Hola a todos :3
Bienvenidos, al fin, a un nuevo capítulo de esta peculiar historia.
Lamento la tardanza si alguien tenía mucho esperando actualización
Gracias por su valiosa paciencia, espero que el episodio sea de su agrado.
Si tienen alguna duda, sugerencia o lo que sea, apreciare sus comentarios :3
— ¿¡Conociste a un humano!?—exclamo Rosinante en cuanto su hermano empezó a contarle sobre su interesante salida de la tarde. El tritón agitaba su gran aleta con emoción.
—Bueno… Según sus palabras, no es un humano normal—señalo Doflamingo nadando de espaldas con despreocupación y llevando sus manos hacia su nuca.
—Explícate, Doffy.
—Para comenzar, tiene un don especial para domar unas extrañas bestias. Por poco un monstruo me arranca la mitad de la cola pero Crocodile lo detuvo.
— ¿Es cómo lo que hace nuestro padre?
— ¡Agh, claro que no! Crocodile lo hace de una manera más interesante e imponente, no es tan aburrido e insulso como papá—soltó Doflamingo con una expresión molesta y negando con su mano derecha.
—No me lo puedo imaginar…
—Ya lo conocerás, iremos a verle mañana.
— ¿Qué? ¿Por qué tengo que ir?—se extrañó el hermano menor nadando hacia Doflamingo que ya se había alejado un poco más.
—Tonto, ¿Qué acaso no entiendes? Crocodile podría ayudarnos a buscar a tu querido humano—respondió mientras daba un par de golpecitos con su dedo índice sobre la frente de Rosinante.
— ¿¡En verdad!? ¿Crees que pueda hacer eso?
—No lo sé, pero de ser así… Lo convenceré al final, confía en mí—declaro Doflamingo con una amplia sonrisa que escondía una traviesa intención.
Rosinante observo a su hermano con gran inseguridad y confusión, experimentaba un gran conflicto en su interior: por un lado le emocionaba e grata forma ver que Doffy le propusiera ayuda y opciones pero por otra parte el miedo comenzaba a influir en él, ¿seguiría adelante con su deseo?
Tenía hasta la mañana para decidir si iría a conocer a ese misterioso hombre que tanto había impresionado a su hermano.
—Será mejor que te vayas a dormir, hermanito, tenemos mucho que hacer mañana.
—Cejas de remolino…—susurro Zoro con la mirada fija hacia la superficie del mar, que filtraba la luz lunar de manera tenue e hipnótica. El tritón se encontraba recostado sobre el lecho marino, llevando entre sus fuertes manos una pequeña concha vacía que planeaba regalar al muchacho de cabello rubio en la próxima ocasión en que se vieran.
Empezó a preguntarse qué tipo de nuevas preguntas le haría Sanji, esperaba que volver a nadar junto con él, impresionarlo con la velocidad de su nado.
Un nuevo día comenzó y los príncipes del reino pronto se encargaron de dejar una buena cuartada en el palacio para tener el día libre sin que el rey y la reina se preguntaran por ellos.
— ¡Oye, no pensaras llevar a tu pequeña foca con nosotros!—reclamo Doflamingo al ver que Rosinante iba acompañado de dicha criatura.
— ¡Tengo que ir a proteger a Rosinante!—protesto la foca agitando sus aletas.
—Te van a pescar fácilmente, tonta.
—Es cierto, sería peligroso…—admitió Rosinante con pesar—. Gomapip, quédate, por favor. No sabemos qué pasará o en donde terminaremos, así que quiero que te quedes a salvo aquí.
—Rosinante…
—Estaré bien, Gomapip. Nos veremos más tarde—le dijo el príncipe mientras le daba una pequeña caricia en la cabeza.
Rosinante y Doflamingo nadaron hacia la costa pero esta vez se desviaron casi al llegar a la playa, tomando un camino hacia el este, entrando por un manglar hasta dirigirse hacia una laguna en donde se supone que Crocodile los estaría esperando.
—Vaya… No estabas fanfarroneando, en verdad trajiste otro pececito.
—Te presento a mi querido hermanito, Rosinante—anuncio el tritón de escamas rosas, señalando a su familiar quien ya se encontraba algo intimidado por el rudo semblante del lúgubre humano que los veía desde tierra rodeado de una espesa hierba y juncos.
—Parece que no es tan idiota como tú—observo el hombre del enorme garfio.
—Ja, muy gracioso… Vamos, dale un poco de orientación respecto al príncipe ese.
— ¿En verdad estas interesado en el príncipe Trafalgar?—pregunto Crocodile dirigiendo su mirada intimidante hacia el tritón de escamas aperladas.
—Sí…
— ¿Y crees que puedas mostrarte tal como eres frente a él?—cuestiono con un tono de voz en donde arrastraba las palabras y parecía juzgar cada movimiento de Rosinante, quien guardo un silencio incomodo por un minuto.
—No…—respondió el príncipe avergonzado, admitiendo su inseguridad.
— ¿Y qué pretendes hacer entonces?
—Escuché un rumor… Sobre una sirena que fue capaz de convertirse en humana y logro tener un hijo con un hombre humano.
—Ja, si… También llegue a escuchar de eso; por aquí en tierra se llegó a correr ese cuento. Ustedes deberían saber si algo así es posible o no, ¿Qué acaso no tienen poderes o magia? ¿Qué no se supone que el canto de ustedes hechizaba a las personas?
—Pero no quisiera hacerle algo así al príncipe Law—dijo Rosinante con aflicción.
—Me retracto por lo que dije hace minutos, también eres un idiota—soltó el hombre de cabello negro—. Al menos asegúrenme que me darán una buena cantidad de joyas y oro que encuentren hundidos en el mar en cuanto consiga raptar al príncipe.
— ¿Raptarlo? ¡No lo hagas…!—se opuso el tritón alarmado, denotando su desacuerdo con un azote de su gran aleta sobre el agua.
—Ay, Rosi…—resoplo Doflamingo con cierto fastidio, mirando al mencionado con pena.
—Es imposible negociar con tu hermano. Mira niño, no quedan muchas opciones, acepta el trato o deja de hacerme perder el tiempo.
—Toma esto por la molestia, pero no acepto ninguno de tus tratos—se resignó Rosinante mientras sacaba un collar de la pequeña bolsa de red que llevaba con él.
—Ja, al menos no fue pérdida total…—dijo Crocodile agarrando la joyería con su garfio—. Buena suerte con tu plan de llegar hasta al príncipe—y soltó una despectiva risa.
Rosinante miro decepcionado hacia su aleta, si no fuera por ese aspecto podría salir del agua, sin ningún temor o preocupación…
—Si logras venir a tierra como deseas y quieres que alguien te proteja, puedo hacerlo a cambio de una buena recompensa—agrego el hombre de la gran cicatriz en el rostro.
—Entonces, ¿si te traigo un cofre lleno de oro o joyas me dejarías besarte y tocarte todo lo que yo quiera?—cuestiono Doflamingo con una voz que pretendía ser graciosa y seductora a la vez.
En cuanto Doflamingo termino su cínica pregunta, el filo del garfio de Crocodile termino a unos centímetros del cuello del tritón de escamas rosas, amenazándole con una expresión molesta.
—Te crees muy gracioso, ¿verdad…? Atrévete a volver a decir una estupidez como esa y no volverás a tocar el océano nunca más, te pescaré y venderé tu carne como si fueses cualquier pescado más—le amenazo Crocodile empujando levemente su garfio contra la piel del atrevido tritón.
—Ja, cálmate primor, no es para tanto…
Rosinante observaba sumamente incomodo la escena.
— ¿Podemos irnos ya, Doffy?
—Sí, si… Bueno, nos veremos luego, Croco—se despidió el príncipe sacudiendo su gran aleta rosa de un lado a otro en gesto de adiós.
—Espero que no.
Ambos tritones empezaron a nadar de regreso al océano, esta vez con un ritmo más lento y distraído, pues cada uno tenía una cuestión invadiendo sus mentes con gran intensidad; Rosinante estaba angustiado, ¿Qué otra opción podría encontrar ahora? ¿Esto era el final?
Por otro lado, Doflamingo estaba pensando en que otro pretexto tendría para regresar a ver a Crocodile, tendría que conseguir más joyas para ganarse un poco de la atención de ese hombre.
"Al menos lo tengo más fácil a comparación de Rosi…" pensó el tritón mirando a su hermano, cuyo pálido rostro reflejaba la decepción que experimentaba.
—Hey, anímate, no es el fin... Vamos a seguir intentándolo—le dijo Doflamingo brindándole una sonrisa confiada.
— ¿Lo dices en serio? ¿Quieres seguir ayudándome?—cuestiono el rubio de cabello espeso, mirando sorprendido a su hermano mayor.
—Es la primera vez que te enamoras, tengo que ayudar a mi hermanito con esto.
—Doffy…
—Ahora, apúrate que tenemos que averiguar en cierto lugar que no se me había ocurrido.
— ¿De qué hablas?
—Vamos a entrar a la sección de objetos prohibidos de padre.
—Pero…
—No puede ser tan malo, te apuesto a que serán puras cosas aburridas en su mayoría—le tranquilizo Doflamingo—. No tenemos nada que perder.
En cuanto llegaron a los dominios de su reino, fueron recibidos por un par de guardias y la foca Gomapip, quien nado con rapidez hacia el príncipe Rosinante, quien le abrazo con suavidad, como gesto tranquilizante.
—En cuanto todos estén bien entrados en sus sueños, iremos a ya sabes dónde—susurro Doflamingo a su hermano, antes de irse a su habitación.
Al caer la noche, al pasar unas horas ya casi cercano el inicio de la madrugada, ambos príncipes se encontraron en el punto indicado.
—Espero que nadie nos descubra…—murmuro Rosinante nervioso.
—No lo digas entonces… Ven, tienes que poner tu mano sobre la puerta.
— ¿Cómo lo sabes?
—Ya traté de entrar hace muchos años atrás… No me lo permite, padre supo que tarde o temprano querría meterme aquí y puso un hechizo especial—admitió Doflamingo.
Rosinante miro pasmado a su hermano.
—Date prisa, vamos.
El príncipe de escamas aperladas se apresuró a colocar las palmas de sus manos sobre las enormes y majestuosas puertas que combinaban el coral, piedra, gemas y varios rastros de conchas marinas.
En cuestión de segundos aquella entrada se abrió, dejándolos pasar y volvió a cerrarse con fuerza.
— ¿Por qué no me habías dicho ese detalle?—reclamo Rosinante dando un vistazo a su alrededor. Había una infinidad de cofres perdidos provenientes de los humanos y muchos objetos que desconocía.
—Ah, no importa, apúrate y empieza a buscar algo que pueda ser útil.
Rosinante comenzó a inspeccionar cada rincón, cada cofre, cada objeto por más pequeño o insignificante que fuese, lo revisaría con cierta fascinación.
—Nunca imagine que padre también guardara cosas perdidas por los humanos—dijo Rosinante mientras apartada de su lado un par de catalejos.
—Es inevitable no tener curiosidad por ellos—comento Doflamingo—. Aunque muchos de ellos sean unos idiotas.
Rosinante continúo su búsqueda y pronto se topó con una pila de tablas hechas en piedra, con textos grabados en ellas, leyó una por una, hasta que llegó a la cuarta piedra y su expresión cambio por completo.
—Hey, ¿Qué te pasa? ¿Qué leíste?
—Aquí hablan de una hechicera capaz de transformar a una sirena en una humana… Dice que habita cerca de la zona abisal… Y se advierte que no se debería de recurrir a ella a menos que sea de vida o muerte, es una opción para desesperados…—informo Rosinante con voz algo pausada debido a la conmoción.
— ¿Eh? Déjame ver eso… Oh vaya, vaya… Así que si hay una forma de dejar de ser un ser del mar. Ahora, la cuestión es, ¿te atreverías a ir a buscar a esa hechicera?
Rosinante vacilo por unos segundos, su aleta empezó a evidenciar lo nervioso que estaba pues esta iba de un lado a otro.
—No lo sé… ¿Y tú, Doffy?
—Claro que iré. No me quedaré con las ganas de ver qué más puede ofrecer esa magia tan extraña y oculta—respondió sin titubear el hermano mayor—. Rosinante, no lo dudes, si algo malo sucede no dudaré en matar a quien sea.
—Doffy…
—Hay que ir dentro de un par de días, temprano, después de un desayuno familiar para no levantar sospechas…
—Para hacerlo pasar como uno de nuestros paseos comunes por el reino—agrego Rosinante, completando la frase y captando el plan de su hermano.
—Así es, hay que ir lo más temprano posible, aprovecharemos la poca luz que llega a ese lugar antes de que oscurezca más.
—De acuerdo...—asintió el más joven, esbozando una sonrisa débil pero esperanzada, su ánimo se había fortalecido al ver la convicción de su hermano mayor.
Al día siguiente, Rosinante decidió ir a visitar la costa, tenía que intentar ver de nuevo al príncipe Law, mientras nadaba con rapidez en compañía de Gomapip, el joven rogaba por contar con la suerte de toparse con el atractivo humano de cabello oscuro y piel bronceada.
— ¡No te preocupes, Rosinante, seguro lo verás!—le dijo la pequeña foca de pelaje del color de la arena—. ¡Te aseguro que te ayudare a buscarle...!
—No, Gomapip, no debes acercarte tanto a la playa y mucho menos a la zona de los humanos, Doffy me ha contado las cosas horrendas que pueden hacerte. Solo estaremos a cierta distancia, no debemos acercarnos tanto, ¿entendido?
—Está bien, si eso es lo que dices, lo cumpliré—asintió la rechoncha criatura.
Finalmente llegaron a unas rocas que estaban a unos metros de la playa, escondiéndose detrás de estas empezaron a inspeccionar lo mejor que podían desde su posición; vieron algunos humanos caminando por ahí, humanos pequeños jugando con la arena y pescadores llegando en sus balsas con redes llenas.
—Creo que no estará por aquí…Regresemos, Gomapip.
Dieron vuelta de regreso a casa, nadando a tan solo un par de metros bajo la superficie. Al avanzar, vieron que se acercaban mucho al casco de un barco que navegaba en camino al norte, Rosinante nado sobre su espalda, tratando de ver como el barco se movía lentamente sobre él.
Pronto un objeto ingreso al agua, una pequeña cajita de metal había caído desde el barco y termino sobre el pecho del tritón.
— ¿Qué será esto…?—se preguntó Rosinante tomando con curiosidad aquel extraño objeto que le recordó a la estructura de una almeja. Lo abrió con cuidado y observo que resguardaba una sustancia de color rojo intenso junto con lo que parecía una pequeña lanza con un montoncito de pelo en su punta.
— ¡Que susto, pensé que era sangre!—exclamo Gomapip.
— ¿Para que usaran esto los humanos?—se preguntó mientras aproximaba un dedo índice hacia aquella pasta roja que termino manchándolo—. Mira, Gomapip…—y usando la misma sustancia, replico la mancha con forma de corazón que él tenía en su cola en el suave pelaje de la foca.
— ¡Qué lindo, igual que tu marca!
—Ja, vamos, te limpiaré… No sabemos si esto pueda hacerte daño.
En cuanto llegaron al palacio, fueron directo a la habitación de Rosinante y este nado directo hacia la estatua del príncipe Law que mantenía escondida; abrazo con cierta tristeza la fría y áspera figura, después observo el estoico rostro tallado comparándolo con el verdadero, recodando a detalle los pocos momentos en que pudo verle de cerca.
—Como quisiera poder conocerte más…—suspiro Rosinante, acariciando con aire afligido una falsa mejilla de la escultura.
Otro día pasó y finalmente había llegado el momento que había acordado Doflamingo y Rosinante ir a buscar si existía alguna hechicera que pudiese ayudar en el dilema del príncipe que buscaba ir a tierra firme.
— ¿A dónde van, hijos míos?—pregunto el rey Homing al ver que sus hijos nadaban con cierta premura hacia las afueras del palacio. El rey iba acompañado de la reina Dulcinea, que veía con suave alegría a sus hijos.
—Ah, iremos a jugar con unos chicos, no son de la corte, así que no los conocen. Los conocimos hace días, cerca del arrecife—contesto Doflamingo con sorprendente naturalidad. Rosinante estaba completamente callado, limitándose a sonreír y asentir con la cabeza.
—Vaya, me alegra que por fin estés conviviendo con súbditos, Doffy. Pensé que no te gustaba convivir con quienes no fueran parte de la corte real…
— ¡Pues ya lo ves, padre! ¡Puedo sorprenderte, no me subestimes!
—Ja, lo siento, Doffy, bueno, no los detenemos más… Vayan y diviértanse.
—Cuídense, chicos. Nos vemos en la cena—les dijo la reina, brindándoles una cálida sonrisa.
Al ver aquel gesto por parte de su madre, Rosinante sintió una punzada de culpa, pero no detuvo su marcha.
—Vamos, Rosi, no te vas a arrepentir e irás a confesarles que fuimos a la sala prohibida—soltó Doflamingo al notar la expresión de pesar en su hermano menor.
—Claro que no…
—Bien, porque acordamos que era decisión de ambos, ¿te acuerdas?
—Lo sé, Doffy. No diré nada, no te preocupes por eso. Démonos prisa, si no hay nada en ese lugar, quiero regresar lo más pronto posible. ¿Gomapip? ¡¿Qué haces aquí!?
— ¡Voy contigo…!
—Pero no puedes ir, iremos muy cerca del abismo, las focas no pueden ir ahí, es fatal.
—La presión te matará, ¿quieres que mi hermano, cargue tus restos y este llorando por siempre?—intervino Doflamingo con brusquedad.
— ¡Claro que no! ¡No, Rosinante, no te haría eso…!
—Entonces tendrás que esperarnos en cierto lugar, hasta donde sea seguro para ti, ¿me lo prometes?
—Sí… Te esperaré en un sitio seguro, hasta donde me sea posible llegar.
—Bien, vamos…
Continuaron nadando hacia las afueras de su reino, alejándose hasta llegar a una zona muy despejada. Para cuando llegaron a cierta profundidad, Rosinante le indico a su foca compañera que se quedara esperándolos en una roca.
Tenían que bajar un poco más y conforme iban tomando ese camino empezaron a ver a animales que no acostumbraban a ver como enormes cachalotes así como un calamar gigante.
—Según las indicaciones de aquella cosa que leímos, tenemos que bajar un poco, es en punto medio antes de llegar a la zona abisal… Cuando veamos un enorme esqueleto, ahí será.
— ¿Dijiste esqueleto?
—Sí. Se supone que la hechicera está dentro de esa cosa.
El ambiente iba perdiendo cada vez más luz. Su visión fue nublándose un poco más, pero lograron visualizar aquel enorme esqueleto, gracias a que este emanaba un débil resplandor luminoso de color purpura.
—Debe ser ese…
—Claro, ¿Cuántos esqueletos enormes más miras por aquí?
Se adentraron en la gran estructura esquelética, que era igual de lúgubre por dentro, la débil luz que dejaba ver el camino hacia el interior provenía de la bioluminiscencia de pequeñas criaturas extrañas y diminutas que se aferraban a la estructura ósea del lugar.
—Pasen, pasen, adelante… ¡Que grata sorpresa, es todo un honor recibir a los príncipes de este mar...!—anunció una voz andrógina, que era tan extravagante como siniestra.
Pronto el origen de esa voz se revelo, un gran sujeto con un aspecto muy distinto al de los tritones se presentó ante ellos. Era alto, de largo cabello negro, ojos dorados delineados con líneas finas oscuras; dos cuernos adornaban la parte posterior de su cabeza, su piel era tan blanca como la espuma marina, sus delgados labios tenían un extraño color púrpura, unas largas cejas finas enmarcaban una expresión astuta y perversa, y por último su parte inferior no constaba de una gran cola como los tritones y sirenas, en cambio poseía unos largos tentáculos.
—Hola, usted debe ser…
—El gran hechicero, Cesar, para servirle, joven príncipe.
—Genial, mi hermano y yo hemos estado buscando una solución a un problema… Peculiar.
—Si no le molesta, joven príncipe, debo confesar que sé por lo que han venido a consultarme.
— ¿En verdad?—se sobresaltó Rosinante.
—Sí… Verá, joven príncipe, usted desea tener piernas, ¿no es así? convertirse en un humano, para tener la oportunidad de conocer a un príncipe de tierra firme, de quien se ha enamorado.
—Ah… Sí, así es…—admitió Rosinante con un gran bochorno reflejado en su cara.
—Es un deseo muy delicado, príncipe, PERO, no es imposible—declaro el brujo moviendo un tentáculo en gesto aprobatorio—. La solución está aquí…
— ¿Usted podría hacerlo?
— ¿¡Que si podría hacerlo!? ¡POR SUPUESTO! ¡Soy el gran hechicero Caesar, mí magia es s! ¡He ayudado a muchos otros seres necesitados de un milagro…!
— ¿Qué, de verdad? ¿Cómo y de qué manera?—cuestiono Doflamingo.
—Aunque no lo crea, su majestad, algunos de sus súbditos han recurrido antes a mi familia, para ser más específicos, a mi madre…
—Ah, con que ella era de la que hablaban las inscripciones, por eso me pareció raro verte a ti en lugar de una vieja hechicera.
—Así es, joven príncipe. Por desgracia, mi madre ya ha partido de este mundo—dijo Caesar con un tono triste un tanto exagerado e histriónico.
—Pero igualmente esas indicaciones advertían que había que tener cuidado con esta magia, ¿Cuál es el truco?
—Oh, su majestad, no quiero ofenderlo, pero he tratado de enmendar esa mala reputación de mi familia. ¡Puede confiar en mí, solo me dedico a ayudar a pobres almas en desgracia, que desean una solución a sus desesperados problemas!—exclamo el hechicero y agrego—: Pero, por supuesto, cada magia tiene un precio a pagar, aunque sea una pequeña retribución… Hay algunos individuos que nunca pagaron el precio, y por eso tuvieron que saldar sus deudas de otras maneras menos… "agradables".
—Ja, me lo imaginaba, bien, ¿Qué pretendes pedirnos?
—Primero debo especificar mis servicios para este caso en especial, su majestad.
— ¿A qué se refiere?—pregunto Rosinante.
—Si usted quiere convertirse en humano, tendrá que estar consciente de ciertas condiciones, y para dar por cerrado el trato, tendría que dar a cambio un atributo personal muy valioso que pueda serme útil.
— ¿Cuáles son esas condiciones?
—Puedo transformarlo en humano, darle unas piernas para siempre, pero debido a la naturaleza de la motivación detrás de su deseo, tendrá que lidiar con las siguientes consecuencias: No podrá volver al océano, al menos no como un tritón, jamás. Y lo más importante… Deberá de encargarse de que la persona por quien hizo este sacrificio le ame de vuelta, si su amor no es correspondido el hechizo se romperá, se convertirá en espuma y burbujas de mar.
— ¡¿QUÉ!?
— ¿Es cierto…?
—Ja, es eso… ¿O preferiría ser parte de mi decoración?
—No estamos bromeando—amenazo Doflamingo tomando a Caesar de un par de tentáculos—. ¿En verdad eso ocurriría con mi hermano?
— ¡E-es verdad, majestad! ¡Lamento haber dicho lo último, fue una pequeña broma! ¡Pe-pero me temo que esas consecuencias son ciertas!
—No puede ser…
—No podría volver a casa con padre y madre…—musito Rosinante.
—Así es… Pero tendría a su príncipe, y probablemente una nueva familia, su majestad. Hay decisiones tan difíciles que hacer por amor, ¿no es así? Oh por poco lo olvidaba, no hemos hablado de su pago, príncipe…
— ¿Qué es lo que le pedirías?—inquirió Doflamingo.
— ¡Oh, es un pequeño detalle, su majestad, no le significara una gran pérdida…! Lo que quisiera de usted, príncipe Rosinante, es su voz…
— ¿Mi voz?—se extrañó el rubio de escamas aperladas.
—Así es, su majestad.
—Pero sin mi voz, ¿Cómo…?
— ¡Pero su majestad, usted luce muy bien! ¡Será un humano muy atractivo, su belleza será suficiente…! ¡Será mejor así, si hablará sin conocer el mundo humano podría arruinar todo su plan, joven príncipe!
El rostro de Rosinante estaba quieto, en él no se podía figurar alguna emoción precisa, el trato que le habían presentado era tan impactante. Guardo silencio por unos minutos.
— ¿Y qué opina, su majestad? ¿Aceptará o prefiere irse con las manos vacías?—pregunto Caesar con una voz un tanto ansiosa y siniestra mientras movía uno de sus tentáculos para crear un pequeño remolino de burbujas y usando un movimiento de su mano derecha creo una especie de ilusión, evocando la imagen del príncipe Law entre las burbujas.
Rosinante miro fijamente aquella difusa imagen, su corazón empezó a latir con tanta fuerza al imaginar un futuro al lado del príncipe Law, viviendo en tierra firme y conociendo tantas cosas nuevas del mundo de los humanos.
—Es obvio que no aceptará, Rosinante, vámonos… Es una locura. No vale la pena sufrir ese riesgo por un humano.
Rosinante no pareció escucharlo, seguía inmerso en sus atormentados y confundidos pensamientos y ese intenso sentimiento de amor que le provocaba ese joven terrestre.
— ¿Solo tendría que darte mi voz…?—dijo Rosinante al cabo de un par de minutos más, con una tenue voz con tono resignado.
—Sí, su majestad, su voz es tan valiosa… No crea que no sé de los conciertos que ha dado en el reino, su voz es tan apreciada, ¡sería una felicidad tener esa voz para mí!
—Rosinante, ¿¡en verdad lo estas considerando!?—inquirió el hermano mayor, haciendo que se alejaran un par de metros del hechicero.
—No lo sé, Doffy… ¿Tú no lo harías?
—No… No amo a nadie de esa forma como para hacer una locura así.
Rosinante bajo su rostro avergonzado.
—Lamento ser así, lamento sentir esto…—murmuro el tritón con la mancha de corazón—. Perdóname, Doffy.
—Maldita sea, ojala hubiera otra manera… Pero, si en verdad amas tanto a ese maldito humano y quieres intentar vivir en tierra firme, hazlo. Tal vez encuentre alguna manera de salvarte si algo no sale bien…
— ¿De verdad?
—Sí, además, padre y madre se enteraran tarde o temprano, ellos también buscaran una forma de ayudarte si es necesario. Incluso tu estúpida foca no te dejará solo, ella podrá ir a la playa a verte.
—Oh no, Gomapip… No la dejes ir sola, por favor.
—Sí, sí… Cuidare de esa tonta foca.
—Gracias, Doffy…—y Rosinante esbozo una sonrisa melancólica.
—Entonces, ve con tu estúpido príncipe, anda…
Y ambos nadaron de regreso hacia el hechicero Caesar, cuya expresión de avidez no podía disimularse.
—De acuerdo, le daré mi voz a cambio de transformarme en un humano—declaro Rosinante, quien presto especial atención a sus palabras, pues tal vez nunca volvería a escuchar su propia voz.
— ¡Oh su majestad, que gran decisión! ¡No se preocupe, todo saldrá estupendo, tendrá unas fuertes y altas piernas de humano en un segundo…!
Y Caesar movió sus tentáculos en diferentes direcciones, abriendo y tomando diferentes objetos entre los que destacaban pedazos de coral, caracolas vacías de varios colores y frascos provenientes del mundo humano que albergaban sustancias de colores vibrantes.
—Síganme, por favor, sus majestades, necesito disponer de más espacio…
Y nadaron más, casi al final de la gran estructura ósea, hasta llegar frente a una gran caldera hecha de una especie de piedra, en la que Caesar empezó a arrojar todos los objetos que había llevado en sus tentáculos; aquella extraña mezcolanza comenzó a emitir un sorprendente resplandor que parecía emular al fuego y que, dentro de unos segundos, fue acompañado de un remolino que se tornaba cada vez más fuerte.
Caesar lanzó una especie de hechizo en un lenguaje que ni Doflamingo ni Rosinante pudieron comprender, mientras hacía ademanes tan histriónicos que por un momento parecía estar luchando contra algo invisible.
De pronto, una especie de luz se dirigió hacia el cuello de Rosinante, rodeándolo de manera incomoda, hasta casi parecer asfixiarlo…
Fue en ese momento en que el tritón de escamas aperladas sintió que algo se arrancaba de su cuerpo.
Doflamingo miraba aterrado como su hermano parecía querer hablar o gritar pero ya no había punto de retorno, había perdido su voz.
Y finalmente termino el extraño ritual, con Caesar soltando una particular risa.
— ¡Shurororororo…! ¡Listo, una obra maestra ha sido terminada! Solo falta… Que beba, su majestad—y el brujo tomo una concha vacía, para usarla como cuenco y llenarla con aquella poción de extraño brillo.
Rosinante, quien se encontraba un poco desorientado por el hecho de ya no poder articular palabra alguna, tomo aquel cuenco con mano temblorosa.
— ¡Espera, espera…!—intervino Doflamingo— ¡¿Si toma esa cosa ahora mismo, aquí se convertirá en humano?! ¡Se ahogara, estamos a mucha profundidad!
— ¡Oh no, joven príncipe! La poción tardará un poco en hacer efecto.
— ¿Qué tanto?
—Tal vez hasta una hora. Tendrán suficiente tiempo para llegar a la superficie, se lo aseguro.
Rosinante miro a su hermano con algo de tristeza y prosiguió a beber la sustancia, que de inmediato le produjo un desagrado increíble.
—Vamos, Rosinante… Nademos fuera de aquí de una buena vez. ¡Y tú...!
— ¿Si, joven príncipe?—pregunto Caesar con una voz totalmente nueva, era la voz de Rosinante.
— ¡Así que usarás la voz de mi hermano! ¡Sí que eres muy astuto! ¡Volveré pronto, no te quitaré el ojo de encima, querido hechicero!
Doflamingo nadaba a gran velocidad, pues no querían correr riesgo alguno, en especial en el estado en el que estaba su hermano menor, que parecía debilitarse cada vez más.
— ¡Hey, tú, tonta bola de pelo! ¡Ayúdame a llevar a Rosinante a la superficie!—grito el mayor de los príncipes en cuanto volvió a ver a la foca que los esperaba justo en el mismo lugar donde le indicaron.
— ¡ROSINANTE…! ¡¿Qué le ha pasado!?—cuestiono Gomapip aterrada, mientras nadaba con todas su fuerzas, arrastrando a Rosinante junto a Doflamingo.
— ¡Te lo explicaré en cuanto dejemos a Rosinante en tierra!
Continuaron nadando a toda prisa hasta que salieron del agua.
Rosinante parecía sentirse un poco aliviado al sentir el aire sobre su piel y observar que el sol parecía ocultarse.
La pequeña foca y Doflamingo llevaron a Rosinante hacia un islote cercano a la playa en donde vivía el príncipe.
—Rayos… Ese tipo no dijo nada sobre esto, no dijo que Rosinante sufriría de esta manera—gruño Doflamingo al contemplar como su hermano se retorcía de dolor de vez en cuando y abría su boca dejando escapar solo silencio.
— ¡¿Qué es lo que sucedió?!
—Rosinante dio su voz a un hechicero a cambio de que lo transformará en humano, bebió una poción y comenzó a sentirse así…
— ¡No…! ¡Rosinante, no puede ser…! ¡Tiene que recuperarse! ¡Si no funciona, iré a destrozar a ese tipo hasta su muerte…!
Pero la ira de Gomapip se detuvo al ver que el cuerpo de Rosinante se retorcía cada vez más, con más violencia hasta que sus escamas comenzaron a caerse poco a poco para dar paso a lo que parecía ser piel…
Y aquella gran cola aperlada fue transformándose en un par de piernas, largas, pálidas y fuertes.
—No puedo creerlo…—musito Doflamingo al ver a su hermano finalmente convertido en un humano, observo con atención sus nuevas extremidades.
Presto atención a los pies, que le resultaron tan raros por tener dedos en ellos amontonados a diferencia de los dedos de las manos.
—Rosinante…
El príncipe, ahora humano, estaba recuperando el sentido y la vitalidad.
—Qué alivio, ya estás bien, hermanito. Finalmente eres un humano…
El rostro de Rosinante se ilumino al escuchar a su hermano decir eso último.
El rubio volteó a ver su parte inferior y comprobó que su deseo se había vuelto realidad y, lo que hubiera sido un grito de emoción y sorpresa, se quedó en un mudo y enérgico ademán de alegría.
Bueno, hasta aquí por el momento, de nuevo, espero que haya sido de su agrado y espero que me acompañen en una próxima actualización.
Gracias por leer :3
Atte. Levita Hatake
