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Tiempo
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La película no lo había atrapado del todo, miraba a momentos y luego se centraba en la pantalla de su móvil. Era raro tener un tiempo libre, y normalmente los disfrutaría bastante, pero bajo su situación emocional actual, nada le llamaba realmente la atención. Miró algunos vídeos en redes, los pasaba rápido por la pantalla sin interés. Hizo una mueca de molestia y dejó el móvil en el velador junto a su cama. Apoyó su cabeza en su brazo derecho y con la mano izquierda la recostó sobre su pecho desnudo. Se quedó viendo la televisión por un rato, sin embargo, ya se había perdido gran parte de la película por lo que no la entendió del todo.
Suspiró aburrido y volvió a tomar el móvil, hizo un pedido de comida rápida y dejó el aparato en el mesón nuevamente. Jamás pensó que tener una noche libre pudiera aburrirle tanto. En otro momento se habría armado un gran panorama o buscado reunirse con sus estudiantes o colegas hechiceros, ahora estaba aburrido perdiendo el tiempo, intentando no pensar en la joven de Kioto.
No sabía si se debía a la añoranza o frustración, pero evitaba pensar en ella porque no le aportaba. Al contrario, lo dejaba ensimismado y a diferencia de su versión adolescente, él no podía compartir con ella para sentirse mejor por extrañarla. Y era lo curioso con la maldición a la que se había enfrentado la joven. Porque los sentimientos y recuerdos los experimentaba tal cual, como su versión crío malcriado, a pesar de que en teoría era su pasado modificado.
Tenía curiosidad con lo que le deparaba para cuando ella volviera ¿seguiría recordando sus días de colegio que pasaron juntos? ¿seguiría sintiendo… amor-atracción por ella? Esperaba que sí. Desde hace mucho tiempo que no se sentía de ese modo, quizás nunca lo había estado realmente, pero era algo nuevo y divertido si lo pensaba a fondo. Si, era un poco extraño, pero le recordaba que era un hombre como cualquier otro. Dejaba de lado por un momento que era el hechicero más fuerte de su generación. Y no cualquiera podía conseguir eso.
Su móvil vibró sobresaltándolo, segundos después el tono de llamada se hizo oír. Pensó en no responder, porque identificó el tono como llamada de trabajo, pero al mirar la pantalla y ver el nombre de la profesora de Kioto prefirió hacerlo. Ya podía suponer de qué iba la llamada.
— ¿Quieres invitarme a salir a esta hora? —preguntó fingiendo sorpresa.
— ¡Por supuesto que no! jamás saldría contigo a menos que fuera por trabajo —Satoru sonrió con burla, era fácil alterarla y a esa hora de la noche le venía bien algo en qué concentrarse.
—Ya veo, es bueno saberlo. La verdad es que te hubiera dicho que no —se encogió de hombros.
— ¡Tú maldito engreído! ¿quién te crees como para…? —resopló fuerte—maldición, no importa. No llamaba por esto…
—Sí, mejor apresúrate que ya va a llegar mi cena —dijo en un tono aburrido.
—Tsk… ¿has sabido alguna novedad de Miwa? —Satoru sonrió al oír el nombre de la joven. Sintió el corazón latirle deprisa, como si el solo hablar de ella en voz alta le avergonzara, como si de repente le abordara una timidez impropia en él.
—Ah… se podría decir que sí —murmuró inseguro—la maldición ya se formó y están esperando que manifieste su técnica o se desarrolle por completo creo recordar.
—Al fin… ¿Cuándo crees que suceda?
—No lo sé —se encogió de hombros—no soy adivino ni veo el futuro.
— ¡Eso ya lo sé! Maldita sea… —la podía oír refunfuñar.
—Oye cálmate —su tono de voz relajado solo irritaba más a la maestra de Kioto, pero le ignoró—quédate tranquila, está en buenas manos —no pudo evitar medio sonreír al decirlo, Utahime lo tomó a burla, lo que ignoró pues la picardía le salía a flote de forma natural cuando pensaba en cómo su versión adolescente estaba tratando a la joven de Kioto.
—No me hace sentir mejor —bufó en respuesta—bien, te dejo. Avísame si tienes novedades.
—Seguro —respondió sin dejar de sonreír. Ninguno se despidió.
Miró en qué iba el pedido de su cena, aun le quedaban unos minutos por lo que decidió darse una ducha. Hizo una mueca al pensar en su versión joven, pues al menos él tenía la oportunidad de ducharse acompañado de Kasumi ¡lo envidiaba tanto!
(…)
Intentaba que el agua no le tocara el cabello, lo tenía sujeto en un moño alto y medio desordenado, aunque algunos mechones ya estaban empapados. No alcanzó a buscar el jabón cuando la cortina se abrió de golpe, pegó un brinco y un chillido agudo al mismo tiempo que se cubría el pecho y se inclinaba hacia delante para esconder su pelvis. Frunció el entrecejo al ver a Satoru desnudo sujetando el borde de la cortina de plástico.
—Hazme un lado —pidió él haciendo un mohín infantil.
— ¡No hay espacio para los dos! Espera afuera o en tu habitación te puedes duchar… —pidió avergonzada sin dejar de cubrirse.
— ¡Eh! Pero si no me iré tan luego ¡dame un espacio! Además, así será más fácil limpiarte —sonrió travieso y la empujó con suavidad hasta quedar detrás de ella.
— ¿Más fácil para limpiarme? —preguntó confundida en un susurro.
—Sip —sonrió él y acarició sus hombros —te enjabonaré la espalda —dijo en un tono cantarín.
—Satoru-san… estamos muy apretados —murmuró no muy convencida—se me mojará el pelo —se quejó mientras estiraba el cuello hacia el lado para que el agua no le salpicara.
—Así es mejor, estamos más juntitos —le susurró en el oído y Kasumi tragó saliva.
—Satoru-san… tienes otras intenciones ¿verdad? —casi se sintió tonta por preguntarlo, no por la vergüenza, sino porque era evidente.
—Quizás —respondió mientras sus manos bajaban hasta sus senos y los masajeaba con firmeza— ¡se sienten muy suaves! —exclamó alegre.
—N-no lo digas en voz alta, es vergonzoso —murmuró apenada, pero no se lo impidió. Pensó en cerrar la llave, pero le daría frío si lo hacía. A Satoru parecía no importarle que el agua le mojara el cabello; la empujó un poco hacia delante a medida que se inclinaba para poder besar la curva de su cuello—eres muy alto, no hay tanto espacio —se quejó mientras le inclinaba la espalda.
—Me las puedo arreglar —dijo en el mismo tono cantarín.
—L-lo acabamos de hacer —susurró no muy convencida cuando sintió la mano del hechicero bajar por su vientre hasta su pubis.
— ¿No quieres? —preguntó en un tono bajito que el ruido del agua amortiguó. Kasumi se estremeció al sentir su aliento en su oído, volteó hacia atrás para poder verlo, pero por el espacio y su posición, no logró ver a detalle su rostro.
—No es justo que me preguntes —respondió frunciendo el ceño, y él sonrió malicioso. Sonrisa que Kasumi pudo ver a la perfección.
Los dedos de Satoru tantearon curiosos por su intimidad, jugando con los pliegues con delicadeza, caricias firmes, pero con suavidad. Aun con su espalda inclinada hacia delante, la pelvis masculina estaba pegada al trasero de ella, por lo que pudo notar enseguida cuando su miembro se irguió. Tragó saliva, sentir su carne dura y caliente refregarse en su piel era igual de excitante que lo que él le hacía con sus dedos.
La podía escuchar jadear incluso entre el ruido de la regadera, y su intimidad chorreando era la evidencia de que lo que estaba haciendo le gustaba. Sonrió victorioso, Kasumi siempre respondía a sus caricias, así como él a las de ella. Si bien, tal como ella había mencionado, lo habían hecho hace unos momentos, el pensar que ella estaba desnuda bajo el agua le despertó nuevamente. Siempre era así, su libido con Kasumi se desbordaba. No sabía si se debía a la atracción que sentía por ella, o a los sentimientos que despertaba en él, pero sus cuerpos se complementaban a la perfección. No pudo evitar preguntarse si cuando fuera mayor su apetito y desempeño sexual seguiría así, «bueno, es un problema del Satoru del futuro», pensó.
Empujó su dedo medio en su interior cuando notó que estaba lo suficientemente húmeda. Ella gimió en respuesta, pero cubrió su boca con su mano al segundo después. Sin sacar su dedo, comenzó a moverlo con lentitud, pero haciendo presión en la cúspide hinchada y caliente de Kasumi. Al mismo tiempo mecía su erección entre sus nalgas. Su pelo blanco goteaba sobre la menuda espalda de su compañerita, pero pasaba desapercibida con el chorro de agua tibia que caía en ambos.
La sintió estremecerse con su dedo en su interior, sonrió ansioso y sin darle tiempo para recuperarse la tomó entre sus brazos.
—Apoya tus manos en la pared —le ordenó, su voz se oyó más grave de lo normal. La joven le obedeció sin resistencia.
Sin soltar su cintura, guio su erección en su intimidad. Kasumi quedó en el aire, sus pies no tocaban el azulejo, solo tenía el soporte de la pared mientras empujaba en su interior. Ella gimió con su invasión, y sin pausa comenzó a moverse. La oyó gemir bajito, se contenía, inclinó un poco su espalda hacia ella y le murmuró en su oído entre jadeos.
—Puedes gemir con confianza, aquí en la ducha no nos escucharán —agarró con más fuerza su cadera y aceleró el ritmo, ella jadeó en sorpresa—anda… gime para mí.
— ¿Quieres… que gima? —preguntó volteando hacia atrás. Las mejillas del hechicero estaban sonrojadas por el esfuerzo, pero al oírla y ver su rostro aun pintado por el placer gracias a sus dedos, sintió que su miembro se hinchó aún más.
Ella lo notó, sintió como su interior era llenado por su carne dura y caliente, gimió con más confianza y cerró sus ojos, su miembro la llenaba por completo incluso en la posición en que estaban.
Satoru jadeó grave, casi como un gruñido y se movió más rápido, ganándose más gemidos femeninos en el proceso, sentía su eyaculación próxima, la levantó un poco más desde la cadera, cargando su peso con su brazo izquierdo para que con su mano derecha poder jugar con su clítoris. Los gemidos de Kasumi se tornaron candentes de repente, por un momento le pareció que estaba oyendo una escena porno de internet y se alegró de ser los protagonistas.
Como resultado, no pasaron muchos minutos para que ambos llegaran al clímax. Kasumi gimió casi como lamentos mientras él seguía moviéndose en su interior, más lento, alargando su placer mientras la llenaba con su semilla caliente.
La respiración de Satoru estaba acelerada, suspiraba a cada momento intentando disimular su cansancio por el esfuerzo reciente. Salió de su interior con lentitud al mismo tiempo que la bajaba con cuidado. Cuando la sintió tocar el suelo, se alejó un poco, pero al verla tambalear con las piernas temblando se apresuró en sostener sus hombros para darle apoyo.
—Cuidado —dijo sin controlar su respiración.
—No siento las piernas —respondió Kasumi. Satoru se carcajeó en respuesta, una risa varonil y burlesca, pero que ella atesoraba con todo su ser—no te burles, es tu culpa… —sollozó entre risas, contagiándose con su humor.
—Lo siento, lo siento —respondió y se alejó un poco para girarla y así quedar frente a frente—te follé tanto que se te durmieron las piernas.
— ¡Satoru-san! —se quejó apenada—no… no hables así. —Desvió la mirada avergonzada. Él la acercó hasta pegar sus cuerpos, con ello, el agua le mojó todo el cabello— ¡Mi pelo!
—Ups —se burló—lo siento, ya se te mojó. Te lo compensaré, déjame ayudarte con esto —murmuró mientras bajaba su mano derecha hasta su intimidad y le introdujo un dedo con cuidado, ella gimió por su invasión de todos modos—creo que salió todo… —susurró mientras arrastraba todos los fluidos hacia afuera.
Kasumi suspiró en respuesta.
Diez minutos más tarde, ambos estaban en la habitación de la joven, sentados en su cama. Satoru se secaba el cabello con una toalla sin dejar de mirar a la joven que peinaba su melena. Kasumi usaba su remera, la que le había dado apenas la conoció, sonrió al recordarlo.
—Usa el secador —le dijo volteando a verlo—te puedes enfermar.
— ¿Te preocupas por mí? ¡Tan linda! —exclamó con ternura y gateó rápido hasta llegar a su lado—dame un beso —pidió. Kasumi sonrió y le obedeció. Sus labios se movieron como solían hacerlo, y se separaron con lentitud— ¿me lo secas?
—Bueno, pero ve a buscarlo —Satoru se levantó rápido y fue al sanitario, volvió casi al minuto con el aparato en sus manos.
—Kasumi… ¿Ya te tomaste la pastilla de hoy? —preguntó curioso mirándola con atención. Ella lo miró por unos segundos y luego continuó poniendo atención a su pelo, asintió en silencio—ya veo… ¿en el mismo horario?
—Sí, eso dijo el doctor ¿No? —murmuró mirándolo confundida—sé que estás preocupado, también yo. Pero seré cuidadosa con eso. — Sus mejillas se sonrojaron, pensar en el doctor le apenaba.
Fue a las semanas de que volvieron sus encuentros en que Satoru llegó con la sugerencia: pastillas anticonceptivas. Le costó aceptar, solo por la vergüenza de que alguien supiera que tenía una vida sexual activa a su edad, pero el hechicero tenía razón en algo, no podían seguir corriendo riesgos. Él coordinó una cita con un doctor que era de su confianza y también pagó las píldoras, todas las que necesitó en los últimos 3 meses.
— ¿No te has sentido mal? —preguntó sentándose en frente de ella. Kasumi conectó el secador a la corriente y lo encendió en un nivel bajo para poder responder. Aun sentado a su lado tuvo que agacharse un poco para que la joven pudiera secar sin problema su melena blanca.
—No, de hecho, me ha ayudado con los cólicos menstruales —dijo mientras pasaba sus dedos por su cabello suave, desenredando con cuidado.
—Ah, eso es bueno… me sentía un poco mal por los efectos y eso que dijo el doc. —susurró apenado. Sentía que el único beneficiado con que Kasumi tomara anticonceptivos era él que podía follarla sin preservativo.
—Bueno… Yo me siento un poco mal de que las compres —reconoció y soltó una risita nerviosa.
— ¿Eh? pero si es lo mínimo que puedo hacer —intentó voltear para verla, Kasumi sonreía apenada, con un rosa pálido en sus mejillas. Ese color hermoso que decoraba su rostro después que habían tenido relaciones. — Es lo justo, tú las tomas y yo las compro. — Se encogió de hombros.
—Pero… son algo caras —susurró no muy convencida—al menos debería darte la mitad.
— ¡No! ya discutimos sobre esto. —Soltó tajante—y el dinero no es problema para mí, deja de pensar en eso —hizo un mohín infantil, un puchero adorable para la joven.
—Bueno —murmuró no muy convencida mientras seguía peinando su pelo suave con sus dedos—ya está.
— ¡Ahora yo seco el tuyo! —dijo con entusiasmo, Kasumi sabía que probablemente le enredaría el pelo, pero se dejó mimar por él.
— ¿Seguro? no es rápido cuando tienes pelo largo —Satoru se sentó detrás de ella abriendo sus piernas, para que la joven quedara en medio.
—Si eso creí —Kasumi sonrío cuando sintió los largos dedos del hechicero tomar su cabello con delicadeza-inusual en él-sacudiéndolo mientras movía el secador.
Estuvieron al menos media hora en silencio, la joven cerró sus ojos a los minutos en que Satoru comenzó su tarea, su cuerpo se relajó ante su toque y el aire cálido del aparato. Cabeceó somnolienta la mayor parte del tiempo, cuando se apagó el secador fue recién que se despertó del todo.
—Vamos a la cama —dijo Satoru mientras dejaba el secador en el mueble. Kasumi lo miró inquieta, él supo enseguida qué le diría. Le frunció el entrecejo cuando regresó a la cama y murmuró fingiendo molestia—no me iré, así que no intentes echarme.
—Pero alguien te puede ver salir por la mañana —dijo no muy convencida viéndolo levantar las sábanas. Si bien le gustaba la idea de dormir juntos un poco más, no podía evitar sentir pánico al imaginar que el director se enteraba de lo de ellos.
—Me iré al amanecer, lo prometo —sonrió y Kasumi cayó rendida a su sonrisa perfecta.
Se acostaron juntos en silencio, él rodeó su cintura con su brazo y la atrajo a su cuerpo, apoyó su barbilla en la cabeza de ella y cerró sus ojos. La calidez del cuerpo femenino le traía una extraña-pero demasiado agradable-sensación, una comodidad única que no obtendría, aunque se acostara en el colchón más caro del mundo y había probado varios. Era la compañía de Kasumi la que le traía ese confort que no quería soltar por nada en el mundo. No estaba listo ahora y dudaba que lo estuviera cuando llegara el momento en que ella se fuera.
(...)
El sol pegaba fuerte aquella mañana. Se sentía un poco extraña al usar falda sin pantimedias, aunque la tela le cubriera dos dedos arriba de la rodilla. Suguru y Satoru no usaban sus chaquetas, llevaban camisas arremangadas y se la pasaban comiendo helado casi todo el día. Iban conversando animados camino a la entrada del colegio, donde sus colegas y el director de Kioto llegarían en cualquier momento.
Kasumi fue enfática en negarse a ir, pero Satoru la convenció de que él le avisaría a tiempo cuando los sintiera aproximarse.
— ¿Cuánto tiempo llevan haciendo el torneo de intercambio? —preguntó al llegar a la entrada.
—Es el primero ¿Se sigue haciendo en el 2018? —respondió Suguru.
—Sí ¡es muy entretenido! además son las mejores instancias para mostrar tus destrezas y así te promocionen de grado —comentó entusiasmada—c-claro que no me ha ido muy bien —susurró al recordar su fiasco de lucha-prefería llamarlo defensa-contra Maki Zenin.
— ¿Por qué te interesa tanto subir de grado? —preguntó Satoru, bostezó ruidosamente y casi al final cubrió su boca con su gran mano. Suguru lo miró de soslayo, no necesitaba preguntar el motivo de su cansancio, solo podía juzgarlo en silencio.
—Mayor es la paga —explicó Kasumi, encogiéndose de hombros sin miedo a ser juzgada. Llevaba un poco más de medio año en Tokio, y sentía más confianza con ellos que con sus propios compañeros de Kioto. Quizás era por la personalidad de todos allí, eran más abiertos; amigables y cercanos entre ellos. Y con Satoru la confianza iba un poco más allá, ya no le costaba expresarse y la vergüenza era mínima a su lado, a veces la timidez la dominaba, pero rápidamente se olvidaba después de pasar tiempo juntos.
—Siempre estás pensando en dinero —le dijo en tono de reproche. Suguru frunció el ceño, abrió la boca para defender a la joven, pero no fue necesario, Kasumi le respondió rápido, también con el ceño fruncido y sus labios levemente arrugados en un puchero infantil.
— ¡Por supuesto! El dinero te ayuda a vivir. No espero que lo entiendas, creciste en un ambiente donde el dinero sobra —Suguru asintió con una sonrisa y Satoru alzó una ceja en respuesta—la gente normal debe esforzarse.
—No eres normal, Kasumi-chan —sonrió Shoko—y te esfuerzas mucho, eres una gran chica —las mejillas de la joven se sonrojaron abruptamente y balbuceó nerviosa negando.
— ¿Qué tan pobre eras Kasumi? —preguntó Satoru y el grupo se quedó congelado en su sitio, mirándolo estupefactos—me refiero a cuando eras niña.
—Por dios, Satoru… no se le pregunta a la gente cuán pobre son —le reprendió Suguru.
— ¡Solo quiero entender! Digo, por su obsesión con el dinero, en cualquier momento se vuelve como Mei Mei —hizo una mueca de desagrado al pensarlo. No quería que su Kasumi fuera corrompida.
—Es distinto —dijo Shoko entre risas—Mei Mei tiene una obsesión con el dinero, Kasumi-chan solo busca su bienestar… estabilidad económica.
—Somos tres hermanos —respondió Kasumi mirando sus zapatos—el sueldo mínimo no alcanza a cubrir alquiler, estudios, salud, alimentos… —se encogió de hombros—trabajé en la secundaria para ayudar con los gastos. Quiero que mis hermanos puedan estudiar sin preocuparse qué comerán al día siguiente o puedan pensar en un futuro, alguna carrera universitaria. Este trabajo… la hechicería, me ha ayudado mucho a mantenerlos y si mis ingresos mejoran, podrán ir a la universidad. Me dio una oportunidad en el momento de mayor necesidad, cuando mi madre partió. —Explicó con una sonrisa.
—Ya veo —asintió Satoru, viéndola serio—lo has hecho bien. —Dijo y le sacudió el cabello regalándole una amplia sonrisa, perdiéndose la mirada que se dieron Suguru y Shoko.
—Eres impresionante, has asumido responsabilidades de un adulto —le halagó Shoko—no tengo dudas que conseguirás esa promoción. Quizás puedas pedirle a Satoru que te promocione, en tu presente digo —Kasumi contuvo el aliento por unos segundos al imaginarlo ¿ser promocionada por el hechicero más fuerte? Imposible. Ni siquiera podía llegar a aspirar algo así.
—Por supuesto que lo hará —sonrió malicioso Suguru y Satoru lo notó, sus mejillas se sonrojaron levemente, iba a responderle cuando sintió gente aproximarse.
Fueron segundos en los que tardó en reaccionar, sus movimientos fueron torpes, tomó del brazo a la joven y la empujó detrás de los arbustos. Kasumi alcanzó a soltar un quejido por la sorpresa y un lamento más fuerte cuando su espalda tocó el suelo. Quedó con las piernas en alto por varios segundos, cuando finalmente las apoyó en el frondoso arbusto que la escondía.
Satoru la quedó viendo algo espantado por su propia rudeza, pero fue lo primero que se le ocurrió por su descuido. Se quedó viéndole la ropa interior varios segundos, hasta que escuchó la risotada de Shoko y Suguru.
— ¡Cállense! —exclamó nervioso— ¡Los van a escuchar!
— ¡Por dios tu cara! —dijo entre risas Shoko.
— "No te preocupes, te avisaré con tiempo cuando los sienta llegar. Confía en mí" —repitió Suguru en un tono de burla.
— ¡Cállense! —repitió alterado. Suguru, aun riendo, quiso acercarse para ver cómo estaba Kasumi después del empujón y caída, pero Satoru se le puso en frente y lo empujó con las manos— ¡Quítate tú!
—Ya cálmate —murmuró aun riendo y dio un vistazo hacia la joven en el suelo, alcanzó a ver sus piernas en el aire y comprendió rápido por qué no quería que se acercara—ah, entiendo —susurró para él y el hechicero le frunció el entrecejo en respuesta.
—Hasta la escalera se escuchaban sus risas —la voz de Utahime los distrajo y tanto Suguru como Satoru le dieron la espalda al arbusto para esconder cualquier señal de la joven. — Es temprano para aguantarlos —suspiró cansada.
—Anímate un poco, Utahime —sonrió Shoko—con Satoru en el grupo, esto será rápido así que podremos ir a beber algo luego.
—Supongo que jugo —habló Yaga al llegar junto a los jóvenes y tanto Shoko como Utahime rieron nerviosas.
—Para ser justos, creo que debemos poner algunas reglas —murmuró el director Gakuganji mientras se acariciaba la barba.
— ¿Más? —preguntó Suguru mirándolo curioso.
—Gojo-san —explicó el viejo, Satoru seguía mirando detrás de los arbustos y solo volteó hacia el grupo de Kioto cuando escuchó que lo nombraron—no debería usar sus técnicas de vacío infinito —ambos grupos guardaron silencio a la espera de una respuesta del hechicero.
Satoru alzó una ceja y se encogió de hombros. En esos momentos lo que menos le interesaba era participar del torneo, quería que se fueran lo más pronto posible para que Kasumi pudiera estar tranquila en el establecimiento. Volteó hacia la joven que seguía de espaldas al suelo, miró sus pantaletas rosadas y sonrió divertido. Metió ambas manos a los bolsillos y habló con entusiasmo.
—Da igual, de todos modos, ganaremos —respondió con altanería.
Yaga sonrió orgulloso y guio al director al interior del establecimiento antes de comenzar el primer torneo de intercambio entre las escuelas.
(…)
Un año y medio llevaba viviendo en Tokio. A veces se deprimía pensando en sus hermanos, pero entre misiones, compartir con sus colegas y las noches con Satoru, los ánimos le volvían rápido. No sabía bien cómo funcionaría el efecto de la maldición en su presente, si habría pasado ese tiempo también o volvería al día en que desapareció. No sabía qué sería mejor a esas alturas y la incertidumbre le angustiaba.
Suspiró cansada y miró la hora en su móvil-el que le había comprado Satoru, pues su celular aún no se lo devolvía-se estiró haciendo sonar sus articulaciones y miró el cielo nublado.
—Podemos irnos si gustan —dijo el auxiliar mientras enviaba unos mensajes en su BlackBerry —la policía tardará en llegar por ser víspera de año nuevo.
—Vamos —asintió Nanami y se subió al vehículo. Kasumi le siguió y cerró la puerta.
— ¿Crees que los dejen ir a sus casas? —preguntó sonriendo.
—Es probable, es temprano aun —Kasumi asintió y miró sus medias rotas; se había caído en el patio de la escuela mientras huía de una maldición, ahora tenía un raspón grande en su rodilla, la sangre había humedecido la tela negra—Shoko no tardará en eso —dijo mirando su herida.
—No la molestaré con esto —se rio, aunque le ardía y sentía adolorida la herida—un poco de alcohol y estará bien.
—Te quedará una cicatriz —el auto se puso en marcha, Kasumi pensó unos segundos y volteó a verlo.
—Es lo de menos —sonrió restándole importancia moviendo su mano—pero me pondré vaselina. No debo dejar que se forme una costra, y no quedará ninguna cicatriz.
— ¿En serio? ¿Quién te dijo eso? —preguntó curioso.
—Mi mamá —sonrió la joven recordando la sonrisa cálida de su madre. Casi nunca pensaba en ella porque le deprimía, pero en los últimos meses lo estaba haciendo a menudo, quizás porque extrañaba a sus hermanos.
Fueron los últimos en llegar al colegio. Suguru ya había preparado su bolso para ir a visitar a sus padres, y después de negarse muchas veces a que Shoko le curara su pequeña herida en la rodilla, la joven también preparó sus cosas para salir. El año nuevo pasado Satoru se había metido en problemas por no ir a su casa y quedarse con ella, por lo que no esperaba que volviera a pasar. Con eso en mente, decidió ir temprano a su habitación, y antes de que la invitaran a sus casas, les dijo que estaría bien y se despidió de todos.
Suspiró cansada y se desplomó en la cama por varios minutos, habían completado 6 misiones ese día y en todas no hubo heridos aparte de su propia rodilla. Se sentía bien ser de ayuda y no un estorbo. Sonrió mirando el techo y cerró sus ojos por unos minutos, cuando los volvió a abrir, Satoru estaba dentro de su cuarto con un bolso en su mano.
— ¿Por qué no te has bañado aun? —preguntó con el ceño fruncido—anda, ve a arreglarte.
— ¿Eh? —soltó confundida—ya deberías haberte ido, los demás se fueron ¿no? —preguntó, el joven alzó una ceja en respuesta— ¿todavía estás enojado? —susurró desviando la mirada.
Esa mañana mientras hablaban de lo pesado que sería el día por ser vísperas de año nuevo, Satoru se acomodó la bufanda que Kasumi le había tejido por su cumpleaños y frunció el ceño al notar que habían celebrado los cumpleaños de todos, y ya finalizaba el año y a Kasumi no le habían hecho nada. Cuando le preguntó y dijo que ya había pasado, la molestia empezó a crecer de a poco, no solo por el hecho de que no se lo había dicho sino porque hace meses que venía pensando que quería hacerle algo especial y esperó que ella dijera algo, y eso nunca pasó. Se sintió tonto por no preguntar antes, y más idiota aun cuando la joven dijo que había sido el 4 de abril. Días después de su "reconciliación". Más que enojo, estaba frustrado. Mucho.
—No me lo recuerdes —soltó el bolso en el suelo y se apoyó en la pared cruzándose de brazos—ve a ducharte —dijo serio—apúrate. Nos están esperando.
— ¿Por qué? ¿Quién? —Satoru resopló y la tomó del brazo y la empujó hacia el baño— ¡pero dime qué está pasando! —pidió confundida.
— ¡Te llevaré a mi casa! —explicó—apúrate, nos está esperando Kyosuke.
— ¿Eh? No… no puedo ir a tu casa —balbuceó nerviosa e intentó detener sus pasos, pero Satoru continuó empujándola hasta el baño.
—Te ducharé yo si es necesario —le advirtió.
—L-lo haré yo misma —se apresuró en responder.
—Apúrate. —Kasumi suspiró derrotada, pero le hizo caso.
Se vistió bajo los atentos ojos del hechicero, con un poco de vergüenza, pero lo hizo rápido. Pensó en qué llevar, pero Satoru ya se le había adelantado y había echado a su propio bolso su pijama, ropa interior y desodorante. A esas alturas no le sorprendía la confianza que había entre ambos, al contrario, le causaba un poco de gracia y ternura.
— ¿El director Yaga sabe…? —preguntó sintiendo sus mejillas sonrojarse.
—Sí —respondió caminando rápido—mis padres no.
— ¿Qué? —preguntó aturdida, pero Satoru no respondió y la hizo subir al vehículo.
Estaba nerviosa. No se atrevió a hablar en el interior del auto, no quería tener esa conversación con terceros escuchándolos. El viaje duró más de lo que imaginó, la casa del hechicero quedaba casi a las afueras de Tokio, no era una zona residencial, por el contrario, era rural. Había pocos postes de luz, por lo que la carretera estaba casi a oscuras, y solo las luces del vehículo iluminaban el camino.
En el tiempo que llevaba en Tokio, Satoru había ido a visitarlos al menos unas 5 veces. Nunca le había preguntado qué tipo de relación tenía con ellos, no solía hablar de sus padres ni de ningún miembro de su clan.
Se bajaron en silencio del auto. Kasumi se abrazó al sentir la brisa fría, pero no se quejó. Tragó saliva al ver las gruesas murallas que rodeaban el recinto. Porque no era una "casa", era una gran mansión.
—Eh… ¿Satoru? —preguntó nerviosa. El joven estaba de pie en silencio mirando la puerta— ¿pasa algo?
—No les dije que vendría acompañado. —Explicó y Kasumi soltó un pequeño quejido—tendrás que entrar a escondidas.
— ¿Por qué no me lo dijiste? Me habría quedado en el colegio —dijo apenada.
—Por eso mismo —explicó—no estarás sola acá.
—Si me trajiste a escondidas, y ellos no sabrán que estaré aquí ¿no crees que igual estaré sola en una habitación? Es lo mismo.
—Solo estaré un par de horas con ellos —explicó frunciendo el ceño—es una ceremonia rápida—Ven. —Dijo extendiendo su mano hacia ella.
— ¿Qué? —alcanzó a decir cuando le tomó la mano y en segundos estaban dentro de la mansión— ¡¿Qué…?!
—Shh… entra a mi cuarto —susurró dándole suaves golpecitos en la espalda.
— ¿T-tu cuarto? —preguntó con las mejillas sonrojadas ¿iba a conocer el cuarto donde había crecido Satoru Gojo? Sentía el corazón latirle deprisa, pero la emoción murió apenas ingresaron.
Era una habitación tradicional japonés, un tatami fino-seguramente muy caro-no había muebles, el shoji era simple, pero de calidad al igual que todo lo que había visto apenas entró a la mansión. No había señales de ser el cuarto de un adolescente, u objetos personales que dieran un toque acogedor. Entonces lo entendió. Ese ambiente frío y distante no le gustaba a Satoru porque no era lo que le representaba. Él era sonriente, bromista y amable, le gustaban los video juegos y el anime, la música y era glotón. Era el japonés menos tradicional que conocía y todo lo que envolvía al clan Gojo era lo opuesto a él. Entendía que no le gustara ir, nadie podría estar cómodo allí. Sintió un poco de tristeza al imaginar a un niño crecer en ese ambiente, solo esperó-y anheló mucho, con todo su corazón-que al menos sus padres lo hubieran criado con cariño, pero tenía la ligera sospecha de que habían sido igual de fríos como todo en la mansión. Por algo él no los visitaba a menudo ¿no?
—Es… muy fino todo —susurró.
—Y aburrido —dijo, dejando el bolso en el suelo—ya vengo, estaré aquí en un par de horas, antes de que suenen las campanas del templo. —Kasumi volteó hacia él para responder, pero él la besó rápido en los labios y susurró—eres la primera chica que traigo.
—Oh… —solo pudo decir ante tal revelación. Él volvió a besarla y salió rápido de la habitación. Se quedó sola en el cuarto, sintiendo su corazón latirle a toda prisa, las mejillas sonrojadas y una sonrisa boba en los labios—no te ilusiones, tonta —susurró sin dejar de sonreír.
(…)
Como había prometido, no tardó en llegar con ella, pero luciendo un hermoso kimono tradicional de color blanco. Quedó embobada cuando lo vio, pero él se desvistió a toda prisa y se puso una remera holgada de color negro con unos pantalones grises. Tomó una chaqueta negra y dijo mientras buscaba sus gafas oscuras.
—Hay un mirador cerca, podemos ver los fuegos artificiales —explicó sonriéndole. La idea de ver juntos los fuegos le hizo sonreír emocionada, pero a los segundos frunció el ceño extrañada.
— ¿Cerca? Pero no hay nada a kilómetros —murmuró confundida, Satoru solo sonrió en respuesta—usarás tu técnica ¿verdad?
—Ya me conoces —Kasumi soltó una suave risa—en mi defensa, no podremos llegar a tiempo si no la uso.
Él le prestó un abrigo gris que le quedó grande, demasiado y de todos lados, pero le serviría para el frío nocturno. Satoru le arremangó las mangas y se sintió como una niña pequeña por unos segundos, ilusión que murió apenas él terminó y la besó en los labios. Eso no hacían los niños pequeños. Salieron en silencio al patio con sus zapatos en las manos, Kasumi no tuvo tiempo de mirar el hermoso jardín o el estanque con peces koi, Satoru la acercó a su pecho y en un pestañeo, estaban en un bullicioso bosque cercano al mirador.
Caminaron de la mano hasta reunirse con más personas que esperaban celebrando entre comidas y bebidas el toque de las campanas. Satoru compró unas manzanas confitadas en un puesto cercano y esperaron un poco alejados del resto, pero en un buen sitio. Hacía frío, Kasumi se acariciaba las manos en todo momento mientras sostenía su manzana. Satoru no lo pensó demasiado y la abrazó, y si bien no era el primer abrazo ni lo más íntimo que había pasado entre ambos, el corazón de la chica estalló con ese gesto. Parecían una pareja como cualquier otra y la idea le revolvió las tripas de los nervios.
—Nos pueden ver —susurró en contra de su pecho, sin mirarlo, completamente avergonzada.
—Nadie está pendiente de los demás —sonrió, aunque sabía que no era así. Él llamaba la atención en todos los sitios a los que iba, y Kasumi no se quedaba atrás. Ambos con colores exóticos de cabello y atractivos ¿Cómo no iban a destacar?
Ella asintió y apoyó su cabeza en su pecho y respondió su abrazo, pero se separaron a los segundos al oír los primeros campanazos. Kasumi sonrió y levantó la vista hacia él.
— ¡Feliz año nuevo! —alcanzó a decir antes que explotara el primer fuego luminoso y colorido en el cielo. — ¡Eh! ¡qué bonito! —exclamó fuerte mientras veía uno tras otro iluminar el cielo y la gente aplaudía o gritaba emocionada.
Satoru tragó en seco, la contempló en silencio con una sonrisa, admirando como el rostro se le iluminaba de diferentes tonos. Sintió el corazón latirle fuerte, casi en la garganta y las manos le empezaron a sudar. Su pecho se oprimió de puros nervios, sin dejar de mirarla se acercó al barandal que los protegía de caer. Kasumi sintió su mirada y volteó a verlo con una sonrisa. Entonces lo dijo. Y al mismo tiempo, una seguidilla de fuegos estalló en el cielo, censurando sus palabras. Kasumi alzó ambas cejas y le miró confundida.
— ¿Qué dijiste? —preguntó. Él sonrió en respuesta y no respondió. —Satoru, no te alcancé a escuchar ¿qué dijiste?
—Vamos a comer Takoyaki —dijo ignorándola a propósito, y aunque la joven insistió un poco más, él no volvió a hablar del tema.
(…)
Habían convencido al director de dejarles ir a la playa y para su sorpresa, no les puso resistencia. Demoraron más en convencer a Nanami, y aunque su excusa de que aún hacía frío al comienzo de la primavera era buena, no fue lo suficiente para imponerse a la mayoría. Incluso Kasumi estaba emocionada. Conocía el mar, pero nunca había ido en un paseo con amigos, para eso se necesitaba amigos y dinero.
—Ah~ me preguntó qué bikini usará Kasumi~ —dijo en un tono cantarín, y Suguru le hizo una mueca de desagrado.
—Eres repugnante —respondió y volteó hacia el frente, en los asientos del metro que daban a la costa, donde sus compañeras estaban sentadas—solo no la mires como un degenerado.
—La he visto sin ropa —se excusó en un susurro—solo quiero verla en otras facetas.
—Y eso sonó peor —susurró Suguru suspirando. Miró hacia Nanami que dormitaba en el asiento de atrás y luego volvió a mirar a sus compañeras—es extraño que el director nos haya dejado venir solos.
— ¿Qué estás pensando? —preguntó curioso—quizás nos va a tapar en trabajo cuando volvamos.
—Uhm… —respondió sin dejar de mirar a sus compañeras.
La playa no estaba tan solitaria como creyeron que estaría al ser la primera semana de primavera. Muchos jóvenes de su edad o menores se les había ocurrido la misma idea, ya cansados del invierno y desesperados por un poco de sol.
Satoru puso un par de sombrillas mientras Nanami acomodaba una manta en la arena y los bolsos para que no se volara. Era el único que vestía una sudadera y su traje de baño-aunque no pensaba meterse al mar-tanto Suguru como Satoru andaban a pecho descubierto exhibiéndose orgullosos. Se sentó bajo la sombrilla y sacó un libro, no pudo concentrarse en la primera hoja cuando escuchó el chillido de Satoru. Frunció el ceño, molesto y levantó la vista hasta el hechicero.
— ¡¿Qué es eso Kasumi?! —exclamó apuntándole y la joven se detuvo en su sitio. — ¡¿Por qué estás usando un traje de baño escolar?! —Kasumi parpadeó confundida y se miró el traje entero de color azul marino.
— ¿Me veo mal? —preguntó insegura mirándose—no tenía traje de baño y estos estaban baratos —susurró.
— ¡Shoko! —gritó volteando hacia ella, que a esa hora de la mañana ya estaba encendiendo un cigarro—no fumes esa mierda tan temprano… —le regañó, sacudió su cabello unos segundos y le apuntó con el dedo— ¡préstale un bikini ahora mismo!
—Ya le ofrecí uno, se negó —se encogió de hombros—y no tienes ningún derecho a decidir la ropa que debe usar una mujer —le reprendió y Satoru se mordió la lengua para no responder.
Resopló molesto y miró a la joven, Kasumi encogió sus cejas, se veía más pequeña de lo que era, suspiró derrotado y se sacudió el cabello.
— ¿Qué diablos…? —soltó Nanami, algo confundido.
—Este degenerado quería verla en bikini —explicó Suguru y Satoru volteó rápido hacia sus compañeros y chilló avergonzado.
— ¡Cállate! —Kasumi se sonrojó, pero no estaba tan ruborizada como Satoru al verse expuesto.
—Satoru ¿Por qué mejor no vas a jugar al agua? —preguntó Shoko mientras se sentaba en la manta.
—No soy un niño pequeño que se distrae con tonterías —murmuró molesto y volteó hacia los negocios en la entrada de la playa— ¡venden helado! Vamos a comprar —sonrió y tomó la mano de Kasumi, arrastrándola hasta los puestos.
—Tráeme un café —pidió Nanami.
—A mí igual —dijo Suguru.
—Yo quiero helado —gritó Shoko, y Satoru les levantó el pulgar antes de alejarse—sigue siendo infantil a su edad.
—Con pensamientos de viejo degenerado, pero infantil —reconoció Suguru. Shoko sonrió en respuesta y exhaló el humo hacia el lado para que no les pegara en la cara a sus compañeros.
—Esos dos se traen algo —dijo Shoko y Suguru se tensó. Balbuceó unos segundos antes de reírse, intentando actuar con normalidad. Nanami los miró en silencio, atento a la plática.
— ¿Por qué crees eso? Se llevan bien —se encogió de hombros—no creo que sea algo más. — Shoko soltó una carcajada y le miró alzando una ceja—no fui convincente ¿verdad?
—En lo absoluto —sonrió Shoko—al contrario, los expusiste —Suguru se sonrojó y miró hacia los puestos donde la pareja conversaba con el dueño—pero ya me había dado cuenta. Y los escuché una vez.
— ¿Q-qué? —soltó Suguru— ¿Qué escuchaste…? —sintió el calor en el rostro, temiendo la respuesta de su amiga, pues era una chica directa que no sentía vergüenza nunca.
— ¿Tú qué crees? —sonrió Shoko—y es evidente ¿no? —dijo mirando a Nanami. El rubio suspiró y asintió—hasta Nanami se dio cuenta.
—No hay que ser muy observador para darse cuenta. Estoy casi seguro que el director también lo sabe —Suguru suspiró y volvió a mirar a su amigo— ¿desde cuándo lo sabías?
—Me lo dijo el año pasado —reconoció— ¿por qué el director no le ha regañado? Es extraño.
—No somos unos niños, Suguru —dijo Shoko, inhaló de la colilla por unos segundos y soltó el humo—dónde Satoru quiera meter la polla es cosa suya —Nanami y Suguru la miraron con asco— ¡ay, por favor! No sean mojigatos —suspiró y apagó la colilla en la arena, una vez apagada la guardó en el bolsillo de su mochila—el punto es… nos estamos volviendo adultos. Cada uno es responsable de sus propias decisiones. Si Satoru quiere sufrir con Kasumi es cosa de él. Aunque lo están pasando muy bien ahora —la mueca de disgusto de sus compañeros se repitió ante su comentario con doble sentido—eso se terminará en algún momento. Y ambos lo saben.
Suguru no respondió, Shoko tenía razón. Ya estaban grandes y cada uno era responsable de sus propias decisiones. Miró sombrío hacia el mar, no había visitado la playa desde la última vez que fueron con Riko y Kuroi.
El grupo quedó en silencio hasta que volvió la pareja. Shoko sonrió divertida ante la reacción de Suguru, quien desvió la mirada avergonzado.
— ¿Y a ti qué te pasa? —preguntó Satoru entregándole el café.
—Nada —susurró y volvió a mirar a Shoko que conversaba con Kasumi como si no hubiera hecho ningún comentario vergonzoso hace unos minutos.
El resto del día lo pasaron entre comiendo y jugando en el agua. Solo Kasumi, Satoru y Suguru se metieron. Nanami durmió, leyó y comió en silencio, disfrutando su día libre. Shoko por su parte aprovechó de dormir la mayor parte del día.
Kasumi no sabía nadar, por lo que cada vez que se metieron al mar, aunque se adentraron a un punto en que el agua les llegaba hasta la cintura a ella y la pelvis a ellos, la intentaron ayudar a aprender. Suguru era un maestro amable y daba indicaciones sencillas, Satoru solo se limitaba a darle demostraciones debajo del agua, pero entre las olas y que lo hiciera debajo, no entendió nada.
Al final de la jornada, había aprendido a nadar como perrito y estaba orgullosa de ello. Comieron en un restaurant cerca de la playa, les sentó bien algo cálido antes de marcharse y después de estar expuestos al agua y aire frío.
Suguru bebió un té caliente mientras que Nanami probó su primera cerveza animado por Shoko. Satoru y Kasumi le dieron un sorbo pequeño y a ninguno le gustó y prefirieron un café helado y un jugo natural de fresas en su lugar.
—Espero que el director Yaga no nos inspeccione al llegar —murmuró Kasumi mientras miraba a Shoko y Nanami beber su segunda jarra de cerveza.
—Él sabe que Shoko es bebedora —sonrió Suguru.
—Ah… es permisivo —susurró pensando que si Utahime-sensei la sorprendiera en esas andanzas se ganaría un regaño de dos horas.
—Nah, solo se cansó de lidiar con nosotros —se carcajeó Satoru, Suguru se rio con él.
Satoru les invitó la cena, como solía hacerlo cuando salían todos juntos. Eran las 8 de la noche cuando llegaron a la estación. Iban más cansados que cuando volvían de una misión, pero con ánimo.
Satoru se sentó junto a Kasumi, y a pesar de que se avergonzó al principio, al notar que nadie los veía prefirió restarle importancia. Esta vez, todos se fueron durmiendo de regreso a Tokio.
El director Yaga los sorprendió en la entrada del colegio cuando llegaron. Nanami miró nervioso a Shoko, pero ésta estaba con su actitud de siempre, relajada y con mirada de aburrimiento, como si no hubiera hecho nada malo.
— ¿Lo pasaron bien? —preguntó con los brazos cruzados, Suguru frunció el entrecejo y miró atento la situación, algo no le gustó en su actitud y no lograba averiguar qué era.
—No me diga que nos dará misiones a esta hora —se quejó Satoru.
—No… Kasumi-chan —dijo y la joven le miró atenta—la semana pasada recibí dos reportes de ataques de la maldición del hospital psiquiátrico. Podrás irte a casa —dijo y entonces Suguru lo entendió. Aquel viaje era la despedida.
Kasumi lo miró perpleja, segundos después sonrió entusiasmada, y se acercó a preguntarle detalles de los ataques. Satoru dio un paso hacia atrás, luego otro, y otro hasta que la mano de Suguru en su espalda lo detuvo. Lo miró por unos segundos, luego a la joven. Sintió que de pronto el aire le escaseaba y el pecho le apretaba, punzante en su lado izquierdo. La vio sonriente, emocionada y él en lo único que podía pensar era en qué iba a hacer cuando ella lo dejara.
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N/A : Holiiii, este es el penúltimo capítulo. Queda el final y el epílogo *caritatriste* hahaha pero estoy emocionada, mucho. Esta historia me gusta harto, y dentro de todo me gusta como va, me entusiasma mucho poder concluirla. Se me han ocurrido unos one shot, quizás los haga en otra parte, no estoy segura.
Espero el cap no tenga muchos errores gramaticales ni ortográficos, lo siento si los hay.
Gracias por sus comentarios y lecturas, mientras hayan más personas que les guste esta ship soy feliz. Es como una secta hahahaha amo. Y, me imagino que a estas alturas, muchas sabel del 236; solo diré que esta es mi forma de hacer como si no existe ese cap hahaha, el canon vale mierda, gracias a los fic podemos ignorar lo demás.
**La frase de Suguru "por dios Satoru, no se le pregunta a las personas cuan pobre son", me inspiró Grechen de Mean Girls con su frase a Karen "por dios Karen, no se le pregunta a la gente porqué son blancas" xDD
Este cap se puede sentir un poco rápido, pero no quería alargar el fic y hacerlo aburrido.
Espero les guste y nos estamos leyendo, pronto yo creo c:
Cuídense!
