Final imaginario del siglo XIX
En estos tiempos, las personas que poseen extraños poderes provenientes de su cuerpo o incluso de misteriosas y poderosas armas, son conocidas como ladrones, escoria de la humanidad que roba hermosas y valiosas obras de arte, estatuas o joyas de diversos museos de todo el mundo, con la esperanza de reunir los 108 trozos de inocencia perdidos.
OOOOO
SSSSS
-¿Conoces la existencia de los Akuma?
Dentro de una cueva; escondida en el bosque de un pueblo lejano de Rumania, Sesshomaru conversaba amenamente con Sara, una sacerdotisa que lo visitaba con frecuencia.
Sin embargo, en esos últimos días, la mujer no se había sentido bien, por lo que el Youkai; convertido en aquel entonces en un humano, le ofreció su humilde hogar para ayudarla a recuperarse.
Lamentablemente, pronto supo que eso jamás sucedería, porque, muy pronto, la muerte proclamaría su alma.
-Mis abuelos eran Exorcistas. - respondió con cansancio.
Las ojeras debajo de sus ojos eran horribles y su piel estaba más pálida de lo normal. Descansaba sobre la piel de un oso que, en días anteriores, Sesshomaru había asesinado para comer.
-Murieron durante un ataque que el clan Noé hizo en el puerto de Londres. Yo todavía no había nacido.
Entonces, de sus ropas, sacó un trozo de inocencia, asombrando al Youkai.
-¿Dónde lo conseguiste? - cuestionó, arrodillándose a su lado derecho.
-Lo he tenido conmigo desde que era una niña. - alcanzó a contestar, antes de toser violentamente.
Permaneciendo inexpresivo, Sesshomaru la ayudó a sentarse y a beber un poco de agua de un platillo de cerámica que tenía consigo.
-Por mi enfermedad, que cada día se abre paso en mi cuerpo, ya no podré seguir protegiéndolo. - agregó, apoyándose en el pecho del hombre de cabello negro y jadeando con dificultad. - Sin embargo, si lo introduzco en tu corazón, no solo podrás protegerlo por mí. Sino que también conseguirás deshacerte de la maldición que tienes.
-¿Cómo estás tan segura?
-La inocencia no solo se trata de un objeto que puede cambiar de forma al combinarse con otros elementos similares. También posee una gran cantidad de energía pura, la cual, deshace todo tipo de maldad. - explicó, cerrando un momento sus ojos. - Por lo que me has contado, es posible que un demonio poderoso haya sido el que te obligó a luchar contra tu hermano menor y te haya quitado tus poderes. - tomó su mano libre y la encerró entre las suyas, con el pedazo de inocencia. - Si piensas vengarte de él, necesitarás toda la ayuda posible.
Sesshomaru dudó unos minutos. No quería quitarle aquello que, posiblemente, era lo único que la mantenía con vida. No obstante, si esa era su voluntad y su decisión, tampoco deseaba rechazarla.
En especial, cuando también le encargó la importante tarea de proteger a la gente del pueblo vecino. Aun si su opinión sobre los monstruos, o los seres similares a él, fuera ruda e incomprensiva.
SSSSS
Sesshomaru abrió los ojos, dando un respingo por el viento helado pasando a su alrededor. No supo en qué momento se había quedado dormido. Lo único que le quedaba claro, era que había sido capaz de ver de nuevo a InuYasha, comprobando, a la fuerza, que su odio y rencor estaban dirigidos solo a él, por algo que ni siquiera recuerda.
El único y verdadero culpable, de la muerte de su madre y su hermano menor, era Menomaru. Una entidad que, en palabras de Cross Marian, resultaba ser tan poderosa, como la pequeña Megumi Hoshino. No... Walker. Ese se había convertido en su nuevo apellido, al ser adoptada por el anterior guardián dimensional.
Suspiró resignado. Se puso de pie y comenzó a andar por el resto del bosque y de su camino, en su forma humanoide.
PPPPP
Tres días después del gran desastre ocasionado por Komurin, y con la orden oscura restaurada en su totalidad; ya sin tantas telarañas, escombros o suciedad, Lenalee finalmente consiguió darle el reporte de su última misión a Komui, quien, al igual que Reever, quedó asombrado por saber que la misteriosa criatura que acechaba en aquel lejano bosque en Rumania, no era otro más que el hermanastro mayor de InuYasha.
De pronto, el teléfono del escritorio comenzó a sonar. Sonriéndole a su hermana menor, Komui lo tomó y lo llevó a la altura de su oído izquierdo.
-¡Ah, Suman! - exclamó con una gran sonrisa.
Justo en ese instante, Johnny pasaba junto a las puertas de la oficina, entrando de improviso al escuchar el nombre de su amigo ladrón, para pararse junto a Reever.
-Si... si... ajá... - asentía con la cabeza, saludando al hombre de grandes anteojos con un ademán. - Mmm... ya veo...
-¡Suman! ¡¿Cuándo volverás?! - gritó Johnny emocionado, aturdiendo los oídos de Komui.
Lenalee ocultó una risita tras los papeles que llevaba en sus manos.
-Dice que primero se reunirá con sus compañeros y luego abrirá un portal. - explicó el líder de la orden oscura, fulminándolo a través de los cristales de sus anteojos.
Reever lo vio con una gotita bajando por su nuca.
Después de escuchar un par de detalles más por parte del ladrón, finalmente, regresó el teléfono a su lugar.
-Falsa alarma. - dijo con pesadez, dejándose caer en el respaldo de su gran sillón. - Era otro rumor...
-Cielos. - se quejó su asistente, rascándose la cabeza. - Juntar los últimos trozos de inocencia no será tan fácil, ¿Cierto?
En eso, Johnny dio saltitos de felicidad hacia la puerta.
-¡Oye, ¿Ahora a dónde vas?!
-¡Prepararé el tablero de ajedrez! - respondió animado, haciendo sonreír a sus colegas y a la joven, antes de que las puertas se cerraran de nuevo.
PPPPP
Abriendo con tranquilidad sus ojos gris plateado, luego de una merecida siesta, Allen observó el techo de su habitación. Respiró hondo. Se inclinó hacia adelante y se sentó en el borde derecho de su cama. Lo único que llevaba puesto, para descansar mejor, eran sus pantalones negros.
Volteando hacia una silla de madera, tomó la camisa blanca de mangas largas que reposaba en el respaldo, junto a un chaleco gris oscuro, y se los colocó, cubriendo su torso antes de levantarse y ponerse sus zapatos de color café oscuro.
No dejó de bostezar hasta salir al pasillo... y encontrarse de repente con una pequeña niña de largo cabello rojo, paralizándose de la cabeza a los pies.
Riendo y sonriendo, la pequeña lo tomó de su mano derecha y lo condujo por los pasillos de la orden oscura. Allen no comprendía qué era lo que estaba sucediendo exactamente.
¡¿Acaso también había desarrollado la habilidad para ver espíritus?!
Con solo tener ese pensamiento en su mente, tragó saliva grueso y se puso más pálido de lo ordinario. Sobre todo, al darse cuenta de que los pasillos de la torre no eran los mismos que acostumbraba a ver la mayor parte del tiempo.
Los ladrillos no estaban agrietados, no eran viejos, ni polvorientos. Eran tan nuevos, que brillaban bajo los rayos del sol. Las estatuas y los adornos de la época medieval se encontraban completos, al igual que las alfombras, cuyos colores eran brillantes y sin rastros de telarañas. Todo brillaba y le resultaba más acogedor y reconfortante.
Entonces, la menor se detuvo, dándole una indicación a otro niño que pasaba por ahí. Piel blanca, corto cabello negro y ojos azules. En cuanto lo vio, no dudó en tomar su mano izquierda, para volver a correr por los pasillos.
Con el transcurso de los minutos, el muchacho se preguntaba si él era realmente la persona a la que estaban jalando... hasta que, girando un momento hacia el espejo de una pared a su izquierda, se percató de que no era realmente él quien corría a todas partes con esos niños.
Era Megumi.
Por alguna razón que no podía explicar, estaba sumergido en sus memorias, en su pasado.
De pronto, un quejido por parte de InuYasha lo despertó de su trance, deteniéndose en seco. Volvió a mirar los alrededores. La orden oscura que conocía ya se hallaba grisácea y deprimente frente a sus ojos.
"Un lugar sumido en tragedia, traiciones y muerte".
Negó con la cabeza.
¿De quién había sido ese pensamiento?
Entonces, volvió a escuchar otro quejido, seguido por varios gritos llenos de algarabía. Caminando tranquilamente por un pasadizo a su derecha, dio con el gran balcón circular que rodeaba la sala de entrenamiento.
En medio de este, parados en una colchoneta, se encontraban InuYasha y Megumi, intercambiando golpes con dos espadas de madera que sostenían fuertemente.
Abrió los ojos como platos.
InuYasha esquiva. Megumi vuelve a atacar. Al no tener éxito, retrocede e intenta de nuevo.
Por momentos, el escenario cambiaba frente a sus pupilas, mostrándose el campo abierto fuera de la orden y a otras personas ocupando el lugar de Lavi, Umiko, Shippo y Kanda, sentados en una de las bancas pegadas a las paredes.
InuYasha se defiende, deteniendo el paso de su arma y la lanza frente a él. Ella salta y, encontrando una abertura, derriba al Hanyou y lo señala con frialdad.
Por esos pequeños segundos, en los que él la mira enojado; teniendo su cabello largo de color negro, y ella se burla, sus ojos pasan de tener un tono castaño a un color ámbar, brillante y claro.
El muchacho volvió a sorprenderse, tallándose los ojos.
-¡Allen-senpai! - de pronto, Umiko lo llamó, parándose de la banca, con Shippo en sus brazos, y haciendo voltear a Megumi y a InuYasha a su dirección.
Él, visiblemente incómodo, no tuvo más alternativa que sonreír y saludar, divirtiendo a Lavi y haciendo enojar a Kanda.
-¡Ven, enano! - exclamó InuYasha, inclinándose hacia adelante para levantarse de la colchoneta. - ¡Únete al torneo!
-¡Soy Allen! - replicó enojado, con una vena punzante en la cabeza. - ¡¿Y a qué torneo te refieres?!
-¡Al que Lavi-senpai y yo estamos organizando de manera improvisada! - explicó Umiko, mostrándole el gran pizarrón puesto junto a un pilar.
-¡Y el que gane recibirá un regalo de los perdedores! - agregó el pelirrojo, levantando sus pulgares.
Kanda, parado detrás de él, chasqueó la lengua y frunció el ceño.
-¡Muchachos! - en eso, llegó por otro pasillo el asistente de Russell.
Un científico de piel oscura, aspecto robusto, un mechón castaño sobre su cabeza y gruesos labios de color durazno. Su pequeño ojo ovalado derecho era cubierto por una venda. Vestía ropas azules, resguardadas debajo de una bata blanca.
-¡AHG! ¡Odio correr!
-¿Qué sucede, Tap? - lo interrogó Lavi, llevándose sus manos por detrás de su nuca.
-E-El jefe necesita que Allen, Megumi y Kanda vayan a su oficina. - dijo entre jadeos, apoyándose en un mueble donde se guardaban pesas. - Creo que les dará una nueva misión.
-¿Tan pronto? - cuestionó la guardiana, con InuYasha acompañándola en su lado izquierdo.
En ese momento, el chico de cabello blanco llegó con ellos, bajando por las escaleras que le quedaban más cercanas.
-¡Ah, por cierto...! - del interior de su bata, Tap sacó una bolsa, extendiéndosela a la joven. - ¡J-Johnny me pidió que te entregara esto!
Arrugando el papel, Megumi tomó entre sus manos una gran gabardina que tocó el piso. Se trataba de su nuevo uniforme de ladrona. Agradecida, y con sus ojos castaños brillando, sonrió y abrazó la prenda.
¡Oficialmente, ya formaba parte de la nueva orden oscura dirigida por Komui Lee!
Después de reverenciar al científico, se despidió de InuYasha, Lavi y Umiko y se marchó con Shippo; trepado en su hombro derecho, con Allen y con Kanda hacia la oficina del hermano mayor de Lenalee.
El Hanyou también sonrió, aliviado por saber que su antigua compañera Exorcista, sin importar las dificultades que se le atravesaran en el camino, aún podía sonreír de aquella manera.
Igual que cuando su hermana menor y sus amigos, incluyendo a Kikyo, estaban vivos.
PPPPP
FFFFF
-Qué tonto soy. Claro que no eres ella. Aunque te pareces mucho.
PPPPP
-Qué torpe. Mi amada murió hace mucho tiempo, pero sigo buscándola en ojos ajenos.
FFFFF
-InuYasha y Sesshomaru... - Kagome los llamó en sus pensamientos, caminando entre las repisas de los libros guardados de la biblioteca. - En el primer encuentro que tuve con cada uno, me vieron con tristeza y desconsuelo, recordándoles a una mujer.
De una repisa a su lado izquierdo, tomó un libro de fórmulas químicas y lo hojeó, pasando rápidamente las páginas entre sus dedos.
De pronto, un pedazo de papel doblado cayó al piso, por lo que se agachó y lo recogió con su mano derecha, abriéndolo y quedando sorprendida con su contenido.
Se trataba de una antigua fotografía tomada hace más de 50 años.
Asegurándose que nadie la estuviera observando, dejó el libro en su lugar y se guardó el papel en el bolsillo izquierdo de su larga gabardina negra, dirigiéndose en automático a su alcoba.
Fin del capítulo.
