PARTE 1 La Chica Nueva
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"¡Lo logré, mamá, lo logré!" Exclamó Nagisa con alegría y una emoción que era incapaz de contener. No quitaba sus ojos del elegante documento que acababa de llegarle por correo en un sobre igualmente sobrio y lleno de sellos.
Se trataba de su pase a la más antigua y afamada escuela del distrito, todo gracias a su desempeño atlético… Porque sus notas estaban por debajo del promedio a decir verdad, pero el que la escuela la reclutara por lo que verdaderamente sabía hacer bien y despertaba su sincera pasión era algo que la hacía sentir muy bien.
Rie de inmediato fue con ella, tomó la hoja y la leyó rápidamente. ¡Era cierto! ¡Su hija lo hizo!
"¡Buen trabajo, Nagisa!" La mujer le dio un breve y brusco abrazo a su hija antes de revisar el documento a detalle. Se puso particularmente contenta al leer la parte que aclaraba que su hija contaba con una beca del 100% misma de la que gozaría mientras mantuviera calificaciones aprobatorias y, sobretodo, un buen desempeño con el equipo de lacrosse de la escuela. Le sonrió a su hija. "Me siento orgullosa de ti, ¡tu padre se pondrá muy contento!"
"A decir verdad, no pensé que lo de cambiarme de escuela en serio pasaría, sólo pedí el ingreso porque mi profesora me dijo que podría lograrlo", dijo, repentinamente triste por la idea de dejar la escuela donde ya tenía muy buenas amistades.
Su madre supo leerla y le dio un brusco cariño en el cabello.
"Conocerás gente nueva, tendrás experiencias nuevas y podrás jugar todo lo que quieras", su voz sonaba amable. "Será una buena aventura, ¿no lo crees?"
Nagisa miró largamente a su madre antes de recuperar su enorme sonrisa.
"¡Cierto!"
"Quizá hasta consigas novio, hermanita", intervino Ryouta con tono malvado mientras iba camino a la cocina por una lata de jugo. "Ya vas a entrar a segundo de preparatoria, ya es tiempo de que tengas un novio".
"¡Oye!" Nagisa de inmediato se le fue encima para hacerle la legendaria llave de la Cobra al menor de los Misumi, la famosa técnica familiar. "¿Te rindes?"
"¡Me rindo, me rindo!"
"¡Basta ustedes dos!"
"¡Él empezó!"
"¡Ella es la salvaje!"
Una tarde cualquiera en el apartamento de los Misumi.
Misumi Nagisa de dieciséis años estaba lista para dejar su actual preparatoria y comenzar el segundo grado en la afamada Preparatoria Verone, un sitio al que todos conocían como una cuna de genios, artistas y atletas distinguidos. Nagisa admitía no ser un genio y mucho menos un artista, pero atleta sí y al menos se enorgullecía de su propio desempeño en la cancha. Además, habían hablado con ella y tendría pase para estudiar Teoría en Educación Física con buenas referencias para una Universidad Deportiva y ser profesora de Educación Física luego de retirarse del deporte, o bien directamente después de graduarse.
A Nagisa le gustaba la idea de tener su futuro asegurado y no podía esperar a comenzar.
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Yukishiro Honoka siempre era de las primeras en llegar a clases y el primer día de ese segundo año no sería la excepción al caso. Ya otros alumnos estaban ahí y su presencia no pasó desapercibida. Alumnos de ambos sexos le miraban por igual aunque fuera por un instante antes de apartar la mirada rápidamente, Honoka lo percibía, se sabía el centro de atención de más de un alumno. Además había otras miradas que podía sentir más como dagas en su espalda y que no venían de ninguno de los alumnos. Honoka admitía estar emocionada de comenzar ese segundo año. Además, su abuela le dijo que ese año escolar en especial prometía ser más interesante que el anterior.
"Interesante" era una palabra apenas adecuada para todo lo que pasó durante todo su primer año. Si lo que decía su querida abuela era cierto, como siempre, entonces tendría que estar atenta y con la guardia en alto en todo momento. No engañaba a nadie y tampoco pensaba hacerlo, Honoka experimentaba una emoción real ante todo lo que pasaba tras los muros de esa escuela. No podía esperar a ver qué le deparaba ese primer día.
Podría ser normal, podría no serlo.
La ceremonia de Inicio de Curso se llevó a cabo en el amplio teatro de la escuela, todos los grupos de todos los grados estaban reunidos, cada uno de los alumnos enfundados en un uniforme cobrizo con una elegante corbata, chicos y chicas por igual, con pantalones y faldas planchadas y sus mochilas pardas reglamentarias dadas por la propia escuela. La homogeneidad se notaba a primera vista, aunque a los alumnos de esa edad ya se les permitía su propio toque personal siempre y cuando llevasen el uniforme completo.
"Espero que den todo de sí en éste año escolar que comienza y nos hagan sentir orgullosos a todos, a sus familias y, más importante, a ustedes mismos", fueron las últimas palabras del discurso del severo pero justo director. "Espero lo mejor de ustedes", miró a todos. "Pueden retirarse".
Los alumnos comenzaron a salir del teatro a paso relajado. Los de nuevo ingreso se veían un poco perdidos, los de segundo y tercer año salían con sus respectivos grupos de amigos, y tampoco faltaba uno que otro alumno que se movía por cuenta propia. Uno de esos tigres solitarios era Yukishiro Honoka. La joven iba camino a su salón y mientras avanzaba podía sentir algunas miradas encima, la estaban observando. Era lo normal en esa escuela y en ese preciso lugar. Sonrió por lo bajo, quizá ellos comenzarían a moverse pronto. Los esperaría felizmente con los brazos abiertos.
Honoka estaba en el Grupo A del segundo grado, cuyo salón se encontraba apenas subiendo las escaleras del primer piso del edificio 3. Su pupitre estaba cerca de la ventana, en la segunda fila y hasta el fondo. Le gustaba tener una buena vista de todo el salón y a nadie detrás de ella. Además llevaba sus gafas puestas, podía ver perfectamente bien la blanca pizarra. El asiento a su lado, el que estaba justo junto a la ventana se hallaba desocupado y sin dueño, por cierto.
A Honoka no le gustaba pensar mucho en la razón por la que se podían encontrar uno o dos asientos vacíos en cada salón, incluso la razón por la que el número de asientos vacíos iba a aumentar conforme pasaran los meses. Sucedió lo mismo el año pasado.
Debía estar atenta.
Y hablando de atención, el Profesor Terada, encargado de la clase y que impartía la materia de Historia, pasó lista e hizo que todo el grupo centrara toda su atención en él cuando hizo un anuncio que nunca faltaba en despertar la curiosidad de los jóvenes.
"Éste año tenemos una alumna transferida", informó el profesor con voz firme y miró hacia la puerta. "Anda, pasa", indicó amablemente.
Mientras, en el pasillo, Nagisa escuchó la indicación del profesor. Tomó aire, se acomodó la corbata con una mano y entró al salón de clases. De inmediato sintió las miradas de todo el grupo sobre ella, les echó un vistazo rápido y sólo adivinó curiosidad en sus rostros. Eso la alivió. Nagisa se conocía, no era tímida cuando se trataba de socializar y pensaba demostrarlo.
"Escribe tu nombre y preséntate", indicó el maestro y Nagisa obedeció de inmediato.
La chica admitía que la sensación de ser la alumna transferida era bastante emocionante. Nadie se quejaría de una fama de cinco minutos, ¡quizá hasta podría conseguir un admirador masculino! Escribió su nombre en la pizarra y miró a los que serían sus compañeros de clase a partir de ese día.
"Misumi Nagisa, un gusto conocerlos a todos", dijo mientras se inclinaba. Tenía una agradable y amistosa sonrisa en el rostro. "Jugaré en el equipo femenil de lacrosse, espero que podamos ser buenos amigos", fue la simple pero efectiva presentación. Sonrió más al escuchar a todos aplaudir y darle la bienvenida de una manera muy cálida.
Por su lado, Honoka aplaudía aunque con menos intensidad que los demás, pero no era porque la chica nueva no le interesara, más bien todo lo contrario. No la perdió de vista mientras se presentaba. Admitía que era bastante (muy) guapa, se notaba fuerte y el haber mencionado que estaría en el equipo de lacrosse era suficiente para unir puntos y afirmar que se trataba de alguien fuerte y atlética. Sonrió por lo bajo. Sí, Misumi Nagisa tenía buenos aires y un aura muy especial, todos lo notaron y la chica les agradó de inmediato.
"Ese será tu lugar", el profesor señaló el pupitre al lado del de Honoka, el único asiento vacío del salón.
"¡Sí!" Nagisa se sintió contenta, le gustaba mucho sentarse junto a la ventana. Fue de inmediato y más de un compañero le dirigió una amistosa mirada y gesto. Tomó asiento y por mero instinto miró a su lado. Sus ojos se abrieron un poco más al notar lo linda que era la chica que se sentaba a su derecha, tenía un hermoso cabello largo y oscuro, sus ojos eran lindos, sí, además se veía muy bien con gafas. Una intelectual a primera vista. Le sonrió de manera amigable e hizo un movimiento de cabeza a manera de saludo.
Honoka sonrió amablemente y correspondió el gesto con bastante educación.
"Bienvenida a Verone", le dijo Honoka a la chica nueva en voz baja.
"Gracias", respondió Nagisa por lo bajo y de inmediato comenzó a acomodar sus cosas. La idea de que comenzaran las clases no le sentaba muy bien, no quería dar una mala impresión en el primer día con esos asuntos académicos, pero enseguida recordó que ahí reclutaban alumnos por lo que mejor se les daba, lo que quería decir que en Verone podría encontrar genios que siempre sacaban buenas notas, y también los habría como ella que quizá no daban la nota pero que eran buenos dibujando, en la música o en los deportes. No debía sentirse nerviosa con respecto a sus calificaciones, sólo no debía reprobar, ¿verdad?
Las clases dieron comienzo, aunque sólo fueran para poner a todos al tanto del temario, los horarios de sus clases y el modo de trabajar de cada profesor. Nada que los obligara a abrir libretas y libros todavía. Para la hora del almuerzo, chicos y chicas rodearon a Nagisa para hacer el interrogatorio de protocolo. Nagisa estaba dispuesta a responder todas las curiosas preguntas de sus nuevos compañeros y seguramente futuros amigos.
"¿Qué te gusta hacer?"
"¿Cuál es tu comida favorita?"
"¿Qué películas te gustan?"
Sí, a Nagisa le gustaba mucho cómo estaban comenzando las cosas en su nueva escuela.
"Me gusta toda la comida con excepción de la cebolla, pero mi favorita es el takoyaki y los chocolates", respondió con ánimos. "Me gusta mucho salir y mover mi cuerpo, y jugar lacrosse. Oh, y me encantan las películas de─", se calló a sí misma al recordar sus particulares gustos en cuanto a las obras del séptimo arte. ¿De verdad iba a decir en voz alta frente a un montón de adolescentes que le gustaban las viejas películas de samuráis? Quizá no era buena idea para una primera buena impresión. Se aclaró la garganta. "Las películas de acción", sí, con esa respuesta bastaba. Las películas de samuráis tenían mucha acción después de todo, ¿verdad?
Rápidamente un par de chicas se ganaron por completo su atención gracias a un importante detalle: pertenecían al equipo femenil de lacrosse. El grupo completo ya se lo esperaba, lo normal ahí era juntarse con los que compartían especialidades, ya fuera deportiva, artística o académica. Nagisa tenía pase automático al popular gremio de los atletas.
"Soy Kubota Shiho, puedes llamarme Shiho, sin honoríficos", dijo de inmediato una graciosa y escandalosa chica pelirroja de cabello corto.
"Y yo soy Takashimizu Rina, un gusto conocerte. ¡Oh! También puedes llamarme por mi nombre", se presentó una alta chica castaña con un lindo peinado de coletas. "Seremos compañeras de equipo, así que ¿está bien si te llamamos por tu nombre de pila? ¿También sin honoríficos?" Preguntó Rina con una sonrisa amigable.
"¡Por supuesto! ¡Mucha gusto en conocerlas, Shiho, Rina!" Nagisa se sentía contenta de hacer compañeras y amigas tan rápido.
"¡Genial, genial, genial! Entonces almorcemos juntas, ¿qué dices?" Propuso Shiho.
Nagisa asintió de inmediato y miró a su derecha para preguntarle a su compañera de al lado si quería almorzar también, pero sólo encontró el pupitre vacío. No tuvo tiempo de hacer gesto alguno. Sus nuevas amigas notaron eso, se miraron entre sí y pensaron que lo mejor era ponerla sobre aviso.
"Quizá debas mantener tu distancia con Yukishiro-san", dijo Rina en voz baja, como si quisiera ser discreta pero sin lograrlo del todo.
"¿Uh?" Nagisa pareció confundida.
"La persona que se sienta a tu lado es Yukishiro Honoka y no queremos asustarte, Nagisa, pero Yukishiro-san es una persona un tanto… Erm─", miró a Rina en busca de ayuda. Necesitaba decir cualquier cosa que evitara que hablara con demasiada rudeza de su compañera ausente.
"Digamos que es la última persona a la que te gustaría hacer enfadar", dijo Rina y Shiho asintió varias veces para confirmar sus palabras. "Es una de las chicas más listas de la escuela, la segunda de hecho. Es una genio, sabe de todo y está en el Club de Ciencias", informó con más seriedad de la debida.
"Yo creo que eso es genial", respondió Nagisa. Así que esa chica se trataba de alguien no sólo linda sino inteligente, justo como lo intuyó gracias al cliché uso de las gafas. Esa era una gran combinación a su parecer. Le daba un atractivo para el que no estaba ciega, eso era seguro. Pensar en su atractiva compañera de al lado le calentó un poco las mejillas.
"Lo sería si no se tratara de alguien que se mete en muchas peleas", por decirlo de una manera simple. Shiho no quería decir nada malo de Yukishiro por muy ausente que estuviera en ese momento. "Digamos que es… Ah… Una persona de poca paciencia y que es más fuerte de lo que parece", era la mejor manera que encontró de decir que la linda chica y genio del salón era una persona particularmente violenta.
Nagisa lo entendió pronto. No podía imaginarse que alguien con una apariencia tan calmada y una voz tan dulce fuera tan violenta. A su parecer exageraban, además Nagisa era de las que no se dejaban llevar por los chismes. Lo mejor era dejar que el tiempo le permitiera conocer mejor a sus compañeros de clase, incluida la chica en el asiento a su lado, después de todo la vería todas las mañanas, cinco días a la semana hasta que acabara el año escolar. La estrategia más sana era conocerla por sí misma y tener una relación al menos neutral. Si lo que decían era cierto, mantendría su distancia como se lo estaban recomendando.
Decidió zanjar el tema, le sonrió a su nuevo par de amigas.
"¿Almorzamos afuera?" Propuso con una enorme sonrisa.
"¡Sí!" Respondió el par al mismo tiempo y la guiaron a uno de sus sitios favoritos para almorzar.
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Honoka comía poco pero no tenía corazón para pedirle a su abuela que le pusiera menos comida. Se encontraba en el techo del mismo edificio donde estaba su salón, que por esa época era una zona algo fría y el viento a momentos helado era más fuerte que los cálidos rayos del sol de inicios de primavera. A Honoka no le molestaba ese clima, no era propensa a sufrir fríos o calores. Además, el lugar estaba vacío y desde ahí arriba podía observar mejor los movimientos a sus alrededores. Era importante estar atenta.
Podía sentir el ambiente ligero a su alrededor, una buena señal, por lo que pudo comer en paz todo lo que su estómago estuvo dispuesto a aceptar. Amaba la comida de su abuela, pero Honoka en especial funcionaba bien con poco combustible. Estaba recargada en el barandal de concreto y miraba hacia abajo con atención y detalle. Podía ver a variados grupos de atletas de ambos sexos pasarla bien mientras comían. Incluso pudo ver a su amigo de la infancia con el grupo de futbolistas mientras las chicas parecían salivar cuando lo veían pasar, nada nuevo.
Ponía y no ponía atención, no estaba particularmente interesada en la manera en que los grupos se componían y estaban dispersos en las áreas verdes, que su amigo estuviera en el popular gremio de los deportistas lo sabía desde hacía mucho, siempre se juntaba con el resto de los chicos del equipo de fútbol, especialmente con su otro amigo de la infancia, Kimata.
Lo que Honoka esperaba sentir desde ahí arriba era ese algo que le dijera cuando las cosas estaban por ponerse feas. Su mejor manera de esperar era leyendo un pequeño libro de bolsillo, tenía una amplia colección de estos que siempre cargaba consigo y que eran de los temas más variados, desde novelas de detectives hasta cuentos e historias extranjeras. La elección de ese día era una colección de poemas antiguos de su querido país natal. Una buena lectura para principios de Marzo y de primavera a su parecer.
Pero sólo pudo leer un par de páginas de su libro de bolsillo. Lo sintió, ¡pudo sentirlo! ¡Era el primer día solamente y ya comenzaban los problemas!
El gesto le cambio por completo mientras guardaba su libro en el bolsillo de su suéter y envolvía su caja de almuerzo a medio terminar. Apresuró el paso y siguió su corazonada, era por una de las jardineras de la escuela.
Mientras tanto, Nagisa y sus nuevas amigas Shiho y Rina comían en una linda jardinera de las varias que había en toda la escuela, el césped estaba fresco y los árboles daban una sombra agradable. Nagisa de inmediato se llevó bien con el par y ambas chicas le contaban los pormenores del equipo y que podría completar debidamente su registro después de clases, ellas mismas le ayudarían.
Nagisa estaba francamente agradecida de haber hecho amigas tan pronto, Shiho y Rina eran muy agradables. De momento era Nagisa la que guiaba la conversación contándoles cómo eran las cosas en su otra escuela, la plática era entretenida. En algún momento mientras las chicas comentaban algo respecto al tema que las tres conversaban, Nagisa miró a sus alrededores y vio a un grupo de chicos un poco escandalosos pero agradables a primera vista. Un montón de muchachos altos y atléticos, pero había uno en especial que sobresalía entre todos: un castaño de linda sonrisa. Nagisa no lo perdió de vista.
Shiho y Rina de inmediato notaron hacia dónde miraba Nagisa y vieron lo mismo que ella estaba viendo. Y por supuesto que adivinaron rápido quién era el que tenía la atención de la chica nueva. Rina rió un poco y le dio una amistosa palmada en el brazo para despertarla de su ensoñación.
"¡Ah! ¡Perdón! ¿Decían algo?" Nagisa en serio se sobresaltó.
"Su nombre es Fujimura Shougo, va en tercer año y es el capitán del equipo de fútbol", informó Rina entre bocados.
"Es uno de los chicos más populares de la escuela, incluso tiene un club de fans", continuó Shiho, robando un bocado del almuerzo de Rina. "También es el As del equipo, ya está pedido por una importante universidad deportiva y además es muy, muy talentoso y todos dicen que se convertirá en un jugador de fútbol profesional en unos años".
"Fin del reporte", dijo Rina y se echó a reír junto con Shiho al ver el gesto sonrojado de Nagisa.
"Gra-Gracias", murmuró Nagisa a falta de una mejor reacción. ¿Acaso fue tan obvia? Bueno, si ellas decían que era el chico más popular de la escuela, entonces lo normal era que el muchacho atrajera más de una mirada, ¿verdad? Se quedó con eso y pronto notó que ya se había acabado su comida. Refunfuñó. "¿Dónde está la tienda? Quiero comprar algo, me quedé con hambre", comentó mientras se ponía de pie.
"El comedor y la tienda están justo por allá", respondió Shiho señalando un pequeño edificio a la izquierda a unos cien metros de donde estaban. "El pan de yakisoba es bastante bueno, te lo recomiendo".
"¡Gracias!"
Nagisa estaba a punto de echar a correr, pero de pronto ocurrió algo extraño que la dejó quieta. El ambiente a su alrededor se oscureció, sintió el aire pesado y frío, de hecho tuvo que abrazarse a sí misma por culpa de un súbito escalofrío que le atacó el cuerpo entero. Lo otro que la alertó fue mirar a sus nuevas amigas Shiho y Rina y descubrirlas inconscientes en el suelo.
"¡Shiho! ¡Rina!" Las sacudió con fuerza pero ninguna despertó. Respiraban bien lo que quería decir que estaban vivas, cosa que era un alivio, pero ninguna reaccionaba. Notó que los otros alumnos que estaban a su alrededor igualmente cayeron al suelo. No podía ver nada más allá de la zona de jardines, había una extraña neblina. "¡Iré por algún profesor!" Sacó su teléfono para llamar a emergencias o algo, pero no tenía señal ni datos de internet para siquiera mandar un mensaje, así que decidió echar a correr para buscar a algún profesor.
No pudo dar ni cinco pasos, un súbito temblor la hizo caer sentada al suelo. Una sombra pareció levantarse del suelo y tomó la forma de un ser humanoide bastante grotesco, parecía del tamaño de un hombre grande, quizá dos metros de altura, o eso calculó.
"¡ZAKKENA…!"
Nagisa respingó al escuchar el rugido de esa cosa y, sobretodo, cuando la criatura oscura la miró con unos ojos rojos encendidos que parecían estar en llamas. Nagisa sintió su corazón acelerarse. ¡El monstruo comenzó a correr hacia ella! La chica no tuvo más opción que escapar. Sintió alivio, pese a todo, al ver que la criatura pasaba de largo a los alumnos desmayados. Shiho y Rina estarían bien. ¡La que estaba en peligro era ella!
"¡Auxilio…!" Gritó Nagisa a todo pulmón. Sentía que no llegaba a ningún lado, no había avanzado casi nada, o al menos esa era la sensación que tenía. La criatura no paraba de rugir y Nagisa sintió que esa cosa estaba pisándole los talones. Miró por encima de su hombro y justo a tiempo, esa cosa le soltó un zarpazo y Nagisa esquivó por meros centímetros. Rodó por el suelo y siguió corriendo apenas compuso el paso.
¡Gracias a todos los dioses era una chica atlética!
Se escondió detrás de una pequeña bodega de herramientas que seguramente guardaba todo lo de jardinería, fácil de adivinar si casi tropezó con un rastrillo que estaba contra el muro. Tomó la herramienta, envalentonada, y se giró hacia la criatura. La pobre temblaba de miedo, pero su cuerpo y su memoria muscular le decían cómo moverse y cómo defenderse. Y eso hizo. El monstruo saltó y le soltó un zarpazo más, mismo que Nagisa repelió con un poderoso movimiento de la herramienta de jardinería.
La adrenalina se apoderó del cuerpo de Nagisa mientras detenía los ataques del monstruoso ser con precisos y veloces movimientos. Pudo defenderse contra esa cosa por un rato quizá demasiado largo para un humano normal, pero no era consciente de ese detalle, ¡sólo quería salir de ese desastre con vida! Lamentablemente para Nagisa, se enfrentaba contra algo no natural, el monstruo finalmente rompió su herramienta y con un segundo zarpazo le hirió un brazo, ese mismo golpe la lanzó contra uno de los muros de la bodega de herramientas. Nagisa sufrió el impacto en su espalda, el aire se le salió de los pulmones, sintió el ardor de los zarpazos y su sangre caliente corriendo por su brazo. No podía respirar bien.
Eso en serio la aterró.
Quedó contra el muro, sujetándose el brazo y mirando a la criatura casi encima de ella. Sólo pudo cerrar los ojos y la quijada con fuerza. Se escuchó un rugido más del monstruo, seguido del seco y potente sonido de algo que se estrellaba en el suelo con fuerza.
Nagisa abrió un ojo al no sentir nada. Milagrosamente seguía de una pieza.
Volvió a poner atención para descubrir algo aún más bizarro de lo que ya estaba viviendo, si es que eso no era una horrible pesadilla como quería que fuera. Lo que tenía a tan sólo unos metros era a ¡Yukishiro Honoka peleando contra ese monstruo! ¡Uno contra uno y con sus manos desnudas! ¡¿Qué diablos estaba pasando?! ¡No podía creer nada de eso!
Por su lado, Honoka llegó justo a tiempo para evitar un feo incidente. No era usual que los Zakennas atacaran de esa manera, normalmente se alimentaban de la energía de vida a su alrededor… Bueno, ese asunto de la energía vital podría ser letal si nada los detenía, pero de eso a atacar directamente a una persona había mucha diferencia. Las únicas veces que eso sucedió fue cuando los monstruos oscuros se sintieron amenazados.
Sucedió con su abuela Sanae, sucedió con ella misma… Y ahora sucedía con Misumi Nagisa, la chica nueva de la escuela. No podía creerlo.
Le echó un rápido vistazo a la chica y ésta en serio estaba aterrada, casi en shock. No la culpaba. Un segundo vistazo y notó sangre en su brazo, ¡el Zakenna la había herido! Eso terminó por encender la chispa de furia de Honoka y decidió terminar con ese asunto lo más rápido posible.
Ante la sorprendida mirada de Misumi Nagisa, Yukishiro Honoka comenzó a pelear mano a mano contra el Zakenna. Los afilados zarpazos del monstruo eran detenidos y desviados por precisos y firmes movimientos tipo aikido de parte de la brillante alumna, para enseguida atacar con las más veloces patadas Nagisa que había visto nunca. Desde su sitio en primera fila, Nagisa notó que había algo que brillaba en ese extraño ambiente con neblina fría: Yukishiro Honoka. Más precisamente, lo que brillaba con más fuerza era una especie de brazalete, guante o algo blanco que llevaba en su brazo izquierdo.
Pese a estar temblando por la sorpresa, el dolor y un miedo del que nadie podía culparla, pudo notar que ese accesorio de apariencia metálica era similar al que usaban los personajes de su show favorito de los domingos: los Battle Rangers. Estaba sorprendida de la fuerza con la que su compañera golpeaba, mejor dicho pateaba, a esa bestia horrible, los golpes eran tales que podía ver que trozos del monstruo caían de su cuerpo y dejaban salir una especie de sangre negra de fuerte aroma.
Y como golpe final, una potente patada cargada de una luz blanca fue suficiente para volarle la cabeza a la criatura. Una vez eso sucedió, el ser oscuro se desintegró en el aire, llevándose consigo el extraño y pesado ambiente.
Honoka tomó aire y de inmediato corrió hacia la chica nueva. La pobre estaba en shock, no se había movido del muro donde quedó recargada.
"Estarás bien, Misumi-san, no te preocupes", dijo Honoka con la voz más calmada que pudo. Su compañera asintió torpemente. Lo primero era tratar esa herida, tenía los medios para curarla pero debía lavar la sangre y encontrar la manera de arreglar las rasgaduras de su ropa antes de que terminara la hora del almuerzo. Pensó seriamente en prestarle su suéter.
"Yukishiro-san, ¿qué diablos fue todo eso?" Nagisa gritó sin querer, seguía fuera de sí. Ya más de cerca, pudo ver que lo que estaba en la mano izquierda de su compañera era una especie de brazalete color blanco y azul que tenía un corazón en la zona de los nudillos.
"Te explicaré todo, te lo prometo, pero primero hay que curarte", respondió Honoka calmadamente.
Pero lo siguiente que pasó realmente sorprendió a ambas, lo suficiente como para que Nagisa saliera de su estado de shock y a Honoka se le fuera el gesto sereno de la cara.
Justo en el momento en que Honoka tomó una de las manos a Nagisa para ayudarla a levantarse, su brazalete blanco brilló y dicho brillo cubrió por completo a Nagisa. La brillante energía viajó entre ambas y curó las heridas de Nagisa en cuestión de segundos, incluso reparó las rasgaduras de sus prendas. Cualquier herida y lesión que sacó de ese terrible encuentro desapareció con un suspiro.
La misma Nagisa sintió que sus nervios, su miedo y cualquier otro estado alterado se esfumaron en el aire, incluso suspiró de alivio. Otra cosa que notó de inmediato fue la calidez de las manos de Yukishiro Honoka. El contacto de sus manos duró tres segundos más luego de que Nagisa se curara por completo. Las dos se soltaron al mismo tiempo y se miraron entre sí.
Honoka estaba más fascinada que sorprendida a esas alturas. Normalmente necesitaba concentrar su energía cuando quería curar a una persona, nunca era automático. Incluso el uniforme de su compañera se reparó y la sangre desapareció. Miró sus propias manos, las abrió y las cerró mientras aún sentía los rastros de esa extraña energía de luz que se activó al momento del contacto con Misumi Nagisa. Sonrió.
"No habrá necesidad de hacer otra cosa, por suerte", comentó Honoka. "¿Cómo te sientes, Misumi-san?"
"Creo que… ¿Bien?" Nagisa seguía fuera de sí. Se puso de pie y miró a su alrededor como para confirmar que todo lo sucedido fue real, pero lo único que vio fue que el rastrillo de jardinería que usó para defenderse del monstruo estaba en una pieza, que su suéter seguía entero y que ya no sentía dolor alguno en su cuerpo. Incluso el miedo se fue. Miró a su compañera con nerviosismo. "¡No puedo creer nada de esto!" Señaló la herramienta con horror. "¡Te juro que esa cosa se rompió cuando me defendí del monstruo! ¡Y yo estaba sangrando! ¡Mucho!"
"Te creo, te vi", respondió Honoka enseguida, lo que no agregó fue que su compañera hizo un magnífico trabajo enfrentando al Zakenna. "Y si te sirve el dato, toda la destrucción desaparece una vez que la criatura es derrotada", explicó. "Es como si nada hubiera pasado. De hecho, los alumnos que viste que cayeron dormidos, despertarán como si nada hubiese pasado". De las muchas cosas que le sorprendían a Honoka de lo sucedido, que Misumi Nagisa no cayera dormida por culpa de la bruma oscura era lo más sobresaliente.
Nagisa, por su lado, quedó con un gesto incrédulo al escuchar ese último dato. Era obvio que Yukishiro Honoka sabía mucho de esas cosas, pero la verdad no tenía muchas ganas de enterarse de los detalles, menos con el estómago a medio llenar. Justamente su estómago rugió y le recordó porqué estaba ahí. Se sujetó la barriga con ambas manos y puso cara de tragedia. "Yo sólo iba a la cafetería por algo de pan, sigo hambrienta", se lamentó la chica.
Honoka miró a su compañera unos segundos antes de sonreír con gentileza. Al menos los ánimos ya se habían calmado.
"Espera un momento, por favor", pidió Honoka y se puso de pie para caminar en la misma dirección por la que vino.
Nagisa notó que Yukishiro hizo desaparecer ese extraño brazalete sacudiendo ligeramente el brazo, el accesorio se transformó en algo más pequeño que cabía en su mano, pero no pudo adivinar su forma por culpa de la distancia. La vio correr hasta una banca ubicada cerca de uno de los edificios y volvió con algo en manos: una caja de almuerzo. Su propia caja de almuerzo seguramente, misma que le extendió con un gesto gentil.
"Ten, puedes terminártelo, espero que esto ayude".
Nagisa abrió la boca pero no dijo nada los primeros tres segundos. Miró a Yukishiro, luego la caja, nuevamente a su compañera y finalmente se rindió y aceptó la oferta. Al abrir la caja su gesto pareció iluminarse. ¡Todo se veía delicioso! Era poco más de la mitad.
"¡Buen provecho!" Exclamó Nagisa con recuperada alegría. El primer bocado fue suficiente para casi hacerla estallar de felicidad. "¡Muchas gracias, Yukishiro-san! ¡Está delicioso!"
"Me alegra que te guste, mi abuela lo hizo", informó Honoka mientras se acomodaba frente a ella. No pasó demasiado antes de que su compañera pusiera un gesto más serio, que pese a eso no dejara de comer le hacía cierta gracia. No pudo evitar sonreír.
"Yukishiro-san… Esa cosa… ¿Qué diablos pasó? Casi muero", dijo con desagrado antes de comer un trozo más de esa sabrosa carne de cerdo agridulce. ¡Todo era una delicia!
"La criatura que te atacó se llama Zakenna", respondió enseguida. "Se trata de un monstruo hecho de oscuridad pura que viene a absorber la energía vital de los seres vivos a su alrededor, principalmente humanos", continuó, notando que el gesto horrorizado de su compañera subía muchos niveles.
"Eso… Eso suena como sacado de un manga", murmuró Nagisa entre bocados, incrédula.
"Me alegra que no te pasara nada malo, Misumi-san", Honoka no quería pero se sentía con la obligación de ponerla sobre aviso ahora que se habían dado las cosas de esa manera. Seguramente a Misumi no le gustaría escuchar lo siguiente. "Pero me temo que de ahora en adelante deberás estar muy atenta. Esos monstruos aparecen seguido en la escuela y te atacarán apenas te vean", advirtió con gesto serio.
Nagisa casi se atoró con su bocado, pudo tragarlo y tomar aire mientras miraba a su compañera con marcado terror.
"¡¿Qué?! ¿Por qué? ¡Yo no tengo nada qué ver con esas cosas!" Reclamó Nagisa, aterrada.
"A mí tampoco me gusta la idea de que alguien más se involucre en estos asuntos, pero lamentablemente para ti, tienes un algo que te hace inmune a sus poderes oscuros", explicó Honoka como mejor pudo y sin entrar en muchos detalles técnicos. "Para empezar, no caíste dormida como los demás", señaló.
Nagisa frunció un poco el ceño y miró la comida. Decidió terminársela toda a gran velocidad antes de suspirar de manera honda, casi derrotada.
"No, no me dormí", respondió Nagisa. "Fueron Shiho y Rina las que cayeron dormidas de repente, noté que los otros alumnos que estaban alrededor también. Y luego ese monstruo me atacó en cuanto me vio", resumió Nagisa con algo de enfado. "¡Yo no quiero pelear con esas cosas!" Gritó mientras se cubría el rostro con ambas manos.
"Y no tienes por qué hacerlo", respondió Honoka tratando de calmarla. "De eso me encargo yo, sólo te pido que estés atenta para cuando vuelva a pasar y te pongas a salvo en caso de que yo no esté cerca, es todo", dijo hablando tan suave como pudo. Algo que Honoka no podía y no pensaba permitir era que una persona inocente saliera herida
Por supuesto que estaba curiosa ante la idea de que Misumi Nagisa tuviera una naturaleza como la de ella, pero no la iba a involucrar.
"¿Tú estarás bien?" Preguntó Nagisa de repente, preocupada. Rememorar cómo su compañera peleó contra el monstruo fue sorprendente, lo admitía.
"Sí, no es la primera vez que los enfrento y tampoco será la última, así que por mí no te preocupes, sé cuidarme sola", le sonrió de manera cálida, serena. "Tú mantente a salvo, ¿de acuerdo?"
Nagisa asintió en silencio a falta de una mejor respuesta. Tomó aire de manera profunda, algo en la voz de Yukishiro la calmó. Tenía una linda voz, lo admitía, era como una caricia en el oído. Cerró y envolvió la caja de almuerzo de su compañera antes de devolvérsela.
"Muchas gracias por la comida, Yukishiro-san, estuvo deliciosa".
"Por nada, Misumi-san", respondió Honoka con una sonrisa dulce. "Ya casi se acaba la hora del almuerzo, creo que debes volver con Kubota-san y Takashimizu-san", señaló y notó a Nagisa respingar y ponerse en pie de inmediato.
"¡Cierto! ¡Debo irme!" Exclamó Nagisa. "Bueno… Yo…" Se llevó una mano a la nuca sin saber qué decir a continuación. La situación era demasiado rara como para decir algo apropiado pero no hubo necesidad, Yukishiro nuevamente llegó a su rescate.
"Ve y cuídate mucho, ¿de acuerdo?"
"¡Sí!"
Nagisa echó a correr de regreso con sus amigas, Honoka la miró hasta que ésta se perdió de vista. Ambas suspiraron al mismo tiempo sin darse cuenta. Había sido un día bastante raro, especialmente para la recién llegada. Honoka estaba curiosa por muchas cosas, pero lo último que quería hacer era involucrar a alguien en esa pelea. De todos modos pensaba contarle a su abuela sobre el incidente, seguramente tendría alguna buena idea para ayudar a su compañera a protegerse mejor de los Zakenna.
Sí, ese era un buen plan.
El resto del día siguió con normalidad, afortunadamente para ambas chicas.
CONTINUARÁ…
