Cuando Rey imaginó cómo sería su primera visita a la comisaría, pensó que sería exclusivamente por el descubrimiento de sus crímenes.
Apresada y escoltada por varios policías. Rodeada de millones de periodistas intentando sacar fotografías desde todos los ángulos mientras la bombardeaban con toda clase de preguntas en busca de una respuesta para colocarla en la primera plana de sus respectivos periódicos.
Familias maldiciéndola, deseándole una larga condena en prisión o incluso la pena de muerte en el veredicto de su juicio.
También se imaginaba que habría algunas personas alabándola y repudiando a los policías por capturarla, sorprendidos al descubrir que el asesino serial bautizado como "El cazador" era una mujer que vestía faldas.
Pero, jamás se le pasó por la mente que sería por cargos en su contra de su vecino.
Porque si, el malnacido la había delatado de la confrontación que habían tenido, pues a los pocos días apareció una llamada por parte de la comisaría sobre un asunto pendiente en su contra.
En ese instante Rey no tenía la mas mínima idea de que trataba la extraña citación, por lo que, lo primero que se le vino a la mente fueron todas ls caras de las personas que había asesinado.
¿Acaso… la habrían descubierto?
La respuesta era bastante obvia. Un rotundo no. A un criminal de esa categoría jamás le enviaban citaciones para resolver asuntos de esa índole. Era estúpido. Si la policía hubiese descubierto en ese instante que Rey era una asesina serial, hubiera ido a por ella con escándalo. Patrullas por doquier y una solicitud poco amistosa para que saliera de su casa. Lo más sensato era pensar que había una infracción de tránsito de por medio, lo más cercano a pasar un semáforo con luz roja o estacionarse donde no debía hacerlo.
Para no preocupar a su jefe y no dar demasiadas explicaciones, le pidió el día libre al señor Han con la excusa de necesitar realizar unos trámites de última hora (no sabía con exactitud cuánto tiempo le iba a tomar arreglar el problema. Mejor era pedir todo el día que simplemente parte del turno de la tarde). Él no se lo pudo negar, y le dio el visto bueno. ¿Cómo iba a rechazar tan simple solicitud a la mujer que últimamente lo estaba sacando de aprietos al momento de rellenar cupos? Sería insólito.
El camino a la comisaría fue expedito. La ruta hacia su destino estuvo poco transitada, llegando a la brevedad sin ningún tipo de contratiempos. Se estacionó cerca de la entrada, en uno de los tantos puestos a disposición (se notaba que no había mucho personal rondando). Quería salir rápido cuando terminara todo el embrollo y evitar en lo posible que alguna persona conocida la reconociera por los alrededores. Si es que ese era el caso, claro.
De las pocas veces que Rey tuvo la oportunidad de incursionarse por esos lugares tan retirados de su zona de confort, el establecimiento seguía con la misma pinta y del mismo tamaño, propicio para pertenecer al cuadrante correspondiente al sector.
Al momento notó que el lugar estaba casi desolado, con poco movimiento por los pasillos para su buena fortuna. Rey fue directo al puesto que tenía luces de ser la recepción, donde había una mujer detrás de un mueble algo tosco y descuidado trabajando. La mujer masticaba goma de mascar con bastante desgano, con cierto indicios de una mezcla de olor a ment y a nicotina de algun cigarrillo barato cual suponía Rey había fumado hacía un moderado rato. Estaba del asco.
—Hola, buenas tardes —la castaña saludó sin tener éxito alguno de llamar la atención de la mujer rodeada de papeles sumida en lo que sea que estuviera haciendo— Vengo a presentarme por una citaci…
—Nombre. —Interrumpe con una voz brusca sin distraerse en lo suyo.
—Re-rey Palpatine —titubeó.
La mujer dejó todo lo que estaba haciendo y comenzó a buscar entre unas carpetas la cita que suponía le correspondía a la muchacha. Después de unos segundos, sin decir una palabra, establecer contacto visual y ni hacer ningún gesto, se levantó y dejó completamente sola a la castaña. Pasados unos minutos, la recepcionista volvió con su cara malhumorada, con las manos vacías y una mirada despectiva de reojo por parte de ella.
—Por el pasillo, en la tercera puerta a la derecha.
Rey asintió en modo de agradecimiento y se encaminó sin detenerse hasta llegar a su destino. Cuando llegó al lugar que le señaló la secretaria uniformada, notó que era una sala y no una oficina, que en su interior sólo había un hombre en solitario sentado en uno de los tantos puestos disponibles esperándola. Tenía el aspecto de ser una sala para las víctimas (aunque Rey no lo era en este caso), pues las paredes eran de vidrio totalmente transparentes, cual dejaba a la vista de todo el paseo en pasillos y los rostros de aquellas personas ajenas a la comisaria.
El hombre que estaba al pendiente de su llegada no estaba con los mejores ánimos, sino, con cero entusiasmos de querer atenderla. Sin embargo, cuando la vio cruzando la puerta, intentó ser profesional con ella y la invitó a sentarse a las sillas que tenía enfrente.
—Asiento por favor
Se le notaba agotado y ojeroso, Rey podía apostar que aún no había vuelto a casa por ese rastro de grasa que se registraba en su frente y por el fuerte olor a sudor que emanaba en sus las axilas que resultaba bastante desagradable oler, más con ese aliento fuerte a café debido al consumo excesivo de cafeína para mantenerse despierto y la combinación con el aroma a cigarrillo barato que persistía en su aliento. A veces odiaba ser mitad animal Rey para estos panoramas.
—Gracias.
—¿Sabe por qué esta aquí? —inquirió el hombre sin tapujos. Al parecer, quería terminar rápido el asunto con ella.
Entendible, por su puesto.
Era un día domingo, y nadie en su sano juicio le gustaba trabajar los días domingos o días festivos. Exceptuando Rey. Que lo necesitaba para mantenerse distraída por lo que estaba viviendo.
—A decir verdad, no— le contestó Rey.
—Presentaron cargo contra usted por agresión física.
Rey frunció el ceño sorprendida y bastante confusa, casi insignada.
—¿Qué?
—Lo que oyó señorita Palpatine—repuso todavía con su fastidio encima.
—¿P-ero, qui-én?
—Craig Smith—respondió al hilo con algunos papeles en la mano que presentía eran sobre su acusación. — Señaló que usted invadió su propiedad, lo golpeó con una pala en el rostro y le quebró la mano también después con ella.
La castaña se quedó paralizada, pero no precisamente de la buena manera, pues al escuchar el nombre de su vecino salir de la boca del oficial, una furia avasalladora emanó en lo más profundo de su ser. Realmente no podía creer lo que estaba oyendo. ¿Era una maldita broma?
Si bien todo este tiempo había estado intentando acomodar su horario para encontrar el momento propicio para darle sus respectivas disculpas a Marta por el altercado, nunca pensó que Craig sería un completo canalla como para denunciarla con la policía, a sabiendas de que ya tenía antecedentes por violencia doméstica en su nombre.
Y no solo eso. Craigh le habia mentido descaradamente a la policía acerca de lo que había ocurrido y omitido lo que él mismo le había hecho a su esposa. ¿En serio había dicho que lo agredió con una pala? Claro, como no podía quedar cómo menos hombre por ser golpeado por una mujer que era menos de la mitad de su grotesco tamaño solo con su puño, no encontró una mejor idea que inventar semejante cosa.
No podía lastimarla directamente, pero si mancharle los papeles para siempre con la difamación.
Vaya pelotas que tenía el malnacido.
—¡¿Qué dijo qu…?! —la cólera la sobrepasó, cambiando velozmente la intención de su entrecejo por una clara de molestia.
Si no fuera porque la silla cual estaba sentada Rey no tenía mangos de madera en sus costados, las hubiera hecho añicos por su exabrupto descontrol de ira. En menos de un segundo su estado de ánimo había cambiado drásticamente.
—Oficial— Habló un anónimo hombre a sus espaldas cerca de la puerta, anulando totalmente el drama que iba soltar por la difamación de la castaña.
—¿Qué sucede? —responde el sujeto en frente de la aludida, todavía molestó por la inesperada intromisión.
—Una mujer que menciona ser esposa de Craig Smith, quiere hablar con el que esté a cargo por las acusaciones que le otorgaron a la señorita llamada Rey Palpatine.
Rey se volteó intrigada para ver al otro personaje sin mencionar palabra. ¿Sería Marta?
—Tráela—ordenó.
El susodicho se retiró a la brevedad sin contratiempos. El oficial y la joven Palpatine se levantaron de sus respectivos puestos para recibirla. Rey intentó usar su olfato para quitarse la duda de si era su vecina o no, pero no le dio tiempo ni para concentrarse cuando Marta prácticamente ya estaba parada al lado de ellos.
—¡Señorita Rey! —se sorprendió su vecina al verla ahí parada. No esperaba para nada encontrarse con ella.
—Señora Mar…
—¡Oficial, por favor! ¡No tome en cuenta las acusaciones que levanto mi esposo en contra de mi vecina! —sonó afligida— ¡Ella simplemente hizo lo que hizo para protegerme! —intervino exaltada, lo que a Rey le sorprendió bastante.
Desde que compartían colinealidad junto a la casa de su vecina Marta, siempre se presentó ella al mundo cómo una persona callada poseedora de nula personalidad. Nunca levantaba la voz, o contradijo a su esposo. Sumisa a todo esplendor. Ni siquiera chillaba cuando él la golpeaba. Ni un solo ruido salía de su boca, todo lo contrario a como se mostraba ahora. Era otra persona.
—Lamentablemente, no puedo hacer tal cosa si no es por petición del demandante—responde el uniformado.
—¡¿Va a tomar en cuenta entonces las palabras de un hombre cobarde que violenta a una mujer hace más de veinte año?!
—No hay pruebas o denun…
—¡¿Quiere pruebas?! —se vio indignada, colérica—. ¡Pues aquí tengo las pruebas!
Marta, sin ningún tipo de vergüenza, comenzó a quitarse la ropa para mostrar todas las cicatrices y moretones que tenía medio sanar debajo de sus prendas. Los dos espectadores se horrorizaron al verlos.
Durante todos estos años, Craig se esmeró en mantener el cuerpo de su esposa cubierto de maquillaje y probar la resistencia ósea en varias ocasiones, incluso llegando a quebrarle las costillas cuando se enteró de que ella nunca podría darle hijos, y rompiéndole los dedos cuando ella no le preparaba la comida en ocasiones. Rey no pudo evitar sentir náuseas y el oficial tampoco pudo soportar estos desgarradores testimonios. No le quedó más opción que darle la razón a Marta y favorecerla quitándole todos los cargos pendientes a la mujer lobuna.
Marta también presentó cargos en contra de su esposo por violencia doméstica, y Rey, con la autorización de Marta, aportó a su testimonio su presencia en algunas escenas para que tuviese más peso y credibilidad una futura detención que podría obtener Craig por sus nefastos comportamientos. Le agradeció con todo su corazón el que la ayudase mientras el oficial anotaba toda la información que las mujeres les entregaba con toda clase de detalles. Su vecina no quería que nada quedara al aire cuando se presentara a un futuro juicio, sí es que todo este embrollo terminaba en tribunales.
Pareciera, que la ida a la comisaría estaba siendo más alegre y provechosa de lo que esperaba.
O eso pensó Rey cuando estaban casi por terminar la audiencia, ya que un segundo ante que el oficial levantara el lápiz para darle fin a la escritura, un aroma extremadamente familiar la congeló por dentro.
Estaba Ben en la comisaría.
Si bien, era obvio que las probabilidades de topárselo en las instalaciones eran demasiado altas ya que su trabajo consistía en capturar rufianes, nunca pensó que sus fines de semanas estarían ligados a pasearse por estos lugares. Mucho menos un domingo.
—Bueno señoras, esto sería todo. Le entregaré a mi superior su caso señora Smith, y lo presionare para que de una resolución en lo pronto para usted—dijo el hombre—Respecto a usted señora Palpatine, destruiré su expediente con las injurias en su contra.
—Muchas gracias oficial— lo agradecieron las mujeres al unísono.
—Me retiro. Buenas tardes, y que tengan un buen domingo.
Luego de despedirse adecuadamente, los tres salieron de la sala. El hombre se dirigió en dirección opuesta al pasillo que conducía a otras oficinas, mientras las mujeres se dirigieron hacia la salida. Al cruzar el umbral de la puerta, Rey pudo ver a Ben hablando con la mujer insufrible con una actitud bastante encantadora, pero no lo suficiente para que la recepcionista lo tomara en cuenta. Rey se maldijo a sus adentros. No tenía escapatoria; se lo toparía de frente cuando pasara por ahí con Marta.
Ben no tardó en darse cuenta de que dos mujeres caminaban hacia su dirección por el pasillo. El lugar estaba bastante vacío, por lo que cualquier movimiento resultaba llamativo, más para el pelinegro en este caso, pues la novedad de su esporádico lugar de trabajo en un día domingo, estaba siendo la presencia de la mujer que le estaba quitando el aliento y alarmado al mismo tiempo sus sentidos. No podía creerlo.
Pensó que estaba loco cuando se estacionó y vio que en unos puestos más allá del suyo el automóvil que estaba estacionado pertenecían a un modelo y patente que había visto hacía poco.
Ahora cuadraba todo.
Pero... ¿Qué estaría haciendo Rey en la comisaría? ¿Le habría pasado algo? De inmediato, se preocupó por ella. ¿Había tenido un altercado con un ladrón? ¿O algo peor, un intento de secuestro? Quería averiguarlo, pero no quería ser imprudente interrumpiendo la charla que tenían las mujeres en el corredor, a pesar de que Rey parecía haberse percatado de su presencia. Optó por hacerse el desentendido y escuchar a lo lejos lo que podría haber ocurrido.
—Gracias, señorita Rey —le dirigió la palabra Marta, tomándola del brazo a la castaña para que detuviera el paso— por ayudarme con la denuncia de mi esposo.
—No fue nada, señora Smith —respondió alegre la castaña—. Me alegra que haya encontrado el valor para hacerlo.
—¿Qué tal está su mano? —preguntó su vecina cambiando abruptamente de tema mientras invadía el espacio personal de la castaña tomándole la mano de Rey para examinarla. Eran solo vecinas, no amigas, como para que la tomara de esa manera.
—Eh... bien.
—¡No tiene ningún rasguño! —se impresionó abriendo gigantes los ojos—. Por un momento pensé que se había roto algún dedo cuando golpeó a Craig con el puñetazo. ¡Esos golpes dejan secuelas para alguien que tiene las manos tan finas como las de usted, señora Rey! ¡Tiene usted dedos de acero! Estuve preocupada todos los días que pasaron, pero nunca pude encontrarla en su casa para saber de su estado.
—Solo... sanó rápido, señora Marta —explicó todavía incómoda mientras se escapaba sutilmente de sus manos sin que se ofendiera—. Recuerde que han pasado varios días...
—Puede ser… Aun así, no deja de ser impresionante. Por lo menos para mi—dijo—. Cambiando de tema, Señorita Rey, no quiero ser una entrometida, pero noté que el señor Poe no ha estado en su casa hace algunas semanas —comentó su vecina preocupada. La susodicha no la estaba reconociendo. Marta jamás había sido muy parlanchina. — Se que no es de mi incumbencia saber que le sucedió a su esposo, pero, últimamente, según nuestros otros vecinos, han estado robando por el sector dónde vivimos, y me aterra saber que le pueda suceder algo sí es que llegasen a entrar a su casa y no tener una presencia masculina para que la proteja.
Rey se mordió la lengua para no mostrar su malestar por la observación de Marta y rogó a algún ser divino disponible que Ben no hubiera escuchado la información que la señora Smith había soltado en medio del pasillo. Podía oler a kilómetros lo que el pelinegro deseaba con ella.
—Oh, no estaba al tanto de eso —simuló sorpresa Rey—. Es muy amable de su parte que se preocupe por mi seguridad, señora Marta —sonrió—. Respecto a Poe, él ha estado ausente porque su padre está muy enfermo y como vive en el otro lado del país, desgraciadamente no puede cuidarlo y regresar a casa en este momento... —mintió.
—¡Pobre señor Poe! Le envío mis mejores deseos y fuerzas para que su padre se recupere pronto.
—Muchas gracias, señora Marta. Se lo diré.
—Bueno, señorita Rey, me retiraré —mencionó, acomodando su cartera—. Y discúlpeme por el mal rato. Juro que se lo compensaré.
—¡No se preocupe, señora Marta! Y no se disculpe, por favor. No fue su culpa.
—Lo sé... aun así, perdóneme —insistió—. Que tenga una buena tarde. Nos vemos.
—Para usted igual. —Sonrió Rey—. Nos vemos.
Marta se dio la media vuelta, caminó hasta donde se encontraba Ben y terminó doblando directo hacia la salida de la comisaría. No le dio ni tiempo para seguirla y que salieran juntas del establecimiento y ser la excusa perfecta para evadir al susodicho.
No pasó mucho el que Rey se encontrara con nueva compañía, Ben ya estaba a su lado con un rostro de preocupación absoluta.
A Rey se le revolotearon las hormonas, y toda la preocupación que traía encima por venir a la comisaria y que la vieran ahí metida, desaparecieron casi por arte magia cuando sus bellos ojos ámbar la miraron con auténtica inquietud por ella. Ben le hizo sentir por un fugaz instante ese tan ausente afecto que ha dejado Poe todos días fuera de casa.
—Hola ¿Todo en orden? —preguntó el joven Solo sin tapujos, anclando profundo sus ojos sobre la castaña. Seguían teniendo esos matices verdosos en sus iris, tan hermosos como la primera vez que los deslumbró aquel día que la conoció y tan características pecas a su alrededor de su tersa piel y labios finos pintados por su tono natural de rosa.
—Hola. Si, si —respondió—. Solo vine por… p-ara ayudar a mi vecina —mintió en parte—. Lamentablemente sufrió violencia doméstica…
—Oh… Una lástima. —mencionó incómodo y las pasiones se le apagaron al instante.
—Si… — suspiró—Bueno… me tengo que ir.
—Te acompaño a tu auto. —no esperó a que respondiera. Sólo se instaló a su costado y comenzó a seguirla cuando Rey emprendió su marcha a la retirada—¿Qué tal has estado Rey?
—Eh, bien... ¿Tu, que tal has estado? No te he visto por la cafetería. ¿Mucho trabajo?
—Demasiado. Si hasta estoy trabajando un día domingo. —Bromeó Ben.
—Un poco desconsiderado tu jefe ¿no?
—Bastante diría yo.
La pareja no tardó en llegar donde estaba aparcados el automóvil de la chica. Ni siquiera alcanzó el tiempo para buscar preguntas y rellenar silencios.
—Ben… Y-o, prefería que no le comentaras a tu padre que estuve hoy en la comisaría.
El pelinegro se extrañó por la inusual petición ¿Por qué querría ocultar la ayuda que le dio a una de sus vecinas? Sonaba algo ilógico. Aun así, no quiso preguntar por detalles para no incomodarla. Su relación todavía no tomaba confianza como para ahondar en su vida privada. Quería ser paciente con ella y cultivar una amistad sincera para que la ayudara en su investigación. O estar demasiado cerca para arrestarla si es que sus peores miedos respecto a ella eran más que ciertos.
—Claro, no hay problema con eso. No soy chismoso.
—Gracias… te lo agradezco mucho.
—¿Tienes algo que hacer el próximo fin de semana? —soltó el hombre la inquietud sin contexto previo, y Rey se extrañó en absoluto con la errática pregunta.
—Si, tengo un viaje que realizar—contestó de igual manera Rey haciéndose la desentendida por lo poco prudente—. ¿Por qué? —preguntó curiosa y con temor de por medio. La joven Palpatine estaba rogando que tal interrogativa no trajera con ella alguna proposición amorosa. Ya se estaba lamentando de haber abierto la boca como acto reflejo.
—Necesito tu ayuda.
—¿Mi ayuda? —preguntó la castaña extrañada—¿En qué te podría ayudar una simple camarera?
—Aunque no lo creas… en mucho. Pero te lo comentaré en su momento—sonrió— Bueno Rey, supongo, nos estaremos viendo. Un gusto haberte visto.
Sin mucho rodeo, Ben se reiteró sin esperar a escuchar las palabras de despedida de la joven Palpatine ni ver algún gesto de ello, dejando a la intemperie a una mujer de lo más extrañada a lado de su auto. La actitud la había desconcertado.
—¿Ok…?—Frunció el ceño confusa. Sin embargo, no le quiso dar más importancia de la necesaria. Sólo pensaba en largase cuanto antes de la estancia.
Ya dentro el pelinegro por una segunda vez en la comisaria, en su breve caminata a encontrarse con la recepcionista, rogó a sus adentro de encontrarla esta vez con mejor ánimo para que lo complaciera con sus exigencias.
Desde que Ben había llegado a la ciudad, intentó con ímpetu que la mujer cambiara su actitud utilizando sus mejores tácticas en el arte de persuasión para que el trabajo fuese más rápido, eficiente, y, por supuesto, la estancia fuera amena entre compañeros. Pero nunca pudo. Sin embargo, no perdía la fe y seguía intentándolo. Era entretenido para Ben seguir con la dinámica de amor y odio con ella. Jamás se cansaba.
—Oh, mi queridi…
—¿Qué quieres ahora Solo? —interrumpe de mala gana sin siquiera levantar la frente a mirar al camarada.
El hombre carcajeó a sus adentro y no se pudo evitar el levantar de las comisuras de sus labios por la divertida situación del momento. Nunca lograría que en aquel gélido corazón dejara entrar un rayo de luz de su compañero de trabajo.
—El expediente de Rey Palpatine. —pidió a suerte. Ben quería tantear si era verdad el que había venido por su vecina y no por algo que hubiese hecho ella, pues ¿quién querría ocultar una ayuda a una persona desvalida? No era lógico.
Y, al parecer, le había dado en el clavo.
Rey Palpatine había estado involucrada en algo, y quería cuanto antes averiguarlo.
—Ten. —La mujer no quiso dar mucho inconveniente con entregarle el informe al pelinegro. Total ¿Qué importaba que Solo le echara un vistazo antes que desapareciera tales papeles de la faz de la tierra? —. A la trituradora después. No quiero problemas.
Sin mirarlo, estiró la mano con la carpeta para entregárselo.
—Dalo por hecho.
Ben lo tomó rápido y fue directo a la sala cual estuvo Rey bajo interrogatorio. Si bien el joven Solo había ido en búsqueda de otros expedientes de criminales que cuadraban como víctimas del cazador, esto resultaba más interesante para un día domingo.
Al abrir la hoja de vida, y leer atentamente la declaración del susodicho quedó más que pasmado. La mujer había golpeado a su vecino de una forma brutal y con consecuencias nefastas, lo cual no cuadraba para nada a la personalidad que dejaba traslucir la castaña. Sobre todo, por cómo lo había hecho.
Parece que Rey era una mujer violenta, impulsiva y despiadada a la hora de arreglar un altercado que no le pareciera, muy contradictorio a lo que había hecho por su vecina. Protegerla por actos cual ella también aplicaba.
Definitivamente la chica era toda una caja de sorpresas.
