Akaza se sostuvo sobre ella. Por más que quiera negar lo que pasaba y retractarse, no podía.

Es cierto, esto que pasó no facilitaba las cosas. Al contrario.

Se recostó a su lado, y ella se cubrió levemente con una manta. Se giraron para quedar cara a cara acostados sobre el tatami.

- Nunca había tenido una despedida y para ser la primera, pues dejó la vara extremadamente alta.

Ella sonrió, entre satisfecha y triste, Akaza pudo notar la sombra en su mirar.

- ¿Realmente tienes que irte?- susurró ella.

-¿Quieres que sea sincero?-

-Creo que me lo merezco...- Naoko se sintió orgullosa, al fin tendría su explicación.

-Estas en peligro.- dijo, mirándola fijamente. La sonrisa de Naoko se esfumó.- Temo llamar la atención de otros demonios que no quisiera. Y si eso pasa probablemente termines muerta. No quiero eso.-

Ella abrió los ojos con asombro y parpadeó. No es que fuese ajena a la existencia de otros demonios, pero no pensó que una situación así pudiera darse.

"Es decir...son demonios. No es como que tengan un shogunato o algo así. ¿O si? Bueno Akaza siempre fue muy reservado con ese tema..." Pensó Naoko, algo confundida."Tampoco es que yo pregunté mucho...hay cosas que simplemente intuyo que no se preguntan."

-¿Has roto alguna regla?-

- Creo que varias...-Sonrió él.

- Hablo en serio...-

- Mira...hay cosas que no puedo decirte. Que no debes saber. Solo debes entender que la mayoría de los demonios no son como yo. Y este grupo...-Dijo, señalando sus ojos.- No tiene ningún reparo en matar por matar.-

"Tercera Creciente." pensó Naoko."Si. Recuerdo que me dijo que eran Seis Lunas Crecientes"

-Es decir que hay cinco demonios diferentes que pueden venir a matarme. Ese número no me agrada...-

-No. Sólo uno. Hay solamente uno que busca fastidiarme más que todos los demás. La Segunda Creciente.-

-Bueno, uno no está tan mal.-dijo ella, llevándose un dedo al mentón en gesto pensativo.

-No es un juego, Naoko.-Dijo él, sentándose. Tomó su ropa y se vistió. Ella se envolvió en la sábana y lo observó.- Si él te encuentra no habrá nada que yo pueda hacer, no tiene sentimientos en absoluto, ¿entiendes? No va a tenerte lástima.-

Naoko no dijo nada.

La decisión estaba tomada y no había vuelta atrás. Pero esta vez ella había empezado a entender.

Y supo que se necesita mucha fuerza de voluntad dejar a una persona por un bien mayor.

Siguió acariciando la idea de que la convierta en un demonio, pero también sabía que él no iba a acceder. No insistió. Se quedó inmóvil, viendo cómo él acomodaba su ropa, memorizando el trazo de las líneas azuladas de su cuerpo, el contorno de sus músculos.

Sintió la tristeza apretarle la garganta.

Él se agachó frente a ella, con una rodilla en el piso. Colocó una mano en su mejilla.

-Consigue un amuleto de glicinias.- le dijo. Sabía que probablemente un simple amuleto de glicinias no la salvaría de Doma pero había que intentar.- Llévalo siempre contigo.-

-¿A donde irás?-

-Lejos...lo más lejos que pueda.- sus ojos se encontraron en una mirada triste. Estaba genuinamente dolido y eso no era favorable para nadie.

"Te has vuelto débil..." pensó él "una mujer te volvió vulnerable. Es patético."

No alimentó ese pensamiento. No era necesario ahora. La piedad también es una característica de los sabios y los fuertes.

-Voy a extrañarte...-susurro Naoko, y se echó hacia adelante. Volvió a besarlo. Ahora no era deseo lo que había.

Era aprecio.

Y eso lo destruyó.

Sabía que lo que estaba por hacer podria sellar su destino pero... La parte racional de su cerebro no funcionaba bien desde hacía un rato.

Bueno, a decir verdad desde hace unos meses.

-Mira...si estás dispuesta, voy a enviarte una carta. Voy a decirte donde estoy y si puedes ir...-

Hecho.

Sellado.

-Si. Puedo ir.-se apresuró a decir.

-Aun no dije...-

-No importa.- lo interrumpió ella.

Él la miró. Sus ojos negros brillaron. Era la ilusión de un nuevo encuentro que ni siquiera se había concretado porque no había terminado este. Eso, en cierto punto, le causó gracia.

Le dio un último beso fugaz y se fue.

Cuando estuvo lo suficientemente lejos de la casa, se detuvo.

En el medio de la montaña, rodeado de soledad, miró al cielo. No faltaba mucho para el amanecer.

Había sido una noche interesante, por no decir más.

Pero ahora, ese nuevo apetito debía reprimirse. Y el odiaba reprimirse.

Y se odió en este momento por dejar que todo llegue a donde llegó.

"Anidando sentimientos. ¿Que clase de demonio eres? ¿Y tú te dices la Tercera Luna Creciente? Que vergüenza." la voz en su cabeza sonaba muy parecida a la de Muzan. Eso le dio miedo. Verdadero miedo. Peor que Doma sería que venga el mismísimo Señor Muzan. Ahí no solamente la matarían...la torturarían por diversión y seguramente lo harían mirar, aunque estaba seguro que el Señor no se ocuparía de un asunto tan estúpido como este. Definitivamente enviaría a la Segunda.

Y luego se encargarían de él.

Le dio un golpe certero a un grueso árbol a su lado. Sintió el dolor subirle por el puño hasta el hombro.

Y otro golpe. Astillas clavadas en sus nudillos.

Y otro. Un agujero en la corteza. Los ojos de Naoko. Su sonrisa.

Los ojos de alguien más mirándome igual alguna vez. Fuegos de artificio.

Apretó los párpados y sacudió la cabeza

"¿Quién eres?"

Otro golpe. Y otro. Otro más.

Ira, dolor. Frustración.

No se detuvo hasta que el árbol cayó, con un estruendo grueso en la espesura del bosque.

Le sangraron las manos, pero había purgado levemente su ira.