N/A: Es probable que tenga un poco de spoilers del manga, intentaré no mencionar mucho. Habrá R18.
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Maldición
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Los hospitales nunca fueron del agrado de Kasumi, imaginaba que para muchos era así, la energía maldita que se centraba en esos edificios era insoportable, incluso para personas no hechiceras era desagradable. Había perdido la cuenta de las ocasiones en que había ido a exorcizar maldiciones a hospitales y colegios, pero este era distinto y no lograba entender porqué. Miró el reporte que les habían entregado los ventanas, por la descripción, parecía ser una maldición de categoría tres o cuasi dos, pero no peligrosa. Habían reportes de personas que indicaron haber sido poseídos, que no se daban cuenta de cómo habían llegado a ciertos lugares y por lo general, los lapsus en que estaban "poseídos" duraban unas horas y luego se sentían profundamente cansados.
Que una maldición no asesinara era extraño. Tal vez era una maldición 'pacífica', no se atrevía a decirlo en voz alta. Pero era curioso, en cada reporte de apariciones, los resultados siempre terminaban en muertes y muertes grotescas. Suspiró, lo mejor era no preocuparse demasiado, sin embargo, su intuición seguía encendida, incomodando. Quizá si fuera más fuerte no se sentiría así, ahí estaban otra vez sus pensamientos pesimistas, pero no podía evitarlo. Aún no superaba su vergüenza de haberse dormido durante el ataque de las maldiciones en el torneo de las escuelas hermanas, aunque había sido bajo los efectos del discurso maldito de Inumaki, seguía siendo penoso. Todos habían luchado ferozmente y ella babeando en el césped, y lo peor de todo, su desempeño había sido terrible contra Maki Zenin, y todo lo habían visto los sensei y directores de las escuelas, por ende, Satoru Gojou.
Volvió a suspirar, no podía centrarse en el pasado, lo único que le quedaba por hacer era mejorar, hacerse más fuerte y ser un real apoyo para sus compañeros, subir de grado y así mejorar su situación económica.
—Bien ¿Entramos? —preguntó sonriente, actuando con calma. Momo la miró un poco sorprendida, volteó hacia Kamo y habló sosteniendo firme el palo de su escoba.
—¿Harás tú el velo? —Kasumi observó el intercambio con una sonrisa tímida pintada en sus labios, al menos no la habían enviado sola a esa misión y estando con Kamo y Momo, se sentía mucho más segura.
Volteó hacia el edificio lúgubre que se exhibía a unos cuantos metros. Un hospital psiquiátrico abandonado hace unos cinco años, la fachada estaba cubierta de vegetación seca, alrededor había hierba alta y mucha maleza. No sabía la historia del edificio, porqué había sido cerrado, si tenía orden de demolición o había sido vendido, lo que sí sabía era que emanaba una energía maldita muy intensa a momentos, pero la mayor parte del tiempo parecía un edificio abandonado normal.
—No. Nitta lo hará —dijo Noritoshi apuntando con su barbilla hacia la calle, donde Arata se preparaba a unos metros de la entrada.
Kasumi volvió a mirar el informe, pero no lo leyó, frunció el entrecejo y miró a Kamo, luego la carpeta, entonces la alarma se encendió otra vez. Su intuición nuevamente le alertó, todos sus sentidos se concentraron en una única revelación ¿Por qué Kamo las acompañaba? Lo miró de soslayo, se veía sereno como de costumbre, nada que delatase que la misión que enfrentaban era motivo para preocuparse, pero ella lo estaba.
A medida que la cortina los envolvía en su manto, su pecho no dejaba de apretarse, sus tripas se revolvían simulando ser retorcijones, pero eran los nervios haciendo estragos. Kasumi intentó tragar, la saliva que pasó por su garganta le supo amargo, se inclinó un poco hacia Momo y le susurró cubriendo su boca con su mano derecha.
—¿No te parece raro que hayan enviado a Kamo-senpai con nosotras? Es cuasi primer grado… la maldición debe ser peligrosa ¿No crees? —murmuró, no pudo evitar que su tono de voz sonara preocupado.
—Uhm… desde el ataque que sufrieron las escuelas, están tomando ciertas precauciones —dijo pensativa—pero es mejor que nos acompañe Kamo.
Kasumi sonrió en respuesta, más no se calmó. Incluso con su habilidoso compañero con ellas, su sexto sentido seguía atento, miraba todo a su alrededor sujetando la empuñadura de su espada, en todo momento alerta, sentía su corazón latir deprisa, intentó agudizar su audición, oír algo más que sus pensamientos, el viento que se colaba a través del velo sacudía algunas ramas secas y la hierba alta, distrayéndose por el ruido que emanaba.
Su vientre se volvió pesado cuando vio el velo terminado, la energía del edificio se disparó apenas el conjuro inició. El ambiente tenso cargado de energía maldita no ayudaba a que la joven se tranquilizara. Sus cejas estaban fruncidas, se ganaría arrugas a temprana edad en ese oficio, pero eran consecuencias que no temía aceptar con tal de tener sustento para sus hermanos menores. Para una joven de 17 años, que no resaltaba por otra cosa que el color de su cabello en el mundo fuera de la hechicería, y que ahora con los tintes de fantasía, su pelo podía pasar como un tinte bien aplicado, el colegio técnico de magia Metropolitana de Kioto era su única alternativa, podría trabajar en lo único que se le daba bien. No tenía mayor talento como Todou, tampoco venía de un clan con una técnica maldita heredada, solo era una chica normal que tenía energía maldita y podía sacar provecho de ello gracias a la escuela.
Tragó con dificultad, no recordaba haberse sentido así de nerviosa en su primera misión. Había algo en el ambiente que su intuición le seguía insistiendo que tuviera precaución, y el no saber con exactitud qué le inquietaba la ponía ansiosa y nerviosa.
—Bien, Momo —habló Kamo girando hacia ella sin abrir los ojos—dinos desde la altura qué ves —la joven asintió y preparó su comunicador antes de elevarse en su escoba.
Tanto Kasumi como Kamo hicieron lo mismo, ella se aseguró que el audífono quedara firme en su oreja, Kamo solo lo acomodó un poco. Con todo el asunto de la misión, no pensó que estaría 'sola' con él, si bien Momo estaba sobrevolando sus cabezas, en el suelo solo estaban ellos y no tenía muy buena comunicación con el heredero del clan Kamo. Después del incidente con las escuelas, sentía que todos empezaban a llevarse mejor, por lo que el miedo que sentía por Noritoshi y Todou de a poco lo perdía, a pesar de ser solo compañeros y no amigos, se sentía un poco más tranquila con él cerca.
—Miwa —la voz de Kamo la sobresaltó, puso su mano izquierda sobre su pecho y lo miró avergonzada, con sus mejillas sonrojadas—por lo que decía el informe, es muy probable que la maldición haga dominios incompletos.
—¿Lo dices por las declaraciones de las víctimas? —preguntó con el ceño fruncido—pero… si puede atrapar a las personas en un dominio incompleto ¿Por qué no las mata? Un hechicero lograría salir con facilidad, pero una persona normal no.
—Es cierto —concordó poniendo unos dedos en su barbilla—es probable que esta maldición no pueda matar. Que su ritual sea inofensivo a corto plazo, pero que esté detrás de las desapariciones.
Kasumi asintió, relamió su labio inferior y miró hacia arriba, donde Momo vigilaba desde su escoba. Kamo no dijo nada más y empezó a caminar hacia la entrada del psiquiátrico, Kasumi se quedó unos pasos detrás, mirando hacia todos lados, las hojas secas moverse, volteando hacia atrás cada vez que oía las hojas crujir para asegurarse de que eran sus pisadas y no la maldición. Volvió a tragar saliva, soltó un suspiro y miró hacia el frente, pero la espalda de su compañero ya no estaba. Abrió los ojos de par en par alzando ambas cejas, se dio la vuelta rápidamente encontrándose frente a frente con Kamo. Él parecía confundido, su entrecejo ligeramente arrugado y sus labios entreabiertos para dar una indicación en cualquier momento, pero ambos pensaron lo mismo en ése momento 'está aquí', no necesitaron decirlo en voz alta. Kasumi lo miró atenta, ninguno dijo nada por los siguientes minutos, esperando algún ataque, pero no llegó nada.
—¿Qué pasó, Momo? —preguntó y abrió lentamente sus ojos. Kasumi apretó la empuñadura hasta que los nudillos de su mano derecha se volvieron blancos, no dejaba de oír sus propios latidos y eso la distraía «cálmate, respira hondo» se repetía mentalmente.
—Y-yo… yo no vi nada —reconoció la joven de tercer año—tal vez ataca desde la distancia.
—Es una posibilidad… —murmuró Kamo—su técnica es similar a la de Todou, será problemático.
—Quizas no deberíamos avanzar más —dijo Kasumi volteando hacia la entrada del edificio—el velo hará que se manifieste, si su técnica es parecida a la de Todou, puede separarnos fácilmente.
—¿Esperar que nos ataque? —se oyó por los audífonos—es muy arriesgado.
Kamo guardó silencio, aún con sus ojos bien abiertos, le echó un vistazo a Miwa, luego levantó la vista hacia Momo, volvió a mirar a Miwa, pero la joven ya no estaba—¡¿Miwa?!
El joven heredero de los Kamo miró hacia todos los lados, la angustia fue pintando sus rasgos, fueron dos segundos en que parpadeó y ella ya había desaparecido. De los tres, la habilidad de Miwa sería útil para defenderse, trató de calmarse, no había reportes de heridos a causa de la maldición, solo de víctimas deshidratadas y muy fatigadas.
—¡Está dentro del edificio! —gritó fuerte Momo, al punto que se oyó incluso por sobre el audífono, haciendo que su voz se oyera con eco. También estaba preocupada, por eso había perdido los estribos—¡Miwa está dentro! —especificó—sácala de allí, no podré ayudarlos si están dentro del psiquiátrico.
Momo no había terminado de hablar cuando Kamo ya corría hacia el edificio. Subió la escalinata saltándose eslabones, al mismo tiempo manipulaba su sangre que sacaba de una bolsa dentro de su haori. Frunció el entrecejo, la energía maldita de la maldición se sintió de repente, no era tan fuerte, quizá grado dos a uno, pensó.
Detuvo sus pasos apenas ingresó abruptamente, sus zapatos resbalaron un poco por el azulejo al detenerse tan rápido, pero no le prestó atención, en cambio, disparó rápido una flecha de sangre al ser amorfo que estaba frente a su compañera. Fueron segundos que tardó en darse cuenta como la maldición desapareció, pero demasiado tarde para detener su ataque. Abrió los ojos lo que más pudo, al mismo tiempo dejó de respirar cuando entendió que su técnica alcanzaría a su compañera. Gritó fuerte, quizás era primera vez que perdía su calma habitual delante de sus compañeros, pero no podía preocuparse de las apariencias en ese momento.
—¡Miwa! —intentó alertarla, pero era tarde para que la joven expandiera su dominio. Fue testigo en primera fila como su ataque atravesaba el costado izquierdo de la joven, miró con espanto como su sangre endurecida se bañaba con la de Miwa, el color escarlata decoró el suelo empolvado, y ella soltó un alarido que le estremeció.
—¿Qué pasó? —preguntó angustiada Momo, el grito de Kamo se había oído fuerte y claro, pero no había ninguna ventana por la que podía asomarse a ver desde el primer piso del edificio, además, debía vigilar desde su escoba.
—… herí a Miwa —murmuró a regañadientes—se vuelve invisible o es muy rápido…
—Estoy bien —dijo Kasumi mientras presionaba su mano contra la herida. Era verdad a medias, no le dolía, la adrenalina le recorría por cada centímetro de su menudo cuerpo, pero estaba asustada. La sangre se colaba entre sus dedos, el pánico le hizo temblar por unos segundos, pero se calmó rápido, levantó la vista hacia Kamo, quién la miraba con culpa y preocupado. Se sorprendió un poco, su compañero jamás se había mostrado así delante de ellos, soltó un suspiro y dijo—no es como lo de Todou…
—¿Cómo dices? —preguntó Kamo mientras preparaba otra flecha y miraba hacia su alrededor. Dentro del edificio olía a humedad y fármacos, era curioso que incluso con el pasar de los años, la esencia de la infraestructura siguiera siendo la misma. Era comprensible que una maldición se hubiera formado con toda esa energía maldita rodeando el lugar.
—Se mueve a través del espacio-tiempo —dijo sin mirarlo—estuve diez minutos dando vueltas dentro del edificio, pero cuando me llamaste… parecía que había desaparecido hace unos instantes ¿No?
—Demonios —murmuró pensativo—salgamos, Momo puede ayudar desde afuera ¿Puedes caminar? —Kasumi asintió, con una mano sobre su herida y la otra en su espada, caminó firme hacia la salida—¿Envolviste tu cuerpo con energía maldita? —quiso saber, un poco para asegurarse de que la herida no fuera profunda y para sentir menos culpa.
—Solo un poco —reconoció apenada—reaccioné tarde. Cuando entraste me distraje, no alcancé a ver la maldición.
—Bien —dijo pensativo—¿Crees que puedas pelear o mejor sales del velo? —Kasumi alzó ambas cejas al oírlo, algo en su pecho se conmovió ¿Seguía contando con sus habilidades? Decidida, asintió con entusiasmo, debía corresponder a la confianza que le tenía Kamo.
—Quiero pelear —dijo sonriendo, pero el rostro marcado por la preocupación de su compañero le borró la sonrisa—estoy bien.
—Esta detrás de ustedes —se oyó en un susurro en sus oídos. Kasumi dejó de hacer presión en su herida, intentó mirar hacia atrás pero no consiguió ver nada, ambos continuaron caminando, dando pasos lentos y más medidos. Sostuvo la empuñadura de su espada y la vaina, preparada para atacar aunque no hiciera la postura del estilo de sombras.
Supo lo que haría Kamo sin que lo dijera en voz alta. Lo había visto entrenar varias veces, conocía su estilo de pelea, por lo que apenas el joven de tercer año volteó hacia ella, Kasumi dio un brinco hacia el costado, para que la flecha que tanto había preparado su compañero, diera en el blanco. Y así fue, no alcanzó a dar un par de pasos cuando el alarido de la maldición se hizo oír.
Era un ser humanoide, bajo, más que Momo. Tenía una extremidad más larga que la otra, con ella cubría su rostro, y con la otra, cargaba un objeto redondo. Era de color bronce oxidado, Kasumi se inclinó levemente hacia delante, en posición para extender su dominio de dos metros y medio, mientras que Kamo lanzaba una flecha tras otra. La maldición recibió tres, solo porque Kamo atacaba rápido, cuando se percató de los ataques se alejó gritando mientras se sacudía.
—Va a atacar —dijo Kamo cuando lo vio retorcerse. Se paraba en un pie, luego en el otro, sin dejar de chillar, pronto sus gritos fueron cambiando a gruñidos de enojo.
Miraron estupefactos como la maldición bajaba su brazo de la cabeza exhibiendo un rostro dividido, una parte de su cara sonreía y la otra lloraba, como una máscara de teatro, pero lo que los congeló por unos segundos fue la energía maldita que desprendió del objeto que cargaba, lo giró lentamente al mismo tiempo que extendía su dominio incompleto. Kamo frunció el entrecejo, cualquiera fuera su habilidad, si los atrapaba les daría de lleno y no habría escapatoria. Sacó de su haori tres bolsas con 450cc de sangre que había preparado con anterioridad y las hizo estallar, convirtiéndolas en varias lanzas que avanzaron a enorme velocidad hacia la maldición.
El ser supo que el ataque de Kamo era más rápido que su dominio incompleto que aún no terminaba de formarse, el heredero lo pudo ver con claridad, la desesperación desfiguró su rostro horrible, entonces, el dominio retrocedió hacia su objeto y lo volteó rápidamente, era un reloj de bolsillo. Abrió los ojos de par en par, pero no sé defendió pues su ataque daría primero a la maldición, y el monstruo lo sabía, pues en cambio, giró el reloj hacia Miwa y lanzó una enorme bola de energía maldita, al mismo tiempo que las lanzas despedazaban su cuerpo.
—¡Miwa! —gritó Momo bajando a toda velocidad para levantarla y sacarla de allí, pero antes de siquiera poder llegar a su lado, la energía golpeó a la joven envolviéndola en un haz dorado, y microsegundos después, desaparecer. —Miwa… —susurró abatida—M-Miwa.
—¡Miwa! —gritó al mismo tiempo Kamo, volteó hacia la maldición que se desintegraba lentamente en el suelo, furioso lanzó tres flechas y el monstruo fue exorcizado en su totalidad.
Momo se tropezó cuando se bajó de su escoba. Corrió hacia donde hace segundos atrás estaba su amiga, y miró cada centímetro del suelo, cualquier detalle que revelara qué había pasado con la joven. El velo se desintegró lentamente, habían exorcizado la maldición, la misión estaba terminada.
Kamo no quiso decirle a Momo que era innecesario buscar a Miwa dentro del edificio, estaba seguro que al igual que él, podía sentir que la joven había desaparecido sin dejar rastro alguno. Se quedó en su sitio viendo como su compañera rubia corría hacia el interior del psiquiátrico gritando el nombre de Miwa. Tragó con dificultad, miró hacia el lugar donde había estado la joven en posición de ataque, había sangre en el suelo por la herida que le había hecho. Frustrado, tomó su móvil y marcó el número de su sensei, solo esperaba que le contestara rápido. Al cuarto tono oyó la voz de la mujer.
—Perdimos a Miwa —dijo apenas la oyó. Del otro lado de la línea no se oyó más que su respiración, cerró sus ojos y murmuró derrotado—fue culpa mía.
(...)
Utahime miraba su reflejo en el té verde que le habían servido hace media hora y que no había probado. Seguramente ya estaba frío, pero era lo que menos le preocupaba. No dejaba de pensar en el rostro alegre de su estudiante cuando se despidió esa mañana. Le costaba tragar, a diferencia de sus colegas de Tokyo, ella no había perdido a ningún compañero en misiones o por traiciones, mucho menos a estudiantes. Se sentía bendecida por lo mismo, pero ahora no sabía cómo manejar la situación. Se había enfrentado a la muerte muchas veces, tenía una cicatriz en su rostro que se lo recordaba a diario, siempre la lució orgullosa por haber sobrevivido, ahora no dejaba de pensar que si al menos Miwa hubiera tenido su misma suerte, la cicatriz que cargaría la amaría como ella lo hacía con la suya. De eso se trataba ser hechiceros, de eso se trataba vivir. Miró de soslayo a Momo, la joven no paraba de llorar. Sonrió sin ganas y acarició su espalda, intentando confortarla.
—Debe haber algo más que podamos hacer —dijo entre sollozos la joven—debe estar en otro sitio… no habían reportes de heridos o muertos, Utahime-sensei ¿Qué podemos hacer?
—Hablaré con el director —dijo en un tono bajito de voz. Se puso de pie y caminó hacia la salida, deslizó la puerta y miró hacia Noritoshi, que estaba en un rincón sin mirar a nadie—el caminó hacia la hechicería es cruel. Habrá muchas personas que no podemos ayudar, pero también a muchos que podremos salvar. Vayan a descansar.
Salió rápidamente de la sala, al igual que Momo, también necesitaba hacer algo por Miwa, abrir una investigación o buscar opciones. Cuando llegó a la oficina del director, golpeó dos veces, esperó mordiéndose la uña el permiso para entrar, que llegó a los segundos después. Abrió la puerta y entró rápido, sentía un nudo en el abdomen, al mismo tiempo su cuerpo se sentía frío.
—Gakuganji-sama —saludó—necesito su autorización para iniciar una investigación por la desaparición de la estudiante de segundo año, Miwa Kasumi —habló rápido sin titubear, sintiendo su corazón latirle deprisa.
—¿Eh? —soltó el viejo con un tono cansado en su voz—Utahime, sabes que no tenemos suficientes ventanas ni chamanes para eso.
—Sí, pero la maldición que enfrentaron… —no alcanzó a terminar de hablar, el director de la escuela técnica de magia Metropolitana de Kioto carraspeó su garganta interrumpiendo, guardó silencio y espero por su discurso.
—Aunque quisiera, no podemos. No tenemos personal suficiente ni tiempo, registra su muerte en combate.
Mordió su mejilla interna, intentando calmarse. Comprendía su respuesta, pero no lo aceptaba. Con un nudo en la garganta, y frustrada, pero con sus rasgos de siempre, asintió y caminó hacia la salida. Se detuvo en la entrada y volteó ligeramente para verlo y murmuró con calma que no sentía.
—Me haré cargo económicamente de los niños Miwa —relamió su labio inferior y continuó—y de la terapia psicológica, la necesitarán. Usaré los fondos del seguro y jubilación de la estudiante.
—Esta bien —dijo el director, y Utahime salió rápidamente de la habitación.
Necesitaba respirar aire fresco, necesitaba despejarse para enfrentar lo que se venía, tener que contactar a los hermanos de Miwa y decirles lo que había pasado. Cerró sus ojos unos segundos, no estaba lista, tomó su móvil y marcó a su amiga Shoko.
(...)
Cayó de rodillas en el suelo, se raspó ambas palmas al intentar detener el impacto. Una mueca de dolor curvó sus labios. Frunció el ceño, lo último que había visto fue el reloj de la maldición «me golpeó» pensó y levantó la vista para que no le pillara desprevenida el siguiente ataque, pero no había ninguna maldición. Abrió los ojos de par en par, miró hacia todos lados, buscando a sus compañeros pensando que nuevamente la había trasladado a otro sitio, pero al ver que no estaba el velo, supuso que Kamo había exorcizado a la maldición. Aliviada, pero sintiéndose más inútil que nunca, intentó pararse. No alcanzó a reincorporarse cuando notó la brisa fría que le movió el flequillo, de pronto fue consciente de su entorno, de los ruidos de voces y de la iluminación de la mañana. Se puso de pie de un brinco, sin dejar de mirar hacia la entrada del edificio, abrió los labios por la sorpresa, un sudor frío le recorrió por todo el cuerpo, estremeciéndose.
El hospital psiquiátrico estaba operando. La fachada estaba en perfecto estado, la vegetación que había crecido desmedida por la infraestructura ya no estaba, no había rastros del edificio abandonado. Miró nuevamente a su alrededor, no había maleza, solo hojas secas que se desprendieron de las ramas, se oía a los empleados de la salud recorrer los pasillos, había gente entrando y saliendo del edificio y Kasumi tuvo que cubrir su boca para acallar su grito.
El corazón le latió deprisa, de pronto le faltaba el aire. No quería entender lo que pasaba, no quería sacar una conclusión, porque no estaba lista para procesarlo ni solucionarlo. Sin dejar de temblar, buscó su móvil para llamar a Momo, pero no tenía cobertura, algo extraño en pleno centro urbano de Kioto. Un grito ahogado se le escapó, volvió a cubrir su boca por unos segundos, intentando pensar.
—¿Está bien señorita? —miró asustada a la enfermera que estaba a su lado, no la escuchó acercarse—¿Vienes a ver a alguien?
—Y-yo… no. Yo —miró a la mujer sin saber qué decir. Miró hacia la fachada del edificio, luego a la enfermera. El hospital psiquiátrico que había conocido esa mañana tenía un estado de abandono de por lo mínimo, cinco años. Si su teoría era cierta y la maldición podía alterar el paso del tiempo, la había enviado a otra época. —Estoy bien —dijo desviando la mirada, volteó hacia la salida dando pasos largos para huir rápido de allí.
Necesitaba saber en qué año estaba. Había caído en el dominio o ataque de la maldición y ahora estaba pagando las consecuencias por ser tan débil e inútil. Sus ojos ardieron, estaba conteniendo las lágrimas, le dolía el pecho y no dejaba de respirar entre jadeos. Todo a su alrededor parecía normal, un día como cualquier otro en Kioto. Relamió sus labios, los sentía secos al igual que su garganta. Se detuvo en el primer negocio que encontró cuando vio los periódicos expuestos en las rejillas. Sudó frío, con el internet, las noticias solían publicarse en foros o por el noticiero. En pocos sitios seguían imprimiendo diarios, la mayoría eran virtuales. El pánico nubló su vista, dio pasos lentos hacia el primero que vio, lo tomó con cuidado por la orilla solo para ver la fecha y se congeló en su sitio. Abrió la boca sin darse cuenta, pero nada salió. Incrédula, miró desesperada el resto de los periódicos, el miedo fue dominando todo su cuerpo y en su mente se repetía una y otra vez lo que no quería asumir.
«20 de septiembre del 2007» leía en todas las portadas, dejó el último ejemplar en su sitio y se quedó viendo el vacío por unos minutos.
—Inútil —susurró—eres inútil Kasumi Miwa. Y débil, demasiado débil.
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N/A : Gracias por leer, no soy muy buena redactando peleas, espero no haya sido aburrida y que se haya entendido.
Espero subir pronto el siguiente capítulo que será más entretenido hahaha
Lamento si hay muchos errores, escribo desde una tablet y no me acostumbro.
Nos leemos
