Disclaimer: The Legend of Korra no me pertenece, sus excelentes personajes y grandes aventuras son propiedad de Michael Dante DiMartino y Bryan Konietzko… Y de Nickelodeon.


No me gustan los perros

Prólogo

"¡Yo puedo!

¿Estás segura, Sami?

Sí, por supuesto… además sólo es por una semana…

Dime Kor-Kor ¿Qué es lo peor que podría pasar?"

En retrospectiva nunca debió haber dicho eso último… es más, ni siquiera debió haberse propuesto a sí misma para dicha labor… ¡Ella solita se puso la soga al cuello! Y por eso había terminado así…

En medio de la noche pegando Carteles de "Se busca" …

Llena de polvo desde la coronilla hasta la punta de las botas y preocupada…

Sí, muy muy preocupada… tanto por el destino de la desaparecida

como por lo que pensaría su enamorada.

Claro, si es que quisiera seguir siendo su pareja una vez que se enterara…

¡Maldita sea su gran bocota y su suerte desgraciada!

Soltó un gran suspiro, se sacudió un poco la suciedad de los pantalones y siguió adentrándose en la noche mientras pegaba los volantes. Ya no valía llorar sobre la leche derramada, solo le quedaba esperar un milagro de Raava y que Naga apareciera antes de que por la mañana Korra llegara…


Asami no odiaba a los animales. ¡Eso nunca! De hecho, en su niñez había tenido de mascota una linda pareja de patitos tortuga… era solo que se consideraba una mujer más de animales pequeños…

¿Hurones de fuego? Lindos.

¿Lémures voladores? Tiernos.

¿Conejos libélulas? Entrañablemente bellos.

El problema venía cuando se trataban de animales más grandes que un gato-búho… allí simplemente perdía su tan conocido control de las situaciones que la rodeaba.

Por eso secretamente le había costado un mundo adaptarse a la presencia de los bisontes voladores… ¡Ahora incluso podía montar y conducir uno si la situación lo ameritaba! Pero aún seguía teniendo problemas con otros animales… en especial si estas especies eran alguna de las múltiples variantes de perros.

Bueno… si era sincera, cualquier clase de perro la sacaba, en mayor o menor medida, de su zona de confort. No importaba su tamaño: podía ser un perro puercoespín, un perro jabalí, un perro armadillo, un perro oso de anteojos o cualquier otro… con que tuviera cuatro patas y ladrase ya alertaba sus sentidos.

¿Sería por la energía excesiva de esos animales?

¿Por las pulgas-mosquitos que los seguían?

¿Por los ladridos imparables que proferían?

No lo sabía, simplemente no lo sabía.

Y no es que los odiara ¡Ella nunca haría nada para lastimar a ninguno! (a menos que su vida o la de sus seres queridos estuviese amenazada por uno). Era simplemente que no le gustaban y prefería mantener su distancia de cualquier representante de esa especie taxonómica.

Lo cual era difícil si tu novia era el Avatar Korra.

Cuando conoció a Korra y Naga tuvo miedo de la fiera… es decir ¿Quién no tendría miedo de un maldito perro oso polar que de un bocado podría comerse tu cabeza? ¡Por lo menos los bisontes voladores eran veganos! ¡Esta hermosa pero mortal bestia albina y carnívora podría comerse a cualquiera!

Pero las circunstancias, es decir las múltiples veces en que todos vieron amenazadas sus vidas, hicieron que tuviera que dejar de lado su sentir por querer sobrevivir.

Igual… no era como que Korra fuera muy apegada a ella… no eran mejores amigas ni nada así… quizás luego de que todo eso termine se apartarían, no se verían más y no tendría que interactuar más con ese imponente animal.

Solo que la vida es una perra que gusta de llevar la contraria a quien ose confrontarla.

No solo habían terminado siendo mejores amigas… sino que se habían enamorado perdidamente la una de la otra y desde hace tres meses era la orgullosa novia de la maravillosa Avatar Korra.

Tres hermosos meses con quien sentía era su alma gemela, con quien sabía tendría un amor que duraría décadas y décadas hasta que ambas fueran unas lindas y rudas viejitas arrugadas como dulces pasitas… eso si lograba hacer frente al mayor desafío que en su corta pero bifurcada vida había tenido: La presencia de Naga.

Porque oh sí, Naga estaba en el paquete, era más que obvio. No había Korra sin Naga ni Naga sin Korra, podrían haber nacido hermanas siamesas si no fuese porque era físicamente imposible que la pobre y santa Senna pariera a la canina.

Eran dos guisantes de una misma vaina, uña y mugre, una unidad hermosamente indivisible.

Secretamente Asami admiraba esa unión, se notaba que era una conexión profunda entre mascota y dueña ¿Sería solo cosa de avatares? Había visto que la unión de Bolin y Pabu era muy estrecha, pero nada parecido a las dos sureñas. Era como si Korra fuese una versión humanizada de Naga, o Naga una versión canina de su amada.

Tan parecidas en energía, en esos ojitos suplicantes y en esa ferocidad que podría destrozar lo que le pusieran delante.

Pero ni todo ese parecido, ni lo bien portada que dentro de todo lo posible era la bestia sureña, ni los años conociéndola habían logrado que Asami se acostumbrar por completo a su presencia.

No era voluntario… ella lo había intentado ¡En serio lo había intentado! Le compraba obsequios, mandó a adecuar una estancia fría para sus necesidades, incluso de lejos cuando las veía a Korra y a ella jugar su corazón se enternecía y sabía que el animal era una especie muy bella, inteligente y leal que no la iba a dañar… pero un "no sé qué" la hacía aun tomar distancia de la perra osa polar… y sabía que Korra se había dado cuenta.

Era apenas obvio que se diera cuenta, aunque a veces era distraída, en lo que respectaba a ella o Naga, Korra siempre había sido muy atenta.

En los meses de citas de pre noviazgo y en estos 3 de noviazgo propiamente dicho, Asami apenas y si había tenido contacto directo y prolongado con la mascota y guía espiritual… seguramente fue por eso que cuando al Avatar le pidieron repentinamente ir a la Nación del Fuego por una semana en una misión con los maestros aire, esta anunció que no llevaría a Naga porque a ella le desagradaba estar cerca de los volcanes activos, así que partiría a dejarla en la Isla del Templo Aire para que Kya, Pema y los acólitos la cuidaran antes de partir todos de viaje.

Inaceptable. Totalmente inaceptable.

O sea, no podía culparla, más de una vez había visto la expresión de dolor que en el fondo de esos prístinos ojos azules se reflejaba cuando ella ponía alguna excusa para no tener contacto directo con Naga. Korra trataba de camuflar su tristeza, pero era imposible. Ella no sabía mentir, su esencia la delataba.

—¿Por qué la dejarías en la Isla? -cuestionó la CEO, arqueando una ceja -ambas viven aquí.

Y eso era cierto, por eso este inofensivo comentario que debió ser con la mejor intención de no representarle carga le resultaba incluso ofensivo. Korra y Naga llevaban una semana de haberse mudado permanentemente a la Mansión Sato.

Desde el fallecimiento de su madre, esa casa nunca se había sentido tanto como un hogar como ahora; ambas habían aportado tanta vitalidad y calidez al recinto. Estaba muy feliz de tenerlas a ambas viviendo allí (porque incluso aunque se sentía extraña junto a Naga, la apreciaba a sobremanera).

Entonces, si Korra se iba de viaje y Naga no iba con ella… ¿Por qué debía irse del que actualmente también era su hogar?

—Pues Sami… -comenzó el Avatar mientras le daba una última caricia a su mascota y la dejaba descansar bajo uno de los árboles del extenso patio de la mansión- yo sé… yo sé que no quieres mucho a Naga…

—¡Claro que quiero Naga! -y no mentía, era una sensación ambivalente su compañía, pero de que quería a esa enorme bola de pelos, la quería.

—Okey, okey, lo siento. Mal uso de términos. Permíteme reformular. -acto seguido el avatar se aclaró la garganta y prosiguió- Sé que quieres a Naga, pero también sé que no te sientes muy cómoda a su alrededor… lo he notado también con otros perros… de hecho a Naga es a quien toleras más… por lo mismo para no dejarte esta carga mientras no estoy…

—Naga no es una carga, ¡Es parte de la familia!… nuestra… nuestra pequeña familia… -La CEO pasó de exaltada a un susurro avergonzado por lo último que añadió, pero pese a su vergüenza no se detuvo- Y este es su hogar tanto como tuyo y mío.

Korra avanzó hacia su novia y tomó sus manos mirándola a los orbes jade mientras le daba una cálida sonrisa. Estaba feliz de esa explosión de cariño por parte de su novia, dentro de sí habitaba una calidez inconmensurable. Aunque solo llevaban 3 meses de noviazgo, su historia era muy larga y ella también sentía que con Asami estaba formando una pequeña y hermosa familia. Aun así, no estaba segura de cargarla con esta responsabilidad, no quería abrumarla con algo que no la haga sentir cómoda.

—Lo sé mi Sami… pero es diferente a que se quede aquí cuando yo estoy a que lo haga cuando no. Ella necesita cuidados...

—¡Yo puedo! -espetó con determinación y terquedad la pelinegra.

—¿Estás segura, Sami? -preguntó, aún escéptica el Avatar.

—Sí, por supuesto… además sólo es por una semana… Dime Kor-Kor ¿Qué es lo peor que podría pasar?

—Pero Sami, tú debes ir a trabajar y no creo que la Torre Sato sea un buen lugar para un perro oso polar.

—Soy la jefa, una semana que me tome de trabajo en casa no matará la empresa. -Espetó con una seguridad que no sabía de donde diantres salía.

El avatar hizo un puchero mientras acariciaba su propia barbilla y entrecerraba los ojos observando a su novia y pensando en la situación. Tras unos interminables segundos de análisis mental (que dicho sea de paso pusieron nerviosa a la CEO, aunque por su entrenamiento en los negocios no lo dio a notar), resignadamente suspiró.

—Está bien, tú ganas Sami. -El avatar se puso en puntitas para darle un beso de piquito en la punta de la nariz- pero prométeme que, en caso de necesitar ayuda, irás a dejar a Naga al Templo con Kya y Pema…

—Entendido fuerte y claro, oh poderosa Avatar- Mencionó Asami mientras jalaba a su novia para darle un profundo beso en los labios.

Ante el tono de tierna burla de su novia, Korra rió por lo bajo mientras lucía un lindo sonrojo por el beso.

—Debo partir pronto cariño, te dejaré escritas unas instrucciones para que te guíes… -mencionó tras darle un fuerte abrazo y separarse con desgana para ir dentro de la mansión, pero a medio camino se detuvo y añadió – No sé por qué haces esto Sami… pero gracias. Nada me alegraría más que mis dos chicas favoritas de todo el mundo se llevaran totalmente bien y estuvieran unidas.

Tras dar un último vistazo y cálida sonrisa encima de su hombro, el avatar desapareció para dejar su escrito dejando a una Asami pensante.

¿Qué la había motivado a hacer esto?

No estaba preparada, en lo absoluto.

Pero sabía que todo lo que había dicho era de corazón, y que este sería el momento ideal para con Naga forjar una unión.

Era lo que más quería en su corazón.

—Seremos solo tú y yo chica linda, espero nos llevemos bien y seamos buenas amigas. -mencionó la CEO al can, mientras con cierto recelo se acercaba a este y le daba unas palmaditas en la enorme cabeza.

La bestia aún adormilada simplemente se dejó acariciar, metida en su mundo onírico, ajena a la semana de lucha que la CEO estaba a punto de iniciar.


¡Hola!

Esta idea se me ocurrió ya que no a todas las personas les agradan mucho los cánidos (Mi madre es cinofóbica) y sería un lio si pasara eso con Asami, sumado a tener que encargarse de Naga. Ahora, aquí la "fobia" de Asami no es taaaan fuerte, puede estar con Naga alrededor e interactuar con ella levemente o a profundidad montando en ella de ser necesario, sino que le pone los nervios de punta. Digamos que es un punto medio en su aversión y necesita ese empuje que la una a la cánida para vencer esa barrera invisible que las separa.

Recalco que no todas las fobias se superan con terapia de exposición al animal del cual se tiene aversión, ni con "el poder del amor" como aquí; pero esto es escrito con fines de entretenimiento.

Esta historia será corta, de capítulos rápidos pero amenos; espero que la misma sea de su agrado porque me divertí al escribirla.

Saludos,

Le chat et l'abeille.