Disclaimer: La Trilogía "Los Juegos del Hambre" y sus personajes no me pertenecen, ni gano un centavo al escribir esto, solo soy una fan con suficiente imaginación como para inventar locuras.


°*° Capítulo I °*°

La brisa mece suavemente las copas de los árboles y pueden oír el cantar de los pájaros a su alrededor. Katniss recolecta las fresas con sumo cariño en dos sacos pequeños. A lo lejos, Gale derriba una ardilla con experta precisión. Pasan la mañana de caza, podría ser la última teniendo en cuenta que esa tarde se celebraba una nueva Cosecha para los Septuagésimo Cuartos Juegos del Hambre.

El bosque les regala un excelente botín, que reparten entre ambos, parte para sus familias, y otro poco para intercambiar en el Quemador por velas y carbón. Gale se queda con casi todo el botín, mientras la castaña resguarda uno de los sacos repletos de maduras fresas en su morral junto a las hierbas medicinales que su madre y hermana pidieron.

— Iré al Quemador por los intercambios y dejaré tu parte con Prim — menciona Gale observándola fijamente — luego dividimos lo que la niña del Capitolio te dé — Katniss frunce el ceño.

— Madge es tan del Doce como tú y yo, solo sus circunstancias son diferentes — exclama con rudeza cruzando la alambrada — pasaré por tu casa al volver de la mansión del alcalde.

— No te demores, sabes que los agentes se ponen rudos los días de la Cosecha con tantas cámaras en el distrito.

Katniss asiente, caminan por la pradera uno al lado del otro, la chica nota las miradas del mayor y sabe que él quiere continuar la conversación que tuvieron al amanecer mientras desayunaban en el bosque. Ella no quiere saber nada sobre aquello, sabe que es imposible escapar del Capitolio y de los Juegos. Entiende que su madre, su hermana y la familia de Gale son incapaces de sobrevivir al bosque y sabe muy profundo en su interior que ella no podría dejar el distrito, no sin ellas… no sin ella.

Sus caminos se separan, se desean buena suerte y Gale se encamina hacia el mercado negro mientras ella avanza por las adoquinadas calles en busca de la casa más cara del Doce. Llega al enorme caserón unos diez minutos después de separarse de su compañero. Rodea el jardín hasta llegar a la puerta trasera y toca dos veces. Ha hecho eso docenas de veces durante los últimos años, pero hace apenas uno que su corazón late desbocado cada vez que escucha que al otro lado se aproximan pisadas que reconoce y le sacan una sonrisa involuntaria.

La puerta blanca impoluta se abre lentamente y una joven de dieciséis años de bucles dorados le invita a pasar tomándola de la mano como si aquello fuese algo que ha hecho toda su vida. Katniss se saca sus embarradas botas y la ojiazul sonríe porque es una rutina establecida en sus vidas desde hace un tiempo. Van a la cocina, Madge le sirve jugo de naranja y le ofrece galletas glaseadas por el hijo del panadero del pueblo. La castaña a su vez saca del morral las fresas y mira divertida como el rostro de su acompañante se ilumina, aún más con el pequeño ramo de flores silvestres que logró recolectar mientras el cazador se alejaba de ella. Limpia las pequeñas frutas y llena de agua el jarrón en el que ha colocado las flores mientras Katniss toma el pequeño refrigerio que le ha preparado.

— Gracias por venir hoy Katniss — se miran a los ojos y ambas escuchan de fondo los sollozos ahogados de una mujer, amortiguado por la puerta cerrada del cuarto en el que la madre de Madge pasa sus días.

— Creí que necesitarías compañía, al menos por un rato, no puedo quedarme mucho…

— Un momento contigo me recarga por días — sonríe ruborizándose, aunque su mirada luce triste, puede notar las bolsas azuladas bajo sus ojos— subamos, ¿sí? Cuéntame qué has hecho en el bosque, ha tocado un día precioso.

Suben las escaleras y se encierran en la habitación de la rubia. Si Gale pusiera un pie en ese cuarto, vomitaría del asco. El lugar pintado de un tono rosa suave está finamente decorado, con detalles poco ostentosos pero que demuestran el status de su acompañante, tan distinto al de su amigo, tan diferente al de ella. Sin embargo, le agrada aquel sitio, junto con el piano que adorna la sala de estar de la mansión son los lugares de estilo capitolino que más aprecia. Básicamente porque son los que a su "amiga" más le agradan.

Se sientan en una alfombra que pareciera el pelaje de unas cuantas liebres blancas, pero aún más peludo y suave. La cazadora le cuenta sobre el bosque, las ardillas que caminan por las ramas más altas de los árboles y de las mariposas que vio aquel día. Empezó a contarlas cuando vio un cuadro pintado por Madge de una enorme mariposa monarca en un fondo color cielo, ya no recuerda hace cuánto tiempo lo hace. Ella sonríe, la ve cerrar los ojos y sabe que intenta imaginarse como se verá el bosque, como sería estar ahí con ella.

Le toma la mano y la rubia solo atina a entrelazar sus dedos suavemente. Se quedan en silencio un momento, ella con los ojos aun cerrados, Katniss admirando sus angelicales facciones. Piensa por mucho tiempo si debería hacerlo y finalmente se impulsa lo suficiente como para quedar frente al rostro de su acompañante y cierra los ojos con fuerza antes de rozar suave y cortamente los labios rosados de Madge, que abre los ojos enseguida poniéndose roja como las fresas y la mira tímidamente con una pequeña sonrisa en sus labios. Es quizás la primera vez que la castaña la besa, siempre ha sido ella la encargada de rozar sus labios.

Se levanta y Katniss le imita frunciendo el ceño con sorpresa. Madge sigue sonriendo y en dos pasos respiran el mismo aire. Toma con delicadeza el rostro de la castaña entre sus pálidas y suaves manos y vuelve a iniciar el contacto. Suave, lento uno tras otro se suceden cortos besos. Katniss apoya sus manos en la cintura de su acompañante y las desliza hasta que sus dedos se rozan en la espalda de la chica apegándola más hacia ella.

Pierden la noción del tiempo, cambiando de locación hasta terminar tumbadas en la cama. Se separan algo agitadas y ambas notan lo rosados que lucen sus labios. Han oído el estruendo de la puerta principal al cerrarse y la voz del alcalde dando órdenes a sus mucamas. Voltean a ver el reloj dorado que adorna la mesa de noche de la rubia y Katniss masculla una maldición al notar que ha pasado más de media hora desde el mediodía y que por lo tanto ya hace casi una hora que está en esa casa.

— No te preocupes, solo será un momento — susurra su amiga — ocúltate en el baño prometo que se irá pronto — se oyen dos toques en la puerta — ¡un momento! — se mira en el espejo arreglando los alborotados bucles y su atuendo mientras la castaña avanza en puntas de pie y desaparece tras una puerta que conduce a la otra habitación — Buenas tardes padre.

— Querida mía, he venido solo un momento a buscar unos documentos para enviar al Capitolio, pero no quería irme sin desearte que la suerte esté siempre de tu lado — Katniss contiene la respiración y agradece a su difunto padre por las clases de natación en el lago.

— Gracias padre, realmente espero que la suerte esté de mi lado un año más…te veré luego de la Cosecha.

— Por supuesto cariño, que tengas una bonita tarde — pasan unos minutos que a la castaña le parecen eternos hasta que Madge toca dos veces y ella abre la puerta.

— Ya se ha ido, le acompañe hasta la puerta — sonríe dulcemente tendiéndole una mano que Katniss toma, vuelven a sentarse en la cama — sé que tienes que irte, pero quiero darte algo.

— Ya detente Madge, no aceptaré dinero por las fresas, son un obsequio — sacaría dinero de sus ahorros para darle su parte a Gale, hace tiempo que no permite que Madge le de dinero por las mismas.

— No es dinero — toma algo de su mesa de noche y lo pone en la palma de la castaña — es un obsequio…

— ¿Un pájaro? — pregunta la chica observando a detalle el prendedor dorado que la ojiazul le ha entregado — es muy bonito Madge, pero parece costoso ¿Estás segura…

— Quiero que tú lo tengas — le interrumpe — es un Sinsajo… perteneció a mi tía… — su tía Maysilee que murió en los Juegos, Katniss recuerda la historia, ella lloró durante horas cuando se la contó — tengo un mal presentimiento y quiero que tengas algo que te recuerde a mi si… si este año debo ir a los Juegos…

— Madge… tú no irás a los Juegos solo tienes cinco papeletas en la urna.

— Si… la misma cantidad que tenía Maysilee cuando la cosecharon — tiembla apenas y Katniss la abraza con fuerzas — así que quiero que tengas algo con lo que recordarme si eso ocurre porque las posibilidades no estarán de mi lado Katniss… jamás sobreviviría a los Juegos…

— Iría por ti… — Madge abre los ojos asombrada y la castaña también porque lo ha dicho tan de pronto y tan bajito que les ha tomado por sorpresa a ambas.

— Jamás, tú tienes una familia que te ama y depende de ti… prométemelo, júralo Katniss.

— Madge — los ojos azules le observan con intensidad y le toma con fuerza las manos haciendo una mueca con sus labios que le da a la vez pena y unas ganas inmensas de besarle — lo prometo… Aun así, confío en que la suerte esté de tu lado cariño.

Ambas se ruborizan, por aquellas palabras, por ese pacto tácito, y porque son dos chicas que sienten mariposas en el estómago por la otra y no pueden evitarlo, aunque ambas supieran que lo suyo jamás sería bien visto ante los ojos de nadie. Vuelven a besarse una última vez, Katniss guarda el obsequio de su queridísima amiga en el morral y vuelve a casa corriendo porque faltan poco más de tres horas para la Cosecha.

Unas horas más tarde, Katniss llega a la plaza central del distrito con su pequeña hermana aferrada a su mano. Pasan por el proceso de admisión a la cosecha y sus caminos se dividen. La castaña observa a su pequeño patito avanzar hasta toparse con el grupo de niñas de doce años. Recorre el camino hasta toparse con el grupo de las de dieciséis. Desde su posición, puede ver perfectamente las trenzas doradas de su hermana y si mira a su izquierda alcanza a ver al grupo de varones de dieciocho, donde su compañero de caza destaca por su altura. Él está mirando, sonríe apenas y puede ver en la mímica de sus labios que la suerte esté de tu lado, ella formula la misma frase y deja de mirarle.

Ladea la cabeza suavemente a su derecha, donde alguien ha rozado su mano y tomado su meñique. Madge Undersee lleva un hermoso vestido blanco y destaca por sobre la multitud de jóvenes, de la Veta e hijas de comerciantes, quizás solo porque es Madge más allá del atuendo. La rubia le sonríe tímidamente y ella le imita apenas. Deja de sonreír cuando escucha el horrible acento capitolino de la escolta que se esparce por el espacio a través de los parlantes.

Todos observan la enorme pantalla en la que se proyecta el video de la capital. Son interminables minutos en los que el corazón de Katniss late con fuerza mientras siente la presión del meñique de Madge en el suyo y su otra mano aprieta con fuerza el prendedor que la chica le obsequió. El video termina y la escolta espera por los aplausos que nunca llegan y se acerca a la urna de las chicas. A su acompañante parece no importarle que todo el mundo pueda verlas porque pasa a tomar su mano con fuerza y la siente estremecer a su lado.

~Madge POV~

Tengo miedo. Es la primera vez en cinco años que le temo a la cosecha. No había tenido razones antes, sabiendo que solo se agregaba una papeleta al año porque jamás me faltó nada. Hoy, temo con cada fibra de mi ser que la delicada mano de mi querida Effie tome uno de aquellos cinco papeles doblados perfectamente y diga mi nombre ante todo el Distrito. Quizás tiene que ver con el hecho de que mi difunta tía fue seleccionada a los dieciséis, edad que cumplí hace apenas unos meses. Creo en realidad que es porque finalmente soy feliz, con la cazadora furtiva más temida del distrito, y la suerte podría no estar de mi lado.

Contengo el aliento cuando la escolta del Doce se quita su bello guante de encaje para sacar la papeleta de la urna de las chicas. Me aferro a la mano de Katniss estremeciéndome al ver la papeleta seleccionada y a Effie en su maravilloso vestido rosa acercándose al micrófono. Toma aire y yo vuelvo a contener el mío cuando resuena en los parlantes el nombre de la elegida. No es el mío y quiero respirar de alivio, pero en su lugar los ojos se me llenan de lágrimas porque Katniss ha dejado de estrujar mi mano y la siento ahogar un quejido a mi lado. Sé que no puedo llorar, pero mi mal presentimiento tomó otro rumbo y ahora en lugar de observar mi propia muerte…

~Katniss POV~

El nombre de la tributo elegida resuena en mi cabeza por un eterno minuto. Estaba tan enfocada en rogar que no saliera mi nombre, asustada por el presentimiento de Madge de que el suyo fuera a hacerlo que jamás concebí la idea de que ella, mi pequeña y única hermana, mi tesoro más preciado, pudiese salir seleccionada teniendo apenas un trozo de papel a su nombre. Trato de respirar y siento las manos de Madge aferrarse a mi brazo cuando estoy perdiendo el equilibrio.

La veo de espaldas a mí, pálida como la nieve, dando pequeños pasos hacia el escenario, con su blusa por fuera de su falda y eso me despierta, mi pequeño patito caminando hacia el matadero. Camino un paso abandonando la seguridad de los brazos de mi amada, gritando el nombre de mi hermana. Veo el pasillo que se forma en línea recta desde el escenario hasta mí y corro por entre las demás niñas hasta llegar a mi hermana que estaba por subir el primer escalón hacia una muerte segura. La tomo con fuerza del brazo y la escondo tras de mí.

— ¡Me presento voluntaria! — grito, con voz ahogada — ¡Me presento voluntaria como tributo!

Prim se aferra a mí y grita que no puedo ir. Le ordeno que me suelte y no lo hace. No puedo llorar, si lloro todos los que vean la repetición de la Cosecha creerán que soy una debilucha y pondrán un blanco en mi espalda. Intento deshacer el agarre y siento como me la quitan de encima. Gale trata de calmar a Prim y me alienta a subir. Y ahí la veo, el pasillo que se formó para que pudiera acceder al escenario no se ha deshecho y al otro lado la bella figura de Madge Undersee es como un faro del que me alejo.

Subo los escalones, me presento y Effie osa burlarse de las circunstancias. Yo solo veo como Gale toma en brazos a mi hermana y la lleva lejos, junto a mi madre. Y luego me enfoco en la rubia de la zona de las de dieciséis que destaca con su pomposo vestido blanco. Le veo quitarse delicadamente las lágrimas de sus bellos ojos azules y me muerdo la cara interna de la mejilla para no largarme a llorar mientras la escolta nombra como mi compañero al hijo menor de los panaderos.

Nos llevan al interior del edificio de la justicia y nos permiten despedirnos de nuestros conocidos. Trato de mantenerme positiva con Prim y mi madre, pero me derrumbo con Gale. Le pido que cuide de mi familia, que honre nuestro pacto porque la suerte no estuvo de mi lado y no lo estará. Puede que sepa cazar, pero a pesar de lo que opina mi amigo, matar animales no es lo mismo que personas. Él jura que no dejará que ellas mueran de hambre y me ruega que lo haga todo para volver y yo trato de asentir antes de que se lo lleven. Pasan los minutos y aunque quiero que ella aparezca, sé que es imposible y quiero volver a llorar, pero escucho como la puerta vuelve a abrirse.

— Solo unos minutos Darius, tu calla y vigila — da órdenes como una futura alcaldesa lo haría, cierra la puerta tras de sí y pone el cerrojo — oh cariño lo siento tanto.

— Madge — susurro sin evitar el sonrojo porque los motes cariñosos no son lo nuestro, ella se aferra a mi cuerpo ocultando su rostro en mi cuello y yo beso su sien aferrándome a su vestido — lo siento… tenía que hacerlo…

— Lo sé mi bella cazadora, y sé que puedes hacerlo — murmura unos minutos después, aún seguimos abrazadas — eres excelente en el bosque y tienes fuerza, podrás ocultarte y…

— Los profesionales acabarán conmigo en el baño de sangre Madge — la miro fijamente, ella se separa haciendo un puchero con sus labios, intenta no llorar, pero las lágrimas resbalan por su pálida piel — mi único lamento será no haberme acercado a ti antes… lamento que tuvieras que toparte conmigo…

— No, detente, por favor no sigas — pone su mano en mis labios sosteniéndome la mirada — tienes que ser fuerte… hiciste lo correcto, por la persona correcta y serás recompensada Katniss… salvaste a tu hermana, ahora tienes que salvarte — une su frente a la mía — por tu familia y por mi tienes que volver, te lo suplico.

— Será difícil Maddie…

— Nada es imposible para la única cazadora del Doce… únete a Peeta, él es bueno, podrán ayudarse…

— No quiero hablar de Mellark — le corto en seco intentando borrar de mi mente el recuerdo que tengo con él bajo la lluvia.

Le beso y nos abrazamos más fuerte, ella rodeando mi cuello hasta juntar sus manos tras mi nuca, yo la aferro a mí por su cintura. Nos besamos hasta quedarnos sin aire y volvemos a ello en cuanto logramos recuperar el aliento. Tres golpes en la puerta hacen que nos separemos de golpe, ella suspira, yo acaricio su mejilla tratando de memorizar su rostro.

Pregunta si llevo el prendedor y lo saco del bolsillo de mi vestido. Ella lo toma y lo ubica en mi pecho. Lo acaricia suavemente, me desea suerte y me besa una vez más, lento y corto, sabe a despedida y temo que sea la última vez, pero no puedo decir lo que quiero porque es demasiado pronto, somos demasiado jóvenes y de diferentes partes del Doce, destinadas al fracaso, así que callo. La veo quitar el seguro y abrir la puerta. Se queda mirándome unos segundos y apenas logro susurrar un adiós antes de que desaparezca de mi vista y en su lugar Darius y otro agente de la paz me escolten al tren que me llevara al Capitolio.

~Fin Katniss POV~

~ Algunas semanas más tarde~

Perdió la cuenta de los días que estuvo en la Arena, de cuánto tiempo estuvo fuera de casa. Cuanto más cerca está el tren más palpita su corazón ante la expectativa de llegar. Los paisajes cambian a gran velocidad a medida que cruzan los distritos y cuando logra ver el bosque, su bosque, se siente en casa. Aún resuena en su cabeza lo último que le dijo a Peeta cuando él le pregunto qué pasaría al volver al distrito y ella solo atinó a decirle que debían tratar de olvidar lo que ocurrió. No está orgullosa de lo que hizo, sabe que usó al muchacho para salir de aquella Arena, y le pesa en el alma el saber que para él era real cuando ella solo podía pensar en volver a ver otro par de ojos azules.

La estación del Doce está anegada de gente que ha ido a recibir a sus flamantes vencedores. Ellos salen del tren de manos enlazadas y saludan con sus manos libres a sus vecinos y familia. Al salir de la estación, los escoltan a un coche del gobierno que los trasladaría hasta el edificio de justicia donde estrecharían la mano del alcalde y tendrían una fiesta en su honor. El trayecto de un punto al otro no es largo, pero ella no deja de pensar en Madge, que no estaba entre el gentío. Se muerde la lengua tratando de contener las lágrimas y respira profundamente, ella seguramente la odia por el espectáculo que le ha dado a Panem con el panadero que no ha soltado su mano en ningún momento.

Volver a entrar al edificio le trae malos recuerdos y a la vez está agradecida de poder pisar aquel viejo lugar nuevamente. Las cámaras se posicionan y dan la orden para que puedan ascender los peldaños y atravesar las puertas hasta un salón en donde han dispuesto un pequeño escenario. El alcalde, el jefe de los agentes de la paz, Haymitch y Effie están sentados en sillas dispuestas sobre este, y allí también está ella, junto a su padre luciendo sus bucles dorados y un elegante vestido celeste. Katniss trata de llamar su atención, pero la rubia no se enfoca en ella más que para estrechar su mano cuando le entrega una medalla de vencedora y en aquellos ojos no puede vislumbrar emoción alguna.

Los primeros días en el distrito están llenos de eventos. Le muestran su nueva casa en la aldea en la que su madre y hermana se han asentado mientras ella era preparada para regresar a casa. Hay diferentes acontecimientos en los que está obligada a aparecer pegada a Peeta como una garrapata y pareciera un horrible juego del destino, pero en cada uno de ellos, Madge es una mera espectadora, a lo lejos. Katniss puede verla, pero jamás hablar con ella pues sus obligaciones la alejan de la rubia.

Pasan semanas hasta que los capitolinos deciden que ya han grabado todo lo que necesitan y se vuelven a su hogar no sin antes recordarles que estarán ahí en unos meses para la merecida Gira de la Victoria. Entonces, Katniss decide que ha sido suficiente tiempo y una noche se escabulle de su casa. Elude a la guardia que se aposta en la entrada de la Aldea y camina apresurada por las callejuelas del distrito hasta la mansión. Rodea por el jardín hasta llegar a la altura de la habitación de la dueña de casa y lanza algunas piedras hasta que está enciende la luz y aparece en la ventana. Luce sorprendida y aunque por un momento Katniss cree que le dirá que se vaya, la ve agitar su mano levemente pidiéndole que la espere. Le ve moverse por el cuarto a la luz de su lámpara de noche y de pronto todo está oscuro de nuevo.

Espera pacientemente unos minutos hasta que la puerta trasera de la casona se abre y Madge Undersee sale en sumo silencio, asegurándose de no hacer ruido al cerrar la puerta.

— No deberías estar aquí Katniss…

— Necesito que hablemos... No aquí, ¿podemos ir a la Pradera? — susurra intentando tomar su mano, pero la chica se aleja un paso — por favor…

Madge asiente y empieza a caminar. Katniss la sigue, intentando recordar su discurso, que lleva practicando sin parar desde que salió viva de aquella arena mortal.


Bueno… me encantaría decir que ese no es el final del capítulo… pero lo es jajaja. Pido piedad desde ya, sé que esta historia tendrá más haters que aficionados, pero leí un fic antiguo por ahí y no podía sacarme la idea de esta historia… es mi primer femslash, bastante me tardé jajajaja.

Trate de ser lo más fiel posible al libro/peli aun incursionando en esta pareja jaja espero que Katniss no parezca muy Ooc, ojalá me dejen comentarios al respecto!

Sin más, gracias por seguir leyéndome, los favs y follow me llenan el alma, pero aún más saber qué les pareció (guiño guiño)

Con cariño atentamente, Anna Scheler.