Hola a todos:

Dejo el octavo capítulo, basado en lo que casi todos hicimos de niños, jugar con almohadas y cobijas. Aquí empleo a los discípulos de Hasgard, cuando eran pequeños todavía.


Atención: Todos los personajes de Saint Seiya y Saint Seiya: The Lost Canvas, pertenecen a Masami Kurumada y Shiori Teshirogi respectivamente. La historia es de mi autoría personal, la cual solamente escribí por diversión.


Día 8: Fuerte de almohadas

Hasgard, Teneo, Serinsa y Saro.

Pre Canon, juegos infantiles, almohadas, paternidad.

Era un día tranquilo en el Santuario y también era el día de descanso de los discípulos.

Hasgard estaba un poco preocupado por los tres niños que trajo con él para convertirlos en sus alumnos. Dado que aún eran muy pequeños, debía tener paciencia y entrenarlos poco a poco para fortalecerlos. En un principio creyó que huirían o se negarían a soportar el estilo de vida de aquel sitio, como sucedió con Saro al llegar.

El niño únicamente fue con él por el temor de quedarse solo, puesto que Teneo y Serinsa no se quedarían en el orfanato. Sin embargo, ya habían pasado cuatro meses de aquello y ahora los tres chiquillos parecían estar adaptándose a la idea de convertirse en guerreros.

Pero eso no les quitaba su inocencia infantil y sus ganas de jugar.

Hasgard entró a la cabaña y cerró la puerta. Estaba a punto de llamarlos, cuando escuchó voces en el cuarto donde dormían. Se acercó en silencio, quedándose en el pasillo sin que lo vieran, gracias a la puerta entreabierta.

—No alcanzan, así no podremos jugar— se quejó Serinsa.

—¿Y si tomamos las almohadas del otro cuarto? — preguntó Teneo.

—No creo que sea buena idea, el señor Hasgard podría enojarse— dijo la niña.

El aludido se asomó discretamente, dándose cuenta de lo que sucedía. En una de las equinas de la habitación, estaban amontonadas las colchonetas, los cojines y las mantas de las tres camas, formando un improvisado "fuerte de almohadas". Sin embargo, aún se podían notar algunos huecos, lo que, al parecer, preocupaba mucho a los niños.

—¿Y si le pedimos prestados sus cojines? — cuestionó Saro con voz inocente. —Podemos prometerle que los regresaremos a su cuarto. —

Hasgard sonrió para sus adentros. Aquella actividad parecía divertirles bastante y aunque no comprendía el motivo de ocultarse entre materiales suaves, decidió dejarlos continuar. Anunció su presencia con un par de toquidos en la puerta.

—Buen día niños, ¿Qué hacen? —

Los tres infantes sonrieron al verlo y corrieron a saludarlo.

—Hola señor Hasgard, estamos haciendo un fuerte de almohadas— dijo Serinsa. —Pero no podemos terminarlo, porque nos faltan cojines. —

—Sí, lo estoy viendo— el hombre se acercó, examinando la estructura. —Pero creo que está un poco débil, podría caerse. —

—Necesitamos otra colchoneta— comentó Teneo. —¿Nos prestaría la suya?, ¿Y también sus almohadas? —

—Claro, vayan por ellas, mientras yo amarró esta manta para que no se suelte— dijo el santo de Tauro, fijando de mejor forma la tela con ayuda de un clavo cercano a la ventana.

Saro y Teneo saltaron de alegría, corriendo fuera de la habitación, mientras Serinsa le ayudaba a Hasgard a reacomodar los almohadones del piso, para que hubiera una mejor distribución del espacio.

Más tarde.

Los chiquillos estaban encantados con su creación y habían pasado la mayor parte de la tarde jugando en ella. Mientras tanto, Hasgard preparaba la cena, meditando que tal vez sería buena idea permitirles, por esta ocasión, comer en el cuarto. Después de todo, tenían derecho a disfrutar lo que les quedaba de infancia.


Continuará...

Siempre he creído que a Hasgard de Tauro le hubiera gustado tener descendencia. Me gusta imaginar eso, que sus discípulos se convirtieron en su hijos adoptivos :D

Gracias por leer.