Después de tener sexo, como si no tuvieran suficiente; aprovecharon el resto de la noche para seguir amándose, explorándose, jugando y riendo, tal y como cuando eran niñas. Solo que ahora, se amaban intensamente, y eso le daba un plus hermoso.
Anna había dado instrucciones estrictas de que no la molestaran y de que no se preocuparan por su hermana tampoco, pues ella al igual que la pelirroja estarían muy ocupadas.
Y que si por alguna razón Honeymaren o Kristoff preguntaban, que se inventaran cualquier excusa creíble que las haga no buscarlas.
Todavía no querían darles la noticia, por ahora solo querían disfrutarse, ya lo harían después.
-o-o-o-
A la mañana siguiente, ambas despertaron abrazadas y desnudas. Elsa la tenía regocijada en sus brazos y Anna se hallaba tendida a pierna suelta con todo el cabello greñudo y gracioso, como era típico en ella.
Una sonrisa traviesa llegó a dibujarse en el rostro de la mayor y sus labios bajaron hasta su centro para darle un mañanero, quería consentirla. Le abrió las piernas con cuidado y su lengua empezó a juguetear con su clítoris de forma lenta y deliciosa.
- Ah – h…. que rico… - Anna empezó a retorcerse entre sueños – Elsa…. – fue entonces que abrió los ojos y la vio. La rubia se hallaba entre sus piernas y hacía de su vagina a su antojo – Buen… día…a-ah…
- Buenos días mi reina – Elsa se incorporó y al quedar a su altura, le dio un beso corto en los labios, haciendo que sus lenguas jugueteen un poco.
- Menuda forma de despertarme…oh…
- ¿Te gusta?
- Me encanta Els, podría acostumbrarme a esto todos los días. – sus lenguas empezaron a juguetear con más ímpetu, haciendo el beso más caliente.
- Anna…quiero jugar…. – Elsa habló entre jadeos con la voz rasposa y sugerente – ¿juguemos sí?
- ¿Quieres hacer un muñeco? – preguntó divertida solo por molestarla, Anna ya conocía de memoria esa petición.
- No, ya estamos grandecitas para esas cosas…ya sabes lo que quiero.
Sin avisar, los labios de Elsa fueron hasta sus pechos y comenzaron a atenderla. Anna al sentirlo empezó a retorcerse debido a su lengua, sus manos bajaron para acariciarla a la par cuando…
-o-o-o-
- ¿Majestad? ¿Está aquí? – preguntó una voz tras la puerta, a juzgar por el tono de este intuyeron que era Gerda.
Fue entonces que entre ambas se miraron y de ahí pensaron, ¿Por qué no? Era la única persona en toda la servidumbre y en el reino entero con la que tenían ese nivel de confianza. Era como una segunda madre para ambas. Las había criado. Estaban seguras de que Gerda las entendería. La querían mucho.
- Pasa Gerda – ordenó la menor
- Majestad vengo a llamarla porque…. ¡VIRGEN SANTÍSIMA! – inmediatamente se volteó apenas las vio. Las mejillas de la mayor se tornaron de un rojo carmín intenso. No podía creer lo que sus ojos acababan de ver.
- ¡Shh! No hagas ruido Gerda pueden oírte – susurro la platinada y tanto Elsa y Anna comenzaron a reírse en complicidad como cuando eran niñas. El rostro de la mayor era retratable.
Pero Gerda no volteaba, parecía que hiperventilaba de la pena.
- Voltea no pasa nada – dijo la menor mientras seguía riéndose junto a Elsa.
- ¡NIÑAS DEJEN DE REIRSE! ¡ESTO NO ME HACE NINGUNA GRACIA! – finalmente volteó a verlas. Ese par ni se inmutaba. Mostraban todo lo que dios les había dado sin pena alguna.
En respuesta, sus risitas se acentuaron.
- Al menos cúbranse – advirtió, dándose aire con las manos.
- Bueno – con la risa contenida en los labios se cubrieron apenas – Tranquila Gerda, no estábamos haciendo nada malo ¿Verdad Els?
- Cierto cierto – Elsa no podía contener más la risa.
- ¡¿Y USTEDES CREEN QUE YO NACI AYER?! – empezó a hiperventilar aún más, logrando que las dos hermanas rompieran a carcajadas.
- ¡Suficiente! ¡Podré haber sido de la servidumbre, pero las he criado tanto como su madre! ¡Anna y Elsa están castigadas! – En ese instante, se acercó amenazando con darle una buena catana a cada una, pero ellas no se dejaron. Sobre todo Elsa, que agarró de escudo a su hermana.
- ¡Hey! au au ya ya, ¡Elsa no es justo! ¡Protégete tú sola!
- Jajajaja.
- ¡Niñas basta, esto no es gracioso! ¡¿Cómo?! ¡¿Desde cuándo?! – al parar sus requintadas se cruzó de brazos, esperando una explicación. - ¡¿Saben que esto está mal cierto?!
- Lo sabemos – respondieron al unísono mirando a Gerda con esa típica carita de niñita regañada.
- ¡¿y?! ¡¿Eso es todo?! ¡¿No creen que su nany merece una explicación?! ¡Un día de estos me va a dar un infarto!
- Nos amamos mucho Gerda, no hay mucha magia en eso – dijo con simpleza la platinada, agarrando la mano de su hermana y acentuando su gesto de cachorrito herido – Nadie más sabe de esto, y creímos que sería bueno si teníamos a alguien más con quien contar.
- Pero…
Al verlas, la mayor se dio por vencida ¿Qué podía hacer? No podía traicionarlas, mal o no, eran humanas ¿Quién era ella para juzgarlas? Además…a pesar de todo las quería como si fueran sus propias hijas.
- Ay niñas…- En ese instante las abrazó a ambas, fue un abrazo que las calmó, uno que no se lo esperaron.
- Supongo que no puedo hacer nada ¿Verdad?
- No – respondieron al unísono.
- Bueno, supongo que es todo.
- Espera…. ¿Le dirás a alguien? – preguntó Anna en nombre de las dos y por un instante los ojos de las chicas se llenaron de temor.
- ¡¿Tengo opción?!
- Awwwww…te amamos Gerda – soltaron a la par y la llenaron de apachurros y besitos.
- Ya, ya niñas… que no he venido para eso. – dijo finalmente, soltándose de los mimos.
- ¡Uy si supieras! – Anna amenazó con molestarla de nuevo.
- ¡NO! ¡No quiero saber detalles! – las miró con aprehensión amenazando con el dedo – Que luego me arrepiento – acentuó sus gestos y su mohín – A lo que venía… su esposo la está buscando quiere hablar con usted. – alegó, volviendo a la formalidad. – Y la señorita Honeymaren también – le dirigió una mirada a la mayor de las hermanas. – Está en el jardín esperándola.
Después de escucharla, las hermanas se miraron y supieron que había llegado el momento.
- Iremos enseguida – respondió la mayor en nombre de ambas.
- Eso sería todo majestad, me retiro.
Antes de que la mayor pudiera salir por la puerta, Anna corrió y le propinó un abrazo en nombre de las dos. Elsa solo miraba la escena con una sonrisa y con un peso menos de encima, ya que al menos, a partir de ahora podían contar con alguien.
- Gracias Gerda – dijo la menor acentuando su abrazo, sin importarle si estaba desnuda o no, pues Gerda ya las había visto así de pequeñas. La mayor afianzó su abrazo y cuando vio que era suficiente se separó.
- Ya niñas… ¡Cámbiense por lo menos!
- Si, así será – Anna no podía estar más feliz
- Me retiro, hasta entonces Majestad.
Al irse y quedar completamente solas, ambas se miraron y rieron nuevamente en complicidad. Se dieron un par de "cariñitos" más y luego de una refrescante ducha, se cambiaron para afrontar lo evidente.
Acordaron en que cada una hablaría por separado, así tendrían su espacio y podrían resolver las cosas a su manera. Elsa se fue con Honeymaren a dar un paseo a caballo; alegando que darían un paseo, un largo paseo.
Por su parte, Anna llamó a Kristoff a su habitación matrimonial, y cuando ambos estuvieron dentro, cerró la puerta tras de sí, preparándose para lo que tenía que decirle.
- ¿Qué ocurre Anna? ¿Todo en orden? - Kristoff la miraba sin entender, aunque ni tanto, no se había creído del todo lo que le habían dicho los del servicio, se estaba haciendo a la idea ya.
Sus ojos se clavaron en ella y Anna no sabía ni por dónde empezar. Estaba muda.
- ¿Anna?...
- Kristoff… hay algo que... debo decirte – sus palabras se atascaron en su garganta. No se atrevía a mirarlo.
- ¿Es Elsa cierto? – lo veía venir, no era tan tonto.
- Si…Kristoff yo….
- Déjalo, no sigas.
Inmediatamente se alejó y empezó a hurgar en los cajones.
- ¿Qué…qué haces?
- ¿No es obvio? Empacando
- Kristoff…
- No Anna, está bien.
Fue así que en sus narices empezó a empacar, Anna estaba taciturna, tiesa en su lugar, sin saber qué decir o qué hacer ¿Estaba bien no? Entonces… ¿Por qué no se iba y lo dejaba empacar en paz? ¿Qué la detenía?
Cuando finalmente terminó de empacar se dirigió a la salida con la intención de irse, pero sintió la mano de su ex esposa agarrarlo fuerte.
- ¡Kristoff espera! – sus ojos le obligaron a mirarlo.
- ¿Ahora que Anna? – Kristoff ya quería salir de ahí
- ¿Me das un beso?
- ¡¿Qué?!
- El último...
- Anna no puedo
- Por favor… - los ojos de la menor fueron suplicantes.
Aunque dudoso, se acercó para besarla con la idea de darle un beso corto, pero su ex esposa se aferró a su cuello de tal forma que devoró sus labios, dejándolo sin habla. Fue ahí que Kristoff se separó, era suficiente.
- Para, por favor. – rogó, no podía pasar de nuevo
- Lo sé, está mal, malísimo, pero no puedo, necesito hacer esto - En ese momento, Anna cerró la puerta con seguro y se quitó sus prendas de un tirón, quedando desnuda y en bandeja para el que fuera su ex marido ahora.
- ¿Qué estás haciendo? Cúbrete por favor.
- Cógeme – dijo sin más – Solo hazlo, te prometo que será la última vez.
- Anna no puedo hacer eso
- Por favor. – rogó una vez más
Luego de pensarlo un par de segundos, Kristoff dejó sus cosas a un lado y se acercó a ella con una mirada indescifrable, dura, oscura – ¿Es lo que quieres?
- Si – Anna le dirigió una mirada insistente. No podía esperar más. Su conciencia la mataba y su hermana podía llegar en cualquier momento.
- Bien
Sin perder tiempo, Kristoff la agarró de la cintura y de un tirón la puso en 4, haciendo que las manos de Anna se apoyaran a la baranda de la cama y logrando tener una visión completa de su desnudo trasero.
- Kris…. – Anna sintió estremecerse por la brusquedad
- Silencio
- Si…
El sujetador de su pantalón cayó junto a su bóxer y, dando a notar su hinchado miembro, empezó a penetrarla duro y sin tregua.
- Ah-h… ¡Kristoff! ~
-o-o-o-
Los días pasaron y esos días se convirtieron en semanas, las semanas en meses y todo volvía a estar como antes, solamente eran ellas dos, ya no había Kristoff ni Honeymaren.
El recolector se había ido luego de ese pasional y "duro" encuentro. Habían acordado que sería la última vez a petición de Anna, que no volvería a pasar y que quedaba solamente entre ellos dos. Se dieron el "adiós" y ante la mirada atónita de todo el personal del castillo, Kristoff partió dejando a la reina soltera y a Arendelle sin rey.
Honey, por su parte, al enterarse de lo ya obvio, volvió al bosque, y aunque le dolió en el alma, dejó a Elsa en libertad. Le recalcó que ella siempre estaría para cuando la necesitara y que sus sentimientos seguían ahí. Que si esa era su felicidad la respetaba y que la buscara cuando quisiera sin importar lo que pasara. Le dejó en claro que ella estaría así lloviera, tronara o se acabara el mundo.
A raíz de que su relación se estableció "aunque a escondidas" Elsa optó por pasar más tiempo en Arendelle que en el bosque. Si bien es cierto antes era recurrente, pero ahora iba a ser perenne. Eran pareja después de todo.
Tenían la excusa perfecta de que su hermana necesitaría ayuda con el tema del reinado, y eso a ciencia cierta, no dejaba de ser verdad. Elsa estaba técnicamente más preparada, así que no dejaba de ser una excelente idea.
Su rutina de la reina se había vuelto más ligera, pues sabía que al final de una larga jornada, Elsa le ayudaría con los temas faltantes que tuviese que concretar y finalmente se irían a la cama a hacer el amor para liberar tensiones, como todo un gran equipo.
Sin embargo, no todos los días estaban juntas, ya que días específicos, Anna debía de salir del castillo para ver temas puntuales del reino. Entre los más importantes estaban: hablar con los aldeanos, ver cómo iban los avances de la producción, si necesitaban algo o cualquier otra inquietud que tuvieran.
Toda su vida pensó que si Arendelle tenía de cerca a su reina, habría más familiaridad, más calidez. Realeza o no, era humana, así que no podía hacerse de la vista gorda. Era su pueblo después de todo.
Elsa, por su parte, aprovechaba esos días en regresar al bosque y visitar a los Northuldras. Ya después cuando se hacía noche, regresaba al palacio para volver al lado de su hermana y darse "cariñitos" antes de dormir.
-o-o-o-
La rutina se dio normal, y una tarde como tantas, Anna tenía una reunión importante en el despacho con los señores del consejo para acordar temas comerciales. Estaban en plena conversación cuando la puerta sonó.
- Pasa Gerda – animó la menor, pero contrario a eso, vio a Elsa. La rubia venía con una charola y en ella había pequeños trozos de chocolates a modo de bocaditos ¿lo más llamativo? Llevaba ese bendito vestido negro.
- Perdona, pero me ofrecí en su lugar – dijo la platinada con una sonrisa saludando a los presentes – Buenas tardes caballeros – hizo una reverencia a lo que los señores saludaron en respuesta, sin poder evitar que sus miradas se desviaran por completo en el escote y las largas piernas de la platinada. Era muy difícil mantener la vista en la reina con el vestido que llevaba puesto Elsa.
Ella ni se inmutó, pero Anna lo notó perfectamente.
- Gracias Els. – trató de aparentar normalidad y le recibió la bandeja. Se dio cuenta que los chocolates negros no estaban. Ahora entendía por qué.
- Estaré afuera ¿sí? Me llamas si necesitas algo – se acercó a su hermana y le regaló un beso en la mejilla, apretando su mano por lo bajo. Anna sabía perfectamente que significaba.
- Gracias Els, no te preocupes – Anna le regaló una sonrisa y luego de que Elsa se despidiera de los presentes salió del despacho, jalando nuevamente las miradas.
Al hallarse solos, Anna se aclaró la garganta para darse a notar, los del consejo parecían idiotas.
- ¿En qué íbamos? – Anna volvió a su papel.
- ¡Oh sí! Como le comentaba según el acuerdo….
-o-o-o-
La reunión avanzó sin más contratiempos, y al terminar, los del consejo salieron no sin antes hacer una reverencia. Anna los imitó y finalmente se halló libre. Otra ardua jornada había terminado. Ya era de noche.
Cuando finalmente estuvo sola, se enfocó en ordenar la fila de papeles que tenía en su escritorio, hasta que nuevamente la puerta del despacho sonó.
- Adelante
- ¿Ocupada? - era Elsa, tenía una sonrisa de oreja a oreja.
- Un poco – Anna seguía enfocada en su tarea.
- ¿Todo en orden? – pudo sentirlo, algo no andaba bien.
- Claro, solo estoy agobiada – contestó mientras proseguía con su deber, ordenando fila tras fila, sin mirarla.
- Deja eso, puedes hacerlo después… o mejor – se acercó hasta quedar a su altura y finalmente se sentó en sus piernas con aquel corto vestido – Puedo hacerlo yo y liberarte un poco ¿Te parece? – pero Anna no se inmutaba
- Hey… ¿qué pasa? - Elsa le levantó el rostro y pudo verlo. Estaba molesta.
- ¿Qué tienes?... – pensó lo peor ¿acaso había hecho algo mal?
- No me gusta tu vestido Elsa es muy llamativo – dijo sin más
Ahí cayó en cuenta ¿Era enserio?
- No puedes estar hablando enserio Anna – Elsa no podía creerlo
- Hablo muy enserio
- A mí me gusta – la platinada se levantó de su lugar con un ligero mohín en el rostro, realmente le fascinaba esa prenda. No podía, simplemente no – Yo no le veo el problema.
- Elsa no quiero discutir… no ahora ¿Si?
- Pues yo sí, dime cual es el problema – Elsa no rompió su posición. Estaba firme y con los brazos cruzados esperando su respuesta.
- ¿De verdad? – Anna también era toda una chispa, estaba agotada es cierto, pero esa pregunta la sacó de sus casillas, ¿En verdad le estaba preguntando eso?
- Si, dime por favor
- Se te nota todo, y no es envidia, es solo que… - suspiró cansinamente – Todos voltean a mirarte y no lo soporto.
- Wow, ¿De cuándo aquí eres tan posesiva?
- No soy posesiva Elsa
- Estas siendo posesiva
- Mira no quiero discutir ¿sí? Solo no vuelvas a ponértelo y todos felices, no tiene que ser tan difícil.
- ¿Perdón? – eso la sacó de sus casillas, no pudo contenerse – Creo que a veces se te olvida que yo soy mayor aquí y que me debes respeto – la miró desafiante, otra vez – A mi este vestido me gusta, y no voy a dejar de ponérmelo solo porque a ti no te agrada, ahora en vista de lo irritable que estas mejor te dejo descansar, hablamos mañana.
- ¡¿Irritable?! – eso la hizo enojar – No soy irritable, ¡Elsa ven aquí!
Pero Elsa ya se había ido. En ese instante aún en contra de su voluntad corrió para alcanzarla. Y es que cuando se le prendía la chispa no había quien se la apagara. Elsa últimamente la provocaba demasiado.
- ¡Elsa! ¡Elsa no me ignores!
A pocos pasos de la habitación, cuando Elsa se disponía a cerrarle la puerta en la cara, Anna entró de golpe, y cuando ingresó, fue ella quien cerró la puerta tras de sí para luego atrapar a la mayor contra el muro, teniéndola de espaldas y empleando cierta fuerza en el proceso.
- No vuelvas a ignorarme así, no me gusta Elsa.
- Uy, lo siento alteza
- ¡No estoy jugando!
- Yo tampoco Anna – gesticuló y soltó una risita burlesca.
Anna, al escucharla, sintió hervir de las iras, por lo que a modo de respuesta, agarró sus brazos y los puso tras su espalda apretando duramente sus muñecas.
- Au…
- ¿Por qué actúas así? ¿Te gusta acaso?
Se escuchó un gemido, uno claro y ahogado.
- ¿Un momento? Te gusta… ¿No es así? – finalmente cayó en cuenta, ahora entendía porque la provocaba tanto.
- Tal vez… - soltó bajito.
- ¿Tal vez? – entendiendo su lenguaje entre líneas, la agarró de un tirón, giró su cuerpo y, con la misma fuerza que la caracterizaba, hizo que sus brazos se apoyaran en su velador, dejándola en 4.
De esa manera, logró tener una completa visión de su trasero totalmente arqueado a través de su vestido. Al ver que estorbaba, lo remangó y le bajó las bragas. Notó que al hacer eso, Elsa se arqueó muchísimo más, poniendo en bandeja su desnudo trasero.
La platinada al sentir la brusquedad soltó un ligero alarido, uno qué más podía ser una petición; un ruego.
- Cielos Anna…
- Se especifica Elsa – su mano cobró vida propinándole una nalgada.
- Au…. - soltó un gemido y, sin querer, otra risita burlesca y juguetona escapó de sus labios.
- ¿Te estás riendo? – una nalgada más fuerte se escuchó.
- Au…. no – el tono de su voz se volvió caliente, cachondo.
- Entonces habla.
- Duro, me gusta duro...
- ¿Así? – la nalgueo más duro y esta vez Elsa dio un salto.
"Dios".
Anna sentía que podía hacerlo cuantas veces quisiera. Le encantaba hacerlo. Tenerla así la encendía muchísimo.
- Si... justo así...me encanta...- otro gemido salió de sus labios seguida de su voz ahogada. – Anna… – su cuerpo se retorció más, dando esa indecorosa invitación a través de su trasero, el cual comenzó a menearse cachondamente – Tómame…
- No has sido buena Elsa.
- ¿Qué?...
- ¿Volverás a ponerte ese vestido?
- Si….
En respuesta, las manos de la pelirroja dieron otro azote más duro a modo de advertencia y sus uñas se clavaron en sus nalgas. El trasero de la platinada estaba rojo de tanto golpe.
- ¿Qué dijiste? - recalcó su pregunta clavando más sus uñas.
- ¡Au!… no… – Elsa apretó los labios y sus uñas se aferraron más al plano velador, dejando ligeras marcas en la madera por la presión de estas. Su respiración era agitada, sus labios estaban mordidos y sus gestos eran jodidamente sexys.
- ¿Perdón? No te oí
- No Anna…
- ¿Serás buena chica?
- Si…
- Así me gusta
En ese momento, Anna sintió excitarse inmediatamente. Había abierto la caja de pandora, y dios… no quería cerrarla. Llegaría hasta donde su curiosidad e imaginación la llevaran, hasta donde su creatividad le permitiera.
Al tenerla a su merced de esa manera, se agachó y, quedando a la altura de su ya lubricada vagina, su lengua empezó a juguetear con su clítoris. Sin embargo, su solo accionar fue una tortura. Anna apenas metía su lengua entre pausas. Lo hacía lento y a propósito. Elsa no podía con el suplicio.
- Ah-hh Anna…. – su trasero se movía más y más invitándola desesperada – Tu lengua…quiero más…
- ¿Solo mi lengua? – la menor paró su labor, y de golpe, metió tres dedos para empezar a masturbarla, arrancándole gemidos a la rubia. Pudo notar como sus uñas rasgaban la madera a medida que la penetraba. - ¿Solo mi lengua Elsa? – recalcó su pregunta y sus dedos dieron más fuerte.
- Ah-hh…. no… ~
Los gemidos de Elsa la calentaban durísimo, jadeaba como toda una p*ta.
- ¿Quieres el dildo, Els? – acentuó la masturbación, pasando su índice por su clítoris ya sensible. Sintió que estaba ligeramente hinchado, en su punto quiebre, muy muy caliente.
- Si…quiero el dildo Anna, póntelo…- se retorció nuevamente en su sitio y empezó a soltar palabras subidas de tono, unas muy sucias.
- ¿Cómo?
- Por favor póntelo… - rogó, y al ver que su rostro estaba cerca, giró el cuello con el fin de buscar sus labios y besarla, pero Anna volteó su rostro de golpe.
- Quieta. - ordenó.
- Ujum…
Eso excito el doble a la platinada, por lo que no le quedó más que morderse los labios y esperar como la buena chica que ya era. A los pocos segundos, finalmente pudo escuchar la ropa de su hermana caer al suelo y la correa de aquel dildo ajustarse a su cuerpo.
Su vagina se mojó cuando sintió la punta de este juguetear con su clítoris, Anna daba golpecitos lentos y acentuados en todo el contorno. ¿Cómo podía ser tan cruel?
- Anna….
- ¿La quieres? – preguntó la menor ya con la voz rasposa, estaba igual de excitada que ella.
- Si…
- Pídelo.
- Lo quiero, lo necesito…. métemela, ¡Fóllame de una maldita vez! – liberó a prisas y con total cachondeo en su voz, su hermana la estaba matando lentamente.
- Así será.
Con la sonrisa acentuada, Anna agarró el dildo e ingresó en ella de golpe, encajando el juguetito en su interior.
Elsa al sentir su intromisión lanzó un grito, uno tan alto que se escuchó por medio palacio, uno tan alto que hasta los mismos guardias tuvieron que venir porque se preocuparon.
A pesar de eso, Anna no cesó sus movimientos, al contrario, aquello la prendió tanto, que acatando sus deseos la penetró sin tregua.
Sus caderas comenzaron a moverse frenéticamente, tocando hasta lo más recóndito, apretando duro, entrando y saliendo de tal forma que solo se escuchaba el choque furioso de sus cuerpos.
Elsa no sentía las piernas, solo se dejaba llevar mientras sus labios gritaban y sus uñas arañaban todo lo que quedaba de aquel desgastado mueble.
Sus pechos rebotaban, su corazón latía con violencia y sus sentidos apenas podían procesar ese peculiar pero delicioso dolor que las embestidas de su hermana le causaban.
Anna sencillamente no media. Se la estaba foll*ndo entera.
- ¿Majestad está todo en orden? – un guardia tocó la puerta llamando la atención de ambas.
En ese instante, Anna rompió la posición de las manos de Elsa y las puso tras su espalda agarrando sus muñecas con fuerza, logrando que su rostro diera de lleno contra la cómoda.
- No vayas a gritar – advirtió la menor y embistió más fuerte, sin tener ninguna intención de cesar sus movimientos.
- ¡Ahhhh! – Elsa se mordió el labio inmediatamente intentando callarse, pero era imposible, de sus ojos bajaron ligeras lágrimas de placer – Anna… no puedo… - rogó, su voz era ahogada.
- Si, si puedes – Al no acatar con el silencio y escuchar cómo los guardias tocaban con más insistencia la puerta, a Anna no le quedó más que estampar su mano libre contra su boca para callarla.
Y entró de nuevo.
- ¡Mmmmgh! – se oyó un alarido ahogado mientras el dildo continuaba pegando rico en sus paredes.
- ¿Majestad? – insistió el guardia tocando una vez más.
- Todo está perfecto, no pasa nada caballeros – dijo con seguridad la menor, logrando hablar lo suficientemente alto para que la escucharan.
- ¿Segura?
- ¡Mmmmgh!...¡Mmmmgh! – Elsa volvió a gritar ahogadamente.
- Si, segurísima.
- Bueno, avísenos cualquier cosa
- Así será
Cuando sintió los pasos alejarse, Anna rompió la posición y la hizo sentarse en aquella cómoda, quedando esta vez frente a frente. El semblante de Elsa lo decía todo. Tenía los ojos vidriosos, la respiración agitada, el cabello alborotado, su entrada "invitante" y ese bendito vestido negro remangado hasta la cintura.
- Que escandalosa eres. – Anna volvió a ingresar de nuevo separándole las piernas y poniendo aquel dildo en su interior, recorriendo nuevamente sus paredes.
- No es mi culpa que te hayas vuelto tan... ¡Ahh! ¡Oh cielos! – las caderas de la pelirroja comenzaron a moverse nuevamente, penetrándola duro.
- ¿Tan qué?
- Tan brusca… ¡Ahhh! - Sus manos se aferraron a sus glúteos y sus piernas la rodearon para sentirla más a profundidad.
- ¿Te gusta? – Las manos de la pelirroja se clavaron en sus muslos con fuerza para apoyarse en las embestidas.
- ¡Ahhh! ¡Anna cielo santo! - Su espalda se arqueó dando a notar sus pechos y sus pezones ya erectos debajo del vestido.
- Responde, ¿Te gusta sí o no?
- Siiiii… Ah-ahh...que rico...– Sus uñas se acentuaron más en su trasero a modo de protesta, pero solo consiguió el efecto contrario, darle más duro.
- Entonces no te quejes.
- No me quejo solo… ¡Oh Mie*da!
A nada de llegar, Elsa tomó el control de la situación moviendo sus caderas cachondamente, hundiendo el dildo un poco más, dando lo último. El líquido caliente en su interior no tardaba en liberarse.
- ¡Elsa! – Anna abrió los ojos de par en par al escucharla.
- Perdona…- Se acercó para besarla y ahogar sus gemidos dentro de su boca. Anna en respuesta atrapó sus labios y sus lenguas empezaron a juguetear dentro de aquel sediento beso.
En medio de este, Elsa apretó las nalgas de la menor a modo de señal y Anna entendió perfectamente.
Fue entonces que la pelirroja bajó y empezó a jugar con su vagina como tantas otras veces. Lamió, chupó y estimuló lo que quedaba, hasta que finalmente la sintió venirse por completo entre sus labios.
- ¡Anna! ~
Al recibirlo y tenerlo en bandeja, Anna se incorporó para compartirlo y su hermana la atrajo a su cuerpo de tal forma que saboreó hasta la última gota.
Cuando se separaron, ambas se miraron con una sonrisa cómplice, agitadas a su modo, sudorosas y con el pecho latiendo a mil. Qué manera…qué orgasmo. Elsa no sentía las piernas, estaba tan ligera como una pluma, que no sabía si podría moverse.
Lo más notorio era su sonrisa, una que ahora se dibujaba en su boca debido al gran orgasmo que había tenido. Anna, por su parte, no era la excepción. Tener a su hermana así era su mayor satisfacción.
- ¿Ayúdame sí? – pidió sin pena la platinada rompiendo el silencio, por cómo había quedado, era obvio que no podía bajar sola.
- Jajajaja. - rió ligeramente, molestándola
- ¡Anna!
- Ok deja me quito esto – la menor procedió a quitarse el dildo y la ayudó a bajar con sumo cuidado.
Al terminar, ambas se tendieron en la cama intentando recuperarse. En el corto silencio en el que se hallaron se escucharon pequeñas risas por parte de Anna, quien al parecer no daba tregua con sus carcajadas. Ver a su hermana mayor así era muy…muy digno de recordar.
- ¿Muy graciosa no? – Elsa realizó un mohín con sus labios.
- Jajajaja. – finalmente estalló en risas – Perdón Els… es solo que… ya ya ¡Au! – un almohadazo le había caído en todo el rostro.
- Ya, deja de reírte.
- Ok, lo siento – Anna calmó su respiración y se acomodó a su lado de tal forma que quedaron abrazadas.
-o-o-o-
- ¿Elsa? – preguntó la menor, rompiendo el silencio y acariciándole el rostro suavemente.
- ¿Si Anna? – Elsa por su parte acariciaba sus muslos desnudos, dibujando cada peca con sus dedos.
- ¿Desde cuándo tienes esos gustos tan peculiares?
- Pues…- se mordió el labio entendiendo todo – Fue desde que me convertí en reina.
- ¿De verdad? – Anna no salía de su asombro, tan seria y recatada, ni por aquí se le hubiese ocurrido tal cosa.
- Si… luego de que abrieron las puertas, me estresaba muchísimo a veces y pues...
- jugueteó con sus dedos en su muslo - Empecé a explorarme, a jugar con mi cuerpo y… bueno… ¡¿Necesitas detalles?! – un sonrojo se apoderó de sus mejillas.
- Sip, quiero saberlo todo.
- Anna…
- Vamos… después de esto ¿no confías en mí?
- Claro que sí.
- ¿Entonces?
- Bueno… no hay mucha magia, luego empecé a leer un poco más y a informarme sobre el tema, supe que podía meterme más que solo dedos y fue ahí donde en uno de los viajes que hice por temas comerciales me compré estos juguetitos, ya está, eso es todo.
- ¿Espera? ¡¿Fuiste tú sola?! No… ¿No se dieron cuenta?
- ¡Obvio no! Fue por encargo.
- Ah… ¿y lo otro?
- ¿Otro?
- Claro... veo que te pone mucho cuando te dan...ya sabes...
- Ya. - se estaba empezando a sonrojar.
- Vamos cuéntame...no seas tímida, ya habíamos quedado que no tendríamos secretos.
- Pues es solo un fetiche supongo.
- ¿También está incluido las palabrotas sucias que dijiste?
- Anna basta, deberíamos dormir.
- Oh vamos...no es tan malo, a ti te pone lo rudo y a mi esas cosas, no tiene que ser tan difícil si lo hablamos, además solo es entre nosotras.
- ¿Enserio? - los ojos de la platinada se abrieron de par en par, no solamente era ella la caja de sorpresas.
- Sip, me prende muchísimo cuando hablas así.
- ¿Así como?
- Sucio.
- Wow... No sé... no sé si pueda...
- Lo has hecho hoy, lo que te falta es estar toda "Ahh...Anna" - empezó a remedarla juguetonamente imitando sus gemidos - "Oh...Anna mmmmgh..." - sus manos empezaron a toquetearse los pechos.
- Anna basta.
- "Ahh...Anna estoy taan caliente"
- Anna
- "¡Oh dios! ¡Oh dios! ¡Oh dios!"
- ¡ANNA!
- jajajajaja ¡Au! - sintió un súper almohadazo en el rostro seguido de su hermana que se giró a su lado de la cama, sonrojada y molesta.
- Elsa...
- ...
- Te amo - susurró a su oído y la abrazó por la espalda, dándole un beso en el hombro. - ¿No me dirás que me amas también?
- Habla con mi mano.
- Bueno. - entrelazaron sus dedos y se acurrucaron de cucharita, quedando finalmente dormidas.
-o-o-o-
En plena madrugada, Elsa despertó con un hambre voraz de chocolate. No supo porque, pero su estómago la mandó directo a la cocina.
Se puso su bata, y al llegar; sacó de su escondite los chocolates que pensaba comerse. De esa manera; empezó a darles curso lentamente, saboreándolos y disfrutándolos de a uno.
- ¡HOLA ELSA!
- ¡Cielo santo! ¡Olaf! – dio un brinco y agarró sus chocolates que por poco se le caen del susto.
- ¿Qué estás haciendo?
- Comiendo chocolates… - su corazón volvió a su pecho
- Ah… comería, si luego pudiera digerirlos Jeje
- Ay Olaf, tú siempre tan ocurrente... ¿Qué haces despierto? Deberías estar descansando, es madrugada.
- Podría, pero no he podido, ¿Últimamente tú y Anna juegan mucho verdad?
- S- si….
- Me da muchísimo gusto, antes peleaban mucho y eso me hacía sentir triste ¿Sabes?, ustedes siempre han sido muy unidas.
- Es cierto Olaf
- ¿Y ahora juegan para reconciliarse?
- Si…algo así.
- Qué bueno, es bueno saber que ahora Anna y Kristoff también se reconcilian así, los últimos días el pobre andaba muy triste.
- ¿Qué? – Elsa sintió que un pedazo de chocolate se atascó en su garganta, a lo mejor había escuchado mal, tenía que ser eso.
- Claro ¿No sabías? Ellos también juegan muchísimo, lo que no logro entender es porque gritan tanto, ¡Oh! y también porque todo el mundo está desnudo, es raro.
- Olaf para – Elsa sintió tensarse, pero como era buena ocultando, actuó lo más normal que pudo - ¿Los has…- en ese momento se tragó su vergüenza, decidió hablarle en su lenguaje - ¿Cuándo fue la última vez que los viste jugar?
- Hace dos días; el día que Anna salió a visitar a los aldeanos, la acompañé, luego vi que se metió a la cabaña con Kristoff y de ahí no salió hasta llegada la noche, tuve que irme con Sven a pasear de lo aburrido que estaba ¿Por qué?
- Y de casualidad… ¿Sabes desde cuando juegan? – el hielo empezó a llenar poco a poco las paredes a causa de sus emociones.
- Desde siempre.
- ¿Cómo así?
- Desde que Kristoff dejó el castillo, ¿Elsa estás bien? – la cocina empezó a congelarse - ¿Elsa?... – Olaf se estaba asustando.
- ¿Vamos a dormir? Tengo sueño…- en su rostro se dibujó una sonrisa. Sus gestos decían una cosa pero el hielo otra.
"No sientas" "No sientas".
- ¿Estás segura? Hay hielo por toda la cocina
- Si Olaf, no es nada. - Elsa intentó vanamente esconder las pequeñas lágrimas que escapaban de sus ojos, pero Olaf ya se había percatado.
- ¿Y Anna? ¿No dormirás con ella?
- Estoy segura que dormirá bien sin mi ¿Vienes?
- Mmh…bueno.
-o-o-o-
Ya en la habitación, cuando ambos se disponían a dormir, Olaf la abrazó. No sabía por qué estaba triste, no entendía, pero sabía que un abrazo cálido siempre curaba cualquier tristeza, así que con sus pequeñas ramitas se acurrucó y la abrazó fuerte.
Antes de caer en los brazos de Morfeo acotó:
- ¿Elsa?
- ¿Si Olaf?
- Te quiero mucho.
- Yo también Olaf… yo también.
