Ya el otoño se asomaba por el portón de Lakewood; las flores comenzaban a perder sus pétalos y la flora, aunque aún hermosa, comenzaba a languidecer. Fuimos todo el camino con preocupación por Candy, pues su barriga había crecido bastante. La mala barriga había durado poco. Annie me comentaba que hubiera querido tener la suerte de Candy, pues sus barrigas eran horribles. Y mientras se lamentaba, me comentó que estaba embarazada de su tercer niño. Aún no se le notaba, pues tenía apenas un mes. Ya mi hermano lo sabía, pero nadie más. Ahora me enteraba yo, y también de que sería el padrino. Esa fue una buena noticia, y me suavizó un poco el ánimo con Annie. De hecho, comencé a defenderla de mi hermano, porque me di cuenta de que ya se le estaba agotando el amor, sino también la paciencia, con ella, si alguna vez lo tuvo. Y ella, bueno, después de cazar a mi hermano, no se le veía tan enamorada como cuando era un reto para ella que olvidara a Candy. Porque era de admitir que Archi, al igual que yo, nunca superamos completamente a esa hermosa rubia, bueno, ni hablar; la verdad, Candy era la fruta prohibida de nuestro jardín del Edén. Eso lo admito ahora, pero también sé que es de esas cosas que son sueños inalcanzables. Es más, supe por Archi que había ayudado a Candy a decidirse por Albert. Ambos los ayudamos, ya que siempre supimos que, en el fondo, Candy nunca sería para nosotros. Pero la espinita, si se puede llamar así, la llevamos siempre en el corazón. Candy siempre fue inalcanzable. Pero tanto mi hermano como yo muy bien sabíamos que nunca iba a ser. Por eso seguimos nuestro camino, sin mirar atrás. Para mí fue, por cierto, la mejor noticia verla feliz con el único hombre que siempre la amó sin esperar nada a cambio, demostrándole su amor, como había visto en esos días que él hacía por ella, y ella también por él. Cosas pequeñas, miradas furtivas, señales para ausentarse y amarse. Nada los detenía. Y ver a Candy feliz, eso lo valía todo. Creo que para Archi también. El problema, sin embargo, es que Archi probablemente se casó sin amor, y eso era muy preocupante. Annie tampoco lo amaba. Se encaprichó tontamente con él. Pero de algún modo, ahora era mi aliada y yo la de ella. Yo no podía dejarla sola, a su suerte, mientras su relación con mi hermano se enfriaba cada día más.
De hecho, el mismo Archi me dijo que ambos habían hablado para ver si otro niño podía unir a la familia. Cuando me lo dijo, por poco le doy. No hay niño que salve un matrimonio que nunca se construyó con bases sólidas. Él me contaba que pensaba que quería a Annie, pero que, si lo venía a analizar, desde lo que pasó en el colegio con ella, simplemente se resignó a ser su novio. Y ante la perspectiva de lo que pudo haber sido y no fue, sencillamente aceptó lo que consideró su destino, sin cuestionar. No era difícil ver que mi hermano no era feliz.
"Todo el mundo estaba en contra de ese matrimonio, no solamente los Leagan. El comité protestó no sólo por los orígenes inciertos de Annie, sino porque su familia estaba sumamente endeudada, y eran la comidilla de la sociedad de Chicago. Todo el mundo me consideraba demasiado bueno para Annie. La verdad, sentí una rabia descomunal de que trataran así a un ser humano, y más me aferré a lo que creía sentir por ella".
Estas confesiones de mi hermano me dejaron frío. No me sentía en la mejor forma para aconsejarle lo que tenía que hacer, pero de algo estaba seguro: mientras Annie estuviera embarazada, la defendería a ella y a su hijo.
"Nadie lo sabe, porque disimulamos cuando hay visita en la mansión, pero yo me voy mucho al departamento que ahora ocupas. Le pedí a Albert que me lo cediera para cuando quisiera estar más cerca de los negocios con clientes internacionales, pero realmente es demasiado grande para mí solo. Ahora estoy pensando irme al ala este, y quedarme allí".
"Sí, debes regresar y darte tiempo. De hecho, hay muchas recámaras que puedes ocupar, y no tienes que usar la misma de Annie, bueno, al menos en lo que resuelves tus problemas con ella".
Archi me miraba siempre, cuando hablaba del tema, como si pensara que no estaba a su favor. Y sí, ahora me tocaba defender a Annie, pero él era mi hermano, y viéndolo en esa disyuntiva no era fácil.
"La razón por la que me voy a ese departamento del corporativo, querido hermano, es porque tengo mucha molestia con ella, y a veces no deseo tenerla cerca. Las cosas que hizo para entrar en el clan, ahora que lo analizo con ojo adulto, es de una mala persona, como Eliza… Bueno, como Eliza cuando era una arpía. Cuando decidimos darnos otra oportunidad y crecer como familia, para ella fue una nueva oportunidad de quedarse, pero ahora, bueno, estamos en las mismas. Yo no quiero vivir así".
De pronto, más lástima me provocó él. Y terminó con la cereza en el pastel.
"No sé qué voy a hacer. Pienso hablarlo con el tío abuelo lo más pronto posible. Aunque no lo creas, tuvo buenas intenciones para ayudarme con el asunto de mi matrimonio y con la tía abuela, pero si te digo la verdad, no sé qué decirle, pues sé que, en el fondo, tampoco favorecía esa unión…"
¿Decirle al tío abuelo lo más pronto posible cuando, según mi hermano, no parecía haber favorecido esa unión? Sería que el tío abuelo estaba en Lakewood, o al menos lo suficientemente cerca como para entrar en este intercambio entre Archi y Annie. ¿Será que realmente hay un tal tío abuelo, y no como pensaba, que era una figura decorativa? No, pero esto sí que fue bueno. Tuve que aprovechar, a lo que Archi se dio cuenta de que había hablado de más.
"Hermano, espero que me perdones", tuve que excusarme ante la cara de sorpresa de mi hermano.
"Voy…voy a saludar a la familia de Georges, si me lo permites", así terminó nuestro intercambio.
Y me dejó, de nuevo, con la palabra en la boca. No era extraño. Todos se habían encargado de evadirme cada vez que los temas se ponían medio candentes. La realidad es que ahora lo entiendo todo, pero en ese momento me parecía más una traición, después de tanto tiempo escondiéndonos cosas. Nada, pero no faltaba tanto para que esa verdad de la que sospechaba fuera confirmada por la única persona que podía hacerlo…el propio tío abuelo William. Mientras tanto, no niego que me sentía algo mal, porque consideré que nadie me tenía confianza.
…
No había llegado a la puerta de entrada de la villa de Lakewood cuando una asombrada Patricia se me acercó. De pronto, ante todo lo que les conté, había olvidado momentáneamente ese detalle al llegar allí. Claro, la Patricia que ante mí se presentaba no era esa chica tímida, con anteojos, sino esta era la nueva y mejorada Patricia. Ella estaba lo que se dice muda. Sus ojos, aunque algo distintos de lo que los recordaba hacía más de seis años de la última vez que la vi, no dejaban de mirarme con una mezcla de sorpresa y de incredulidad.
Y entonces, se desmayó en mis brazos ante la mirada atónita de todos los presentes, que incluían a Archi, Annie, Albert, Candy, Roger y abriendo la puerta de pronto, Georges y su esposa e hija. También estaba su esposo allí, que me la quitó de los brazos y la colocó adentro, en un amplio sofá. Pasaron unos cuantos minutos, mientras las chicas corrían a la cocina, a buscar las sales para revivirla, y tan pronto lograron que abriera los ojos, comenzó una diatriba que hasta hoy recuerdo.
"Ese es Stear. No, no lo creí cuando me lo dijeron. Es Stear, no, pero no puede ser Stear. Stear está muerto. Nosotros enterramos a Stear. Bueno, no lo enterramos en cuerpo presente, pero lo enterramos. Por favor, que alguien me aclare…"
Parecía que ella, como supuse, no había reaccionado anteriormente a la noticia. Es más, apuesto a que pensó que era una broma de muy mal gusto. Decir que el chico que ella lloró por tanto tiempo estaba vivo de pronto, cualquiera reaccionaría de igual modo. Yo, por cierto, me quedé en la antesala, no que tuviera una reacción parecida a la que tuvo al verme antes de entrar.
De pronto, tanto Candy como Annie salieron al recibidor y me convidaron a entrar. Tuve que preguntarles si estaban seguras, y ambas me sonrieron en ese momento. Parecía que habían logrado calmar a Patty, y que ella estaba lista para enfrentar su pasado. Mientras caminábamos por el amplio salón, de pronto me vi en ese otro pasado feliz, bailando ahí mismo con Candy cuando aquella vez que celebramos el recibimiento de la tía abuela. No había pasado tanto tiempo, de pronto, pero parecía como si hubiera sido 100 años antes. Tantas cosas habían cambiado desde entonces: la moda, la tecnología, todo. Y las personas, ni hablar… Tantos cambios…aunque la villa lucía igual. Sí, ya me habían dicho que Georges había heredado la villa y que estaba allí con su familia, aunque parecía que había conservado las cosas tal cual las recordábamos.
Cuando llegamos al salón de recepción, vi a Patricia sentada en el sofá, a su esposo a su lado, ambos con las manos tomadas, y los demás miembros de la familia de pie. Yo me senté frente al sofá, convidado por el mismo Georges, y rápido se comenzó a servir el té con galletas. Yo no sabía a quien mirar, si a alguno de los miembros de la familia de pie, o a la pareja que me observaba en silencio. Patricia no tenía al principio palabras, y yo no me quedaba atrás. Me sentía algo inseguro en ese momento.
Entonces comencé a pensar en Marie Helène. Por qué no estaba ella conmigo en ese momento. Hubiera servido al menos para relajar esta tensión que tenía, porque, aunque Patricia ya no fuera nada mío, había sido mi novia por mucho tiempo, y ahora estaba frente a ella, sin palabras, y para completar, comencé a sentir que la había abandonado. Y sí, ya ella tenía un esposo que obviamente la amaba. Al menos, él me miraba como si fuera un fantasma del pasado de Patricia, y eso nos tenía incómodos a todos. Y no se trataba sólo de nuestro trío, sino de toda la familia, que mientras nosotros tres guardábamos silencio, parloteaban alrededor nuestro como loros. Algo tenía que hacer, y en ese momento me dirigí al dúo frente a mí.
"Patricia…Eddie…me alegro de conocerte. Me han hablado muy bien de ti, mi hermano, el tío William", dije tanteando terreno, aunque algo pasó, pues detrás de mí se hizo un silencio algo incómodo, pero silencio al fin.
"Gracias, Stear. Yo me alegro también de conocerte. He oído la de historias. Me cuentan todos que te la pasas inventando cosas explosivas. Yo también soy así", y ambos comenzamos a reírnos, menos incómodos, pero aún de forma tentativa.
"No, llevo unos pocos meses que no he inventado nada…explosivo, como dices. Desde que llegué a la civilización, me la he pasado escribiendo, y poniéndome al día en los asuntos familiares", dije y la incomodidad se había disipado momentáneamente. "Debo quizás hacer algo al respecto".
"Ah, yo te ayudo", y de pronto escuchamos un suspiro de la parte de atrás.
Mientras Eddie y yo continuábamos esta charla, el rostro de Patty pasó de asombrado hasta a divertido. Y eso fue lo que hizo falta. De pronto, todos dejamos la incomodidad de lado, y comenzamos a charlar muy animados. En ese mismo momento, se levantó del sofá muy clara, y se fue con las chicas a conversar. Entendí, por cierto, y luego Candy me lo confirmó, que Patricia lo que buscaba era que Eddie y yo no nos viéramos como rivales en ese momento, aunque ya él y yo habíamos comenzado nuestra relación telefónica desde antes. Pero la verdad es que a Eddie le preocupaba la reacción de Patty, y luego de ver que había superado su susto inicial, todo pareció correr miel sobre hojuelas. Y para mi sorpresa, porque eso era algo que no esperaba, por todos los cambios por los que había pasado, ya no me atraía. Tampoco quise que se supiera. Quizás era que el hecho de que me la pasara soñando y pensando en Marie Helène me habían hecho superar esa cosquilla que me provocó una Patricia más joven. Ahora, pues, tenía que manejar ese otro asunto. Porque, aunque Domi no estaba, me parecía deshonrar su memoria siquiera considerar esto que me estaba provocando Marie Helène.
CONTINUARÁ...
