Capítulo 1

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Cuando era niña y tenía alrededor de cinco años, ella disfrutaba de un chocolate con galleta que tenía un relleno de nuez y almendras. Todas las tardes a las 7 pm su padre le daba uno de esos chocolates para que lo disfrutará después de la merienda.

Mientras ella comía lentamente de aquel chocolate. Su padre se sentaba en el sofá. En uno de los sillones que son solo para una sola persona, pero como ella era tan pequeña, los dos cabían perfectamente en ese sofá.

Su padre tuvo la costumbre de leerle cada noche desde que ella tuvo uso de razón. Su querido y amado padre le leía cuentos de magia, novelas románticas aptas para niños. A veces le leía poesía, y conforme ella iba creciendo le iba leyendo libros de biología y ciencias para que conociera poco a poco como funcionaba la naturaleza del mundo.

Ella siempre disfruta de que su padre le leyera. Si bien ella aprendió a leer desde muy pequeña, ella simplemente nunca quiso reemplazar las lecturas nocturnas con Alfred Granger.

Ahora mismo, ella daría lo poco que le quedaba por volver a ese momento.

En donde la vida solo se explicaba por la ciencia, y la magia no era más que un cuento. Algo irreal, algo ficticio, algo feliz que te ayudaba a retroalimentar la imaginación.

Daría todo por volver a aquel entonces donde la magia no existía.

Ya que ahora, que había conocido la magia, ahora que había habitado ese mundo de fantasía, se dio cuenta de que no tenía nada fantástico. No había nada bueno. No había alegría, amor, ni héroes. Su cuento mágico se convirtió en un cuento de terror. En su peor pesadilla.

—¡HARRY POTTER HA MUERTO!

La exclamación de Voldemort fue fuerte y clara. Todos los que quedaban con vida pudieron escuchar aquellas palabras. Ella misma escuchó el grito desolado de Ginny y los sollozos que vinieron de parte de McGonagall y Pomona.

Sus ojos vieron a su amigo. Inmóvil. Muerto. En los brazos de Hagrid quien era incapaz de controlar su llanto de tener en sus brazos a su querido Harry muerto.

Ya no estaba Ron.

Ahora tampoco estaba Harry.

Sólo quedaba ella.

Hermione no sé quedó ahí. No escucho el parloteo de Voldemort ni lo vio pavonearse y disfrutar de la victoria. La joven a pesar de todo el dolor físico y emocional volvió de nueva cuenta al castillo.

Ese castillo parecía estar a punto de caerse en pedazos. Ese castillo que aún aguardaba niños pequeños que mantenían la esperanza. Ella corrió por todo el lugar, sintiendo un fuerte nudo en la garganta. Sintiendo un mar de melancolía por ver todo derrumbado. Por ver los pasillos donde pasó seis años de su vida junto con sus amados amigos. Amigos que hoy habían muerto.

—Regaliz de limón. — si bien el castillo estaba a nada de desaparecer y con él el mundo mágico, la oficina del director seguía prácticamente intacta.

¿Cuánto tiempo faltaría antes de que invadieran la oficina y la destruyeran? ¿Cuánto tiempo faltaría antes de que el mundo se fuera por la borda?

Aquella castaña caminó hasta una de las sillas acolchonadas del lugar. Y se sentó en ella. Su mirada vacía se concentró en un recuadro viejo, que al encontrarse vacío solo la reflejaba a ella.

—Señorita Granger.

Hermione hizo oídos sordos. Y sólo miró su propio reflejo. Ni siquiera parecía ella misma. Se veía completamente diferente. Parecía que había envejecido unos diez años en un día. Su tupido cabello rizado se encontraba esponjado, sucio y sin forma alguna.

Su ropa estaba sucia a causa del polvo y de su propia sangre. Y había sangre seca, en sus brazos, en su cabeza, incluso en sus labios. Pero lo que más había cambiado era su mirada. Ya no era aquella mirada curiosa por todo lo que le rodeaba. Y ni aquella mirada feroz que la caracterizaba como una Gryffindor. Era una mirada vacía.

Porque ya no le quedaba nada.

Lo había perdido todo.

¿Cuánto tiempo faltaba para que los mortifagos llegarán hasta ella y la mataran?

—Señorita Granger… — insistió el recuadro.

Hermione continuó con su vista en ella misma. —Usted me dijo… a través del recuerdo del profesor Snape… que viniera aquí si las cosas salían mal. — explicó con tranquilidad la muchacha. —Lo sabía, usted sabía que yo terminaría viendo los recuerdos del profesor Snape para entender porque Harry iría por su propia voluntad a morir. Yo ya sabía que él era un horrocrux incluso antes de ver esos recuerdos, y creo que usted tenía claro que yo ya lo sabía. Pero aún así los ví, y eso me trajo aquí. — la joven suspiró y se recargó en la silla. —Dígame, director ¿Qué más quiere de mí?

Durante muchos años Albus había visto a personas perdiéndose por la guerra y realmente siempre fue indiferente a ello. Pero esta vez no pudo evitar sentir una pizca de culpa al ver a la joven en su oficina. Una niña pequeña e inocente había sido reemplazada por una joven desesperanzada y resignada.

—Lamento mucho que Harry haya muerto.

—¿De verdad lo lamenta? — no había burla en la voz de Hermione, pero tampoco había un interés genuino. —Director, tal como dijo el profesor Snape, usted mantuvo vivo a Harry solo para conducirlo a su muerte. — musitó. —Todo esto ha sido un plan suyo que al final ha fallado. Nagini sigue viva, Voldemort también, y Harry ya no está. Él era la esperanza. ¿Qué nos queda ahora?

—Seguir luchando señorita Granger.

—¿Con qué propósito? — cuestionó. —Ya no tengo nada allá afuera, director. No tengo padres, no tengo amigos. Los que quedamos moriremos pronto. ¿Por qué seguir luchando?

—Para que Harry y Ron tengan un futuro mejor. Para que usted tenga un futuro mejor.

—¿Cómo un par de muertos podrían tener un futuro? — se burló la joven quien levantó su cansada vista para mirar a aquellos ojos azules del retrato.

—Dándoles una oportunidad más. — explicó. —Tiene conocimientos que el mundo mágico necesita para acabar con esta guerra.

—Usted también tuvo estos conocimientos, director. Y nunca los compartió. Solo cuando murió se los dijo a tres niños. ¿Por qué no decirlo antes y acabar con esta guerra usted?

—Señorita Granger, admito que debí tener más confianza en la orden del fénix, pero como estaban las cosas, Harry era la única persona en la que podía confiar plenamente.

—¿Confiar o manipular? Porque Harry era joven, director. Él nunca dudó de su palabra. Fue su guerrero más leal, su mejor peón. — Hermione tomó una bocanada de aire antes de volver a preguntarle. —¿Qué más quiere de mí, director? Mi cerebro no logró salvar a Harry o a Ron. ¿Qué espera que haga mi cerebro está vez?

—Señorita Granger, por favor levántese y mueva el cuadro de Phineas Black.

La leona suspiró. Obligó a su cansado cuerpo a ponerse de pie y caminar hasta el retrato. Ella sentía las miradas de todos los ex directores de Hogwarts en su espalda. Cuando retiró el retrato encontró una caja mediana, la cual tomó y llevó hasta el escritorio del despacho.

—Supongo que tengo que abrirla.

—Si es tan amable.

Hermione abrió la caja. Y su entrecejo se frunció al ver su contenido. —Este giratiempos no es normal. — fue lo primero que dijo al ver aquel collar que utilizó durante un año anteriormente. No es el que usted me dio.

—Un giratiempos común no puede retroceder lo suficiente.

—¿Y cuánto tiempo planea que retroceda, director?

—Tal vez lo suficiente, para que Harry no sea un horrocrux y así no muera como lo ha hecho hoy.

—¿1980? — dijo el año de nacimiento de su amigo. —¿17 años? ¿De verdad espera esto de mi, director? ¡¿17 años?!

—Será una tarea difícil, señorita Granger. Viajar al pasado, a un sitio donde no conoce a nadie… pero donde puede cambiar el futuro de todos los que conoció.

Hermione miró con sus fríos ojos marrones el giratiempo color onix que reposaba sobre su mano. —¿Y para qué es esa copa? — cuestionó.

—Ir al pasado no será cosa sencilla si no tiene una coartada que explique su existencia, señorita Granger. Necesita ayuda y no de un retrato viejo…

La joven elevó la vista y frunció el entrecejo. Justo en ese momento la puerta del despacho volvió a abrirse.

La leona giró de inmediato y levantó su varita. Si bien ella ya estaba cansada de luchar, su instinto de soldado y sobreviviente seguía ardiendo en sus venas.

Unos ojos grises le miraron con sorpresa. Draco Malfoy había ingresado al despacho. Seguía vistiendo esos trajes elegantes que lo caracterizaron desde su cuarto año. Solo que ahora se veía más delgado, y más cansado. Con unas enormes ojeras debajo de sus ojos. Y un temblor anormal en la mano que sostenía su varita.

Ese no era un mortifago. A pesar de tener la marca tenebrosa tatuada en la piel de su brazo izquierdo, Malfoy no era un mortifago. Al menos no uno de verdad. Malfoy no era más que un pobre diablo al igual que ella. Malfoy no fue más que un pobre chico estúpido que se dejó envolver por las creencias de quienes le rodeaban hasta terminar en esto. Malfoy no era más que un maldito cobarde y miedoso que tuvo la fortuna de seguir a sus padres y terminar en el lado correcto. Y sí, era el lado correcto porque Voldemort acababa de ganar.

Pero aún había miedo en los ojos grises de ese pobre infeliz. El mismo miedo que tenía en ellos en su sexto año. El mismo miedo que vio cuando los capturaron y los llevaron a su mansión meses atrás. El mismo miedo de hace unas horas cuando casi moría calcinado por el fuego maldito.

Y ese miedo lo volvía inofensivo. Hermione bajo su propia varita. Y tomó asiento de nueva cuenta en la silla del despacho.

—Granger…

—Supongo que ya había hablado con él. — le dijo al retrato ya que había decido ignorar la presencia de la serpiente.

—Efectivamente, entre el joven Malfoy y Severus se encargaron de modificar el giratiempos durante los últimos meses. Gracias a ello el giratiempos puede enviarlos al…

—No habrá retorno. — el rubio tuvo que aclararse la garganta para poder hablar. —Modificamos el giratiempos para viajar al pasado, pero no para regresar. No llegamos a tanto. — explicó. —Probablemente el desgaste sea tanto al enviarnos atrás, que el giratiempos será obsoleto por completo.

—No habrá retorno ¿Eh? — la joven volvió a mirar aquel objeto. —Entiendo por qué iré yo. No tengo padres, ni familia. Tampoco tengo amigos aquí. Soy la indeseable número 1 que será cazada de inmediato. Y soy la que tiene el conocimiento. ¿Pero por qué tú, Malfoy? — le cuestionó. —Han ganado. Has ganado. Al menos para ti y tu familia eso es bueno ¿No? ¿Por qué volver si con el ascenso de tu amo se vuelven los victoriosos de esta guerra?

La mandíbula del platinado se tenso de manera notable. —Quiero salvar a mi familia de está mierda, Granger. — explicó a regañadientes. —Con Voldemort al poder lo que les espera no será vida.

Hermione sonrió por primera vez. —Curioso que lo digas tú. — sus ojos miraron de nuevo al director que la miraba con curiosidad. —¿Para qué es la copa? — pregunto una vez más.

—Como lo dije, necesita una coartada para poder explicar su presencia. — mientras Dumbledore procedía a explicarse, el joven mortifago comenzó a hechizar la puerta con todos los hechizos protectores que había aprendido en ese tiempo, no se iba a arriesgar a qué un mortifago los asesinara antes de tiempo. —Lucius Malfoy tuvo un hermano mayor, Perseus Malfoy. A diferencia de Lucius Perseus no estaba muy arraigado a las reglas familiares. Algo así como un Sirius Black. Por lo que tuvo su mismo destino, fue repudiado por su familia y borrado del árbol familiar. Perseus falleció a edad temprana, pero edad suficiente para tener un hijo de la edad del joven Malfoy aquí presente.

—Su coartada. — señaló a Draco. —Será ser hijo de Perseus. — el director asintió.

—Para cuando ustedes vayan, Perseus ya estará muerto por lo que no podrá desmentir su historia. — continúo. —Y usted señorita Granger, será la otra hija de Perseus. Para eso es la copa, para que el señor Malfoy le adopte y sea una Malfoy de ahora en adelante. De esa forma ambos podrán buscar refugio o algún hogar bajo el yugo de Narcissa y Lucius. Y de esa misma forma podrán hacerse del dinero que se necesita para estar en ese lugar.

Hermione arqueó una ceja para después mirar al platinado. Él no se veía feliz con la idea, pero aparentemente había tenido mucho tiempo para poder procesarla y digerirla.

¿Ser adoptada por la familia Malfoy? Quiso reír de nueva cuenta.

—No me lo tome a mal, director. Pero físicamente hablando estoy lejos de parecer una Malfoy. — la joven señaló su gigantesca melena. —Pese a qué Malfoy haga la adopción, mi apariencia física grita que no soy una Malfoy.

—En las familias sangre pura hay muchas adopciones, Granger.

—¿Adopciones? ¿No se supone que nos han vendido durante años la pureza de la sangre? Si son tan puros como dicen, no habría adopciones, Malfoy.

El rubio suspiro y chasqueó la lengua. Miró al director para que fuera él quien diera la explicación.

—Como sabrá señorita, Granger. En muchas familias se aplica el incesto para mantener la pureza de sangre, sin embargo, a la larga una gran cadena de incesto trae repercusiones para la descendencia. Cómo en el caso de los Black…

—Donde mueren jóvenes o se vuelven locos. — añadió la joven. —Ey Malfoy, también eres un Black ¿Cierto?

El joven gruñó.

—Y como los Riddle quienes se volvieron agresivos y desequilibrados mentales, provocando que las riñas entre ellos los fueran extinguiendo. — prosiguió el director sin detenerse en la burla de la joven. —Para evitar esto y evitar que las familias se extingan, surgen adopciones. Dichas adopciones "limpian y purifican la sangre" del adoptado y los vuelve un legítimo portador de su apellido, y a sus descendientes también. De esa forma el apellido, y la pureza no se pierden.

—Me siento… estafada. — una risa cansada salió de los labios de la morena. Inevitablemente llevó su mano derecha a su antebrazo izquierdo, en el cual se encontraba una cicatriz que nunca cicatrizaría de verdad.

—De esa forma funciona el mundo de las élites puristas, señorita Granger.

—Hagamos esto de una vez. — Draco se hartó de la parsimonia con la actuaba la leona. Él caminó hasta la caja en el escritorio y tomó aquella copa dorada. Con una daga que se encontraba en la misma caja cortó la palma de su mano para dejar caer gotas de sangre en la copa. Más tarde agregó una pequeña poción plateada y revolvió la poción con su sangre. —Yo Draco Lucius Malfoy Black, heredero legítimo de la noble y antigua casa Malfoy, una casa antigua perteneciente a los sagrados 28, te adoptó a ti Hermione Jean Granger, como un miembro más de mi casa. A partir de este momento tu sangre se limpiará y tendrás que llevar con fervor y orgullo el apellido Malfoy. — con un ligero movimiento de varita, el rubio tocó la copa, provocando que el líquido en ella brillará en un tono dorado y el color de la poción se tiñera de escarlata. —Bebelo ya, Granger. No podemos perder tiempo.

—Ustedes dos, han asumido que yo quiero hacer esto. — explicó lentamente, levantando su vista para ver directamente a los ojos azules del director. —Nunca dije que "sí".

—¡Granger…! — el nerviosismo en el rubio era notable. Su tiempo se estaba acabando, en cuestión de minutos o segundos los mortifagos podrían llegar a la oficina y matarlos. —¡Deja de jugar, Granger! ¡Sólo bebelo de una vez para que podamos ir!

—De nuevo, no recuerdo haber dicho sí. — ahora miró directamente a esos ojos plateados del rubio. —Admirable que hayas dejado a… "él que no debe nombrarse" de lado. Pero él. — señaló a Dumbledore. —No es muy diferente. No hizo nada por un hombre inocente que estuvo más de una década en Azkaban. Dejó que los problemas de confianza en la orden incrementarán a tal punto en que estaban todos contra todos. Mando a un hombre lobo que era más hombre que bestia a una manada a sabiendas de que eso afectaría su vida de manera permanente. Utilizó durante años a un espía para mantener vivo a un niño. Niño que por cierto, solo crío para dejarlo morir. Les dejo a tres niños una misión suicida sin darles detalles ni información suficiente para lograr su cometido. — la joven suspiró. —Has dejado a un mago tenebroso para unirte a un mago maquiavélico. Ya que, el fin siempre ha justificado los medios ¿Verdad, director Dumbledore?

No había culpa en esos ojos azules que la miraban desde el cuadro. Eran unos ojos fríos y calculadores. Siempre fue una mirada frívola que era bien ocultada tras esas sonrisas "amables" y esas palabras "sabías"

—Ahora, usted manda a un mortifago junto con la indeseable número 1 al pasado. Dos personas completamente diferentes que se han odiado por años. ¿Qué haremos en el pasado, director? ¿Tengo que confiar una vez más en usted? ¿Dejar que nos siga manipulando y ocultando información?

Draco miró a Hermione. Si bien sentía un horrible cosquilleo en su estómago debido a los nervios y ansiedad de que el plan que tanto tardó en construir se fuera al diablo, no pudo evitar sentir cierto asombro ante las palabras de la leona.

Jamás espero vivir tanto para verla cuestionar la autoridad e ideas del anciano calculador. Jamás espero vivir tanto para no ver a la señorita Gryffindor saltar de inmediato ante una orden suicida creada por el director.

Pero había algo más en ella. Estaba acabada, como si la desesperanza la hubiera envuelto en una bruma imposible de romper. Ella era el reflejo claro de alguien que perdía una guerra. O como ella misma lo dijo minutos atrás, era el reflejo de alguien a quien ya no le quedaba nada ni nadie.

—Señorita Granger… quedará a su decisión si usted quiere confiar en mí una vez más.

—¿Y usted? ¿Podrá confiar en dos Malfoy llegados de la nada? ¿Podrá ayudarnos, profesor?

—No…

—Entonces es una misión sin sentido. No nos creerá. Nadie creerá en nosotros. No salvaremos a nadie. — la joven estiró los brazos sobre su cabeza provocando que su espalda crujiera. —Prefiero esperar a que me maten aquí sentada. Solo falto yo.

—¡No sólo van a matarte! — el rubio golpeó la mesa con ambas manos. —¿No lo entiendes? ¡Utiliza tu brillante cerebro, Granger! ¡Van a torturarte! ¡Te harán atrocidades!

—Ya me torturaron una vez. De hecho creo que tú estuviste ahí cuando me cruciaron doce veces.

—Catorce. — corrigió el peliplateado en automático. Draco tuvo que tomar aire, poco después tomó a la joven de los hombros y la miró. —Tenemos que hacer equipo Granger, o vamos a morir.

—Moriremos de todos modos.

—¡AY, POR MERLÍN! — El joven retrocedió unos cuantos pasos y soltó un grito frustrado. —¡Hazlo por Potter y la comadreja! ¡¿No eran ellos tus amigos?! ¡Si ellos estuvieran vivos…!

—Hubiéramos ganado la guerra.

—Si ellos estuvieran en tu lugar. — corrigió. —Si la muerta hubieras sido tú y no ellos, esos dos idiotas hubieran tomado el giratiempos y se hubieran largado al pasado sin dudarlo solo para recuperarte. — añadió el joven. —¿No vas a hacer lo mismo por tus amigos, Granger? ¡Puedes darles una vida normal! ¡Siete años de Hogwarts donde no tengan que arriesgar su vida cada maldito año!

Arriesgar su vida cada año.

Y esa fue su realidad. Desde que iniciaron Hogwarts nunca tuvieron tranquilidad. Harry nunca tuvo una vida tranquila. Ni siquiera su infancia fue tranquila.

Su amigo nunca habló abiertamente de ello. Pero no era necesario hablar lo que era obvio. Sus tíos le odiaban y nunca le trataron con respeto. Jamás recibió una muestra de amor y cariño en esa casa. Y cuando por fin llegó a Hogwarts y conoció el mundo mágico, no se encontró con el cuento de hadas y fantasía que imaginó. Se topó con que él era la pieza clave de una guerra y desde entonces fue utilizado para pelear batallas que no le correspondían.

Ella lo vió cargar con culpas con las que no tenía que cargar. Se sentía culpable de la muerte de sus padres. De la muerte de Cedric y Sirius. Se sentía culpable de que Voldemort atacará Hogwarts.

Harry, su pobre Harry. El niño que utilizó por años la ropa vieja de su primo. El joven que no podía dormir tranquilo ni estar en paz con su propia mente ya que está era invadida por un mago oscuro. Aquel joven que sufría de insomnio y una gran cantidad de estrés.

Hermione estiró su mano y bebió el contenido de aquella copa. Si podía darle a Harry una familia, entonces todo valdría la pena. Podría intentarlo una vez más si Harry y Ron tendrían siete años de paz en Hogwarts. Sin ajedrez malditos, sin basiliscos, sin prófugos de Azkaban y sin dementores. Sin torneos peligrosos. Sin esconderse para aprender defensa y sin irrumpir en el ministerio. Solo dos niños disfrutando de su vida escolar, sin misiones, sin horrocrux.

La bruja sintió una calidez recorriendo su cuerpo adolorido. Tal vez era la magia que "estaba volviendo su sangre pura" o simplemente era un efecto adverso de la poción que se vio obligada a tomar. —¿Eso es todo? No me siento diferente.

—Solo eres una Malfoy de manera legal, nada del otro mundo.

—¿Tendrá validez en el pasado?

—Sí.

—¿Qué hay de Gringotts? ¿Seremos reconocidos como tal?

—Sí, ya me encargue de eso.

—¿A qué año volveremos?

—Preguntas demasiado.

—Perdón por tener tantas preguntas, pero no se puede confiar ciegamente en un retrato manipulador y en un mortifago. — bufó. —¿A qué año, Malfoy?

—1980, es cuando nace el cararajada ¿No?

—No sirve de nada ir directamente a 1980, tenemos que volver al 77.

—¡¿Estás demente?! ¡Son tres años antes de lo previsto en el plan original!

—Al parecer tu plan original es una mierda. Tenemos que ir al 77.

—¡Granger!

—¿Por qué ese año, señorita Granger? — intervino el retrato antes de que aquellos dos jóvenes comenzaran a discutir.

—Tenemos que cursar nuestro último año de Hogwarts.

—¿Es en serio Granger? ¿No puedes vivir sabiendo que no concluiste tus patéticos estudios?

Hermione se abstuvo de rodar los ojos. —¿Planean que lleguemos a 1980 y nos reunamos con la orden del fénix como si fuéramos amigos de toda la vida? Ellos necesitan confiar en nosotros. — explicó la joven. —Para ganarnos la confianza de las personas que son los protagonistas de la primera guerra, primero tenemos que conocerlos. ¿Qué mejor lugar que Hogwarts?

Draco chasqueó la lengua a sabiendas de que la joven enfrente de él tenía razón. No podía simplemente llegar ante un montón de personas e intentar que confiaran en él de la nada. Y no solo los miembros de la orden. Él tenía que salvar a sus padres y a su padrino.

—Cerebro. — la joven señaló su cabeza. —Supongo que esto será la justificación para ser adoptada por tu casa. ¿Cierto?

—Sí, Granger, solo te quieren por tu inteligencia. — Draco le quitó el giratiempos. —Hasta eso tenemos suerte, Perseus justamente muere en la primavera de 1977. — añadió el rubio. —Pero no tenemos a dónde llegar.

—Tanto tiempo ideando este plan ¿Y no cuentan con un lugar de llegada?

—Hubiera tenido un excelente lugar de llegada si el destino fuera en 1980, no antes.

—Dame esa cosa a mí, yo sí sé dónde llegar. — la joven se puso de pie y escaneo rápidamente aquella oficina. Sus ojos marrones se concentraron en un viejo sombrero de cuero, en el cual se pudo ver un destello plateado.

La joven caminó hasta el sombrero y de él tomó aquella espada que habían dado por perdida tiempo atrás. Era bueno saber que contaría con el arma que le daría un fin definitivo a esos horrocrux.

Draco tuvo que morderse la lengua para no decir nada cuando la joven comenzó a tomar todo para meterlo en una diminuta bolsa la cual obviamente tenía un hechizo de expansión indetectable. Hasta donde él recordaba dicho hechizo era ilegal.

Hermione tomó diversas pociones que estaban etiquetadas en los estantes. Lo más seguro es que el profesor Snape las tuviera ahí en su momento de director. También decidió llevar consigo el pensado, algunos cuantos libros de títulos desconocidos, y ya que estaba robando también se llevó una canasta llena de dulces de limón.

—Te falta llevarte la vajilla, Granger. Es de oro. — se burló el platinado ante los actos delictivos tan descarados de la joven.

—Ahora que soy una Malfoy, me aseguraré de robarte hasta el último galeón, así que no necesito la plata. — sus ojos le miraron. —Dame esa cosa y hagamos esto de una vez.

Malfoy le arrojó el giratiempos. —Serán 21 vueltas, Granger. Piensa en el día y mes al que quieres llegar. Pero sobre todo visualiza bien el sintió en el que quieres aparecer.

—¿21 vueltas? ¿Una por cada año?

—Así es, sabelotodo. — ambos pudieron escuchar explosiones cerca, demasiado cerca. En ese momento comenzó a percibirse un ligero temblor. Estaban intentando entrar. —¡Apresurate, Granger!

La joven contó tranquilamente cada una de las vueltas, para no equivocarse dando vueltas de más o de menos. Mientras más vueltas le daba al giratiempos este brillaba más y más, a tal punto de que la luz comenzó a cegarlos.

Draco tomó la caja con lo que quedaba y la metió rápidamente en esa bolsa que tenía la chica, posteriormente tomó la cadena dorada del giratiempos para qué tanto él como ella quedarán envueltos por ese lazo.

Cuando la joven dejó de girar aquel artefacto modificado en sus manos, este comenzó a vibrar y la luz incrementó gradualmente hasta que los envolvió por completo. Los ojos marrones de la joven se elevaron para ver por última vez esos ojos azules del director. —Si fallamos y el mundo se va al carajo de nuevo, será solamente su culpa, director.

Toda la oficina se iluminó, y solo segundos después cuando la luz desapareció el despacho volvió a quedar en completa soledad, porque Draco Malfoy y Hermione Granger habían desaparecido para irse a un pasado que solo les podría prometer un futuro lleno de incertidumbre. —Buen viaje mis muchachos. — musitó el retrato, segundos antes de que toda la realidad que él conocía comenzará a cambiar por completo.