REY DE LOS DEMONIOS

¡Hola! Aquí un nuevo Cap. :)

Esta semana se me acumularon un sin fin de tareas y recién me di un tiempo para actualizar. ¡Disfruten de este nuevo capítulo!

Atte. XideVill


Disclaimer: Los personajes de esta historia son de Rumiko Takahashi.


CAPÍTULO 20.

KAGOME

–¿Y bien? – dije ansiosa, sintiéndome algo incómoda por la posición.

–Tranquila – me dijo Sango tomando mi mano – Deja que Miyu haga su trabajo.

Luego de unos incómodos minutos, la mujer frente a nosotras remojó sus majos en el recipiente sobre sus piernas.

–Tal vez sea muy pronto.

–¿Qué quiere decir? – solté mientras me sentaba.

–¿Hace cuánto que usted…? – Me miró esperando que dedujera su pregunta.

–¿Eh…?

–¿Hace cuanto que se acostó con el Rey?

Mis mejillas no tardaron en sonrojarse.

–Bueno… – peiné mi cabello con nerviosismo – Hace más de un mes – confirmé bajando la cabeza.

–¿Qué extraño?

–¿Pasa algo malo? – dije alarmada.

–No es nada malo Majestad.

–¿Entonces? – insistí.

–Es solo que es tiempo suficiente como para que pueda confirmar un embarazo y usted tiene los síntomas, pero…

–¡Pero!

–Tranquila Kagome.

Miré a Sango.

–Quiero saber. Dime Miyu.

–Lamento decirle que usted no está embarazada Majestad.

Mentiría si dijera que aquello no me dolió. Pero lo hizo, y lo hizo aún más al verme consciente de lo sola que me sentía sin él.

–Está bien, supongo que aún no era el momento – dije más para mí.

–Entonces ¿qué es lo que le ocurre? – Intervino Sango – Porque sus síntomas no son normales y ya lleva día sintiéndose así.

–No es para tanto – comenté.

–Sí lo es – insistió.

–Es muy probable que su malestar se deba a su estado emocional. – aseguró Miyu – Sin embargo, no estaría de más descartar algún virus.

–Yo estoy bien – miré a Sango – Sólo estoy cansada.

Volví a recostarme sobre la cama y cerré los ojos. Luego de unos minutos, supe que me encontraba completamente sola y los abrí.

No estaba cansada, para nada, pero a veces cerrar los ojos y desconectarse por un momento de todo no sonaba tan mal.

Respiré hondamente sintiendo su aroma aún vigente en nuestra habitación y sobre la cama. Me giré a un costado y cerré los ojos para imaginar que sus brazos me envolvían por la cintura y me atraían hacia él.

Cerré los ojos esperando que al abrirlos pudiera ver sus ojos dorados viéndome con ternura. Pero nada de eso pasó y cuando los abrí solo pude ver oscuridad.

Un suave toque en la puerta me obligó a sentarme.

–Adelante.

–Princesa…

–Pasa Kikyo.

–Le traje algo para tomar.

Traté de sonreír mientras recibía el vaso.

–Gracias.

–Además vine porque me enviaron por usted.

–¿Así? ¿Quién? – dije curiosa.

–El padre del Rey.

–¿Toga? – Me puse de pie bebiendo de golpe – ¿Está bien? ¿Le pasó algo?

–Tranquila Princesa, él está bien, pero insistió en querer ver a su nuera.

–Entonces vayamos de una vez.

Los guardias que custodiaban la puerta se inclinaron al verme y de inmediato abrieron la puerta. Me adentré en la habitación hasta quedar al lado de la cama.

–¿Kagome? – musitó ronco.

–Así es Majestad.

–Ven hija, acércate, siéntate aquí.

Dejó un par de golpes sobre la cama e hizo lo que me dijo.

–¿Cómo has estado querida? Supe que casi no sales de tu habitación.

Bajé la cabeza.

–Estoy bien Majestad…

–De eso nada. Sé perfectamente cómo te sientes – Puso una mano sobre las mías – Lo extrañas ¿No es así?

–Mucho – dije conteniendo un sollozo.

–Oh hija mía, puedo entender tu dolor.

–¿Cuándo volverá? – solté lo que por mucho tiempo estaba conteniendo – ¿Él estará bien? ¿Y si no? ¿Y si Naraku…?

–Tranquila querida, tranquila. Mi hijo es más fuerte de lo que crees.

–Tengo mucho miedo ¿Por qué no tenemos ninguna noticia sobre ellos?

–Eso es porque allá afuera está cubierto completamente de nieve.

–Pero…

–Sé lo testarudo que puede ser Inuyasha cuando se trata de no poner en riesgo la vida de algún inocente solo por enviar algún mensaje con noticias.

No dije nada, pero en el fondo quise decirle que su hijo era un tonto y un completo desconsiderado.

–Supe que Miyu te visitó.

–Así es.

–¿Hay algún problema?

–Nada grave, dijo que mi estado de salud se debía a mis constantes preocupaciones.

–¿Solo eso?

Parecía querer escuchar algo más, pero asentí.

–Sí, solo eso.

–Que mal, quería escuchar alguna buena noticia en medio de todo esto.

–¿Cómo qué?

–Como un nieto, por ejemplo.

Desvié la mirada, sintiendo las mejillas arder.

–Yo también… – dije en un susurro.

De pronto el silencio se hizo presente, dejándonos escuchar solo el sonido de la lluvia al caer.

Respiré hondamente, pero frené en seco cuando percibí un aroma molesto pero familiar.

–Majestad.

–Dime hija.

–Desde hace cuánto que se ha venido sintiendo mal.

–Ya hace mucho. La edad no perdona – bromeó y yo traté de fingir una sonrisa – Creo que coincide cuando Inuyasha dejó el Reino para ir a buscarte, la vez que fueron al Reino de las Nubes.

–Desde antes de eso, usted estaba bien – afirmé.

–Como ya lo dije, la edad no perdona. Simplemente un día me desvanecí y ya no me pude recuperar.

–¿Puedo? – dije señalando la copa de vino que había sobre la mesa.

Asintió y yo me acerqué a ella. La olí y de inmediato me aparté de ella.

–Esto es veneno Majestad.

Toga pareció mirarme con alarma.

–¡Guardias! ¡Guardias! – Ambos hombres que antes custodiaban la puerta entraron – Ven hija.

Me extendió su mano para acercarme a él y así lo hice.

–A sus órdenes Majestad.

–Quiero que llamen a Miroku y a Kaede, y díganles que de suma urgencia.

–Sí – ambos se retiraron.

–Si es cierto lo que dices, tal vez no estamos tan seguros como lo imaginaba – sentenció y sentí un temblor recorrerme todo el cuerpo.

¿Qué quería decir?

Di un pequeño salto cuando la puerta se abrió repentinamente.

–A sus órdenes majestad – dijo Miroku.

–¿Qué sucede? – Lo siguió Kaede, entrando y cerrando la puerta tras ella.

–Quiero que analicen el vino – ordenó.

Vi a Miroku acercarse y darle una olida a la copa antes de pasar al recipiente.

–No siento nada inusual – dijo dudoso.

–Déjame ver – pidió Kaede – En efecto majestad, parece ser solo vino.

–Eso es imposible – intervine contrariada – Yo lo olí, no solo es vino.

–¿Cómo lo sabe majestad?

–Vengo de un reino que se dedicaba al cultivo de hierbas medicinales, tanto como de su exportación, y sé reconocer perfectamente una hierba medicinal de una que no lo es – Me acerqué a ellos y apunté el recipiente – El vino de su Majestad fue contaminado con veneno.

–¡¿Cómo es posible?! – exclamó Kaede llena de sorpresa – Yo soy quien se encarga del alimente de su Majestad. Yo jamás me atrevería a…

–Tranquila Kaede – intervino Toga – Sé que tú no serías capaz.

–Gracias Majestad.

–Entonces ¿Quién lo hizo? – dijo Miroku.

–Quien lo haya hecho, debe de ser parte del palacio.

–¿Uno de nosotros?

–Es probable.

Miré a Toga. ¿Uno de nosotros? ¿A qué se refería?

–Quiero que investiguen quién aparte de Kaede se encarga de los alimentos y sobre todo quiero a un grupo de guardias resguardando la habitación principal.

–Sí Majestad.

Ambos salieron con la mirada firme y a su vez preocupados.

–Tranquila hija, daremos con el o los responsables.

–Pero Majestad…

–Yo estaré bien – sonrió apenas – Soy más fuerte de lo que creen.

Asentí no tan convencida. ¿Qué pasaría ahora con el Reino? Sin Inuyasha me sentía perdida.

–Puedes abrir el cajón de allá y entregarme lo hay en su interior.

–Por su puesto.

Me dirigí al lugar donde me apuntaba y saqué de este un pequeño libro antiguo. Cuando se lo entregué, Toga pareció sonreírle con la mirada.

–Mis hijos amaban leer este libro – dijo nostálgico – Ahora me pregunto ¿si lo que en verdad amaban era lo que decía? o ¿amaban que Izayoi se los leyera?

–Debió ser una gran madre.

–Lo fue – afirmó – Y seguiría siendo si tan solo estuviera con vida.

–Perdone que pregunte Majestad. Pero ¿Cómo pasó?

–Eso mismo me he preguntado muchas veces querida hija, pero su muerte sigue siendo un enigma para mí, Inuyasha se empecinó en culpar a los Okami de la muerte de su madre.

–¿Y eso es verdad?

–A estas alturas ni yo mismo lo sé – Ojeó el libro – Solo era consciente de que la salud de Izayoi estaba empeorando, aquella noche cuando el anterior Rey de los Okami…

–¿El padre de Koga?

–Así es, fue él quien encontró a mi Izayoi ya sin vida y la trajo ante mí cubierta de sangre.

–¿Entonces fue él?

Toga negó.

–Su hijo que contó toda la verdad el día que viniste por primera vez. Resulta que su padre solo tomaba un poco de aire en los jardines y fue ahí donde vio colapsar a mi querida esposa, cuando la socorrió, ella solo botaba sangre por la boca y no dejaba de mencionar una palabra.

–¿Qué palabra? – pregunté curiosa.

–Araña.

–¿Araña? Pero ¿Qué significa?

–No lo sé. Desde entonces no he dejado de pensar en eso, pero simplemente no encuentro una respuesta.

El antiguo Rey parecía desgastado, era de suponerlo, pensar constantemente en la muerte de un ser querido era una completa tortura.

–Sé que ella quiso decir algo más, pero su tiempo en esta vida se había acabado.

–Lo siento mucho.

–No te disculpes hija, ahora sé que si tú estás aquí fue gracias a Izayoi, ella te envió a cuidar de su pequeño hijo.

Bajé la cabeza tratando de mostrar mis ojos llorosos.

Moroha. Ese es el nombre que le puso Izayoi a esta historia.

–¿Y qué significa?

Doble Filo, si bien podemos estar hablando de una espada, también podría significar dos almas.

–Dos almas…

–Así es, como la tuya y la de Inuyasha, sus almas son muy contrarias. La de él es la de un demonio y la tuya es la de una sacerdotisa, tú tienes un alma espiritual.

Entonces recordé algo.

–Majestad, yo puedo sanarlo.

–¿Cómo?

–Sí, tengo ese don, como el de Midoriko.

–Pero hija, eso es peligroso. Si lo haces te debilitas, te estarías acortando años de vida.

–Es solo un mito. El anciano Myoga no lo mencionó.

–Ese anciano – Toga soltó una risa suave – ¿Cómo está mi amigo de grandes batallas?

Sonreí.

–Muy bien.

–Me da mucho gusto.

–Déjeme ir por la perla de Shikon y regreso Majestad.

–Está bien hija, no iré a ningún lugar – dijo con una sonrisa.

Me apresuré en ir a mi habitación en busca de la perla, en el camino me encontré con Sango, escuché que me llamaba, pero no interrumpí mi andar. Al entrar busqué entre mis cosas, no sabía dónde encontrarla.

–¡Kikyo! – llamé, pero no obtuve respuesta – ¡Kikyo!

–¡¿Qué pasa Kagome, por qué gritas?! – dijo Sango entrando por la puerta.

–Necesito a mi dama.

–Qué extraño, creí que estaría aquí, la vi subir las escaleras hace unos segundos.

Solté mi ropa frustrada.

–¡Kikyo!

–¡NOOOO!

Aquel espantoso grito terminó por poner en guardia a Sango.

–¿Qué ocurre? – dije en susurro lleno de pánico.

Esa era la voz de Kaede.

–Será mejor que te quedes aquí Kagome – sugirió mi amiga.

–No, quiero saber qué pasa.

Y me escabullí de su protección y fui directo al lugar de donde había provenido el grito.

–¿Qué ocurre? – dije al entrar.

La escena me descompuso.

Ver a Kaede siendo sujetada y consolada por Miroku me hizo ver rápidamente hacia la cama en donde se suponía que estaba Toga. Me llevé una mano a la boca para ahogar un grito.

¿Qué había pasado? Solo fueron un par de minutos desde que lo había dejado solo. Y ahora tenía una enorme mancha de sangre alrededor de su pecho.

–Majestad… – sollocé.

–Por favor mi Reina, salga de aquí, no puede ver esto.

–¡No! – Le grité al hombre que quería que saliera. – ¡¿Qué pasó?! – exigí saber.

Nadie dijo nada, entonces miré a Miroku en busca de respuestas.

–Lo encontramos con esta daga en el pecho.

Me acerqué hasta él y tomé el objeto entre mis manos. No creí sentir tanto odio por alguien o por algo, hasta que vi la imagen de una araña estampada en aquella daga.

Continuará...