recorrió todo su ser, la tierra misma tembló, las llamas que consumían todo a su paso parecían elevar su tamaño, los muertos para su perplejidad se pusieron de rodillas y solo fue momentos después que se dio cuenta que inconscientemente ella también se había puesto de rodillas.
De entre las llamas emergió algo que en tiempos venideros sería el nuevo protagonista de sus pesadillas, por un breve instante llego a pesar que aquello era el legendario Kyuubi no Youko, mas no tardo en darse cuenta que aquel monstruo no era el legendario bijuu, aquel ser emitía una presencia tan abrumadora que bien hacia parecer al legendario zorro como un animal desdentado.
Era enorme, tan enorme que incluso los esqueletos gigantes parecían hormigas ante él, su caminar hacia retumbar la tierra y volvía cenizas todo lo que se atravesaba en su camino incluyendo los cadáveres, aquello era un enorme perro hecho de fuego, apenas y podía distingue la diferencia entre las llamas que surgían de la tierra y las que cubrían el cuerpo del animal, sus ojos rodeados por el fuego eran azules, apenas distinguibles dado su tamaño tan irreal, observo inmóvil como aquella bestia se acercaba lentamente hacia su persona mientras soltaba un pequeño bufido que genero una corriente de vapor irreal.
Estaba tan aterrorizada que incluso fue incapaz de gritar al contacto, aquel vapor era tan caliente que le provoco un dolor que no debería experimentar ser humano alguno, si hubiese tenido un espejo habría notado que aquel vapor había desintegrado totalmente su carne y órganos dejándola como uno de los tantos cadáveres andantes, el monstruo la miro, sus ojos no reflejaban nada, no había odio, no había ira, no había burla, ni siquiera malicia, solo veía un profundo azul que bien podía perderse en el para no volver jamás.
— Dios…— susurro con un tono de finalidad perdida en esos orbes azules, el animal no mostro expresión alguna.
— Largo… — profirió una voz cargada de divinidad absoluta antes de que una ola de poder inconmensurable la golpeara por completo.
— ¡MANA_CHAN! — el grito de Kushina rasgó el aire, su furia dando paso a un profundo temor al ver cómo Mana se desvanecía, su rostro pálido y sin vida. Asustada, soltó el firme agarre sobre la garganta de su amiga, quien cayó al suelo inconsciente como un fardo inerte.
La anciana Mikami, que había estado en la cocina dando espacio a la conversación, ingresó a la habitación con una expresión imperturbable y observó el cuerpo en el suelo.
— Ni siquiera lo intentes — ordenó con autoridad al ver los intentos desesperados de Kushina por ayudar a Mana. — No estás en condiciones para hacer estas cosas, es peligroso para ti y para el bebé — agregó con tono más suave al notar el miedo en los ojos de la pelirroja.
Con una fuerza y agilidad sorprendentes para su edad, Mikami cargó a la Uzumaki inconsciente y la llevó a otra habitación para recostarla en una cama.
— ¿Cómo está Mana-chan? ¿Por qué se desmayó, Oba-san? — preguntó Kushina, llena de angustia mientras observaba a la joven, que parecía estar durmiendo.
La mirada penetrante de Mikami hizo que Kushina tragara nerviosamente. A pesar de vivir con la anciana durante varios meses, esa mirada siempre la inquietaba, capaz de expresar desde calma maternal hasta una seriedad total que era difícil de interpretar.
— Está inconsciente, quizás presa del pánico debido a tu instinto asesino. No es grave, solo necesita descansar un poco — respondió finalmente la anciana, pero Kushina notó que evitó su mirada.
— Ha experimentado mi instinto antes y nunca le había sucedido esto. Parecía estar en un trance, como si estuviera alucinando — agregó Kushina, como una reflexión tardía.
Ante ese comentario, por un breve instante, Kushina pudo percibir pánico en el rostro de la anciana. Fue tan fugaz que pudo haber sido su imaginación, pero Mikami simplemente la miró con una seriedad inusual.
— Hay cosas que los humanos no están destinados a ver — declaró finalmente después de un largo silencio. Pero antes de que Kushina pudiera decir algo más, la anciana le dirigió una mirada firme. — Es mejor que te vayas a dormir. Ha sido demasiado emocionante para una noche.
Kushina no estaba satisfecha con ser tratada como una niña, pero tras reflexionar un momento, decidió seguir el consejo de Mikami. Podía sentir que Naruto estaba inusualmente inquieto en su estómago, y Mikami tenía razón: había sido demasiado para una sola noche.
Con un suspiro pesado, la joven pelirroja se recostó en la cama junto a Mana. Ajena a su alcance, a lo largo y ancho del país de Udon, muchas personas que disfrutaban de la vida nocturna habían sido víctimas de lo que solo podía describirse como un apagón masivo, cuerpos inconscientes regados por doquier, víctimas de una fuerza aplastante salida de la nada.
La noche parecía envuelta en un manto de misterio, como si ocultara secretos más oscuros de lo que parecían. Las sombras danzaban en silencio, y una sensación de inquietud se aferraba al aire, presagiando que los sucesos que estaban por desencadenarse eran solo el inicio de algo mucho más profundo y enigmático.
Hasta aquí concluye el capítulo, espero les haya gustado, acepto critica, comentarios, reiterando que llevo años sin escribir, para despedirlos los dejo con una pregunta, ¿Por qué un perro? Ahí está la pista para la madre de Naruto, solo diré no es alguien que se utilice mucho en este tipo de historias, solo la tome porque vi un fanart y dije genial creo que puedo hacer la conexión con kushina jaja.
