Este va por las amigas que no tienen un buen día 3
Espero que os vaya gustando la trama porque sinceramente, me siento y la historia me va saliendo un poco sobre la marcha, estoy tan intrigada como vosotras xD
La caída de la torre
Antes de que Harry y los aurores terminaran con los testigos, un patronus incorpóreo llegó hasta él y, en una voz metálica e irreconocible, le susurró.
—Cementerio del Valle de Godric, ahora.
Al instante el auror desapareció y Blaise cerró los ojos y suspiró.
—Por fin.
Nada más aparecer en el cementerio, aquel lugar en el que años atrás él y Hermione habían pasado la Nochebuena visitando las tumbas de sus padres, Harry desenfundó la varita y apuntó al mago que estaba en el suelo.
No hacía falta.
Jadeante y no en las mejores condiciones, Anthony Goldstein estaba sobre él, apuntándole con la varita sin que le temblara el pulso.
—Te tengo, cabrón —siseó con la bota sobre el tórax de Rodolphus Lestrange.
El ex mortífago tosió y escupió sangre hacia un lado, después sonrió. Tenía los dientes enrojecidos y volvió a toser apoyando la cabeza en el suelo de tierra.
—Llegas… tarde —dijo con lo que parecían ser estertores —él ya… él ya —tosió de nuevo y volvió a escupir —ya me ha matado —inspiró hondo tratando de tomar aire.
—¿Quién? —preguntó Anthony.
—¿Dónde están? —intervino Harry acercándose al moribundo y apoyándose en una rodilla para poder estar más cerca de él —¿Dónde les tienen? Vamos Lestrange, si él te ha matado ¿No quieres darle tú el último tiro? —se corrigió sabiendo que no entendería la analogía —lanza tú la última maldición.
—La fortaleza —su respiración sonaba cada vez más extraña y su pecho emitía distintos pitidos —están en la fortaleza que el Ministerio arrebató a los Nott —tosió una vez más —nadie.. nadie la usa, está medio en ruinas… pero es segura, las mazmorras… y el salón… —se rió como si encontrara gracioso un chiste que nadie más entendía.
—¿Quién es? —preguntó Harry de nuevo —¿Quién está detrás de todo esto?
—Él… es él… él se cree… muy listo pero no es nadie —tosió —nadie, solo es un loco y ni siquiera es un gran mago.
Un borboteo de sangre escapó de su boca casi ahogándole y, con una última y brusca inspiración, Rodolphus Lestrange murió.
—¡Maldita sea! —Anthony le dio una patada y se alejó maldiciendo en distintos idiomas.
Harry, a quien la vida le había enseñado a tener más respeto por la muerte, incluso la de sus enemigos, cerró los ojos del ex mortífago y, transfigurando una hoja en una capa, con más dificultad de la que le hubiera supuesto a Hermione, cubrió el cadáver y mandó un patronus a Katie para que fuera a recogerlo con un equipo.
—¡No sabemos quién! —exclamó furioso el agente.
—No sabemos quién —dijo Harry — Pero sabemos dónde. Además, necesito que te tranquilices —añadió con su autoritaria voz de auror —se han llevado a Ginny y a Luna también.
Aquello pareció traer de vuelta al Anthony que Harry conocía.
—¿Qué? ¿Cuándo?
—Hace menos de dos horas —se frotó la cicatriz y se apartó cuando Katie llegó con un par de compañeros para llevarse a Lestrange —gracias Katie.
—Te avisaré cuando sepa algo —dijo ella en respuesta.
Harry asintió en su dirección y se giró para hablar con Goldstein.
—Tenemos que ir ya a la fortaleza. Si le maldijeron antes de irse…
—Saben que ha podido hablar.
—La rapidez es fundamental.
Harry mandó un patronus y ambos se aparecieron al segundo.
—Bueno, tú eres el espía —dijo Harry —he aprendido que saber delegar en las virtudes de los demás en una virtud en sí misma —sonrió con tristeza —probablemente yo intentaría entrar sin pensarlo demasiado y activaría todas las alarmas que haya en este condenado castillo —inspiró hondo —hay que ser lo más discretos posible… la vida de nuestros amigos está en juego.
Anthony asintió y señaló una de las almenas
—Espérame aquí —susurró cerca de su espalda —cuando veas la señal te apareces justo allí —voy a entrar y a desactivar cualquier cosa que impida la aparición en ese punto. Solo ese punto, Potter.
—Está bien —replicó el auror —¿Qué señal? —preguntó pero Anthony ya se había ido —perfecto —masculló con cierto fastidio —pensé que todo aquello de las frases misteriosas para pensar había terminado con Dumbledore.
Pegó la espalda al tronco de un árbol y deseó tener ese hechizo desilusionador que parecían aprender en el SISA. No era demasiado justo que sólo ellos tuvieran ese conocimiento cuando no eran, ni de lejos, los únicos que se exponían al peligro a diario.
Intentó estar atento a los sonidos de su alrededor y no pudo por más que agradecer el clima de Inglaterra que había oscurecido el lugar porque, siendo como era poco más del medio día, ni siquiera podía camuflarse entre las sombras de la noche para intentar pasar desapercibido en caso de que alguien saliera a pasear.
No habían pasado ni cinco minutos cuando la rama del árbol le golpeó en la mejilla una vez, dos.
¿Esa era la señal?
Le dio una tercera vez y Harry le devolvió el golpe.
—Ya lo pillo ¿Vale? —frunciendo el ceño se apareció al lado de Anthony —no hacía falta la insistencia.
—No parecía que hubieras entendido la señal a la primera, Harry.
—¿Sabes Anthony? Creo que has pasado demasiado tiempo con Malfoy estos años.
Él rió bajito.
—No es un mal tipo, después de todo.
—Tengo mis reservas al respecto —murmuró el auror.
—Es por aquí —Goldstein señaló una abertura que en el pasado debió haber sido una puerta pero que ahora estaba medio derruida —ten cuidado porque no parece demasiado seguro.
—La verdad es que tiene pinta de ir a desmoronarse en cualquier momento.
—Hay que conseguir llegar a las mazmorras —murmurando para sí mismo, Anthony lanzó un par de hechizos desilusionadores —tienes que ser silencioso.
Harry sonrió.
—Puede que no sepa hacer este hechizo, pero llevo usando una capa de invisibilidad desde los once años, puedo ser sigiloso.
—Bien, vamos entonces. Dado que no puedes verme y yo no puedo verte a ti y que darnos la mano podría resultar… incómodo, ve delante y yo me agarraré a tu túnica ¿De acuerdo?
—Está bien, sujétate entonces.
Así, unidos como dos escolares sujetos de la túnica para no perderse, bajaron las escaleras, rezando porque ninguno de los inquilinos del ruinoso castillo decidiera subir a tomar el aire.
Después del descenso llegaron a lo que antaño debió haber sido un dormitorio enorme y que ahora parecía ser un solarium dado que la mitad de la sala estaba al aire libre y la otra mitad daba acceso a una habitación con media puerta podrida.
Harry fue hacia allí y, con cuidado de no tocar la madera, pasó de lado sintiendo como Anthony, tras él, tiraba de su túnica para avisarle de las pisadas que se acercaban.
Ambos se pegaron contra el muro y esperaron.
Frente a ellos, una bruja a la que Harry no conocía, caminaba erguida, con la varita en la mano y cara de pocos amigos, refunfuñando en voz baja mientras vigilando la zona.
Sin pensarlo, Harry agitó la varita con un hechizo no verbal y la bruja se desmayó casi a sus pies, antes de que cayera al suelo, con un wingardium leviosa la levitó para evitar que el ruido alertara a cualquiera que pudiera estar por allí.
—Claro por qué no —susurró Anthony con fastidio.
—Créeme, es mejor ir quitando de en medio a todo el que podamos de uno en uno —dijo Harry en respuesta.
Desarmó a la mujer, la silenció, convocó unas cuerdas para dejarla atada como si fuera un cordero y la metió en los restos de lo que debió haber sido un armario.
—Sigamos —murmuró —¿Anthony? Mierda, olvidé que no podemos vernos.
Una mano golpeó su cabeza y se sobresalto.
—¿Qué crees que haces?
—Prefería buscarte por arriba, Harry —carraspeo su amigo —no quería andar tocado lo que no debía —dijo con una risita.
—Imbécil —masculló el auror volviendo a caminar hacia el pasillo por el que había llegado la mujer.
Continuaron desarmando y noqueando personas en su bajada a las mazmorras dejando fuera de juego a una bruja más y cinco magos lo que hacía un total de siete menos a la hora de luchar con lo que fuera que hubiera allí abajo.
—Calculo que en menos de cinco minutos llegarán los aurores —susurró Harry pensando en el tiempo que llevaban allí —no serán sigilosos.
Escuchó el gruñido de Anthony a su espalda.
—Tenemos que bajar, no podemos arriesgarnos a que hagan daño a los rehenes, prefiero que huya, sea quien sea, a que suceda algo peor.
—Nos separamos entonces—dijo el agente —baja a por la gente, yo seguiré buscando y no esperéis por mi.
No le dio tiempo a responder, sintió cómo soltaba el agarre de su túnica y, aunque no le escuchó, supo que se había alejado.
Sin pensarlo más, Harry siguió bajando otro piso y llegó a lo que supuso era la planta baja. Ahora solo quedaba encontrar el acceso a las mazmorras, algo que no era del todo difícil teniendo en cuenta que apenas quedaba castillo en pie y a resguardo.
Vio a su izquierda una sala que debía haber sido la entrada a las cocinas cuando el lugar era habitable y, justo allí, entre un doble arco por el que podía escuchar voces, había un agujero oscuro donde se apreciaban los escalones que daban acceso a lo que debían ser las mazmorras.
Se acercó, tentado de asomarse a ese lugar en el que podía escuchar a Grayback y se aferró a la varita con fuerza.
No era el momento, debía ser juicioso y esperar a los refuerzos.
Antes de poder pensarlo nuevamente, corrió escaleras abajo y tuvo que contenerse para no maldecir en voz alta al ver el laberinto de celdas y escuchar los gemidos y lamentos que había allí abajo.
Lo primero que encontró fue un cubículo donde Viktor Krum estaba sentado en el suelo con la mirada perdida. Aquello le alegró en cierto modo porque, aunque al igual que Hermione se negaba a pensar que el antiguo jugador y amigo fuera culpable de cualquiera de los cargos que se le imputaban, era inevitable la duda ya que, en el fondo, ni siquiera sabían el objetivo de todos aquellos ataques y raptos.
Dejando atrás a Viktor, ya que fuera cual fuese el hechizo que tenía sobre él no iba a poder revertirlo sin información y más les valía tenerlo encerrado que luchando contra ellos, bloqueó la celda y continuó caminando.
Tragó saliva al ver a Dean y supo, sin género de dudas, que, fuera lo que fuese aquel ser, no era su amigo pese a utlizar su cuerpo.
Contuvo las emociones que amenazaban con superarle y bloqueó también las rejas.
Necesitaba encontrar a Ginny y a Luna ya que esperaba que no estuvieran en las mismas condiciones en las que estaba Viktor y en las que sabía estaría Pucey, ellas podrían ser de ayuda.
Giró un recodo y vio a la rubia. Parecía estar en perfecto estado, también tenía la mirada perdida pero aquello era algo habitual por lo que Harry probó suerte y habló en voz muy baja.
—¿Luna?
La vio parpadear y mirar a su alrededor ladeando la cabeza, como si tratara de entender lo que ocurría.
—Luna —volvió a decir
—Realmente Harry —murmuró la joven en un murmullo apenas audible —espero que estés bajo la capa de invisibilidad y no muerto, me daría mucha pena que fueras un fantasma.
Él cerró los ojos pidiendo fuerzas a Dios o a quien fuera que le escuchara, debería habérselo visto venir, en realidad.
—Acércate a la puerta —ella lo hizo y Harry metió la mano entre los barrotes para darle una varita que se hizo visible en las manos de ella —espera aquí mientras intento encontrar a Ginny, cuando los aurores ataquen sal y ayúdanos.
—Qué emocionante —dijo la bruja —es como volver a formar parte del ED —sonrió casi con tierno anhelo —lo haré Harry, puedes contar conmigo.
—Lo sé, Luna.
Encontró a Ginny dos celdas más al fondo, por suerte, la pelirroja era mucho más pragmática.
—Oh Dios mío Harry ¿Por qué has tardado tanto? —preguntó corriendo hacia la puerta —abre esta maldita celda.
—Shhh aun no, Gin —le dio la varita —cuando llegue la caballería sal ¿Vale?
—¿Vas a traer caballos? ¿Por qué?
Harry rodó los ojos alegrándose de que no pudiera verle.
—Es una forma de hablar, llegará mi equipo.
—Ah, de acuerdo ¿Seguro que no puedo ir a ayudarte ahora?
—No tengo ni idea de usar hechizos de invisibilidad y la persona que los ejecuta está… ocupada.
—No sabía que existían esos hechizos…
—Ni yo —murmuró —recuerda, en cuanto haya movimiento sal, Luna también está lista.
Logró la ayuda de cinco magos más, sobre todo teniendo en cuenta que no sabía que cuatro de ellos estaban allí ¿En qué momento habían secuestrado a Zacharias Smith y a Ernie Macmillan? A Zacharias no le dio ninguna varita porque, después de la forma en la que había huido en la Batalla de Hogwarts, no se fiaba de que se quedara a luchar y suponía que en cuanto tuviera la posibilidad huiría de allí sin volver la vista atrás, pero sí se la dio a Ernie, a Cho y a Nigel Wolpert, antiguos miembros del ED de los que nadie había reportado aun la desaparición. También reclutó para su pequeña rebelión a dos magos mas que le parecieron bastante aptos y a los que conocía de vista del Ministerio.
Ni bien hubo dado la última de las varitas, el caos se desató con un bombarda que reventó uno de los muros.
Sí, la caballería había llegado y, tal y como dijo Harry, el sigilo no había formado parte de su plan.
Corrió por los pasillos buscando la escalera de acceso porque, si había alguna posibilidad de regresar a ese salón y capturar a alguno de los que había por allí quería estar en medio de la batalla.
—¿Ginny?
Tropezó con Blaise Zabini que, sin verle, gruñó al sentir el golpe y varita en ristre, echó a correr por el pasillo buscando a la pelirroja.
—Santo Dios —dijo Harry sacudiendo la cabeza —ni siquiera voy a preguntar.
Prefería no saber cómo el moreno había llegado allí y por qué su equipo le había dejado ir hasta una base enemiga potencialmente peligrosa.
—¡Sienna! —le dijo a su compañera.
—¿Harry? —ella miró hacia donde estaba, confusa —¿Estás ahí? Te veo algo… borroso.
Él se dio cuenta de que el hechizo comenzaba a desvanecerse y su cuerpo empezaba a ser ligeramente visible.
—Luego te cuento. Vamos arriba ¡Harvey! Saca a todos de aquí, menos a Adrian Pucey, Viktor Krum y… —vaciló —Dean Thomas. Necesitamos saber qué les pasa antes de abrir sus celdas.
—Hecho —dijo el auror marchándose con tres aurores más a cumplir la orden.
Cuando llegaron al piso superior las maldiciones iban y venían de lado a lado.
Nott había sellado el castillo impidiendo que cualquiera pudiera entrar o salir y había convertido el lugar en una ratonera.
No en vano el terreno estaba unido a él por magia de sangre.
—Te juro que voy a hacerme unas putas botas de piel de lobo contigo, Grayback —estaba gritando al hombre lobo mientras de su varita salían hechizos sin control como si de una metralleta se tratara.
Grayback estaba parapetado tras una mesa volcada pero parecía tener serias dificultades para evitar las maldiciones del joven Nott.
Viendo que aquello estaba cubierto, Harry continuó esquivando hechizos. Lanzó algunas protecciones sobre sus compañeros y desarmó a un par de magos desconocidos que trataban de atacar por la espalda a Theo antes de continuar hacia el salón.
—¡Cuidado! —Sienna le apartó de un empujón llevándose por él un desmaius que la dejó tirada en el vano de la puerta.
Harry levantó la vista y vio a Adrian Pucey en medio de la sala lanzando hechizos de forma automática.
—¡Theo! —gritó al ver que el agente le apuntaba con la varita.
Demasiado tarde, Nott cayó y en cuanto lo hizo, las restricciones que había impuesto sobre el castillo se esfumaron y todos aquellos que no estaban reducidos, muertos o noqueados, se aparecieron al instante.
Mientras, en las mazmorras Blaise había conseguido encontrar a Ginny cuando ella abría una de las celdas.
—Joder, pelirroja —tiró de ella, la aplastó contra su pecho y la abrazó con tanta fuerza que la bruja pensó que se quedaría sin respiración —que susto me has dado, maldita sea —murmuró en un susurro grave.
Ginny tragó saliva al sentirle y cerró los ojos devolviéndole el abrazo.
Merlín…
Llevaban años siendo amigos pero nunca se habían tocado de ese modo, nunca había sentido el calor corporal del hombre calentándola de la cabeza a los pies, ni la dureza de su torso o el agarre firme de sus brazos.
La aspereza de su mandíbula rozaba la frente de Ginny y el aliento cálido y mentolado acariciaba la piel de su rostro con cada jadeante respiración que salía de entre sus labios.
Él era más fuerte de lo que había imaginado, su olor era ligeramente amaderado, incienso cálido, madera de cedro, ambar y vetiver.
Inspiró hondo y se apretó contra él dejando que el miedo que había sentido en las últimas horas se disipara pegada a ese hombre que, inesperadamente se había convertido en el áncora a la que podía aferrarse en los malos momentos.
Ginny Weasley era fuerte, independiente y autosuficiente, pero esa parte femenina y vulnerable que no sabía que tenía, estaba aflorando en ese instante, buscando el consuelo y la calma que él parecía brindarle.
—¿Estás bien? —Blaise, ajeno a la multitud de emociones que estaban desbordándose de ella, se apartó para abarcar sus pecosas mejillas con las manos y le ladeó la cabeza de lado a lado, buscando en su piel y sus ojos la confirmación de que todo estaba en orden —¿Te hicieron algo?
Ella volvió a tragar saliva y se dio cuenta, con espanto, que estaba a punto de llorar.
¿Qué demonios le pasaba? Inspiró hondo tratando desesperadamente de controlar sus emociones y, para su más absoluto horror, un incontrolable sollozo salió de entre sus labios. Los mordió en un vano intento de parar, pero él únicamente pasó los pulgares bajo sus párpados en un gesto terriblemente tierno y le beso la frente antes de envolverla de nuevo entre sus brazos.
—De acuerdo, pelirroja —murmuró con suavidad —te tengo.
Ella le abrazó, en aquella ocasión con más fuerza y dejó que las lágrimas sirvieran de catarsis, que el miedo que había sentido al rememorar el pasado se extinguiera, que el terror de verse allí, de que todo pudiera comenzar de nuevo, de que pudiera perder a alguien más del modo en que había perdido a Fred, se diluyera en aquel llanto inesperado, que limpiara las últimas horas de inseguridad y pánico.
—Vale —dijo al cabo de unos minutos —creo que ya estoy mejor —suspiró y dio un paso atrás buscando la oscura mirada del hombre que seguía con las manos en su cintura, reacio a dejarla marchar —Gracias —su voz estaba ronca y débil, nada parecida a la Ginny de siempre.
—Siempre —respondió con media sonrisa —estaba aterrado —añadió pasando un mechón de pelo liso y pelirrojo tras su oreja —pensé que te había perdido incluso antes de poder decirte lo mucho que quiero tenerte —murmuró en un susurro tan bajo que Ginny llegó a pensar que lo había imaginado.
Inspiró con brusquedad y su corazón golpeó contra su caja torácica con tanta fuerza que no pudo evitar apoyar la palma de la mano allí, asustada.
—Tú… ¿Cómo… qué has dicho? —preguntó con voz entrecortada.
Él se dio cuenta de la forma en la que el pulso latía descontrolado en el cuello femenino y se sintió algo más seguro que antes.
—Solo quería irme a Italia porque no soportaba la idea de ver cómo te casabas con Potter —dio un paso hacia ella y se arriesgó a ser rechazado cuando sus labios quedaron a milímetros de distancia —pero el que hayáis cancelado el compromiso me hace ser… optimista en cuanto a mis oportunidades —susurró rozando apenas su boca al hablar —responde a la pregunta que te hice esta mañana ¿Te sientes atraída por mi, pelirroja?
Ginny, sin dejar de mirar aquellos ojos oscuros y pecaminosos solo pudo murmurar.
—Sí.
Le sintió sonreír un segundo antes de que sus labios, gruesos y cálidos, se amoldaran a los suyos con suavidad en el beso más casto y dulce que nadie le había dado jamás.
—Bien —sus alientos se entremezclaron cuando él volvió a hablar —¿Te arriesgas a ver dónde nos lleva eso? —los dedos del hombre dibujaron arabescos por los costados de Ginny bajo la túnica y su lengua dibujó el contorno de sus labios.
—Sí —volvió a susurrar.
—Gracias a Merlín.
El siguiente beso fue todo lo contrario al anterior. Fue carnal, lascivo y lleno de una sensualidad que hizo que las piernas de Ginny temblaran y su corazón se saltara un latido.
Los besos de Blaise eran puro erotismo, su lengua tentaba, buscaba, exigía respuestas con una tierna insistencia que la hizo gemir.
—¿En serio? —la voz de Cho Chang sonó al lado de ambos —¿No hay otro sitio para enrrollarse que unas mazmorras en medio de una lucha? ¿Qué está mal con vosotros? —bufó y entonces se dio cuenta de quienes eran —¿Ginny? —se echó hacia atrás, estupefacta —Ehhh ¿Sabe Harry que estás mmm comiendote a Blaise Zabini aquí abajo? —arrugó el ceño, viéndose tan incómoda como se sentía —esto.. quiero decir, tengo entendido que vais a casaros y eso…
—Nosotros rompimos el compromiso —dijo poniéndose a la defensiva.
Puede que ya no estuviera con Harry pero siempre había sentido cierta animadversión por esa Ravenclaw que le miraba con ojos de cachorrito.
—Vaya —vio el alivio en sus ojos rasgados —menos mal —suspiró —puede que Harry y yo no hayamos vuelto a vernos en años pero siempre he creído que es una gran persona y no me gustaría que lo pasara mal.
Ginny se relajó porque pudo apreciar la sinceridad en la voz de la mujer.
—A mi tampoco.
Ambas se sonrieron. Nunca iban a ser las mejores amigas, pero al parecer compartían el cariño hacia ese hombre que dejaba una huella imborrable de pura bondad y buenos deseos.
—Bueno yo… creo que voy a ayudar por allí —dijo Cho señalando el pasillo a su derecha —tal vez podríais dejar las… esto… muestras de afecto para otro momento —sonrió con una mueca irónica — por el bien común y todo eso.
Se marchó a la carrera y Ginny, completamente sonrojada, miró a Blaise que no tuvo reparos en reír a carcajadas.
—Eso sí fue incómodo ¿Eh, pelirroja? Te apuesto a que…
—¿En serio, Zabini? —preguntó Ginny cruzándose de brazos y olvidando momentáneamente el epifánico beso que habían compartido —¿Crees que es momento de empezar a apostar? creí que ya habíamos dejado claro que debías dejar las apuestas.
—Eh… a ver, no vamos a empezar con buen pie si quieres coartar mi libertad de esa forma.
—¿Empezar qué? —preguntó ella repentinamente alerta.
Blaise sonrió, esa sonrisa de hoyuelos que sabía que le abría todas o casi todas las puertas.
—Lo que quieras que sea esto.
Y Ginny olvidó que se había enfadado y se encontró sonriéndole en respuesta hasta que un gritó la sacó de su ensimismamiento.
—¿Qué ha sido eso? —preguntó él.
—Me pareció la voz de Luna.
Echaron a correr hacia las escaleras y llegaron al piso superior donde los aurores estaban dando paso a un grupo de medimagos y sanadores para que se llevaran a San Mungo a los heridos.
Vieron a Harry que también se acercaba al lugar en el que la rubia había caído de rodillas y lloraba de forma desconsolada con la cabeza hundida en el pecho de Theodore que, tumbado boca arriba estaba inmóvil en medio de lo que había sido el salón de los Nott.
Sintiendo una repentina debilidad, Blaise se acercó tambaleante al cuerpo de su amigo y le miró atentamente.
Fue solo un instante, apenas un movimiento leve e imperceptible, pero las pestañas del castaño se agitaron lo justo para que Zabini volviera a respirar.
—Está bien —dijo apoyando una rodilla en el suelo y una mano en la cabeza de Lovegood —está vivo, Luna —habló con calma, casi con ternura, de la forma en la que hablaría a un niño perdido y aterrado —pon tu mano en su pulso mira, aquí —con movimientos lentos y pausados tomó los dedos de la joven y los llevó al cuello de su amigo donde su corazón latía aún —Dejemos a los medimagos que le echen un vistazo ¿Vale?
La tomó en brazos y se alejó con ella mirando a Ginny por encima del hombro.
—¿Cuándo ha ocurrido esto? —preguntó ella a Harry que, a su lado, veía como el antiguo Slytherin se alejaba con la bruja.
Harry, que se veía cansado pero bastante contento con el resultado del conflicto sonrió con cariño.
—Supongo que mientras ocurría lo tuyo con Zabini.
Cómo si fuera una cerilla, ella se prendió y su rostro se coloreó tanto como el de Ronald. Harry no pudo evitar reír incluso después de que ella le diera una colleja y se marchara refunfuñando.
