Los principales personajes le pertenecen a Stephanie Meyer, la historia es mía queda totalmente prohibida la reproducción total o parcial de la historia sin mi autorización.
Capítulo 28.
¿Por qué no puedo abrazarte esta noche?
"No tengo nada más que este camino. Solo por eso podría amarte."
— Cemal Süreya "Sevda Sözleri"
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Rosalie había sido una adolescente en todo el sentido de la palabra; ella amaba mucho caminar entre las chicas del pueblo pequeño en dónde su familia la había visto crecer, adoraba ser admirada por los chicos aunque solo fuera de lejos, había sido feliz, encontrado el amor en los libros y luego había creado su blog. Su madre la había apoyado cuando decidió estudiar letras y convertirse en quien ella quería, pero su padre le había dicho:
—"Pon los pies en la tierra hija, y estudia algo que te dé de comer"
Después, contradiciendose así mismo, él había ido y había pagado sus estudios hasta el final. Pero ahora ella ya no era la niña de mamá y papá, aquella a la que su madre le horneaba galletas cuando su día iba mal, a la que su padre llevaba al parque a montar en bicicleta en un día soleado de julio.
Había tomado una decisión; había salido de su zona de confort y había aceptado escribir una historia que todos querían escuchar. Nadie sabía que escribir esa historia iba a darle miles de dolores de cabeza y corazón o que iba a destruir su inocencia. Ella lo supo en cuanto la vio, en cuanto la señora en su esplendor llegó y le propuso sacar sus esqueletos del armario. Supo que su vida estaba a punto de cambiar, que su mundo estaba por sacudirse y volverse un desastre desorganizado de algo que no planeó pero que sí aceptó.
Por eso esa no era una decisión de cuál se arrepentía. No sé arrepintió de seguir a Isabella a San Francisco, sin embargo había algo de lo que quizás si se arrepentía.
Miró a Emmett, quien amablemente le quitó el cabello del camino mientras ella vaciaba su estómago en un basurero o un florero. No estaba segura, pero podría jurar por su vida que lo había escuchado decir que él iba a casarse con Charlotte. Él lo había soltado como una bomba, como los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki. Causando destrucción y desolación a su paso.
Sintió náuseas fuertes y su pecho se contrajo dejándole un nudo que solo la obligó a dar más arcadas. Cuando sacó todo, incluyendo su frustración y el dolor aunque el maldito parecía estar enraizado en su cuerpo como una enredadera que la estaba sofocando, se levantó y limpió su boca con su camisa.
Mierda. El mundo se estaba moviendo.
Mierda. Emmett McCarty iba a casarse con Charlotte Blues.
Mierda. ¿Por qué dolía tanto?
Y es que no había otra forma de describir lo que ella estaba sintiendo. Lo había escuchado, ella lo había escuchado y no podía negarlo. Su cabeza palpitó y su mundo se sacudió por milésima vez. Llevaba un mes en la mansión, uno. Pero parecía que habían pasado años.
Joder.
Se repitió una y mil veces en su cabeza que si había escuchado bien. Como si de una película mala a la que le das play y retrocedes y la vuelves a reproducir, ella reprodujo en su mente lo que Emmett le había dicho.
—¿Estás bien? —le preguntó el imbécil más grande del mundo tocándole su espalda.
Quería sentir alivio, quería sentir algo que no fuera dolor, confusión, pero también, como si fuera aquella adolescente, quería hacer un berrinche, patear a Emmett, golpearle el pecho con sus brazos. Por un momento, uno muy largo, se irguió y cruzó sus brazos mientras se imaginaba dándole golpes en el pecho, reclamándole, pero luego se vio con el corazón hecho trizas, llorando y sintiéndose miserable y sin dignidad. Ella podía hacer el berrinche del siglo, pero eso solo la dejaría como una estúpida. Él no le había ofrecido nada, no le había pedido nada, se besaron, pero parecía que eso había significado demasiado para ella y muy poco o nada para él. Parpadeó, respiró, abrió la boca, pero la cerró enseguida. Era mejor callar en vez de decir palabras que podrían lastimarlos a ambos ¿Qué podía decir sin romper algo o a alguien? Aunque estaba segura se estaba rompiendo a sí misma.
—Creo que es hora de irnos —dijo aclarándose la garganta pues está dolió cuando forzó las palabras adecuadas por su boca. Emmett pareció confundido al escucharla, como si ella le estuviera hablando en un idioma que no conociera, así que ella no lo esperó, se giró y caminó hacia la puerta.
—Te dije que… —empezó a decirle Emmett. Parecía esperar que ella dijera algo que no iba a decir y Rosalie se tensó de espaldas a él antes de girarse con una sonrisa fingida que solo se vio como una mueca frígida en su rostro. Estaba segura que quizás parecía un monstruo enseñando sus dientes de forma forzada, y aún más con los brazos cruzados. No podía dejar sus manos libres, estaba segura que si lo hacía tomarían vida propia. Se quitó el cabello que la estaba molestando del rostro y miró a todos lados en la oficina menos a Emmett quien estaba buscando encontrar su mirada. Él estaba buscando algo en ella, una reacción, pero no había nada. Ella se sentía congelada en el tiempo, en un universo alterno, un lugar al que no pertenecía.
—Me alegro por ti, Emmett. Si es lo que te hace feliz, pues ve, y sé feliz.
Las palabras fueron como beber vainilla de la botella. Lo había hecho una vez cuando era una niña, amaba el olor, pero el sabor de la vainilla pura era asqueroso. Ese sabor amargo la hizo querer vomitar así que se estremeció involuntariamente.
—Rosalie yo te debo...
Rosalie negó y levantó la mano hacia él para detenerlo de decir cualquier cosa, porque le creería y no quería hacerlo, no quería creerle. Decidió que cada palabra dicha por Emmett solo serían mentiras para ella desde hoy.
—No me debes nada, ni siquiera una explicación. Malinterpretar las cosas de mi parte fue un error. Por supuesto no es algo que volverá a pasar. Ahora, ¿Podrías por favor, llevarme a casa? O déjame buscar mi celular y llamar a Isabella, supongo que quieres celebrar tu compromiso —le dijo sin mirarlo.
Hizo amago de moverse, pero Emmett avanzó hacia ella sin dejarla dar un paso. Rosalie sintió su corazón golpearle en el pecho tanto que si miraban dentro suyo estaba segura que tendría moretones de los golpes. Maldijo entre dientes y luego se aclaró la garganta incómoda cuando Emmett deslizó despacio los dedos por su mejilla obligándola a cerrar los ojos.
El anhelo de sentir esas manos por todo su cuerpo la hizo querer llorar. No dijo nada.
—¿Por qué me haces sentir alivio Rosalie?
Un nudo le apretó fuerte la garganta y ella se la apretó intentando quitarse el sentimiento aún sin mirarlo. Si abría los ojos iba a perderlo todo, incluyendo su dignidad. Con frustración dió un paso atrás y luego otro antes de girarse a la puerta, no podía derrumbarse aún, no todavía, él no podía verla ser un maldito castillo de naipes en medio de un prado en invierno, no iba a ser esa mierda débil.
Emmett caminó hacia ella y apretó su pecho en su espalda bajando su nariz a su cuello poniendo sus manos en sus brazos deslizándose lentamente en caricias que los hicieron sentir en llamas.
—Rose —le susurró y Rosalie como un río esperando desbordarse se quebró, hipo, y las lágrimas llenaron sus ojos sin permiso. Así que, desesperada, buscó el pomo de la puerta y la abrió dejándolo allí mientras corría al baño a esconderse.
Emmett maldijo en voz alta y furioso tiró el librero al suelo antes de intentar respirar sin poder lograrlo. Maldijo antes de tirar de su cabello sin saber que hacer, pero no tenía otra opción, no de momento, no podía pensar en una. E Isabella tenía demasiado encima como para pedirle ayuda. Estaba atrapado.
Se sentó y en la oscuridad de la desastrosa oficina recordó:
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—Fingir que te amo es repugnante. No me casaría por otra razón y lo sabes.
—Fingir que amas algo lo es más, es más que repugnante, es estúpido. Tú y yo sabemos que no amas, eres de hojalata, estás vacío —le reclamó Charlotte abriendo sus piernas para sentarse en su regazo y meter sus manos entre su cabello haciendo un puchero que hace diez años lo habría vuelto loco. Sí, hace diez años él había dado todo por la chica en su regazo pero luego, como medusa, ella lo había mirado a los ojos y lo había convertido en piedra.
—Soy la dueña de todo lo que está bajo esa hojalata Emmett, quiero que te cases conmigo. No tienes opciones.
Emmett la tiró al suelo y se levantó limpiándose la ropa, demasiado molesto para pensar en lo que estaba haciendo hasta que la escuchó reírse.
—Vaya —le dijo Charlotte levantándose del suelo — ¿Por qué el repentino rechazo?— le preguntó sentándose en la silla en la que él había estado.
—No te debo…
—No, sí lo haces —le contradijo ella con sorna —. Me debes estar donde estás. Y lo sabes. Yo soy la única testigo de la muerte de tu padre, así que me debes más que eso Emmett.
Emmett dejó de pensar en cuanto ella lo mencionó, el solo dejo de pensar y, de forma violenta, caminó hacia Charlotte quien, por primera vez en años, le mostró una reacción real de miedo en el rostro al verlo acercarse de esa forma.
Le tomó el rostro con brusquedad y le gruñó empujándola sobre la silla.
—El. No. Era. Mi. Padre.
Charlotte sonrió abiertamente y se liberó de su agarre golpeándole el pecho hasta que Emmett retrocedió.
—No me hagas tener que bajar del castillo a la pequeña Rapunzel para dejarla sin corazón. Eres mío y vas a hacer lo que yo diga.
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Emmett miró la puerta abrirse y Rosalie entró con la nariz roja del llanto y las mejillas coloradas.
—Quiero irme —le dijo y Emmett maldijo de nuevo antes de asentir y caminar hacia la salida con ella.
Cuando el auto se detuvo en la mansión Rosalie se lanzó fuera de éste y corrió dentro buscando escapar, pero el hecho de ver a Isabella en la entrada esperándolos ambos le pareció extraño. Ella no parecía afectada por el alcohol, no se veía indefensa o desesperada. La mujer se veía como cuando se levantaba cada mañana, sin embargo también había algo diferente en su mirada, estaba furiosa.
—Déjanos a solas —pidió Isabella sin quitarle la mirada glacial a Emmett quien solo se cuadró como si fuese un cabo frente a su mayor.
Rosalie se tropezó por la rapidez en la que entró a la casa y cuando la puerta se cerró Isabella levantó el periódico en sus manos y se lo lanzó al pecho a Emmett quien lo atrapó y lo abrió.
Subió sus ojos asustado buscando a Isabella y esperó.
—Son contadas con los dedos de mis manos las personas que saben que esa chica que acaba de tropezarse entrando a la mansión, está escribiendo mi historia y una de ellas, la más pública, eres tú —caminó hasta Emmett y le golpeó el pecho haciéndolo retroceder del golpe —¿Es esto tu maldita renuncia?
—¿Crees que será capaz de algo así? —gruñó Emmett. Isabella se rió con sarcasmo y lo señaló furiosa
—No puedo detener está mierda y tú querías detenerla. ¿Qué debo créer?
Emmett se giró a su auto y lo golpeó con fuerza explotando por fin. Golpeó, golpeó siguió golpeando, demasiado molesto con todo lo que estaba pasando a su alrededor. Esto no era lo que él quería, solo quería ir dentro de esa mansión y abrazar a Rosalie y olvidarlo todo.
¿Por qué no podía solo abrazarla esa noche? ¿Por qué no podía besarla? Quería perderse en ella, olvidar el mundo, amarla y que fuera fácil, que ella no lo odiara por hacerle daño porque iba a hacerle mucho daño, pero sus secretos estaban guardados en la memoria de alguien que como puta de esquina estaba cobrando su peaje y el precio a pagar era demasiado alto, demasiado grande, y eso solo lo hacía sentirse como un león atrapado.
—Me estás haciendo creer que lo hiciste y...
Emmett se giró furioso. Entonces, solo entonces, Isabella se detuvo y lo observó. Emmett tenía ojeras, barba y su corbata no estaba bien atada. No era él. Frunció el ceño y esperó hasta que lo vio dejarse caer al piso respirando con dificultad viéndose agotado.
—¿Emmett? —lo llamó suavemente.
Emmett, confundido, miró sus manos raspadas y se las paso entre el cabello despeinandose antes de dejarse caer al pasto luego miro el pasto del jardín y comenzó a arrancarlo con sus manos.
—No fuí yo Isabella. Jamás te haría esto. Podría estar furioso, no estar de acuerdo, pero no te haría daño, no a ti. Me quitaría el corazón antes de hacerte daño.
—Lo siento —susurró Isabella y se acuclilló buscando encontrar sus ojos. Emmett levantó la mano y le tocó la mejilla antes de que Isabella se levantará alejándose de su toque. Luego la vio girarse a la mansión, entonces habló.
—A veces me preguntó ¿Por qué no me enamoré de ti? —Isabella se detuvo al escucharlo petrificada por la declaración, Emmett se levantó del piso y se recostó en el auto cruzándose de brazos —. Me conoces, y te conozco. Somos…
—Caos —lo interrumpió bruscamente Isabella girándose y Emmett le sonrió abiertamente haciendo que su rostro dejara de verse como si fuera de piedra y por un momento se vio como un chiquillo.
—Esa palabra es pequeña y lo sabes.
Isabella bufó y sonrió de forma tan natural que Emmett suspiró un poco aturdido de su belleza. Él no era inmune a ella y no le atemorizaba decirlo ¿Quién no iba a enamorarse de una mujer que no solo destilaba belleza e inteligencia? ella era la Megan Fox o Scarleth Johansson de su juventud, pero así como cuando te enamoras de una actriz a través de la televisión él también estaba consciente de que Isabella era solo un imposible. Nadie manda el corazón. Ni siquiera él había podido mandar en el suyo, que estaba derrapando por una rubia ojos azules a la que se moría por ver aunque ella lo odiara.
Antes de acercarse a Emmett y recostarse sobre el auto a su lado hombro con hombro Isabella se aclaró la garganta incómoda y luego miró la mansión y entonces habló.
—Habría sido muy fácil ¿No es cierto? —le sonrió Isabella con suavidad aún mirando al frente —, pero nos habríamos destruido a nosotros mismos tarde o temprano Emm. El caos es parte de la naturaleza de la destrucción. Necesitamos libertad para ser quienes somos.
—Edward es eso —aceptó Emmett e Isabella se apretó los antebrazos con sus manos suspirando audiblemente.
— Lo es. Él lo era todo. Llegue a tu parte de la historia hoy.
—Hay una parte que me corresponde ¿Lo sabes verdad?
Isabella asintió y luego se irguió esta vez esperando a Emmett quien comenzó a caminar junto a ella despacio hasta la puerta.
—Mañana el mundo arderá.
Emmett se encogió de hombros restándole importancia y le abrió la puerta a Isabella diciendo:
—Entonces bienvenido sea el maldito infierno.
Chicas!! La verdad es que quiero que sepan que todo esta entrelazado, lo veran en su momento, Isabella con su melancolía, Rosalie en medio de una guerra de sentimientos que no pidio sentir, Emmett siendo un tonto, todo, se acercan nuevos personajes y mas de Edward, ¿Estan listas?
Como siempre, Jo, gracias por ayudarme con la historia! Las leo en sus reviews y en el grupo de Facebook!! No dejen de decirme sus puntos de vista.
