Disclaimer: La Trilogía "Los Juegos del Hambre" y sus personajes no me pertenecen, ni gano un centavo al escribir esto, solo soy una fan con suficiente imaginación como para inventar locuras.
°*° Capítulo V °*°
Sus heridas sanan, al menos las externas. Sus costillas ya no le molestan tanto y las contusiones muestran mejorías. Aun así, deambula por los pasillos del Distrito Trece con un brazalete médico que cita Mentalmente Desorientada y ella sabe que aquellos médicos tenían razón.
Ya instalada en el compartimiento de su madre y hermana, lo único que hace es tratar de encontrar a Madge. En cada adolescente de rubios bucles, al principio, y luego empieza a fijarse en cualquier muchacha de ojos celestes y altura promedio. Porque si alguien en el Doce podía permitirse una peluca o teñir su cabello esa era la hija del alcalde y quizás su amada quería pasar desapercibida en aquel sitio.
Cuando no está recorriendo los pasillos, en las comidas o tratando de dormir, observa a Peeta y Finnick lucirse en las propagandas que el Trece está preparando para que el resto de los distritos le sigan en la revolución. Le piden que se una y ella se niega en rotundo. Nota las miradas decepcionadas de aquellos que esperaban que ella se convierta en el símbolo de los rebeldes. Incluso oyó decir a la presidenta del Distrito que para eso la habían sacado, e invertido recursos en su recuperación. Ella solo quería decirle que debieron dejarla morir porque así quizás podría encontrar a su bella ricitos en otra vida, dado que no parecía estar en aquel sitio enterrado en una montaña.
No puede entender como Finnick puede funcionar. El vencedor del Cuatro fuera de los focos poco se parece a aquel hombre que sonríe a las cámaras y cuenta los secretos más horrendos de Snow y los ricos de los Distritos. Ella le ha visto ocupar una cama en el ala hospitalaria, incapaz de moverse un centímetro, con los ojos rojos de tanto llorar y clamando por Annie Cresta en medio de sus pesadillas. Le parece inverosímil verle radiante por aquella llamada revolución. Ella no podría, no puede, está claro como el agua.
Peeta parece haber nacido para aquello, las palabras fluyen y todos parecen hasta respirar al ritmo que él lo hace. Habla de ella, de cómo el amor que se tienen pudo con todo lo que se puso en su camino y ni los Juegos pudieron separarlos. Sonríe para las cámaras y puede escuchar a una chica suspirar mientras el panadero relata los últimos momentos del Vasallaje desde su perspectiva. Las grabaciones se detienen para almorzar y al regresar las luces se tornan frías y Cressida, una reportera del Capitolio que resultó ser una rebelde de cuidado le pregunta por el Doce. Peeta llora a sus padres y a los muertos del distrito y cuando empieza a hablar de su amiga, la hija del alcalde, a Katniss se le llenan los ojos de lágrimas, cierra los puños y sale del recinto notando como muchas personas le observan. Vuelve a recorrer los pasillos en busca de un escondite.
— ¿No deberías estar grabando descerebrada? — Johanna camina con muletas y su pierna aún está cubierta por un yeso blanco impoluto — ¿Katniss? — vuelve a llamarle la atención cuando la menor simplemente pasa por su lado sin notarla, suelta una de las muletas alcanzando a tomarle de la muñeca — Podemos hablar… si quieres — no se lo dirá a la cara, pero está preocupada por la chica.
— No me necesitan Siete… tú ocúpate de recuperarte así puedes ocupar tu lugar y entonces ya tendrán a alguien obstinada — rodea los ojos con ironía – entonces quizás dejarán de insistir con que tengo un papel importante en este maldito sitio y me dejarán en paz
— Kat…
— Ocúpate de tus asuntos — se suelta con brusquedad y sigue caminando sin rumbo.
— Maldita sea Doce… Sé por lo que estás pasando — susurra siguiendo su camino hasta encontrarse con los demás vencedores.
Al día siguiente es citada a la oficina de Coin. Dos guardias la escoltan desde su compartimiento, atravesando incontables pasillos hasta llegar ante la presidenta del Trece. Katniss sabe perfectamente que es lo que pasará y por un lado tiene miedo porque sabe que de ella dependen la seguridad de su madre y su hermana. Pero aquella parte de sí que dedica a Madge pesa más y le impide moverse con soltura. Le aterra también, aquellos pensamientos que le acercan a entender a su madre, a como ella se dejó caer en un pozo de desesperanza cuando su padre murió en las minas.
La hacen pasar a un salón con una larga mesa ovalada, rodeada de sillas mullidas. Le dicen que espere sentada y ella obedece. Respira superficialmente, incapaz de sacar de su cabeza a su madre llorando día y noche y las semanas posteriores en las que se quedó sentada sin moverse si no fuese por ellas. Sabe que no puede darse el lujo de dejarse caer, pero, aunque sus heridas están sanando perfectamente, hay un dolor en lo profundo de su ser que le pincha con cada movimiento, aquella culpa de haber sobrevivido a su amada.
Coin le da mala espina, hay algo en ella, lo puede sentir, algo que le recuerda a Snow y le asquea. Entra a la habitación acompañada de Plutarch Heavensbee, vigilante en jefe de los últimos Juegos, devenido en comandante de los rebeldes, sucesor de Seneca, a quien mataron por culpa de ella. Se sientan frente a ella y el hombre le ofrece café, pero ella rechaza el ofrecimiento con la cabeza. La mujer va directo al punto. Le exigen que empiece a colaborar con la rebelión, que esa fue la razón por la cual se ejecutó un plan de años de preparación y Katniss supo leer entre líneas. Ella juega la carta de su brazalete, finge dolor y una bruma mental que hace varios días no le aqueja. Coin amenaza con obligarla a ella y a su familia a abandonar el distrito si ella no accede a cumplir las expectativas, Plutarch carraspea disconforme y la castaña debe morderse la lengua para no maldecir en voz alta. El capitolino juega el papel de ángel guardián y le concede unos días más para amoldarse a su nueva vida, pero le recuerda que su participación es sumamente necesaria para el bien de un nuevo Panem, para el bien de sus aliados y de su familia y que hay mucha gente que cuenta con ella. Katniss quiere gritarle que su novia contaba con ella y la necesitaba, pero ahora estaba sepultada bajo los escombros de su distrito, pero sabe que aquello no hará ningún bien así que solo asiente cortamente y sale de aquel sitio.
Se pierde varias veces en los pasillos que lucen iguales y como si fuese atraída por la mala fortuna, el primer lugar al que reconoce como llegar es el sitio donde se graban las propos. Peeta, Finnick y Johanna están sentados mientras Beetee relata su historia después de ser coronado vencedor de sus Juegos. Está dándose la vuelta para salir, segura de hacia dónde está su escondite predilecto para ocultarse hasta la hora de la cena, pero alguien pone una mano en su hombro obligándole a voltear.
— Te busqué por todos lados — le abraza y ella no puede más que aferrarse al cuerpo de su aliado favorito — Haymitch me dijo que te llevaron con Coin — se separa lo suficiente como para mirarle a los ojos, ella apenas puede sostenerle la mirada unos segundos antes de desviarla de nuevo al vencedor del distrito tecnológico — Katniss…
— Estoy bien — es todo lo que atina a decir, es la tercera vez que Coin le amenaza, sabe que no habrá otras — aun no estoy lista — el rubio asiente levemente acariciándole la espalda y ella desearía poder besarlo, abrazarlo y que le brindara el mismo sentimiento que su otra rubia favorita, pero sabe que eso es imposible — ¿Dónde está Haymitch? — se separa del abrazo buscándolo detrás de él.
— Se lo llevaron – la castaña abre los ojos con sorpresa — a un ala médica subterránea donde están los visitantes del Doce en abstinencia — niega cortamente — estoy seguro que saldrá de esta — sonríe con amargura y ella hace una mueca de disgusto, su mentor tenía un aspecto terrible los últimos días, pero si lo han internado, debe estar peor de lo que ella querría admitir.
— Debo irme…
— Quédate… te servirá estar con nosotros — le acaricia la mejilla con tanta suavidad que apenas siente el roce y ella sabe que es para el público, porque, aunque hay algunos que la escucharon gritar como una histérica por Madge, la mayoría aún cree en los trágicos amantes.
— Necesito pensar — se aleja un paso tomando su mano y besándole el dorso con ternura — te veo en la cena Peeta.
Sabe que va a replicar así que se da vuelta y sale a paso apresurado del recinto. Camina por los pasillos hasta encontrar su escondite predilecto, un cuarto de tuberías que está sumamente calentito y produce un zumbido que le relaja lo suficiente como para dormirse sin pesadillas. Sueña con ella, desde que la sacaron de los Juegos solo sueña con ella.
Están en la pradera, a la sombra de su sauce, acostadas sobre una manta viendo el sol asomarse por entre las ramas que se mecen con el viento. Katniss canta mientras Madge hace pequeñas trencitas en la melena castaña que se esparce por la manta. La melodía es interrumpida de pronto, los labios de la rubia rozan los suyos con dulzura. Se ha puesto encima de ella con delicadeza y le besa con una lentitud pasmosa. Katniss solo puede corresponder aquel gesto llevando las manos a los muslos de la chica sentada a horcajadas sobre ella. Se sienta y le besa con anhelo, hace demasiado tiempo que no besa aquellos labios. De pronto abre los ojos asustada para descubrir que está sola, el cielo se ha puesto de un gris casi negro y una tormenta resuena con tanta fuerza que, aunque grita el nombre de su amada no puede oír su propia voz. Despierta de pronto con la sensación aun en su cuerpo de sentirse empapada por la lluvia y el calor del cuerpo de Madge pegado al suyo. Vuelve a llorar hasta que le duele todo el cuerpo y luego se queda inmóvil apenas respirando con la mirada fija en la oscuridad de su escondite hasta que suena la alarma que anuncia el primer turno del comedor e indica que es su hora de cenar.
Arrastra los pies hasta el lugar, toma una bandeja y forma la fila. Observa con desdén la comida que es puesta frente a ella y camina con desgano hasta la mesa asignada a su familia, donde Prim y su madre se encuentran junto a la familia Hawthorne. Se sienta al lado de su hermana y come en silencio, sintiendo la penetrante mirada del cazador en ella, incapaz de alzar la vista para fundirla en los ojos de la Veta.
Gale, su mejor amigo de los últimos años, no había podido afrontarlo aún. Muy en su interior sabe que él está enojado y en su derecho de estarlo, ella le ocultó a Madge con descaro aún sabiendo que el mayor sentía algo por ella, aun cuando le había pedido más de una vez huir al bosque juntos y tener una familia unida. Ella no hizo más que lastimarle al mentirle y luego el bombardeo al Doce le puso en una encrucijada, su hermana pequeña fue la portadora de las malas noticias y le puso en el compromiso de ir hasta la mansión al rescate de la amada del amor de su vida. Ella entendía el odio que destilaba su mirada, pero apenas podía mantenerse a flote a ella misma y a los sentimientos que quemaban en su piel, no podía también lidiar con Gale, no aun, quizás nunca podría. Así que se limitaría a comer su insulsa comida, despedirse de la mesa y volver a arrastrar los pies fuera del comedor no sin antes pasarse por la mesa de los vencedores y besar a Peeta en la mejilla solo para echar algo de leña al fuego de los trágicos amantes.
Se mete en la cama ni bien cruza la puerta de su compartimiento. Cubre su cuerpo con las mantas hasta que le llega a la nariz. Ahí está otra vez la terrible decisión. Dormir y afrontar las posibles pesadillas o mantenerse despierta y privarse de la posibilidad de soñar con ella. Le pesan los párpados, las medicinas que le dan, aunque no son para nada como la morflina, le generan un cansancio que le pesa en el cuerpo.
Duerme algunas horas hasta que tocan a la puerta. Le cuesta despertarse, se queja para que sea su madre o su hermana quien conteste el llamado al otro lado del compartimiento, pero los golpes no cesan. Farfulla una maldición y se pone en pie. La pequeña luz que mantienen encendida le deja ver que su familia aún no ha vuelto, no debe hacer mucho tiempo desde que se durmió. Camina hacia la puerta y la abre por completo restregándose un ojo, dispuesta a gritarle a quien osó despertarla, pero las palabras no salen de su boca. Frente a ella, el mejor motivo para estar despierta. Madge ladea la cabeza preguntando si la invitará a pasar y ella se corre de inmediato abriéndole paso. La joven de rubios bucles se adentra en el compartimiento. Lleva el vestido blanco de la cosecha, está soñando por supuesto, con la Madge que vio la última vez. No le importa, la abraza por detrás, besándole el cuello y aferrándose a la esbelta figura como si fuese un salvavidas. Adora el modo en el que su risa llena el lúgubre recinto. Voltea y le besa en los labios y sabe a fresas, las manos de la hija del alcalde se aferran a la tela del overol gris mientras los besos se suceden uno a uno.
Acaban en la cama, besándose más y más. Madge se quita el vestido y Katniss le mira extrañada porque no está desnuda, sino que lleva un overol gris como ella, sentada a horcajadas sobre la castaña empieza a besarle el cuello. La castaña quiere hablar, pero no puede enfocarse hasta que de pronto no puede respirar. Abre los ojos y ve como Madge, pálida como la nieve le mira con una furia que jamás había visto en aquellos ojos celestes mientras sus delgados dedos se cierran en su garganta cortándole la respiración. Intenta gritar, pero no hay nadie que pueda ayudarle.
— No mereces vivir si lo único que harás es comportarte como mi madre Katniss… es tu culpa que está muerta y es solo justo que yo acabe contigo mi querido sinsajo.
Katniss intenta gritar y esta vez su voz llena la habitación. Intenta quitarse de encima el fantasma de su pesadilla y acaba golpeando a Prim que se levantó a consolarla. Su hermana toma ambas manos y trata de callarla, pero Katniss sigue llorando y gritando sin parar hasta que su madre enciende la luz central y puede ver que en aquel cuarto solo están ellas tres. Sigue llorando, pide perdón por despertarlas y tararea una canción para que Prim se duerma, ahora aferrada a su cuerpo, ella logra conciliar el sueño hasta mucho más tarde.
— ¿No tienes nada más que hacer? — musita haciéndose un bollito bajo las sábanas.
— Sabes perfectamente que sí, de hecho, tú también deberías... — se sienta al borde de la cama, saluda a la madre de Katniss y Prim que salen del compartimiento dejándole encerrado junto a ella — nos perderemos el desayuno.
— No tengo hambre — susurra, su voz amortiguada — tú deberías ir.
— No puedo irme.
— Vete Peeta.
— Tienes que hablar conmigo Katniss… estás haciendo que las cosas sean más difíciles de lo que deberían — intenta descubrirle el rostro, pero ella se aferra a la tela — deja de actuar como una niña — masculla enfadado — Madge…
— Ni se te ocurra — se sienta de pronto en la cama viéndole con rabia, Peeta solo enarca una ceja, sonriendo de medio lado — púdrete — intenta volver a su lugar seguro pero el panadero arranca la tela fuera de su alcance — ¡ya vete y déjame morir en paz!
— Sabes que no puedo hacer eso Katniss — le toma de las manos apretando con fuerza — necesito que entiendas.
— ¡No puedo, me duele Peeta! ¿Cómo puedes actuar como si toda tu familia no estuviera muerta? ¡Dímelo y yo fingiré que no perdí al amor de mi vida por salvar nuestros estúpidos pellejos por una maldita revolución de la que ni siquiera tenía idea! — grita tan alto que su garganta se resiente y el eco de la habitación le hace doler los oídos.
— No eres la única que está sufriendo Katniss — Peeta, siempre pacifico, le habla en un tono grave que le hace erizar — lo perdí casi todo, solo me quedas tú — ella hace un puchero y las lágrimas se amontonan en sus pestañas — mis padres, mis hermanos, muchos de mis amigos no salieron con vida y te guste a ti o no… Madge también era importante para mí, pero aquí estoy, haciendo un esfuerzo porque… ¿Sabes que es más importante que los que nos fueron arrebatados? — hace un largo silencio hasta que ella niega con la cabeza — aquellos que aún quedan con vida… los últimos novecientos habitantes del Doce, el distrito Trece y los demás distritos que necesitan liberarse de Snow… los hermanos de Rue por ejemplo que no deberían pasar una nueva cosecha o Effie que probablemente esté siendo torturada por ser parte de los rebeldes y hay grandes chances de que solo encontremos su cadáver si es que Snow nos lo permite — vomita aquellas palabras entre diente aferrándose a la tela de las sábanas con tanta fuerza que sus nudillos se ponen blancos.
— ¿No crees que es demasiado peso para poner sobre los hombros de dos adolescentes de diecisiete años? — pregunta ella luego de otro silencio, se ha hecho a un lado para que Peeta se siente con ella y ahora apoya su cabeza en el hombro de él que suspira.
— Se que lo es… pero también lo fueron los Juegos y sobrevivimos dos veces Katniss… despertaste algo que podría ser muy difícil de apagar si solo te atrevieras a seguir ardiendo — la castaña se mete en el campo de visión de su aliado enarcando una ceja con sarcasmo y él suelta una carcajada que le obliga a ella a reír — ¿demasiadas referencias al fuego chica en llamas?
— ¿Cómo demonios te metiste en esto Peeta?
— Siempre odié los Juegos… cuando ganamos y creí que mi vida estaría resuelta a tu lado, creo que fue el momento en el que más feliz me sentí, y eso siguió así, aun en la Gira cuando no sabíamos si lograríamos convencer a Snow o al volver con la certeza de que no se lo había creído… yo era feliz contigo, tan feliz que dejé pasar una situación con Haymitch y Effie solo porque no quería estallar la burbuja…
— Haymitch dijo algo al respecto — se ha tumbado en la cama, su cabeza sobre las piernas de Peeta que ha deshecho su trenza y ahora acaricia la melena castaña con delicadeza.
— Estábamos volviendo al Doce, tú estabas en tu vagón y yo estaba tumbado en el enorme sofá del vagón comedor viendo las nubes pasar a través de la cúpula de cristal… ellos entraron sin saber que estaba ahí y mencionaron que era solo un traspié, que ellos sabrían que hacer… lo dijo bajo, el Trece sabrá qué hacer y yo fingí dormir solo para no enfrentarles.
— Pero lo hiciste — se miran fijamente unos minutos y Peeta desvía la mirada con tristeza.
— Cuando me dijiste sobre Madge — Katniss se tensa — por primera vez en mi vida amenace a alguien y tuvo que ser Haymitch, él logró ponerme en contacto con Coin, creí que sería sencillo, siempre tuve un don para caer bien y para saber qué decir, pero no me querían por eso… tenían a Finnick para acercarse al público, casi pierdo toda esperanza de unirme a la resistencia, pero entonces me dieron mi misión… ellos me dejarían entrar, protegerían a los míos si yo lograba… — se le quiebra la voz.
— Peeta — susurra la castaña volviendo a sentarse le abraza hasta que Peeta apoya su cabeza en su pecho y ahora es ella quien acaricia los rubios cabellos — lo siento Peeta…
— Mi misión eras tú — suelta él y ella apenas reacciona, él le abraza con fuerza — si lograba que te unieras… ellos nos darían protección a ambos y a los nuestros… pero Snow cambió las malditas reglas del Vasallaje y en lugar de pedirte que liberáramos a Panem siendo mentores…
— Tuviste que seguirme a la Arena — le toma de las mejillas obligándole a verle — Peeta…
— Lo siento Katniss yo jamás te habría puesto en peligro — le roza la mejilla y va a besarla, pero ella aleja el rostro y él suspira — y ahora nos condené a ambos…
— Estás haciendo un trabajo genial…
— No lo entiendes… no cumplí mi misión Kat — saca un papel arrugado de tantas veces que ha sido leído, Katniss lo toma y lo lee, deja escapar todo el aire que estuvo conteniendo y lleva el papel a su pecho al ver el último párrafo de aquel papel sellado con las firmas de Peeta y Coin.
— ¿Qué demonios hiciste? — masculla con rabia, se pone en pie poniendo algunos pasos entre ambos — ¿Cómo pudiste arriesgarte así? ¡Por mí!
— Te dije que moriría por ti…
— ¡Y firmar un papel que dice que te matarán si no logras que me una a los rebeldes te pareció sensato! — vuelve a leer el papel y lo hace un bollo arrojándoselo — ibas a morir por salvar a mi familia…
— Voy a hacerlo si… — se pone en pie, dispuesto a irse.
— No maldito desgraciado — le golpea en el pecho con fuerza fundiéndose en la triste mirada azul — no morirás por mí, quieres un Sinsajo… lo tendrás…
— No Katniss… no voy a obligarte a nada… ya lo perdí todo, mantendré a tu familia a salvo, tu solo cuida el contrato — pasa por su lado y ella se aferra a su muñeca.
— ¡No lo harás! Saldremos de esta juntos… tu… tú me ayudarás — une sus frentes aferrándose a la tela de la camisa del rubio — seremos los trágicos amantes un poco más, salvaremos a Panem y seguiremos siendo los mejores amigos… por favor Peeta, no me dejes tú también.
Se abrazan con fuerzas y lloran, luego ríen por lo dramáticos que pueden llegar a ser los trágicos amantes del Doce. Ella le pide ayuda, no será la marioneta de Coin sin poner algunas condiciones. Peeta toma un cuaderno y lápiz y la primera condición surge con facilidad, volver al Doce, juntos. Katniss le pide que anote que la dejaran cazar, espera de esa forma poder lograr acercarse a Gale nuevamente. Peeta anota y también sugiere que sería bueno darle inmunidad a los rebeldes capturados y Katniss no puede evitar pensar en su escolta, cierra los ojos con fuerza cuando una imagen horrible se aparece en su mente, Effie siendo torturada. Ese pensamiento le lleva a su última pesadilla y en como cada noche su propia mente le tortura y pide que agregue como condición tener un compartimiento propio. Peeta le entrega la hoja y le pide que le avise cuando vaya a ver a Coin, que quiere estar con ella y la chica asiente porque sabe que no podría hacerlo.
Peeta se va y ella suspira. Intenta mentalizarse. Cuanto antes logre mimetizarse con su papel, antes podrá liberar a Panem y volver a su vida, lo que sea que eso implique ahora que su amada Madge no está. Liberar a Panem de Snow es lo único que puede hacer para honrarle ahora. Darle a la serpiente un poco de su veneno. Escribe una última línea antes de arrancar la hoja y unirse a su familia en el desayuno, yo mato a Snow.
Unas horas más tarde está de vuelta en la enorme sala ovalada, pero esta vez no está sola. Peeta estrecha su mano en las suyas sobre la mesa. Coin se toma su tiempo antes de atravesar las puertas dobles seguida de Plutarch. La castaña ve las puertas cerrarse detrás de ellos y quiere huir, pero su ancla no lo permite, le sonríe y le brinda toda la tranquilidad que puede con una mirada azul.
— No suelo aceptar reuniones sin una razón señorita Everdeen, espero que sea lo que espero.
— Lo es — musita la chica luego de un largo silencio — seré el Sinsajo…
— Has tomado una sabia decisión Katniss — la mujer mira a Peeta y asiente levemente, Katniss no se pierde el gesto.
— Tengo condiciones — musita ella aferrándose más a la mano de Peeta, ahora ocultas bajo la mesa.
— ¿Disculpa?
— Seré su símbolo si se cumplen mis condiciones — mantiene la mirada de la mujer que no está para nada contenta con sus palabras.
— Estoy seguro de que podemos escucharlas — acota el ex vigilante en jefe dándole pie a Katniss a que empiece.
— Gracias — se aclara la garganta y menciona la vuelta al Doce, la caza y que quiere un compartimiento para ella sola — quiero inmunidad para Effie y Annie y saber que si algo no sale bien no se tomarán represalias sobre Peeta o mi familia — observa a su acompañante que le mira con sorpresa y ella solo sonríe levemente antes de volver a ver a Coin.
— Volver al Doce es arriesgado.
— Podemos llevar los escoltas que deseen, pero ambos necesitamos volver y estoy segura de que su equipo de grabación podrá lograr material para las propos — recita casi de memoria lo que Peeta le preparo si ella decidía ponerles peros a sus condiciones.
— La caza con Hawthorne será descontada de su tiempo de ocio, llevarán brazaletes con localización.
— Y la caza servirá para la cocina — agrega Plutarch reclinándose en su asiento — la inmunidad…
— Inadmisible, serán juzgados como corresponde.
— Serán perdonados — Katniss se reclina sobre la mesa apenas y Peeta puede sentir la tensión de su aliada — y dejará sin efecto el contrato con Peeta…
— Entonces tu anunciaras que serás el Sinsajo en público, grabarás cada propo sin replicar y te mostraras enamorada de Peeta como el primer día — le mira con suficiencia y Katniss se echa hacia atrás en su asiento.
— Acerca del compartimiento — continua el capitolino — no puedes tener uno para ti sola…
— ¿Podría compartirlo con Johanna Mason? — se apresura a decir Peeta y Katniss aprieta el agarre para que le mire, él le guiña el ojo y vuelve a dirigirse a los adultos — Johanna será dada de alta en una semana y sería beneficioso para ambas.
— Aprobado — anuncia la mujer — por otro lado, los vencedores harán la formación como soldados, no tendremos más excepciones, necesitan saber cómo seguir órdenes — se produce un silencio mientras Plutarch transcribe los términos del arreglo — ¿Alguna otra condición señorita Everdeen?
— Solo una — respira profundamente — yo mato a Snow…
Coin accede a su última petición y Plutarch entrega un papel con la lista de sus condiciones y las exigencias de Coin. Hay un espacio para su firma y otro para la de Peeta. Ambos firman y también lo hace Coin. Le entregan una copia y los dejan ir. Katniss toma la mano de Peeta y le conduce por entre los pasillos, esta vez con más éxito, llega a su escondite. Se internan en la oscuridad del pequeño espacio y ella lo abraza por el cuello pidiéndole perdón por cambiar una de las condiciones y por tener que seguir con la farsa. Él la apega a su cuerpo y le dice que haría lo imposible si eso significaba mantenerles a salvo. Se sientan y por un tiempo, solo se oyen sus respiraciones y el zumbido de las tuberías. Ella rompe aquel silencio para preguntarle en qué demonios estaba pensando para plantear que compartiera compartimiento con la loca del siete y el solo ríe y dice que Johanna es buena una vez que te tomas el tiempo de entenderla y que era mejor que seguir compartiendo cuarto con su madre y hermana y ella replica que él solo lo decía porque compartía compartimiento con Finnick que seguro era mil veces mejor que Johanna.
…
Siete días más tarde Katniss está de vuelta en el ala hospitalaria. Ya ha dado el comunicado de que será el Sinsajo y ya hace unos días que sale a cazar con Gale, aunque aún no hablan. Ahora solo le queda una última tarea. Golpea dos veces y una voz femenina le invita a pasar.
— ¡Doce! — exclama con una sonrisa — ¿viniste a ver cómo me dan el alta de una condenada vez? –— se pone de pie mostrándole que ya no lleva el yeso — se están tomando su tiempo, pero debería ser en cualquier momento.
— Si, en realidad vine a ofrecerte algo… o a decírtelo en realidad — balbucea sin lograr armar una frase coherente, es una extraña situación — ¿vivirías conmigo?
— ¡Eh? — la mayor le mira sin entender.
— Me refiero a que… no tienes con quien vivir… me refiero a que te enviarían a un compartimiento con extrañas… — se acerca algunos pasos hacia la vencedora —entonces…
— Katniss no estoy entendiendo nada de nada.
— Soy el Sinsajo — suelta al fin sentándose en la cama de hospital — puse algunas condiciones…
— Sí y también las puso Coin — Katniss le mira con sorpresa — ya me dijeron que ni bien tenga el alta debo empezar a entrenar para ser soldado, parte del contrato del Sinsajo dijeron — imita la voz de Coin con sorna y ambas sonríen — no entiendo qué tiene que ver conmigo.
— Quería un compartimiento para mí, pero no puede ser, y pensé en ti — no dirá que fue Peeta, no tiene porque — como vencedoras… sabemos lo que implican las noches…
— Estás diciéndome que no debo compartir cuarto con cinco extrañas si solo te soporto a ti y a tus pesadillas… — Katniss asiente expectante — acepto — alza los hombros restándole importancia — gracias descerebrada.
— No hay porque Siete…
Y van cinco episodios y aun faaaaalta. A este puntoaun no termine el siguiente y ya estoy llorando así que yo que ustedes me preparo la música triste.
Como siempre se agradecen los reviews, los favs y los follows.
Con cariño atentamente, Anna.
