Disclaimer: Nada de esto me pertenece, la saga crepúsculo es propiedad de Stephenie Meyer y la trama es del libro "Venganza para Victimas" de Holly Jackson, yo solo busco entretener y que más personas conozcan este libro.
Capítulo 40
Sus padres ya estaban en la cama cuando Bella llegó, esperándola despiertos.
Bueno, al menos uno de los dos.
—Te dije que no volvieras tarde —susurró su madre, entornando los ojos bajo la tenue luz de la lámpara de la mesita de noche—. Nos levantamos a las ocho para ir a Legoland.
—Son solo las doce y poco. —Bella se encogió de hombros desde la puerta—. Por lo visto, las noches acaban mucho más tarde en la universidad. Estoy entrenando.
Su padre gruñó medio dormido, con el libro abierto sobre el pecho.
—Ah, he perdido el teléfono —susurró Bella.
—¿Cómo? ¿Cuándo? —dijo su madre, intentando (sin éxito) hablar en voz baja.
Otro gruñido de acuerdo de su padre, aunque no tuviera ni idea de respecto a qué estaba mostrando su acuerdo.
—Mientras corría, creo —explicó Bella—. Se me habrá salido del bolsillo y no me he dado cuenta. La semana que viene me compro otro, no te preocupes.
—Debes tener más cuidado con tus cosas. —Su madre suspiró.
Bueno, Bella iba a perder y a romper mucho más que su teléfono esa noche.
—Sí, ya lo sé. La vida adulta. También estoy entrenando para eso. En fin, me voy a la cama. Buenas noches.
—Buenas noches, cariño —le deseó su madre, seguido de un gruñido de su padre.
Bella cerró con cuidado la puerta y, mientras caminaba por el descansillo, escuchó a su madre decirle a su padre que dejara el libro si ya estaba dormido, por el amor de Dios.
Bella entró en su habitación y cerró la puerta. Fuerte —no lo suficiente como para despertar a un Jake que ya estaba gruñón—, pero lo bastante como para que su madre escuchara que se estaba preparando para dormir.
Olía a lejía allí dentro. Bella abrió el armario y se agachó para mirar el interior del cubo. Había ropa y trozos de cinta americana flotando. Volvió a sumergir las deportivas. Las marcas azules de los laterales habían empezado a volverse blancas, desapareciendo entre el material. Al igual que las manchas de sangre de las puntas.
Bien. Todo iba según lo planeado. Aunque no del todo. Ya llegaba tarde a reunirse con Edward. Tenía la esperanza de que no estuviera allí, muerto de miedo, aunque a él lo conocía mejor que a la esperanza. Bella tenía que esperar solo unos minutos más. Hasta que su madre se durmiera.
Volvió a comprobar la mochila y lo guardó todo otra vez en el orden en el que creía que lo iba a ir necesitando. Añadió otra goma más a la coleta, intentando hacer un moño despeinado, y luego se puso uno de los gorros de lana para asegurarlo todo, guardando cualquier mechón de pelo suelto.
Luego metió los brazos por las asas de la mochila y esperó junto a la puerta del dormitorio. La abrió lentamente, moviéndose a medio centímetro por hora para no hacer ningún ruido, y asomó la cabeza para mirar el descansillo. Se quedó observando la tenue luz amarilla que salía por la rendija de la puerta de sus padres, de la lamparita de la mesita de noche de su madre. Ya escuchaba los ronquidos de su padre, y los utilizó para medir el tiempo que se iba escapando.
La luz se apagó, dejando solo la oscuridad, y Pip esperó unos minutos más. Luego cerró la puerta de su habitación y cruzó el pasillo con pasos lentos y silenciosos. Bajó la escalera, acordándose esta vez de no pisar el escalón que crujía. El tercero empezando por abajo.
Salió de nuevo al frío de la noche, tirando muy despacio de la puerta para que el único ruido que hiciera fuese el del clic de la cerradura entrando en el mecanismo. Su madre tenía el sueño muy profundo, de todos modos.
No le quedaba otra, teniendo en cuenta los gruñidos y los ronquidos del hombre junto al que dormía.
Bella bajó por el camino, pasó junto al coche aparcado y giró a la derecha hacia Martinsend Way. Aunque era tarde, estaba oscuro y estaba andando sola, no tenía miedo. Y, si lo tenía, era un miedo tonto, un miedo normal, casi imperceptible junto al terror que había sentido hacía tan solo unas horas, cuyas marcas aún estaban por todo su cuerpo.
Bella vio primero el coche; un Audi negro, esperando en una esquina, el cruce en el que la calle de Bella se encontraba con la de Mike.
Edward debió de verla, porque las luces del coche de Mike parpadearon, creando dos embudos blancos en mitad de la noche. Ya eran bastante más de las doce. Seguro que Edward estaba acojonado por la hora, pero ya había llegado.
Bella abrió la puerta con la manga y se sentó en el asiento del copiloto.
—Llegas dieciocho minutos tarde, amor. —Edward la miró, con los ojos abiertos de miedo, justo como ella se había imaginado—. He estado esperándote. Pensaba que te había pasado algo.
—Lo siento —se disculpó ella, cerrando la puerta utilizando de nuevo la manga de la sudadera—. No ha pasado nada. Simplemente me he retrasado un poco.
—«Un poco» son seis minutos —le reprochó él, sin dejar de mirarla—. Yo he llegado un poco tarde. He tardado más en atravesar el bosque hasta casa de Mike de lo que pensaba. Dieciocho minutos es «muy tarde».
—¿Cómo te ha ido? —preguntó Bella, inclinándose hacia delante para apretar su frente contra la de él, como siempre le hacía él a ella para llevarse la mitad de sus dolores de cabeza, la mitad de sus nervios, decía. Bella pretendía llevarse la mitad de su miedo, porque era el miedo normal, y ese podía soportarlo.
Y funcionó. Edward relajó la expresión un poco cuando ella se apartó.
—Bien —dijo—. Ha ido todo bien por mi parte. Fui al cajero y a la gasolinera. Pagué todo con tarjeta. Así que sí, bien. Alec me ha dicho que parecía distraído, pero simplemente creyó que habíamos discutido o algo. Sin problema. Mi madre y mi padre piensan que estoy durmiendo. ¿Y a ti, Belly? ¿Te ha ido todo bien?
Bella asintió.
—No sé cómo, pero todo ha salido a la perfección. Cogí todo lo que me hacía falta de la casa Mike. ¿Has tenido algún problema con el coche?
—Es evidente que no —dijo, mirando por todo el interior del vehículo con sus ojos verdes—. Tiene un coche que te cagas, cómo no. Dentro de la casa todo parecía seguir tranquilo. Oscuro. ¿Tardó mucho en desmayarse?
—Quince o veinte minutos —respondió ella—. Rose tuvo que darle un puñetazo para concederme más tiempo, pero creo que la historia quedará mejor así.
Edward se quedó pensando un instante.
—Sí, y puede que Mike crea que por eso le duele tantísimo la cabeza mañana. ¿Y el teléfono?
—Harry y Jamie lo colocaron sobre las 21.40. Llamé a Lestrange justo después.
—¿Y tu coartada? —preguntó.
—La tengo. Desde las 21.41 hasta medianoche. Me han visto muchas cámaras. Y mi madre me ha escuchado irme a dormir.
Edward asintió para sí, mirando por el parabrisas el aire que flotaba por los haces de luz de los faros.
—Ahora solo queda esperar que hayamos conseguido retrasar el momento de la muerte al menos tres horas.
—Hablando de eso —dijo Bella, buscando algo en su mochila—. Tenemos que volver ya y darle otra vuelta. Lleva un buen rato tumbado de ese lado.
Sacó un montón de guantes de látex y le dio un par a Edward, junto con el otro gorro de lana.
—Gracias —dijo él, poniéndose el gorro. Bella lo ayudó para que no quedara fuera ni un solo pelo. Luego se quitó las manoplas moradas que llevaba puestas y estiró la mano dentro de los guantes transparentes—. Ha sido lo único que he encontrado en mi casa, son de mi madre—. Le dio las manoplas moradas a Bella, que las guardó en la mochila—. Ya sé qué comprarle por su cumpleaños. —Arrancó el coche y el motor murmuró tranquilo, vibrando bajo los pies de Bella—. ¿Carreteras secundarias?
—Carreteras secundarias —respondió ella—. Vámonos.
