Las desventuras de un alfa inepto y una omega sobresaliente.

Capítulo uno: Cómo cagarla por no leer la letra chica.

Karin contaba los minutos para salir de la última clase del día y poder asistir al club de Kendo, estaba ansiosa por las prácticas previas al próximo encuentro regional y tenía plena fe en sí misma de llegar a las nacionales este año. Después de todo, le había tomado todo de sí dar con otras cuatro chicas que estuvieran dispuestas a integrar el grupo femenino: con menos integrantes el concurso regional no las registraba como club escolar.

El día estaba agradablemente fresco con la primavera finalmente asentándose sobre la ciudad de Karakura. Era su segundo año de preparatoria y Karin era consciente de que ganar las nacionales a la primera era poco probable pese a su habilidad y extenso entrenamiento, por lo que esperaba que el concurso de ese año le permitiera un mejor desarrollo en su último año y - quién sabe- una recomendación deportiva para la universidad.

— ¿Podrías avisarle al profesor Abarai que llegaré un poco tarde, Karin? La profesora de inglés quiere verme. — Uta, una de sus compañeras de club, le pidió.

—Claro, no hay problema ¡Ojalá te recomiende una buena tutora para tu ingreso!

Uta llevaba preparándose desde primer año para cumplir su deseo de ser una traductora licenciada, pero era consciente de que necesitaría tutoría privada para lograr el nivel requerido en los exámenes de ingreso de la universidad de Tokio, a la que quería con todo su corazón asistir.

Karin tenía aspiraciones diferentes, pero le alegraba el sentido de superación de Uta.

—Ya sabes, Ichigo está en su último año, si todo va bien podría darte una mano el año que viene. — Le recordó, tomando su bolso para ir al club.

Los ojos de Uta brillaron.

—Anda, joder. Esa cara no, qué horror. — La criticó, burlona.

—No puedes culparme, es el instinto omega. — Bromeó la muchacha mientras salían del curso.

—Ya, ni tú ni yo andamos haciéndoles ojitos a los alfa: no nos hagas quedar mal. Ya supera a Ichigo, por Dios, que están ahorrando para la boda.

—Una boda sin fecha. — Jocosa, Uta insistió y se despidió de Karin con un gesto de la mano.

Instinto omega, sí, claro. Giró los ojos divertida y se unió a sus compañeras en los vestidores del club. Era un cuarto pequeño que habían adaptado para ellas, puesto que eran la primera generación femenina del club de kendo de la escuela secundaria de Karakura. Karin ciñó su uniforme, miró a las muchachas y se dió cuenta de que no sólo faltaba Uta, sino también su más reciente colega: Hiyori.

—¿Y la rubia qué? — Preguntó Aiko, una bonita morena de primero.

—No vino hoy, para variar sin justificativo.— Respondió otra de sus compañeras, también de segundo, mientras recogía su largo cabello castaño. — Más le vale que no suspenda año antes de las regionales o estaremos en problemas.

Karin asintió, comprometiéndose a hablar con ella. Las muchachas del club aún le tenían cierto recelo a Hiyori por su actitud desfachatada y exageradas reacciones. Era hosca, pero no mala persona. En general, solía ser muy cumplida en sus actividades escolares, sin embargo, había resentido que la trasladaran de escuela sin pedirle su opinión. Sus padres eran egoístas y, en general, la rubia no hablaba de ellos.

Karin salió al dojo sabiendo de buenas a primeras que, como la más experimentada del grupo presente, la pondrían a practicar con alguno de los chicos. No le molestaba, normalmente era Toushiro quien se emparejaba con ella. Como presidente del club y más premiado miembro, sumado al hecho de que eran amigos de la infancia y compañeros de dojo en primaria, Abarai siempre los ponía en par.

Ese día, sin embargo, Karin observó como Hotaru Aoba era quien la saludaba y se ponía frente a ella. Eso sí era inusual: Toushiro nunca faltaba al club a menos que se estuviera muriendo o hubiera pasado algo grave.

—Oi, esperame Hotaru: Uta me pidió que la excusara con el profe Abarai.

—¡Claro!

Encontrar a Renji era todo menos difícil: alto como un poste, ancho como un roble y pelirrojo como el infierno. En medio de los adolescentes, era tan distinguible como llamativo. Renji se acercó a ella abandonando a Aiko, cuya postura había estado corrigiendo. Abarai, como amigo de Ichigo, conocía a Karin desde que era muy niña. Karakura era un sitio pequeño y al final todos terminaban conociendo mínimamente a todos. Sin embargo, Renji había sido compañero de escuela y de club con su hermano, por lo que casi la consideraba una hermana menor.

Era en parte gracias a él que el club de kendo femenino existía.

—¿Toushiro está bien? No suele faltar y no responde mis mensajes. — Fue al grano.

Renji se rascó la nuca, un claro signo de que lo que fuera a soltarle sería, con suerte, una verdad a medias.

—Se reintegra el lunes, su abuela llamó hoy. — Karin levantó la cejas, Renji no le dio más información. — Anda, a Hotaru le vendría bien un buen combate.

Ella le frunció la boca disgustada por su falta de colaboración, pero siguió sus instrucciones: era su entrenador después de todo. Terminó la práctica tapada en transpiración, frustrada con Hotaru, y con un hambre feroz. Con un humor terrible se había descargado con el pobre Aoba: no era su culpa que no fuera un rival adecuado y el resto de los muchachos se negaran a entrenar con ella bajo la excusa de "no querer lastimarla".

Les podía patear el culo y ellos lo sabían, no estaban dispuestos a admitir que ella era mejor que ellos y antes de quedar en ridículo preferían aislarlas a ella y a sus compañeras. Renji estaba intentando que la animosidad entre el equipo masculino y femenino se diluyera, pero ella y Hiyori destacaban y poco había por hacer ante el frágil ego de sus compañeros.

Hotaru era, junto con Toushiro, los únicos dos que no tenían problema en luchar con las féminas. La diferencia recaía en el nivel: Hotaru era noble pero no era competencia para ella.

Karin se duchó y despotricó contra la masculinad frágil de ese montón de imberbes con sus compañeras.

—Hatsuo los pone así, imagina: un montón de alfas pubertos siendo derrotados por unas omegas: prefieren morirse. — Declaró Uta, quien se había unido a ellas a mitad del entrenamiento. —Sin Toushiro aquí para patearlos el profe Abarai no da abasto.

—Ese imbécil incluso intentó usar su voz de mando conmigo. —Acusó Karin, girando los ojos mientras se vestía. — Cómo si fuera a afectarme en algo, tarado.

Uta se rió.

—Vale, porque tu no eres una omega muy normal que digamos.

Karin se encogió de hombros, sabiendo en gran parte que lo que decía su compañera era cierto. Ella había heredado esa habilidad de su madre: podía casi anular sus feromonas y pasar por una beta la mayoría del tiempo. Era consciente que eso también significaba que cuando finalmente no pudiera seguir tomando sus supresores, su celo sería terrible. La mayoría de las de su clase eran casadas y emparejadas antes de este segundo celo. El primero había sido lo suficientemente fuerte, y había sobrevivido a él aferrada a su padre y hermano alfas, y luego llevada rápidamente con un especialista.

Sin su madre para instruirla al respecto, Karin tomó todo lo que la médico le dijo al pie de la letra. Incluso le había recomendado laborar como omega de consuelo debido a lo fuerte de sus feromonas y su total control sobre ellas, al mismo tiempo, le había sugerido aparearse lo más temprano posible: sólo podía administrarle supresores lo suficientemente fuertes para inhibir su celo unos tres años, es decir, hasta que saliera de la secundaría y antes de la universidad. Eso podía variar, pero su última visita había sido terminante: eventualmente los supresores dejarían de funcionar dado que su sistema endócrino se habría adaptado a ellos: Karin ya usaba la que sabía que sería su última tanda de supresores. No podían seguir llenándola de hormonas falsas de ese modo.

Debido a condición, Karin podía declararse casi inmune a los efectos de los alfas: sus olores, sus voces de mando, e incluso a sus presencias avasallantes. Crecer con otros dos de ese tipo también había sido una experiencia complicada: había presenciado la primer rutina de su hermano, con su padre abatiéndolo una y otra vez hasta que pudo controlar su brava: habían sido horas de combate cuerpo a cuerpo hasta que Ichigo finalmente había caído de cansancio. Si bien no había visto la totalidad de la pelea, su padre había encerrado a Ichigo en una habitación hasta que pudo sacarlo de su embotamiento y, tras una larga charla, lo dejó para consumirse en su rutina varios días.

—Le llevaré lo de hoy a Hayori, la otra semana son las clases de consulta previas a los exámenes. — Le recordó Uta, quien vivía cerca de Hiyori,

Ah, joder. Las consultas,

—Deberías llevarle tus apuntes a Toushiro ¿No haces equipo con él en química? — Preguntó Aiko.

—Sí, el lunes es la clase de consulta. Seguro querrá lo del módulo de hoy. — Confirmó' la morena.

No le costaba nada, después de todo Toushiro vivía con su abuela y prima en una adorable casa adoquinada a unas dos calles de la suya. Con la mochila al hombro le llamó por telefóno una última vez: no atendió. Debería estar muriendo de fiebre o algo si no le contestaba desde la mañana. Se encogió de hombros, algo preocupada: con toda seguridad su abuela le recibiría los cuadernos incluso si él estaba indispuesto.

Compró unas latas de refresco y algunas golosinas para él en el camino. El sol ya estaba cayendo para cuando dobló la esquina en camino a su casa. Unos metros antes de encontrarse con el conocido umbral el ruido de vidrió rompiéndose violentamente llegó a sus oídos: salía de la casa de su amigo. Preocupada, Karin tocó el timbre con insistencia. Nadie atendió, pero pudo escuchar el bullicio dentro de la casa y los gritos de Momo que no podía entender.

Karin entró sin pedir permiso, esperando todo menos lo que encontró: Hinamori intentaba negociar escaleras abajo con un sudoroso y furioso Toushiro. El olor la golpeó de repente y dejó caer la bolsa con refrigerios que había cargado consigo para cubrirse la nariz. Ese mismo día había presumido de lo poco que las feromonas de los alfas le afectaba, nunca había sentido uno tan fuerte como ese.

No entres en pánico, sabes qué hacer, se dijo a sí misma. Karin observó lo perdido que él lucía, respirando trabajosamente en la cima de las escaleras. Momo intentó advertirla, pero ella levantó su mano esperando que entendiera que le pedía calma. La morena frotó suavemente sus glándulas exócrinas, esperando que la sugerencia de la especialista no hubiera sido descabellada. Orihime había sido quien acompañaba a su hermano en sus rutinas y su padre no tenía bravas importantes debido al fallecimiento de su pareja. Esto era terreno nuevo para ella.

Cuando sintió que su propio aroma competía por el espacio con el del albino, Karin lanzó su mejor voz de doblegamiento.

—Toushiro, ¿no quieres acostarte?

Su voz de doblegamiento era potente, lo sabía. Había tenido que usarla algunas veces para detener conflictos en su aula cuando las cosas se ponían tensas, no necesariamente por rutinas o celos incipientes. De modo que sabía perfectamente de lo que era capaz incluso sin sus feromonas rondando a su alrededor a toda potencia.

Normalmente ella anulaba completamente la producción de sus glándulas y los supresores hacían todo más fácil.

Toushiro respiró profundamente, llenándose de su presencia. Karin subió las escaleras sin hacer movimientos bruscos, todavía sin conocer el estado de consciencia de su amigo.

— Sería agradable ¿No? Una pequeña siesta. — Insistió, deslizando su cabello hacia atrás. Toushiro parecía querer ahogarse en su olor, respirando profundas bocanadas de éste mientras ella se acercaba.

El muy desgraciado era tozudo incluso cuando su rutina sacaba lo peor de él, era conocido por ella que en caso de rutinas extraordinarias, es decir, cuando los supresores ya no podían hacer nada por el usuario, podían tornarse en la obnubilación de la conciencia. Para su mala suerte, y la de su amigo, Toushiro había abusado de los supresores y se negaba, claramente, a pedir la ayuda de un omega para pasar la peor parte.

—Vamos, sube. — De nuevo, él no se movió. Karin usó su último recurso: puso las manos en sus hombros y tímidamente frotó su rostro contra su cuello.

La diferencia de altura le jugó en contra, pero surtió efecto: Toushiro pareció salir brevemente de su letargo.

—¿Karin? — Su voz sonaba ahogada. — ¿Qué haces…?

Él se cubrió la nariz, con todo su olor impregnado a él.

—Joder. —Masculló, retrocediendo escaleras arriba hasta el pasillo que daba a las habitaciones.

La muchacha suspiró, aliviada de tenerlo de vuelta, y se giró hacia sus familiares sintiéndose todo lo avergonzada que podía. Se convenció a sí misma de que Toushiro habría hecho lo mismo por ella si fuese su cuero en que atravesara una rutina sin supresores a mano.

—Me quedaré con él, es lo más seguro. — Afirmó, sonrojada hasta las orejas. —Le avisaré a mi padre.

—Cariño, gracias.— La abuela aceptó, agradecida del mal trago que habían controlado por pura suerte.

Detener a su nieto dentro de la casa había sido muy complicado, pero con una omega conocida a cargo de la situación Momo creía que podían salir de la situación airosos. Ella misma le había sugerido a Toushiro que le preguntara a alguien por compañía para su rutina, sabiéndo que la mera presencia de un omega sería suficiente, pero él se negó tercamente.

¿Por qué no le había preguntado a Karin para empezar?

—Ten, no te preocupes: yo llamaré al señor Isshi —Momo le dijo, devolviendo la bolsa que había quedado en el suelo. — Muchas gracias, Karin.

— Me niego. — Gruño Toushiro, detrás de ellas. Karin le frunció el ceño, enojada.

—Cierra el pico y sube, estuviste a punto de atacar a tu abuela. — Le acusó, y luego pensó que no era una decisión sensata provocarlo en mitad de su brava, por lo que cambiándo a su voz de doblegamiento, dijo: — ¿Y si sólo nos acostamos?

Toushiro resistió el impulso de arrojarse a sus pies. Sabía que Karin tenía unas feromonas tan potentes que reducían a cualquier alfa a un montón nervioso, pero nunca lo había experimentado por sí mismo: la necesidad de complacerla era muy intensa.

Karin frotó las glándulas de su cuello y abrió la campera que usaba: el golpe de feromonas le embotó los sentidos.

—Vamos a acostarnos, alfa.

Ah, que se lo llevara el infierno. Karin le tomó la mano y lo llevó hasta su propia habitación, donde se recostaron uno junto al otro. No podía negar que el olor dulce de su amiga lo calmaba como un potente sedante, se aferró a ella. Estaba ebrio de su aroma, enterró su nariz en el cuello femenino y aspiró de su perfume una y otra vez. Karin sentía las profundas respiraciones bajo su oreja, y le erizaban la piel de una forma rara. No era muy dada al contacto físico fuera de los términos estrictamente amistosos o fraternales y eso… bueno, era nuevo para ella.

El peso de su cuerpo contra el suyo, de las piernas masculinas enredadas con las propias y su firme agarre en su cintura le revolvían algo al fondo de su estómago. Ciertamente, las feromonas de Toushiro estaban haciendo lo suyo en ella, pero debido a sus supresores y su falta completa de celo, el impacto era mucho más suave. Sí, lo encontraba cálido, seguro y agradable, pero no la inclinaba a arrancarle la ropa.

Pasó cerca de una hora antes de que el muchacho de pelo blanco se sintiera mucho más en control de sí mismo. Se había quedado dormido entre los brazos de Karin y, tras una profunda siesta, se sentía más centrado. Se sentía profundamente avergonzado de la manera en la que la sostenía, como si quiera tragársela con su cuerpo, pero no podía mentir y decir que no se sentía reconfortado y mucho más despierto.

—Lamento esto, Karin. — Se sintió obligado a reconocer.

Ella se rió quedamente, mientras comenzaba a masajear su cuero cabelludo. Toushiro casi podía ronronear del gusto. Joder con las malditas feromonas, ¿por qué no había podido ser un beta como el resto de sus familiares? Maldito su padre, quién fuese, por cargarlo con esa herencia.

—No te preocupes, no puedes renegar más de ser un alfa, de lo que yo una omega. — Ella replicó, con pura lógica. — Ni siquiera es… ya sabes, sólo conmigo aquí ya lo pasarás mejor ¿no?

Hitsugaya asintió, sintiéndose adormecido de nuevo. Estaba agradecido de lo pragmatrica que era su amiga y lo bien que se estaba tomando su invación del espacio personal ¿Ya habría hecho esto antes? Sabía que su familia estaba plagada de alfas, y probablemente ella hubiera hecho esto con alguna compañera.

¿Con algún compañero? Trató de tapar su instintivo sentido de protección y se enfocó en el tópico subyacente: complacerla.

Toushiro entró y salió de la conciencia durante esa tarde, con Karin rascando su cuero cabelludo afectuosamente y frotándole la espalda a través de su abrazo. Cómo se habría tomado su padre la noticia de que se quedaría a acompañar a Toushiro, no lo sabía, pero esperaba que entendiera la gravedad de la situación: su rutina estaba a punto de sacar lo peor de él.

Ella canturreó a su oído, sintiendo la respiración del albino contra su clavícula. Tratando de no apenarse por sentirse un poco sofocada con la situación y sus olores mezclados, se concentró en sus respiraciones. Hasta que, por supuesto, comenzó a mordisquerarla. Karin intentó sentarse y separarse de él, pero su peso de lo impedía.

Él lamió el espacio de su clavícula donde sabía que sus ferómonas eran más fuertes. Karin había anulado su olor tiempo atrás, cuando él finalmente se haría dormido completamente y estaba tranquilo; sin encontrar necesidad para abrumarlo con su aroma había cerrado sus feromonas para ella.

Toushiro estaba mordiéndola ahora, intentando nuevamente que las liberara para él. Con los ojos turbios, ella dudó que él tuviera plena conciencia de lo que estaba haciendo.

¿El fondo de su mente estaba intentando… inducirla?

Karin liberó de nuevo su olor, con fuerza, intentando descaradamente que él aflojara su agarre y, por todo lo santo, dejara de lamerla. Intentó tomarlo con calma, pero él siguió lamiendo y arrastrando su boca caliente sobre la franja de piel disponible que ofrecía su blusa de tirantes. Para cuando finalmente abandonó la compulsa de su piel, Karin lo sintió frotarse contra ella.

Los colores se le subieron al rostro, claramente Toushiro no estaba reaccionando como un alfa fraterno o congénere. No, él estaba reaccionando como lo que era: un alfa en plena brava con una omega a su lado. Si ella no estuviera suprimida, se dio cuenta, probablemente habría cedido: su olor era fuerte, atrayente y joder que se estaba poniéndo caliente el sitio.

Karin no podía dejar de ser consciente de que, obnubilado o no, Toushiro estaba duro contra ella. Frotándose. Ella se tragó un suave gemido y retomó su plan de nuevo: con du voz más dulce le pidió que se quedara quieto y durmiera otro poco más.

Él cedió, dispuesto a todo para complacerla, y pese a no despertar hasta la mañana siguiente no la soltó ni aflojó su agarre un minuto. Karin se resignó a dormirse cargada con su pecho, con su rostro en el hueco de su cuello. Nunca había sido tan consciente del ancho de sus hombros ni el grueso de su espalda, se sentía un poco mareada.

El mediodía la encontró medio dormida sobre Toushiro, quien la despertó suavemente al sentarse. La abrazó con una delicadeza que no se condecía con su actitud anterior y Karin supo que la peor parte había pasado: sus ojos verdes no estaban nublados. Pero él lucía tremendamente tímido, notó. Ella no pudo evitar mirar, y tan rápido como notó que seguía duro apartó los ojos.

—Yo… iré al baño. — Se excusó, abandonándola en el lío de sábanas que habían hecho.

Karin desplegó su olor, sabiendo que lo acompañaría a cualquier lugar de la casa, y luego volvió a recostarse sobre la cómoda cama de Toushiro. Ella observó la habitación, no había estado allí hacía años y se sentía un poco como una invasora de la privacidad de su amigo. Ordenada, con apenas unos efectos personales: tan pulcra como su dueño. Ella sonrió, ovillándose contra la almohada. Tenía hambre.

No debió esperar mucho antes de que Toushiro regresara y, detrás de él, su abuela trajo una bandeja llena de comida sabrosa.

—Estoy bien, puedes irte a casa. — El peliblanco ofreció, mientras le servía un poco de soda.

—Claro, para que en cuento mi olor se diluya te pongas como un loco. — Señaló, encogiéndose hombros y procurando ignorar la cuestión sexual de las rutinas. — Este es tu segundo día, me iré mañana cuando estés tranquilo.

Toushiro miró el techo buscando el valor para afrontar la situación.

—Tengo muchas, muchísimas ganas de morderte.

Karin levantó las cejas sorprendida de esa declaración. Él no volvió su mirada hacia ella, continuó observando cada cosa a su alrededor menos a la morena sentada frente a él con una bandeja de comida entre ellos. Apretó los labios, intentando procesar todo el trasfondo de esa declaración.

—Es normal, supongo. Estás en rutina. — Pormenorizó.

Kurosaki se había criado con dos alfas y estaba muy bien informada sobre lo que morder a una omega en rutina significada para el alfa. Como ella no estaba en su propio proceso de celo, no sería nada vinculante para ella perro sí para él. Toushiro estaría atado a su meñique hasta que la mordida se perdiera, y luego se sentiría obligado por instinto continuar con ello hasta que la indujera… o ella a él.

Él devoró la fruta cortada que su abuela les había subido como postre y dio un largo suspiro.

—Karin, anoche tomó todo de mí para no morderte. — Relató, intentado dejar de lado su pudor en razón de la verdad. — El segundo día puede ser más suave, pero llevo demasiado tiempo con tu olor: joder, que quiero marcarte ¿No me escuchas? Vete a casa, me las arreglaré con… no sé, tu chamarra.

Karin tomó su supresor, que debía acompañar con la comida, y lo tragó casi como un desafío frente a él. Si iban a sincerarse, serían dos.

—Mira, en uno o dos ciclos estaré tan jodida como tú: estos son los últimos supresores que pueden darme, luego deberé entrar en mi año de privación. — Reconoció. —Así que yo te ayudo, y tú me ayudas. No me marcarás, por razones obvias, pero podemos negociar.

Él levantó las cejas.

—¿Qué quieres negociar?

Karin no podía creer que de verdad le iba a proponer aquello:

—Yo te acompaño en tus rutinas, y tu a mí cuando me toque.

—No, absolutamente no. — Gruñó, molesto, hasta que un azote del aroma tranquilizador de Karin le llegó. — Como odio que hagas eso.

Ella le sacó la lengua.

—Soy tu medida de seguridad, tienes una rutina de lo más agresiva, hombre. — Ella expresó, dejando caer su chamarra para quedar solo con su blusa de tirantes, enseñándole los moretones que él le había hecho en el pecho. — Una marca incompleta puede evitar que tengas tu rutina al menos un ciclo entero, es decir, unos seis meses.

—Sí, pero significará que estaré sobre tí todo ese tiempo quiera o no, es instintivo y lo sabes. — Recalcó. — Yo me jodo de igual forma, rutina o no ¿Y qué hay de tí?

—Con una marca incompleta mi celo se atrasará, y sabes que yo no voy a usar tu instinto contra ti.

—¿Entonces qué, te marco a medias cada seis meses? No estás en tu propio celo, te dolerá.

Karin apretó los labios.

—Ya sabes que tengo un tipo de feromona distinto, ¿no? — Él asintió. — Pues bien, es el motivo por el cual todas las omegas de mi familia se casan pronto: así como mis feromonas son potentes… nuestro celo también.

Toushiro ató cabos rápidamente.

—Sin supresores serás un peligro para tí misma, y tus malditas feromonas enloquecerán a todos los alfas lo suficientemente próximos.

—Y estás a dos cuadras de mi casa en línea recta. — Le recordó.

En otro momento, Toushiro hubiera tragado con incomodidad. Pero a mitad de su rutina la idea de Karin, una preciosa omega frente a él, dispuesta a ser tomada le hizo agua la boca. Bufó, salivando. Odiaba las bravas.

—Si me muerdes, tenemos una marca incompleta y en un par de horas estarás libre para poder repasar química conmigo.

Ah, tenían trabajos prácticos de química el lunes y Karin era su compañera de proyecto. Con los sentidos tan abrumados como estaban se le dificultaba pensar claro. Miró a la morena, los moretones cubriendo su clavícula y cuello lo mortificaron y excitaron en igual medida. Quería follarséla contra cualquier superficie lo suficientemente resistente y, al mismo tiempo, quería hundirse en su abrazo y dormir un par de horas más.

Esas eran sus feromonas luchando contra las suyas para darle calma ¿Qué hubiera sido de él si Karin no hubiera aparecido en su casa?

Su cuello lucía tentador, estaba salivando tanto que estaría muy avergonzado por ello tan pronto como pudiera poner sus pensamientos en orden. Cruzó la distancia que los separaba y lamió el espacio entre su cuello y hombro, el gemido que abandonó los labios de su acompañante le sonaron a gloria. Luego, sin demasiada ceremonia, siguió esa voz al fondo de su mente y hundió sus caninos en la tierna carne femenina.

El gemido que siguió fue de dolor, pero ella aguantó en su sitió mientras él la cubría por completo con su talle. Karin odiaba que se hubiera vuelto tan alto. Lloró, dolía mucho y lo sabía: el celo convertía ese dolor en placer y a falta de éste, la mordida era sólo eso para ella: dientes rompiendo su piel hasta hacerla sangrar. Toshiro la lamió, casi como si le pidiera disculpas, y la acunó en sus brazos hasta que dejó de sangrar.

Como ella había predicho, la marca parcial calmó su instinto y, para la hora del té, tuvieron que rendir cuenta a las dos mujeres del hogar.

Momo abrió los ojos furiosa y sorprendida.

—¿QUÉ HICIERON QUÉ?

Karin sólo pensó en cómo se lo explicaría a su padre.

Toushiro caminó delante de ella, bañado, fresco y liberado de lo que para él era la peor parte de su condición de alfa. Venía bendecido con una fuerza importante, una presencia innegable, y una condición nata de liderazgo… que debía compaginar con episodios de rutina que odiaba. No tenía un problema con su sexualidad, ni tampoco le habían faltado muchachas interesadas en él. Una parte suya siempre se lo achacaba a su sexo secundario: los alfa tendían a atraer sexualmente a los otros géneros.

Karin iba un par de pasos detrás, no demasiado interesada en llegar a su hogar. Había discutido con Toushiro sobre la conveniencia de que fuera ella por su cuenta a introducir las noticias a su familia. Gracias a Dios, Ichigo estaba aún cursando el último semestre de su carrera en Tokio y - por lo tanto - no tendrían que lidiar con él. Sólo la aguardaban su padre y Yuzu, quien con toda seguridad habría especulado sobre su noche con Toushiro.

Yuzu llevaba empujándolos uno al otro desde el jardín de infantes, y al darse con la compatibilidad de sus sexos secundarios sólo había dado más material a sus disparates.

Disparates que, más o menos, habían arribado a buen puerto. Su hermana se haría la fiesta del triunfo en cuanto viera la venda en su cuello. Momo había estado muy enojada con ambos, "su falta de control", y lo poco que habían pensado en las consecuencias. Toushiro le había explicado luego que era parcial, y que entre ellos no había pasado nada. Momo los miró con sospecha, pero decidió darles el beneficio de la duda. Y luego Toushiro exclamó, molesto, que si se hubiera acoplado con una omega en celo lo hubiera escuchado con toda seguridad.

Momo lo golpeó con un almohadón, avergonzada y molesta. Aún quedaban vestigios de su brava en ese mal humor. Luego se disculparía, pensó Karin.

Pero él había insistido en explicarle a su padre la situación. Isshin había sido una figura paterna para Toushiro. Cuando su madre murió y sin un padre a la vista, Toushiro pasó gran parte de su infancia en el hogar de los Kurosaki con Isshin supliendo en gran parte las tareas de crianza que su abuela no podía en razón de su edad y labores. Momo no era mucho mayor que ellos, después de todo, y tenía derecho a una infancia como cualquier otro.

De modo que Toushiro le guardaba mucho respeto y afecto a Isshin como para no explicarle con voz propia lo que habían decidido. Karin argumentó que ella perfectamente podía exponer la situación a su padre, pero pronto entendió que era una cuestión de honor para su amigo "hacerse cargo" de lo que le había hecho a la hija del hombre que apreciaba. Karin contuvo los deseos de girar los ojos, era pura ideología machista.

—Déjame hablar a mí. — Le advirtió ella cuando llegaron al pequeño portón de la clínica. — Primero hablaré yo, luego si quieres das todas las explicaciones que quieras.

Él aceptó de mala gana. Tenían presente que pese a que Toushiro de había bañado, aún apestaban mutuamente al otro. Las feromonas no eran tan simples de quitar como un poco de tierra. Con la chamarra subida hasta el mentón, Karin entró con su amigo pisándole los talones. Era casi la hora de cenar y podía escuchar a su hermana en la cocina. Lo miró sobre el hombro y empujó la puerta de entrada.

—¡Estoy en casa! — Llamó, y un segundo luego Yuzu estaba frente a ella.

—¡Quiero todos los detalles! — Demandó, quitándose el mandil, luego reparó en Toushiro.— Ah… ¡buenas noches, Hitsugaya!

Yuzu percibió el aroma de buenas a primeras, pero no le sorprendio que estuvieran tan mezclados. Después de todo, ella había asumido que ellos… bueno, se había resignado finalmente a lo enamorados que estaban el uno del otro y habían cedido a la carne. Karin lo había agarrado con la guardia baja, estaba orgullosa de su hermana.

Isshin bajó un segundo luego, y con un olfato más diestro que el de su hija menor, así como una rápida lectura de las caras culpables de ambos le dió un panorama rápido de por qué estaban allí. Isshin se cruzó de hombros, se había preparado psicológicamente para ese momento desde que la especialista le indicó que Karin había heredado las potentes feromonas de su madre.

Era sabido que tarde o temprano pasaría, le agradaba que Karin hubiera elegido a Toushiro, pero le hubiera gustado que ella hablara con él primero en lugar de sólo aparecerse a mitad de la rutina del muchacho ¿Su hija lo habría emboscado con sus feromonas potentes y orillado a acoplarse? Los ojos se le llenaron de lágrimas, pobre Toushiro: una víctima de su hija.

Se obligó a sí mismo a reponerse.

—Bueno, ambos tienen diecisiete, así que casarlos en legal y factible: un informe médico del vínculo y no solicitaran permiso a sus tutores. — Isshin suspiró.

Los adolescentes estallaron en balbuceos sin sentido, hablando uno encima del otro y gritándose mutuamente.

—¡No pasó nada! — Karin gritó.

—¡Nunca la marcaría permanentemente sin un acuerdo anterior! —Toushiro se defendió.

—¡¿Cómo que casarnos?! ¡¿Estás demente, viejo?!

—¡No hay vínculo… eso no pasó!

El hombre intentó sembrar la paz mientras Yuzu mirada desde una esquina, encantada de que su novela imaginaria se desarrollara frente a ella. Soltó una pequeña risita mientras Karin y Toushiro se volvían uno frente al otro en clara discusión para luego gritar al unísono:

—¡Tenemos un trato!

Isshin calmó las aguas con tono apacible y logró sentar a los adolescentes en el sofá de la sala, echando a Yuzu en búsqueda de un poco de privacidad. La castaña hizo un mohín pero obedeció, sabía que Karin la pondría al corriente en cuanto pudiera estar a solas con ella. Por mi a su costa que se rieran, eran hermanas.

Karin fue la primera en hablar.

—Cuando llegué, él estaba a punto de tirar a Momo de las escaleras para salir: estaba descontrolado por la brava, así que usé mis feromonas y voz de doblegamiento para hacerlo dormir. — Narró, con su padre atento en el sillón de enfrente. —Me costó mucho mantenerlo tranquilo y, uh, bueno: no es un alfa fraterno.

Era la forma sutil de decir que Toushiro estaba intentando inducir su celo e instintivamente quería tener sexo con ella en ese mismo lío de sábanas, él tuvo la decencia de mirar hacia otro sitio.

— Los supresores ya no funcionan, Toushiro necesita un periodo de descanso… como yo, eventualmente.

—Así que tenemos un acuerdo: un vínculo incompleto posterga su celo hasta que me acepte o la marca se diluya, y calma mi brava pues, técnicamente, estoy vinculado. — Resumió Toushiro. — Ambos ganamos.

Isshin se frotó el puente de la nariz. Cuando el muchacho sentado junto a su hija se había manifestado como un alfa, había sido apenas un crío de trece años muy fácil de contener para él e Ichigo, pese a no ser de la familia. Ahora, con diecisiete años, Isshin dudaba de poder contenerlo por su cuenta. Después de todo, Toushiro no tenía nada que envidiarle a su propio hijo respecto a condición física. Él mismo le había explicado al muchacho los pormenores de su sexo secundario, y cómo lidiar con él.

—Toushiro. — Le llamó, él chico fijó en él sus potentes ojos verdes. — Sé que entiendes lo que te significará un vínculo incompleto.

—Me sentiré debido a Karin, sí. Deberemos renovarlo cada ciertos meses y…

—Y si ella te rechaza, eventualmente, te torcerá la psiquis. Entre más renueves ese vínculo sin completarlo, peor te pondrá instintivamente: una omega que no te rechaza, pero no se vincula a tí, te pondrá agresivo, molesto y muy territorial. Esto tiene fecha de caducidad, chicos. — El médico les recordó.

Después de todo, si bien les había explicado sobre los vínculos incompletos, éstos no estaban destinados a ser sino "un periodo de prueba" previo a una vinculación completa o, en todo caso, un paliativo previo a una vinculación. Era un método para un fin y no un fin en sí mismo.

Karin parpadeó, confusa. — Eso no dicen los libros de educación sexual. — Rebatió.

—¿Y hablan de vinculaciones incompletas sucesivas? No, porque no se hacen. De por sí, los vínculos incompletos se hacen sólo cuando un alfa es muy agresivo y aún no tiene edad para casarse o vincularse legalmente. O, para el caso, cuando la omega elegida es aún muy joven: no es el caso.

Isshin se encogió de hombros.

—Tienen seis meses,incluso si renuevan, un año o poco más. — Isshin se levantó de su sitio y palmeando el hombro de Toushiro, agregó: —Me alegra que seas tú, muchacho.

Isshin los dejó solos y huyó a la cocina para darles algo de privacidad. Lo que fuera que esos dos hubieran tenido en mente, habían saltado a conclusiones antes de hablar con un adulto experimentado o, en el caso, un médico. Yuzu lo esperaba en la cocina mientras programaba la arrocera.

—¿Para cuándo el casamiento? —Ansiosa, con los ojos brillantes de la emoción, Yuzu preguntó.

—Yo creo que el año que viene, conociendo lo tercos que pueden ser.

Yuzu asintió, sin perder entusiasmo: — Eso me da tiempo a preparar todo con anticipación.

Isshin rió.

El silencio se hizo presente en la sala y ambos adolescentes miraron al frente sin reparar en la presencia del otro por un tenso momento.

—¿Entonces…?

—La cagamos. — Toushiro dijo. — Eso me pasa por hacerte caso, mierda.

—Ah, no me eches la culpa ¡tu querías morderme de todos modos!

—¡Y por eso te envié a casa, pero no, la salvadora del pobre alfa en brava tenía que ir con sus malditas feromonas a lavarme la cabeza!

Karin se levantó, furiosa y avergonzada, luchando para que las lágrimas no se agolparan en sus ojos.

—Pues te jodes.

Lo que siguió fue digno de una de las novelas latinas que tanto le gustaban a Yuzu: Karin se levantó, Toushiro fue detrás de ella, la rodeó e impidió que fuera a la cocina, ella le lanzó todos - absolutamente todos - los cojines del sillón y armó un verdadero desmadre. Por su lado Karin le gritaba, furiosa, que dejara que el maldito vínculo se diluyera y ya, que lo dejaría en paz. Toushiro argumentó que por el periodo de seis meses estaría detrás de ella y Karin, como había dado su palabra, debería afrontar las consecuencias.

—Entonces una única mordida y ya, en seis meses no lo renovamos y nos aguantamos las rutinas a la nueva de Dios: con droga y apego. — Karin solucionó, agitada, tras lanzarle todo lo posible. — Nos hacemos cargo estos seis meses y luego sólo… no lo renovamos.

—En vez de alargarlo un año y medio, sólo será medio año. —Racionalizó. —Me parece bien.

—Eres un idiota, estúpido—Le riñó, ofendida por la manera en la que se había dirigido a ella.

—Y tú que te crees una jodida sabelotodo. — Masculló.

Toushiro abandonó la casa conteniendo sus ganas de dar un portazo y Yuzu pronto se dio cuenta de que el plato extra en la mesa no haría falta por un tiempo más. Karin entró alterada, pero se sentó y tras un par de cucharadas de la deliciosa sopa miso de su hermana, se serenó. Ella sólo había querido ayudarlo, no había sido una metida de pata tan mala: sólo tendrían que llevar ese vínculo incompleto hasta el final del verano y volverían a la normalidad.

A mitad de la noche, con su padre roncando a pata suelta al final del pasillo, Karin se metió a hurtadillas al cuarto de su hermana, Yuzu la esperaba, pese a que la morena no le había dicho nada. Allí, cubiertas por las mismas sábanas, la mayor de ellas la relató lo que había pasado la noche anterior, salvando algunos detalles que prefirió guardar para sí misma y Toshiro.

Lo que pasa en las rutinas era vergonzoso, y bien podía dejarlo para sí misma. No era demasiado relevante de todas maneras, aunque le diera una sensación rara en su vientre bajo.

Yuzu la escuchó atentamente, como la hermana comprensiva y atenta que era, sólo para reñir a Karin tan pronto como terminara.

—¿Y por qué no volviste, hablaste con papá, o sólo te quedaste alrededor a una distancia segura?

—Me pareció bien, un vínculo incompleto nos servía a ambos.

Yuzu no podía ver bien en la penumbra, pero sabía que la morena estaba avergonzada.

—Estaba convencida de que era así, ¿vale? No es tan malo, sólo es hasta el verano que se desvanezca y ¡pum! todo a la normalidad.

La castaña se abrazó a su hermana, quién parecía más humillada que otra cosa y se dio cuenta que aún permanecía el olor del peliblanco sobre ella. Le pareció extraño que ella no se percatara, y aunque no era un olor desagradable, se sintió sumamente fuera de lugar para ella. Se acomodaron en la cama y se durmieron como solían hacerlo cuando eran niñas: una junto a la otra.

Toshiro nunca se había sentido tan incómodo como el periodo de química. Si bien Karin tenía razón y el cambio temporal del acuerdo no modificaba el acuerdo en sí, no podía evitar encontrarse molesto por alguna razón. Se obligó a racionalizar las cosas como el ser lógico que era: una vez diluída la marca, Karin aún podía proporcionarle apegos aunque él no pudiera ayudarla a postergar su celo.

Karin llegó justo antes de que la profesora cerrara la puerta y él lo supo mucho antes de poder siquiera verla: podía olerla y sentirla con plena consciencia. Ella ocupó su sitio junto a él y abrió la carpeta de trabajos prácticos que habían acumulado a lo largo del año para ayudarse en ese examen integral. Quimica era la mejor materia de Karin.

—Buen día, Tosh. — Ella saludó, como si la noche anterior no lo hubiera reventado a cojinazos.

—Buen día, llegas tarde.

—Llegué a tiempo ¿No me viste?

Sí, estaba de mal humor. Sin embargo, mejoró rápidamente mientras avanzaban en los puntos del examen que, luego, daría pie a la clase de consulta. Para el final de la clase estaba listo para disculparse por su exabrupto. Sabía que Karin era su amiga y había intentado ayudarlo, había dejado que él durmiera sobre ella, la apretara y, bueno, absorbiera tanto de ella como le fue posible sin recriminarselo.

Karin no había hecho nada malo, para el caso, el único en exceder límites había sido él.

—Oye. — Llamó, mientras la profesora se agrupaba al fondo para explicar un problema que ellos habían resuelto sin problema.

—Dime.

—Yo… lamento lo de ayer, exageré las cosas. Tú no hiciste nada malo, ¿sabes? — Toushiro hizo contacto visual con ella y agradeciendo que nadie les prestara atención, adicionó: — Yo fui quien abusó de tu buena voluntad: lo lamento, y entiendo si quieres hacer de cuenta que no pasó nada.

Karin llevaba una polera blanca, con cuello, debajo de la camisa del uniforme para cubrir los moretones que él le había hecho. Él la había mordido pese a saber que iba a dolerle muchísimo. Y lo había disfrutado.

—Que no podamos prolongarlo, y yo no pueda beneficiarme, no quiere decir que no vaya a ayudarte. Acepto tus disculpas, pero sólo por ello me vas a invitar a comer hoy, y mañana, y quizá toda la semana.

Así de fácil se reconciliaban, como si la mordedura en su cuello no palpitara. Eran amigos, muy buenos amigos, siempre lo había sido. Esto no era nada más que una aspereza que iban a sobrellevar los próximos meses. Una arista de la cual se reirían y harían chistes en la universidad: "¿te acuerdas cuando nos vinculamos a medias? ¡qué tontos!" y ya.

Lo cierto es que ninguno de los dos se tenía idea de lo que un vínculo incompleto podía hacer. Pero lo averiguarían.

Buenas, buenas. Estoy incursionando en el omegaverse, cómo llegué acá, no sé, mucho fanfic. Pero hoy, mientras intentaba actualizar Las Flores también arden, este pensamiento intrusivo vino a mí. Así que tres horas después, acá estamos. No sé si seguirlo o dejarlo como capítulo único, supongo que dependerá del recibimiento. Mi data es toda fanfiquera, así que: que me juzgue Dios, porque el pueblo no puede. Muchos besos, espero sus comentarios 3