Al día siguiente la lluvia caía con fuerza en la ciudad e Inuyasha debió ir con un paraguas para que no se mojara, cruzando la calle con cautela observó el auto del padre de Aome deteniéndose frente a él.
—Hola — saludó Aome —, sube.
—¿Segura? — preguntó y ella asintió —eres muy amable — dijo Inuyasha con una sonrisa.
El chico miró de reojo a la joven Higurashi quien no llevaba su gorro de lana puesto topándose con una peculiar característica en ella: dos tiernas orejas de perro que sobresalían en la parte alta de su cabeza.
—Disculpa — Aome lo miró —¿ibas tarde?
—Digamos que sí — el chico se rio nervioso —las ruedas bici están pinchadas así que tuve que venir a pie.
—Entiendo — la joven se puso su gorro gris —, discúlpame si sueno algo fría pero realmente no vengo de Sendai, de hecho nací aquí luego papá y mamá se mudaron a Sendai hasta que cumplí los cinco años y luego nos mudamos a Londres, aunque aún recuerdo a unas amigas de mi infancia.
—Eso explica porque suenas tan fría — murmuró el pelinegro —, ¿y lo de tus orejas? — indagó él.
—Es... — ella miró a su padre por el retrovisor —una malformación genética.
—Oye, le hablé de ti a mi madre — el joven se removió incómodo en el asiento trasero del carro —, dice que quiere que vayas a cenar con nosotros.
—Adelante hija — el señor Higurashi la vio por el retrovisor —, acepta y talvez puedas tener más amigos.
—Bien, ¿qué te parece hoy a las siete de la noche? — preguntó ella. Será un gusto conocer a tu madre.
Cuando el padre de Aome detuvo su auto frente a la entrada a la escuela le entregó el almuerzo a su hija y a Inuyasha, que parecía que le había caído bien, le ofreció dinero para que comprara algo para el almuerzo; posteriormente la chica sacó un paraguas y metió a su compañero debajo de él.
Desde el salón de su curso, que quedaba en el segundo piso, Sango y Miroku observaron fijamente la escena especial, el chico enarcó una ceja al ver cómo esa chica se tomaba esa licencias.
Inuyasha estaba tan rojo que era incapaz negarlo pero Aome Higurashi estaba tan campante, derrochaba clase y estaba muy tranquila.
"Aiaigasa... esto es... muy incómodo" pensó Inuyasha "pero sé el secreto de sus orejas, se ven tan tiernas que quisiera tocarlas ¡contrólate Inuyasha!"
—¿Disculpa te ocurre algo? — indagó la chica preocupada.
—Eh... — él la miró sonrojado —es... es que... es que... ¡estás coqueteando conmigo!
—¿Coqueteando contigo? no entiendo. Sólo te estoy tapando de la lluvia para que no te mojes, Inuyasha — mencionó Higurashi con calma —eso es normal en Inglaterra. Prácticamente viví toda mi vida allá por eso lo siento normal. Discúlpame si te ofendí.
Inuyasha se sonrojó de vergüenza, olvidaba por completo por el malentendido con Higurashi pero realmente estaba cómodo junto a ella, tomó la sombrilla y a ella la sujetó de la mano y juntos corrieron hasta el salón de clases.
Miroku les chifló como si de una pareja de enamorados se tratara, y es que sí lo parecían y mucho. Aunque a Aome le daba igual lo que ese chico le dijera pues si relación era más caótica y difícil que cualquiera.
—Kagome — dijo Sango jalando a su amiga del brazo —¿sabes qué es lo que acabas de hacer? — inquirió la castaña.
—Sí, le compartí el paraguas a Inuyasha para que no se mojara ¿tiene algo de malo? — la Higurashi ladeó la cabeza.
—Ay... no tienes remedio — exclamó la chica —estabas coqueteando con él, ¿acaso quieres salir con Inuyasha?
Las mejillas de Aome se enrojecieron y su nariz empezó a olfatear algo en el lugar.
—Tu perfume — mencionó la hanyō —, huele bastante bien.
—No me cambies el tema — masculló Sango enfadada —¿que no sabes que Inuyasha está saliendo con Kikyo?
—Sí, eso lo sé y... ¿podrías dejar de gritar? me duele la cabeza — murmuró Aome viéndola a los ojos —, además deberías ver atrás. No es bueno hablar de alguien a sus espaldas.
El aura que se podía sentir proveniente de Inuyasha era una de agresión, Sango quedó pálida al ver la cara de pocos amigos de su amigo y sentirse acorralada entre un chico malhumorado y una Aome tan despreocupada que simplemente le daba miedo.
—Yo no estoy saliendo con Kikyo — Inuyasha habló en un tono sereno —, oye Higurashi.
—¿Sí? — la chica lo miró.
—Veo que ya conoces a Sango — mencionó el chico ya más tranquilo —, su padre es dueño de un dojo de kenjutsu. Por cierto, ¿podría ir a investigar un poco allá sobre mi trabajo? es que lo haré sobre los samuráis.
—¿Tú estás haciendo esa exposición acerca de esa temática? — Takahashi murmuró ya más tranquila —pues bueno yo lo haré sobre el folclor de esa época. Podemos reunirnos todos mañana que es sábado y así haremos mejor nuestros trabajos.
Aome miró a Sango y luego miró a Miroku sentado en su lugar que atento observaba la forma de relacionarse todos, la hanyō estaba completamente segura de confiar en ellos dos mas el caso es que el mejor amigo de Inuyasha le daba mala espina aunque sí que sus instintos le decían que podía confiar en él también.
—O mejor nos reunimos en mi casa — propuso Aome —¿conocen el templo Higurashi?
—¿el templo del viejo árbol sagrado? — Miroku escuchó sin querer —, mi abuelo va allí de vez en cuando junto a uno de mis primos, el pequeño Shippo.
—Sí, es verdad, ahí vivo — comentó la hanyō con una sonrisa —. Nos vemos mañana en la mañana.
Las clases de ese día transcurrieron con total normalidad a pesar de las fuertes lluvias, a la hora de salida finalmente escampó y Aome iba saliendo pero Inuyasha se acercó a ella aún cojeando y al llegar junto a al chica le dedicó una sonrisa.
—¿Y dónde está Kikyo? — Aome le preguntó.
—Va a aparecer en tres, dos...
Doblando en la esquina del colegio estaba Kikyo apoyada sobre un auto, rápidamente observó fijamente a Aome mientras se acercaba a ambos.
—¿Otra vez estás con la chica de ayer? — inquirió Kikyo con frialdad.
—Eso es asunto mío — Inuyasha miró a Kikyo con calma —esta chica viene del extranjero así que puede perderse con facilidad. Además que yo sepa no tenemos nada tú y yo.
Otra vez un flash del pasado invadió a Aome, era el mismo chico de cabellera blanca y ropajes rojos abrazando a una mujer vestida con esas extrañas prendas de la antigüedad.
—Tú no puedes hacerme esto — Kikyo soltó unas lágrimas —yo te quiero y si no eres para mí no serás para nadie.
—Ya te dije — Inuyasha la miró con molestia —, me pensaré si te invito a salir o no pero dame mi espacio ¡por favor!
—Escúchame Kikyo — Aome la miró —. Sólo es cuestión de tiempo para que puedan arreglar su situación. Soy nueva en la ciudad y no la conozco bien.
Una punzada al corazón fue lo que sintió Aome al decirle esas palabras y no sabía por qué se sentía tan bien al lado de Inuyasha, la hanyō solamente dio unos pasos y sacó su celular para llamar a su padre para que viniera por ella.
—Inuyasha, nos vemos — sonrió la chica.
El auto negro de su padre llegó unos minutos después, ella entró al vehículo y luego se marcharon de vuelta a casa.
