La Primera Victoria

A pesar de la interrupción, mi determinación no flaquea. La bala surge con ferocidad, cortando el aire con su letal trayectoria, y se incrusta de manera inexorable en el rostro de Petelgeuse, corto su cabeza con eficacia y dejo caer el suelo.

Un estallido ensordecedor destruye su cuerpo, reduciéndola a escombros que se dispersan por el suelo, mientras una oscuridad voraz y devoradora se traga lo que queda de su existencia.

La confirmación de su derrota está en el vórtice oscuro que se forma, un remolino de sombras que amenaza con tragarme también.

Sin embargo, no me distraigo. Mi mirada se mantiene firme, sin apartarse del espeluznante espectáculo frente a mí. Si Beatrice no se equivoca, si sus conocimientos ancestrales de la magia son precisos, el alma de Petelgeuse ha sido exterminada por completo.

«La victoria es nuestra, y no puedo evitar sentir una mezcla de triunfo y alivio

Con paso cauteloso y decidido, bajo del aire y me acerco al cuerpo destrozado del arzobispo caído. Recorro con la mirada los restos dispersos, y allí, entre los retazos de su grotesca forma, descubro el objeto que tanto anhelaba. Un espejo portátil, delicado y enigmático, que se convertirá en mi nuevo enlace de comunicación, en mi portal hacia otros mundos y alianzas inesperadas.

Giro mi cabeza, buscando los ojos de Emilia, anhelando compartir con ella este momento de victoria y liberación. Sin embargo, antes de que pueda pronunciar una sola palabra, soy embestido con una fuerza inesperada.

El impacto me desequilibra y me arroja al suelo, sumido en la sorpresa y la confusión. La incertidumbre se apodera de mí, y con los sentidos alerta, abro los ojos para descubrir quién ha sido mi agresor.

Es Emilia.

Sus ojos amatista, llenos de lágrimas y desesperación, reflejan un odio profundo y visceral. Su rostro, normalmente radiante, ahora se ha convertido en una máscara de dolor y rencor. Me mira fijamente, sin pestañear, y un grito ahogado escapa de sus labios.

—¡Lo mataste! —su voz resuena con un tono quebrado y desgarrador— ¡Mataste a padre Guise!

Intento alcanzarla, para calmarla, para hacerla entender que no había otra opción. Pero su ira es incontrolable, y su puño se estrella con furia en el suelo, provocando un cráter a su paso. Cierro los ojos instintivamente, esperando el golpe inminente que sin duda merezco.

Sin embargo, el golpe nunca llega.

Abro los ojos lentamente, confundido por la repentina pausa en el aire. Y ahí está ella, Emilia, con su puño suspendido en el aire. Sus lágrimas continúan fluyendo, pero su expresión de odio ha dado paso a un torbellino de emociones encontradas.

El silencio opresivo envuelve nuestro entorno, cargado de tensiones sin resolver, mientras nos enfrentamos a las consecuencias inminentes de nuestras acciones y a un futuro incierto que se despliega ante nosotros como un abismo insospechado.

Emilia yace desmayada sobre mi cuerpo, su semblante refleja un sufrimiento profundo y desgarrador. Me esfuerzo por despertarla, buscando en vano que regrese a la consciencia. Con delicadeza, deposito su cuerpo en el suelo, mientras mi mente se sumerge en un torbellino de pensamientos que luchan por encontrar respuestas y comprender lo que está ocurriendo.

Mis dedos se posan sobre su cuello, descendiendo por su suave piel hasta topar con las cuerdas de su collar. Con un temor latente, comienzo a jalar suavemente, sintiendo cómo cada milímetro que se desplaza provoca que mi corazón palpite con más fuerza, agitado por la incertidumbre y el anhelo de hallar una solución.

Todo parecía haber salido bien, Emilia había comenzado a creer en sí misma, a volverse más fuerte, madura y llena de energía. Se había ganado el respeto que merecía. Pensé que estaríamos juntos, que no tendríamos que someternos a estas pruebas, que podríamos trazar un camino diferente, pero ahora...

Mis ojos se posan en el cristal piroxeno que Emilia solía llevar con tanto amor y orgullo. Observo cómo, de manera lenta y dolorosa, se resquebraja en mis manos, fragmentándose en pedazos diminutos que caen al suelo. Mientras sostengo esos restos destrozados, elevo la mirada hacia el cielo, buscando respuestas que parecen escaparse entre las sombras.

—¿Era necesario? —interrogo, mi voz apenas un susurro cargado de dolor y anhelo—. Por favor, responde... Puck.

El eco de mis palabras se pierde en la vastedad del silencio, dejándome sumido en un abismo de incertidumbre y una tristeza que amenaza con consumirme por completo. El destino y sus designios parecen jugar a su antojo con nuestras vidas, dejándonos a merced de fuerzas superiores y desconocidas.

En medio de este caos, una búsqueda desesperada de respuestas y la necesidad de hallar una esperanza que ilumine el oscuro sendero que se extiende ante nosotros.

Advierto un silencio lúgubre mientras avanzo por el bosque, siguiendo el siniestro rastro que dejamos a nuestro paso. Un remolino macabro de cadáveres yace desparramado a nuestro alrededor, devorados por bestias insaciables. Afortunadamente, los cristales que portamos actúan como un escudo protector, manteniendo a raya a estas criaturas hambrientas. Sin embargo, su utilidad se extiende también a la tarea de eliminar los cuerpos sin vida. El escuadrón de limpieza tendrá una labor ardua por delante, pues no solo han luchado valientemente, sino que ahora deben enfrentarse a la ingrata tarea de borrar cualquier rastro de este sangriento encuentro.

En mis manos sostengo el libro de profecías que arrebaté de las garras de Petelgeuse, junto con su cabeza como un testimonio grotesco de nuestro enfrentamiento. De alguna manera, sé que estas perturbadoras reliquias serán útiles. Si no logramos que crean nuestra afirmación de haber eliminado al arzobispo de la pereza, me veré obligado a recurrir a la habilidad de Crusch y Reinhard para discernir la verdad. Quién sabe si estarán dispuestos a ayudar, sobre todo Crusch, pero eso solo queda en manos del tiempo.

En mis brazos descansa Emilia, aún sumida en un profundo sueño tras el impacto repentino de sus recuerdos recuperados.

No puedo juzgarla por ello.

Ha experimentado la peor de las situaciones imaginables, encerrada en un cuerpo ajeno, despojada de sus memorias, reconstruyendo su vida y desarrollando confianza, solo para ser abandonada abruptamente por alguien a quien amaba, mientras afloran en su mente los recuerdos dolorosos y llenos de lamento de su pasado.

El destino se cierne cruelmente sobre ella, y me duele en el alma presenciar su sufrimiento. Observo su respiración débil, un recordatorio constante de lo frágil que puede ser la existencia humana.

Me invade un sentimiento de amargura al contemplar la crueldad con la que el destino nos trata. La batalla en la que nos encontramos no es motivo de celebración.

Desconozco la cantidad exacta de soldados que perecieron en esta confrontación, pero estoy seguro de que la batalla está lejos de haber concluido tan fácilmente. Se enfrentaron a una entidad poderosa, cuyos tentáculos se extendían en múltiples direcciones. No pude contar con precisión los brazos de Petelgeuse, pero puedo asegurar que desplegó todo su poderío en el combate.

El futuro se despliega ante nosotros como un oscuro abismo, lleno de incertidumbre y desafíos insondables. Nuestro coraje y determinación serán puestos a prueba una vez más, mientras enfrentamos las consecuencias de nuestras acciones y nos preparamos para el siguiente capítulo de esta oscura odisea.

Cuando presencié cómo Puck se defendió del ataque con todas sus manos, comprendí la inmensidad de su poder. Contar la cantidad de extremidades era una tarea imposible, pero su densidad y fuerza eran abrumadoras. No puedo evitar preguntarme si ahora soy portador del Factor de la Pereza.

Hemos logrado eliminar a todos los Dedos, lo que me hace suponer que el Factor ahora reside en mí. No obstante, desconozco si al eliminar el alma de Petelgeuse también se elimina el Factor de la Pereza. La magia de Shamack de Beatrice es demasiado compleja para mí, por lo que tendré que buscar respuestas en ella.

Acelero mi paso al darme cuenta de que estoy cerca de nuestro destino, pero me detengo al escuchar los quejidos de Emilia. Abre los ojos y escruta su entorno, colocando su mano en mi pecho. Aunque no me mira directamente, puedo percibir sus pensamientos.

En este momento, Emilia se encuentra sumida en la peor de las situaciones posibles. Después de haber logrado tanto, lo ha perdido todo en un instante, incluyendo a la persona que ha estado a su lado durante todo este tiempo.

Emilia muerde su labio, luchando por contener las lágrimas. Yo no digo nada, simplemente espero su decisión. Ella cierra los ojos y toma un largo suspiro. Luego, esboza una sonrisa y me habla con un tono alegre:

—Gracias por llevarme. Ya estoy bien —Emilia se suelta de mis brazos y me da la espalda. Observo cómo sostiene sus manos en silencio mientras avanza.

Deseo detenerla, pero sé que no es el momento adecuado. La impotencia se apodera de mí y aprieto mis puños con fuerza. Con calma, le respondo:

—De nada, no fue un problema. Fue una batalla difícil, pero sin ti, todo habría sido imposible —mi mirada se posa en su espalda mientras reflexiono sobre si lo que he impuesto en ella es lo correcto.

Es innegable que Emilia ha cambiado. Todo lo que ella era se ha transformado durante este tiempo, y sin duda ha sido para mejor. Sin embargo, me cuestiono si es lo correcto. He impuesto mis propios ideales en ella sin darle la oportunidad de negarse. La Emilia que tengo ahora es indudablemente más fuerte, pero me pregunto si es lo que realmente desea.

A pesar de todo, Emilia se mantiene firme, intentando soportar todo lo que lleva en su interior. Saco los restos del cristal roto de mi bolsillo, el cual se rompió cuando lo toqué. Aun no comprendo los motivos por los cuales Puck rompió su contrato, pero debo seguir adelante.

La gran cantidad de cultistas sugiere que utilizaron la mayor parte de sus tropas. Con tantas personas, podrían diezmar o al menos realizar un ataque a gran escala en la capital. Es increíble que nos hayan utilizado como objetivo. Las acciones continúan cambiando.

El simple hecho de que exista el Factor de Orgullo me hace comprender que todo ha estado mal desde que llegué. La novela es solo una novela, y la realidad es la realidad. Entonces, realmente no estoy en una historia.

Aprieto mis manos mientras observo la llanura que creamos. Mis ojos se abren al ver la situación. Decenas, no, una cantidad inhumana de cadáveres yace en el suelo. Es evidente que los cultistas fueron arrogantes y atacaron de frente sin utilizar ninguna estrategia, lo cual causó su derrota.

Pero tal cantidad de muerte es increíble. Seguramente se agotaron las balas, estoy seguro de que utilizaron incluso las reservas. Si sobrevivieron, es suficiente. Invertiremos para construir más fábricas.

Los cultistas tienen una recompensa por sus cabezas desde hace mucho tiempo. No recuerdo exactamente cuánto era, pero la repartiré entre todos mis soldados. Será completamente para ellos y especialmente para aquellos que hayan perdido la vida.

Emilia también observa con asombro. Cientos de cadáveres y escombros se encuentran esparcidos por el lugar. Las estructuras de tierra indican que los cultistas también consideraron más que simplemente correr. Frente a nosotros, donde se encuentran las trincheras, vemos los pilares de espina, minas guardadas para un uso posterior.

Fue una batalla sangrienta, el olor es verdaderamente desagradable. Los árboles derribados en el campo nos muestran que los dedos estuvieron realmente aquí, pero el sonido que escuchamos a lo lejos es reconfortante.

—¿Están celebrando? —pregunta Emilia mientras intenta caminar entre los cadáveres.

—Vamos rápido, daremos nuestras últimas palabras —respondo mientras empiezo a elevarme.

He comprendido mejor la magia gravitacional, pero sigo teniendo dificultades para usarla durante períodos prolongados. Reducir o aumentar la gravedad provoca problemas internos, como cambios en la presión sanguínea. No puedo usar esta magia durante mucho tiempo sin enfrentar problemas a largo plazo.

En medio de la tensión y la expectación, mis acciones se vuelven vitales. Aunque exhausto por el arduo combate, sé que debo mantenerme firme y transmitir confianza a aquellos que miran hacia mí en busca de liderazgo.

Extiendo mi mano con determinación hacia Emilia, y ella la toma sin vacilar. Ahora que estoy más cerca de Beatrice, mis habilidades mágicas se potencian, permitiéndome cargarla sin dificultad alguna. Nos dirigimos velozmente hacia el pueblo, donde los resultados finales de la batalla comienzan a hacerse visibles.

A medida que nos acercamos, puedo divisar varios cráteres que surcan las trincheras y un cañón destrozado. Los cadáveres de los cultistas yacen dispersos, dejando entrever el grado de violencia al que nos enfrentamos. Aunque lograron llegar hasta aquí, nuestras defensas meticulosamente elaboradas jugaron un papel crucial en nuestra capacidad de resistir.

Mis primeras acciones me conducen directamente hacia la academia, donde observo a las personas abandonándola. Junto a la academia, se encuentra el lugar destinado a los heridos, el cual parece encontrarse en una situación desbordante. El número de afectados supera la capacidad de atención que podemos brindarles.

—Bájame —ordena Emilia, mientras sus ojos captan la magnitud de la situación. Sin dudarlo, obedezco y ella se precipita hacia los heridos, evaluando la situación de cada uno en silencio.

A mi izquierda, veo a las personas heridas, pero también a mi derecha distingo a ocho cuerpos cubiertos con mantas.

«Ocho muertos, ¿eh?», pienso mientras reflexiono sobre la cifra. Aunque pueda parecer relativamente baja, no puedo evitar sentir una profunda desolación. Estas ocho personas estaban unidas, y su pérdida representa un golpe devastador para nuestros esfuerzos.

Justo cuando estoy a punto de comenzar a contar y organizar las cosas, un saludo militar interrumpe mi atención:

—¡General Marco! —exclama Lucas, sosteniendo una libreta en sus manos.

—Capitán Lucas —respondo con seriedad, reconociendo su lealtad y esfuerzo—. Ya tendremos tiempo para conversar en detalle. Por ahora, debo anunciar y explicar la situación a todos.

Con determinación, me elevo sobre el tejado de la academia. Todas las miradas se posan en mí, y puedo percibir el abanico de emociones presentes en la multitud. Algunos están enfadados, otros tristes, pero la gran mayoría muestra un temor palpable. Comprendo que las palabras que emane en este momento crítico definirán el curso que tomaremos como comunidad.

No puedo ignorar el hecho de que la opinión pública apunta hacia Emilia, culpándola por lo sucedido. A pesar de que esto carece de fundamento, es mi deber enfrentar esta creencia infundada y desafiarla con la verdad. Con un tono de voz firme y sin titubear, inicio mi discurso.

—Queridos habitantes de Irlam, comprendo vuestras preocupaciones y vuestro enojo. Es por eso por lo que me dispongo a brindar una explicación sobre lo sucedido. —Señalo el campo de heridos, resguardado por los soldados para impedir el paso—. Nuestro pueblo ha sido objeto de un ataque masivo por parte de aquellos que conforman el culto de la bruja.

En el instante en que menciono estas palabras, una oleada de reacciones se desata. Las miradas se entrecruzan, varios inclinan la cabeza en señal de reconocimiento, mientras que otros me dirigen miradas cargadas de furia. Ellos saben que les prohibí mencionar el culto, y es mi deber aliviar su ira y despejar cualquier duda o confusión que los presioné.

—En estos momentos de profunda tristeza y consternación, palpo la ira y el dolor que todos experimentamos tras el reciente ataque que nos ha sacudido. Permítanme recordarles que ahora, más que nunca, resulta imperativo que mantengamos nuestra unidad como comunidad. —Elevo mi tono, tratando de infundir presión—. Comprendo plenamente que algunas personas busquen respuestas y, desafortunadamente, hay quienes han dirigido su ira hacia una persona que, en realidad, desconocía por completo lo que acontecería.

Es momento de apelar a sus emociones. Emilia ha ido ganándose el aprecio de todos con su incansable ayuda. Ella, más que nadie, ha buscado ser aceptada y ha demostrado que sus intenciones siempre son de auxiliar.

»—Ella ha velado por el bienestar de cada uno de ustedes, ha depositado su esencia en este pueblo y anhela seguir mejorando. Comprendo sus temores, entiendo su odio y su rabia. Es fundamental que detengamos nuestra marcha y reflexionemos acerca de nuestros principios y valores como comunidad. Todos merecemos ser tratados con justicia y equidad, sin importar nuestra religión, raza o cualquier otra característica que nos distinga.

Sin embargo, recurro a la mentira, intentando desviar la atención. Ahora, su indignación se centra en la mera existencia de Emilia, incluso es posible que algunos soldados compartan ese sentimiento. Debo hacerlos sentir su odio y redirigirlo hacia otras emociones. Si permito que su ira se enfoque en Emilia, muchos de ellos podrían abandonar el pueblo, lo cual sería un golpe devastador para nuestro progreso.

—Los ataques perpetrados por el culto son asuntos que hemos estado investigando minuciosamente. Aunque no tenemos una comprensión clara de sus motivaciones, en una aldea cercana, ocurrió un despiadado baño de sangre, dejando tan solo a una sobreviviente. —Extiendo mis brazos, señalando todo el pueblo—. Si no hubiéramos tomado las medidas que tomamos, nuestro destino habría sido mucho más lúgubre. Los adeptos del culto han llevado a cabo masacres sin justificación aparente. Están completamente desquiciados, sus acciones carecen de toda lógica. Por ello, han perpetrado ataques en diferentes puntos.

Coloco mi mano sobre mi pecho, buscando transmitir sinceridad y responsabilidad.

—Asumiré por completo la responsabilidad de los acontecimientos de hoy. Me encargaré de cubrir todas las necesidades que surjan. Como alcalde de este pueblo, recae en mí la responsabilidad de defenderlos y protegerlos.

—»En lugar de culpar a un individuo inocente, debemos unirnos y luchar contra la intolerancia y el odio conjuntamente. Eduquémonos mutuamente, aprendamos acerca de nuestras diferencias y encontremos puntos en común. La comprensión y el respeto mutuo son las herramientas más poderosas para superar este momento tan difícil.

Ahora, me adentro en sus corazones, llevándolos a comprender que no fue una presa sencilla. Debo mostrarles la cruda verdad de las acciones, antes de imponer cualquier fuerza en ellos.

—Con tan solo cuarenta soldados fuimos capaces de defendernos de cientos de fervorosos seguidores del culto. Estoy seguro de que todos ustedes escucharon los disparos, los cuales simbolizan la ardua batalla librada por todas las personas que los protegieron. —Los miro a todos con pesar, mientras pronuncio con un tono sereno—. No obstante, ello implica que hubo heridos e incluso muertos.

Las personas muestran sorpresa, el temor comienza a hacerse presente en sus rostros, ya que la noticia de las víctimas no ha salido a la luz. Las palabras que pronuncie ahora deben tener la suficiente importancia para calar en lo más profundo de sus corazones.

—Sin embargo, a diferencia de antes, esas personas entregaron su vida por proteger a cada uno de ustedes. No puedo devolverles a los que han partido, por ello comprendo que el odio comience a crecer en sus corazones. —Coloco mi mano en el pecho y, con un tono más enérgico, prosigo—: Sin embargo, eso no es lo que quienes sacrificaron sus vidas desean para ustedes. Enlistarse en el ejército fue una decisión noble, repleta de valor y determinación. Ellos conocían los riesgos a los que se exponían, pero aun así su elección fue proteger a todos y cada uno de ustedes.

Las personas bajan la cabeza, quizás sigan culpando a Emilia, pero ese no es el tema en este momento. En este instante, es innegable que su propia gente los protegió. Ellos saben que, si no fuera por esta valiente acción, habrían sido masacrados.

—¡Levanten la cabeza! —exclamo con fuerza—Su noble sacrificio no fue en vano, las familias afectadas serán compensadas. Una vida no tiene precio, pero el sacrificio que realizaron debe ser reconocido, aunque sea mínimamente. Las familias afectadas recibirán prioridad en cuanto a alimentos y sustento durante cinco años. También nos aseguraremos de que no tengan ningún problema, y personalmente me encargaré de resolver cualquier dificultad que se les presente.

Todos levantan la cabeza, en este momento todos muestran seriedad, los niños permanecen en silencio mientras que los padres parecen experimentar una mezcla tumultuosa de emociones en su interior.

—Recuerden que la unidad y la solidaridad son nuestras mayores fortalezas. —Los miro a todos y comienzo a apreciar todo lo que hemos construido—. Es gracias a nuestra unión, gracias a que cada uno de ustedes ha entregado su sudor en este pueblo que aún estamos con vida. Expulsemos el odio de nuestros corazones y trabajemos juntos para sanar nuestras heridas. ¡Solo así! podremos construir un futuro mejor y más seguro para todos nosotros.

Aprieto los puños, mostrando a todos la verdad.

—Ahora pido que tapen los ojos de los niños, sin dejar a ninguno atrás.

Las personas actúan casi de manera instantánea, cubriendo los ojos de los niños mientras estos intentan resistirse.

—Mientras el ejército luchaba con todas sus fuerzas para contener al enemigo, la señorita Emilia y yo nos aventuramos en el bosque, con el propósito de poner fin a todo cuanto antes. Ambos nos adentramos en lo más profundo del bosque para erradicar al enemigo. Ahora, después de haber combatido sin tregua durante casi una hora, ella, exhausta por el agotamiento de su mana, se ocupa de curar a los heridos —exclamo con fervor—¡Nada ha sido en vano!

Extraigo de una bolsa la cabeza de Petelgeuse, la sostengo y la exhibo ante todos. Esto será doloroso para Emilia, pero no tengo otra opción.

—¡Fuimos capaces de acabar con un arzobispo del pecado! Nosotros, meros humanos que hace poco fuimos masacrados por el embate de bestias, hemos logrado defendernos —señalo al ejército, quienes se mantienen firmes a pesar de la sorpresa de la situación.

Las personas quedan atónitas, pues seguramente pensaban que simplemente logramos resistir hasta que se retiraran. Todos me miran con asombro, algunos sonríen mientras otros mantienen una expresión seria.

—¡Ya no somos débiles! Comprendo sus dudas, comprendo sus temores, pero les prometo que solo avanzando podemos enfrentarlos; esos cultistas lo pensarán dos veces antes de atacarnos nuevamente. —Guardo la cabeza de Petelgeuse y coloco mi arma frente a mí—. El ejército ha sido capaz de defender a su pueblo, hemos logrado acabar con uno de los males de esta época, algo que ni siquiera los caballeros podrían lograr.

Desato mi mana, presionándolos ligeramente para que sientan mi determinación. Debo demostrarles que, a pesar de todo, son fuertes, que cada uno de ellos importa y que debemos seguir adelante.

—¡Hoy es el día en que el ejército de Irlam derrotó al arzobispo del pecado, Petelgeuse Romanee—Conte! —los miro a todos con una sonrisa, mientras prosigo—: Ahora debemos seguir mejorando, pues para tener vidas mejores se requiere sacrificio, se requiere esfuerzo y, con el fin de protegernos, debemos avanzar —entonces, alzo la voz—¡Todo esto es imposible sin su ayuda! Mientras el ejército los protege, ustedes son el corazón de todo esto. Siéntanse orgullosos de lo que han logrado, superaremos incluso a la capital, nos levantaremos y creceremos para tener vidas mejores.

Con mis palabras, despierto la codicia en las personas. El miedo que experimentan es el resultado de un logro que nadie tenía en mente; simplemente el hecho de derrotar a un arzobispo del pecado es un hito que quedará grabado en nuestra historia. Pasamos de ser masacrados por bestias a lograr algo impensable.

—¡Todos somos importantes! Por eso dejemos ese odio en nuestros corazones y honremos a aquellos que dieron sus vidas. Tenemos que seguir adelante por ellos, es ahora cuando debemos estar más unidos que nunca. —Desciendo del tejado, acercándome a todos—. Solo si permanecemos unidos podremos avanzar. Prometo hacer todo lo que esté en mis manos para protegerlos, para brindarles las vidas que se merecen y sacarlos adelante.

Me inclino ante ellos como muestra de respeto.

—La señorita Emilia me trajo aquí, ella ha sido la más preocupada por el bienestar de todos. Al principio, atravesamos tiempos difíciles. —Me levanto, mostrando mi determinación—, pero ahora veo en cada uno de ustedes un deseo de más. Les prometo que seremos grandes, que en el futuro seremos más fuertes. Pero para lograrlo, debemos permanecer unidos. —Extiendo mi brazo, mostrando mi puño— ¡Por Irlam!

Las personas me miran con cierta duda, todos parecen comprender mis palabras, sin embargo, el temor aún los acecha. Hace poco, no eran más que personas sin aspiraciones más allá de la supervivencia. La única forma de obtener una vida mejor era arriesgarlo todo en la capital.

Ahora tienen una nueva oportunidad, una oportunidad de avanzar, de cumplir sus sueños y alcanzar la vida que desean.

Poco a poco, todos empiezan a levantar sus puños, pero no en señal de ira, sino con determinación por lo que están dispuestos a hacer. Todos comienzan a gritar con fuerza, intento aplacar su miedo.

—¡Viva Irlam! —exclaman todos con decisión.

De inmediato, el ejército se pone en marcha. Se les pide a todos que regresen a sus hogares por hoy. Un oficial visitará a las familias afectadas para informarles de lo sucedido, por lo que es mejor que permanezcan resguardados en sus hogares.

Las personas obedecen y se dirigen a sus hogares, mientras el escuadrón de limpieza comienza su labor.

El escuadrón de limpieza está conformado por personas no combatientes y, a su vez, por combatientes. Limpiar los alrededores del pueblo es ahora la prioridad, por lo que su labor resulta fundamental.

Los cadáveres serán cremados una vez que todos estén reunidos. Además, se les solicita recoger los casquillos y tratar las bajas de manera adecuada, reciclando todo lo posible para reducir costos.

Me dirijo hacia el campamento de los heridos, en busca de recopilar toda la información necesaria. Allí diviso a Alsten, vendado y sin su camisa, entablando una conversación con Lucas. Mientras me acerco, varios soldados me saludan con un gesto militar.

Las miradas de los pocos soldados en pie oscilan entre la alegría y el cansancio. Todos presentan manchas de sangre y suciedad en sus uniformes, pero se mantienen firmes. Beatrice se encuentra ocupada curando a alguien, mientras Emilia y Rem continúan con su labor incansable.

—¡General Marco! —Alsten me saluda con un gesto militar y una sonrisa en el rostro—. Grandes palabras dirigidas a la gente.

—Coronel Alsten, veo que la lucha no fue sencilla, pero me alegra ver que te encuentras bien. —Sonrío mientras él comienza a relatarme los acontecimientos.

Veintiséis heridos y ocho muertos, esas son las cifras totales. Solo una persona perdió una extremidad, lo cual es algo positivo de oír. La batalla fue ardua en nuestro frente, pero me alegra que hayan logrado algo significativo.

Alsten ha recopilado otro comunicador, por lo que ahora disponemos de cinco de ellos. Aprovecharemos esta oportunidad para estudiar su funcionamiento, confío en que podremos recrearlos de alguna forma. Mientras Alsten termina de darme detalles, Emilia se acerca a mí.

La observo con una expresión cansada y noto que su caminar es lento, como si estuviera a punto de derrumbarse. Sin embargo, no hay nada que pueda hacer para aliviar su carga. Se coloca frente a mí y pronuncia estas palabras:

—Voy a la mansión, regresaré pronto. —Emilia no añade más, se inclina ante los demás y se marcha.

Siento la necesidad de seguirla, es algo que debo hacer. Sin embargo, hay tantas cosas en mi mente en este momento.

Le ordeno a Alsten que informe a las familias de los fallecidos para que puedan acudir, pero les advierto que solo se presenten los adultos. También le pido que se encargue de los preparativos para el funeral de mañana.

Alsten asiente y se retira, mientras yo reflexiono sobre los pasos a seguir. Las elecciones se celebrarán en tres días, lo que indica que es posible que tengamos que volver a enfrentarnos en batalla. Aunque, en el caso de Crusch, podría dejarla morir, después de todo, ella es mi rival.

Contemplo el cielo mientras una pequeña mano toma la mía. Casi había olvidado la presencia de Beatrice. Me agacho y la miro a los ojos, mientras acaricio su cabeza. Observo en su mirada preocupación y tristeza, y supongo que sé por qué.

—Así que acabaste con Pereza, supongo —susurra Beatrice, mientras posa su mano en mi pecho—. Eso significa que ¿tienes el factor de la bruja?

Niego con determinación, incapaz de afirmar si poseo el misterioso factor de la bruja. En ese instante, solo me queda esperar y confiar en que Beatrice pueda descubrir la verdad. No obstante, la incertidumbre y la posibilidad de peligro que rodea este enigma me inquietan profundamente.

Beatrice cierra los ojos y su mano se ilumina con una brillante energía. Un gesto serio se dibuja en su rostro mientras parece descubrir algo trascendental.

—Lo tienes de hecho —menciona Beatrice, colocando sus manos en mis mejillas y examinándome con preocupación—. Necesitamos hablar a fondo sobre esto, pero debo advertirte que es potencialmente peligroso. Betty desconoce los motivos de tu posesión, pero deberíamos abordar este asunto con cautela supongo.

Una sonrisa aflora en mis labios mientras mi memoria evoca la imagen de una persona olvidada durante todo este tiempo.

Es alguien que desempeñó un papel crucial en la vida del protagonista de esta historia, su más fiel amigo. Dirijo mi mirada hacia el imponente pilar de hielo, lamentando recordarlo tan tarde en el transcurso de los acontecimientos.

—¡Beatrice! —exclamo, tomándola de la mano y canalizando el poder de Murak para elevarnos por los aires. Volamos rápidamente en dirección a la mazmorra donde previamente combatí contra Petelgeuse. En cuestión de minutos, cubrimos la distancia que antes me resultó ardua y fatigante.

Al llegar al lugar, sin demoras, ingreso decidido en la siniestra mazmorra. Durante todo el trayecto, Beatrice se mantiene en silencio, absorta en sus propios pensamientos. A medida que avanzamos, la oscuridad se hace más densa, pero gracias a mis habilidades mágicas, genero una llama que ilumina nuestro camino.

Mis ojos se posan en el suelo, donde aún se advierten los rastros de sangre. Incremento mi paso, preocupado por lo que pueda aguardarnos en las profundidades. El único sonido que percibo es el eco de nuestros pasos resonando en la fría caverna, lo cual no hace más que aumentar mi inquietud.

Finalmente, llegamos al fondo de la mazmorra, pero la visibilidad es reducida. Me acerco con cautela, y gracias a la luz de nuestro fuego improvisado, empiezo a explorar el entorno. Escudriño cada rincón, esperando encontrar alguna señal de aquella persona que he recordado tardíamente, pero hasta ahora, todo rastro parece esfumarse entre las sombras.

Mis ojos divisan unas cadenas que se encuentran en el fondo de la cueva. Sin pensarlo dos veces, me precipito hacia ellas para descubrir qué sucede. Y ahí está él, sentado, con una estatura promedio y su cabello castaño en desorden. Parece estar inconsciente, como si un velo de sueños le envolviera.

Mi atención se dirige a sus manos, y me percató de que su muñeca izquierda está emanando pequeñas gotas de sangre, mientras una roca ejerce presión sobre su brazo.

—Le han cortado la mano —murmuro, apretando los puños con fuerza, presa de una mezcla de rabia y consternación—. Beatrice, por favor, cuídalo —le ordeno, mientras me acerco para examinarlo en busca de otras heridas que pudiera haber sufrido.

A su lado, yace un cuchillo ensangrentado, lo cual me lleva a cuestionar si fue él quien se lo infligió con intenciones de escapar o si alguien más fue el responsable. Realizo una minuciosa inspección en busca de otras heridas, pero no encuentro ninguna más. Beatrice logra detener el sangrado y me informa que tomará tiempo para que despierte.

A pocos centímetros de distancia, reposa su mano amputada. Dirijo mi mirada hacia Beatrice, quien niega con la cabeza en respuesta a mi muda pregunta.

—Ha pasado demasiado tiempo y se ha llenado de tierra. Sería sumamente peligroso intentar reubicarla ahora —explica Beatrice, dando la espalda a la desafortunada extremidad.

Tomando con cuidado a Otto, abandono el lugar, resignado ante la realidad de que ya no hay nada más que pueda hacer.

Es hora de regresar al pueblo, pues aún tengo asuntos pendientes que debo concluir antes de reunirme con Emilia. No puedo dejarla sola en estos momentos en los que más necesita apoyo, pero también debo cumplir con mi deber.

Llego al pueblo y dejo a Otto acostado. Rem parece agotada, sin embargo, se queda para asegurarse de que todo esté organizado apropiadamente en relación con los heridos. Me acerco a ella, pero mi atención es interrumpida por Lucas, quien parece tener algo importante que comunicarme.

—General Marco —saluda Lucas con un gesto militar, a lo cual respondo con un saludo correspondiente. Comienza a hablar—. El grupo de limpieza encontró otro dispositivo de comunicación. He venido a entregárselo.

Acepto el dispositivo con gratitud, reflexionando en lo duro que debe ser para los soldados llevar a cabo estas tareas. Agradezco a Lucas y me dispongo a buscar a Rem, pero para mi sorpresa, ya no se encuentra en el lugar. Tal vez sea mejor dirigirme directamente hacia Emilia.

En cuestión de segundos, gracias a mi mejor dominio de la magia espiritual, me encuentro en la mansión.

Este tipo de habilidades me brinda ventajas en la movilidad. Si tan solo el protagonista hubiese tenido más cuidado al usar su puerta, Beatrice podría haber usado su magia para controlarla.

—Has dominado Murak de manera admirable de hecho —comenta Beatrice, sorprendida, mientras me dirige una mirada de asombro.

—Me has enseñado bien. Durante la batalla, logré adquirir cierto dominio sobre él, aunque aún no puedo utilizarlo durante largos periodos de tiempo debido al gran consumo de maná que requiere, además de los daños internos —explico mientras ascendemos hacia la habitación de Emilia.

—¡Humf! Es porque deseas ver la magia como algo propio de tu mundo supongo —responde Beatrice haciendo pucheros, soltando mi mano—. Estaré en la biblioteca. Esa chica te necesita a ti de hecho.

Con una sonrisa desbordante en mis labios, dirijo mis ojos hacia Beatrice mientras se encamina decidida hacia la puerta. Pero en ese preciso instante, aprovecho el impulso del momento y la envuelvo en un abrazo apasionado por la espalda.

La sorpresa se refleja en sus ojos y en cuestión de segundos, cede ante el abrazo y sus delicadas manos se posan sobre mis brazos con ternura.

—Pensé que te habías olvidado, de hecho —susurra Beatrice con una voz cargada de emociones.

—Jamás podría olvidarte. Siempre he sido yo quien te abraza así, pero esperaba que fueras tú quien diera el primer paso —respondo, dejando que mis palabras vibren con una mezcla de nostalgia y deseo.

En medio de un silencio cautivador, Beatrice desaparece en un destello fugaz, dejando caer una carta en su estela.

Sonrío con complicidad al descubrir que logré avergonzarla. Conozco su naturaleza reservada y esquiva para demostrar afecto, pero en momentos cruciales como este, su corazón se rinde y revela la vulnerabilidad que guarda en lo más profundo.

La memoria de mi vida pasada invade mi mente, recordándome su abrazo cálido y reconfortante que poco a poco se desvanecía entre mis brazos, así como sus últimas palabras llenas de significado.

Este recuerdo me impulsa a fortalecerme, a entrenar incansablemente para alcanzar la fuerza que emana de los seres de este mundo mágico.

Soy consciente de que nadie más que yo tiene el poder de cumplir mi determinado propósito. Por ende, debo cultivar mi fuerza interior y nutrir mi determinación hasta que se conviertan en llamas indomables.