Capítulo 0: Forks
No había logrado conciliar el sueño durante el viaje, había optado por avanzar mi libro actual. Había logrado comunicarme con Charlie antes de subir al avión y apagar el celular, me esperaría en el aeropuerto para ir a casa. Era extraño el tener que adaptarme al clima húmedo y lluvioso de Forks, donde él residía y próximamente yo también.
Había convencido a Renée de dejarme vivir con él para que ella pudiera disfrutar su nuevo matrimonio, debido al trabajo de Phil estaban en constantes viajes a lo largo del país. Renée era joven a pesar de tenerme a mí y él nunca tuvo inconveniente alguno con mi presencia, aun así, quería darles su espacio, ambos lo merecían.
La azafata anunció el pronto aterrizaje en Seattle, sacándome de mis pensamientos me asomé por la pequeña ventanilla observando la ciudad, distinguí la emblemática torre Space Needle. No me molestaría venir a la ciudad durante mi estadía en el pueblo.
— Al fin llegamos. — dijo un señor de mediana edad con quien compartí asiento durante el viaje.
Me limité a sonreír y a volver la vista a la ventanilla.
Tomé las maletas de la banda y tiré de ellas en busca de Charlie, logré verlo a lo lejos en la máquina expendedora. Llevaba su uniforme de policía, lo portaba con orgullo. Después de todo se había dedicado a su trabajo por completo desde hace trece años consiguiendo el puesto de la jefatura como recompensa.
Me acerqué a él tomándolo por sorpresa, casi se le cayó su café encima.
— Bella, tu vuelo llegó... justo a tiempo. — dijo observando el reloj del aeropuerto, dejando de lado el vaso hermético para ayudarme con el equipaje. — ¿Fue un viaje agradable? — preguntó.
— Fue... rápido. ¿Debería sacar mi suéter?
— Ya no es Arizona, Bella. Deberías usarlo, hay pronósticos de tormenta.
Salimos del aeropuerto en busca de su auto, un Cruiser de la policía de Forks color azul estacionado en las primeras líneas.
— Nos espera un largo trayecto, deberías ponerte cómoda. — aconsejó antes de encender el auto. — ¿Quieres llegar a algún lugar antes de irnos?
— No, estoy bien.
El auto partió con destino a Forks, un viaje de poco más de tres horas.
El viaje transcurrió con normalidad, Charlie hacía preguntas ocasionalmente sobre Renée y su esposo, de los viajes que habían realizado, no de una manera incómoda. Para mi fortuna, mis padres lograban llevarse bien al entablar una amistad con el paso de los años.
Divisé el cartel indicando que llegaríamos a Forks en cuestión de minutos. La lluvia nos dio la bienvenida, un clima al que tendría que adaptarme en los próximos meses.
La radio de Charlie sonó, captando la señal a lo que maldijo por lo bajo.
— Les dije que hoy estaría ocupado. Bella, te molestaría si... — no terminó la frase, pero entendí todo, había surgido un contratiempo con su trabajo.
— Claro, claro, yo entiendo.
Se desvió de la ruta tomando otra calle camino a la comisaría, en ella había más autos similares al suyo con las luces encendidas, apagándolas en cuanto bajaban del carro.
Bajó de la patrulla, rodeándola hasta quedar en la puerta del copiloto, la abrió y esperó a que bajara.
— No me demoraré, espérame en la recepción con Marie, ella... ella te hará compañía. Puedes tomar lo que sea de la máquina expendedora, sólo pídele la llave del jefe. — me guiñó el ojo.
Caminamos hasta el interior, me detuve al lado de la morena que atendía las llamadas.
Observé el recibidor; una sala fría decorada con un mapa grande de Forks que lucía antiguo, y la máquina expendedora al lado opuesto, opté por sentarme en uno de los sofás individuales del lugar junto a una mesita llena de periódicos apilados; desde mi lugar podía ver con facilidad a los policías en la sala de juntas.
— ¿Algo grave? — pregunté a Marie, quien dejó de ver el monitor para sonreír y continuar con su trabajo.
Tomé uno de los periódicos de la pila, eran recientes. En los encabezados principales informaban reportes de desapariciones en los alrededores de Forks, sabía que si Renée se hubiera enterado de eso no me hubiera dejado venir, por lo que veía más viable ocultárselo.
Abrumada por la nota, decidí dejarlo a medio párrafo. Sin más caminé hacia la máquina expendedora observando sus opciones, variedades entre lo dulce y lo salado en toda clase de tentempiés. Realmente no me apetecía nada de ello. Miraba ocasionalmente hacia el interior en busca de Charlie, pero aún se encontraba ocupado, caminé hacia la salida encontrándome con el frío aire que alborotó mi cabello, pensativa me senté en los escalones observando el atardecer.
Volver a Forks me resultaba tan extraño, a pesar de tener tantos recuerdos de mi infancia, hoy en día lo desconocía. Me sentía tan fuera de lugar, debido a mi decisión ahora me veía obligada a continuar con mi vida aquí, hacer amistades, tal vez conseguir algún trabajo, salir.
Tranquila, Bella. Es tu primer día no oficial, date tiempo.
Perdí la noción del tiempo sin darme notar cuando la puerta se abrió y salieran policías corriendo hacia sus vehículos, encendiendo sus luces. Me levanté, aturdida. El último en salir fue Charlie dando indicaciones a través de su radio.
— Sube al auto. — dijo mientras caminaba hacia el con velocidad.
Le hice caso y corrí hacia el vehículo.
— ¿Pasó algo?
No respondió, mantuvo su vista al frente y aceleró, incorporando el carro a la carretera en cuestión de segundos. Sentí el golpe de adrenalina al asimilar la velocidad en la que el auto avanzaba, no se lograba distinguir la silueta de los altos pinos característicos del pueblo.
Ninguno emitía palabra alguna, comenzaba a tornarse incómodo cuando logré distinguir el vecindario. Todo seguía igual a pesar de los años. La casa de Charlie no era la excepción.
Frenó de golpe, el cinturón se ciñó a mi cuerpo, inmovilizándome.
— Llegamos. — murmuró, bajándose con prisa. Rodeó el vehículo hasta mi puerta, abriéndola. Me quité el cinturón y bajé, lo seguí hasta la cajuela dónde tomó las maletas y corrió hacia la entrada, subiendo los escalones sin resbalarse.
Cerré la cajuela del carro, y lo observé aún confundida, abrió la puerta de la casa de un segundo a otro, metiendo las maletas.
— ¿Lo dejarás encendido? — pregunté, señalando la patrulla. Pude ver como se tensó. — No te quedarás ¿cierto?
— Surgió algo, me necesitan. — respondió, se acercó a mí, rascándose la nuca. — Yo... ah, había cocinado algo para esta noche.
— Déjame adivinar. — sonreí. — Macarrones con queso.
Me devolvió la sonrisa.
— La especialidad del Chef Swan.
— Siempre solías recibirme con eso, aún sigue siendo mi comida favorita... — mentí. — En fin, no me molesta pasar la noche sola... sólo, ya sabes, cuídate.
Asintió y entró al auto. Bajó la ventanilla antes de emprender camino y se despidió con una sonrisa forzada y un:
— Bienvenida a Forks, Bella.
