Notas: ¡Hola! Sé que no es domingo, pero he tenido un fin de semana muy ajetreado, y causa de eso acabe con bastante fiebre, así que pido perdón por el retraso T_T
Espero que disfrutéis mucho el capítulo de hoy!
- ¿Nunca más volviste a ver a tu madre después de eso? – Le pregunté a Sesshomaru, quien se había quedado con la mirada perdida en dirección al cielo.
- No. Y me siento mucho más en paz desde que rompí la relación con ella. – Admitió, sin ocultar su alivio.
Me acurruqué contra su costado, sintiendo cómo la noche comenzaba a refrescar.
- Jamás me habría imaginado que se podía desbaratar un gobierno con unas sencillas palabras.
El demonio esbozó una sonrisa, más nostálgica que de satisfacción.
- Las unidades políticas de nueva creación son muy frágiles, hasta que no logran asentar su legitimidad en el poder pueden desbaratarse con un simple desacuerdo. – Comentó él, rozando con sus dedos mi mejilla. - ¿Tienes frío?
- Un poco. -Admití. – No esperaba que fuéramos a venir a un lugar tan poco resguardado, así que no traje abrigo.
Sin dudarlo un instante, el profesor se deshizo de su gabardina antes de ofrecérmela. Sin embargo, la rechacé educadamente.
- Está bien, no quiero que tú te enfermes por mi culpa.
Los ojos dorados del demonio se convirtieron en dos diminutas rendijas, pensativo. Volvió a colocarse la prenda de abrigo sobre los hombros, sin pasar los brazos por dentro de las mangas.
- No accederías, aunque te dijera que no me enfermo con la misma facilidad que los humanos, ¿verdad?
Asentí, rodeándome el cuerpo con los brazos para resguardarme del calor:
- N-no es que no te crea, pero… - Analicé la vestimenta del profesor, quien llevaba unos sencillos pantalones de vestir y una camisa. Su ropa era mucho más fina que la mía a simple vista, al menos yo llevaba un jersey. - Me sabe mal.
- Lo suponía. – Respondió él con un deje de ternura en su expresión. – Ven, siéntate entre mis piernas.
Sonreí, agradecida por su ofrecimiento. Gateé sobre la hierba hasta quedar resguardada contra su cuerpo. Con la espalda apoyada sobre su firme pecho, Sesshomaru me envolvió entre sus brazos, transfiriéndome su acogedor calor. Pensé que hacía mucho que no disfrutábamos de una situación íntima como aquella, lo cual me hizo sumamente feliz.
Poco a poco, sentía que todo volvía a su sitio, a donde debía estar…
- Gracias. – Le dije, tomando sus manos entre las mías con confianza.
- No hay de qué. – Respondió el demonio, respirando delicadamente sobre mi coronilla.
- No me refería sólo a que me estés abrigando. – Musité, dejando caer mi cabeza hacia atrás, en el hueco de su cuello. – Me alegra mucho que hayas compartido este lugar conmigo.
Sus brazos me estrecharon gentilmente, como si con aquel gesto pudiera protegerme de la fría brisa y de las inclemencias mundo exterior al completo.
- No tienes que darme las gracias por ello, Kaori. Me gusta compartir mis secretos contigo. Me siento cómodo haciéndolo.
Aquella confesión me hizo sonreír nuevamente. Pero sabía de sobra que era un gran cumplido por su parte, puesto que Sesshomaru se trataba una persona muy privada y reservada, con un pesado pasado a sus espaldas que sólo estaba compartiendo conmigo. Quizás podía tratarse a que nuestras almas estuvieran conectadas, después de todo.
Los dos permanecimos en un cómodo silencio, simplemente observando las luces de la ciudad frente a nosotros. No se escuchaba nada salvo el sonido del viento y nuestras acompasadas respiraciones. Se sentía casi como si en el mundo solo existiéramos nosotros dos.
Entonces sentí los brazos de Sesshomaru deslizarse por debajo de mis hombros, rodeando la silueta de mi cintura.
- Eres tan pequeña, Kaori. – Ronroneó el profesor contra mi oído. – Tan frágil entre mis brazos…
Un escalofrío recorrió mi columna en dirección ascendente, haciéndome arquear ligeramente la espalda de forma inconsciente.
- No es mi culpa que tu constitución sea ridículamente enorme. – Le reproché, lanzándole una mirada de reojo. Yo siempre me había considerado una persona menuda en comparación con mis conocidos, pero aquel hombre era mucho más alto y corpulento que la mayoría de varones que me había cruzado en mi vida, aunque la anchura de su torso quedase disimulada por la estrechez de su cintura y cadera. Resultaba un silueta tan elegante y estilizada que disimulaba su gran complexión.
- No se trataba de una queja. – Murmuró Sesshomaru apenas nuestros ojos hicieron contacto. – Al contrario, es más divertido cazar pequeñas presas como tú.
Su tono de voz era grave y seductor, por lo que sabía que sólo estaba jugando conmigo. No había ni el más mínimo rastro de amenaza en sus palabras. Me revolví entre sus brazos para voltearme y mirarle directamente.
- ¿Ah, sí? ¿No deberías meterte mejor con alguien de su tamaño? – Le desafié con tono juguetón.
Él se encogió de hombros, divertido.
- Hmm… No, no sería lo mismo.
Siguiéndole el juego, le empujé hasta dejarlo tumbado sobre el césped. Apoyé mis manos a ambos lados de su cabeza.
- Me temo que has perdido, lamentablemente. – Anuncié, orgullosa de mi victoria sobre aquel gigante. – El cazador cazado.
Él dibujó una amplia sonrisa en su rostro, a pesar de que era yo quien había acabado encima suya.
- Te equivocas, Kaori. Gano yo. – Sus manos escalaron lentamente por la cara trasera de mis muslos hasta alcanzar mis caderas. – Te tengo justo donde quería.
Me di cuenta entonces de que me yo misma había colocado a horcajadas sobre su cuerpo con el simple objetivo de derribarlo.
- ¿Esta era tu intención desde un inicio? – Le pregunté, inclinándome sobre él.
Los cálidos dedos del demonio trazaron la línea de mi mentón antes de posarse sobre mi mejilla.
- Hace tiempo que te debía esto. – Me quedé sin respiración por un momento, sopesando lo que implicaban sus palabras. - Quería que fuera en un lugar especial, aunque no sé si te molesta que sea al aire libre.
Mi corazón comenzó a latir desbocado. Sesshomaru se refería a… No me estaba imaginando cosas, ¿verdad?
La ardiente mirada del demonio confirmaba mis sospechas, en caso de que quedase algún rastro de duda. Después de haber enfrentado tantos impedimentos, no veía llegar el día en el que finalmente Sesshomaru y yo…
Me sonrojé de golpe al recordar que llevaba mi ropa interior más descolorida y vencida por el uso, dado que no esperaba en absoluto aquella íntima situación, sólo me había puesto la más cómoda para un día más de trabajo. Si hubiera sabido que esa era la intención de Sesshomaru con aquella "cita" desde un inicio…
- M-mi única queja es que ojalá me hubieras avisado para haberme arreglado un poco… - Le reproché.
Sesshomaru se incorporó para quedar sentado sobre su larga gabardina extendida en el suelo, conmigo sobre su regazo. Sus labios rozaron mi frente en un gesto tierno mientras acariciaba mi cabello. Entonces murmuró, descendiendo sobre mi oído, provocándome un escalofrío:
- No importa lo exquisita que sea o no la ropa que lleves, Kaori. Pienso deshacerme de ella de todos modos.
Alcé los ojos para encontrarme con su hambrienta mirada. Él se acercó despacio, como si esperando una confirmación por mi parte antes de seguir. Yo me aferré a sus hombros antes de besarle lentamente, cerrando los ojos, dándole su respuesta. El demonio presionó sus labios contra los míos con suavidad, envolviéndome en un cálido abrazo.
Yo misma me había imaginado millones de veces cómo sería Sesshomaru dejándose llevar por completo… Para llevarme la sorpresa de que se trataba de la criatura más dulce del universo. Sus caricias por encima de mi ropa se sentían llenas de afecto, como si en aquel momento no hubiera nada más preciado ni importante para él que yo.
Cuando nuestras bocas se separaron, ambos nos miramos a los ojos con el aliento entrecortado. Sus pupilas se habían dilatado, y el brillo dorado de sus iris mostraba un tipo de deseo que jamás podría albergar un ser humano.
- Sesshomaru… ¿Podrías volver a mostrarme tu verdadera apariencia? – Le pedí, acariciando sus pómulos. - No tienes que fingir ser humano cuando estés conmigo nunca más.
El demonio me escrutó en silencio por unos instantes antes de volver a abrir la boca:
- Oh… ¿Te refieres a esto?
Bajo mi atenta mirada, sobre su rostro aparecieron las características franjas púrpura de sus mejillas y el símbolo de la media luna sobre su frente. Sus rasgos se volvieron mucho más afilados, acentuados por las sombras de la noche que se proyectaban sobre nosotros.
- Sí… - Respondí, hipnotizadas por sus elegantes facciones, sacadas de un libro de fantasía. – Se siente más correcto verte así…
Sesshomaru retiró mis manos de su rostro con delicadeza, proporcionándome una imagen completa de él. Sin embargo, mi atención se desvió inevitablemente hacia las largas uñas que acariciaban mis nudillos. Me estremecí al recordar lo afiladas que eran sus garras.
- Esta vez no me arañarás, ¿verdad? – Le pregunté, sintiéndome algo insegura.
El demonio abrió los párpados al recordar de un plumazo el mal pie con el que habíamos empezado sus zarpas y yo.
- Por supuesto que no. – Me aseguró con firmeza. - Salvo que tú me lo pidas expresamente, no lo haré. La última vez me dejé llevar por el alcohol. – Se disculpó, avergonzado.
- Entiendo, gracias… - Balbuceé antes de sujetar sus manos entre las mías, obligándome a acostumbrarme a sus puntiagudas y afiladas uñas. – ¿Sabes? Cuando dices "salvo que yo lo pida expresamente", no puedo evitar preguntarme si a Rin le daban miedo tus garras también, como a mí. O, por el contrario, si ella disfrutaba de…
Mi reflexión en voz alta fue detenida por la cálida palma de su mano, la cual bloqueó velozmente mis labios.
- No sigas por ahí. – Murmuró con su aterciopelada voz. – No quiero que te compares ni que pienses que tienes que hacer lo mismo que otras mujeres de mi pasado, Kaori. Por favor. – Me imploró, con tristeza en los ojos. – Esta noche estoy contigo, y con nadie más.
Sesshomaru tenía toda la razón del mundo. La pregunta que había estado a punto de formular era dañina para ambos. Yo no tenía la obligación de cumplir las expectativas de nadie, ni era bueno para mi autoestima tratar de estar a la altura del fantasma de una mujer que ya no estaba en este mundo. Dos personas nunca son iguales, y eso era hermoso por aquella misma razón.
Besé sus garras despacio, retirándolas de mi rostro.
- Tienes razón. Qué más da. – Le concedí, recuperando la confianza en mí misma. Recorrí con mis palmas su pecho, sintiendo su esculpido cuerpo bajo la tela antes de alcanzar los botones de la camisa a la altura de su garganta. – Lo único que importa es que debes un polvazo, después de haberte hecho tanto de rogar, profesor Taisho.
El demonio me sonrió, complacido por mi resolución. Entonces la boca de Sesshomaru me reclamó con más necesidad en esta ocasión, capturando mis labios y lamiéndolos con absoluto descaro. Tiraba lentamente de mi sensible piel antes de volver a succionarla lentamente, provocando que derritiese bajo su intenso contacto.
A ciegas, lo único que pude tratar de hacer fue desabotonar su camisa con torpeza. Cuando apenas llevaba la mitad, sus besos habían descendido hasta mi cuello, haciéndome echar la cabeza hacia atrás, perdida en las sensaciones de su caliente boca sobre mi piel. Arrugué su ropa bajo mis puños al sentir cómo depositaba tiernos besos en dirección ascendente hacia mi oreja.
- ¿Tan excitada sólo por unos besos, Kaori? – Se burló el demonio en un murmullo.
Dios, ni que fuera la primera vez que me tocaba… Pero finalmente le sentía liberado de sus cadenas. La diferencia no estaba en la intensidad, sino en la intención ya no era tan cuidadosa y medida como en un inicio. Simplemente… se estaba dejando llevar por el momento, disfrutando de todo lo que deseaba hacer.
- No se tratan de unos besos cualquiera, Sesshomaru… - Le respondí, antes de sentir un nuevo escalofrío. Sus grandes manos habían entrado por la parte baja de mi jersey. – Se tratan de los tuyos. – Suspiré al contacto directo de su piel sobre mi abdomen. – Y se te dan condenadamente bien…
Sin más contemplaciones, el demonio levantó mi jersey para descubrir mi torso, acumulando la tela hecha un gurruño justo por encima de mi pecho. No pude evitar sonrojarme al percibir su mirada fija en aquel lugar que siempre me había provocado incomodidad e inseguridad. Sin embargo, sus ojos no se sentían invasivos, a pesar de la fogosidad con la que me contemplaba. Era como si estuviera viendo más allá de mi cuerpo… Como si pudiera leer mi todo mi ser con su mirada.
La boca de Sesshomaru descendió sobre la descubierta curva de mi pecho, depositando delicados besos, recorriendo cada centímetro de mi piel a su alcance con sus grandes manos. Cada vez que alzaba los ojos para mirarme sentía como si se me detuviera el corazón. Me sentía completamente paralizada bajo su tacto, tan dulce e irreal como un sueño.
Pero la efervescencia que desencadenaba en mi interior me recordaba que seguía despierta, sin lugar a dudas.
Me sobresalté al escuchar el inesperado sonido del cierre de mi sujetador siendo desabrochado. Acto seguido, el demonio tomó mis pechos entre sus manos antes de besarme, masajeándolos con suavidad. Mis pezones se endurecieron de forma casi inmediata contra sus palmas, mi espalda arqueándome contra él. Gemí contra su boca, moviendo mis caderas sobre el palpitante miembro que ya presionaba mi entrepierna.
El demonio exhaló un gruñido, grave, contenido y peligroso. Sin embargo, sus ojos seguían siendo gentiles, sus manos tratándome con delicadeza.
Con todos los botones finalmente desabrochados entre distracciones, deslicé la prenda por los bien formados brazos de Sesshomaru, desnudando por completo la mitad superior de su cuerpo. Él aprovechó aquella pausa para hacer lo propio conmigo, sacando mi ropa por encima de mi cabeza.
- Sesshomaru… - Le llamé, con la cabeza nublada por el deseo. – Estás para comerte, ¿te lo han dicho alguna vez? – Comenté, mordiéndome el labio mientras le recorría con la mirada de forma descarada.
El demonio me dedicó una sonrisa llena de confianza.
- Normalmente sería el demonio el que opinaría que una humana como tú se ve deliciosa, no al contrario. – Respondió con picardía. – Aunque acepto el cumplido.
Eché mis caderas hacia atrás, privándonos de aquel tentador contacto. Entonces me agaché sobre su pecho para cubrirlo de besos, tumbándole nuevamente sobre su espalda, replicando la ternura que él había mostrado con mi cuerpo. Sesshomaru suspiró, clavando los codos en el suelo mientras vigilaba atentamente cómo acariciaba y lamía cada una de las cicatrices que mostraba su piel. Aquellas que debían contar historias que yo aún no conocía, y por las cuales tampoco iba a preguntar en aquel momento.
Con la boca a la altura de sus costillas, me atreví a darle un suave mordisco en el costado, a la vez que alcanzaba con mi mano el bulto en sus pantalones. El demonio apretó la mandíbula para contener un nuevo gruñido. Sus pulmones se hincharon para dar una gran bocanada de aire, sin despegar sus felinos ojos de mí.
- Vamos a comprobar si sabes tan bien como aparentas, demonio… - Susurré, desabrochando su pantalón y bajando la cremallera despacio.
Atisbé en sus pupilas un feroz instinto animal, provocado por mis sugerentes palabras. Con impaciencia, saqué su miembro de su ropa interior para cubrirlo con ambas manos. Se sentía caliente, palpitante y tan duro que tuve que reprimir el impulso de sentarme sobre él en ese mismo instante.
Recorrí con mi lengua desde la base hasta la punta, atenta a cómo se aceleraba su respiración con mis movimientos.
- Kaori… - Gimió él, enredando sus dedos en mi cabello para recogerlo a la altura de mi nuca. – Eres tan… - Le interrumpí deliberadamente introduciendo la esponjosa punta dentro de mi boca. Sesshomaru cerró los ojos con un gran suspiro. – Tú… - El demonio masculló un improperio al sentir mis manos trabajar en tándem con mi boca, llevándole al cielo.
Justo cuando se había resignado a no completar su frase, me detuve, mostrándole una angelical sonrisa.
- ¿Hm? Perdona, ¿qué querías decirme?
Los ojos dorados del profesor Taisho refulgieron en la oscuridad.
- … No pares. – Ordenó él con firmeza, molesto por cómo me estaba claramente burlando de él.
Una corriente eléctrica recorrió mi cuerpo, impulsada por aquel tono que no admitía desacato. Separé los labios lentamente antes de descender sobre su erección, recorriéndola con mi lengua a su paso. El demonio guio los movimientos de mi cabeza con su mano, al principio delicado, luego más abruptamente, aunque nunca acelerando en exceso la velocidad. Aquel hombre sólo quería disfrutar de mi boca, sin llegar a su límite. No tenía intención ninguna de correrse en aquel momento.
Mis sospechas quedaron confirmadas cuando me detuvo, tocando mi barbilla para alzar mi rostro. Pasó entonces un pulgar sobre mis labios, humedecidos por la saliva.
- ¿No quieres que siga? – Le pregunté, jadeando.
- No se trata de eso. – Respondió, incorporándose para para rodearme con sus brazos. – Podría tenerte toda la noche usando esa boca para mí, pero tengo otros planes.
Sentí un placentero escalofrío recorrer mi columna ante aquella sugerente declaración de intenciones. Sesshomaru me sujetó a peso para tumbarme sobre su gabardina extendida en el suelo, invirtiendo nuestras posiciones.
- ¿Puedo saber de qué se tratan?
El demonio se colocó a horcajadas sobre mí, su cuerpo resguardándome de la brisa exterior. Aunque no había forma de que pudiera sentir el frío con la visión gloriosa de su pecho frente a mí.
- Pensaba que ya lo había dejado bastante claro. – Musitó con fingida decepción. – Esta noche quiero hacerte mía, Kaori.
Mi corazón dio un vuelvo ante aquellas sinceras palabras. Aunque nunca me habían agradado las expresiones que denotaban algún tipo de posesividad, cuando Sesshomaru las usaba, se sentía correcto. Deseaba entregarme a él, como si se tratase del único lugar al que sentía que podía pertenecer.
- Hazlo… - Le pedí, acallada por un beso.
El demonio recorrió cada centímetro expuesto de mi torso con sus grandes manos, seguido de su boca, explorándome como si se tratase de la primera vez. Yo me retorcí bajo su contacto, anhelante, deseosa. Contuve el aire en mis pulmones cuando por fin alcanzó el cierre de mi pantalón, justo por debajo del ombligo.
Mientras bajaba la cremallera para deshacerse de la prenda tuve una horrible revelación.
- Oh, mierda. – Mascullé. – No tenemos condón.
Sesshomaru comenzó a deslizar mis pantalones hacia mis tobillos, con una expresión confiada.
- Hay uno en el bolsillo de la gabardina. – Informó para calmar mi desconcertada expresión.
Recordé, sin embargo, cómo su abrigo se había ondeado con el viento en el trayecto. No había manera de que no se hubiera caído con aquel violento bamboleo.
- ¿Cómo…? ¿Cuándo? – Balbuceé.
Sesshomaru sacó mis pantalones de campana por mis pies, dejándome vestida únicamente con mis botas.
- Mientras guardaba los cascos en la moto. Traje una caja de preservativos, por si se daba la ocasión.
No podía decir que no agradecía su previsión. Aunque se trataba de un gesto más que común, no dejaba de chocarme la imagen de un demonio tan antiguo como él comprando condones en la farmacia más cercana.
- Conque sí que habías planeado todo al traerme aquí. – Comenté, gratamente conmovida por su planificación.
- ¿Te molestan mis intenciones? – Preguntó, preocupado por mis cavilaciones en voz alta.
Sujeté su rostro entre mis manos, atrayéndole hacia mí para besarle.
- En absoluto. Me encantan. – Respondí contra su boca.
El pecho de Sesshomaru presionaba contra el mío suavemente cuando nuestros labios volvieron a fundirse. Hundí los dedos en su sedoso cabello, el cual acariciaba mis hombros en su larga caída. El cuerpo del demonio me aprisionaba contra el suelo, cuidando no dejar caer todo su peso sobre mí.
Sesshomaru se hizo hueco para colocarse entre mis piernas, su prominente miembro contra la fina tela de mi ropa interior. Me mordí el labio, tan cerca, pero a la vez tan lejos. Una nueva oleada de excitación me sacudió cuando el profesor inmovilizó mis manos por encima de mi cabeza, la suave hierba acariciando mis dedos.
- Creo recordar que esto te gustó mucho la última vez. – Siseó el demonio antes de frotar su erección son descaro contra mi intimidad. - ¿Me equivoco?
Gimoteé al sentir el roce de la tela contra la humedad acumulada entre mis piernas. Alcé las caderas hacia él, desesperada por más.
- No, digo, sí… - Gimoteé, confundida por el modo en el que había formulado su pregunta. No sabía cómo contestar correctamente. – Quítamelo todo, Sesshomaru. Quiero sentir tu piel. – Imploré.
Un sádico brillo acudió a los iris dorados del demonio.
- Como desees. – Dijo justo antes de rasgar la tela en pedazos con sus garras, dejando mi intimidad completamente expuesta.
No estaba segura de si aquello debería haberme asustado o no, sólo sabía que él estaba tan impaciente como yo, y eso volvía más insoportable aún aquella espera. Su caliente miembro palpitaba junto a mi entrada, llamándome, llenándome de necesidad. Sin embargo, el profesor se retiró de aquel lugar, contrario a todos mis deseos.
- ¡N-no…! – Protesté, tratando de seguirlo con mis caderas, impedida por el férreo agarre sobre mis muñecas.
- Espera un momento, Kaori. – Una de sus manos descendió hacia mis pliegues mientras la otra seguía reteniendo mis manos sobre mi cabeza con firmeza. – Tengo que asegurarme de que estás lista…
- ¡Lo estoy! A-ah… – Repliqué, perdiendo toda la fuerza al sentir uno de sus dedos deslizarse en mi interior con pasmosa facilidad.
Al comprobar la sencillez de aquella operación, el demonio introdujo un segundo dedo, haciéndome gemir y suplicar. Aquello no era suficiente. Iba a perder la cabeza. Me apoyé de puntillas sobre el suelo para elevar más mis caderas, suplicante. Sesshomaru, manteniendo la compostura, a pesar de su evidente torturado miembro, jugueteó en mi interior hasta alcanzar el punto que me hizo dejar escapar un chillido.
- Hmm… Veo que estás más que dispuesta. – Ronroneó, complacido por mis reacciones.
- S-sí, hazlo ya… - Le pedí, temblando de placer.
Él posicionó un tercer dedo en mi entrada, observándome atentamente con sus ojos dorados.
- Primero quiero asegurarme de que no te voy a hacer daño, Kaori.
Y milagrosamente, a pesar de que nunca lo habría creído posible, consiguió que tres de sus largos dedos se alojasen en mi interior. Mis paredes tensaron a su alrededor, poco acostumbradas a aquel inusual tamaño. Yo moví las caderas, buscando alivio en aquella dulce fricción, gimoteando.
Entonces, Sesshomaru me liberó de su agarre, sacando a su vez los dedos de mi interior.
- ¿V-vas a…? – Balbuceé, observando con ojos brillante cómo rebuscaba en uno de los bolsillos laterales de la gabardina.
- Sí. – Respondió, extrayendo el ansiado paquete de plástico. – Opino que estás más que lista.
Con una elegante destreza, el demonio rasgó el sobre y se enfundó el preservativo alrededor de su miembro. De forma inconsciente, yo abrí más las piernas, invitándole a entrar de una vez por todas.
Sesshomaru se colocó sobre mi cuerpo, su mirada alineada con la mía, su erección pulsando contra mi entrada.
- No sabes… - Comenzó a decir, mientras la punta entraba lentamente, haciéndonos a estremecer a ambos. – Cuánto he deseado esto…
- Y-yo también, Sesshomaru… - Jadeé.
Su grueso miembro obligaba a interior a expandirse a su paso, incluso más allá que lo que habían hecho sus dedos. Era una sensación tan liberadora como placentera que me dejó temblando mientras observaba hipnotizada cómo me iba llenando.
El demonio besó mi frente con ternura, iniciando un movimiento de salida. Yo cerré los ojos, abrumada por las sensaciones. No se trataba sólo de placer físico o de conexión emocional. Había algo mucho más allá, haciéndome sentir eufórica y plena al hacerme uno con él.
¿Quizás era mi alma, la cual había estado esperando reencontrarse con él por siglos? No podía estar segura, pero… Jamás me había sentido tan segura y en paz como en aquel momento, entre los brazos del demonio que me hacía el amor como si yo fuera el ser más precioso del universo.
Podía describir a aquella sensación plenitud espiritual, como el orgasmo del alma.
El placer físico fue lo que me puso de nuevo los pies en la tierra, con la virilidad de Sesshomaru hundiéndose en mí de nuevo. El demonio apretaba la mandíbula, dejándome entrever los colmillos que me había parecido sentir contra mis labios en algunos de nuestros besos. Su respiración era entrecortada, luchando por continuar aquel lento vaivén.
- ¿Por qué te sigues conteniendo, Sesshomaru? – Le pregunté, acariciando su rostro.
El profesor Taisho respondió en un suspiro:
- Porque si lo hago más rápido no voy a aguantar mucho.
Aquella no era la respuesta que me esperaba, pero me hizo sonreír. Rodeé su cuello con mis brazos, sus caderas con mis piernas.
- Me parece bien que vayamos despacio, pero… - Presionando mis talones contra su perfecto trasero. – Métela entera.
Había notado que no había estado llegando hasta el final, quizás por miedo a hacerme daño si alcanzaba un lugar muy profundo. Pero podía y quería sentirle por complejo. El demonio se dejó hacer, gimiendo en voz baja mientras trataba de mantener a raya sus sensaciones.
El vaivén era lento pero delicioso. La emoción que contenía cada una de nuestras caricias y movimientos era tal que se me escapó una lágrima, inesperadamente. Sesshomaru se detuvo, consternado.
- ¿Te duele? – Preguntó, sintiéndose culpable.
- No… - Respondí, limpiando el rastro húmedo sobre mi rostro. – Sólo estoy tan feliz que no he podido evitarlo.
El demonio me estrechó entre sus brazos, arropándome con su calidez.
- No deberías llorar… Hm… Cuando… Estés feliz… Ng…
A pesar de su preocupación, seguí moviendo mis caderas para reanudar el movimiento que él había detenido, arrancando tiernos sonidos de placer de su garganta.
- No he… Podido evitarlo.
En aquel punto, los dos desatendimos la conversación, perdidos en la sensación de nuestros cuerpos entrelazados. Sin poder remediarlo, comenzando a buscarnos con mayor intensidad, perdiendo la paciencia.
Las garras del demonio se entrelazaron con mis dedos, clavándose en la tierra húmeda a ambos lados de mi cabeza cuando empezó a dar estocadas contra los rincones más sensibles de mi cuerpo. Arqueé la espalda, buscando la liberación. Sesshomaru siguió tratando de contenerse, de aguantar su propio orgasmo, pero fue incapaz. Se vino con un gruñido, temblando con las últimas embestidas mientras yo me estremecía bajo su cuerpo.
Su expresión de completo placer hizo que el corazón me palpitase con fuerza en el pecho. Jamás había contemplado a una criatura tan hermosa como él, jadeando con la boca entreabierta sobre mi cuerpo. Sus colmillos asomaban, y sus rasgados ojos entreabiertos no me perdían de vista, observándome con la más puro fascinación. Él me hacía sentir valiosa, como nunca nadie jamás lo había hecho. Y todo ello, sin pronunciar ni una sola palabra.
El demonio jadeó, tomando grandes bocanadas de aire.
- Eres… Demasiado tentadora. – Dijo Sesshomaru antes de tomarme entre sus brazos, separando mi espalda del suelo, su miembro aún duro en mi interior. – No sé cuándo voy a poder parar de hacerte el amor.
- No te detengas, entonces. -Le pedí antes de fundirnos en un apasionado beso, rodeando su cuello con mis brazos.
Sin tomarse un solo segundo de tregua, el demonio me sujetó por la parte baja de la espalda para comenzar a moverse nuevamente, sosteniendo todo el peso de mi cuerpo. Por la facilidad con la que lo hacía, supe que no me dejaría caer por ningún motivo.
Gimoteaba cada vez que nuestras pelvis chocaban, tomándonos unos segundos para saborear la sensación antes de repetir el movimiento de nuestras caderas nuevamente. Inmersa en aquel frenesí, succioné el labio inferior de Sesshomaru, seguido de un cuidadoso mordisco.
Aquel gesto pareció activar el interruptor que encendía sus más primitivos instintos. Acompaña de un gritito por mi parte del asombro, el demonio se puso en pie conmigo aún en brazos. Entonces comenzó a hundirse en mí con unas violentas estocadas, gruñendo como una bestia salvaje.
- ¡Se-Sesshomaru…! – Gemí su nombre, extasiada con cada nueva embestida, más poderosa que la anterior.
- Eso es… - Masculló. – Grita mi nombre hasta que no puedas más, Kaori… Eres mía.
Clavé las uñas sobre sus hombros, incapaz de dar cabida a aquellas intensas descargas de placer. El pensamiento de ser poseída por él me llevaba al límite, sin pudor alguno, únicamente pensando en cómo recibir sus estocadas para sentir aún más placer.
El demonio comenzó a lamer mi cuello, succionando la sensible piel, haciéndome gimotear por la sobrecarga de sensaciones.
- M-me… Voy a… - Traté de avisarle, entre espasmos. - ¡A-ah…! – Grité, finalmente ascendiendo hacia la liberación.
Todo mi cuerpo quedó tembloroso como una hoja, completamente exhausta. Me abracé a él con manos y piernas para evitar caer al suelo, aunque estaba segura de que Sesshomaru no me dejaría caer por nada el mundo.
Mientras recuperaba el aliento, apenas podía creer la transición de las tiernas caricias del profesor Taisho hasta aquel punto, donde se había permitido perder el control por completo. Por contradictorio que me hubiera podido parecer en un inicio, aquel hombre combinaba ambas facetas con una maestría absoluta, dándome siempre lo que necesitaba…
Incluso cuando yo jamás hubiera imaginado que pudiera disfrutar de una posesión tan ruda y violenta.
Guiada por mis instintos más básicos, le devolví el tierno beso a Sesshomaru, quien me acunaba entre sus brazos como si me tratase del tesoro más valioso del mundo entero.
- ¿Cansada, Kaori? – Me preguntó, sus ojos aún rebosantes de lujuria.
- S-sí.. – Admití, enroscando mis brazos y piernas alrededor de su cuerpo como un koala. – Aunque parece que tú todavía tienes energía… - Comenté, sintiendo su eje todavía palpitando en mi interior.
Sesshomaru me mostró una sonrisa ladina.
- No es fácil agotar a un demonio.
- Pensaba que no eras un fanfarrón. – Le reproché, dando un toquecito en su nariz con la mía.
Él me respondió besando la punta de mi tabique con ternura.
- Sólo te estoy advirtiendo para que no te pille desprevenida.
Dio su respuesta con tanta naturalidad que mi corazón se saltó un latido. Nadie podría decir que aquel hombre había estado cargando con el peso de una persona adulta durante quién sabe cuántos minutos. No parecía haber supuesto esfuerzo alguno para él.
- Lo tendré en cuenta. – Musité, tragando saliva.
Entonces Sesshomaru me ayudó a apoyarme sobre mis temblorosas piernas de cervatillo, de vuelta en el suelo.
- Es mejor que nos retiremos por hoy. No me gustaría que te resfríes por mi culpa. – Añadió el demonio con el tono de voz y la mirada más cálidas que había visto jamás.
Una parte de mi quería seguir pasando tiempo con él de aquella manera… Pero claro, nadie había dicho que no pudiéramos seguir luego en casa, por lo que la noche no tenía que acabar allí.
Con aquellas traviesas intenciones, accedí a vestirnos para poder marcharnos de aquel íntimo lugar donde nuestra conexión se había sentido plena.
Notas: Bueno, bueno, ¿alguien esperaba que finalmente consumaran lo que ambos tenían tantas ganas en este momento? Me preocupaba que pudiera ser algo repentino, pero a la vez me parecía correcto que fuese al aire libre, ambos rodeados de naturaleza y de forma menos planeada. Se sentía más orgánico para mí que surgiera en cuanto tuvieran la oportunidad a que esperasen a una situación más clásica donde estuvieran en casa de uno de los dos a solas.
En fin, después de esta pausita, en dos semanas seguiremos avanzando con la historia, la verdad es que ha habido algunos cambios e ideas nueva de última hora, ¡aunque espero que os gusten tanto como a mí!
¡Cuidaos mucho de los resfriados estas dos semanas, no seáis como yo!
