Disclaimer: Shingeki no Kyojin es propiedad de Hajime Isayama
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Notas de la autora: Este es un fic que Nikola le pidió a Hessefan, pero como ella no se sentía inspirada, me pidió ayuda a mí, así que yo la estoy escribiendo y ella está corrigiendo y metiéndole mano para ponerle de su cosecha, espero que les guste. Quiero aclarar que este fic también le pertenece a Angelicacuario. Muchísimas gracias a las dos.
Agradecimientos: A Nazg_art por haber hecho la portada de este fic, lo pueden encontrar en Instagram con este mismo nombre para que puedan ver la portada a detalle y también la estaré subiendo a mi página de Facebook "Chisheccid fanfics".
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Capítulo 1
«Prométeme algo: vas a ser feliz en medio de todo este caos en el que se ha convertido el mundo, seguirás luchando, pero de una manera distinta. Serás fuerte y obtendrás tu libertad. Quizás pienses que te estoy pidiendo mucho, pero…»
Levi apartó su único ojo de la carta, no tenía el valor de seguir con la lectura; pero a pesar de sabérsela de memoria, no podía evitar admirar la hermosa y pulcra caligrafía de Historia. Se llevó la mano a la cicatriz que le cruzaba el rostro y se sintió triste, no por la huella que le había dejado el mayor de los Jaeger, sino por las pérdidas que le recordaba la misma.
Nuevamente pensó en Historia, en su antigua subordinada, en la mujer que ahora gobernaba la isla Paradis y en la hija que había dejado atrás. Pensar en los sucesos del último año siempre lo llevaban al mismo punto, y resignado a no poder apartar los recuerdos, decidió sumergirse en ellos.
Había empezado una tarde en el que el sol se ocultaba tras las murallas, dejando pinceladas de un tono rojizo sobre el cielo dentro de la muralla Sina. Se preguntaba las razones por las cuales Historia le había citado en la parte posterior del castillo y llegó a múltiples respuestas muy variadas, sin embargo nunca pudo haber adivinado lo que vendría después.
—Quiero tener un bebé. —No lo había saludado. Historia había llegado a sentarse junto al capitán y había soltado la frase como si estuviese diciendo «buenas tardes».
Levi mantuvo una expresión seria y se tomó varios segundos antes de contestar.
—¿Es por todo lo que está sucediendo?
—Puede ser…
La última frase había sido como un suspiro cargado de resignación, como un grito de auxilio silencioso.
—¿Y yo qué tengo que ver con eso?
—Que quiero que usted sea el padre.
Se desconcertó y emocionó en partes iguales. Historia siempre le había parecido una chica simpática, pero tras haber asumido el trono, se había convertido en una mujer maravillosa, y no, no era por el repentino poder que había conseguido, sino porque las situaciones le habían obligado a adoptar una actitud más fuerte, más madura, algo que definitivamente Levi notó.
El lugar se quedó en silencio por algunos instantes y, tras haber recobrado la compostura, por fin se atrevió a preguntar.
—¿Por qué yo?
Historia solamente movió la cabeza y se levantó dispuesta a regresar al interior del castillo, pero Levi la detuvo sosteniendo con fuerza la mano delicada de su majestad.
—No he dicho que no —dijo, y los ojos de ella se iluminaron a pesar de no querer evidenciar su entusiasmo.
—Lo espero esta noche en mi habitación. Les diré a los guardias que lo dejen pasar.
Historia se fue con paso lento y calmado sabiendo que la mirada de Levi la recorría por completo, por su parte, el capitán trataba de encontrar una explicación coherente sobre el por qué la muchacha lo había escogido precisamente a él.
La noche cayó y él emprendió su camino a paso seguro. No había querido darle una respuesta definitiva antes de conocer a profundidad las razones de la mujer, trató de pensar en una estrategia mientras subía los escalones que lo llevarían hasta ella. Llegó por fin hasta la puerta en donde lo recibió un guardia que le hizo una reverencia y se apartó del camino para dejarlo pasar, Levi tomó aire antes de dar el siguiente paso y extendió el brazo para por fin abrir la puerta que lo separaba de ella.
Levi recorrió la mirada buscando a Historia y no pudo evitar fijarse en todos los detalles del lugar, la habitación era elegante, pero simple. No había más que una cama, eso sí, era enorme y el tul que la cubría tenía bordados de oro. También había una pequeña mesa, con una silla; la misma en la que Historia más adelante ocuparía para escribirle cartas y en donde lo esperaba sentada, escasamente vestida con un camisón blanco y el cabello dorado apenas sujeto en una coleta desordenada. Miró a Levi de manera profunda y entreabrió los labios tratando de decir alguna frase. Estaba nerviosa. Aunque quisiera dar una impresión de seguridad, el capitán pudo notar que sus manos temblaban. No quiso alargar demasiado el tema y se acercó a ella.
—¿Por qué? —volvió a preguntar, pero esta vez bajando la voz hasta convertirla en un susurro.
Historia se sintió cohibida, el tono con el que el capitán le había hablado le había resultado tan sensual; reprimió morderse los labios para no darle a notar que desde siempre lo había deseado.
—Creo que tiene buenos genes —mintió a medias mientras se levantaba de la silla y se adentraba aún más en la habitación—. Además, solo sería un hijo, y no quisiera que cualquiera se hiciese ideas equivocadas. Sé que usted tiene los pies en la tierra y entiende toda esta situación.
Perdió fuerza en la voz al pronunciar las últimas palabras. Se había quedado dándole la espalda y no tenía la fuerza suficiente para volver a encararlo. Había pensado que sería una labor fácil y a pesar de haber estado preparándose mentalmente durante horas, aún le parecía irreal tener al capitán a punto de hacerle lo que cualquiera de las mujeres dentro de las murallas anhelaban.
—Entiendo —En verdad Levi entendía los motivos y, sin embargo, consideraba que las razones de la reina no eran lo suficientemente convincentes—, pero considero que no soy el mejor candidato. Sabes de dónde vengo, ¿verdad?
Historia se limitó a mirarlo. ¿A quién carajos le importaba su pasado? Definitivamente no a ella. Levi entendió su silencio como un rechazo y dio la vuelta un tanto decepcionado, caminó dos pasos y una voz fuerte y decidida lo frenó.
—Si sales por esa puerta…
Levi no permitió que la amenaza avanzara, casi con agresividad acortó la distancia con la muchacha que ahora lo miraba desafiante, la agarró del cabello deshaciendo el intento de peinado y la miró directamente a los ojos.
—¿Qué si salgo por esa puerta? —No llegó a gritarle a pesar de haber hecho énfasis en la pregunta, y por un momento pudo ver en la mirada de Historia a la antigua Krista, a la muchacha tímida y amable que había sido antes de descubrir quién era.
—No habrá otra oportunidad como esta. —Volvió a ser la misma y le devolvió una mirada desafiante.
La dualidad repentina enloqueció a Levi, y sabiendo que quizás pudiese arrepentirse apretó los cabellos dorados de la joven y con brusquedad la acercó lo suficiente para poder besarla. Un suspiro escapó de los labios suaves y rosas de Historia y, tras haberse sobrepuesto de la sorpresa, cerró los ojos para dejarse llevar.
Los besos, a pesar de ser toscos, empezaron a crear nuevas sensaciones dentro de ella; un calor que iba bajando desde sus labios hasta llegar a lo más profundo de su intimidad. Y a pesar de que estaba entregándose gustosa a esas nuevas emociones, nada pudo prepararla para lo que vendría. Los dedos curtidos del capitán se clavaron dolorosamente sobre su cintura y Levi, aprovechando el agarre, pegó las caderas a las de ella.
Historia comenzó a sentirse desnuda espiritualmente. Cada beso era como ir despojándose de alguna prenda imaginaria. Sentir los dedos del capitán recorriéndola con brusquedad era como morir y renacer.
Los primeros gemidos nacieron de ella, junto a los primeros quejidos —cual bestia salvaje— de Levi. Historia se repetía una y otra vez en su cabeza: «Por lo que más quieras, ¡continúa!». Lanzó un suspiro entrecortado cuando sintió como esas manos, ásperas de tanto usar el equipo de maniobras tridimensional, la acarició la columna vertebral hasta llegar a esa zona en donde la espalda deja de llamarse como tal.
Parecía que Levi sabía dar en blanco con sus caricias. No fue osado, no atacó directamente su clítoris, en cambio jugó con los vellos rubios que asomaban, dejándola con ganas de más. La fantasía ya no era más una, e Historia sentía la necesidad de gritar de placer.
Levi, con cierta brusquedad, la lanzó sobre la cama. Había notado que el trato rudo lograba encender aún más a la reina. Sin darle tiempo para hacer algún movimiento se montó sobre ella y prácticamente le arrancó los botones del camisón dejando ver el cuerpo bien formado de la muchacha.
Podía notar en su mirada una mezcla de temor y seguridad que lograban turbarlo, y a pesar de ello también podía sentir como su erección crecía más y más. Terminó por abrir el camisón y recorrió la piel blanca de Historia con los labios. Bajó desde esa boca de porcelana hacia la clavícula; lamió superficialmente el pezón derecho y siguió camino hasta el vientre. Succionó la piel dejando moretones apenas visibles y continuó bajando. El aroma que encontró al llegar a la entrada de la vagina le pareció cautivador y a pesar de querer probar el néctar que relucía sobre los labios mayores siguió de largo para besar el interior de los muslos. Levi siempre se había caracterizado por ser minucioso en las labores que le encomendaban y esta vez no iba a ser la excepción, su deber era embarazar a la reina, pero eso no significaba que no le proporcionaría placer.
Mientras se dedicaba a atender la piel lechosa, hizo presión con el dedo pulgar sobre el monte de venus. Se dedicó a acariciar bruscamente los alrededores del clítoris y, cuando por fin sintió que este había tomado más volumen, sumergió el rostro entre las piernas para por fin llegar a ese lugar que tanto codiciaba. Lamió y succionó con suavidad el perímetro del mismo para, poco a poco, subir la intensidad. Historia, que para ese entonces había estado reprimiendo los gemidos, no pudo hacerlo más. La respiración agitada empezó a resonar por la habitación y unos pequeños quejidos llegaban a los oídos del capitán.
Era tan sensual el momento que Levi decidió que le entregaría todo: con fuerza posicionó las manos gruesas bajo los muslos de la muchacha y empujó hacia arriba para alzarlas y así poder llegar aún más profundo. Hundió aún más el rostro entre los vellos dorados y se propuso hacerla llegar a un primer orgasmo.
Historia ya no era dueña de su cuerpo, sentía como si hubiese perdido todo el control sobre sí misma. Levi definitivamente sabía lo que hacía. Miró hacia abajo y se encontró con la mirada fría y calculadora del capitán, aunque también le pareció ver un brillo inusual en esos ojos que siempre lucían cansados. Decidió apartar la mirada; en esa ocasión no podía mantener el contacto visual, así que lo mejor sería arrojarse a las sensaciones y limitarse a disfrutar. Ya no le importaba mantener la compostura, además tenía la certeza de que para ese momento el guardia ya habría dejado su puesto y los gemidos, que al principio eran cohibidos, se liberaron por completo. Esa fue la señal que Levi esperaba. Historia pensó que no podía existir más placer en el mundo. De pronto se vio sumergida en un mar de sensaciones desconocidas. Su cuerpo empezó a hacer movimientos involuntarios, eran como si una corriente eléctrica la obligara a moverse, a dar respingos de tanto en tanto hasta que no pudo aguantar más. Apretó los ojos con fuerza mientras sentía un cosquilleo intenso en el interior de su estómago. Su mente rápidamente pasó de ser un revoltijo de pensamientos para quedarse en blanco y un nudo se le anidó en la garganta. Tuvo la necesidad de gritar y sin poder controlar todavía sus impulsos dejó que un grito ahogado saliera de sus labios. La calma se adueñó de su ser y sintió leves palpitaciones en su intimidad.
Quiso reponerse y tomar aire, pero no tuvo oportunidad. El movimiento del colchón la alertó de la cercanía del capitán y más por un reflejo lo miró, solamente para presenciar el espectáculo de verlo sacándose la camisa. Recorrió con la mirada los músculos bien formados del torso, pero su concentración rápidamente saltó a otras zonas porque el capitán empezaba a despojarse del pantalón.
Nunca antes había visto a un hombre desnudo, y menos que menos a alguien como a Levi. Tenía el cuerpo marcado de cicatrices, no solo de las huellas que dejaban el usar tanto el equipo de maniobras tridimensional, sino el de viejas batallas. Pudo ver su pene enhiesto, que fue lo que, a fin de cuentas, más le llamó la atención. Un líquido viscoso asomaba por la punta y, cual niña curiosa, lo recogió con un dedo.
—¿Puedo tocarlo? —curioseó ella, como temiendo ser irrespetuosa.
—Iba a casi rogártelo —bromeó un poco, notando la poca pericia de la dama pues le tomó el pene sin delicadezas.
No obstante, Levi no estaba para mucho preámbulo. No quería que la inexperta masturbación de Historia lo hiciera eyacular, así que se volvió a acostar sobre ella. Historia no supo por qué, pero empezó a sentir un pequeño dolor en la entrada de la vagina. Quiso huir, empujar a Levi, pero este no lo permitió; ejerció aún más presión e Historia, sabiendo que no habría escapatoria, se aferró a la espalda del capitán. Echó la cabeza hacia atrás y cuando parecía que todo había terminado se vio envuelta en otro tipo de placer. Sentía las fuertes embestidas invadiendo su ser, podía sentir el calor del aliento de Levi sobre la piel de su cuello e instintivamente se aferró al cuello de Levi.
Su vulva era frotada contra la pelvis del capitán y eso le generaba un sinfín de sensaciones, todas nuevas y todas buenas. Para colmo Levi le acariciaba la zona de la vagina, los labios y el clítoris, sin dejar de penetrarla salvajemente, volviéndola loca. Y no se olvidó de esos pechos sabor miel. Mordisqueó cada pezón hasta que la escuchó llegar a su segundo orgasmo.
Al fin era su turno. Ya no aguantaba más. No sabía si con un solo intento lograría el objetivo de embarazarla, pero dejó que el semen bañara bien el interior de la muchacha. Se quedó con el pene lo más metido posible y reposó unos cuantos segundos en esa posición. Quizás deberían repetir la sesión para asegurar un embarazo.
Historia quedó recostada en la cama mientras el capitán le acomodaba las prendas y peinaba su cabello, poco a poco la respiración de la reina fue recobrando su ritmo normal y se sintió un tanto vacía. El frío de la noche le acariciaba la piel y decidió que lo mejor sería asearse para luego meterse dentro de las cobijas. Se sentía extraña, no sabía cómo volver a ver al capitán, así que solamente pasó de largo hacia el baño privado que tenía en su habitación.
Regresó envuelta en una bata elegante y encontró a Levi sentado en la silla en donde ella lo había estado esperando.
—Estaré aquí mañana a la misma hora —dijo Levi con voz serena, y al percatarse de que Historia había expresado una clara señal de desconcierto, decidió aclarar—. No creo ser un superhombre para dejarte embarazada al primer intento. Podemos continuar mañana o cuando tú lo desees.
—Entonces mañana.
Trató de esconder lo más que pudo la emoción por volverlo a ver, por volver a sentir el salvajismo de Levi dentro de ella, y siguió con su camino a la cama. De espaldas a Levi levantó la mano en señal de despedida, gesto que este entendió a la perfección. Se retiró cerrando la puerta.
(…)
—¿Capitán? —Una voz un tanto dulce resonó en algún lugar en su cabeza. Abrió los ojos y se sintió perdido por un momento, le tomó varios segundos ubicarse en el espacio y tiempo solo para caer en cuenta de que se había quedado dormido en la silla de ruedas.
—Ya no soy capitán, Falco —reprochó con calma y movió el cuello para estirarse un poco, la posición que había optado no era para nada cómoda—. ¿Qué sucede?
—La cena está lista.
—Iré en un momento.
Falco era lo suficientemente inteligente para notar la carta que Levi había tratado de esconder, y tras darle un último vistazo al trozo de papel que se refugiaba bajo los escasos dedos del ex capitán, desapareció tras la puerta.
Levi se quedó allí, un tanto confundido. Si bien era consciente de que lo que había tenido solamente se había tratado de un sueño, también reconocía que eran memorias que no quería olvidar. Quizás por eso se seguía aferrando a ellas tanto como hubiese querido aferrarse al papel que sostenía entre las manos; pero no hizo nada, no quería arrugar lo poco que le quedaba de ella. Guardó la carta en el cajón de la mesita de noche junto a su cama, le puso llave con dificultad debido a que su movilidad aún no era buena y se dirigió al comedor en donde lo estaban esperando.
—Buenas tardes —Onyankopon lo saludó mientras se levantaba de la mesa para abrirle paso.
Falco y Gaby se limitaron a hacer una pequeña reverencia con la cabeza. Sabían que a Levi le molestaba que lo siguieran tratando como a un superior, sin embargo, era algo imposible debido al respeto que le tenían, además debían tomar en cuenta el estado en el que se encontraba Levi después de haber sobrevivido al ataque de Zeke.
—¿Necesita más salsa? —Falco se apresuró a pasarle un cuenco cuando se dio cuenta de que Levi se estiraba un poco para alcanzar el mismo.
—Gracias —resopló, aceptando que quizás algunas cosas nunca cambiarían—. ¿Han hecho avances el día de hoy?
—Bueno, hoy no fue tan difícil. Al menos la señora de la tienda ha dejado de vernos con odio y hubo uno que otro muchacho que se acercó a preguntar. ¿Verdad, Falco? — dijo Gaby con entusiasmo.
—Incluso la señora me regaló el pan. —Falco miró la cesta casi vacía, habían optado por comer el regalo hasta que el señor Ackerman se despertase.
—Entiendo. —Levi siguió con su comida. Si bien era un hombre de pocas palabras, esa noche se encontraba más retraído de lo normal.
La cena siguió su curso por algunos minutos más, hasta que alguien llamó a la puerta.
—Iré yo —dijo Onyankopon casi susurrante, aún desconfiaban de todo el pueblo al igual que los habitantes desconfiaban de ellos, y se levantó de la mesa con sigilo—. ¿En qué le puedo ayudar?
—Busco al capitán Levi Ackerman —una voz familiar sonó desde el otro lado de la puerta—; dijeron que aquí lo podría encontrar.
—¿Quién eres? —preguntó un tanto amenazante.
—Soy Armin Arlert y traigo noticias de Paradis.
Aunque no lo quisiese aceptar, Levi estuvo a punto de levantarse para abrirle la puerta, había pasado un buen tiempo desde que habían abandonado la isla y desde ese entonces no había tenido noticias de la reina. Maldijo la silla de ruedas y solamente se limitó a ordenar que abriese la puerta.
El muchacho se adentró y saludó con alegría, siempre era bueno volver a ver a viejos conocidos, y más aún después de haber vivido juntos tantas aventuras.
—Creí que no llegaría, incluso pensé que me estaban tomando el pelo cuando me dijeron que estaba aquí, tan a la vista.
—Muchas cosas han cambiado. —La mirada de Levi, como siempre, era indescifrable, pero Armin pudo intuir que su ex capitán se encontraba ansioso por saber lo que había ocurrido en todos esos meses de ausencia.
Tras una larga charla sobre asuntos militares, mientras Armin se dedicaba a devorar todo lo que estuviera a su paso, por fin Levi hizo la pregunta que desde el primer momento había querido hacerle al joven.
—¿Historia no mandó alguna carta?
—No —Armin pudo ver en los ojos de Levi un dejo de decepción, así que supo que lo mejor sería decir toda la información—, pero me envió a ver cómo estaban todos ustedes.
—¿Cuándo regresas?
—Me quedaré un tiempo. Así lo decidió su majestad.
Esa noche, Levi se fue a la cama con una mezcla de decepción y esperanza en el pecho. No le gustaba hacerse ideas equivocadas, pero algo le decía que Historia, desde lejos, lo cuidaba y había enviado a Armin por alguna razón que él aún desconocía.
(…)
Las murallas cayeron dejando en libertad a varios cientos de Titanes, la sangre brotaba copiosamente desde las grietas del piso, las casas se derrumbaban como si se tratasen de piezas de dominó y el castillo, que simplemente se desmoronaba como si se tratase de arena. Las llamas lo consumían todo a su paso y el mundo estaba llegando a su fin. Los llantos de un bebé resonaban, primero a lo lejos para irse incrementando con el pasar de los segundos. Una cabellera larga y dorada se extendía frente a él, pero de pronto se convirtió en nada.
Levi se levantó bañado en sudor y con la respiración agitada. Miró hacia el exterior calculando que quizás no pasaría de la una de la mañana. Se resignó a no dormir esa madrugada y pasar el tiempo que quedaba hasta que el sol hiciese su aparición, sumergiéndose en recuerdos que de alguna u otra forma pudieran salvarlo del abismo en el que se encontraba sumergido.
CONTINUARÁ
