El hospital es un lugar en donde se percibe las esperanzas, tragedias, desgracias y, si se tiene suerte, milagros. Cada uno generando diversas sensaciones que pueden ser para bien o para mal... En mi caso no parecía ser así.

Intentaba Inhalar: tomar todo el aire posible hasta que llenara mis pulmones. Y exhalar: para aligerar un poco el dolor en mi pecho y las flamas ardientes que tenía en el cuello.

El hospital estaba lleno de gente. Pacientes que buscaban ser atendidos o simplemente médicos y enfermeros pasando de habitación en habitación. Incluso se escuchaba el sonido de las ruedas, de las demás camillas, deslizándose por las baldosas. Era un ruido estrepitoso que me daban las ganas de cubrir mis orejas.

A pesar de tener todo ese estruendo alrededor mío. Mis orejas solo percibían los latidos acelerados de mi corazón. De hecho. Todo mi ser solo podía percibir mi palpitante corazón, que buscaba desesperadamente, desprenderse de mí. En esos instantes, el resto del mundo paso a segundo plano para mí y el estruendo que generaban, paso a ser solo un sonido de fondo.

Me erizaba el pelaje el tener que verlo recostado en esa camilla, desangrándose y sin saber que ocurría a su alrededor. Era horrible. Perdí totalmente el control de mi cuerpo, pues, estaba temblando como nunca.

Intentaba pronunciar alguna palabra con mi boca temblorosa. Pero el ardor que se originaba desde mi estómago y recorría mi estrecho cuello, me lo impedían. Mi cabeza ya no podía para más, llegue al clímax en el que exploto y no sabía cómo manejar todos estos sentimientos que no hacían nada más que empeorar mi situación.

—Lo siento mucho. —Al fin dije, con la mirada perdida en el suelo. Me sentía patética, sin siquiera tener la capacidad de poder ayudarlo... Salvarlo— Yo tengo la culpa —mi voz ya no soporta tanta carga, y termino partiéndose en plena oración.

Mamá me regreso a ver con lágrimas en los ojos.

—Bluey... Tu... —El nudo en su garganta no la permitió hablar. Predije lo que iba a decir y eso solo me enfurecía, porque yo estaba consciente de lo que paso; Yo fui la causante de que él se esté desangrando en aquella camilla. Solo quería gritar, decirles a todos que era mi culpa. Quería desplomarme al suelo y dejar que las lágrimas fluyeran hasta que humedecieran el resto de mi pelaje.

Quería ser fuerte, pero no podía, simplemente no podía, no soy igual de fuerte que él.

—Nada de esto es tu cul... —Mamá se esforzó en hablar.

—¡Por favor, claro que lo es! —Exclamo Bingo, casi ronca en un intento de evitar el quiebre de su voz. Ella estaba igual de destrozada como yo, pero que, a diferencia de mi madre, ella ya había perdido la paciencia. Y tenía el derecho de haberla perdido.

Sentí aún más el peso de la culpa sobre mis hombros, esperando a que me desplomase y llorara en el suelo, como la pequeña basura que soy. Intenté alzar la vista a Bingo, pero lo único que pude fue gemir de tristeza mientras acariciaba uno de mis brazos e intentaba retener el llanto.

—¡Pero ella nunca lo acepta ya que ella es la victima de todo lo que sucede! ¡¿No?! —Exclamó. Su voz también se cortó e incluso, estaba a punto de caer en llanto. —¡¿No?! —Repitió. Se desquito con un pequeño empujón, al que apenas pude mantenerme con las pocas fuerzas que tenía.

—¡Bingo! —Exclamo mi madre.

Mi mente empezó a reproducir TODO. Desde donde inicio y como acabo.

Cada recuerdo solo eran alfileres que desgarraban la piel de mi muñeca. Cada corte significaba el dolor, la tristeza, pero, sobre todo, la culpa... No puedo siquiera pensar sin que las lágrimas humedezcan todo mi rostro.

Soy una persona horrible.

—¡¿No?! —Insistió mi hermana. Quien ya estaba harta de todo esto y yo solo fui la gota que derramo el vaso.

Frustrada, pero decidida, posé mi vista, inundada en lágrimas, en ella y dije.

—Si Bingo, tienes razón. Todos la tuvieron y yo... Nunca escuche. —Pude oír la voz de aquel ser querido, susurrándome "Sabes cuál es tu problema Bluey. Que crees que el mundo solo gira alrededor tuyo". Llegue a un punto en el que mi vista se volvía borrosa a causa de mis lágrimas. Y se me contraía el pecho, por el arrepentimiento de no haber escuchado aquellas palabras— Soy alguien horrible y lo lamento tanto, hermana. —Mi voz se despedazo por completo y mis manos intentaban limpiar las lágrimas.

—¡Ya es tarde! —Exclamo con ira y con mucha frustración. Ella también estaba temblando y reteniendo lo mejor posible sus lágrimas— ¡Mira como esta! ¡Míralo! —Exclamó al ver que no obedecía, pues, no quería verlo desangrándose en la camilla. Aun así. La tensión en la atmosfera pudo con nosotras y eso solo causa que llorásemos en silencio. Hasta que ella ya no pudo soportarlo más y se desplomo contra la pared, soltando las lágrimas que intento retener antes de ser consolada por mi madre.

Veo una vez más, a aquella persona que es importante para mí. Quien me acompaño desde la niñez y continúo defendiéndome hasta la actualidad. A quien yo le eh dado la espalda sin remordimiento alguno.

Y ahora que lo veo. Siendo arrastrado a una de las tantas habitaciones que hay en el pasillo, agonizando cada segundo mientras intenta sobrevivir. Yo... no pude más. Ni con las respiraciones me pude mantener en pie. Termine arrodillándome en esas frías baldosas.

Me lastime las rodillas, sí, pero no se comparaba al dolor que sentía, a la desesperación de saber si sobreviviría, a los nervios de pensar que no lo lograría.

¿Cómo pude haber dejado que pasara? ¿Por qué diablos no me había dado cuenta antes de mis errores? Y lo peor de todo ¿Por qué demonios no los escuche...?

Lo peor de todo, es que recuerdo el día exacto en el que el mundo me vio, me leyó la mente y me diera esa oportunidad que no vi en su momento. El de tener nuevos cambios.

Aquel día seria antes del feriado. Antes de reencontrarme con una persona muy especial.