ADVERTENCIA
Antes de empezar creo que es importante decir que esta historia diverge en demasiados aspectos del canon, pese a que parte de él. Así que definitivamente no esperen que aparezca algo así como Adrinette u otras cosas igual de canónicas en este intento de fic.
Y, bueno, también es esencial resaltar que partimos de la obra y de los personajes de Astruc. Así como de la influencia de muchas cosas que ya se han dicho en este fandom. Por lo que todo aquello que no coincida con lo anterior, de cuyos derechos no comparto ni uno, pues lo reclamo como mi contribución original a la trama (y al fandom).
Disfruten de la lectura.
Ena.
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DESPERTAR (O VOLVER A CREAR)
Marinette fue testigo de todo. Estuvo ahí mientras las personas, los edificios, el mundo entero a su alrededor pasaban a ser una inmensa blancura fría e inerte. Había visto a su compañero de armas más entrañable transformarse en el villano más despiadado y letal que la humanidad había visto hasta ahora. Había presenciado la caída de todos los portadores antes de siquiera tener una oportunidad de socorrerlos y contraatacar. Todo había ocurrido tan rápido que aún era un borrón nítido, pero inexplicable en su mente. Marinette había peleado. Sí que lo había hecho. Había participado en la última batalla, así que sólo podía apreciar los detalles con impotencia mal disimulada en estos momentos. Lo había intentado todo y con todas sus fuerzas, pero no fue suficiente. Se había esforzado en vano antes de perderse bajo la negrura que repentinamente la envolvió. Su desesperación fue inmensa cuando comprendió su error. Más bien, experimento un dolos profundo cuando comprendió las consecuencias de su descuido. Y pensando en lo bien que le habría venido tener a Sass o a Trixx cerca, por no mencionar a Fluff, junto a sus portadores, se abandonó a la suerte que Chat Blanc le imponía. Pagaría por sus pecados, probablemente en otra vida.
§
Mordisquea su croissant distraídamente mientras intenta hacer un recuento de los hechos que, según ella, habían tenido lugar el día anterior. En primer lugar, Chat Blanc había vuelto a hacer acto de aparición con un motivo aún mejor que la primera vez. Quién sabe quién le había contado la verdad. Marinette no está interesada en averiguar el quién ni porqué o el cómo. Simplemente Adrien se había enterado de lo de sus padres y lo que era él. Y podría decirse que se enteró de todo y que no le había hecho ninguna gracia hacerlo, menos de la manera que lo hizo. El chico es, ¿o sería mejor decir era?, frágil e inestable emocionalmente, vulnerable como resultado de una vida bajo la mano de hierro de su padre, Gabriel Agreste. Una revelación así prometía un desastre seguro. Revelarle a Adrien aquello que con tanto esfuerzo se le había ocultado había sido la mejor estrategia para destruir la solidez del equipo de portadores sin esforzarse demasiado. El enemigo había sabido hacer su jugada. Chat Blanc había hecho el trabajo sucio por él. No obstante, viendo las consecuencias, Marinette no se disculparía con Adrien por haberle ocultado la verdad, al fin y al cabo era la última voluntad de su padre. Lo que también significa que tampoco culpa a Félix o a Kagami, quien seguramente sabe, o sabía, más que Marinette. Tampoco al resto de las personas más cercanas a Adrien como Nathalie o su tía Amélie. Con todo, el resultado de mantener un secreto no tan bien guardado como se creía fue horrible.
Lo que la lleva al siguiente acontecimiento en su lista. Uno anterior al primero y más prolongado. En segundo lugar, las akumatizaciones continuaron a la orden del día tras la derrota de Shadow Moth. Marinette lo sospechó desde el instante en que se comprobó que el prodigio de la mariposa resultaba inhallable. En verdad se preocupó cuando Nooroo desapareció de la nada y sin dejar rastro. Ni siquiera Bunnix pudo localizar al prodigio, ni al kwami. Marinette debió de haber esperado lo peor, y prepararse acorde a ello, pero en ese momento su enfoque había sido su felicidad, el estar con quien creía que era el amor de su vida. Dejarse arrastrar por un sentimiento tan ardiente y arrollador que ni siquiera le permitía pensar con claridad o en otras cosa que no fueran creerse libre de amar al chico de sus sueños… bueno, le había costado bastante caro ahora que lo considera. No es que de la nada su amor por Adrien se haya desvanecido, pero viendo en retrospectiva la cadena de acontecimientos y el final en que desembocaron, aunado a su actual condición, no puede evitar pensar que quizá, tan sólo quizás, era bastante boba para el cargo que se le había impuesto. Eso, si le hacía caso a Félix y a su boca sin censura. O simplemente podría admitir que lo que sentía no era amor, sino algo mucho más… intenso y más irracional, si eso era posible. ¿Obsesión? Dicen que el primer amor es inolvidable, es el primer azote, el más intenso, los que vienen son más… centrados. ¿Quién podría asegurarlo? Lo único cierto para Marinette es que el suyo no podría desaparecer de su mente jamás. Lo recordaría hasta en la siguiente vida. Su primer amor había destruido su vida, su mundo, todo lo que quería y lo que no. Hubiera sido mejor que sólo se hubiera llevado su dignidad. Mejor avergonzarse en el futuro de sus tonterías infantiles que no le hacen daño a nadie, ni siquiera a su perpetradora, que el apocalipsis del mundo a manos de alguien que… tenía todo el poder y la motivación necesarios para hacerlo. En comparación, hasta Argos se había visto inofensivo. Chat Blanc había destrozado su corazón, de eso estaba segura, y no sólo literalmente.
Volviendo a su realidad, a su desayuno, al croissant a medio camino de desaparecer en su boca, a su lista. En tercer lugar, había perdido a Tikki muy probablemente en el transcurso de la noche. Tras despertar con la luz del día dándole de lleno en la cara, Marinette comprobó que se encontraba sola en su habitación. Su kwami no apareció por ningún lado para darle los buenos días. Marinette instintivamente se llevó las manos a los lóbulos de las orejas intrigada sólo para comprobar con horror que en ellos no llevaba los aretes de su prodigio. Sus orejas estaban desnudas. Y fue entonces que se percató de su entorno. Ésa no era la habitación de su adolescencia. Los dibujos pegados a las paredes, la ropa de cama que la envolvía, el pijama que llevaba puesto, los juguetes y demás objetos que la rodeaban, el tamaño de sus manos y de su cuerpo… nada encajaba con alguien que supuestamente tenía diecisiete años. No, eran tan infantiles y pequeños que calculaba que la ocupante original de dicha habitación no tenía más de tres años. Marinette se sintió desfallecer. Corrió al baño lo más rápido que pudo para comprobar su hipótesis, que se tornó irrefutable al comprobar que su minúsculo tamaño y torpeza le dificultaron un movimiento controlado y fluido. Siempre había sido torpe, pero el cuerpo inexperto de un infante resultaba peor. Después de mucho esfuerzo, Marinette logró colarse frente al espejo del baño sin llamar la atención, estaba segura de que a esa edad sus padres no la dejarían sola en casa. Al instante se congeló en su sitio. El reflejo que le salió al encuentro no era su yo adolescente. Ahí frente a ella, una niña de unos dos o tres años la miraba incrédula, temerosa, desconfiada. Su cuerpo delataba su inmadurez física, pero sus ojos eran otra historia. Habían envejecido más allá de los diecisiete que supuestamente alcanzaron después de haberlo visto todo. Marinette no lo dudó. Sabe demasiado y tiene una madurez mental difícil de ocultar. No debe levantar sospechas de nadie, ni siquiera de sus padres. Seguramente ella lo ha visto todo en su vida anterior, pero no en ésta. En esta vida aún nada está dicho. Se pregunta constantemente si Sass de alguna manera tuvo que ver para que ella se encuentre en sus actuales circunstancias. En dado caso esta vez puede ser diferente…
— Ése es el punto por definir: ser o no ser la que no fui, porque es más que evidente que ésta es mi segunda oportunidad —musita Marinette para sí acabando por fin con el croissant.
Efectivamente, después del desconcierto y la duda iniciales, confirma que ha vuelto al pasado. Ha intentado por todos los medios descartar la posibilidad de que se encuentre en una ilusión bastante realista. También, aunque es bastante difícil de confirmar, ha ensayado refutar la opción de que se encuentra en el más allá, en la antesala de la otra vida en que debe permanecer hasta que le sea permitido descansar para la eternidad. Ganas de reencarnar no tiene. Tampoco desea ocuparse de algo una vez esté del otro lado definitivamente. Podrá no recordar la gran cosa de su vida anterior durante la infancia, pero está prácticamente segura de alguna manera de que estos momentos en que se encuentra existiendo ya los atravesó antes. Una vez aceptando esa verdad, le queda decidir qué tiene prioridad para formular el plan que le ayude o a volver al futuro, que es su presente, o, aún más audaz, cambiar el futuro para bien y evitar catástrofes innecesarias. Para cualquiera de las dos opciones, primero debe resolver algunos problemas. Contando que no le entusiasma tanto la idea de volver al tiempo de donde viene, se decanta por concentrar todos sus esfuerzos en la opción más audaz, pero quizá la más cómoda: la que no necesita el prodigio de Fluff ni de Sass, ni de mucho cálculo para regresar al futuro justo a tiempo. Cambiará el futuro al prevenir algunos deslices de su parte y una que otra decisión ajena fácil de influenciar. Para ello, primero debe definir sus necesidades actuales. Debe amañarse para contactar con personas clave o propiciar situaciones que le permitan allanar el terreno hacia un desenlace distinto. No sabe si en esta ocasión el Maestro Fu la encontrará adecuada para manejar un prodigio. De no ser así, tendría que recurrir a alguna artimaña para hacerse con alguno o tratar de convencerlo de cambiar de estrategia. Aun siendo el caso de que en esta vida también le concederá uno, Marinette está absolutamente segura de que tendrá que esperar años a que el momento en que Fu busque portadores llegue y rezar por que le otorgue el mismo prodigio que antes. No sabe qué hará si no vuelve siquiera a saludar a Tikki. Mientras eso se define en su futuro, debe prepararse como mejor pueda para evitar o resolver mejor los escenarios que están por venir.
— Si volví tan atrás, debe ser por algo. Si fue Sass… Sass no retrocede tanto, menos aún por capricho… —continúa para sí pensativa.
Es entonces que recobra conciencia de que no está sola sentada a la mesa. Sus padres están vivos, están con ella, aún puede salvarlos, a ellos y a todos. Marinette enrojece ligeramente ante su descuido y dirige su atención hacia los adultos que la contemplan algo preocupados ante su extraño comportamiento. Se ven tan jóvenes en comparación a sus versiones del futuro distópico del que proviene. ¿Qué dirían si cambiara de hábitos y personalidad de la noche a la mañana? Quizá ya lo están haciendo para sus adentros ahí, al otro lado del comedor, donde se encuentran sentados. Sí, por supuesto que se sorprenden y hasta han de estar queriendo llevarla al médico, pero muy probablemente no le harán muchas preguntas y la dejarán ser mientras no cometa una locura. Ellos son muy cariñosos y comprensivos. Tiene la fortuna de tenerlos como sus padres. Fortuna que no acompaña a Félix… tampoco a Adrien… sin olvidarse de Kagami… Chloé y Zoé… Quizá Luka… Luka…
— Esta vez será diferente, tiene que serlo —promete antes de enderezarse lo mejor que puede en su asiento.
Debe reconocer que sus expectativas no pueden ser tan altas. Ella no puede cambiar absolutamente todo. Hay cosas que escapan a su influencia ya sea porque ya han ocurrido o porque simplemente ella no es un ser omnipotente, ni siquiera tiene su prodigio con ella. Sin embargo, por lo menos debe intentarlo aunque nadie se lo haya pedido, ni esté obligada a ello. Se siente responsable y tomará parte para enmendar sus errores. Expiará sus pecados en esta vida. El mundo lo vale… en cierta medida. Empezará desde hoy con su primera decisión, por más insignificante y sinsentido que parezca. Está segura de que no le vendrán mal unas clases de patinaje, por ejemplo…
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