Rumorología
.1.
―Durante esa época, se dijeron todo tipo de cosas sobre mí. Dijeron que me había contagiado de clamidia, dos veces. Que me había operado de todo. Luego que me tomé una píldora y aborté en un baño público. Y después que era lesbiana, que me había besado con una chica. Lo del beso era cierto. Pero ya ves qué cosa.
―Entiendo.
―Así que, eso, no te creas todo lo que dicen sobre mí. Hay muchas envidias, muchísimas.
―Desde luego.
Sora no parecía estar muy interesada en la conversación, así que cogí mi copa y me alejé de la barra. Al ver a Sora sola, Jou se levantó de su asiento. Pasó junto a mí y me miró de forma juiciosa. Descuida, es sin alcohol, me justifiqué. Me odié por ello. ¿Por qué, una reina como yo, iba a tener que dar explicaciones? Me senté al lado de Taichi, que había bebido más que yo. Él miraba con disimulo a Sora y Jou.
―¿Tú también crees que se lo está tirando?
Taichi rio.
―Por favor, Mimi. Jou tiene novia desde que dejó el chupete.
―Ya, pero a Sora le gusta chupar. ―Pasé el brazo que tenía libre alrededor del cuello de Taichi y enrollé un mechón de su cabello en mi dedo. Taichi se apartó despacio.
―No quiero saber de qué cosas habláis.
―Tranquilo, nunca hablamos de eso. Solo son rumores, ya sabes. Cosas que la gente dice. ¿Sabías que hay quien la llama Sorra?
Taichi levantó las cejas.
―Primera vez que lo oigo. Es ingenioso.
―Pues ya sabes por qué.
―La verdad, es algo que me cuesta creer que digan de ella. Sora se cuida mucho de lo que puedan decir. Me creería que lo dicen de ti.
―Eres imbécil. Un puto imbécil.
―No te enfades. Ven. ―Taichi abrió un poco las piernas y me senté en una de ellas. Colocó una mano en mi cadera y apoyé la cabeza cerca de su cuello―. No pretendía decir nada malo. ¿O tú de ella sí?
―Claro que no. ―Me separé―. Que se tire lo que quiera. Que se coma al Jou también. Total, ya os comió a todos.
―¿Celosa?
Me retiré al otro asiento.
―Ya te gustaría.
Yo sabía que Sora había estado con Taichi y con Yamato, que ninguno de los dos supo que se tiraba al otro hasta que pasó bastante tiempo. De Hikari, mejor que no me hagan hablar. Y, encima, la guarra oficial soy yo. Todo por las putas envidias.
―Si alguna vez te quito las bragas, será porque lo pediste. No te voy a dar el gusto de ir detrás.
―No creo que me esté perdiendo nada. Gracias. ―Me crucé de brazos y de piernas. Sora vino hacia nosotros, traía cara triste. Jou cogió el abrigo y se fue, sin grandes despedidas. Me pareció raro que no se quedara a cuidarnos, como hacía otras veces. Éramos los que más habíamos bebido y los únicos que quedábamos.
Yamato siempre es el que más bebe. Y más todo. Pero Yamato no siempre está. Yamato es el más triste también. Sora no le queda muy atrás, según la época, aunque para ella lo de beber es una excusa para follar sin remordimientos. Taichi no tengo ni idea. Creo que solo le gusta caminar sobre el caos.
Pensé que estaríamos más tiempo ahí, hasta que encontraran un momento oportuno para fingir irse cada uno a su casa, aunque se fueran a ir juntos, y Taichi acabase eyaculando sobre sus tetas de nuevo. Quizá pensando en lo caliente que estaba cuando me senté sobre él.
A Taichi realmente le ponía que le fueran detrás. Solo a Sora la veía tan difícil que hacía la excepción.
No les iba a dar el gusto de dejarles solos. Los miré. Taichi me devolvió la mirada, Sora nos evitaba, se fijaba en sus rodillas. Él evitaba a Sora. Pero yo ya sabía lo que había. Sonreí a Taichi y me toqué el cabello. Me divertía coquetearle con ella delante porque Sora nunca había sido capaz de contarme nada sobre él, ni sobre nadie. Solo me contó que había empezado a salir con Yamato, y un día que habían roto, y otro día que empezaban a salir. Y, al año, que volvían a romper. Yo ya no llevaba la cuenta. Me aseguró que la culpa había sido de él, pero siempre buscaba sentarse junto a Taichi y se le erizaba la piel.
Me recoloqué el escote con disimulo para provocarlo más.
―¿Sabes quien sí es un desperdicio de polla? ―preguntó Taichi. Sora apretó más las piernas―. Koushiro. Tremenda polla tiene.
Sora rio.
―¿En serio? ―pregunté―. Estás de broma.
―Te lo juro, Mimi. Sería la última persona con la que haría un trío.
Sora afirmaba con la cabeza, poniéndose roja. Le envié un mensaje por móvil que solo ponía una interrogación.
―Y el tío… ¿es virgen? ―siguió Taichi―. Hasta donde sé, sí.
―Qué va a ser virgen ―comenté.
―Ah, ¿lo sabes?
―No, si no sabes tú, yo menos. Pero no lo creo, simplemente. Koushiro se ganó el premio al empresario menor de 30 del año, estoy segura de que hay mujeres haciendo fila. Te lo aseguro. Si no lo hace, será que no quiere.
―Quizá solo es discreto ―opinó Sora.
―En este grupo, no sería el único, ¿cierto? ―pregunté provocando un silencio incómodo.
Cambió el estilo de música, Taichi siguió el ritmo con la cabeza. Estoy segura de que le había metido los dedos a Sora en los aseos de ese mismo bar dos semanas antes. Ella seguía con las rodillas muy juntas y la copa sobre ellas. Taichi cogió el móvil, estuvo haciendo scroll, y le enseñó algo a Sora. Me miró al escote y después a los ojos. Me lo hubiera tirado en ese mismo sofá. Al poco, como había imaginado, dijo que se retiraba y miró a Sora durante varios segundos, una de las pocas veces en toda la noche. Ella asintió y se despidió.
Cogí de la mano a Sora y le propuse ir a dar una vuelta. Hacía un montón que no estábamos solas.
Sora parecía agotada.
―Una vuelta corta.
Nos pusimos los abrigos y salimos. Llevábamos ropa cómoda. Compramos una pizza en un puesto callejero y la comimos sobre un banco. Sora seguía sin hablar demasiado, pero parecía más animada que en el bar. Me confesó que dormía fatal.
―Desde pequeña tengo muchas noches de insomnio, no sé por qué. He probado de todo. Es como si tuviera miedo a dormirme y solo lo consigo si estoy realmente cansada, o muy tranquila. A menudo tenía que dormir con mi madre, y aun me cuesta mucho dormir sola.
Pensé si sería por eso que Sora buscaba tanto dormir con hombres. Le pregunté si la estaba esperando Taichi para dormir. Ella negó con la cabeza y dio el último mordisco a la pizza.
―Seguiría comiendo, la verdad. No pienses mal de mí.
―Tranquila ―dije―. Yo seguiría bebiendo.
―¿Vamos a por más?
―¿Comida o bebida?
―Las dos.
No nos costó encontrar donde comprar. Aquí siempre hay gente trabajando para los que no quieren dormir. Me miré en el espejo de la tienda. Mi maquillaje se había difuminado y me daba un aspecto cadavérico, pero me veía hot. Sora se veía fresca, como recién follada. La sorra. Se compró unas galletas. Yo cogí un cepillo de dientes y una lata de daiquiri en lata, que sabía fatal. Fuimos hacia el apartamento que compartía con desconocidos.
―Tai me ofreció dormir con él, pero estoy intentando evitarlo.
―¿Por qué?
―Quiero pensar un poco.
―¿Y Yamato?
―Yamato nada, no quiero nada con él. ¿No te diste cuenta de que hace tiempo que evita quedar si sabe que estoy yo? Está intentando olvidarse de mí. Está mal. A mí no me habla, pero me lo cuentan. Y me sienta fatal, ¿qué quieren que haga?
Se encogió de hombros.
―¿Te lo dice Taichi?
―Por favor, Mimi, Yamato no hablaría jamás con Taichi sobre eso.
―Yo qué sé. No entiendo vuestro rollo.
―Yo tampoco.
Subimos a su casa y entramos en su cuarto intentando no hacer ruido. Sora sacó una botella del armario que Yamato había dejado ahí no sé cuándo. Quedaban unas tres o cuatro horas para que se hiciera de día. La abrió para mí. Ella se sirvió, por educación, pero apenas se mojó los labios. Le dije que intentase dormir, me pidió que no parase de hablar.
―Me besó ella. Me dio igual, la verdad. Pero no es como para que hicieran tal escándalo sobre eso.
Sora empezó a respirar más fuerte y ya no abría los ojos. Me tumbé a su lado y se agarró a mi brazo.
―Después de hoy, creo que no voy a volver a beber en mucho tiempo ―dije. Sora se definitivamente se había quedado dormida y, como no tenía sueño, decidí marchar.
De vuelta a casa, con la oscuridad desapareciendo, me di cuenta de que tenía que llevar a limpiar mi abrigo. Estaba pegajoso por las mangas. Me metí en un taxi y le pedí que me llevase a una casa que no era la mía.
